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CBA LIBRO DE LUCAS CAPÍTULO 4


CBA Libro de Lucas capítulo 4

1. Lleno del Espíritu Santo. 
[Tentación de J esús, Luc. 4: 1-13 = Mat. 4: 1-11 = Mar. 1: 12-13. Comentario principal: Mateo.] Aquí se refiere a la recepción del Espíritu Santo en el momento del bautismo (cf. cap. 3: 21-22). 

Fue llevado. 
Mejor "era llevado", lo cual implica que la conducción del Espíritu Santo, a que se hace referencia aquí, no se limitó al viaje al desierto sitio que continuó durante su permanencia allí. 

2. Cuarenta días. 
Mateo dice claramente que las tres principales tentaciones ocurrieron hacia el fin de los 40 días (ver com. cap. 4: 2-3), hecho que también se señala en la última parte de Luc. 4: 2. Cuando Jesús entró en el desierto, estuvo encerrado, por así decirlo, en la gloria del Padre; y cuando la gloria se retiró, quedó solo para luchar contra la tentación (DTG 93). Las tentaciones de Satanás continuaron durante todos los 40 días del ayuno de Jesús. Las tres tentaciones mencionadas en los vers. 3-13 representan la culminación de las mismas, y tuvieron lugar hacia el final de ese período (ver 2SP 90). 

3. Esta piedra. 
Satanás quizá señaló una determinada piedra cuya forma era semejante al pan redondo y chato, parecido sin duda al que hoy se conoce como pan árabe (ver com. Mat. 4: 3). 

5. Un momento. 
Gr. stigm' , derivado del verbo stízÇ , que significa "pinchar", "marcar con hierro candente". Significa, por lo tanto, "pinchazo" o como "un abrir y cerrar de ojos", un momento o un "instante" (BJ). 

6. Me ha sido entregada. 
Satanás sugería en esta forma que Adán, debido a su pecado, le había entregado el dominio y que los hombres lo habían escogido como su "soberano" (DTG 89); por eso se presentó como "príncipe de este mundo" (DTG 89). En cierto modo eso era verdad, pero Satanás olvidaba a propósito que Adán había sido sólo el mayordomo del Creador, y que, por lo tanto, no podía entregarle el dominio del mundo (DTG 89). En el griego los pronombres están en forma enfática, como si el texto dijera: "A ti te daré... porque a mí me ha sido entregada... tú, si tú me adoras a mí, etc. Es fácil, pues, imaginarse los gestos enfáticos de Satanás mientras hace a Jesús esta propuesta. 

13. Por un tiempo. 
Es decir, hasta que se le presentara otra oportunidad conveniente. Cristo fue continuamente acechado por el tentador desde sus primeros años (DTG 52, 91). 

14. En el poder. 
Jesús comienza su ministerio en Galilea, Luc. 4: 14-15 = Mat. 4: 12 = Mar. 1:14-15. Comentario principal: Mateo.] La palabra traducida "poder" deriva del griego dúnamis, de donde también derivamos la palabra "dinamita" (ver com. cap. 1: 35). El Espíritu Santo es el agente activo tanto en la creación (Gén. 1: 2) como en la nueva creación (Juan 3: 5). El reino de Dios debía venir " con poder" (Mar. 9: 1). El poder del Espíritu Santo cubrió con su "sombra" a María en el momento de la encarnación (Luc. 1: 35). Por medio del Espíritu Santo ella recibió la sabiduría necesaria para cooperar con el cielo en cl desarrollo del carácter de Jesús (DTG 49). Pero en ocasión del bautismo de Cristo, el Espíritu Santo descendió sobre él de un modo extraordinario y lo llenó de poder divino para llevar a cabo su misión (ver com. Juan 3: 34). Más tarde, se les prometió a los discípulos que recibirían el poder del Espíritu Santo, poder que los capacitaría para dar testimonio del glorioso mensaje de un Salvador crucificado y resucitado (Hech. 1: 8; cf. cap. 2: 1-4). 

Fama. 
Gr. f'm' "informe", "fama", "renombre", del verbo f ' mí "hablar". La fama de una persona se extiende por lo que se dice de ella. La fama de Jesús crecía a medida que las noticias acerca de él se repetían de boca en boca "por toda la tierra de alrededor". 

15. Enseñaba. 
Para impartir la verdad, Jesús usaba más el medio de la enseñanza que el de la predicación. Según se la define hoy, en la predicación se hace una presentación más formal de la verdad que en la enseñanza . Aquélla proclama la verdad mientras que ésta trata de explicarla. La enseñanza tiende a ser más efectiva que la predicación porque los oyentes también participan, mientra s que en la predicación son mayormente oidores pasivos. De vez en cuando, Jesús presentaba algún discurso más formal, como el Sermón del Monte (Mat. 5 al 7) y el sermón acerca del pan de vida (Juan 6: 25-59). Pero aun en relación con el Sermón del Monte, el Evangelio dice que "abriendo su boca les enseñaba, diciendo" (Mat. 5: 2). Feliz el predicador que puede dar a su predicación la cualidad adicional de la enseñanza. 

Las sinagogas de ellos. 
Es decir, las sinagogas de Galilea. En las pp. 57-59 se presenta una descripción de la sinagoga y de su servicio. Es probable que Lucas haya mencionado que Jesús enseñaba en la sinagoga anticipán dose así al episodio que está por narrar (vers. 16-30). Inmediatamente después de relatar el incidente ocurrido en la sinagoga de Nazaret, narra otro que sucedió en la sinagoga de Capernaúm (vers. 31-37), y señalando de nuevo que Jesús "predicaba en las sinagogas de Galilea" (vers. 44). 

