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CBA LIBRO DE LUCAS CAPÍTULO 24


CBA Evangelio Según Lucas Capítulo 24

1. El primer día. 
[ La resurrección, Luc. 24: 1-12 = Mat. 28: 1-15 = Mar. 16: 1-11 = Juan 20: 1-18. Comentario principal: Mateo y Juan.] El último versículo del cap. 23 y el primero del cap. 24 están estrechamente ligados en el texto griego por la conjunción dé , "pero", "y". Esta relación se nota mejor en la siguiente traducción, también posible, del texto griego: "Verdaderamente, descansaron el sábado según el mandamiento, pero el primer día de la semana, muy temprano por la mañana, fueron al sepulcro". Con esta traducción, correcta según el texto, puede verse perfectamente que los primeros creyentes cristianos le daban mucha importancia a la santidad del sábado, séptimo día de la semana. Lo último que hicieron el viernes por la tarde fue preparar "especias aromáticas y ungüentos" (cap. 23: 56); después dejaron todo a un lado "conforme al mandamiento [del sábado]" " (ver com. Exo. 20: 8-11), y no reiniciaron su obra movida por el amor sino hasta el domingo "muy de mañana". El notable contraste entre la santidad del sábado y el carácter secular del día domingo que se observa aquí en el relato evangélico, es un testimonio elocuente para los cristianos de hoy. Con referencia a las circunstancias que rodearon a la resurrección, ver Nota Adicional de Mat. 28; com. Mat. 28: 1. 

4. Dos varones. 
Es decir, ángeles (ver com. Mat. 28: 2), algo que se ve claramente en Luc. 24: 23. Con referencia a otras ocasiones cuando aparecieron ángeles en forma de hombres, ver Hech. 1: 10; 10: 30. 

11. Locura. 
Literalmente "tonterías", "palabras sin sentido". Las palabras de los ángeles no tenían sentido para los entristecidos discípulos. 

12. Levantándose Pedro. 
Si bien este versículo falta en algunos MSS, la evidencia textual sugiere (cf. p. 147) su inclusión. Sin embargo, la crítica textual confirma la autenticidad del mismo relato en Juan 20: 3-6. 

13. Dos de ellos. 
[ En el camino a Emaús, Luc. 24: 13-32 = Mar. 16: 12. Comentario principal: Lucas. Ver mapa p. 216; diagrama p.223.] En el relato se identifica posteriormente a uno de los dos como a Cleofas (vers. 18). Evidentemente habían estado en Jerusalén para la celebración de la pascua, pero se habían demorado en la ciudad casi todo el primer día de la semana debido a lo acontecido en relación con la crucifixión, y posiblemente también por causa del rumor de que Jesús había resucitado. 

El mismo día. 
Esto transcurrió en la última parte de la tarde del día de la resurrección (ver com. Mat. 28: 1). 

Emaús. 
Esta aldea, situada a 60 estadios de Jerusalén (unos 11 km), no ha sido identificada con precisión. Es posible que se trate de la aldea que hoy se denomina Kubeibeh, al noroeste de Jerusalén, en el camino a Lida (hoy Lod). Otros sugieren que corresponde con el lugar que hoy se llama Qaloniyeh, ubicado a 8 km al noroeste de Jerusalén. 

Sesenta estadios. 
El estadio equivalía a 185 m; 60 estadios corresponderían, pues, aproximadamente a unos 11 km (cf. DTG 738). 

14. Iban hablando. 
Gr. homiléÇ , "tener trato con"; por lo tanto, "conversar con". Según parece, estos dos seguidores de Jesús estaban bien informados en cuanto a lo acontecido en Jerusalén. Sin duda habían pasado una gran parte del día con otros creyentes, escuchando a diversas personas que habían informado acerca de los diferentes acontecimientos relacionados con la resurrección (ver com. Mat. 28: 1). 

15. Jesús mismo se acercó. 
Jesús alcanzó a esos dos discípulos cuando aún no habían avanzado mucho por el camino a Emaús (DTG 738). Por esta razón caminó con ellos la mayor parte del viaje, que posiblemente duró unas dos horas. Sin duda pensaron que Jesús era otro peregrino que, como ellos, había estado en Jerusalén para asistir a la pascua y ahora regresaba a su casa. 

