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CBA LIBRO DE LUCAS CAPÍTULO 7

CBA Libro de Lucas capítulo 7

1. Después que hubo terminado. 
Los acontecimientos registrados en los vers. 1-10 siguieron al Sermón del Monte (ver com. Mat. 8: 2) y pudieron haber ocurrido el mismo día. En Luc. 7: 1 se registra el cambio de lugar: del Sermón del Monte al lugar de la curación del siervo del centurión. Otros ejemplos de este tipo de transiciones aparecen en Luc. 4: 30, 37, 44; 5: 11, 16, 27; 6: 12; etc. Esto ocurrió quizá a fines del verano (septiembre) del año 29 d. C. (ver DMJ 8-10,43; com. Mat. 5: 1), y los acontecimientos relatados tal vez sucedieron en la tarde del día. 

Entró en Capernaúm. 
Aquí se habla posiblemente de lo que hizo Jesús al volver de presentar el Sermón del Monte, como lo indica el contexto (DTG 282-283). Con referencia a Capernaúm como sede del ministerio en Galilea, ver com. Mat. 4: 13. Parece que la delegación de ancianos que llevaban el pedido del centurión se encontró con Jesús mientras éste regresaba a la ciudad. 

El relato paralelo en Mat. 8: 5-13 parecería contener varias diferencias, pero al comparar los dos relatos se ve que no son discrepancias reales, sino que se trata, sencillamente, de diferentes versiones del mismo episodio. Los pasajes que registran la conversación son casi idénticos, y las diferencias aparecen principalmente en el pasaje de la narración. En ambos casos la atención se centra en la gran fe del centurión gentil (ver com. Luc. 7: 9). El aspecto extraordinario consiste en que el beneficiado con este milagro no estaba en la presencia inmediata de Cristo cuando fue sanado. 

2. Centurión. 
Gr. hekatontárj's , "comandante de cien"; es decir, el capitán de una compañía que en el ejército romano se denominaba centuria. El número de soldados en la centuria era aproximadamente de 100. Es probable que el centurión de este relato estuviera a cargo de una centuria de soldados romanos que servían como policías para Herodes Antipas, tetrarca de Galilea. Según se desprende de la narración (ver com. vers. 5-6, 9), el centurión no era prosélito judío. Todos los centuriones mencionados en el NT parecen haber sido personas de carácter digno de elogio (Mar. 15: 39, 44-45; Luc. 23: 47; Hech. 10: 22; 22: 26; 23: 17, 23-24; 24: 23; 27: 43). 

A quien éste quería mucho. 
"Muy querido" (BJ). Del Gr. éntimos , "honrado", "preciado", "querido". En Luc. 14: 8 la palabra éntimos se traduce como "distinguido"; en Fil. 2: 29, "en estima"; en 12: 4, 6, "preciosa". En los papiros, la palabra éntimos es empleada para describir a soldados que han prestado un vasto y distinguido servicio. Este siervo era muy estimado por el centurión, sin 735 duda por el valioso servicio que le había prestado. La palabra misma no necesariamente implica afecto personal, pero en este caso se sugiere un vínculo cariñoso entre centurión y esclavo (DTG 282). 

Estaba enfermo. 
Ver com. Mat. 4: 24. La parálisis común no suele ser tan dolorosa como la enfermedad descrita en Mat. 8: 6, donde se dice que el siervo estaba "paralítico, gravemente atormentado". Por lo tanto, se ha sugerido que el dolor y la parálisis acompañaban a alguna enfermedad similar a la fiebre reumática. 

3. Cuando... oyó. 
Lo que el centurión sabía de Jesús se limitaba a los informes que le habían llegado de las grandes señales del Salvador. Nunca había visto a Jesús antes de esta ocasión (DTG 282). 

Ancianos. 
Pueden haber sido ciudadanos principales de la aldea o dirigentes de la sinagoga local (ver p. 57), o quizá ambas cosas. Debido al proceder amigable del centurión (vers. 5), estaba en buenas relaciones con los ancianos, a pesar de que no era judío. Como conocía perfectamente el proceder habitual de los judíos para con los gentiles (ver com. Mat. 7: 6), el centurión pudo haber tenido dudas en cuanto a la forma en que respondería Jesús a un pedido que le hacía directamente alguien ajeno a su raza. Como quizá había vivido episodios desagradables con diversos dirigentes judíos, temía que su pedido fuera rechazado. Siguiendo la costumbre del antiguo Cercano Oriente, correspondía hacer los arreglos valiéndose de un intermediario, el cual se suponía que estaba en condiciones de conseguir lo que de otra manera no se concedería. Quizá éstos eran los ancianos de la misma sinagoga a la cual Jesús asistía cuando estaba en Capernaúm (ver com. Luc. 4: 16). 

Aquí aparece la diferencia más notable entre los relatos de Mateo y de Lucas. Lucas registra que el centurión envió dos delegaciones -primero la de los "ancianos" (vers. 3) y luego la de "unos amigos" (vers. 6)-; Mateo no menciona a ninguna de las dos, sino que dice que el centurión mismo vino a Jesús (cap. 8: 5). Es probable que Mateo, teniendo en cuenta que las delegaciones hablaban en nombre del centurión, simplifica el relato presentando las palabras de los mensajeros del centurión como si hubieran sido pronunciadas por el centurión mismo. Aún suele decirse, como en tiempos antiguos, que una persona que tiene autoridad hace algo cuando, en verdad, son sus subordinados los que hacen el trabajo. Por ejemplo, se dice que Pilato azotó a Jesús (Juan 19: 1); pero evidentemente los azotes fueron dados por un subordinado, por orden de Pilato. Es probable que las dos delegaciones -la de los "ancianos" y la de los "amigos"- se hayan acercado a Jesús, pero que cuando era evidente que el Maestro se dirigía a la casa del centurión, éste salió en persona, y cuando se encontró con Jesús repitió prácticamente el mismo mensaje que había enviado con los "ancianos" y los "amigos". Además, cabe señalar que Lucas tenía razones especiales para mencionar cualquier gesto amigable de parte de los dirigentes de Israel para con Jesús (ver Nota Adicional al fin del capítulo). Cf. com. Luc. 5: 2. 

Sanase. 
Gr. diasÇzÇ , "hacer pasar con seguridad", "salvar". El centurión quería que Jesús hiciese pasar a su fiel esclavo a salvo por esa enfermedad. 

4. Le rogaron. 
Gr. parakaléÇ , "rogar", verbo más expresivo que la forma verbal traducida "rogándole", en el vers. 3, que significa más bien "pedir". 

Con solicitud. 
Gr. spoudáios, "insistentemente" (BJ), "con urgencia". El asunto era urgente porque el siervo estaba "a punto de morir" y no había tiempo que perder. 

Es digno. 
El centurión mismo se consideraba indigno (vers. 6-7), pero los ancianos lo consideraban "digno" (vers. 4) de recibir este favor. Cuando se es consciente de la propia indignidad, se es digno del más alto elogio. Pero parece que en el caso del centurión este autorreconocimiento delante de Jesús era más que humildad. El centurión creía en el verdadero Dios, pero aún no era prosélito, y a los ojos de los judíos seguía siendo pagano y, por lo tanto, no podía participar en los servicios religiosos (ver com. vers. 2, 5). Era, sin duda, humilde de corazón ante Dios, y quizá consciente de la forma como lo consideraban los judíos, procuró evitarle a Jesús un momento embarazoso al obligarlo a entrar en una casa de gentiles. En el mejor de los casos, esto sería repulsivo para un judío piadoso, y sin duda haría que quedara legalmente contaminado (Juan 18: 28). Un judío que era llamado por orden directa de un funcionario romano, estaba obligado a responder esa orden, porque una negativa era interpretada como desacato a la autoridad legalmente constituida. El centurión, verdaderamente piadoso y humilde, procuró quizá evitarle 736 también a Jesús esa difícil situación. La humildad del centurión era tan real como práctica (ver com. Luc. 7: 6). 