Era glorificado. 
Es decir, era "alabado" (BJ) u "honrado". Galilea era un campo más propicio que Judea para la obra del Salvador (DTG 199). Dondequiera que Jesús iba "gran multitud del pueblo le oía de buena gana" (Mar. 12: 37). 

16. A Nazaret. 
[Primer rechazo en Nazaret, Luc. 4:16-30. Ver mapa p. 208; diagramas pp. 219-221. ver Nota Adicional al fin del capítulo.] Esta fue la primera visita de Cristo a Nazaret después de haber dejado el taller de carpintero en el otoño (septiembre-noviembre) del año 27 d. C., cuando inició su minis terio público (DTG 203). Es probable que para entonces estuviera terminando la primavera del año 29 (mayo) que ya hubiera transcurrido cerca de la mitad de su ministerio público. Un año más tarde, probablemente a comienzos de la primavera del año 30 d. C., Jesús volvió a visitar, y ahora por última vez, esta ciudad (DTG 207-208). La primera visita sólo se registra en Luc. 4: 16-30; con referencia a la segunda, ver com. Mar. 6: 1-6. La madre, los hermanos y las hermanas de Jesús vivían todavía en Nazaret (DTG 203), y sin duda se encontraban entre los adoradores en la sinagoga en ese día sábado. 

En el día de reposo. 
La sencilla declaración de Lucas de que Jesús habitualmente asistía a los sagrados servicios en la sinagoga en el día sábado, día que identifica específicamente como el séptimo de la semana (cap. 23: 56 a 24: 1), señala claramente cuál es el deber del cristiano que ama a su Maestro y quiere seguir en sus pisadas (Juan 14: 15; 1 Ped. 2: 21). El hecho de que Cristo guardara cuando estuvo en la tierra el mismo día que observaban los Judíos, muestra también que no se había perdido el orden de los días desde que se dio la ley en el Sinaí, ni desde la creación. Cristo es "Señor aun del día de reposo" (Mar. 2: 28); es decir, él lo hizo (Gén. 2: 1-3; cf. Mar. 2: 27) lo reclama como suyo por lo tanto, su ejemplo al guardarlo es el modelo perfecto para el cristiano, no sólo en cuanto al tiempo sino también en cuanto a la manera de guardarlo. 710 Además, no puede haber duda de que la semana, como la tenemos ahora, nos ha sido transmitida en forma ininterrumpida desde los tiempos de Cristo, y que al guardar hoy el séptimo día de la semana se guarda el día sábado en que Cristo reposó. Desde ese tiempo hasta ahora ha habido millones de judíos esparcidos en todo el mundo civilizado, y habría sido imposible que todos ellos simultáneamente cometieran un error idéntico en el cómputo del séptimo día de la semana. 

La sinagoga. 
La antigua sinagoga y sus servicios se describen en las pp. 57-59. Con referencia a las ruinas de una sinagoga en Capernaúm, ver com. Juan 6: 59. 

Conforme a sucostumbre. 
Cristo tenía el hábito de asistir a los servicios regulares de la sinagoga el día sábado. A menudo, aun cuando era muy joven, en esta misma sinagoga de Nazaret se le pedía que leyera un pasa e de los profetas, y de su conocimiento íntimo de las Escrituras extraía lecciones que conmovían el corazón de los adoradores (DTG 54-55; cf. 51). Al parecer, Jesús muchas veces aprovechó la oportunidad que le proporcionaba la reunión de la gente en las sinagogas de Judea y de Galilea para enseñarles (Mat. 4: 23; 12: 9 13: 54; Mar. 1: 21; 6: 2; etc.; ver com. Luc. 4: 15), así como lo hizo Pablo más tarde en el extranjero (Hech. 13: 14-15, 42). 

Se levantó. 
La reverencia hacia la Palabra escrita exigía que permaneciera de pie el que la leía públicamente. Así se leían la "ley y los profetas" (ver t. I, p. 40; t. V, pp. 58-59). 

A leer. 
Gr. anaginóskÇ , "leer", la palabra que se emplea en el NT para referirse a la lectura pública de las Escrituras (Hech. 13: 27; 15: 21; Col. 4: 16; 1 Tes. 5: 27) y a la lectura privada (Mat. 24: 15; Luc. 10: 26; Hech. 8: 28). Era de esperarse que se le pidiera a Jesús que leyera las Escrituras y que predicara un sermón al regresar a Nazaret, pues esto se podía pedir a cualquier israelita mayor de 12 años. Jesús lo había hecho siendo aún niño (DTG 54-55), y su fama como predicador en Judea (Juan 3: 26, DTG 153) hizo que sus coterráneos de Nazaret sintieran anhelo de escuchar lo que tenía que decir. Era costumbre que el que leía el pasaje escogido de los profetas también presentara el sermón. 

17. Se le dio. 
Esto lo hacía el funcionariode la sinagoga, conocido como jazzan, quien tenía el deber de sacar los sagrados rollos del arca y entregárselos al lector, y luego debía colocarlos nuevamente en el arca al concluir la lectura (ver p. 58). En armonía con el ritual de la sinagoga, el jazzan tomó del arca el rollo de los profetas, le quitó la cobertura, y, sin abrirlo, lo entregó a Jesús. Es evidente que Jesús no sólo hablaba el arameo, el idioma común del pueblo, sino que también sabía bien el hebreo, idioma que para ese tiempo ya estaba más o menos muerto y se usaba solamente para fines religiosos. El pasaje escogido cada día siempre se leía en hebreo. 

