1. Además.
Gr. dé, "pero" o "ahora bien". Se
señala un cambio en el hilo del pensamiento y la introducción de un nuevo tema:
la resurrección.
Este capítulo contiene lo que podría llamarse la gloria
con la cual culmina la epístola: una exposición de la verdad de la resurrección.
El tema puede ser dividido en cuatro secciones: (1) La prueba de que hay
resurrección (vers. 1-34); (2) la naturaleza de los cuerpos de los que serán
resucitados (vers. 35-50); (3) una afirmación en cuanto a lo que sucederá con
los que estén vivos en el segundo advenimiento de Cristo (vers. 51-54); (4) las
consecuencias reales de esta doctrina (vers. 55-58). En el testimonio de la
resurrección de Jesús, dado en los vers. 3-8, se refieren algunos hechos no
registrados en los Evangelios (vers. 6-7). En el capítulo se declara que la
muerte y resurrección de Cristo fueron temas de antiguas profecías y sucesos
confirmados por el testimonio de testigos vivientes (vers. 5-6). Este es uno de
los testimonios más antiguos escritos en cuanto a la resurrección, redactado
dentro de los primeros 25 años después de acontecido ese hecho (ver las pp.
105-107). Muestra que la evidencia de la resurrección, como hecho literal e
histórico, fue suficiente para convencer el poderoso intelecto de un
contemporáneo hostil: Pablo.
Entre los errores que se habían introducido
en la iglesia de Corinto como resultado del rebajamiento de las normas morales
por parte de algunos creyentes, estaba el rechazo de la creencia en la
resurrección (ver cap. 3: 3; 5: 1-2; HAp 257). La forma detallada en que Pablo
trata esta doctrina destaca su vital importancia (cf. Juan 5: 28-29; 11: 25;
Hech. 23: 6; 24: 14-15; Rom. 1: 3-4; Fil. 3: 10-11; Apoc. 20: 6). Satanás
siempre está listo para hacer desaparecer una verdad vital y reemplazarla con un
error. Por esta razón los cristianos deben repasar frecuentemente las
principales verdades evangélicas, llenando sus mentes con ellas para que no haya
lugar a ideas equivocadas (ver com. 2 Tim. 2: 15).
Declaro.
Gr.
gn Ç ríz Ç , "hacer saber"; pero como Pablo está repitiendo lo que ya ha dicho a
los corintios, la palabra podría usarse en el sentido de "reiterar", "recordar".
El apóstol creía que era necesario repetir la sustancia de su predicación, y al
hacerlo ponía especial énfasis en la doctrina de la resurrección.
Evangelio.
Ver com. Mar. 1: 1. El contenido del Evangelio o
"buena nueva" que predicaba Pablo a los corintios, puede reunirse de los cap. 1:
7-9, 17-24; 2: 2; etc., en donde se verá que la cruz de Cristo se destaca en el
mensaje. La doctrina de la muerte expiatoria del Salvador (cap. 15: 3) está
necesariamente asociada con este tema central. Todo lo que se relaciona con la
vida de Cristo en la tierra tiene interés e importancia para el creyente; pero
Pablo revela aquí que la gloriosa noticia de que uno ha sido salvado del pecado
llega a su máxima altura con la resurrección.
Recibisteis.
Pablo
había predicho fielmente el Evangelio, y ahora recuerda a los miembros de la
iglesia que ellos habían recibido y aceptado su mensaje.
Perseveráis.
"Permanecéis firmes" (BJ), "os mantenéis firmes" (NC). La flexión del
794 verbo griego sugiere que permanecieron y continuaban permaneciendo en la fe
que Pablo les había predicado. El había fundado la iglesia de Corinto (Hech.
18), y por eso era correcto que les recordara las grandes verdades sobre las
cuales se había establecido la iglesia, pero de las cuales se había desviado su
atención debido a cosas extrañas que se habían introducido entre ellos, como
luchas y disputas. Es bueno que los cristianos recuerden con frecuencia el
Evangelio mediante el cual el Espíritu Santo efectuó su conversión; ese recuerdo
los ayudará a mantenerse humildes e impedirá que dependan de sus propias
filosofías (cf. Col. 2: 8).
2. Retenéis.
Mejor "seguís reteniendo con firmeza", refiriéndose a lo que Pablo les
había predicado. Este retener con firmeza significa más que el asentimiento
intelectual a las doctrinas; indica una convicción absoluta en lo que se ha
creído. Una convicción tal induciría a un comportamiento compatible con su fe y
no les permitiría albergar pensamientos erróneos.
Salvos.
Literalmente "estáis siendo salvados" . La salvación es una experiencia
continua (ver com. Rom. 8: 24; cf. PVGM 46).
Creísteis en vano.
No había nada malo en el mensaje que se les había predicado, pero la
forma en que los corintios creían en ese mensaje podía permitir dudas. Si su
creencia era a medias, tenía poco valor. Si su fe era firme, descubrirían que la
doctrina de Pablo era suficiente para guiarlos por el camino de la salvación.
Después de decirles eso, el apóstol procede a asegurarles que ciertamente él les
había dado el verdadero Evangelio.
3. Primeramente.
Primeramente en orden de presentación, o
en importancia. El apóstol enumera cuatro "primeros" hechos que había
transmitido a los creyentes: (1) Cristo murió por nuestros pecados, (2) Cristo
fue sepultado, (3) Cristo fue resucitado, y (4) Cristo apareció (vers. 3-5).
Algunos han sugerido que esto forma la base del credo cristiano más antiguo que
se conoce.
Enseñado.
Literalmente "entregué". "Os transmití" "
(BJ, BC). Pablo nunca pretendió ser el autor del Evangelio que predicaba. Aclara
que estaba transmitiendo un mensaje que le había sido dado por el Señor (cf. 1
Cor. 11: 2, 23; Gál. 1: 12; Efe. 3: 2-3). Esto destaca el origen divino de la
doctrina que él predicaba, ensalzando así su mensaje y haciendo imperativa su
observancia.
Por nuestros pecados.
La preposición griega hupér,
traducida "por", tiene el sentido de "a causa de" o "en lugar de". Jesús, el
Cordero de Dios, murió como una ofrenda expiatorio a causa de nuestros pecados.
Murió para expiar el pecado (ver com. Rom. 3: 24-26; 4: 25; 5: 8; 2 Cor. 5: 21;
Gál. 1: 4; 1 Ped. 2: 24). Este es el primer gran hecho enseñado por Pablo a los
corintios. La muerte vicaria de Cristo expió nuestros pecados, pero Cristo no
permaneció bajo el poder de la muerte. Como no pecó, la muerte no pudo
retenerlo, y resucitó triunfante de la tumba (ver com. Juan 10: 17; Hech. 2:
22-24).
Escrituras.
Es evidente que Pablo había dado a la fe de
sus conversos una base completamente bíblica, y ahora podía recurrir a muchas de
las profecías concernientes al Mesías que se encuentran en el AT (cf. com. Luc.
24: 26-27, 44). Su hábil aplicación de los pasajes que tratan de la vida, los
sufrimientos y la muerte del Mesías prometido, había convencido en diferentes
ocasiones a sus oyentes y acallado la oposición de sus críticos judaizantes (ver
com. Hech. 9: 19-22; 13: 14-41; 17: 3; 18: 4-6; 24: 14; 26: 4-8, 22-23; 28: 23).
4. Sepultado.
La sepultura de
Cristo comprobaba que nuestro Salvador sí había muerto y proporcionaba la
condición necesaria anterior a la resurrección. El pedido de José de Arimatea,
de que se le permitiera quitar el cuerpo del Salvador de la cruz, hizo que
Pilato preguntara acerca de si era cierto que había muerto (Mar 15: 43-45). Los
preparativos para su sepultura como se registran en los Evangelios y el relato
de que fue colocado en la tumba y custodiado por soldados romanos ante la
instigación de los principales sacerdotes, confirman que murió (ver Mat. 27:
57-60, 62-66; Luc. 23: 50-56; Juan 19: 38-42).
Resucitó.
Gr. "ha
sido resucitado", que corresponde con la voz pasiva y tiempo perfecto; por lo
tanto, transmite el significado de que ha sido resucitado y aún vive. Las
flexiones verbales previas " "murió" (" vers. 3) y " "fue sepultado" " (vers.
4), están en el tiempo del aoristo, que corresponde con sucesos históricos del
pasado, en contraste con el sentido de continuidad implicado por el perfecto. De
modo que Pablo está destacando no sólo que Jesús había resucitado de los
muertos, sino que continuaba estando resucitado, y que permanece en la condición
de haber resucitado.
Tercer día.
En cuanto al intervalo entre la
muerte de Cristo y su resurrección, ver t. V, pp. 239-242. Cf. Mat. 12: 40; Luc.
24: 46.
5. Apareció.
Pablo sigue
enumerando los principales puntos del Evangelio que había transmitido a los
corintios (vers. 3).
Cefas.
Gr. k ' fás, transliteración del
nombre arameo Kefa´ , que se tradujo al griego como Pétros, de donde deriva
Pedro (ver com. Mat. 4: 18). En cuanto a la aparición de Cristo a Pedro, ver
com. Luc. 24: 34. Pablo recurre al testimonio de los que habían tenido un
conocimiento directo de la resurrección, y especialmente de los que aún vivían,
para que confirmaran esa verdad. Teniendo en cuenta que sólo estaba repitiendo
puntos de la doctrina que previamente les había predicado, no trató de presentar
todas las pruebas posibles, sino que sólo resumió lo que ellos ya conocían.