5. Ama a nuestra nación. 
Por esto era "digno" para los ancianos (ver com. vers. 4). El centurión era probablemente lo que se conocía como un "prosélito de la puerta"; es decir, uno que creía en el verdadero Dios y en los preceptos de la fe judía, pero que no había aceptado la circuncisión, la señal del pacto (ver com. Gén. 17: 10- 11), y no practicaba los ritos ceremoniales de la religión judía. Se dice que en el siglo I d.C. había muchos millares de gentiles en el Imperio Romano que eran "prosélitos de la puerta". Habían aprendido a admirar y a respetar el culto comparativamente puro de los judíos y estaban convencidos de que ese culto era superior al suyo. Posteriormente muchos de esos prosélitos se convirtieron plenamente al judaísmo (ver p. 63). 

Una sinagoga. 
Literalmente "la sinagoga", quizá la misma sinagoga de la cual eran "ancianos" los mensajeros del centurión. Posiblemente fuera la sinagoga a la cual Cristo solía asistir cuando estaba en Capernaúm y donde comenzó su ministerio. La BJ traduce mejor la construcción enfática de este versículo: "El mismo nos ha edificado la sinagoga". El centurión tal vez construyó la sinagoga con su propio dinero. Según una inscripción del siglo II d. C., cierto funcionario pagano de Egipto ayudó a los judíos a levantar una sinagoga en Atribis. Se registran también otros casos similares. 

6. Fue. 
Mejor "iba con ellos" (BJ). Jesús no acompañó a los enviados hasta la casa del centurión, según se deduce por el relato (Luc. 7: 7; cf. Mat. 8: 5). 

Amigos. 
Es posible que esta segunda delegación estuviera compuesta de romanos, quizá relacionados personalmente con el centurión. Tal vez Jesús siguió caminando hacia la casa del centurión a pesar de los mensajes de protesta en cuanto a la indignidad del centurión, porque finalmente salió él mismo (DTG 283). En vista de que la segunda delegación se encontró con Jesús no lejos de la casa, y que Jesús siguió avanzando después de haber recibido a este segundo grupo, el centurión debe haberse encontrado con Jesús muy cerca de su casa. 

No soy digno. 
Ver com. vers. 4. Aunque el centurión afirmaba que era indigno, Jesús más tarde dijo de él: "Ni aun en Israel he hallado tanta fe" (vers. 9). La notable fe de este supuesto pagano lo hacía mucho más digno a la vista del cielo que cualquiera de los compatriotas de Jesús. Es sumamente interesante comprobar que Jesús y los dirigentes judíos, quienes tantas veces estaban en pleno desacuerdo, pudieran afirmar la dignidad de un gentil. Sus razones para hacerlo eran sin duda diferentes: los "ancianos" aprobaban las obras del centurión, pero Jesús elogiaba su fe. Quizá aquí se halla implícita la verdad de que cuando en la vida se unen la fe y las obras, una persona puede ser muy estimada tanto por Dios como por el hombre. Son muy escasos los dirigentes estimados tanto por amigos como por enemigos, por personas de diferentes partidos o ideas políticas. Es difícil hallar un maestro que sea apreciado por todos sus alumnos, tanto por los que debe calificar con notas bajas como por aquellos que califica con notas altas. Es algo raro encontrar un dirigente religioso que sea apreciado por todos los sectores de su congregación. 

7. 
Digno. 
Ver com. vers. 4, 6. Los escrúpulos de conciencia, en cuanto a lo que el centurión equivocadamente consideraba como una actitud de Jesús con respecto a los gentiles (ver com. vers. 4), quizá fueron los que le impidieron atreverse a solicitar la buena voluntad de Jesús y aun a presentarse personalmente ante él; sin embargo, se acercó al maestro, y las palabras de los vers. 7- 8 presentan lo que él mismo dijo a Jesús (DTG 283). 

La palabra. 
El centurión consideraba que la orden de Jesús para curar a su siervo sería suficiente para obtener lo que estaba pidiendo. Esto señaló los alcances de la fe del centurión. Este no exigió ni esperó, como el noble de Capernaúm un año antes, "señales y prodigios" que fortalecieran su confianza en el poder de Jesús (ver com. Juan 4: 48). 

Será sano. 
Como el leproso, cuya gran fe le hizo exclamar "si quieres, puedes limpiarme" (Mat. 8: 2), el centurión parecía comprender que todo lo que se necesitaba era que Jesús quisiera que el esclavo fuera liberado de las garras de la enfermedad. 

8. También yo. 
El centurión llegó a comprender, por lo que había oído, que Jesús representaba la autoridad y el poder del cielo, así como él, un oficial del ejército, representaba el poder y la autoridad de Roma. 

Soldados bajo mis órdenes. 

Así como el centurión era representante del gobierno romano y obedecía sus órdenes, así también los soldados que estaban bajo sus órdenes reconocían su autoridad, y le obedecían. Sabía recibir órdenes y también darlas, y ver que esas órdenes se cumplieran. Una palabra de sus superiores significaba que debía obedecer, y una palabra suya exigía la obediencia de sus subordinados. Como el centurión ya había aprendido a reconocer al verdadero Dios como gobernante de cielo y tierra, reconoció a Jesús como el representante de Dios. Sin duda sabía de la curación del hijo del noble un año antes (Juan 4: 46-53), y debió haber oído de los muchos milagros que Jesús había hecho desde que estableció en Capernaúm el centro de su ministerio en Galilea. Como en el caso del hijo del noble (Juan 4: 50), una palabra de Jesús bastaría, y la curación podía hacerse sin importar la distancia. Sin embargo, como en la curación del leproso, el centurión se preguntaba si Jesús estaría dispuesto a responder favorablemente a su pedido (ver com. Mar. 1: 40). El leproso había sido desechado por la sociedad debido a su enfermedad. Es probable entonces que el centurión sintiera que no era socialmente aceptable para los judíos por causa de su raza. 

9. Se maravilló. 
Gr. thaumázÇ , "admirarse" , "maravillarse". La fe que tenía el centurión de que bastaría una sola palabra de Jesús, era extraordinaria. El hecho de que el centurión nunca había visto a Jesús ni había conversado con él, hacía que su fe fuera aun más notable, especialmente debido a la lentitud de los judíos y hasta de los mismos discípulos de Cristo para demostrar fe en él (Mat. 6: 30; 8: 26; 14: 31; 16: 8; cf. Mar. 4: 40; Luc. 8: 25; 12: 28; 17: 6). Pero el hecho de que el centurión era, desde el punto de vista judío, un gentil, hizo que su fe fuera increíblemente grande. Un año más tarde, Jesús elogió a la mujer cananea, la cual también era gentil (cf. Luc. 4: 24-27), por su gran fe (Mat. 15: 28). 

Gente que le seguía. 
Era la multitud que, con toda probabilidad ese mismo día, había escuchado el Sermón del Monte (ver com. Mat. 8: 1; Luc. 7: 1). Si así fue, este milagro tendría la virtud de confirmar las palabras que Jesús había pronunciado y a dejar una viva impresión en el pensamiento de la gente. 

Ni aun en Israel. 
Lucas omite aquí el comentario de Cristo registrado por Mateo en el cap. 8: 11-12, en cuanto a la gran reunión de los gentiles en el reino de los cielos, pero registra una declaración similar en otra ocasión (Luc. 13: 28-29). Más tarde Pablo expresó la misma verdad de un modo similar (Rom. 9: 7-8; 11: 15, 17, 25). Debe destacarse que en los dos casos de curación hechos por pedido de gentiles -el que aquí se registra y el de la hija de la mujer cananea (Mat. 15: 21-28)-, la curación tuvo lugar como recompensa de una gran fe y a pesar de la distancia. Por lo tanto, no hubo una relación íntima con los gentiles. Quizá esto pudo haber sido una concesión a los prejuicios de los discípulos. Como preparación para la predicación del Evangelio en todo el mundo, era esencial que Jesús demostrara que los gentiles eran dignos de compartir los beneficios del reino que había venido a establecer; pero no era indispensable que el Señor ofendiera innecesariamente la sensibilidad judía por el contacto con los gentiles. Si hubiera procedido de otra manera, podría haber suscitado los prejuicios judíos y estorbado su misión. Un pastor o ministro estará consciente de que aunque él no abrigue prejuicios, muchas veces le será necesario tomar en cuenta los prejuicios de otros cuando trabaja a favor de las almas. 