Isaías. 
Se cree que en tiempos de Jesús aquel a quien se le pedía que leyera la porción de los profetas y predicara el sermón, podía escoger la sección que debía leerse. Jesús pidió específicamente el rollo del profeta Isaías (2SP 110). Ver Nota Adicional al fin de este capítulo. 

Libro. 
Gr. biblíon , "libro" o "rollo". La palabra Biblia deriva del griego biblíon. En este caso, el "libro" era un rollo. Ver p. 113. 

Halló el lugar. 
Para encontrar en sin rollo la lectura que se deseaba, era necesario desenrollar con una mano y al mismo tiempo enrollar con la otra (ver foto del rollo de Isaías del mar Muerto, t. I, p. 37). Isaías 61: 1-2 estaba casi al final del rollo. 

Donde estabaescrito. 
La cita de Lucas concuerda básicamente con la LXX en Isa. 61: 1-2ª, con la añadidura de una paráfrasis de una parte de Isa. 58: 6. Es posible que Lucas tuviera consigo la LXX mientras escribía (ver com. cap. 3: 36). Entre los judíos era práctica común unir de este modo varios pasajes bíblicos (ver com. Mar. 1: 2). 

18. El Espíritu del Señor. 
Con referencia al papel del Espíritu Santo en el ministerio terrenal de Jesús, ver com. Mat. 3: 16; 4: 1. 

Está sobre mí. 
Jesús recibió el Espíritu Santo citando fue bautizado, para que le fuera conferido el poder necesario para llevar a cabo su ministerio terrenal (ver Luc. 3: 21-22; Juan 1: 32; Hech. 10: 38). 

Me ha ungido. 
Gr. jríÇ , "ungir", de donde también deriva el título "Cristo", es decir el Ungido o "Mesías", que tiene el mismo sentido (ver com. Mat. 1: 1). Dentro de su contexto mesiánico, este texto podría traducirse: "Me ha hecho el Cristo", o "me ha hecho el Mesías" (ver com. Isa. 61: 1). 

Los pobres. 
Los pobres solían estar a merced de los inescrupulosos funcionarios, 711 comerciantes y vecinos. Por otra parte, se suponía generalmente que el sufrimiento por ser pobre se debía a la maldición de Dios, que la desgracia del pobre era por su propia culpa. Eran pocos los que simpatizaban con la triste situación del pobre. El supremo amor de Jesús por los pobres fue una de las grandes evidencias de que era el Mesías, y cuando Juan languidecía en la cárcel, Jesús le hizo notar este hecho (Mat. 11: 5). Los que padecen escasez de los bienes de este mundo, muchas veces están conscientes de sus necesidades y de su dependencia de Dios, y por lo tanto frecuentemente son susceptibles a la predicación del Evangelio. El Evangelio de Jesús significa alivio para los pobres, luz para los ignorantes, curación para los dolientes y libertad para los esclavos del pecado. 

La gente creía que todo aquel que se interesara en aliviar las necesidades del pobre, era especialmente justo; y el dar limosnas llegó a ser casi sinónimo de ser justo (ver com. Hech. 10: 2-4; etc.). Pero muchas veces sucedía que se daban limosnas no por simpatía ni inclinación a ayudar a los pobres, sino por el deseo de ganar méritos (ver com. Mat. 6: 1-4; Juan 12: 5). Sin embargo, la preocupación cordial y genuina por los sentimientos y las necesidades de nuestros prójimos es una de las mejores evidencias de la "religión pura" (Sant. 1: 27), de conversión sincera (1 Juan 3: 10, 14), de amor a Dios (1 Juan 3: 17-19; 4: 21) y de ser apto para entrar en el reino de los cielos (Mat. 25: 34-46). 

Jesús quizá también estaba pensando en los "pobres en espíritu" (ver com. Mat. 5: 3), los que tenían necesidades espirituales y no materiales. Cristo prometió los recursos infinitos del reino de los cielos a los "pobres en espíritu", a los que sienten su necesidad espiritual. Hay quienes sólo sienten la necesidad de lo que este mundo puede ofrecer; y cuando se les predica el Evangelio debe despertarse en ellos su interés por las cosas espirituales (cf. Apoc. 3: 17-18). Los ricos en fe son aquellos que oyen y aceptan el mensaje evangélico (ver com. Mat. 7: 24), y serán "herederos del reino" (Sant. 2: 5). Lo que vale es el tesoro en los cielos (Luc. 12: 21, 33; 18: 22). 

A sanar a los quebrantados de corazón. 
Esta frase aparece en la LXX en Isa. 61: 1, pero la evidencia textual establece su omisión en el texto del NT. La BJ, que sigue los más antiguos manuscritos griegos, la omite. Sin embargo, esta declaración describe correctamente el ministerio de Jesús en favor de quienes sufren amargos chascos, pero sobre todo de los que, "quebrantados de corazón", están arrepentidos de sus pecados. Los "quebrantados" de este pasaje bien pueden compararse con los que lloran por sus pecados, es decir, los contritos de corazón (ver com. Mat. 5: 4; cf. Rom. 7: 24). Jesús vino a sanar "a los quebrantados de corazón". 

Cautivos. 
Estos "cautivos" no son los presos comunes sino los que han estado en el cautiverio de Satanás en cuerpo, mente y espíritu (Rom. 6: 16). Jesús no liberó a Juan el Bautista de la cárcel. Estos "cautivos" son los que languidecen en la cárcel de Satanás (1 Ped. 3: 19), los que han sido atrapados en el "lazo del diablo" y han sido puestos "cautivos a voluntad de él" (2 Tim. 2: 26). 