16. Los ojos de ellos estaban velados. 
Estaban cansados y tan absortos en sus tristes pensamientos que no reconocieron a Jesús cuando se unió a ellos. Circunstancias similares habían impedido que María reconociera a Jesús cuando lo vio más temprano el mismo día. Jesús fue reconocido inmediatamente en algunas de sus apariciones después de la resurrección, o por lo menos parece que así fue; pero no sucedió así en otros casos. Estas palabras de Lucas y las del vers. 31 sugieren que un velo sobrenatural cubría los sentidos de los dos discípulos, además de la preocupación que los acongojaba. 

No le conociesen. 
Jesús podría haberse dado a conocer a ellos inmediatamente, pero si lo hubiera hecho ambos discípulos podrían haberse emocionado tanto que no habrían podido apreciar plenamente ni recordar bien las importantes verdades que estaba a punto de enseñarles. Era esencial que comprendieran las profecías mesiánicas del AT junto con los hechos históricos y los sagrados ritos que anticipaban a Jesús. Sólo esto podía proporcionarles una base firme para su fe. Una fe hipotética en Cristo, que no esté firmemente arraigada en las enseñanzas de la Biblia, no puede permanecer firme cuando soplen las tormentas de la duda (ver com. Mat. 7: 24-27). En esta ocasión Jesús les llamó la atención al cumplimiento del AT en los acontecimientos que más tarde se registraron en el NT (DTG 740-741). 

17. ¿Qué pláticas? 
Esta fue una pregunta muy apropiada para iniciar la conversación. Es posible que el fervor con que discutían los dos discípulos los acontecimientos de la resurrección, hiciera que su conversación atrajera la atención de los transeúntes. 

¿Y por qué estáis tristes? 
La evidencia textual establece (cf. p. 147) que la pregunta de Jesús concluye con el verbo "camináis", y que esta frase debería traducirse: "Ellos se pararon con aire entristecido" " (BJ, NC). Si así se entiende, quiere decir que los dos discípulos quedaron tan sorprendidos ante la aparente ignorancia de Jesús respecto a lo acontecido en Jerusalén, que se detuvieron, quizá mirándose mutuamente con incredulidad (ver com. vers. 18). 

Tristes. 
Estaban tristes porque no entendían. ¡Con cuánta frecuencia la comprensión errada, ya sea de Dios o del prójimo, trae como resultado tristeza y chasco! La comprensión acertada de las Escrituras del AT habría disipado sus lúgubres pensamientos, lo que ocurrió cuando pudieron entender (vers. 25-27, 33, 44-46). También habían olvidado las instrucciones que Jesús les había dado directamente antes de su muerte (vers. 44). 

18. Cleofas. 
Gr. Kleopás , parece que es un apócope del nombre Kleópatros . (Antipas es un apócope similar; ver com. cap. 3: 1). No se sabe si este Cleofas es el mismo que aparece en Juan 19: 25. En griego, el Cleofas de Lucas se escribe Kleopás , mientras que el de Juan se escribe Klopás . Generalmente se ha considerado que la forma que aparece en Lucas es griega, mientras que la que se halla en Juan es aramea. Parece que era costumbre en esa época tener un nombre griego similar al arameo. Por ejemplo, Simón es la forma griega del arameo Simeón. A pesar de todo no puede probarse ni negarse que este Cleofas sea el mismo de Juan. 

El único forastero. 
Para los discípulos era increíble que alguien que viniera de Jerusalén, de donde Jesús parecía proceder, pudiera estar tan poco informado de todo lo ocurrido. 

19. Profeta. 
Los dos discípulos confesaron su fe en Jesús. Aunque habían creído que era el Mesías (ver com. vers. 21), seguían creyendo que había sido un poderoso "profeta". 

