Jueves 17 de mayo: De qué modo usar tus talentos
A cada persona se le han confiado dones individuales, llamados talentos. Algunos consideran que estos talentos están limitados a ciertas personas que poseen dotes mentales superiores y genio. Pero Dios no ha restringido la dádiva de sus talentos a unos pocos favorecidos. A cada uno se le ha confiado algún don especial por el cual debe dar cuenta al Señor. El tiempo, la razón, los recursos, el vigor, las facultades menta- les, la ternura de corazón; todos estos son dones de Dios, confiados para que sean usados en la gran obra de bendecir a la humanidad.No hay duda de que algunos tienen pocos talentos, pero si negocian diligentemente con los bienes de su Señor, estos dones se aumentarán mucho...
El Señor vigila a cada uno para ver si usará sus talentos sabia y desinteresadamente, o si buscará su propio provecho. Cada hombre recibe talentos conforme a sus diversas capacidades, para que pueda aumentarlos haciendo una sabia inversión. Cada uno debe rendir cuentas al Maestro por sus acciones (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1075).
Nuestro tiempo pertenece a Dios. Cada momento es suyo, y nos hallamos bajo la más solemne obligación de aprovecharlo para su glo- ria. De ningún otro talento que él nos haya dado requerirá más estricta cuenta que de nuestro tiempo.
El valor del tiempo sobrepuja todo cómputo. Cristo consideraba precioso todo momento, y así es como hemos de considerarlo nosotros.
La vida es demasiado corta para que se la disipe. No tenemos sino unos pocos días de gracia en los cuales prepararnos para la eternidad. No tenemos tiempo para perder, ni tiempo para dedicar a los placeres egoístas, ni tiempo para entregarnos al pecado. Es ahora cuando hemos de formar caracteres para la vida futura e inmortal. Es ahora cuando hemos de preparamos para el juicio investigador (Palabras de vida del gran Maestro, p. 277).
Dios ha señalado a cada uno su obra. Tanto los más humildes como los más poderosos han sido dotados de una influencia que debe ejer-cerse del lado del Señor, y debieran dedicarle a él sus talentos, cada uno trabajando en el puesto de deber que se le ha asignado. El Señor espera que cada uno haga lo mejor de que es capaz. Cuando brilla la luz en el corazón, él espera que nuestra obra corresponda a nuestra luz, de acuerdo con la medida de la plenitud de Cristo que hemos recibido. Cuanto más usemos nuestro conocimiento y ejercitemos nuestras facultades, tanto mayor conocimiento tendremos, tanto más capacita-dos seremos para hacer una obra mayor v mejor.
Nuestros talentos no son nuestros; son del Señor, su propiedad con la que debemos negociar. Somos responsables por el uso o el abuso de los bienes del Señor. Dios pide que los hombres inviertan los talentos que les fueron confiados, para que cuando el Señor venga reciba con intereses lo que le pertenece. Con su propia sangre Cristo nos ha com-prado como sus siervos. ¿Le serviremos? ¿Procuraremos con diligen-cia presentamos a Dios aprobados? ¿Manifestaremos por nuestras acciones que somos mayordomos de su gracia? Todo esfuerzo hecho por el Maestro, impulsado por un corazón puro y sincero, será una ofrenda fragante para él (Testimonios para los ministros, p. 166).
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