Ciegos. 
No sólo los que están ciegos físicamente sino, además, los ciegos espirituales (Mat. 15: 14; 23: 16-19, 26; Juan 9: 39-41). 

A poner en libertad. 
Esta es una paráfrasis de Isa. 58: 6 (ver com. Luc. 4: 17). Cuando se leía en el libro de los profetas era permitido escoger porciones de diferentes pasajes; pero estaba prohibido hacerlo cuando se leía de la ley. 

Los oprimidos. 
El verbo griego empleado en este pasaje significa "quebrar", "oprimir". Jesús vino a libertar a los hombres de la pesada carga del pecado y de la opresión que significa el intento de lograr la salvación mediante la observancia de leyes y reglas. Jesús liberaría a los judíos de las opresivas restricciones rabínicas (Mat. 23: 4; cf. cap. 11: 28-30). 

19. Año agradable. 
"Un año de gracia" (BJ), o sea la era evangélica, cuando los que sienten su necesidad espiritual (los pobres en espíritu), los de contrito corazón (los quebrantados de corazón), los que han sido cautivos del pecado y han estado ciegos a las cosas espirituales, y los que han sido heridos y oprimidos por el maligno, pueden esperar la liberación del pecado. El "año agradable del Señor" recuerda el año del jubileo, cuando los esclavos eran libertados, las deudas eran canceladas, y las tierras eran devueltas a sus dueños originales por herencia (ver com. Lev. 25: 10, 15, 24). 

Jesús concluyó aquí su lectura de Isa. 61: 1-2. Pero no leyó la frase siguiente que era para los patriotas judíos la culminación de todo el pasaje: "el día de venganza del Dios nuestro". Los judíos acariciaban la convicción de que la salvación era para ellos y el castigo 712 para los gentiles (Sal. 79: 6). La idea judía de que la salvación dependía de la nacionalidad y no de la entrega personal a Dios, cegó al pueblo hasta tal punto que no pudo comprender la verdadera naturaleza de la misión de Cristo y lo indujo a rechazarlo. Esperaban que el Mesías aparecería como un poderoso príncipe a la cabeza de un gran ejército para vencer a todos los opresores de los judíos y para someter a todo el mundo a la autoridad de Israel (DTG 22, 203). 

Este error fundamental surgió porque los judíos deliberadamente pasaban por alto las profecías que hablaban de un Mesías que sufriría, y aplicaban mal aquellas que destacaban la gloria de su segunda venida (DTG 22). El orgullo, el prejuicio y la opinión preconcebida indujeron a los judíos a este estado de ceguera espiritual (DTG 46, 183, 209). Estaban ciegos ante el hecho de que lo que vale no es la cantidad de luz que brilla sobre una persona, sino el uso que le da a esa luz. Se deleitaban en la idea de que el castigo de Dios estaba reservado para otros, y hasta pudieron haberse sorprendido de que Jesús ni siquiera lo mencionara. Cuando Jesús ensalzó en su sermón la fe de los paganos, insinuando así la falta de fe de los judíos, los oyentes quedaron resentidos y con ira (vers. 25-29). 

Para más comentarios acerca de los falsos conceptos que tenían los judíos en cuanto al reino mesiánico, ver com. Mat. 3: 7; 4: 9; 5: 2-3; Luc. 1: 68. Con referencia a la verdadera naturaleza del reino, ver com. Mat. 3: 2-3; 4: 17; 5: 2-3; Mar. 3: 14. 

20. Enrollando el libro. 
Una acción contraria a la que se describe en el vers. 17: "habiendo abierto" (ver com.) 

Ministro. 
Gr. hup'rét's , "ayudante", "siervo", el que sirve a un amo o a un superior. Lucas se refiere sin duda al jazzan , o acólito, encargado de colocar el rollo de nuevo en el arca (ver com. vers. 17). 

Se sentó. 
La costumbre exigía que el lector estuviera de pie para leer la ley y los profetas; pero para presentar el sermón que seguía a la lectura, el predicador se sentaba en una silla especial, algunas veces llamada "silla de Moisés". Esa silla estaba sobre una plataforma, cerca del púlpito desde el cual se leía. Cuando Jesús predicaba y enseñaba, con frecuencia, y quizá en forma habitual, se sentaba (Mat. 5: 1; Mar. 4: 1; Luc. 5: 3; Juan 8: 2), costumbre que, al menos en ciertas ocasiones, siguieron sus discípulos (Hech. 16: 13; ver p. 59). 

Fijos. 
Sin duda había una atmósfera de suspenso causada por la extremada atención (cf. Hech. 6: 15; 10: 4; etc.) y por la seria expresión del rostro de Jesús. Se produjo un efecto similar en las dos ocasiones cuando Jesús purificó el templo (DTG 130-131, 542; ver com. Luc. 2: 48). Aun el aire parecía vibrar de expectativa. 

21. Comenzó a decirles. 
El pueblo consideraba a Jesús como rabino o maestro (Juan 1: 38, 49; 3: 2; 6: 25). Era, pues, de esperarse que se le pidiera a un rabino visitante que predicara el sermón, especialmente porque Nazaret era su ciudad y porque siendo aún jovencito había leído las Escrituras en esta misma sinagoga (ver com. Luc. 4: 16). Es evidente que Lucas sólo presenta una brevísima síntesis de lo que dijo Cristo en esta ocasión, seleccionando quizá los comentarios que produjeron el efecto descrito en el vers. 22 y la violenta reacción de los vers. 28-29. 