20. Nuestros gobernantes. 
Los dos discípulos conocían los hechos y acusaron a quienes correspondía. No culparon al pueblo que había aceptado a Jesús como profeta ni tampoco a las autoridades romanas. La muerte de Jesús era obra de los dirigentes de la nación judía (ver Mat. 27: 2). 

21. Esperábamos. 
Los dos discípulos expresaron ahora sus propias convicciones. Habían aceptado a Jesús como profeta, pero más tarde habían llegado a creer que era más que un profeta. Estaban convencidos de esto, pero su fe había sido fuertemente sacudida porque no entendían lo que decían las Escrituras acerca del Mesías. Ahora parecen sugerir que su creencia anterior podría haber sido errónea. Pero la seriedad de la conversación posterior revela que no habían abandonado por completo la esperanza, sobre todo en vista de los admirables informes de las mujeres que afirmaban que habían visto a Jesús (vers. 22-24). 

El era el que. 
La construcción griega es enfática. Ellos habían pensado que Jesús sería el Salvador prometido a Israel. 

Redimir a Israel. 
El concepto que tenían en cuanto a qué era lo que estaba implicado en la obra de redimir a Israel, sin duda estaba limitado en primer lugar a la liberación política de su pueblo de la mano férrea de Roma. Con referencia a las falsas esperanzas mesiánicas de los judíos, ver com. cap. 4: 19. 

22. De entre nosotros. 
"De las nuestras" (BJ, NC). Es probable que los dos discípulos se refirieran a todo el grupo que había compartido la esperanza de que Jesús de Nazaret era el Mesías anunciado en las profecías. 

23. Visión. 
Gr. optasía , "lo que se ve", "visión", "aparición". Optasía puede referirse a lo que se ve en forma natural y también a lo que se ve en forma sobrenatural. No hay indicación de cuál sentido se le dio a optasía en este pasaje. 

El vive. 
Para esos dos discípulos todo era sólo rumores; no estaban seguros todavía. Se sentían turbados por los informes, pero éstos no los habían convencido. 

24. Algunos de los nuestros. 
Quizá sea una referencia a la rápida visita de Pedro y de Juan a la tumba (Juan 20: 2-10; ver Nota Adicional de Mat. 28). 

25. Insensatos. 
Es decir "faltos de inteligencia" o "faltos de comprensión". Podrían haber sabido la verdad si sus prejuicios no hubiesen cegado su entendimiento a las enseñanza de las Escrituras. 

Para creer todo. 
Toda Escritura es inspirada por Dios (2 Tim. 3: 16-17) y sólo cuando se acepta como tal podemos sacar provecho de ella. Los cristianos que desprecian, descuidan o interpretan caprichosamente lo que escribieron los profetas del AT son según las palabras de Cristo "insensatos". 

26. ¿No era necesario? 
Los profetas habían profetizado los sufrimientos del Mesías (ver com. vers. 27). Jesús mismo en repetidas ocasiones había predicho sus sufrimientos y su muerte (ver com. cap. 18: 31); además, les había dado la razón por la cual se lo decía: para que el cumplimiento de sus predicciones sirviera de base a la fe, a fin de que cuando sucediera, creyeran (ver com. Juan 13: 19; 14: 29). En vez de ser un motivo de desilusión, la muerte de Jesús debería haber sido una gran confirmación de su fe. Aunque parezca paradójico, la crucifixión destruyó las esperanzas de los discípulos en Jesús como el Mesías, pero proporcionó a José y a Nicodemo una prueba convincente de esa gran verdad (DTG 717, 721-722). 

27. Comenzando desde Moisés. 
El AT contiene muchos pasajes a los cuales Cristo podría haberse referido (ver com. Gén. 3: 15; Exo. 12: 5; Núm. 21: 9; 24: 17; Deut. 18: 15; Sal. 22: 1, 8, 16, 18; Isa. 7: 14; 9: 6-7; 50: 6; 53; Jer. 23: 5; Miq. 5: 2; Zac. 9: 9; 12: 10; 13:7; Mal. 3: 1; 4: 2; etc.). 