Tanta fe. 
Ver com. vers. 8. La gran fe del centurión es el punto culminante del relato. Quizá pueda considerarse que al elogiar al centurión Cristo estaba insinuando su completa conversión en ese momento o más tarde. El hecho de que Cristo no hubiera hallado una fe tan grande indica que su ministerio anterior había tenido ya alguna duración (ver com. vers. 1). 

10. Los que habían sido enviados. 
Probablemente aquí están incluidos tanto los "ancianos" como los "amigos" o por lo menos los últimos. No tuvieron que caminar mucho (ver com. vers. 6) para poder comprobar el milagro inmediatamente. 

11. Después. 
[ Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín, Luc. 7: 11-17. Ver mapa p. 209; diagrama p. 221; con referencia a los milagros, pp. 198-203.] Aunque algunos MSS dicen "al día siguiente", la evidencia textual se inclina por el texto "después" o "a continuación" (BJ), sin especificar un día. 

Iba. 
Así comienza el segundo gran viaje misionero por las aldeas y los pueblos de Galilea, quizá a comienzos del otoño (octubre) 738 del año 29 d. C. (ver com. Mat. 4: 12; 5: 1; Mar. 1: 39). La segunda gira comenzó en Capernaúm, centro de las actividades de Jesús durante su ministerio en Galilea (ver com. Mat. 4: 13), a lo sumo sólo unos pocos días después de la designación de los doce discípulos y la presentación del Sermón del Monte (ver com. Mat. 5: 1; Luc. 7: 1). La primera gira había concluido antes, durante el mismo verano (ver com. Mat. 4: 23; Mar. 1: 39; 2: 1; Luc. 4: 16). 

Después de haber inaugurado formalmente el reino de la gracia divina mediante la designación de los doce (ver com. Mat. 5: 1), y de haber proclamado la ley fundamental y el propósito del reino en el Sermón del Monte, Cristo emprendió su segunda gira por Galilea para demostrar, por precepto y ejemplo, la naturaleza de su reino y la amplitud de los beneficios que ofrecía a la humanidad. 

Como ocurrió con la primera gira (ver com. Mar. 1: 39-40), es evidente que los evangelistas sólo registraron los hechos más significativos e impresionantes (cf. Juan 20: 30-31; 21: 25). La primera aldea mencionada en este viaje es Naín (ver com. "Naín"), aunque Jesús probablemente atendió las necesidades de la gente y enseñó en otras aldeas por el camino. No se sabe si siguió una ruta directa o no, pero lo más probable es que hubiera visitado varios lugares antes de llegar a Naín. Tampoco se sabe si la "gran multitud" lo acompañó más allá de Naín. 

Después del milagro en Naín, siguió su ministerio en la orilla occidental del mar de Galilea, durante el cual Jesús pronunció las parábolas registradas en Mat. 13. Esa noche, mientras Cristo y los discípulos cruzaban el mar, se levantó una gran tormenta (ver com. Mat. 8: 23-27), y a la mañana siguiente se produjo el encuentro con los endemoniados de Gadara (ver com. Mar. 5: 1- 20). Más tarde, quizá ese mismo día, Jesús regresó a Capernaúm para asistir a la fiesta de Mateo (Mar. 2: 15-17; DTG 310), sanó a la mujer que tocó su manto y resucitó a la hija de Jairo (ver com. Mar. 5: 21-43). Jesús demostró de este modo, en su segunda gira, su poder sobre la muerte, sobre los elementos naturales y sobre los espíritus satánicos. En una serie de parábolas expuso los principios del reino de los cielos y su acción entre los hombres. En este viaje los doce recibieron, como ayudantes de Cristo, una valiosa preparación en la metodología del evangelismo, preparación que pronto -en el tercer viaje-, tuvieron oportunidad de poner en práctica. 

Naín. 
Esta aldea no se menciona en ningún otro pasaje bíblico ni en ninguna fuente secular, pero suele identificarse con Nein, una aldea que está situada en la ladera norte de un cerro a poca distancia de la llanura de Esdraelón. Nein está ubicada a unos 40 km al suroeste del sitio de la antigua Capernaúm y a unos 8 km al sur de Nazaret. A menos de un km de dicha aldea se encuentra un antiguo cementerio de tumbas cavadas en la roca. 

12. Cerca de la puerta. 
A unos diez minutos de camino hacia el este de la aldea de Nein aún se encuentra un antiguo cementerio cuyas tumbas fueron excavadas en la roca. Esta fue la primera ocasión, según se registra, en la cual el Señor de la vida se encontró cara a cara con la muerte, y triunfó sobre ella. 

Mucha gente de la ciudad. 
La difícil situación de la viuda evidentemente conmovió el corazón de los aldeanos, y muchos de ellos o quizá la mayor parte, la acompañaban al entierro. La simpatía de ellos por la viuda halló eco en la simpatía del gran Dador de la vida. 

13. El Señor. 
Esta es una de las relativamente pocas veces en las cuales los evangelistas llaman a Jesús, "Señor". 

Se compadeció. 
El amor y la compasión de Jesús aparecen con frecuencia como un motivo para realizar sus milagros (Mat. 14: 14; 15: 32; 20: 34; Mar. 1: 41; 8: 2; etc.). Los labios de la viuda no hicieron ninguna petición y, hasta donde se sepa, ningún ruego se elevó de su corazón. Pero Jesús, con su simpatía por la humanidad sufriente, contestó la oración silenciosa, así como lo hace aún muchas veces en nuestro favor. 

No llores. 
También puede traducirse, "deja de llorar". A la viuda le sobraba razón para estar profundamente triste. Pero Jesús estaba a punto de darle el mayor gozo posible, y no era apropiado que siguiera derramando lágrimas, a menos que fueran de gozo. Antes de resucitar a Lázaro, de hacer el milagro de restituir la vida, Jesús también procuró inspirar esperanza y confianza (Juan 11: 23-27). 

14. Tocó el féretro. 
El féretro, un ataúd abierto dentro del cual estaba el cuerpo envuelto en un lienzo, encabezaba la procesión 739 fúnebre (DTG 285). En los tiempos del NT es probable que este ataúd estuviera hecho de mimbre (ver com. Mar. 6: 43). Jesús tocó el féretro para indicar que se detuvieran los que lo llevaban. Según la ley de Moisés, el contacto con los muertos o aun tocar el féretro, causaba una contaminación ceremonial durante siete días (ver com. Núm. 19: 11). Pero para Jesús -que no conocía ni el pecado ni la contaminación, y era la Fuente de la vida- no había contaminación por el contacto con la muerte. 

A ti te digo. 
En griego, como en castellano, la construcción es enfática. Jesús sólo había dicho ala madre: "No llores"; pero al hijo le ordenó: "levántate". Jesús tenía derecho de pedirle a la madre que no llorara más porque tenía el poder de reprender a la muerte, la causa de su llanto. 

15. Lo dio. 
La madre viuda había perdido a su hijo por causa de la muerte, y no podía recuperarlo. Pero ahora se presenta el Dador de la vida y se lo devuelve. Compárese este caso con la curación del hijo endemoniado que le fue devuelto a su padre (cap. 9: 42). 

16. Glorificaban a Dios. 
El pretérito imperfecto indica que continuaban glorificando a Dios. Cuando la gente se recuperó de su asombro, su primer pensamiento fue el de alabar a Dios. 

Un gran profeta. 
Este hecho sin duda les recordó casos similares de tiempos pasados. Frente a ellos estaba la evidencia incontrovertible del poder divino, y llegaron a la conclusión de que el instrumento humano por medio de quien se había manifestado debía ser un profeta. Compárese también con la promesa mesiánica de Deut. 18: 15 y la reacción de los judíos ante Juan (Juan 1: 21), y más tarde ante Jesús (Juan 6: 14; cf. cap. 4: 19; 7: 40). 

Todo cristiano que llora por la pérdida de sus seres amados, puede bailar consuelo en la compasión que Jesús sintió por la viuda de Naín (ver com. vers. 13), y tiene el privilegio de consolarse con la seguridad de que ese mismo Jesús todavía "vela con toda persona que llora junto a un ataúd" (DTG 286). El que tiene en su mano las llaves de la muerte y del sepulcro (Apoc. 1: 18), quebrantará un día las ataduras que aprisionan a sus amados, y los libertará para siempre de las garras del gran enemigo de la raza humana (ver 1 Cor. 15: 26; 2 Tim. 1: 10). 

