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CBA Levítico Capítulo 27

CBA Levítico Capítulo 27
2. Especial voto a Jehová.

Un voto es una promesa solemne hecha a Dios de realizar algún servicio para él, de ofrecer un presente o de efectuar algún sacrificio. En tiempos del AT los votos se hacían a menudo cuando los hombres estaban en angustia o peligro, o deseaban recibir un favor de parte de Dios. Hacían el voto a condición de que Dios les diera lo solicitado. Así Jacob prometió que si Dios lo bendecía, lo hacía prosperar y lo llevaba de vuelta a su tierra, serviría a Jehová (Gén. 28: 20-22). David hizo un voto incondicional (Sal. 132: 2-5).

El voto ideal nace del corazón rebosante de amor hacia Dios y poseído del sincero deseo de hacer algo por él, sin pensar en la recompensa. Este es el espíritu que llevó a los hombres de la antigüedad a ofrecer holocaustos a Dios. Los votos eran enteramente voluntarios. Dios no los exigía. "Cuando te abstengas de prometer, no habrá en ti pecado"; pero si un hombre hacía un voto, Dios esperaba que lo cumpliese (Deut. 23: 21-23).

A veces los hombres, bajo la presión de las circunstancias, hacen votos que, al reflexionar bien, saben que no pueden cumplir. Es a esto a lo que se refiere el sabio cuando dice: " "Lazo es al hombre hacer apresuradamente voto de consagración, y después de hacerlo, reflexionar" " (Prov. 20: 25). Se podría interpretar que esto significa que es necedad hacer un voto en forma apresurada y luego lamentar haberlo hecho. Antes de hacer el voto, la persona debería haber reflexionado en cuanto a la conveniencia de hacerlo. Encontramos un ejemplo de esto en el voto de los judíos que habían jurado no comer ni beber "hasta que hubiesen dado muerte a Pablo" (Hech. 23: 12). El voto de David de que ni entraría a su casa ni dormiría hasta haber encontrado lugar para la casa de Dios parece también un tanto apresurado (Sal. 132: 2-5). El voto de Jefté fue hecho apresuradamente (Juec. 11: 34-40).

Dios sabía que los hombres harían votos que no serían capaces de realizar. No deseaba desalentar a los hombres de que hiciesen votos, ni deseaba librarlos de cumplir los votos ya hechos. Por lo tanto proporcionó una salida por la cual pudiesen anular la obligación. Este capítulo trata de la redención de los votos.

De acuerdo con este plan, un voto podía redimiese mediante el pago de dinero, según una escala preestablecida. Si en el voto estaba implicado un animal de sacrificio, no podía pagarse el valor del animal, sino que éste debía ser ofrecido sobre el altar. Pero todos los otros votos podían "redimirse".

Un hombre podía consagrarse a sí mismo o a cualquier persona o cosa sobre la cual tuviera jurisdicción: esposa, hijos, siervos adquiridos, animales, casas, campos. Si el santuario no podía recibir el presente -lo que ocurría en muchos casos -, el hombre podía de todos modos cumplir su promesa pagando el precio de la redención.

3. Lo estimarás.

La suma a pagarse por la redención de una persona había sido establecida por Dios, y se ajustaba a una escala graduada basada en el sexo y la edad de la persona a redimiese. Para un varón este precio era de 5 siclos por un niño de hasta 5 años; 20 siclos, hasta los 20 años; 50 siclos hasta los 60 años; y por encima de esa edad, 15 siclos. Para la mujer, el precio era aproximadamente la mitad de estos valores. Sin embargo, si la persona era pobre, no era necesario atenerse estrictamente a esta escala, porque el precio de la redención podía ser computado por el sacerdote de acuerdo con la capacidad pecuniaria de la persona. Debe notarse que aunque existía diferencia en los precios de redención, esa diferencia se debía a la edad y no a la categoría. El sumo sacerdote no era estimado de más precio que el jornalero común.

9. Y si fuere animal.

Cuando se prometía o dedicaba un animal limpio, éste se tornaba "santo" y no podía ser trocado ni redimido. Debía ser sacrificado. El que lo había prometido podría desear cambiarlo por un animal mejor, o acaso por uno peor. Ninguno de los dos trueques podía hacerse. Si se descubría esta permuta, los dos animales eran considerados "santos" y ambos debían ser sacrificados.