Todas las Escrituras. 
En las enseñanzas de Jesús, era un asunto vital el que "todas las Escrituras" del AT anticipaban su obra mesiánica. La forma en que los autores del AT fueron dirigidos a describir la misión de la vida del Mesías, se esboza en com. Mat. 1: 22. Quienes erradamente desprecian el AT parecen tener poco conocimiento de la alta estima en que tenía Cristo esos escritos sagrados e inspirados. Los que estudian el AT, escrito por Moisés y otros autores, y creen esas enseñanzas, encontrarán allí a Cristo (ver com. Juan 5: 39, 46). Cristo mismo advirtió que quienes restan importancia y valor al AT no creen realmente en él (ver com. Juan 5: 47). 

28. Hizo como que. 
Jesús comenzó a despedirse de ellos, y se hubiera ido si no lo hubieran invitado a que se quedara. Si no hubieran insistido en que aceptara su hospitalidad, los dos discípulos habrían perdido la bendición que luego recibieron. La razón por la cual urgieron a Cristo a que se quedara con ellos era el profundo deseo de recibir más de la preciosa instrucción que les había impartido durante una o dos horas. Sólo quienes tienen hambre y sed de una comprensión más profunda de las cosas de Dios, pueden esperar que se les proporcione una medida mayor del maná celestial (ver com. Mat. 5: 6). 

29. Le obligaron. 
Así lo había hecho Abrahán con sus tres visitantes celestiales (Gén. 18: 1-8; cf. Heb. 13: 2). Hay urgente necesidad de que se reavive hoy la práctica de la hospitalidad cristiana. 

Quédate con nosotros. 
Es decir, comparte la hospitalidad de nuestro hogar (DTG 741). Esto podría indicar que el compañero anónimo de Cleofas era miembro de su familia. 

Ha declinado. 
Es probable que esto signifique, según la usanza judía, que el primer día de la semana había concluido con la puesta del sol, y que había comenzado un nuevo día. El sol ya se había puesto antes de que llegaran a Emaús. En esa temporada la puesta del sol debería haber ocurrido en torno a las 6: 30 de la tarde (DTG 741). 

30. Lo bendijo, lo partió. 
Con referencia a las costumbres judías y a la práctica de Jesús 862 para la bendición y el partimiento del pan, ver com. Mar. 6: 41. Algunos han procurado hacer de esa cena una conmemoración de la muerte del Señor, pero esta interpretación carece de base bíblica. Si se hace, se distorsiona la sencillez de la narración y se contradice el contexto. 

32. ¿No ardía nuestro corazón? 
Figura de Lenguaje (ver Sal. 39: 3; Jer. 20: 9). La estructura de la pregunta en griego requiere una respuesta afirmativa (ver com. Luc. 6: 39). La luz espiritual había estado penetrando en la oscuridad de sus almas mientras escuchaban con extasiada atención la manera en que Jesús les abría las Escrituras. Ahora comprendían lo que les había ocurrido. La tristeza había desaparecido. La presencia de Cristo había iluminado su humilde hogar, y las gloriosas verdades que les había explicado disiparon las tinieblas de duda e incertidumbre que habían llenado sus mentes. Es probable que pensaron que este desconocido había hablado como lo habría hecho Jesús si aún hubiera estado vivo y con ellos. 

Lo que experimentaron íntimamente estos dos discípulos será también la experiencia de los que escuchan con atención la voz del cielo que habla a su corazón por medio de la Santa Palabra. Quienes descubren que para su mente ofuscada las Escrituras del AT parecen oscuras y tediosas, deberían acercarse humildemente a Jesús para aprender de él (ver com. vers. 27). 

33. La misma hora. 
[ Primera aparición en el aposento alto, Luc. 24: 33-49 = Mar. 16: 13 = Juan 20: 19-23. Comentario principal: Lucas y Juan. Ver mapa p. 216; diagrama p. 223.] Partieron inmediatamente sin probar el alimento que tenían delante (DTG 742), apresurándose para volver a Jerusalén a fin de compartir su gran descubrimiento con los otros discípulos. 