17. Fama. 
También podría traducirse: "Lo que se decía de él, se propagó por toda Judea" (BJ). La noticia de lo ocurrido se propagó por toda la región circunvecina. 

Judea. 
Lucas usa este término para referirse a toda Palestina, incluso Galilea y Perea, como también lo que comúnmente consideramos como Judea (ver com. cap. 1: 5). 

18. Los discípulos de Juan. 
[ Los mensajeros de Juan el Bautista, Luc. 7: 18-23 = Mat. 11: 2-6. Comentario principal: Lucas. Ver mapa p.209.] Los discípulos de Juan estaban perplejos, y le hablaron de "la fama" o "lo que se decía" de todas las maravillosas obras de Jesús. La inserción de este dato en este punto, sugiere que fue específicamente el informe de la resurrección del joven de Naín lo que movió a Juan a enviar algunos de sus discípulos a Jesús con una pregunta (vers. 19). Hasta este momento Juan había estado en la cárcel aproximadamente unos seis meses, y permanecería allí más o menos ese mismo lapso antes de que fuera ejecutado (ver com. Mat. 4: 12; Luc. 3: 19-20). 

A dos de sus discípulos. 
Literalmente a "ciertos dos de sus discípulos". La pregunta en cuanto al mesianismo de Jesús se originó con los discípulos de Juan, no con Juan mismo (DTG 185-186), y Juan quedó perturbado porque estos discípulos fueran incrédulos en cuanto al testimonio que él había dado de que Jesús era realmente el Prometido (DTG 187). Si los mismos discípulos del Bautista dudaban de su mensaje, ¿cómo podía esperarse que otros creyeran? Había algunas cosas que Juan no entendía: la verdadera naturaleza del reino mesiánico, y por qué razón Jesús no hacía nada para liberarlo de la cárcel. Pero a pesar de las dudas que lo asaltaban, Juan no perdió su fe de que Jesús era en verdad el Cristo (DTG 187; cf. vers. 24). El chasco y la ansiedad turbaban el alma del solitario encarcelado, pero Juan se abstuvo de discutir esas perplejidades suyas con sus discípulos. 

19. Los envió a Jesús. 
Juan envió a sus dos discípulos a Jesús con la esperanza de que una entrevista personal con Jesús confirmaría su fe, que le traerían un mensaje que fortaleciera la fe de sus otros discípulos, y que él mismo pudiera recibir un mensaje personal de Jesús para aclarar sus propios pensamientos. Si Juan estaba en la cárcel de Machaeros, al este del mar Muerto (ver com. cap. 3: 20), los dos mensajeros probablemente tuvieron que viajar por el camino del valle del Jordán, y cuando llegaron a Galilea fácilmente podrían 740 haber preguntado dónde se encontraba Jesús en ese momento. Caminaron por lo menos 120 km de ida y otros tantos de venida, con seis días de camino en total, por lo menos. Esto quiere decir que estuvieron ausentes no menos de una semana, y quizá más si se incluye el día que pasaron con Jesús, porque sin duda no viajaron en día sábado. 

El que había de venir. 
Gr. ho erjómenos , "el que viene", expresión utilizada comúnmente para referirse al Mesías, quizá basada originalmente en Sal. 118: 26 (cf Mat. 3: 11; 21: 9; Mar. 11: 9; Luc. 19: 38; ver com. Juan 6: 14; 11: 27). También se emplea ho erjómenos para referirse a la segunda venida de Cristo (Mat. 23: 39; Luc. 13: 35; Heb. 10: 37; Apoc. 1: 4, 8). 

Dios permite que aun sus mejores y más leales siervos pasen por momentos de angustia para fortalecer su fe y confianza en él. Algunas veces, cuando es necesario para el desarrollo del carácter o para el bien de la causa de Dios en la tierra, permite que pasen por vicisitudes que podrían sugerir que él los ha olvidado. Así le ocurrió a Jesús cuando colgaba de la cruz (Mat. 27: 46; DTG 701-702).Así le sucedió a Job (Job 1: 21; 13: 15). Hasta Elías, prototipo de Juan el Bautista (ver com. Mal. 4: 5; Mat. 17: 10), pasó por momentos de desánimo (1 Rey. 19: 4). Todo esto ayuda a entender fácilmente que el episodio de Juan en la cárcel, durante un año, aproximadamente, fue permitido por la misericordioso providencia de Dios para animar a muchos miles que en siglos posteriores sufrirían el martirio (DTG 196). Dios sabía que la fe de Juan no vacilaría (1 Cor 10: 13), y por lo tanto fortaleció al profeta para que perseverase. Juan permaneció firme hasta el fin, aun en la cárcel y frente a la muerte; y por esto aparece como una "antorcha que ardía y alumbraba" (Juan 5: 35); y con su fortaleza y su paciencia ha iluminado el oscuro sendero de los mártires de Jesús a través de los siglos. 

Ahora cabe preguntarse cómo Juan pudo decir: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (Juan 3: 30), y aceptar, sin murmurar, los meses de soledad en el calabozo, y finalmente la muerte a manos de Herodes. El secreto era que "el toque del amor divino le había transformado" (DTG 151). Su corazón estaba en armonía con Dios. Estaba dispuesto a ser fiel a su misión a pesar de que hasta cierto punto había comprendido mal la naturaleza del reino de Cristo, error que compartía con sus contemporáneos (DTG 186). Aun los discípulos de Jesús pensaron después de la resurrección, que él estaba a punto de establecer su glorioso reino en la tierra (Hech. 1: 6; cf. Mat. 24: 3). Cristo dijo a los fariseos: " "El reino de Dios no vendrá con advertencia,... porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros" " (Luc. 17: 20-21). Con mucha frecuencia han surgido perplejidades por comprender equivocadamente una declaración profética de la Biblia. Las opiniones preconcebidas de los discípulos fueron las que, a pesar de lo que el Señor había procurado enseñarles, convirtieron la muerte y sepultura de Jesús en una experiencia tan amarga para ellos (DTG 380, 717, 739). Su caso puede servirnos de lección para que estudiemos con diligencia todos los mensajes que Dios nos ha enviado con relación a la hora de crisis que tenemos por delante (CS 652, 656; TM 114). 

Otro. 
Lo que Jesús hacía y decía, sus sermones y sus milagros, no eran exactamente lo que Juan había esperado. Jesús parecía estar conforme con rodearse de un grupo de discípulos y andar por todas partes enseñando y sanando a la gente (DTG 186). Juan estaba atormentado con dudas; quería saber si Jesús era el Mesías, porque el Maestro no se plegaba al concepto popular de lo que el Mesías haría y diría cuando viniese. Lo que Juan preguntaba, en cierto modo, era si Jesús sería la clase de Mesías que debían esperar. 

20. Nos ha enviado. 
Los dos mensajeros probablemente no se habían dado cuenta que habían sido enviados principalmente para su propio beneficio (ver com. vers. 19). Probablemente Juan también deseaba prepararlos para que volcaran sus afectos y su servicio a Jesús. Sin duda, estos dos estuvieron entre los discípulos de Juan que, unos seis meses más tarde, se unieron a Cristo (DTG 328). 

21. En esa misma hora. 
Los dos mensajeros hallaron a Jesús entre la multitud en algún lugar de Galilea. Los que sufrían de diversas enfermedades se abrían paso por entre la muchedumbre para llegar hasta donde Jesús estaba (DTG 187). Sin duda, Jesús saludó cortésmente a los discípulos de Juan, pero evitó responder su pregunta, y calladamente siguió con su obra de curación. 

El método que Cristo usó para responder la pregunta presentada por los dos mensajeros, tiene, como todos sus métodos, una gran importancia 741 para los pastores y maestros. El podría haber dado una respuesta teológico, práctica y correcta, apoyada por numerosas citas de los profetas; pero no lo hizo. Había un "camino más excelente" (1 Con 12: 31) que era, a la vez, mucho más impresionante y permanente en sus resultados. Es digno de notarse que la suprema evidencia que Cristo presentó de su divinidad fue la perfecta adaptación de su ministerio a las necesidades de la sufriente y perdida humanidad (DTG 188; cf. 373-374). 

