1. Cuando él hubo acabado.
El relato continúa sin interrupción. Habiendo prometido Saúl atrayentes recompensas al que matara a Goliat (cap. 17: 25), hizo llamar entonces a David y preguntó quién era. Si insertamos el pasaje del cap. 16: 14-23 entre los vers. 9 y 10 del cap. 18 como lo hacen algunos eruditos, la primera relación de Saúl con David habría sido en el frente de batalla y la irritación de Saúl se habría producido por la adulación que el populacho prodigó a David (vers. 6, y 7). Sin embargo, si el relato sigue un orden cronológico, la pregunta de Saúl (cap. 17: 55) podría explicarse suponiendo que había prestado tan poca atención al humilde músico de la lira durante sus períodos de retraimiento que no sabía quién era David, y en ese caso el pasaje del cap. 16: 21 se consideraría como que menciona algo que sucedió después. Esto último parece preferible (ver com. cap. 16: 21). Sea como fuere, puesto que David era tanto un héroe militar como un inspirado músico, no es de extrañarse que Saúl no le permitiera "volver a casa de su padre" (cap. 18: 2). Ver también com. cap. 17: 15.
El alma de Jonatán.
La tierna amistad entre David y Jonatán es el ejemplo clásico de almas afines que se reconocen mutuamente ideales comunes y se regocijan con su relación. Jonatán ya había expresado desconformidad por el proceder de su padre y por su conducta (cap. 14 : 29). Para él, las humildes y espirituales respuestas de David a las preguntas de Saúl -en las que daba toda la gloria a Dios por las proezas del pasado- fueron como agua refrigerante para un viajero cansado y sediento. Para Jonatán, el héroe de Micmas, deben haber existido tristes horas de desengaño y frustación debido a la falta de discernimiento espiritual de su padre. No se daba cuenta Jonatán de que -en forma del todo desconocida para él- la misma fe en Dios y la entrega a su conducción estaban amoldando otra vida a unos pocos kilómetros hacia el sur.
2. Saúl le tomó.
David se convirtió en cortesano de Saúl, unido en forma estable a la casa real. El relato del pasaje del cap. 16: 14-23 dificilmente podría seguir a esta acción de Saúl (ver com. cap. 18: 1).
3. Pacto.
Quizá hecho con posterioridad y registrado aquí a manera de introducción para el relato de la amistad de David y Jonatán. El pacto de amistad debe haber sido el resultado de innumerables conversaciones, de expediciones llevadas a cabo juntos, de un afecto maduro. En la hermosa amistad de estos dos espíritus consagrados y ardientes tenemos el privilegio de contemplar algo de los sentimientos de Cristo cuando un día contemple en la vida de sus redimidos la misma visión espiritual, la misma humildad de alma, la misma tranquilidad de espíritu, la misma obediencia a los eternos principios de la verdad que reinaron en su corazón divino mientras estuvo aquí en la tierra. Así, pese a la intensa aflicción de su alma, quedará satisfecho (Isa. 53: 11). De gran gozo será el cielo para las almas afines, con una eternidad de compañerismo por delante.
4. Jonatán se quitó el manto.
Su amor por David fue tan grande, que estuvo preparado para decir, como lo haría Juan el Bautista siglos más tarde: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (Juan 3: 30). Contemplaba en David lo que una vez soñó que él mismo podría haber llegado a ser. Todos los rasgos loables de los dos caracteres fueron aglutinados por un verdadero afecto, y Jonatán comprendió que la felicidad consiste en amar antes que en ser amado. Cristo nos amó de tal manera que voluntariamente se despojó de todas sus prerrogativas divinas (Fil. 2: 6-8) a fin de que pudiera iluminar "a todo hombre" (Juan 1: 9).
5. Salia David a dondequiera.
A semejanza de Moisés en la corte de Faraón, David recibió una preparación en asuntos administrativos que iba a serle útil en años venideros. Fue colocado en un puesto desde el cual podía ver la vida en todos sus aspectos, y Dios le dio perspicacia espiritual para que pudiera distinguir entre lo correcto y lo erróneo. A semejanza de Daniel, David mantuvo su integridad en un ambiente que no había escogido, ni temió la contaminación. Dios no vacila en colocar a sus siervos en la misma vorágine del egoísmo humano, sabiendo que mientras más oscura sea la noche, más brillante será la luz que irradien. David, que había sido un respetuoso hijo en la casa de su padre, Isaí, demostró su idoneidad como fiel embajador del rey.
Lo puso Saúl sobre.
Saúl cumplió su promesa de honrar al hombre que estuvo dispuesto a aceptar el desafío que habían declinado sus propios soldados. Aunque era poco más que un joven, David se comportó con tan loable discreción que todos lo aceptaban facilmente. Eran obvios sus excelentes rasgos de carácter. Esto no significa que reemplazó a Abner que había sido -y seguía siendo- capitán de las fuerzas armadas.