Doce.
Algunos MSS antiguos dicen "once"; sin embargo, la
evidencia textual (cf. p. 10) establece el texto "doce" . Posiblemente pueda
verse aquí un intento de armonizar el versículo con el número de los apóstoles
que quedaron después de la muerte de Judas y antes de la elección de Matías (cf.
Hech. 1: 26). Cuando Cristo se apareció por primera vez a sus apóstoles, sólo
diez estaban presentes, pues Tomás no estaba en el grupo (Juan 20: 24). Pero sin
duda Pablo está usando el número "doce" como el título oficial del grupo
apostólico. Por lo tanto, no hay una discrepancia vital entre este versículo y
los hechos históricos.
6. A más de
quinientos.
Los Evangelios no mencionan el hecho de que Jesús apareciera
a un grupo tan grande, pero una afirmación de Mateo sin duda se refiere a esta
reunión (cf. cap. 28: 10, 16; Nota Adicional de Mat. 28). Los once, en
obediencia a la instrucción de su Salvador resucitado (Mat. 28: 9-10), fueron a
Galilea. Es difícil suponer que se reservaron para sí la noticia de esta cita de
origen divino, sino que sin duda informaron a los creyentes que Jesús tenía el
plan de encontrarse con ellos. Más de 500 respondieron a la invitación, lo que
demuestra que el Señor tenía muchos más discípulos de lo que generalmente se
supone.
Muchos viven aún.
"La mayor parte viven" (BJ). La mayor
parte de los 500 vivía cuando Pablo escribió su epístola, los cuales podían a
una sola voz dar un poderoso testimonio de la certeza de la resurrección de
Cristo, pues un acontecimiento que podía ser confirmado por tantos testigos no
podía desestimarse fácilmente.
Duermen.
Gr. koimá Ç , "dormir"
(ver com. Juan 11: 11). Esta expresión se usa en las Escrituras para significar
la muerte (ver Mat. 9: 24; Hech. 7: 60; 1 Cor. 15: 18; 1 Tes. 4: 13-15; 2 Ped.
3: 4).
7. Jacobo.
No hay una prueba
que demuestre de cuál Jacobo se trata, pero la mayoría de los comentadores lo
identifican con Jacobo, el hermano del Señor. En cuanto a la identificación de
los diversos personajes que se llaman Jacobo, ver la Introducción a la Epístola
de Santiago (o Jacobo). No hay ningún otro registro de la aparición del Señor a
Jacobo, pero si el Jacobo que aquí se menciona era en verdad el hermano del
Señor, el mismo que presidió el concilio de la iglesia en Jerusalén (ver com.
Hech. 12: 17; 15: 13), entonces Pablo se había encontrado con él en Jerusalén, y
sin duda había escuchado de Jacobo el testimonio personal de la aparición que
aquí se menciona.
Todos los apóstoles.
Sin duda se refiere a la
última aparición de Cristo a los apóstoles cuando ascendió al cielo (Hech. 1:
6-12).
8. Último de todos.
Estas
palabras parecen indicar que la enumeración precedente de apariciones está
dispuesta en orden cronológico, y que Pablo fue el último a quien Cristo se
apareció personalmente.
Abortivo.
Gr. éktr Ç ma, "aborto", "feto
nacido muerto". "Aborto" (NC); "siendo como soy el abortivo" (BC). Esta palabra
sólo aparece aquí en el NT griego, pero se usa en la LXX (Núm. 12: 12; Job 3:
16; Ecl. 6: 3). El apóstol quiere decir que, en comparación con los otros
apóstoles no es mejor que un bebé que nace muerto. Los otros discípulos
crecieron y maduraron mientras ejercían su ministerio, pero Pablo fue
introducido súbitamente en su apostolado. También podría estar expresando su
sentimiento de indignidad de ser contado entre los discípulos debido a la forma
como había tratado antes a los que creían en Cristo (ver com. Hech. 7: 58; 8: 1,
3; 9: 1, 13, 21; 26: 10). Por medio de su incansable diligencia parecía haber
demostrado que sentía la gran obligación de compensar su falta de trato personal
con Jesús.
9. El más pequeño.
Había
sido el último de os (vers. 8), ahora afirma que es el más pequeño (cf. com.
Efe. 3: 8).
No soy digno.
Pablo reconoce la verdad de 796 que
nadie, en ningún sentido, es digno de ser llamado al servicio de Dios (ver com.
2 Cor. 3: 5).
Porque perseguí.
Parece que nunca se perdonó su
anterior fiera oposición a los creyentes cristianos, y que el recuerdo de esa
experiencia tendía a mantenerlo humilde y continuamente agradecido por la bondad
del Señor (ver Hech. 22: 4; 26: 9-11; Gál. 1: 13; 1 Tim. 1: 13). El perdón de
Dios produce en el corazón verdaderamente convertido una sensibilidad al pecado
y un sentimiento de gratitud y humildad. Esta experiencia capacita al creyente
para testificar a otros.
10. Gracia de
Dios.
Para una definición de "gracia", ver com. Rom. 3: 24. Todo lo que
Pablo había llegado a ser o que había alcanzado en el servicio del Señor, lo
atribuía a la misericordia inmerecida, al favor y el poder de Dios. Había
aprendido la lección esencial de que todas las adquisiciones humanas no tienen
valor en la obra de Dios si el alma no ha recibido esa vida espiritual
procedente de Dios que se llama "gracia". Pablo sabía que todo su celo, toda su
piedad, toda su capacidad y todo su éxito como apóstol, eran el resultado del
favor inmerecido que Dios había manifestado para con él. Por la gracia de Dios
había podido hacer más que los otros misioneros.
Soy lo que soy.
Esta frase destaca la condición espiritual de Pablo; no contiene un
egotismo jactancioso.
No ha sido en vano.
En estas palabras se
manifiesta una nota de agradecida satisfacción. Pablo estaba contento porque la
gracia de Dios no se malgastó cuando le fue conferida a él.
He trabajado
más.
Es decir, más intensamente. La consagración y el trabajo tenaz rara
vez dejan de producir un abundante fruto. Pero como lo revela la frase
siguiente, el apóstol no permitía que el orgullo echara a perder su éxito como
evangelista.
No yo.
Pablo no daba oportunidad para que nadie se
imaginara que se estaba gloriando; rendía toda la gloria a Dios. Todos los que
alcanzan verdadero éxito en la obra de Dios en la tierra, reconocerán que
cualquier bien que hayan realizado ha procedido de la gracia de Dios que los
capacita (cf. Gál. 2: 20; Fil. 2: 13; 4: 13).
11. Porque.
Pablo termina aquí la comparación entre él y
los otros apóstoles (vers. 9-10), y llega a la conclusión de que como todo
testimonio cristiano valedero recibe su poder de Dios, la identidad y la
personalidad del agente humano son relativamente de poca importancia.
Así predicamos.
¡Qué valiente afirmación en cuanto a la unidad
del testimonio apostólico! Todos los apóstoles daban el mismo testimonio en
cuanto a la resurrección de Cristo. Por lo tanto, no tenía importancia quién de
ellos había llevado el mensaje a los corintios. Este principio es de aplicación
universal, y puede ser recordado con provecho por la iglesia moderna. El
instrumento humano es nada más que un portavoz usado por el Espíritu Santo para
llevar la verdad a los hombres, y si el éxito corona sus esfuerzos, el mérito
pertenece a Dios (cf. cap. 3: 6).
Así habéis creído.
Pablo
recuerda a sus lectores de Corinto la forma en que originalmente aceptaron la
doctrina que él les comunicó, que era la de todos los apóstoles.
12. Pero.
Con este versículo da
comienzo el apóstol a sus argumentos estrechamente entrelazados en cuanto a la
resurrección. En los vers. 5-8 ha establecido la base histórica de la
resurrección presentando el testimonio de una multitud de testigos presenciales
fidedignos. Ahora pregunta cómo, teniendo en cuenta este hecho bien comprobado,
algún creyente corintio podía negar una resurrección general de los muertos.
No hay resurrección.
Es evidente que había algunos en Corinto
que negaban la posibilidad de una resurrección corporal de los muertos. En los
vers. 13-19 Pablo demuestra la naturaleza nociva de una negación tal, y
demuestra cómo esa creencia es incompatible con el hecho demostrado de que Jesús
había resucitado (ver también vers. 16).
13. Tampoco Cristo resucitó.
Si se consideraba que era
imposible la resurrección de los muertos, que era un absurdo creer en ella,
entonces debía deducirse que Cristo no había resucitado de la tumba, pues la
objeción general contra la resurrección de los muertos se aplicaría también a la
resurrección de Cristo. Por lo tanto, no es posible negar la resurrección
general sin negar implícitamente la resurrección de Jesús, tan bien comprobada.
Pablo dice que éste es el resultado inevitable de negar la resurrección, e
implica una negación del cristianismo, la eliminación de la esperanza del
cristiano de la vida eterna.