Volvieron a Jerusalén. 
Si el sol se había ocultado antes de que llegaran a Emaús, a eso de las 6:30 p. m. (ver com. vers. 29), el crepúsculo habría terminado alrededor de las 8:00 p. m. Es probable que los dos discípulos emprendieran el camino de regreso a Jerusalén cuando estaba casi oscuro. Por lo tanto, la mayor parte de su viaje lo hicieron en medio de la oscuridad. Aunque estaban fatigados mientras iban a su casa en Emaús, el cansancio y el hambre ahora se habían disipado. Cuando entraron en Jerusalén por la puerta oriental, la silenciosa y oscura ciudad estaba iluminada por la tenue luz de la luna (DTG 743). 

Los once. 
Este término debe haberse empleado en cierto modo con un sentido exacto para designar a los discípulos inmediatos de Cristo, así como se había hablado de los "doce" antes de la defección de Judas (cap. 8: 1; 9: 12; etc.). En verdad, los apóstoles presentes eran sólo diez, pues en esa ocasión Tomás no estaba con ellos (Juan 20: 24). 

34. Simón. 
Simón era, de los once, quien más necesitaba el consuelo y la seguridad de la comunión con su Salvador resucitado (ver com. Mar. 16: 7). Los once sin duda habían pensado que era raro que Jesús se le hubiera aparecido a las mujeres y no a ellos. Pensaban que si Jesús estaba verdaderamente vivo, se habría presentado a ellos, sus compañeros más íntimos. 

En vista de que Jesús estuvo con los dos discípulos en camino a Emaús poco después de que partieran de Jerusalén (DTG 738), y que aun después de haber desaparecido los acompañó, en forma invisible, durante toda la jornada de regreso a Jerusalén (DTG 742), Jesús debe habérsele aparecido a Pedro antes de unirse con los dos viajeros cuando iban a Emaús. Sin embargo, estos dos discípulos parecen haber estado muy cerca de sus hermanos en la fe durante gran parte del día (ver com. vers. 14), y si Jesús se hubiera aparecido a Pedro mucho antes de que ellos partieran hacia Emaús, probablemente ya se habrían enterado del asunto. 

35. Ellos contaban. 
Gr. ex'géomai , "guiar", "relatar". Cuando los dos discípulos terminaron su narración, esta evidencia adicional no eliminó toda la duda e incredulidad de la mente de todos los del grupo (Mar. 16: 13; DTG 743). En realidad, fue sólo cuando Jesús tomó alimento que la incredulidad de ellos se desvaneció por completo (Luc. 24: 41-43). 

36. Jesús. 
Jesús entró sin ser visto cuando los dos discípulos de Emaús fueron admitidos (DTG 743); y era invisible para quienes estaban en la habitación (ver com. vers. 16). Con referencia al relato de Juan, testigo ocular de lo ocurrido en esta ocasión, ver Juan 20: 19-23. 

37. Espantados y atemorizados. 
Los discípulos se habían recluido en el aposento alto por temor a los judíos (ver com. Juan 20: 19), y al parecer estaban poseídos de una gran tensión nerviosa. Habían sido compañeros íntimos de Aquel que había sido muerto por sedición, y era muy posible que ellos pronto corrieran la misma suerte. Es probable que temieran ser detenidos en cualquier momento. Además, los informes acerca de que Cristo había resucitado deben haberlos llenado de tensa emoción. Pero a pesar de esos informes parece que no estaban preparados para un encuentro personal con el Cristo resucitado. 

Espíritu. 
Gr. pnéuma, probablemente tiene aquí el sentido de "aparición". El Códice de Beza dice fántasma . Con referencia a la palabra griega fántasma , ver com. Mat. 14: 26. 

39. Mis manos. 
Esta era una evidencia innegable de que el que ahora se les aparecía vivo no era otro sino su Señor crucificado. Jesús fue paciente con ellos a pesar de su lentitud para entender (ver com. vers. 35) y les dio una evidencia tangible en la cual podían basar su fe. Esta confianza en la realidad de la resurrección fue la que impartió poder convincente al mensaje de los apóstoles (1 Juan 1: 1-2; 5: 20; cf. Luc. 24: 48). 