Cristo no siempre utilizó el método que usó en este momento al responder a los discípulos de Juan. En una ocasión posterior, después de su resurrección, ocultó su identidad de la vista natural de los dos discípulos que iban camino a Emaús, con el propósito de dirigir su vista espiritual al hecho de que los acontecimientos relacionados con su muerte y su resurrección eran el cumplimiento de las profecías. Su instrucción práctica tomada de las Escrituras, proporcionó en este caso la más poderosa evidencia posible de la razón por la cual sus seguidores debían tener fe en él (DTG 740). 

Los dos mensajeros enviados por Juan habían oído "la fama" de lo que se decía en cuanto al ministerio de Jesús (vers. 17-18); pero ahora vieron con sus propios ojos y ya no pudieron dudar de la verdad de lo que habían oído. El método que Cristo empleó para responderles ilustra también otro principio importante de la enseñanza de la verdad: Presentó la prueba, y dejó que los discípulos de Juan sacaran sus propias conclusiones. No fue dogmático, no los obligó a tomar su palabra como respuesta, ni afirmó que cualquiera que dijera lo contrario estaba equivocado. Sus mentes quedaron en completa libertad de juzgar este asunto de acuerdo con lo que la profecía había dicho que haría el Mesías (ver com. vers. 22) y lo que él mismo estaba haciendo (vers. 21). 

Espíritus malos. 
Es importante señalar que Lucas, el médico, distingue cuidadosamente entre los que están poseídos del demonio y aquellos cuya aflicción es netamente corporal. Este hecho excluye la posibilidad de que hubiera confundido unos con otros como lo han afirmado algunos (ver cap. 6: 17-18; 7: 2; 8: 27-36; Nota Adicional de Mar. 1). 

Dio. 
Gr. jarízomai, "conceder un favor", o "dar bondadosamente", de járis, "gracia", "favor", "don" (ver com. cap. 1: 30). Cuando Jesús devolvía a alguien la salud, no lo hacía en forma mecánica o rutinaria, sino más bien como una expresión de su compasivo interés y el sentimiento de su gran corazón de amor para todos los hombres. 

22. Respondiendo Jesús. 
Cuando ya terminaba el día, Jesús se dirigió a los dos enviados y les dio un mensaje para que lo llevaran al que los había enviado, mensaje que satisfizo las inquietudes de Juan y de sus discípulos (DTG 188). Todas las dudas fueron puestas a un lado, aunque pudiera haber aspectos del reino de Cristo que no fueran totalmente comprendidos. 

Haced saber a Juan. 
La respuesta de Cristo a la pregunta de los dos discípulos de Juan es una paráfrasis de Isa. 61: 1, pasaje reconocido entre los judíos de los tiempos de Cristo como definidamente mesiánico (ver com. Luc. 4: 18-21). No podría haberse dado una respuesta más impresionante. 

Cristo no mencionó el "día de venganza", ni en Nazaret ni en esta ocasión (ver Isa. 61: 2; Luc. 4: 19). En el mensaje para Juan, Jesús tampoco dijo nada acerca de la "libertad" para los "cautivos" (Isa. 61: 1). Esa referencia fácilmente podría entenderse mal y crear en el corazón de Juan la falsa esperanza de que podría ser librado de la cárcel. En la respuesta de Cristo se hallaba implícita la explicación de que no había venido a destruir a los pecadores (ver Luc. 9: 56; Juan 3: 17; 12: 47), sino a restaurarlos física, mental y espiritualmente. Había venido para que tuvieran "vida... en abundancia" (Juan 10: 10). Juan había preguntado a Jesús: "¿Eres tú el que había de venir?"; y la respuesta de Jesús podría parafrasearse así: "Sí, soy el que había de venir; pero no soy la clase de Mesías que habíais esperado".  

Lo que habéis visto y oído. 
No hay mejores testigos que los que ven personalmente. Cristo hizo que estos mensajeros fueran testigos oculares de la obra que estaba haciendo en favor del cuerpo y del alma de la gente (cf. Luc. 1: 2; Juan 1: 14; 2 Ped. 1: 16; 1 Juan 1: 1-2). 

A los pobres. 
Los campesinos y jornaleros, los pobres e incultos, recibían poca atención de los orgullosos fariseos y los doctos rabinos, quienes reservaban su atención especialmente para las personas pudientes y de influencia. La gente común, de corazón receptivo y fe sencilla, era la que se sentía atraída a Cristo y "le oía de buena gana" (Mar. 12: 37). Los pobres 742 entre los judíos en los días de Cristo no sólo sufrían escasez de bienes terrenales, sino que además eran oprimidos y afligidos por los que ocupaban posiciones de poder y de influencia (ver com. Mat. 5: 3; p. 57). 


23. 
Bienaventurado es aquel. 
Es decir, feliz o dichoso (ver com. Mat. 5: 3). Jesús reprendió suavemente a Juan, bajo la grata forma de una bendición, pero con palabras cuyo significado sería claro para él y los discípulos que le llevarían el mensaje (DTG 189). Esta bendición, presentada después de la paráfrasis de Isa. 61: 1 (ver com. Luc. 7: 22), era todo el mensaje personal que Cristo tenía para enviarle al profeta encarcelado. Fue la respuesta de Cristo al anhelo implícito de Juan de recibir una palabra personal de consuelo y alegría (DTG 188). Hasta donde lo registran los Evangelios, éste fue el último contacto entre Jesús y Juan. 

Halle tropiezo. 
Gr. skandalízÇ , "hacer tropezar" (ver com. Mat. 5: 29). Muchos judíos de los tiempos de Cristo "tropezaron en la piedra de tropiezo [Gr. skándalon ]", es decir, en Jesús (Rom. 9: 32-33), así como había dicho el profeta Isaías que sucedería (ver com. Isa. 8: 14). Jesús vino "a lo suyo, y los suyos no le recibieron" (Juan 1: 11; DTG 22, 184, 355-359). Hasta los discípulos de Cristo tropezaron a veces por causa de él (DTG 342-343), y debido a este tropiezo judas entregó a Jesús (DTG 666). Los discípulos se escandalizaron en la noche de la traición, y "dejándole, huyeron" (Mat. 26: 31, 56). 

29. 
Todo el pueblo. 
Algunos piensan que los vers. 29 y 30 son un comentario inspirado de Lucas, y no parte del discurso de Jesús acerca de Juan el Bautista. Otros entienden que estos versículos son palabras pronunciadas por Jesús mismo. Este Comentario adopta la segunda posición. 

Justificaron. 
Del verbo griego dikaióÇ , que aquí significa "reconocer la justicia de Dios". La gente justificó a Dios respondiendo al mensaje divino que fue dado por medio de Juan el Bautista. Reconocieron que lo que Juan decía era verdad y que, como profeta, tenía derecho de exigirles ciertos deberes. 

Bautizándose. 
Ver com. Mat. 3: 6. La aceptación del bautismo de Juan era el reconocimiento público del hecho de que quienes se bautizaban entendían que Dios hablaba por medio de Juan. 

Bautismo de Juan. 
Ver com. Mat. 3: 6. El bautismo cristiano siguió el modelo del bautismo de Juan (Juan 3: 22-23; 4: 1-2). Sin embargo, la iglesia cristiana primitiva parece haber creído que el bautismo de Juan no era suficiente (Hech. 18: 25; 19: 1-5). Su bautismo era esencialmente un símbolo del arrepentimiento, y se lo denominó "bautismo de arrepentimiento" (Mar. 1: 4; etc.). El bautismo cristiano simboliza el arrepentimiento (Hech. 2: 38), pero además confiesa la fe en Jesucristo como Hijo de Dios (Hech. 8: 36-37) y también la recepción del Espíritu Santo (Hech. 10: 44-48; 19: 1-6). Juan había predicho claramente que Jesús bautizaría con el Espíritu Santo (Mat. 3: 11; cf. Hech. 11: 16); pero esto no significa que el bautismo de Juan no tuviera la aprobación del Espíritu Santo. 