14. Vana.
Gr. kenós, "vacío", "sin contenido", 797 "carente de verdad" (cf. com.
vers. 17), una adecuada descripción de cualquier tentativa de predicar el
Evangelio sin tener en cuenta la resurrección de Jesús. Semejante predicación
sería "vacía", despojada de uno de sus hechos históricos centrales. Si Cristo no
resucitó, el testimonio cristiano es hallado falto por dos motivos: (1) Jesús
declaró repetidas veces que resucitaría de los muertos (Mat. 16: 21; 17: 22-23;
20: 17-19; etc.), y si no resucitó, fue un impostor; (2) los apóstoles basaban
su predicación en un suceso que afirmaban que había ocurrido, y de esa manera
compartían la impostura, y predicaban una esperanza que no podía cumplirse.
Predicación.
Gr. kérugma, "lo predicado". El énfasis está en el
contenido de la predicación (ver com. cap. 1: 21).
Vuestra fe.
No creer en la resurrección invalida no sólo la predicación apostólica
sino también la creencia en esa predicación. Poniendo en duda la posibilidad de
una resurrección, tales hombres estaban destruyendo todo lo que antes habían
estimado como precioso.
15. Falsos testigos
de Dios.
La deducción es que habría sido un pecado predicar que Cristo
había resucitado de entre los muertos si no hubiera sido así, pues habría sido
inicuo decir que Dios había hecho algo que no había hecho, como hubiera sido si
no hay resurrección y Cristo no hubiera resucitado. Los apóstoles habrían estado
anunciando la resurrección como un acto de Dios y afirmando que habían sido
testigos de un suceso que nunca aconteció.
Al cual no resucitó.
Pablo está considerando detenidamente la actitud del escéptico hacia la
resurrección. Su argumento se ocupa de la suposición de que los muertos no
resucitan, aunque él no apoya esa opinión. La negación de la posibilidad de una
resurrección general demuestra la imposibilidad de que Cristo haya resucitado, y
así se niega toda base para creer en Cristo.
16. No resucitan.
Esta repetición de la conclusión ya
declarada en el vers. 13 demuestra la preocupación de Pablo por la insidiosa
enseñanza que había apartado a algunos de los creyentes corintios de la verdad
en cuanto a la resurrección. Satanás trata de minar la fe en la resurrección
para que sea más fácil que los hombres acepten la primera gran mentira con la
cual negó la sentencia de muerte pronunciada por Dios para la desobediencia (ver
Gén. 2: 17; 3: 4). Si el hombre no muere realmente cuando llega a su fin esta
vida terrenal, entonces no hay necesidad de una resurrección; pero si la muerte
es una cesación de la existencia, entonces la vida posterior depende de la
resurrección (ver com. Sal. 146: 4; Ecl. 9: 5-6, 10).
17. Vana.
Gr. matáios, "inútil", "sin objeto" (cf. com.
vers. 14). Aquí se llama la atención a la falta absoluta de propósito alguno en
la fe cristiana si Cristo no resucitó de los muertos. Los fieles de Corinto eran
suficientemente fuertes para rechazar la sugestión de que su fe era "inútil" y,
por lo tanto, se sentirían aún más inclinados a creer en la resurrección.
Pecados.
En los vers. 16 y 17 Pablo repite el razonamiento que
presenta en los vers. 13 y 14, pero con una diferencia. En los vers. 13 y 14
destaca que la fe es vacía sin la resurrección de Cristo; en los vers. 16 y 17
se revela que el hombre está desesperadamente perdido sin la resurrección.
Aunque es cierto que "Cristo murió por nuestros pecados" (vers. 3), también es
cierto que fue "resucitado para nuestra justificación" " (Rom. 4: 25; cf. cap.
10: 9). Si Jesús no resucitó de los muertos, entonces fue un impostor; la fe en
él no produciría el perdón de los pecados, y el pecador quedaría para siempre
con su culpabilidad. Semejante suposición no podía ser tolerada por alguien que
hubiera experimentado el gozo de que sus pecados fueran perdonados. Además el
bautismo, que es un símbolo de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo,
perdería su significado si no hubiera resurrección, pues se da la exhortación de
que andemos "en vida nueva" así como Cristo fue resucitado de entre los muertos
(ver Rom. 6: 3-4).
18. Entonces.
Pablo presenta ahora otra consecuencia inevitable cuando se niega la
resurrección.
Los que durmieron.
Ver com. vers. 6.
En
Cristo.
Para los corintios estas palabras se referirían principalmente a
los cristianos muertos, pero en un sentido más amplio se refieren a todos los
que, desde Adán hasta el fin de la historia humana, hayan muerto creyendo que la
confesión de los pecados y la fe en la sangre expiatorio del Salvador les
asegurarían el perdón y la vida eterna.
Perecieron.
Si no hay
resurrección, los que han muerto permanecerán muertos, las perspectivas
sostenidas por el cristianismo son un cruel engaño, y todos los justos muertos
estáis condenados a permanecer inconscientes en sus tumbas. Ningún cristiano
podría aceptar tales conclusiones que destruyen una gran esperanza. Por eso el
razonamiento de Pablo destaca otra vez la importancia vital de la resurrección
en la doctrina cristiana (ver com. vers. 16).
19. Si en esta vida solamente.
La sintaxis de esta frase en
griego muestra que Pablo no destaca "en esta vida", sino el hecho de que la fe
cristiana se basa en algo más que una esperanza. De ese modo describe
vívidamente la inutilidad de un cristianismo despojado de vitalidad. El no creer
en la resurrección despoja a los hombres de la certeza concerniente a la vida
después de la muerte y los deja con una fe ineficaz para la vida actual.
Más dignos de conmiseración.
Gr. eleeinóteros, comparativo del
adjetivo eleeinós, "infeliz", "desgraciado", "miserable". Esta oración dice
literalmente "más dignos de lástima que todos los hombres somos". Debe notarse
que Pablo no está sugiriendo que la piedad y la conformidad con la voluntad
revelada de Dios en esta vida no son acompañadas por la felicidad. El creyente
tiene motivos para ser más feliz que los otros hombres; pero si la resurrección
es un engaño, entonces los cristianos merecen que se los compadezca más que
cualquier otra gente. No hay otros que hayan tenido tan elevada esperanza de
disfrutar la eternidad, por lo tanto, no hay otros que puedan experimentar una
frustración más profunda si esas esperanzas fueran destruidas si se comprobara
la falsedad de la resurrección. El apóstol usa ese razonamiento para demostrar a
los corintios que la negación de la doctrina cristiana de la resurrección
destruye la fe y es ilógica. Además, los cristianos estaban sometidos a pruebas
y persecuciones mayores que la mayoría de las otras gentes. De modo que si
después de haber sufrido por su fe quedaban decepcionados en cuanto a su
esperanza en la resurrección, su condición sería realmente digna de lástima.
De este versículo puede deducirse una poderosa demostración de la
legitimidad del cristianismo. Es concebible que haya quienes estén dispuestos a
sufrir privaciones y afanes si están seguros de una recompensa adecuada por su
sacrificio. Pero es increíble que los apóstoles trabajaran y sufrieran sabiendo
que la gloriosa esperanza que proclamaban era un engaño: ¡que Cristo no había
resucitado! Este razonamiento es tan descabellado que no puede creerse.
20. Mas ahora.
Pablo ha demostrado
históricamente la verdad de la resurrección de Cristo (vers. 5-8), y ha
destacado los efectos destructivos de negar la resurrección (vers. 13-19). Ahora
puede afirmar que ha demolido la enseñanza negativa y afirmar triunfalmente la
certeza de la resurrección de Cristo. La expresión "mas ahora" graba esta
certeza en la mente de los lectores de Pablo. Se aparta de las consideraciones
negativas de los vers. 12-19, y sin vacilar considera los resultados positivos
derivados de creer en la resurrección (vers. 20-34).
Resucitado.
Ver com. vers. 4, donde aparece la misma flexión.
Primicias.
A los antiguos israelitas se les ordenó que presentaran la primera
gavilla de la cosecha de cebada al sacerdote, quien la mecía ante el Señor como
una promesa de la cosecha completa que seguiría. Esta ceremonia debía celebrarse
el día 16 del mes de Nisán (Abib; ver com. Lev. 23: 10-11). La cena pascual se
comía el 14 de Nisán (ver com. vers. 5), y el 16 se ofrecían las primicias. La
gavilla mecida de las primicias de la cosecha era un símbolo de Cristo, las
"primicias" o promesa de la gran cosecha que seguirá cuando todos los justos
muertos sean resucitados en la segunda venida de Cristo (ver 1 Cor. 15: 23; 1
Tes. 4: 14-16). Cristo resucitó de los muertos el mismo día cuando la gavilla
mecida era presentada en el templo (ver com. Lev. 23: 14; Luc. 23: 56; 24: 1; t.
V, pp. 239-242). Así como la primera gavilla era una promesa y una seguridad de
la recolección de toda la cosecha, así también la resurrección de Cristo es una
promesa de que todos los que depositan su confianza en él serán resucitados de
los muertos.
Los que durmieron.
Mejor "los que han dormido". En
cuanto a dormir como una figura de la muerte, ver com. vers. 6. "Dormir" se
refiere aquí a los cristianos que mueren creyendo en el Señor Jesús como su
Salvador.