Hoy. 
Este anuncio hizo comprender sin duda a los presentes que Jesús los consideraba pobres, quebrantados, cautivos, ciegos y oprimidos (DTG 204). Durante su ministerio Jesús citó vez tras vez a los profetas del AT, y afirmaba: "Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros" (DTG 209). 

Esta Escritura. 
Quienes afirman que Jesús nunca se consideró a sí mismo como el Mesías de las profecías del AT, harían bien en considerar este pasaje. Los judíos de tiempos de Cristo entendían que Isa. 61: 1-2 era evidentemente una profecía mesiánica. 

22. Todos daban buen testimonio. 
La gente de Nazaret había oído informes acerca del poder que acompañaba a la predicación de Jesús durante su ministerio en Judea (ver com. Mat. 4: 12). Ahora esa misma gente tuvo la oportunidad de sentirse subyugada por el encanto de esa predicación. Se dieron cuenta de que los informes no habían sido exagerados. 

Las palabras de gracia. 
Tuvo que haberse dicho mucho más que lo que aquí se registra. La gente quedó fascinada y encantada con las palabras de Jesús, llenas de gracia y encanto. 

¿No es éste? 
La forma de la pregunta griega indica que se esperaba una respuesta afirmativa. Esta pregunta no expresa incertidumbre, sino admiración. Habían conocido a Jesús a través de los años, pero llegaron a considerarlo como a un hombre común, semejante a cualquiera, quizá con menos faltas que ellos. Se negaron a creer que Aquel a quien conocían tan bien pudiera ser el Prometido, y su falta de fe los dejó turbados. 

Hijo de José. 
Jesús era considerado comúnmente como "hijo de José" (ver com. cap. 2: 33, 41; 3: 23). La madre de Jesús, sus hermanos y hermanas, aún vivían en Nazaret (Mat. 13: 54-56; DTG 203), y sin duda estaban presentes entre el público. Es probable que mientras la gente se preguntaba "¿no es éste el hijo de José?", sus miradas se dirigieran espontáneamente hacia esos miembros de la familia de Jesús. Sólo puede especularse en cuanto a los pensamientos de María en una ocasión como ésta (Luc. 2: 34-35, 51). 

23. Sin duda. 
Gr. pántÇs, "totalmente", "por todos los medios", "sin duda", o "seguramente" (BJ). El adverbio pántos se usa para destacar una afirmación o una negación (Hech. 18: 21; Rom. 3: 9). Jesús contempló los rostros de los que allí estaban reunidos, y conoció en el acto cuáles eran los pensamientos que los perturbaban. Su esfuerzo por dar a conocer a sus oidores la verdadera actitud y condición de ellos (Luc. 3: 23-27) los enfureció aún más, y los indujo a que intentaran quitarle la vida. Jesús demostró muchas veces que sabía leer los pensamientos de los hombres, y de esa manera probó su divinidad (ver com. cap. 2: 48). 

Médico, cúrate a ti mismo. 
Parece que este era un dicho popular. La forma hebrea de este proverbio, dice: "Médico, cura tu propia cojera". Esta idea fue expresada sarcásticamente de varias maneras tanto por los griegos como por otros pueblos de la antigüedad cuando algún tratamiento era ineficaz. Esta parte del discurso (vers. 23-27) fue la que demostró que Jesús conocía los pensamientos secretos de sus oyentes (DTG 205). Compárese con una afrenta similar de la cual fue objeto en la cruz (Mat. 27: 42). 

Los comentadores no concuerdan en cuanto al sentido preciso que Jesús quiso dar a este proverbio ante sus oyentes. Algunos han sugerido que estaba dando a los pensamientos de ellos el siguiente significado: "Has realizado muchos milagros de curación y has hecho otras señales ante otros [es decir, a los de Capernaúm], ahora muestra una señal en tu favor [ante los de Nazaret]. Afirmas que eres el Mesías de la profecía; déjanos ver algunos milagros tuyos". Muchas veces se intentó que Jesús mostrara alguna señal, pero él nunca satisfizo esta exigencia (Mat. 12: 38-39; Mar. 8: 11-12; Juan 6: 30-32). 

Esta petición silenciosa permite entender que Jesús no había hecho ningún milagro ni en su niñez ni en su juventud, como lo afirman los evangelios apócrifos (ver com. Luc. 2: 52). Los habitantes de Nazaret le estaban pidiendo que defendiera su reputación delante de ellos; es como si le hubieran dicho: "Demuestra aquí lo que eres". 

Hecho en Capernaúm. 
Muchos comentadores han considerado que esta referencia a milagros hechos en Capernaúm prueba que este episodio ocurrió en la última parte del ministerio de Cristo en Galilea, y que el relato de Lucas acerca de la visita a Nazaret corresponde con el mismo hecho que se registra en Mat. 13: 54-58 y Mar. 6: 1-6. Sin embargo, esta conclusión no se justifica porque el hijo del noble acababa de ser sanado en Capernaúm (aunque Jesús estaba en Caná en ese momento), y, además, la ciudad se había conmovido por ese suceso (DTG 170). La curación del hijo del noble se había hecho varios meses antes de esta visita a Nazaret (ver com. Juan 4: 53; diagramas pp. 220-221). Además, es indudable que la gente de Galilea hubiera oído informes de los milagros realizados en Judea (Juan 4: 44-45; DTG 167). Queda claro que el ministerio metódico y amplio de Capernaúm aún no se había iniciado (ver com. Mat. 4: 12-13), aunque Jesús ya había visitado la ciudad brevemente (Luc. 4: 14-15; Juan 2: 12; ver Nota Adicional de Luc. 4). 