Palpad. 
Jesús ofreció tres clases de evidencia sensorial para convencer a sus discípulos de que aun después de su resurrección él era un ser real, no abstracto. La vista, el oído y el tacto se combinaron para asegurarles que era un ser real y no una aparición o la invención de una imaginación sobrecargada. En el cuerpo resucitado y glorificado de Jesús tenemos un ejemplo de lo que seremos nosotros cuando resucitemos (1 Cor. 15: 22-23; cf. 1 Juan 3: 1-2). 

Espíritu. 
Gr. pnéuma (ver com. cap. 8: 55). Cuando Jesús vino a esta tierra no se despojó de su naturaleza divina (ver com. Juan 1: 14), y cuando volvió al Padre llevó consigo la semejanza de la humanidad (DTG 771-772). "Ascendió al cielo poseyendo una humanidad santificada y santa. Llevó esta humanidad consigo a los atrios celestiales, y a través de las edades eternas será suya, como el que ha redimido a cada ser humano que está en la ciudad de Dios" (EGW, RH, 9 de marzo, 1905). 

40. Y diciendo esto. 
Si bien en muchos MSS no aparece este versículo, la evidencia textual sugiere su inclusión (cf. p. 147). Sin embargo, en el pasaje paralelo de Juan 20: 20, respecto del cual no hay problemas textuales, la evidencia textual establece su inclusión. 

Las manos. 
Las manos horadadas por los clavos eran testimonio mudo pero elocuente de la verdad de la resurrección. 

43. Comió. 
Sin duda para convencer a sus discípulos de que era todavía un ser corpóreo y real. Aunque varios MSS tardíos añaden la frase "y las sobras dio a ellos", la evidencia textual establece su omisión. 

44. La ley de Moisés. 
Es decir, la parte del AT escrita por Moisés, comúnmente denominada Pentateuco, compuesta por los cinco primeros libros de la Biblia. En otros pasajes bíblicos el Pentateuco es llamado "la ley" (Mat. 7: 12; Luc. 16: 16; etc.), "la ley de Moisés" (Hech. 28: 23) o simplemente "Moisés" (Luc. 16: 29, 31). 

Este es el único pasaje bíblico donde se menciona específicamente la triple división del AT reconocida por el pueblo judío. Con referencia a la formación del canon del AT, ver t. I, pp. 40- 49. 

Los profetas. 
Los judíos dividían esta sección del AT en lo que ellos denominaban "profetas anteriores": Josué, Jueces y los libros de Samuel y de Reyes; y los "profetas posteriores": Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce profetas menores (ver t. I, p. 40). 

Los salmos. 
Esta sección no sólo comprendía el libro de los Salmos, sino también todos los otros libros que no pertenecieran a Moisés ni a los profetas. Los libros de la tercera sección se llaman comúnmente Hagiógrafa o sencillamente, los Escritos (ver t. I, p. 40). 

47. Comenzando en Jerusalén. 
Jesús había comenzado su obra en Jerusalén y en Judea (ver com. Mat. 4: 17), y los discípulos debían hacer lo mismo. En esta ciudad se habían presentado las mayores evidencias de su divinidad. Jesús había trabajado primero en Judea a fin de proporcionar a los dirigentes de la nación la oportunidad de observar su ministerio y de oír su enseñanza, para darles la oportunidad de aceptarlo como Mesías y de unir sus esfuerzos a los de él para proclamar el Evangelio del reino (DTG 198). Tal como se demostró posteriormente, muchos de los sacerdotes y probablemente muchos otros dirigentes de la nación, obedecieron a la fe (Hech. 6: 7). Los primeros éxitos del Evangelio en Jerusalén fueron asombrosos y animadores (Hech. 2: 41, 47; 4: 4, 33; 5: 14, 16, 28, 42; 6: 1, 7). 