Es hecho.
La evidencia textual (cf. p. 10) establece
la omisión de estas palabras. (Las omiten la BJ, BC y NC.)
21. Por cuanto.
Con este versículo
Pablo da comienzo a su comparación entre el primer Adán y el segundo (vers.
21-22, 45-47 ). Su razonamiento es muy similar al de la Epístola a los Romanos
(ver com. cap. 5: 12-19).
La muerte entró.
El pecado entró en la
experiencia de la familia humana por medio de la desobediencia de un hombre, y
como resultado la muerte se convirtió en la suerte de todos (ver com. Rom. 6:
23). Si el hombre no hubiese pecado, los hombres no hubieran muerto. Sin el
pecado los hombres nunca hubieran conocido la muerte (ver com. Gén. 2: 17; PP
30, 33, 35).
Por un hombre.
O "a través de un hombre". Una
referencia a Adán (cf. vers. 22).
Resurrección.
Nótese que Pablo
aún sigue su tema de la resurrección. Como la muerte entró por causa de un
hombre pecador, era necesario que en el plan hermosamente ideado por Dios la
liberación de la muerte viniera por medio del Hombre sin pecado, Cristo Jesús.
El pecado fue introducido en la raza humana por un hombre; la eliminación de sus
efectos se haría mediante otro Hombre.
22. En Adán.
Este versículo aclara el vers. 21; también
proporciona un resumen admirable del tema del cual Pablo se ocupa más plenamente
en su Epístola a los Romanos (ver com. Rom. 5: 12-18). En cuanto a los
corintios, se conforma con señalar el contraste entre el resultado de la vida de
Adán: "todos mueren" , y el resultado de la vida de Cristo: "todos serán
vivificados".
Todos mueren.
Ver com. Rom. 5: 12. La sentencia
pronunciada sobre Adán afectó a toda la familia humana; implicó la certidumbre
de muerte para todos; y comenzó a tener consecuencias inmediatamente después de
que Adán pecó.
También.
Es decir, de la misma manera,
igualmente; pero debe tenerse en cuenta que la obra de Adán y la de Cristo no
son completamente paralelas, pues Adán fue pecador, y Cristo es Aquel que no
tuvo pecado.
En Cristo.
Es decir, mediante la fe en su muerte
expiatoria y en su resurrección vivificadora.
Todos serán vivificados.
Todos los hombres están sometidos a la muerte debido al pecado de Adán y
a su propia pecaminosidad, pero sólo los que están "en Cristo" compartirán los
beneficios eternos de la resurrección del Salvador. En este respecto, el primer
"todos" de este versículo es universal, mientras que el segundo "todos" es
necesariamente limitado. Algunos han interpretado el segundo "todos" como que
abarcara a toda la humanidad: los impíos y los justos. Que esta interpretación
no es correcta se puede deducir de las palabras "en Cristo" y haciendo una
comparación con los vers. 51-53, donde "todos" se refiere únicamente a los
creyentes.
23. Orden.
Gr. tágma ,
"lo que ha sido puesto en orden", "tropa [de soldados]". Tágma no aparece en
ninguna otra parte del NT. Este vocablo era originalmente un término militar, y
da la idea de una serie de categorías como se sugiere en este versículo. El
Cristo triunfante presidió en la mañana de la resurrección, pero será seguido
por las filas de sus santos que han estado dormidos.
Primicias.
Ver com. vers. 20. Otros como Moisés (ver com. Mat. 17: 3) y Lázaro (ver
com. Juan 11: 43) habían muerto y sido resucitados antes de que Jesús saliera
victorioso de la tumba, pero lo hicieron sólo en virtud de la resurrección de
Cristo y como una anticipación de ella (cf. DTG 489). Sin la victoria de Cristo
sobre la muerte, ninguna otra resurrección habría sido posible. En este sentido
Cristo es verdaderamente las primicias de los que resucitan.
Luego.
Gr. épeita, "de allí en adelante", "entonces", o "después", que se usa
para enumerar acontecimientos sucesivos, y por lo general sugiriendo un orden
cronológico. Se usa en los vers. 6 y 7; en el 7 también está en su forma más
corta ( éita, "después"). En el vers. 24 tiene un significado similar. La
resurrección de Cristo como las primicias está separada aquí de la resurrección
de los justos.
Los que son de Cristo.
Es decir, los que murieron
confiando en el Redentor. Este grupo incluye a todos los que fueron justificados
por la fe en los días del AT, los que creían en Cristo en el tiempo de Pablo, y
los que han creído desde entonces. Los redimidos de todos los siglos pueden ser
descritos con justicia como los que son de Cristo, pues nuestro Redentor compró
a cada uno con su propia sangre.
En su venida.
En cuanto a la
palabra venida (Gr. parousía ), ver com. Mat. 24: 3. Pablo decididamente
relaciona la resurrección de los redimidos con el regreso de Cristo. Ver com.
Juan 14: 3; 1 Cor. 15: 51-53; 1 Tes. 4: 14-16; Apoc. 20: 6.
24. Luego.
Gr. éita , "luego",
"después", "entonces" (ver com. vers. 23). Éita nunca significa "al mismo
tiempo" (cf. Mar. 4: 17, 28, donde la palabra "primero", "luego", "después" [
éita ], evidentemente se usa para indicar una secuencia cronológica). Por lo 800
tanto, no se dice que lo que sigue ocurre al mismo tiempo de la resurrección de
los justos. Éita da más bien comienzo a una nueva época que sigue después de un
intervalo.
El fin.
Podría haber dudas en cuanto a la
identificación de este "fin" si Pablo no procediera a describirlo después en el
versículo. Lo que sigue muestra que se estaba refiriendo al fin del gran
conflicto que ha causado tanto dolor en el universo. Más allá de esto no podemos
ir con seguridad, pues la Inspiración no ha dado luz específica sobre el asunto.
Cuando.
Gr. hótan, "cuando", "tan pronto como", que con
frecuencia se usa para acontecimientos de los cuales el autor está seguro, pero
cuyo tiempo no se atreve a fijar.
Entregue.
Gr. paradídomi ,
"transmitir", "entregar".
Reino.
Es difícil decidir el
significado exacto de esta palabra en este contexto, pero ayudan a interpretarla
los siguientes puntos: (1) El reino de este mundo se rebeló contra Dios; Cristo
vino para restituir el gobierno de Dios en él, y cuando esa tarea se complete,
entregará a su Padre el reino restaurado. (2) El Salvador vino a establecer "el
reino de los cielos" (ver com. Mat. 3: 2; 4: 17; Mar. 1: 15), y cuando
finalmente se concluya esa obra, él triunfalmente entregará el reino en manos de
su Padre. Todo esto está en armonía con la vida íntegra de Cristo, pues él vivió
para glorificar a Dios (Luc. 2: 49; Juan 4: 34; 6: 38; 17: 4). Cuando se lleve a
cabo esa entrega, el Padre recibirá nuevamente la completa soberanía pues habrá
sido vencida toda oposición y reinará la unidad en todo el universo (CS 736).
Cuando haya suprimido.
O "cuando haya abolido".
Dominio.
Gr. arj' , "principado", "soberanía", "gobierno". El plural arjaí, se ha
traducido como "principados" en Rom. 8: 38 (ver el comentario respectivo).
Autoridad.
Gr. exousía (ver com. Rom. 13: 1).
Potencia.
Gr. dúnamis , "poder", "dominio", "autoridad", que aquí describe a las
entidades tanto terrenales como celestiales que se han opuesto a Dios (cf. com.
Efe. 1: 21; 6: 12).
25. Preciso es que él
reine.
Es decir, es necesario, de acuerdo con el plan de Dios (ver Sal.
110: 1; Mat. 22: 43-44), que Cristo continúe reinando hasta que estén
completamente subyugados todos los enemigos de Dios. En 1 Cor. 15: 24 se ve
claramente que es Cristo quien subyuga a los adversarios. Los vers. 27 y 28
muestran que lo hace por orden del Padre.
Haya puesto.
Es decir,
el Padre (vers. 28).
Debajo de sus pies.
Esto corresponde con el
estrado de Sal. 110: 1, del cual el apóstol cita la idea.
26. Postrer enemigo.
Una
personificación de la muerte, como en el vers. 55 y en Apoc. 6: 8. En este
pasaje, en el texto griego no está el artículo definido, y el adjetivo "postrer"
ocupa el primer lugar -enfático- en la oración, destacando la finalidad de la
victoria sobre toda oposición, aun sobre el más temible enemigo del hombre: la
muerte. El fin de la muerte coincidirá con el fin del pecado. Cuando no haya más
pecado, no habrá más muerte, pues la muerte resulta del pecado (ver com. Rom. 6:
21, 23; Sant. 1: 15). Algunos afirmaban que no hay resurrección, que la muerte
es el fin de todo. El apóstol da la sorprendente respuesta de que en el plan de
Dios finalmente no habrá muerte pues ésta será destruida (ver com. Isa. 25: 8;
Nah. 1: 9; Apoc. 21: 4).
Destruido.
Gr. katargéÇ, " eliminar",
"abolir", "terminar con" (vers. 24).
27. Porque.
Los vers. 27 y 28 son explicaciones adicionales
del tema presentado en los vers. 24 y 25, y comienzan con una cita de Sal. 8: 6.