24. Ningún profeta. 
Jesús vino a sus propios conciudadanos y no le recibieron (Juan 1: 11). El orgullo les impidió reconocer la presencia del Prometido en el carpintero que habían conocido desde su tierna infancia (DTG 204). 

25. Tres años y seis meses. 
Con referencia a la duración de esa hambre, ver com. 1 Rey. 18: 1 (cf. Sant. 5: 17). 

26. A ninguna de ellas. 
Dios no puede hacer nada en favor de los que son duros de corazón e incrédulos, que no sienten su necesidad espiritual (ver com. Mat. 5: 3). Nuestra posición delante de Dios se determina no por la abundancia de luz que hayamos recibido, sino por el uso que le hayamos dado (DTG 206). Es interesante notar que Lucas, que escribió principalmente para lectores gentiles, es el único que registra estas palabras de Jesús en las cuales elogia a los gentiles creyentes y condena a los israelitas incrédulos. 

Sarepta. 
Ciudad fenicia, situada a unos 24 km al norte de Tiro; se conoce hoy como Sarafán. Cristo relató este episodio como su primera ilustración de la verdad que deseaba transmitir con el dicho que había citado en el vers. 23. La falta de fe de los habitantes de Nazaret fue lo que impidió que Jesús hiciera milagros allí (Mar. 6: 5-6). No fue porque no pudiera hacerlos, sino porque ellos no estaban preparados para recibir las bendiciones que él deseaba darles. 

27. Muchos leprosos. 
Jesús presenta una segunda ilustración para el dicho del vers. 23. El relato de la curación de Naamán se encuentra en 2 Rey 5: 1-19. Algunos de los "muchos leprosos... en Israel" a los cuales Jesús aludió, aparecen en 2 Rey 7: 3. 

28. Al oír. 
Los habitantes de Nazaret no fueron lentos en entender la aplicación de las palabras que Jesús había pronunciado. Comprendieron claramente lo que quería decirles. Quizá recordaron algunos hechos de la niñez, la adolescencia y la juventud del Salvador, cuando su lealtad ante lo correcto había condenado tácitamente la conducta errada de ellos (DTG 68). La reprensión implícita de Jesús en esta ocasión cayó duramente sobre sus corazones maldispuestos. Su corazón impío se rebeló (cf. Rom. 8: 7), aunque por un momento se dieron cuenta de los defectos de su propio carácter y de su necesidad de verdadero arrepentimiento y conversión. El orgullo y el prejuicio oscurecieron su mente maldispuesta ante la luz de la verdad que por un instante había penetrado la oscuridad de su alma. 

Se llenaron de ira. 
Comprendieron que las palabras de Jesús los describían perfectamente, y no quisieron escuchar más. Si lo aceptaban, tenían que admitir que no eran mejores que los paganos, a quienes consideraban como a perros, y esto no podían admitirlo. Se negaron a humillar su corazón. ¡Cuán diferentes eran las palabras de Jesús de las "cosas halagüeñas" que estaban acostumbrados a oír! (ver com. Isa. 30: 10). Parece que los habitantes de Nazaret preferían permanecer pobres, ciegos y esclavizados (cf. Luc. 4: 18). Aunque fueron tocados en lo más íntimo de su ser, su mala conciencia reaccionó prestamente para silenciar las penetrantes palabras de verdad. El violento orgullo nacional se sintió agraviado ante la idea de que las bendiciones del Evangelio pudieran ser concedidas también a los paganos, y debido a su fanática intolerancia estuvieron dispuestos a matar al Príncipe de la vida (cf. Hech. 3: 15). 

29. Levantándose. 
La gente de Nazaret terminó de escuchar antes de que Jesús terminara de hablar. "No le recibieron" (Juan 1: 11). Sus corazones abrigaban intenciones homicidas, aun en día sábado, y estuvieron listos para aniquilar a Jesús. 

Cumbre del monte. 
Literalmente, "la ceja del monte", o sea "cresta del monte". El monte de la Precipitación, lugar tradicional de este acontecimiento, está a unos 3 km de Nazaret, mucho más distante que el camino o distancia que era permitido andar en día sábado. Es mucho más probable que la gente lo hubiera llevado hasta un promontorio de piedra calcárea de unos 9 a 12 m de altura en la parte sudoeste de la aldea, y todavía visible hoy, detrás del convento maronita. 

30. Pasó por en medio. 
Los ángeles lo cobijaron y lo llevaron a un lugar seguro como lo hicieron en otra ocasión (cf. Juan 8: 59), y así como muchas veces han protegido a los testigos del cielo en todas las edades (DTG 207). Algo semejante ocurrió en los casos de Lot (Gén. 19: 10-11) y de Eliseo (2 Rey. 6: 17-18), y también en los tiempos modernos. Jesús "pasó por en medio" de la multitud bajo la protección de santos ángeles (DTG 207). Los que estuvieron decididos a matar a Jesús, fueron impedidos en varias ocasiones de llevar a cabo sus impías intenciones (Juan 7: 44-46; 10: 31-39), porque la obra de Cristo aún no había terminado, "porque aún no había llegado su hora" (Juan 7: 30). 

Se fue. 
Como ya se hizo notar, esta visita a Nazaret, la primera desde el bautismo de Jesús, quizá ocurrió hacia fines de la primavera o comienzos del verano del año 29 d. C. (ver com. vers. 16). Su próxima y última visita la hizo casi un año más tarde, a comienzos de la primavera del año 30 d. C., poco antes de la pascua(ver com. Mar. 6: 1-6). 