48. Vosotros sois testigos. 
Los discípulos de Cristo habían estado con él durante varios años; sabían cómo enseñaba y cómo trabajaba, y ahora eran testigos oculares de la verdad de la resurrección (ver com. vers. 39). Podían decir a otros lo que habían visto y oído (2 Ped. 1: 16-18; 1 Juan 1: 1-2). Nunca vacilaron en afirmar que eran testigos de Cristo (Hech. 2: 32; 3: 15; 5: 32; 10: 39, 41; etc.). Tenían un gran relato que referir, y nunca se cansaban de contarlo. Nosotros como creyentes en un Salvador resucitado, hoy también tenemos el privilegio de dar testimonio de lo que hemos visto y oído acerca del camino de la salvación en Cristo Jesús (2 Tim. 2: 2; cf. 2 Cor. 5: 18-20). 

49. La promesa de mi Padre. 
Es decir, el Espíritu Santo (ver com. Hech. 1: 4, 8). Jesús había hablado largamente de esta promesa con sus discípulos en la noche cuando fue entregado (ver com. Juan 14: 16-18, 26; 16: 7-13). 

Quedaos. 
Esto es, después de la ascensión de Jesús (ver com. Hech. 1: 4). Los discípulos todavía tenían que encontrarse con Jesús en Galilea (Mat. 28: 10), pero después volvieron a Jerusalén posiblemente en obediencia al mandato que aquí se les diera. 

Poder. 
Gr. dúnamis , "capacidad". Este "poder" los capacitaría para que fueran "testigos" eficaces (ver com. vers. 48). Sin el "poder de lo alto", el testimonio que dieran los discípulos no convencería el corazón de los hombres. La venida del Espíritu Santo, diez días después de la ascensión, impartió el poder del cual Cristo hablaba aquí (ver com. Hech. 1: 8; 2: 1-4), e inmediatamente los apóstoles comenzaron a dar testimonio de Cristo. El testimonio de los discípulos, fortalecido y hecho eficaz por el poder del Espíritu Santo, dio por resultado la conversión de unas tres mil personas en un día (Hech. 2: 41). Bajo el poder guiador y convincente del Espíritu Santo, la iglesia experimentó un crecimiento fenomenal (ver com. Luc. 24: 47). A partir de Pentecostés los discípulos estuvieron literalmente "revestidos de poder desde lo alto". 

50. Los sacó. 
Fuera de la breve referencia a la ascensión en Marcos, sólo Lucas (aquí y en Hech. 1: 8-12) registra este acontecimiento y da los pocos detalles que se encuentran en las Escrituras. Sólo él menciona el momento (Hech. 1: 3) y el lugar (Luc. 24: 50) de la ascensión. Aparentemente los discípulos habían regresado desde Galilea a Jerusalén donde debían comenzar su misión (ver com. Luc. 24: 49). 

Betania. 
La aldea de Betania estaba situada en la ladera oriental del monte de los Olivos, por cuya cumbre Jesús llevó a los once (Hech. 1: 12; DTG 770; ver com. Mat. 21: 1). 

51. Se separó de ellos. 
Jesús había estado cerca de sus discípulos, quizá en el centro del grupo que formaba un círculo alrededor de él. Mientras extendía sus manos en bendición sobre ellos, lentamente ascendió de entre ellos (DTG 770-771). 

Fue llevado arriba al cielo. 
Jesús ascendió al cielo llevando la forma humana (DTG 771; ver com. cap. 24: 39). Aunque algunos MSS no contienen esta frase, la evidencia textual sugiere (cf. p. 147) su inclusión. De todos modos, no puede haber duda alguna del hecho que aquí se relata (Hech. 1: 9-11; etc.). 

52. Volvieron a Jerusalén. 
Allí permanecieron en el mismo aposento alto donde habían celebrado la última cena juntos (Hech. 1: 13; DTG 743). Con gozo y gran fe comenzaron la tarea que les había sido encomendada por su Señor (ver com. Mar. 16: 20). 

53. En el templo. 
El templo era un lugar de reunión, especialmente a la hora de la oración por la mañana y por la tarde (ver com. cap. 1: 9). En este lugar fue donde los apóstoles hallaron primero oportunidad de dar testimonio de su fe (Hech. 2: 46; 3: 1; 5: 21, 42). 

CBA T5

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