30. Los designios de Dios. 
A cada grupo de las personas que habían venido para ser bautizadas Juan había bosquejado, con ciertos detalles, lo que debían hacer para producir "frutos dignos de arrepentimiento" (ver com. Mat. 3: 7-8; Luc. 3: 10-14). Es probable que algunos de los dirigentes religiosos hubieran sido bautizados, pero en el mejor de los casos, fueron pocos los que aceptaron este rito administrado por Juan. Se negaron a admitir que eran pecadores y que necesitaban arrepentirse (ver com. Mat. 3: 6). El bautismo de Juan significaba arrepentimiento, pero como ellos no sentían ninguna necesidad de cumplir ese requisito no fueron bautizados por él. 

31. Dijo el Señor. 
La evidencia textual (cf. p.147) establece la omisión de estas palabras. Aparecen en la Vulgata y en unos pocos manuscritos griegos posteriores. Se ha sugerido que esta frase fue insertada aquí porque se creía que los vers. 29 y 30 eran un comentario adicional de Lucas, y era necesario indicar que desde el vers. 31 hablaba nuevamente Jesús (ver com. vers. 29). 

36. Uno de los fariseos. 
[ Jesús en el hogar de Simón el fariseo, Luc. 7: 36-50 = Mat. 26: 6-13 = Mar. 14: 3-9 = Juan 12: 1-9. Comentario principal: Mateo y Lucas. Ver mapa p. 214; diagrama p. 223; Nota Adicional al final del capítulo.] 

Rogó. 
Jesús había curado a Simón de la lepra (Mat. 26: 6; DTG 511), y como deseaba expresar su gratitud preparó un banquete e invitó a Jesús como huésped de honor. Ese banquete se celebró en Betania el día antes de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (DTG 511; cf. 523), menos de una semana antes de la crucifixión. Además, Lázaro, que había sido resucitado de entre los muertos no más de dos meses antes, a fines del invierno 30-31 d. C. (ver com. Juan 11: 1), era también un invitado de honor junto con Jesús (DTG 511). Jesús bondadosamente aceptaba la hospitalidad tanto de los fariseos como de los publicanos (Luc. 5: 29; 19: 5; cf. cap. 11: 37; 14: 1). 

Se sentó a la mesa. 
Literalmente "se reclinó [a la mesa]" (ver com. Mar 2: 15). Simón estaba a un lado de Jesús y Lázaro al otro cuando los invitados se reclinaron para participar de la comida (DTG 512). 

37. 
Una mujer. 
María de Betania, conocida también como María Magdalena (ver Nota Adicional al final del capítulo). 

Alabastro. 
Una piedra relativamente blanda que podía ser tallada para hacer copas, cajas, vasos y frascos. Los antiguos frascos de perfume solían tallarse en piedra calcárea de un color gris traslúcido. 

Perfume. 
El perfume común en Palestina se hacía de aceite de oliva al cual se le añadía especias u otras sustancias aromáticas. El perfume de María era "de nardo puro de mucho precio" (Mar 14: 3; Juan 12: 3), extraído quizá de las fragantes raíces de la Nardostachys jatamansi , planta que crece a grandes alturas en las montañas de los Himalayas, y que en tiempos antiguos se usaba para preparar perfumes y remedios (ver com. Cant. 1: 12). Si el perfume de María provenía de las montañas del norte de la India, no es de extrañarse que fuera de mucho valor (Juan 12: 3, 5), pues representaba unos 300 denarios romanos (1.168,5 g de plata), el equivalente del jornal de unos 300 días para un obrero de esa época (ver com. Mat. 20: 2). Un regalo tan valioso, digno de los reyes de la tierra, representaba un gran sacrificio personal de parte de María (DTG 513, 517). 

38. Estando detrás de él a sus pies. 
Los invitados a un banquete solían quitarse las sandalias antes de la comida, y se reclinaban sobre el costado izquierdo en divanes que estaban a tres lados de la mesa, apoyando el codo izquierdo en ella y los pies en el extremo inferior del diván, alejados de la mesa (ver com. Mar. 2: 15). De este modo resultaba relativamente fácil que María pudiese ungir los pies de Jesús sin que fuera vista hasta que el aroma del perfume llenó la habitación. 

Con lágrimas. 
María quizá no tuvo la intención de derramar lágrimas de gozo y gratitud sobre los pies de Jesús, pero al arrodillarse para ungirlos no pudo detenerlas, y las lágrimas mojaron los pies de Jesús antes de que pudiera ungirlos con el perfume. 

Cabellos. 
Comúnmente se consideraba que era una desgracia que una mujer se soltara el cabello en público. Sin embargo, quizá porque no estaba preparada para hacer frente a la necesidad imprevista de una toalla, empleó su cabello para secar los pies de Jesús. 

Besaba. 
Según el griego, así como el castellano, María besó más de una vez los pies de Jesús (cf. vers. 45). En muchos países el beso sigue siendo hoy una forma común de saludarse (ver com. Mat. 26: 49). Abrazar los pies de una persona y besarlos era una demostración enteramente apropiada y respetable que significaba aprecio (ver com. Mat. 28: 9). 

39. 
Dijo para sí. 
Simón estaba reclinado junto a Jesús y fue uno de los primeros en detectar el perfume y ver lo que estaba ocurriendo. Como buen anfitrión, no dijo nada; pero en silencio criticó a Jesús por permitir que esa mujer realizara su acción de gratitud sin reprenderla. 

Profeta. 
Un par de MSS dicen "el profeta", lo cual se referiría al "Profeta" predicho por Moisés en Deut. 18: 15 (ver com. Deut. 18: 15; Juan 1: 21); sin embargo, la evidencia textual se inclina por la omisión del artículo. La construcción de la frase condicional en el griego sugiere que Simón había llegado a la conclusión de que Jesús no podía ser profeta, porque si lo fuera, sabría, según él, qué clase de mujer era María. 

Qué clase de mujer. 
Parece que Simón no sabía que Jesús estaba bien enterado de "qué clase de mujer" era María. Es probable que Simón no supiera gran cosa de la vida de María después de que él la humilló (DTG 519), 744 circunstancia que tiende a confirmar la idea (ver Nota Adicional al fin del capítulo) de que María se había alejado de Betania para evitar el bochorno de su familia y su vergüenza personal. 

41. 
Un acreedor. 
[ Los dos deudores, Luc. 7: 41-43. Con referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] La palabra griega empleada aquí equivale a "prestamista". Esta breve parábola se refiere a la gratitud que se siente por haber recibido las bendiciones de la salvación. La parábola se basa sin duda en el principio fundamental de que el aprecio por las bendiciones recibidas está en proporción directa con la necesidad que se siente de recibir esas bendiciones. Sólo el que llega hasta el punto de sentir que es completamente desvalido ante Dios está en condiciones mentales apropiadas para apreciar lo que Dios hace por él, ya sea material o espiritualmente. El que no siente necesidad de la ayuda divina, confía en su propia capacidad y en sus propios recursos, y busca en ellos la solución para los problemas que enfrenta. Por esta razón Dios muchas veces permite que sus hijos terrenales agoten sus recursos antes de intervenir para proporcionarles la ayuda divina. Si interviniera antes de que sean conscientes de su completa impotencia, no apreciarían verdaderamente las bendiciones concedidas, no serían inducidos a confiar en la sabiduría y la bondad de Dios; y su carácter seguiría siendo imperfecto y continuarían confiando en sus propios recursos y su capacidad para hacer frente a los problemas de la vida. 

Así ocurrió con Simón. Jesús lo había curado de la lepra y deseaba, con toda razón, "manifestar su gratitud" (Mat. 26: 6; DTG 511); pero era el agradecimiento de un hombre hacia otro hombre, y no la gratitud del hombre para con el Dios infinito. El carácter de Simón "no había sido transformado, sus principios no habían cambiado" (DTG 511); en síntesis, no estaba convertido. Por lo tanto, el propósito básico de la curación de su lepra no había sido alcanzado aún. El proceder de Simón para con Jesús era similar al de Nicodemo, quien reconoció a Jesús como un maestro venido de Dios, pero sin reconocer su necesidad personal de nacer "de nuevo" (ver com. Juan 3: 2-3). En esta etapa de su vida religiosa, ambos eran como los oidores representados en la parábola por la tierra pedregosa (ver com. Mat. 13: 5). 

