Jueves 3 de mayo: El día de la expiación
[El] ministerio siguió efectuándose durante dieciocho siglos en el primer departamento del Santuario. La sangre de Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón y acep- tación cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en el servicio típico había una obra de expiación al fin del año, así también, antes de que la obra de Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del Santuario (El conflicto de los siglos, p. 415).
La purificación en ambos servicios, el simbólico y el real, debe efectuarse con sangre: en aquélcon sangre de animales: en éste, con la sangre de Cristo...
Así como en la antigüedad los pecados del pueblo eran puestos por fe sobre el holocausto, y por la sangre de éste transferidos figurativa- mente al santuario terrenal, así también, en el nuevo pacto, los pecados de los que se arrepienten son puestos por fe sobre Cristo, y transferi- dos, de hecho, al santuario celestial. Y así como la purificación sim- bólica de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados con los cuales había sido contaminado, así también la purificación real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando los pecados registrados en el cielo. Pero, antes de que esto pueda cumplirse deben examinarse los registros para determinar quiénes son los que, por medio del arrepen- timiento del pecado y de la fe en Cristo, tienen derecho a los beneficios de su expiación (La fe por la cual vivo, p. 208).
Hay que escudriñar honda y sinceramente el corazón... Empeñada lucha espera a todos aquellos que quieran subyugar las malas inclina- ciones que tratan de dominarlos. La obra de preparación es obra indi- vidual. No somos salvados en grupos. La pureza y la devoción de uno no suplirán la falta de estas cualidades en otro... Cada cual tiene que ser probado y encontrado sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante.
A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de su pecado, y que hayan aceptado con fe la sangre de Cristo como su sacrificio ex- piatorio, se les ha inscrito el perdón frente a sus nombres en los libros del cielo; como llegaron a ser partícipes de la justicia de Cristo y su carácter está en armonía con la ley de Dios, sus pecados serán borrados, y ellos mismos serán juzgados dignos de la vida eterna. El Señor declara... “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”. Isaías 43:25 (Maranata, pp. 95, 96).
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