Pablo toma las palabras que fueron primeramente escritas en cuanto al dominio
del hombre sobre las obras creadas por Dios, y las aplica al dominio de Cristo
sobre todas las cosas. El primer Adán perdió su dominio y encontró la muerte; el
segundo Adán recuperó el dominio perdido y destruyó la muerte.
Las
sujetó.
Gr. hupotássÇ , "colocar debajo", "someter", "subordinar". Este
verbo se usa en los vers. 27 y 28, donde se ha traducido "someter" y "sujetar"
en diferentes versiones. Las Escrituras confiadamente dan la seguridad de que
nada, ni siquiera la muerte, está excluido de quedar completamente sometido a
Cristo (cf. Fil. 3: 21; Heb. 2: 8).
Dice.
Es decir, el Padre.
Se exceptúa.
Dios no está incluido en las cosas que se ponen
bajo los pies de Cristo. Pablo tiene cuidado de evitar cualquier sugestión que
ensalce al Hijo por sobre el Padre (ver t. V, pp. 894-896). Considera que Dios
ha delegado ciertos poderes en Cristo para el 801 cumplimiento de los planes de
ambos para vencer el pecado, pero reconoce claramente que las relaciones eternas
del Padre y el Hijo no son anuladas debido a la parte prominente que Cristo
desempeñó en el gran conflicto.
28. Pero
luego.
Gr. hótan de , "pero cuando". El vers. 27 trata del liderazgo de
Cristo en la victoria sobre el pecado; el vers. 28 se refiere a la relación
posterior del Hijo vencedor con el Padre.
Hijo.
En el plan
divino para la redención del mundo, el Padre confió todo en las manos del Hijo
(ver com. Mat. 11: 27; Col. 1: 19). Cuando se complete la misión de Cristo y
sean sometidos los enemigos de Dios, entonces el Hijo entregará "el reino al
Dios y Padre" (1 Cor. 15: 24). Este acto no implica que el Hijo sea inferior en
comparación con el Padre. Es una demostración de la unidad de propósitos entre
los miembros de la Deidad, por la cual los actos de uno se ven como el
cumplimiento de la voluntad unida de ambos (ver t. V, pp. 894-896; com. Juan 10:
30).
Para que Dios sea.
Aquí se resume el propósito supremo de
la misión de Cristo: el Hijo vivió para glorificar al Padre (ver Juan 17: 1, 4,
6). Cristo no descansará hasta que el universo reconozca la supremacía del Padre
(ver com, Efe. 4: 6; Fil. 2: 11), y nada quede fuera de la órbita del bondadoso
control de Dios.
29. De otro modo.
Pablo regresa ahora a su argumentación acerca de la resurrección.
Se bautizan por los muertos.
Este es uno de los pasajes
difíciles de los escritos de Pablo, para el cual aún no se ha encontrado una
explicación enteramente satisfactoria. Los comentadores han elaborado nada menos
que 36 diferentes posibles soluciones para los problemas que presenta este
versículo, la mayor parte de las cuales tienen poca importancia y sólo unas
pocas merecen ser consideradas. Cuando se intenta entender este pasaje, deben
tenerse en cuenta dos puntos importantes: (1) Que Pablo aún está hablando de la
resurrección, y que cualquier explicación que se presente debe estar íntimamente
relacionada con el tema principal del cap. 15. (2) Que una interpretación
razonable debe concordar con una traducción correcta de las palabras griegas
hupér tÇn nekrÇn, ("por los muertos"). Generalmente se concuerda en que hupér
("por") aquí significa "a causa de" o "en lugar de". Se sugieren, pues, tres
posibles interpretaciones:
(1) Que el pasaje debe traducirse: "¿Qué,
pues, harán quienes son bautizados? [¿Se bautizan] por los muertos? Si de
ninguna manera resucitan los muertos, ¿por qué aún son bautizados? ¿Por qué
también nosotros estamos en peligro cada momento por ellos?" Aunque esta
traducción es posible, no explica satisfactoriamente las palabras "por los
muertos".
(2) Que Pablo se está refiriendo a una costumbre pagana y por
eso los cristianos que vivían entonces eran bautizados en nombre de parientes o
amigos muertos que no habían sido bautizados, y se suponía que de esa manera se
salvaban por un acto de los vivos. Los padres de la iglesia se refieren varias
veces a esa práctica citando la costumbre de los herejes marcionitas
(Tertuliano, Contra Marción v. 10; Acerca de la resurrección de la carne 48;
Crisóstomo, Homilías sobre 1 Corintios xl.1). Además, Tertuliano se refiere a la
festividad pagana Kalendae Februariae, durante la cual los adoradores se
sometían a una purificación o lavamiento en favor de los muertos ( Contra
Marción v. 10). Marción vivió a mediados del siglo II d. C. Para este segundo
punto de vista es necesario suponer que la práctica se remonta a los días de
Pablo. Se ha objetado que es improbable que el apóstol citara una práctica
pagana o herética para apoyar una doctrina fundamental cristiana. Pero Pablo no
está apoyando de ninguna manera dicha práctica, y por lo tanto en esencia podría
estar diciendo: "Aun los paganos y los herejes afirman su fe en la esperanza de
la resurrección, y si ellos tienen esa esperanza, ¡cuanto más debiéramos
albergarla nosotros!" Jesús usó el relato del rico y Lázaro como marco de una
parábola, aunque sin apoyar su aplicación literal (ver com. Luc. 16:19).
(3) Que es posible interpretar el vers. 29 en términos de su contexto
(vers. 12-32) como otra prueba de la resurrección: (a) las palabras "de otro
modo" se refieren al tema de los vers. 12-28, y podrían parafrasearse, "pero si
no hay resurrección . . ." (b) El verbo "bautizan" se usa en sentido figurado
para significar exponerse a un peligro extremo o la muerte, como en Mat. 20: 22;
Luc. 12: 50. (c) "Los que se bautizan" se refiere a los apóstoles, que
constantemente se enfrentaban a la muerte mientras proclamaban la esperanza de
la resurrección (1 Cor. 4: 9-13; cf. Rom. 8: 36; 2 Cor. 4: 8-12). Pablo escribió
esta epístola 802 en Efeso, y debido a sus vicisitudes en esa ciudad declaró que
estuvo en peligro "a toda hora" (1 Cor. 15: 30), que había perdido "la esperanza
de conservar la vida" (2 Cor. 1: 8-10) y que moría "cada día" (1 Cor. 15: 31).
(4) "Los muertos" del vers. 29 son los cristianos muertos de los vers. 12-18 y
potencialmente todos los cristianos vivos que, según la opinión de algunos en
Corinto, no tenían esperanza después de morir (vers. 12, 19). Según esta
interpretación, el vers. 29 podría ser parafraseado de esta manera: "Pero si no
hay resurrección, ¿que harán los mensajeros del Evangelio si continuamente se
exponen a la muerte a causa de hombres que de todos modos están destinados a
perecer en la muerte?" Sería una necedad de parte de ellos (vers. 17) que
hicieran frente a la muerte, para salvar a otros "si los muertos no resucitan"
(vers. 16, 32). El constante valor de los apóstoles ante la muerte es, pues, una
evidencia excelente de su fe en la resurrección.
Que es imposible -como
algunos enseñan- que los cristianos fueran bautizados para salvar a sus
parientes o amigos fallecidos, es evidente por los muchos pasajes de las
Escrituras que declaran que un hombre debe creer personalmente en Cristo y
confesar sus pecados para poder recibir beneficio del bautismo y ser salvo
(Hech. 2: 38; 8: 36-37; cf. Eze. 18: 20-24; Juan 3: 16; 1 Juan 1: 9). Hasta los
más justos de todos los seres humanos pueden librar únicamente sus propias vidas
(Eze. 14: 14, 16; cf. Sal. 49: 7). La muerte señala la terminación del tiempo de
gracia para los humanos (ver Sal. 49: 7-9; Ecl. 9: 5-6, 10; Isa. 38: 18-19; Luc.
16: 26; Heb. 9: 27-28).
30. Peligramos.
¿Por qué debían los apóstoles arriesgar constantemente sus vidas para
predicar el arrepentimiento y la fe en Cristo si los muertos no resucitan? Los
mensajeros del Evangelio al enfrentar los peligros por tierra y mar, tienen el
único propósito de hacer conocer la verdad relacionada con el glorioso estado
futuro en el reino de Dios, y si no hay una felicidad futura que esperar
difícilmente tiene sentido que se corran tantos peligros.
31. Os aseguro.
Esta expresión es
una traducción libre de la partícula griega n' , usada para manifestar una
vigorosa afirmación, o un juramento en cuanto a la certeza de lo declarado.
Difícilmente Pablo podría haber afirmado su convicción más enérgicamente.
La gloria que de vosotros tengo.
Ver com. 1 Cor. 9: 2; cf. Rom.
15: 17.
Cada día muero.