14. Dedicare su casa.

Cuando un hombre dedicaba una casa, el sacerdote la avaluaba, y ese precio debía permanecer. No podía cambiarse, ni se admitía regateo. El hombre podía redimirla al precio fijado, más la quinta parte, y entonces sería "suya" (vers. 15).

16. La tierra de su posesión.

Si un hombre dedicaba un campo, debía ser avaluado de acuerdo con la cantidad de semilla necesaria para sembrarlo. En el precio así convenido debía tomarse en cuenta el año del jubileo (vers. 17), porque entonces volvería al dueño.

20. La tierra se vendiere.

El significado de esta declaración no es claro y se ha intentado darle diferentes interpretaciones. Es probable que signifique que ya había vendido la tierra a otro hombre antes de dedicarla, y que aunque ya no tenía ningún derecho de dedicarla, quería recibir crédito por aquello de que no podía disponer. Si éste fuese el sentido del versículo, tal hombre habría hecho en principio lo que hicieron Ananías y Safira al pretender dar cierta suma, sin haberío hecho en realidad.

22. La tierra que él compró.

Si una persona le compraba un terreno a su dueño, sólo podía dedicarlo hasta el año del jubileo, puesto que entonces volvía a su dueño original.

26. El primogénito de los animales.

Los primogénitos de todos los animales pertenecían a Dios, y nadie podía darle a Dios lo que ya era suyo. Ellos ya le pertenecían (Exo. 13: 2, 12; 22: 30). Sin embargo, podía redimirse un animal inmundo. Si no se rescataba el animal, debía ser vendido.

28. Ninguna cosa consagrada.

La palabra hebrea aquí traducida "cosa consagrada" indica un voto mucho más solemne que lo que indica la frase castellana. Significa un voto que no puede quebrantarse ni redimiese y que debe ser observado bajo pena de severo castigo, aun de maldiciones e imprecaciones. Este fue el tipo de voto que formularon los hombres que estaban decididos a matar a Pablo: "Se juramentaron bajo maldición" (Hech. 23: 12). Una cosa consagrada no podía ser redimida. Si se la ofrecía al Señor, no podía hacerse ningún cambio ni sustitución.

30. El diezmo de la tierra.

Puesto que ya pertenecía a Dios, el diezmo no podía ser dedicado. El diezmo del grano podía ser rescatado, pero no así el del ganado (vers. 33).

31. Quisiere rescatar algo del diezmo.

Ha surgido la pregunta si será legítimo retener el diezmo si más tarde se lo aumenta con la quinta parte adicional. Esta pregunta revela una comprensión errónea de las palabras de la Escritura. No era el hecho de retener el diezmo lo que demandaba que se añadiera la quinta parte. Se trataba de pagar el diezmo en especie, ya fuese trigo, cebada o algún otro producto. Podría darse el caso de que la persona necesitase el trigo para sembrarlo, prefiriendo, entonces, pagar en dinero y no en trigo. En estas condiciones podía rescatar el diezmo si hacía avaluar el trigo y luego pagaba esa suma más la quinta parte. Nunca se 833 contempló la posibilidad de retener el diezmo. Como ya se hiciera notar, solamente podían redimirse de esta manera los granos y los productos de la tierra. El ganado no podía rescatarse ni cambiarse.

32. Todo lo que pasa bajo la vara.

Los escritores rabínicos dan la siguiente explicación: cuando una persona tenía que dar a Dios el diezmo de sus ovejas o de sus terneros, encerraba todo el rebaño en un corral en el cual había una salida angosta, sólo capaz de permitir salir a los animales uno por uno. El dueño que estaba por dar el diezmo al Señor se ubicaba junto a esa salida teniendo en la mano una vara mojada en bermellón u ocre rojo. Las madres de estos corderos o terneros estaban fuera del recinto. Cuando se abría la puerta, los animalitos corrían en busca de sus madres. Al pasar los animales por la puerta, el dueño dejaba pasar nueve y tocaba al décimo con su vara, dejándole una marca de color. No importaba que el animal fuese de calidad inferior o flaco, perfecto o defectuoso, era recibido como legítimo diezmo.

34. Estos son los mandamientos.

Con estas palabras termina el libro de Levítico, presentando a Dios como la autoridad que respalda su contenido.

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