8. No le falta más que el reino.
No se da un intervalo entre el anuncio de la elección por Dios de otro hombre "mejor que tú" " (cap. 15: 28) como rey, y esta experiencia de David en la corte real. Aunque es probable que hubieran pasado varios años, con seguridad Saúl estaba a la expectativa de indicios que le mostraran al hombre que debía ser su sucesor (ver vers. 9). Acababa de demostrar su debilidad ante los filisteos, y si no hubiese sido por la hazaña de este joven pastor, podría haber perdido su propia vida. Sin embargo, le molestaba el pensamiento de que ese muchacho a quien había honrado colocando cerca de sí podría estar arrebatándole el afecto del pueblo y también del ejército. ¿Qué clase de gratitud era ésa? El tiempo no había aliviado el escozor del reproche profético (ver cap. 15: 23). Otra vez Saúl expresó sentimientos de descontento y malas suposiciones, hasta que por fin se trastornó su mente celosa.
10. Un espíritu malo.
Ver com. cap. 16: 15, 16. Aunque Dios permite que llegue la tentación, nunca tienta al hombre para que peque (Sant. 1: 13; cf. 1 Cor. 10: 13).
Desvariaba.
"Delirada" (BJ). "Mostrábase en su casa con trasportes de profeta" (RVA). La forma verbal que aquí se emplea, aunque con frecuencia se usa para una profecía verdadera, puede también referirse a los susurros de los falsos profetas. El frenesí arrebatado de Saúl se debía a un espíritu de pasión violenta, quizá unido con la esperanza de impresionar a sus cortesanos con su santidad.
David tocaba.
¡Qué contraste entre estos dos hombres! Movido por una furia celosa, Saúl tomaba su lanza con el propósito deliberado de matar a David. Este probablemente sentía el peligro, y comprendiendo la causa de la pasión de Saúl se aferraba de su arpa con la cual procuraba aliviar la tensión mental del rey.
12. Saúl estaba temeroso.
La razón de Saúl para temer a David era su convicción de que Dios se había apartado de él para favorecer a David. Pero, ¿se había apartado deliberadamente el Señor de Saúl o fue éste quien renegó de su Padre celestial? Debido a que Dios ha dotado al hombre de la facultad de la libre elección, él no lo restringe por la fuerza si rechaza su consejo. Adán renegó de Dios cuando se rindió a las sugestiones del adversario. ¿Lo abandonó Dios? Pablo deliberadamente persiguió a la iglesia de Cristo. ¿Lo abandonó Dios? Si fue así, ¿cómo pudo afirmar Pablo más tarde que " "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero" " ? (1 Tim. 1: 15).
Mediante el ministerio de David, el Señor estaba llamando al corazón endurecido de Saúl, invitándolo a volver y a darse cuenta del poder curador de Dios en favor de él. Aunque Saúl irreversiblemente se había descalificado como rey, todavía podía encontrar salvación como individuo (ver com. cap. 15: 23, 35).
13. Saúl lo alejó de sí.
Desde su propio punto de vista egoísta, uno de los grandes errores de la vida de Saúl fue cuando apartó a David de su corte y lo "hizo jefe de mil". Nunca más la melodía de la música de David calmaría la aflicción de Saúl. Ningún otro podía sostener la mano del rey delante del público como lo había hecho David, yendo "dondequiera que Saúl le enviaba" (vers. 5). Obsesionado por el deseo de matar a David, Saúl realizó precisamente lo que hizo más difícil que se humillara y se volviera a su Padre celestial.
14. Se conducía prudentemente.
"Ejecutaba con éxito" (BJ) como lo dice implícitamente la forma verbal hebrea. Las faltas cometidas por los hombres que están en el poder al tratar a sus subordinados, fácilmente pueden ser usadas por estos mismos como peldaños para el éxito si proceden con sabiduría. David aceptó su descenso de categoría -pues así parece que fue- con toda humildad, y en su nueva función ganó la admiración de todo Israel. No hubo recriminaciones ni se compadeció de sí mismo debido al injusto trato. David se mantuvo alegre y espiritual como siempre había sido. Siendo muy amado por el Señor, a pesar de la ira del rey, estaba recibiendo precisamente la preparación que necesitaba antes de entrar en el desempeño de las responsabilidades del liderazgo. Dios adapta la disciplina de la vida a las necesidades peculiares de cada individuo que se propone ser fiel al deber.
16. Salía y entraba.
Los deberes asignados a David eran de tal naturaleza como para mantenerlo constantemente a la vista del público.