El orden de las palabras en el texto
griego coloca esta frase al comienzo de la sentencia. Pablo está manifestando su
máximo orgullo, su gloriarse en los frutos de su ministerio evangélico, para
apoyar su razonamiento, para subrayar su enérgica afirmación en cuanto a morir
cada día. No se atribuía el mérito a sí mismo por su obra, sino que atribuía su
acción fructífera a "nuestro Señor Jesucristo". La vida del gran apóstol de los
gentiles estaba tan llena de pruebas, persecuciones, peligros y penalidades, que
podría haber parecido como una muerte en vida (ver Rom. 8: 36; com. 2 Cor. 4:
8-11). Pero si no hay resurrección de los muertos, ese diario morir parecería
ser una necedad; por lo tanto, el caso personal de Pablo fortalece una vez más
su presentación de la certidumbre de la resurrección.
La frase "cada día
muero" también podría admitir una interpretación homilética: contiene el secreto
de la vida victoriosa de Pablo. A lo largo de toda su vida de servicio fiel para
el Salvador con quien se había encontrado en el camino a Damasco, Pablo
descubría que su antigua naturaleza no regenerada luchaba reclamando
reconocimiento, y tenía que reprimirla constantemente (ver com. Rom. 8: 6-8, 13;
Efe. 4: 22). Bien sabía él que la vida del cristiano debe ser de abnegación en
cada paso del camino (ver com. Gál. 2: 20; cf. com. Mat. 16: 24-26). Los
cristianos que descubren que sus antiguos deseos aún claman por ser satisfechos
a pesar de sus buenas intenciones de servir al Señor, pueden reconfortarse
porque Pablo pasó por esta misma experiencia. La vida cristiana es una continua
lucha, bien simbolizada como una batalla y una marcha, sin lugar de descanso
hasta que Jesús venga (ver MC 358). Pero el pensamiento de la resurrección y la
vida gloriosa de la cual es el comienzo, sostiene al creyente en todas las
pruebas.
32. Como hombre.
O "si por
motivos humanos" (BJ).
Batallé... contra fieras.
Esta parece ser
una referencia figurada al episodio de la lucha de Pablo contra feroces
adversarios en Efeso (cf. Hech. 19: 23-41). Un ciudadano romano no podía ser
castigado obligándolo a luchar con fieras. En resumen él pregunta: "¿Qué gané
exponiéndome a peligros comparables con los de una lucha contra fieras y si el
mensaje de resurrección para vida eterna mediante Jesucristo no es cierto? ¿Por
qué debo yo correr tales riesgos para anunciar una falsa enseñanza? Eso no sería
sensato. Mejor habría sido dejar abandonada la gente a su suerte, sin decir nada
en absoluto". No sabemos a qué vicisitudes en Efeso se refiere Pablo. Los
adoradores paganos de la diosa Diana (Artemisa) parecían, en su furia insensata,
fieras y no seres humanos. Pero Pablo no podía estarse refiriendo a ese caso
particular, porque ocurrió después de que él escribió esta epístola (cf. 1 Cor.
16: 8-9).
Comamos y bebamos.
Una cita de Isa. 22: 13, LXX.
Hubiera sido una necedad que Pablo, o cualquier otro, soportara privaciones,
penalidades y persecuciones a fin de predicar el Evangelio de salvación del
pecado y de una futura felicidad inmortal, si los muertos no resucitaran. Bien
podría haber aprovechado al máximo esta vida disfrutando plenamente sus
placeres, sabiendo que la muerte sería el fin irrevocable. Esta parece ser sin
duda la filosofía epicúrea de muchos, especialmente al aproximarse el segundo
advenimiento de Cristo (ver Mat. 24: 38-39; 2 Tim. 3: 1-4).
33. No erréis.
O "dejad de ser
descarriados". "No os dejéis engañar" (BC).
Conversaciones.
Mejor "compañías" (BJ, BC). Este es un fragmento de una poesía de
Menandro (343-c. 280 a. C.), quizá un conocido proverbio. Puesto que todos son
grandemente influidos por aquellos con quienes se asocian, es necesario tener
gran cuidado en la elección de amigos y compañeros. Pablo exhortaba a los
creyentes a cuidarse de los argumentos suaves y engañosos de los falsos maestros
que negaban la resurrección de los muertos. Debe evitarse la compañía de tales
individuos. La relación con los que sostienen opiniones erróneas, o cuyas vidas
son impuras, tienen la tendencia a corromper la fe y la moral de los creyentes.
La relación diaria con los que no creían en la resurrección de los muertos y las
frecuentes conversaciones sobre ese tema, podrían hacer que los creyentes
perdieran su clara y positiva comprensión de la verdad. Habituarse al error
tiende a eliminar las objeciones contra él y a disminuir las precauciones
necesarias. Por eso Dios siempre ha aconsejado a los suyos que no participen de
una estrecha relación con los incrédulos (ver. Gén. 12: 1-3; Exo. 3: 9-10; Deut.
7: 1-4; Isa. 52: 11; Jer. 51: 6, 9; 2 Cor. 6: 14-17; Apoc. 18: 4)
34. Velad.
Gr. eknéfÇ, "despertar",
"volver a la sensatez". "Despertaos" (BJ); "despertad " " (BC); "desembriagaos"
" (NC). El vocablo se aplica frecuentemente a los que se despertaban después de
haberse embriagado. Aquí da la idea de eliminar el aturdimiento mental y
apartarse de la confusión y la necedad de dudar de la verdad de la resurrección.
Es una exhortación a dejar un pensamiento equivocado y volverse a lo que es
correcto, una amonestación contra el peligro de una apatía que se complace en sí
misma. Los cristianos necesitan estar constantemente alerta contra las
insidiosas infiltraciones de falsas enseñanzas.
No pequéis.
O
"no continuéis pecando"; "dejad de pecar" (BC). Estad en guardia contra el
error; no aceptéis una enseñanza que no sólo es falsa sino que tiende a inducir
a pecar. El rechazo de la creencia en la resurrección podía llevar a un completo
desprecio por toda restricción y a una complacencia propia desenfrenada. Pablo
consideraba que la negación de la doctrina de la resurrección conduciría a
consecuencias peligrosas en la conducta y forma de vida de un cristiano.
No conocen a Dios.
Entre los corintios había algunos que no
conocían a Dios como el Omnipotente; su creencia en él era sólo una teoría. Como
resultado estaban dispuestos a aceptar fácilmente la idea de que no hay
resurrección. La presencia de tales personas era una deshonra para toda la
iglesia, y no debía ser tolerada.
35. ¿Cómo?
En la mente natural surgen objeciones contra la
idea de una resurrección de los muertos. La observación enseña que después de la
muerte viene la descomposición, y al fin el cuerpo se desintegra por completo.
Por eso los que dependen de la filosofía humana bien podrían preguntar cómo
podrá reunirse el polvo esparcido para que resucite la misma persona que murió
(ver Job 34: 15; Ecl. 12: 7). Otra pregunta perturbadora es: ¿cómo se comparará
el cuerpo reconstituido con el cuerpo que se descompuso?
36. Necio.
Gr. áfrÇn , "insensato". La insinuación en las
preguntas (vers. 35) demuestra que el que pregunta habla sin reflexión ni
inteligencia.
Lo que tú siembras.
La dificultad presentada en el
vers. 35 podía resolverse con el crecimiento de un cereal, fenómeno con el cual
todos estaban familiarizados, pero que 804 no ocasionaba comentarios ni creaba
problemas a nadie. Cuando un grano de trigo es colocado en la tierra, se
descompone y muere; pero este proceso es esencial para la producción de una
nueva planta. Si esto que ocurre a diario se acepta fácilmente sin objetar nada,
¿por qué debía haber problema alguno en cuanto a la resurrección de un cuerpo
nuevo procedente del que se ha descompuesto?
37. Grano desnudo.
Es decir, una semillita sin hojas ni
tallo; así es el grano cuando se siembra. La planta que brota no es igual a la
semilla que se sembró. El cuerpo que saldrá de la tumba en la resurrección
tampoco será el mismo que fue colocado en el sepulcro. Por supuesto, habrá
semejanzas, pero también habrá diferencias. El nuevo cuerpo no está compuesto de
las mismas partículas de materia que formaban el cuerpo antiguo; sin embargo, se
conservará la identidad personal del individuo (ver Material Suplementario de
EGW, com. vers. 42-52).
38. Dios le da el
cuerpo.
El incesante milagro de la naturaleza que produce las muchísimas
y diversas clases de semillas, tiene su origen en Dios, el Autor de toda vida y
todo crecimiento. En la semillita no hay nada que sin ayuda la haga brotar y
producir vida (ver 3JT 258-260). En el cuerpo descompuesto del muerto tampoco
hay nada que de por sí produzca la resurrección. Pero Dios ha ordenado que haya
resurrección, y ese milagro sólo ocurre por su poder. En la resurrección cada
uno tendrá un cuerpo que le sea adecuado. Los justos tendrán cuerpos
glorificados, y los impíos resucitarán con cuerpos que lleven las marcas de su
condenación (ver CS 702-703, 720).
39. No .
. . es la misma carne.
Carne es el cuerpo. La naturaleza revela que hay
varias clases de carne. Si Dios ha dispuesto que haya tantas variedades de
carnes y de cuerpos en la tierra, no debe ser sorprendente que en la
resurrección dé diferentes clases de cuerpos a los hombres.