31. Descendió. 
[ Viaje a Capernaúm, Luc. 4: 31a = Mat. 4: 13-17 = Mar. 1: 14-15. Comentario principal: Mateo.] Desde la aldea de Nazaret situada en las montañas, hasta Capernaúm, a orillas del mar de Galilea, a 32 km de distancia, se desciende de 349 m sobre el nivel del mar a unos 209 m por debajo de este nivel. Es posible que María y otros miembros de la familia hayan acompañado a Cristo a Capernaúm. 

Ciudad de Galilea. 
Quizá Lucas añadió esta explicación en beneficio de sus lectores, pues no todos conocían la geografía de Palestina (ver p. 650). 

Les enseñaba. 
[ El endemoniado en la sinagoga, Luc. 4:31b -37 = Mar. 1:21-28. Comentario principal: Marcos.] El pretérito imperfecto del verbo indica que Jesús enseñó repetidas veces durante cierto tiempo. Jesús comenzó a enseñar en la sinagoga de Capernaúm y probablemente estableció allí el centro de su ministerio. 

En los días de reposo. 
Esta era la costumbre del Señor Jesús (ver com. vers. 16). 

32. Se admiraban. 
La admiración y el asombro eran la reacción habitual ante la enseñanza de Jesús (Mat. 7: 28-29; 13: 54; Mar. 6: 2). 

Autoridad. 
Gr. exousía, "poder", "autoridad" (ver com. cap. 1: 35). Con referencia a la forma impresionante en que Jesús hablaba, ver DTG 204, 218-220. 

34. Déjanos. 
Gr. éa , considerado por algunos como imperativo del verbo eáÇ , "dejar", "permitir"; pero con mayor probabilidad es como interjección, exclamación de sorpresa, desagrado, ira o consternación. La BJ y BC traducen: "¡Ah!" 

35. No le hizo daño. 
Como bien podría haberse esperado (ver com. Mar. 1: 26). Sólo Lucas, el médico, registra este importante detalle. 

38. Tenía una gran fiebre. 
[Jesús sana a la suegra de Pedro, Luc. 4: 38-39 = Mat. 8: 14-15 = Mar. 1: 29-31. Comentario principal: Marcos.] Es posible que la frase griega que expresa esta idea fuera un término médico. Según algunas fuentes, la medicina griega dividía las fiebres en dos clases, "grandes" y "pequeñas", o sea, "altas" y "bajas". 

41. No les dejaba hablar. 
Jesús obligó inmediatamente a los demonios a guardar silencio, quizá porque ese testimonio podría dar a entender que él estaba aliado con ellos (ver com. Mar. 3: 11). 

El Cristo. 
Es decir, el Mesías. El artículo definido antepuesto a "Cristo" hace que este nombre sea un título y no sólo un nombre propio (ver com. Mat. 1: 1). 

42. Cuando ya era de día. 
[ Jesús recorre Galilea predicando, Luc. 4: 42-44 = Mat. 4: 23-25 = Mar. 1: 35-39. Comentario principal: Marcos.] 

44. De Galilea. 
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "de Judea". Lucas parece haber utilizado la palabra "Judea" en un sentido muy amplio, para referirse a toda Palestina. Como Lucas escribió, en primer lugar, para gentiles que no eran palestinos, quizá consideró que la palabra "Judea" les sería más comprensible y, de todos modos, suficientemente precisa para lograr lo que él se proponía (ver p. 650). 

NOTA ADICIONAL DE LUCAS 4 

Hay diferencias de opinión en cuanto a si el primer rechazo de Cristo en Nazaret ocurrió antes o después de la pascua del 29 d. C. Según una posición, esta visita a Nazaret y los otros acontecimientos transcurridos hasta completar el primer viaje por Galilea ocurrieron antes de la pascua. Se llega a esta conclusión haciendo concordar el viaje de Jesús de Judea a Galilea, mencionado en Mat. 4: 12 y Mar.1: 14 (por causa del encarcelamiento de Juan el Bautista), con el viaje de Juan 4: 1-3 (debido a las contiendas entre los discípulos de Jesús y los de Juan). 

Para apoyar esta posición se hace referencia a los siguientes hechos: (1) A. T. Olmstead (Jesus in the Light of History , p. 281) afirma que Jesús leyó Isa. 61: 1-3 "el 18 de diciembre del año 28 d. C., y que esta lectura corresponde con el Séder 62.º del ciclo trienal de lecturas de la ley y los profetas para la sinagoga. (2) De no ser así, habría un extraño silencio de los evangelistas sinópticos en cuanto a los acontecimientos transcurridos entre la pascua del año 28 y la del 29, en comparación con el relato detallado de lo acontecido entre la pascua del año 29 y la del 30. (3) Lucas nada dice en cuanto a la presencia de los discípulos con Jesús durante esta visita a Nazaret. Se argumenta que después de la entrevista con el noble en Caná, Jesús fue solo a Nazaret, después de enviar a sus discípulos a Capernaúm para que no fueran testigos del rechazo en Nazaret. Ver diagramas pp. 219-221. 

