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E.G.W. - La Doctrina Del Santuario - 05/03/18



LA VERDAD ACERCA DEL SANTUARIO

La correcta comprensión del ministerio del santuario celestial es el fundamento de nuestra fe (Carta 208,1906).

El pueblo de Dios debería comprender claramente el asunto del santuario y del juicio investigador. Todos necesitan conocer por sí mismos el ministerio y la obra de su gran Sumo Sacerdote. De otro modo, les será imposible ejercitar la fe tan esencial en nuestros tiempos, o desempeñar el puesto al que Dios los llama. Cada cual tiene un alma que salvar o perder. Todos tienen una causa pendiente ante el tribunal de Dios. Cada cual debería encontrarse cara a cara con el gran Juez. ¡Cuán importante es, pues, que cada uno contemple a menudo de antemano la solemne escena del juicio en sesión, cuando serán abiertos los libros, cuando con Daniel, cada cual tendrá que estar en pie al fin de los días!

Todos los que han recibido la luz sobre estos asuntos deben dar testimonio de las grandes verdades que Dios les ha confiado. El santuario en el ciclo es el centro mismo de la obra de Cristo en favor de los hombres. Concierne a toda alma que vive en la tierra. Nos revele el plan de la redención, nos conduce hasta el fin mismo del tiempo y anuncia el triunfo final de la lucha entre la justicia y el pecado. Es de la mayor importancia que todos investiguen a fondo estos asuntos, y que estén siempre prontos a dar respuesta a todo aquel que les pidiere razón de la esperanza que hay en ellos (El Conflicto de los Siglos, págs. 542, 543. Año 1888).

El asunto del santuario fue la clave que aclaró el misterio del engaño de 1844. Reveló todo un sistema de verdades, que formaban un conjunto armonioso y demostraban que la mano de Dios había dirigido el gran movimiento adventista, y al poner de manifiesto la situación y la obra de su pueblo le indicaba cuál era su deber de allí en delante (El Conflicto de los Siglos, pág. 476. Año 1888).

Como pueblo, debemos ser estudiantes fervorosos de la profecía; no debemos descansar hasta que entendamos claramente el tema del santuario, que ha sido presentado en las visiones de Daniel y de Juan. Este asunto arroja gran luz sobre nuestra posición y nuestra obra actual, y nos da una prueba irrefutable de que Dios nos ha dirigido en nuestra experiencia pasada. Explica nuestro chasco de 1844, mostrándonos que el santuario que había de ser purificado, no era la tierra, como habíamos supuesto, sino que Cristo entró entonces en el lugar santísimo del santuario celestial, y allí está realizando la obra final de su misión sacerdotal, en cumplimiento de las palabras del ángel comunicadas al profeta Daniel: "Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana; y el santuario será purificado".

Nuestra fe con referencia al mensaje del primero, el segundo y el tercer ángeles, era correcta. Los grandes hitos por los cuales hemos pasado son inconmovibles. Aun cuando las huestes del infierno intenten derribarlos de sus fundamentos, y triunfar en el pensamiento de que han tenido éxito, no alcanzarán su objetivo. Estos pilares de verdad permanecen tan incólumes como las montañas eternas, sin ser conmovidos por todos los esfuerzos de los hombres combinados con los de Satanás y su hueste. Podemos aprender mucho, y debemos estar constantemente escudriñando las Escrituras para ver si estas cosas son así. El pueblo de Dios ha de tener ahora sus ojos fijos en el santuario celestial, donde se está realizando el servicio final de nuestro gran Sumo Sacerdote en la obra del juicio: donde él está intercediendo por su pueblo (Review and Herald, 27 de noviembre, 1883).

Debe enseñarse en toda escuela establecida la más sencilla teoría teológico. En esta teoría, la expiación de Cristo debe ser la gran esencia, la verdad central. El tema maravilloso de la redención debe ser presentado a los estudiantes (Manuscrito 156, 1898).

Mientras Cristo está purificando el santuario, los adoradores en la tierra deben repasar cuidadosamente su vida, y comparar su carácter con la norma de justicia (Review and Herald, 8 de abril, 1890).

Durante más de medio siglo, los diferentes puntos de la verdad Presente se han objetado y han sido materia de oposición. Se han presentado como verdades nuevas teorías que no eran verdades y el Espíritu de Dios reveló su error. A medida que se presentaban los grandes pilares de la fe, el espíritu Santo les prestaba su testimonio y especialmente esto es cierto con respecto a las verdades del santuario. Muy repetidamente el Espíritu Santo ha respaldado de una manera notable la predicación de esta doctrina. Pero hoy en día, así como en lo pasado, algunos serán inducidos a idear nuevas teorías y a negar las verdades sobre las cuales el Espíritu de Dios ha colocado su aprobación (Manuscrito 125, 1907).

En el futuro surgirán engaños de toda clase, y necesitamos terreno sólido para nuestros Pies. Necesitamos sólidos pilares para el edificio. No ha de quitarse ni un solo ápice de aquello que el Señor ha establecido. El enemigo presentará falsas doctrinas, tales como la doctrina que no existe el santuario. Este es uno de los puntos en los cuales algunos se apartarán de la fe. ¿Dónde encontraremos seguridad, a menos que sea en las verdades que el Señor nos ha dado durante los últimos cincuenta años? (Review and Herald, 25 de mayo, 1905).

Se acerca el tiempo en que las facultades engañosas de los agentes satánicos se desarrollarán plenamente. Por un lado está Cristo, a quien se le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Por el otro lado está Satanás, ejerciendo continuamente su poder para seducir, para engañar con fuertes sofismas espiritistas, para quitar a Dios del lugar que debe ocupar en la mente de los hombres.

Satanás está luchando continuamente para sugerir suposiciones fantásticas con respecto al santuario, degradando las maravillosas imágenes de Dios y el ministerio de Cristo por nuestra salvación, a fin de convertirlas en algo que cuadre con la mente carnal. Quita de los corazones de los creyentes el poder director de esas imágenes divinas y lo suple con teorías fantásticas inventadas para anular las verdades de la expiación, y para destruir nuestra confianza en las doctrinas que hemos considerado sagradas desde que fuera dado por primera vez el mensaje del tercer ángel. Así quisiera él despojarnos de nuestra fe en el mismo mensaje que nos ha convertido en un pueblo separado, y que ha dado carácter y poder a nuestra obra (Special Testimonies, Serie B, No. 7, pág. 17. Año 1905). 

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