40. Celestiales.
Gr. epouránios, "
celeste", "que existe en el cielo". Los comentadores están divididos en su
interpretación de esta palabra. Algunos creen que Pablo se refiere al sol, la
luna y las estrellas, mientras que otros la aplican a los ángeles. Ambas
aplicaciones son apropiadas como ilustraciones del hecho de que todos los
cuerpos no tienen la misma forma y apariencia. Sin embargo, la referencia en el
versículo siguiente al sol, la luna y las estrellas parece apoyar la primera
interpretación. Se presentan como ejemplos dos clases de cuerpos completamente
diferentes: una del todo fuera de la tierra; la otra, dentro de la tierra.
Después de que se advierte la gran diferencia entre estas dos clases de cuerpos,
no debiera ser difícil comprender que habrá una gran diferencia entre los
cuerpos terrenales, humanos, que ahora poseemos y comprendemos, y los que
poseeremos en la resurrección,
Gloria de los celestiales.
El
esplendor, la belleza y la magnificencia de los cuerpos celestes es muy
diferente a la de los cuerpos de esta tierra. Aunque las aves, las flores, los
árboles, los minerales y los hombres tienen su propia belleza individual y sus
atractivos, difieren de las cosas del cielo. Los hombres no ponen en tela de
juicio la diferencia entre la belleza de las cosas celestiales y la de las cosas
terrenales, ¿por qué, pues, debiera haber alguna duda en cuanto a reconocer una
diferencia entre el cuerpo de un hombre, adaptado para la vida en esta tierra, y
el que se adaptará para la vida eterna?
41. Otra la gloria.
Los cuerpos celestes -el sol, la luna y
las estrellas- tienen diversos grados de esplendor y belleza. Hay estrellas de
magnitudes diferentes y aun de colores diferentes. En el vers. 40 Pablo mostró
que había una diferencia entre las diversas clases de cuerpos en los cielos y en
la tierra. Aquí afirma además que hay diferencias entre los miembros de una
misma clase, a saber, en los cuerpos celestes. Difieren no sólo de los de la
tierra sino también entre sí. De ese modo refuerza su argumento de que el cuerpo
que resucitará será diferente del cuerpo mortal. Dios ha establecido tales
variedades en la naturaleza, por eso no está limitado en su poder para
proporcionar un cuerpo nuevo y diferente a sus santos en la resurrección.
42. Se siembra en corrupción.
Pablo
vuelve a la comparación entre el reino vegetal y el hombre (vers. 37-38). Habla
de los cuerpos de los redimidos como de semillas sembradas en la tierra,
semillas que producirán una cosecha para el reino de Dios. El cementerio es
llamado a veces, acertadamente, "camposanto". La descomposición que
silenciosamente prosigue allí sin ser vista, es el preámbulo de la gloriosa
resurrección cuando termine el crudo invierno de la historia de este mundo y
comience la eterna primavera con la venida de Cristo (ver 1 Cor. 15: 52; 1 Tes.
4: 16).
Resucitará.
Pablo afirma que la resurrección de los
justos con cuerpos glorificados no sólo es posible, sino que en realidad
sucederá. Esta es una de las más reconfortantes verdades que se pueden presentar
a los que en esta vida van debilitándose debido a las enfermedades, que con
temor anticipan la tumba.
Incorrupción.
Los cuerpos resucitados
de los creyentes nunca más estarán sometidos a enfermedades, descomposición ni
muerte.
43. Se siembra en deshonra.
Un cadáver es en cierto sentido deshonroso, pues debido a su rápida
descomposición se torna desagradable y repugnante, y debe ser sepultado.
Resucitará en gloria.
Los santos resucitados se caracterizarán
por su dignidad, belleza y perfección. Sus cuerpos serán hechos semejantes al de
Cristo (Fil. 3: 20-21; CS 703).
Debilidad.
Gr. asthéneia ,
"falta de fuerza", "fragilidad", "enfermedad". No se refiere sólo a la debilidad
del cuerpo terrenal cuando está vivo, sino también a su completa impotencia
cuando ya es cadáver y a su incapacidad para resistir la corrupción. Las débiles
energías del cuerpo terrenal pronto quedan postradas ante la enfermedad, y su
vitalidad desaparece rápidamente ante la arremetida de la muerte.
Poder.
Gr. dúnamis, "vigor", "energía", "poder". El poder de Dios se
manifestará en el milagro de la resurrección. El cuerpo resucitado no
experimentará ninguna de las debilidades y falta de resistencia que afligen al
cuerpo terrenal (ver Isa. 33: 24; 40: 31; Apoc. 7: 15-16; 22: 5; CS 734).
44. Animal.
"Natural" (BJ). Gr.
psujikós, adjetivo derivado de psuj', que a menudo se traduce como "alma".
Psujikós significa pertenencia a esta vida actual; es una palabra difícil de
traducir. La traducción "natural" de la BJ contiene algún matiz de pensamiento
que no se halla en psujikós, por ejemplo, "natural" podría significar
"material", pero el contraste no es entre un cuerpo material y otro inmaterial,
aunque este último es, por definición, una contradicción, pues los santos
resucitados tendrán cuerpos reales. Pablo presenta el contraste entre el cuerpo
de esta breve vida terrenal y el cuerpo glorioso con el cual los redimidos serán
resucitados para vivir eternamente en el reino de gloria de Dios (ver 1 Cor. 15:
50, 52; Fil. 3: 21; Col. 3: 4; 1 Juan 3: 2). El cuerpo "natural", psujikós, es
el que está sometido a las limitaciones de esta existencia temporal, como el
dolor, la enfermedad, la fatiga, el hambre, la muerte, etc. Ese cuerpo es
colocado en la tumba al morir (ver Job 14: 1-2, 10-12; 21: 32-33); pero el
cuerpo espiritual estará libre de todas las señales de la maldición del pecado
(ver CS 702-703).
Hay cuerpo animal.
La evidencia textual (cf.
p. 10) establece el texto "si hay un cuerpo natural" (BJ). La siguiente oración
debe, pues, traducirse, "hay también un cuerpo espiritual" (BJ). No es muy claro
el razonamiento de Pablo. Parece basarse en la premisa de que la existencia del
inferior presupone la existencia del superior. O quizá Pablo está basando su
afirmación en la observación que ya ha hecho acerca de la certeza de la
resurrección. El cuerpo corrupto que se siembra sin duda surgirá a la vida como
un cuerpo incorruptible, así como una semilla arrojada en la tierra produce su
planta correspondiente.
45. Así también
está escrito.
La referencia es a Gén. 2: 7. Pablo parafrasea el pasaje
añadiendo las palabras "primer" y "Adán".
Alma.
Gr. psujÇ, de
donde deriva psujikós, " "animal" " (natural, BJ). Ver com. vers. 44.
Postrer Adán.
Es decir, Cristo (ver com. Rom. 5: 14). Así como
los hombres han recibido su naturaleza terrenal del primer hombre, Adán, de la
misma manera los cuerpos con que resuciten dependerán de Cristo. El primer Adán
es cabeza de la inmensa muchedumbre que tiene una existencia temporal; el
segundo, de todos los que por medio de la fe en él, en su segunda venida,
recibirán un cuerpo espiritual y entrarán en la vida eterna (ver Rom. 5: 15-18;
1 Cor. 15: 51-54).
Espíritu vivificante.
Es decir, un ser que
tiene el poder de impartir vida. Adán llegó a ser "un ser viviente", pero Cristo
es el que imparte vida. Jesús dijo que tenía poder para resucitar a los muertos
(ver Juan 5: 21, 26; 11: 25). Puso en acción ese poder en relación con esta vida
terrenal, transitoria, cuando resucitó a algunos muertos (ver Luc. 7: 14-15; 8:
54-55). Estas demostraciones de su poder vivificante pueden ser aceptadas como
una evidencia de su poder para resucitar a los muertos en su segundo
advenimiento.
46. Lo espiritual no es
primero.
Los cuerpos espirituales de los santos, cuando resuciten, son
continuación de sus cuerpos naturales (o "animales" , RVR), pues lo natural
viene primero. Los cuerpos espirituales no existen todavía, ni existirán hasta
el día de la resurrección cuando Dios dará a cada santo un cuerpo nuevo.
47. Terrenal.
Gr. joVkós, " de
tierra o polvo". Adán, el primer hombre, el que encabeza la raza humana, fue
hecho por Dios del "polvo de la tierra" (Gén. 2: 7).
El segundo hombre.
Es decir, Cristo (cf. com. vers. 45).
Que es el Señor.
La evidencia textual (cf. p. 10) tiende a confirmar la omisión de estas
palabras. (Las omiten la BJ, BC y NC.) Esta omisión no altera, en esencia, el
significado del pasaje, pues Jesús es el único que descendió del cielo para
convertirse en cabeza de la humanidad. Este "segundo hombre" ya existía antes de
relacionarse íntimamente con los hombres, pero se humilló a sí mismo y ocultó su
divinidad con humanidad (ver Gál. 4: 4; DTG 32-33) cuando vino a vivir entre los
hombres.
48. Cual el terrenal.
Es
decir, Adán. Todos los descendientes de Adán participan de su naturaleza caída;
son frágiles, mortales, sujetos como él a corrupción y muerte.
Celestial.
En la resurrección, los cuerpos de los santos serán
transformados, y los nuevos cuerpos serán semejantes "al cuerpo de la gloria
suya [de Cristo]" (Fil. 3: 20-21).