Quinientos denarios. 
O sea 1.947,5 g de plata. Recuérdese que el salario de un jornalero era un denario por día (ver com. Mat. 20: 2). 

42. No teniendo ellos con qué pagar. 
Los dos deudores no podían pagar deudas tan grandes para ellos. Pero sí había una enorme diferencia en la forma en que cada uno consideró la cancelación de su deuda. Al que debía menos tal vez le habría sido más fácil ganar dinero para pagar su deuda; pero al que debía más le hubiera sido muy difícil pagar su deuda. Parece que el que debía los 500 denarios romanos (ver com. vers. 41) estaba tan endeudado que tenía pocas esperanzas de poder pagar todo lo que debía, mientras que el que debía sólo 50 denarios podría pagarlos si se le daba el tiempo. Sin embargo, a los dos les llegó el momento de pagar su deuda, y parece que la única alternativa que quedaba era la de venderlos como esclavos (ver com. Mat. 18: 25). 

43. Pienso. 
La respuesta era evidente como ocurrió con otras parábolas y enseñanzas de Jesús. En algunos casos aquellos a quienes se dirigía la lección eran renuentes para aceptarla; pero otros recibían inmediatamente la lección tan claramente enseñada (Mat. 21: 31, 41, 45; Luc. 10: 36-37). 

Perdonó más. 
Ver com. vers. 42. Simón dictó su propia sentencia. El Salvador con todo tacto había inducido al orgulloso fariseo a comprender que su pecado -cuando sedujo a María- había sido mayor que el pecado de ella, así como 500 denarios eran una suma mucho mayor que 50 (DTG 519-520). 

44. Vuelto a la mujer. 
Aunque Cristo miró a María al hablar, sus palabras estaban dirigidas a Simón. Este hecho podría significar que Jesús quería que su afirmación fuera una reprensión para Simón y, a la vez, una expresión de gratitud a María por su acto de bondad. Esta deferencia debe haber sido mucho más significativa para María que una sola palabra que después le hubiera dicho en privado, porque Jesús la honró en presencia de quienes consideraban que tenían una razón válida para despreciarla e ignorarla. 

No me diste agua. 

En el griego se presentan estos sustantivos -agua (vers. 44), beso (vers. 45) y aceite (vers. 46)- en primer lugar para destacarlos: "agua, no me diste;... beso, no me diste..." Es muy raro que Simón 745 no haya dado agua a sus invitados, porque es bastante dudoso que hubiera invitado a sus huéspedes para que participaran de la hospitalidad y la mesa de su hogar, y luego les hubiera negado esas atenciones menores si éstas hubieran correspondido al anfitrión. Lo más probable es que el contraste que Jesús estableció entre Simón y María no fue tanto entre un deber pasado por alto y un deber cumplido, como entre un favor descuidado y un favor concedido. Simón fue hospitalario, pero podría haber hecho más de lo que hizo. María ejecutó su acto de gratitud no como una obligación, sino como expresión de un corazón desbordante de amor y gratitud. 

46. Aceite. 
Gr. élaion, "aceite", generalmente de oliva. Simón no había ungido a Jesús ni siquiera con el aceite más común de Palestina; en cambio, María había usado múron , "perfume" o 'ungüento" del más caro que se podía comprar (ver com. vers. 37). Simón no había gastado ni siquiera el aceite más común para la cabeza de Cristo, mientras que María había derramado del más caro a los pies del Maestro. Este inmenso contraste reflejaba la actitud del corazón de cada uno. La hospitalidad de Simón era insignificante en comparación con la ilimitada gratitud de María. 

47. Son perdonados. 
El amor a Cristo lleva al perdón, pues el amor por él conduce a la contrición y a la confesión. El amor que María albergaba en su corazón para Cristo era el resultado del perdón que se le había concedido previamente (ver Nota Adicional al final de este capítulo). Simón tal vez sentía poco amor por Cristo porque sus pecados todavía no habían sido perdonados, pues, como Nicodemo (ver com. Juan 3: 3-7), no se consideraba como un pecador necesitado del perdón divino. 

50. Tu fe te ha salvado. 
La fe del hombre siempre debe reclamar las bendiciones del perdón, porque " "sin fe es imposible agradar a Dios" (Heb. 11: 6). El sentimiento de la necesidad y de la dependencia de Cristo debe acompañar a la fe (ver com. Mat. 5: 3 Luc. 5: 8). " 

NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 7 

" Muchos comentadores opinan que el episodio registrado en Luc. 7 no debería identificarse con el banquete que se describe e Mat. 26: 6-13; Mar. 14: 3-9 y Juan 12: 1-9. Algunas de las razones más importantes par opinar así, son: (1) Se duda que María de Betania pudiera haber sido una mujer como la que describe Lucas, pues lo que se registra e cuanto a María de Betania en otros pasaje de los Evangelios parece impedir esta identificación. (2) Se duda que un fariseo, especial mente uno que vivía tan sólo a unos 3 km d Jerusalén, invitara públicamente a Jesús, a menos de una semana de la crucifixión, especialmente cuando él mismo no creía totalmente en el mesianismo de Jesús. (3) Se hallan diferencias aparentemente irreconciliables entre el relato de Lucas y el de los otros tres Evangelios, diferencias que pesan más que los muchos parecidos que tienen. " 

" Hay que admitir que estas dificultades no deben considerarse a la ligera; sin embargo, la conclusión basada en los puntos ya enumerados no debería ser determinante. Esto se ve por las siguientes consideraciones. " 

" 1. Juan identifica a María, hermana de Marta y de Lázaro, como la que ungió los pies de Jesús, y su relato del episodio es evidentemente paralelo al de Mateo y de Marcos, quienes, como Lucas, no la mencionan por nombre. Quizá se deba a que la mujer, una piadosa cristiana, vivía aún cuando se escribieron los Evangelios sinópticos. Los autores de los tres sinópticos, creyendo que debía incluirse este relato, pudieron haber decidido, con bondad cristiana, no mencionar el nombre de ella. Pero Juan posiblemente no se sintió obligado a ese silencio porque su Evangelio fue escrito varias décadas más tarde (ver p. 174), quizá muchos años después de la muerte de dicha mujer. Es digno de notarse que Juan, el único que menciona por nombre a María, es también el único que omite el nombre de Simón. " 

" Lucas (cap. 10: 39, 42) y Juan (cap. 11: 1-2, 19-20, 28, 31-32, 45; 12: 3) mencionan a María de Betania y la identifican como hermana "746 " de Marta y de Lázaro. María, conocida como María Magdalena, que probablemente era de Magdala, aldea situada en la orilla occidental del mar de Galilea (ver Mat. 15: 39; DTG 371), aparece entre las mujeres que acompañaron a Jesús en el segundo viaje por Galilea (Luc. 8: 1-3), y es mencionada por los cuatro evangelistas en relación con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús (Mat. 27: 56, 61; 28: 1; Mar. 15: 40, 47; 16: 1, 9; Luc. 24: 10; Juan 19: 25; 20: 1, 11, 16, 18). En algún momento antes de la segunda gira por Galilea, Jesús había expulsado de ella siete demonios (Luc. 8: 2; cf. Mar. 16: 9). " 

" Si acaso María de Betania se fue de su casa como resultado de su vida vergonzosa, podría haberse ido a Magdala, quizá con amigos o parientes que vivían allí. Muchos de los hechos registrados del ministerio de Jesús en Galilea transcurrieron cerca de la llanura de Genesaret, donde se encontraba Magdala. Es posible que durante una de las primeras visitas de Jesús a Magdala, hubiera liberado a María de los demonios que la poseían. Después de acompañar a Jesús en la segunda gira por Galilea, ella, ya transformada, podría haber regresado a Betania y haber vivido nuevamente allí. Esta posibilidad no prueba, por supuesto, que María de Betania y María de Magdala son una misma persona, pero muestra cómo es posible que así hubiera sido. Toda la información que aparece en los relatos evangélicos puede fácilmente entenderse siguiendo esta explicación. " 