Esta posición presenta las siguientes dificultades: 

l. La afirmación de Olmstead de que Jesús leyó en Isa. 61: 1-3 porque esa era la lectura que, según el ciclo trienal, debía leerse ese sábado, se basa en una lista de lecturas de ciclos trienales que data aproximadamente del año 600 d. C., lista que se encontró en la geniza (depósito de rollos desgastados) de la sinagoga Fustat, en El Cairo. Se sabe que en un tiempo se usó un ciclo trienal en Palestina, pero no hay evidencia alguna de que hubiera lecturas específicas de los profetas asignadas para el sábado en la sinagoga, antes de la destrucción del templo en el año 70 d. C. Además, Olmstead cita a Jacobo Mann ( The Bible as Read and Preached in the Old Synagogue , pp. 481, 569, 573) para apoyar la idea de que el pasaje de Isa. 61: 1-3 correspondía con el Séder 62.º, cuando, en verdad, Mann llega a la conclusión de que la lectura de Isa. 61: 1-3 no llegó a ser el pasaje de los profetas, correspondiente al Séder 62.º del ciclo trienal, sino hasta mucho después de los tiempos del NT (pp. 481-487). Por lo tanto, la idea de que el Séder 62.º del ciclo trienal proporciona una base válida para ubicar el primer rechazo de Nazaret, carece de fundamento. Por otra parte, según Elena de White (2SP 110), "al final del culto", después de la lectura habitual de los profetas (ver p. 59) y de la exhortación del anciano, "Jesús se levantó con tranquila dignidad y pidió que se le entregase el libro del profeta Isaías". Parece que él mismo escogió el pasaje que iba a leer (ver t. V, pp. 59-60; datos bibliográficos de la obra de Olmstead en la p. 259). 

2. La idea de que el silencio de los autores sinópticos requiere que se sitúen los hechos del ministerio en Galilea entre el primer rechazo de Nazaret y el fin del primer viaje por Galilea, y que esto corresponda con el año transcurrido entre la pascua del año 28 y la del 29, es, en el mejor de los casos, un argumento basado en el silencio, y por lo tanto no es convincente. Juan guarda tanto silencio acerca del ministerio de Jesús en Galilea como lo hacen los evangelistas sinópticos acerca de su ministerio en Judea. Hasta donde sepamos, ninguno de los autores de los sinópticos fue testigo ocular del ministerio en Judea. El hecho de que el ministerio en Judea produjera poco fruto en comparación con el ministerio en Galilea (DTG 165, 199), posiblemente indujo a los autores de los sinópticos a ver poca razón para relatar ampliamente este ministerio (ver com. cap. 4: 23). 

3. La tercera hipótesis se basa en un argumento de silencio; por lo tanto, tampoco es decisiva. Esta primera posición carece, pues, de una evidencia positiva. 

Las razones que pueden darse para ubicar el primer rechazo en Nazaret en la primavera (marzo- mayo) del año 29 d. C., después de la pascua, son las siguientes: 

1. Juan dice claramente que el retiro de Judea a Galilea (cap. 4: 1-3) ocurrió como resultado de la contienda entre los discípulos de Juan el Bautista y los de Jesús (cap. 3: 25-36; 4: 1-2), e insinúa con bastante claridad que Juan no estaba en la cárcel cuando ocurrió esa querella (cap. 3: 23-26). Si Juan hubiera estado en la cárcel y su obra ya hubiera concluido, no habría razón alguna para que hubiera una disputa, porque Jesús hacía y bautizaba "más discípulos que Juan" (Juan 4: 1). Juan ya no habría estado bautizando si hubiera estado encarcelado, y difícilmente sus discípulos habrían comenzado a discutir quién era el mayor (Juan 3: 23, 26, 30; cf. cap. 4: 1). Cuando "los discípulos de Juan vinieron a él con sus motivos de queja.... la misión de Juan parecía estar a punto de terminar"; pero si hubiera querido hacerlo, "le era todavía posible estorbar la obra de Cristo", pues aún estaba predicando y bautizando. Pero en la cárcel poco podría hacer para "estorbar la obra de Cristo" (DTG 150-151). Por estas razones, parece difícil suponer que el retiro narrado en los sinópticos (Mat. 4: 12; Mar. 1: 14) corresponda con el de Juan 4: 1-3. El primer retiro se ha relacionado exclusivamente con el encarcelamiento de Juan, mientras que el segundo está relacionado con la contienda entre los dos grupos de discípulos. 

2. El retiro de Jesús narrado en los sinópticos (Mat. 4: 12; Mar. 1: 14) y el comienzo de su ministerio en Galilea, son ubicados específicamente (DTG 198-199 y DMJ 8-10) después de los acontecimientos de Juan 5, que ocurrieron en la pascua del año 29 d. C. Según estas referencias, el retiro mencionado por los evangelistas sinópticos puede hacerse corresponder con el de Juan 4: 1-3 únicamente si el primer rechazo de Nazaret, el comienzo del ministerio en Capernaúm, el llamamiento junto al mar y el primer viaje por Galilea, no son considerados como parte del ministerio en Galilea. 

3.Jesús volvió a referirse al mensaje de Isa. 61: 1-3 pocas semanas más tarde en la sinagoga de Capernaúm (DTG 220), y parece haber empleado palabras similares a las que pronunciara en Nazaret en diversas ocasiones posteriores (DTG 203-204; cf. 209). Por lo tanto, parece que la lectura de Isa. 61: 1-3 en Nazaret y el sermón basado en ese pasaje fueron escogidos por Jesús (ver p. 59; 2SP 1 10), y que comúnmente predicaba acerca de este texto con el fin de exponer la naturaleza y los propósitos de su ministerio. 

Por lo tanto, parece preferible ubicar el primer rechazo de Nazaret en la última parte de la primavera (abril-mayo) del año 29 d. C. (ver pp. 183, 238; diagrama p. 219). 

CBA T5

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