50. Esto
digo.
Pablo vuelve a destacar lo que ha presentado en los vers. 35-49:
que los cuerpos de los resucitados serán diferentes de los actuales. El cuerpo
corruptible del hombre es inadecuado para disfrutar del perfecto reino de
gloria. Antes de la entrada del pecado en la raza humana, el cuerpo del hombre
estaba adaptado a las condiciones que reinaban en un mundo perfecto (ver Gén. 1:
31). Todo lo que Dios había creado era perfecto, por lo tanto, los cuerpos de
Adán y Eva también eran perfectos -libres de corrupción- y adecuados para su
ambiente perfecto. Cuando el hombre pecó, su naturaleza fue cambiada. Por lo
tanto, antes de que participe de la bienaventuranza del Edén restaurado, su
cuerpo será cambiado y adaptado para la perfección del cielo.
Algunos
creen que este texto enseña que los cuerpos de los resucitados no estarán
compuestos de carne y sangre, pero una conclusión tal no tiene fundamento. La
carne y la sangre es una expresión figurada para referirse a una persona de esta
tierra (ver Mat. 16: 17; Gál. 1: 16; Efe. 6: 12); por lo tanto no debe reducirse
a un significado literal. Pablo está sencillamente afirmando que el cuerpo
actual del hombre es inadecuado para entrar en el reino de Dios. Que los cuerpos
de los resucitados tendrán carne y sangre puede deducirse razonablemente por el
hecho de que nuestros cuerpos serán semejantes al cuerpo glorioso de Cristo en
su resurrección (Fil. 3: 20-21), que era de "carne" y "huesos" (Luc. 24: 39; cf.
DTG 744). Es además razonable deducir que los cuerpos de los santos resucitados
no serán muy diferentes del cuerpo que tuvo Adán cuando fue creado al principio
(Gén. 2: 7). Si el hombre no hubiese pecado, sin duda hubiera retenido para
siempre ese cuerpo.
51. Misterio.
Ver com. Rom. 11: 25.
No todos dormiremos.
Dormir es una
figura de lenguaje para referirse a la muerte, ver com. Juan 11: 11. Pablo llama
la atención al hecho de que hay algunos que no morirán, sino que serán
transformados de su estado físico imperfecto al estado celestial perfecto. Este
cambio instantáneo los hará semejantes a los santos resucitados (CS 368-369; SR
411-412).
Todos seremos transformados.
"Todos" incluye a los que
estén vivos cuando Jesús venga y también a los que hayan muerto. Los cuerpos de
los primeros pasarán instantáneamente de la mortalidad a la inmortalidad; los de
los segundos serán resucitados en estado inmortal (cf. com. 2 Cor. 5: 1-4).
52. En un momento.
Gr. en atóm', en
un punto de tiempo indivisible. "En un instante" (BJ, BC, NC). Atomos sólo
aparece aquí en el NT. De esta palabra deriva "átomo". La frase en un abrir y
cerrar de ojos indica también la extrema rapidez con que se efectuará la
transformación en los cuerpos de los santos que estén vivos.
A la final
trompeta.
Después se indica el tiempo cuando se efectuará esta gloriosa
transformación: será en la segunda venida de Cristo, pues será entonces cuando
sonará la "trompeta de Dios" y los fieles creyentes que murieron serán
resucitados con cuerpos enteramente libres de todos los efectos del pecado (Col.
3: 4; ver com. 1 Tes. 4: 16). Los cristianos que estén vivos y esperen
anhelosamente la venida de su Señor, experimentarán entonces una transformación
maravillosa, y todo rastro de incorrupción e imperfección será eliminado de sus
cuerpos, que serán hechos semejantes al glorioso cuerpo de Cristo (ver Fil. 3:
20-21; 1 Juan 3: 2). Pasarán por la maravillosa experiencia de ser llevados de
la tierra al cielo sin morir, como Elías, que fue un símbolo de todos los
verdaderos creyentes que estén vivos cuando Cristo vuelva (ver 2 Rey. 2: 11; PR
169).
53. Es necesario que esto
corruptible.
Es esencial que ocurra un cambio en los cuerpos de los
santos; y esto sucederá si son resucitados como cuerpos inmortales e
incorruptibles (vers. 42), o si son transformados sin ver la muerte, pues no
pueden entrar en el cielo como son ahora (vers. 50).
Se vista.
Gr. endúÇ, " vestirse" como con una ropa, etc. "Se revista" (BJ, BC,
NC). Esto muestra claramente que se mantendrá la identidad individual y personal
cuando ocurra esta transformación del cuerpo. Cada uno de los redimidos retendrá
su propio carácter individual (ver PVGM 267, 295-296; 1JT 242; 2JT 70-71;
Material Suplementario de EGW, com. 1 Cor. 15: 42-52).
Mortal.
Es decir, sometido a la muerte. El don de la inmortalidad será recibido
solamente por los que acepten la salvación que Dios ofrece mediante Jesucristo,
y este don será suyo cuando Jesús venga otra vez (ver Juan 3: 16; Rom. 2: 7; 6:
23; 2 Cor. 5: 4).
54. Sorbida es la muerte.
La cita es sin duda de Isa. 25: 8, aunque no concuerda exactamente ni
con el texto hebreo ni con la LXX. En la segunda venida de Cristo, cuando tenga
lugar la asombrosa transformación de lo mortal a lo inmortal, tanto en los
justos muertos como en los que estén vivos, entonces Satanás, el gran enemigo
del hombre, no hostigará más a los redimidos. El último pensamiento que ocupó la
mente de los santos cuando les sobrevino la muerte fue la proximidad del sueño;
su última sensación fue el dolor de la muerte. Cuando vean que Cristo ha venido
y les ha conferido el don de la inmortalidad, su primera sensación será la de un
inefable regocijo porque nunca más sucumbirán ante el poder de la muerte (ver CS
606).
55. Oh muerte.
Alusión a Ose.
13: 14 (ver el comentario respectivo). En este clamor alegre y victorioso, tanto
la muerte como el sepulcro son personificados, se les dirige la palabra. Esto
quizá lo hagan todos los santos triunfantes, que serán liberados para siempre de
la amenaza del sufrimiento y la separación que ocasiona la muerte. El predominio
que siempre ha mantenido este enemigo sobre todos los hombres desde la caída de
Adán, será eliminado para siempre de los redimidos en la segunda venida de
Cristo.
Aguijón.
Gr. kéntron, "púa", "punta", "aguda",
"aguijón".
56. Aguijón de la muerte.
Este aguijón se define como "pecado". La muerte, como el escorpión,
tiene un aguijón, un poder fatal que ha recibido por medio del pecado, la causa
de la muerte (ver Rom. 6: 23). Pero los redimidos nunca más cometerán pecado,
por lo tanto, no podrán sentir otra vez el aguijón de la muerte (ver Nah. 1: 9;
Isa. 11: 9; Apoc. 21: 4).
La ley.
Ver com. Rom. 7: 7-11.
57. Gracias sean dadas a Dios.
Este
versículo presenta el tema o propósito de todos los libros de la Biblia: mostrar
que para que el hombre recupere el favor de Dios y vuelva a su condición
original de perfección y libertad de todos los efectos del pecado, fue necesario
el portentoso poder de Dios que actúa mediante nuestro Señor Jesucristo (ver Ed
121-122; cf. Rom. 7: 25). Por este triunfo sobre el poder del adversario, los
redimidos alabarán y glorificarán a Dios durante toda la eternidad (ver Apoc. 5:
11-13; 15: 3-4; 19: 5-6).
58. Así que.
En vista de la gloriosa verdad que ha sido revelada acerca de la
resurrección, se exhorta a los creyentes a resistir cada esfuerzo que pueda ser
hecho por los instrumentos de Satanás para minar su fe en Cristo.
Hermanos míos amados.
Pablo demostraba en su vida la verdad de
que los discípulos de Jesús se aman unos a otros (ver Juan 13: 34-35). Este amor
se manifiesta en su disposición para sufrir el uno por el otro (ver Gál. 4: 19;
Col. 1: 24; 2: 1-2; 1 Tes. 2: 8-9; 3: 7-8).
Firmes y constantes.
Se aconseja a los creyentes a que permanezcan firmes en su fe sin
permitir que nada los perturbe. Esta exhortación a mantener una estabilidad
inconmovible se refuerza mediante la grandiosa verdad de la resurrección tan
hábilmente presentada por el apóstol en este capítulo. Teniendo en cuenta una
seguridad tan maravillosa para el futuro, los creyentes no deben dejarse influir
por las múltiples tentaciones del diablo, ya sea para complacer la carne o
apartarse de los evidentes hechos del Evangelio debido a la influencia de
filosofías mundanas. No se debe permitir que ninguna 808 persona o cosa remueva
al creyente del fundamento de su fe y esperanza.
Creciendo.
El
gran incentivo para una actividad continua en la causa de la verdad, es la
positiva seguridad de que tales esfuerzos no serán en el Señor. . . en vano,
sino resultarán en la salvación de almas y en la magnificación de la gloria de
Dios (ver Sal. 126: 6; Ecl. 11: 6; Isa. 55: 11; 1 Cor. 3: 8-9).
CBA T6
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