" 2. La idea de que Jesús no tenía amigos entre los dirigentes de Israel al acercarse el fin de su ministerio, carece de validez. Nicodemo, "principal entre los judíos" (Juan 3: 1), defendió valientemente a Jesús en un concilio de los principales sacerdotes y fariseos (Juan 7: 45-53). Y su influencia se echa de ver en esa ocasión -en la fiesta de los tabernáculos del año 30 d. C., unos seis meses antes de la crucifixión-, porque su consejo prevaleció y el grupo se retiró sin lograr su objetivo (Juan 7: 53; DTG 424). En la crucifixión, el momento más indicado para que los hombres hubieran sentido miedo de darse a conocer como seguidores de Jesús, cuando "todos los discípulos, dejándole, huyeron" (Mat. 26: 56), y cuando Pedro, su más ardiente defensor, le negó repetidas veces (Mat. 26: 69-75), José de Arimatea, otro "miembro noble del concilio" (ver com. Mar. 15: 43), públicamente proporcionó un lugar donde sepultar a Jesús y, juntamente con Nicodemo, supervisó su sepultura delante de todos (Mat. 27: 57-60; Juan 19: 38-40). Muchos de los gobernantes creían en Jesús en este momento (DTG 497, 647), pero no lo confesaban por temor a ser excomulgados (Juan 12: 42), aunque sin duda después de la resurrección muchos de ellos se hicieron cristianos (Hech. 6: 7). " 

" 3. Los supuestos puntos de diferencia entre los diferentes relatos no son tan importantes como pueden parecer, y de ningún modo impiden que se considere que el episodio relatado es el mismo. Sólo Lucas dice que el anfitrión de Jesús en esta ocasión era fariseo, pero esto no es extraño, pues había muchos fariseos, y el autor decidía si identificaba o no a una persona como fariseo. Lucas es el único evangelista que hace referencia a otras dos ocasiones cuando Cristo comió en casa de fariseos (cap. 11: 37; 14: 1). Parece que Lucas consideraba que la relación de Jesús con los fariseos en un plano amistoso y social era un hecho digno de notarse, y esto explicaría por qué registra aquí el hecho de que el anfitrión era fariseo. " 

" No es extraño que Lucas examine la reacción de Simón ante lo sucedido, mientras que los otros evangelistas no mencionan este aspecto del relato, y sólo destacan la reacción de Judas. Si Lucas tuvo alguna razón especial para introducir este relato en este punto de su Evangelio y no cerca del fin del ministerio de Cristo, como lo hacen los otros evangelistas, difícilmente habría registrado la actitud de Judas y la lección que Cristo procuró enseñarle, pues el hacerlo habría parecido inapropiado a esta altura del relato evangélico. Habría presentado a Judas con una actitud y unas características que todavía no se habían desarrollado manifiestamente, y el relato, en la forma como lo presentan los otros tres evangelistas en un momento posterior de sus narraciones, sólo habría servido para confundir a los lectores si Lucas lo hubiera insertado aquí. Ver pp. 181-182. " 

" Hay muchos detalles del relato de Lucas que son mencionados por uno o más de los otros tres evangelistas: (1) Todos concuerdan en que hubo un banquete, (2) y en que la persona que ungió a Jesús fue una mujer. (3) Los tres sinópticos concuerdan en que el perfume estaba en un frasco de alabastro; Juan no menciona el frasco. (4) Ni Lucas ni Mateo dicen qué clase de perfume se usó, pero Marcos "747 " y Juan dicen que era de "nardo". (5) Tanto Lucas como Juan mencionan el ungimiento de los pies de Jesús, (6) y el hecho de que María usó su cabello como toalla para secar los pies de Jesús. (7) Los tres evangelistas sinópticos dicen que el nombre del anfitrión era Simón. Estos parecidos no necesariamente prueban que el episodio relatado por Lucas deba identificarse con el que registran los otros tres evangelistas, pero tienden a aumentar el grado de probabilidad en ese sentido. " 

" Si aceptamos que el banquete en casa del fariseo que se registra en Lucas es el mismo que tuvo lugar en la casa de Simón en Betania, surgen dos preguntas: (1) ¿Por qué Lucas insertó este incidente relativamente cerca del comienzo de su relato evangélico, tan lejos de su verdadero contexto cronológico? (2)¿Por qué es su relato tan diferente del de los otros tres Evangelios en varios aspectos importantes? El contexto de Lucas proporciona una respuesta satisfactoria y convincente para estas preguntas. " 

" Lucas escribe en primer lugar para cristianos gentiles que no residían en Palestina (ver p. 650). Después de mencionar repetidas veces que los dirigentes judíos se oponían a Cristo (cap. 5: 17, 21, 30, 33; 6: 2, 7, 11; etc.), Lucas sin duda temía que sus cultos lectores gentiles se preguntaran cómo podría esperarse que ellos creyeran en Cristo si lo habían rechazado todos los dirigentes de su propia nación, los cuales evidentemente habían estado en mejores condiciones para juzgar sus afirmaciones mesiánicas. Esto quizá explique por qué Lucas sea el único de los cuatro evangelistas que menciona tres casos específicos cuando Jesús comió en casa de un fariseo (cap. 7: 36; 11: 37; 14: 1), así como también otros casos de aparente amistad entre Jesús y ciertos dirigentes judíos (ver com. cap. 7: 3). " 

" El contexto inmediato del relato de Lucas sobre el banquete en casa de Simón, hace aún más comprensible la razón por la cual Lucas insertó el relato en este momento de su narración. Acaba de registrar que los dirigentes habían rechazado tanto el mensaje de Juan el Bautista como el de Jesús (vers. 30-35); no todos los dirigentes, pero evidentemente la gran mayoría. Por lo tanto, en este punto de su relato de la vida de Cristo, Lucas pudo haber sentido la necesidad de señalar que algunos de los dirigentes simpatizaban con él. Además, en este mismo capítulo Lucas registra la mediación amistosa de ciertos "ancianos de los judíos" (vers 3). Lucas presenta, inmediatamente después de este hecho, las circunstancias que llevaron a Cristo a admitir que los dirigentes de Israel habían rechazado tanto a él como a Juan el Bautista (vers. 11-35). Es posible que Lucas registrara, inmediatamente antes y después de los vers. 11-35, la simpatía de algunos de los dirigentes judíos para calmar cualquier sospecha de sus lectores de que Jesús no fuera el Mesías porque su propia nación lo había rechazado. " 

" Si se acepta que esta es la razón por la cual Lucas insertó el relato del banquete de Simón entre los primeros capítulos del relato evangélico y no en su verdadero contexto cronológico, entonces se explica el motivo para la diferencia principal entre el relato de Lucas y el de los otros tres evangelistas. Es evidente entonces que no tenía sentido que Lucas registrara la reacción de Judas ni las referencias a la inminente muerte de Cristo. El punto principal era, por lo tanto, destacar el proceder de Simón, uno de los dirigentes de Israel. Pero para los otros tres evangelistas el proceder de Judas es lo que tiene significado dentro del contexto donde aparece la narración que hacen de ese hecho. El relato de la reacción de Judas y de la de Simón no se excluyen mutuamente, sino que se complementan, y de ningún modo se contradicen aunque ambas reacciones fuesen presentadas por uno o más de los evangelistas. " 

" En El Deseado de todas las gentes , pp. 511-516, se identifica claramente el banquete celebrado en casa de Simón, relatado en Lucas, con el banquete en la casa de Simón de Betania, que aparece en los otros Evangelios. Simón de Betania es identificado con el Simón del relato de Lucas (DTG 511-512, 519). Además, la mujer anónima en el relato de Lucas es identificada como María de Betania (DTG 512-514, 519) y con María Magdalena, de quien Jesús había echado siete demonios (DTG 521). Además, se afirma que Simón fue el que en algún momento anterior había inducido a María a pecar (DTG 519). Simón ya había declarado su fe en Jesús como profeta, lo había reconocido como un maestro enviado de Dios y esperaba que pudiera ser el Mesías (DTG 511; cf. Juan 3: 1-2). Pero aún no lo había aceptado como el Salvador, y este episodio fue el momento decisivo en que aceptó la salvación (DTG 520-521). " 


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