17. Me seas hombre valiente.
Aquí resaltan en agudo contraste dos personalidades diferentes: la astuta duplicidad de Saúl contra la sencillez y la recta conducta de David. Saúl no sólo estaba turbado por su conciencia, sino que secretamente también temía al pueblo, el cual amaba a David y le expresaba su lealtad en voz alta. Celoso por cada palabra de alabanza que se pronunciaba en favor del joven, Saúl recurrió a la duplicidad -el recurso favorito de los egoístas-, la adulación manifiesta y la maquinación secreta. Parece que al principio David no se dio cuenta de las trampas que se le habían tendido. Aceptó tanto la promoción como el descenso de categoría con el mismo espíritu de la humildad dispuesta a cooperar. Siendo de corazón puro delante de Dios, sólo se preocupaba por el desempeño eficiente de cada tarea que se le asignaba, y se mantuvo sereno ante el peligro personal.
No será mi mano.
Saúl no estaba listo todavía para quitarle la vida a David directamente. Esperaba realizar su propósito indirectamente, a fin de evitar la mala voluntad del pueblo.
18. ¿Quién soy yo?
Merab, la hija mayor de Saúl -el nombre de ella significa "aumento", "multiplicación" (ver Isa. 9: 6, 7)- evidentemente había sido prometida a David como parte de la recompensa por matar a Goliat (1 Sam. 17: 25), o con la esperanza de persuadirlo para que aceptara correr el riesgo de otros ataques contra los filisteos. La vacilación de David en casarse con Merab puede haberse debido a que no estaba en condiciones para dar la dote requerida.
19. Fue dada.
Al principio, provocado por el rechazo de David, Saúl no pudo ocultar su creciente antipatía por el recién nombrado capitán. Entonces dio Merab a Adriel, que significa "mi ayuda es Dios", suponiendo que la palabra sea aramea.
Meholatita.
Abel-mehola, el lugar de nacimiento de Eliseo, era un pueblo que no estaba lejos de Bet-seán (1 Rey. 4: 12; 19: 16), quizá al este del Jordán en Tell el Maqlub , lugar anteriormente identificado con Jabes de Galaad (ver com. Juec. 7: 22). La duplicidad de Saúl debiera haber abierto los ojos de David, pero como todavía él consideraba que otros eran sinceros como él lo era, se sometió humildemente a que Saúl anulara el primer convenio matrimonial.
21. Le sea por lazo.
Saúl urdió una trama para que, mediante su hija Mical, tuviera todavía una oportunidad para llevar a cabo su nefasto plan de destruir a David. Iba a pedir una dote de tal naturaleza, que con toda probabilidad realizara su propósito en una forma aun mejor que la que hubiera sido posible si le hubiese dado a Merab. Saúl quedó muy complacido, pero tenía que proceder con mucha cautela pues David no debía saber que Mical estaba enamorada de él.
Por segunda vez.
Se refiere a que ésta era la segunda proposición hecha a David.
22. Mandó Saúl a sus siervos.
Saúl deliberadamente no le había dado a Merab por esposa, pero en forma solapada hizo que llegara información al joven de que todavía lo quería como yerno. Tendió un lazo a David por medio de una campaña de chismes propagados en la corte. Los siervos mismos probablemente no se daban cuenta de la parte que inconscientemente desempeñaban en el drama.
23. Siendo yo un hombre pobre.
Quizá David expresó su perplejidad por la duplicidad de Saúl. Sin embargo, no estaba amargado pensando tal vez que la decisión de Saúl se debía a que él era pobre.
25. No desea la dote.
El interés de David había sido despertado con tanto tacto como para que no tuviera ninguna sospecha. Es un hecho que la idea le cayó muy bien. De ese modo, al mismo tiempo podía vengar a Israel de un enemigo ya antiguo y ganar la mano de una joven que quizá le parecía aun más adecuada para él que su hermana mayor, pero que quizá no podía casarse antes que la primogénita (ver Gén. 29: 26). Puesto que los padres eran quienes arreglaban los casamientos, David no advirtió nada malo en las intenciones de Saúl.
Cien prepucios.
En relieves egipcios se ven montones de prepucios cortados de enemigos caídos, presentados ante el rey y contados en su presencia como una evidencia de victoria. La propuesta de Saúl estaba, pues, de acuerdo con las costumbres paganas de la época.
26. Antes que el plazo se cumpliese.
Esta cláusula pertenece al vers. 27.
27. Doscientos hombres.
Cien era el número estipulado por Saúl. El rey había divulgado tanto este asunto, que se vio obligado a cumplir con su propio convenio. Así Dios otra vez llamó la atención de Saúl hacia el hombre a quien el Altísimo quería honrar.
29. Enemigo de David.
La molestia que le provocó el fracaso de su perverso plan intensificó el odio que Saúl sentía por David. Pero en vez de entregarse a Dios, Saúl se afligía por su orgullo herido. El prestigio de David era mayor que nunca. Ahora bien, enteramente poseído por un mal espíritu, la entenebrecida y cavilosa mente de Saúl buscó con afán la forma de tender una nueva trampa a su enemigo, que ahora era su yerno.
El relato continúa sin interrupción. Habiendo prometido Saúl atrayentes recompensas al que matara a Goliat (cap. 17: 25), hizo llamar entonces a David y preguntó quién era. Si insertamos el pasaje del cap. 16: 14-23 entre los vers. 9 y 10 del cap. 18 como lo hacen algunos eruditos, la primera relación de Saúl con David habría sido en el frente de batalla y la irritación de Saúl se habría producido por la adulación que el populacho prodigó a David (vers. 6, y 7). Sin embargo, si el relato sigue un orden cronológico, la pregunta de Saúl (cap. 17: 55) podría explicarse suponiendo que había prestado tan poca atención al humilde músico de la lira durante sus períodos de retraimiento que no sabía quién era David, y en ese caso el pasaje del cap. 16: 21 se consideraría como que menciona algo que sucedió después. Esto último parece preferible (ver com. cap. 16: 21). Sea como fuere, puesto que David era tanto un héroe militar como un inspirado músico, no es de extrañarse que Saúl no le permitiera "volver a casa de su padre" (cap. 18: 2). Ver también com. cap. 17: 15.
El alma de Jonatán.
La tierna amistad entre David y Jonatán es el ejemplo clásico de almas afines que se reconocen mutuamente ideales comunes y se regocijan con su relación. Jonatán ya había expresado desconformidad por el proceder de su padre y por su conducta (cap. 14 : 29). Para él, las humildes y espirituales respuestas de David a las preguntas de Saúl -en las que daba toda la gloria a Dios por las proezas del pasado- fueron como agua refrigerante para un viajero cansado y sediento. Para Jonatán, el héroe de Micmas, deben haber existido tristes horas de desengaño y frustación debido a la falta de discernimiento espiritual de su padre. No se daba cuenta Jonatán de que -en forma del todo desconocida para él- la misma fe en Dios y la entrega a su conducción estaban amoldando otra vida a unos pocos kilómetros hacia el sur.
2. Saúl le tomó.
David se convirtió en cortesano de Saúl, unido en forma estable a la casa real. El relato del pasaje del cap. 16: 14-23 dificilmente podría seguir a esta acción de Saúl (ver com. cap. 18: 1).
3. Pacto.
Quizá hecho con posterioridad y registrado aquí a manera de introducción para el relato de la amistad de David y Jonatán. El pacto de amistad debe haber sido el resultado de innumerables conversaciones, de expediciones llevadas a cabo juntos, de un afecto maduro. En la hermosa amistad de estos dos espíritus consagrados y ardientes tenemos el privilegio de contemplar algo de los sentimientos de Cristo cuando un día contemple en la vida de sus redimidos la misma visión espiritual, la misma humildad de alma, la misma tranquilidad de espíritu, la misma obediencia a los eternos principios de la verdad que reinaron en su corazón divino mientras estuvo aquí en la tierra. Así, pese a la intensa aflicción de su alma, quedará satisfecho (Isa. 53: 11). De gran gozo será el cielo para las almas afines, con una eternidad de compañerismo por delante.
4. Jonatán se quitó el manto.
Su amor por David fue tan grande, que estuvo preparado para decir, como lo haría Juan el Bautista siglos más tarde: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (Juan 3: 30). Contemplaba en David lo que una vez soñó que él mismo podría haber llegado a ser. Todos los rasgos loables de los dos caracteres fueron aglutinados por un verdadero afecto, y Jonatán comprendió que la felicidad consiste en amar antes que en ser amado. Cristo nos amó de tal manera que voluntariamente se despojó de todas sus prerrogativas divinas (Fil. 2: 6-8) a fin de que pudiera iluminar "a todo hombre" (Juan 1: 9).
5. Salia David a dondequiera.
A semejanza de Moisés en la corte de Faraón, David recibió una preparación en asuntos administrativos que iba a serle útil en años venideros. Fue colocado en un puesto desde el cual podía ver la vida en todos sus aspectos, y Dios le dio perspicacia espiritual para que pudiera distinguir entre lo correcto y lo erróneo. A semejanza de Daniel, David mantuvo su integridad en un ambiente que no había escogido, ni temió la contaminación. Dios no vacila en colocar a sus siervos en la misma vorágine del egoísmo humano, sabiendo que mientras más oscura sea la noche, más brillante será la luz que irradien. David, que había sido un respetuoso hijo en la casa de su padre, Isaí, demostró su idoneidad como fiel embajador del rey.
Lo puso Saúl sobre.
Saúl cumplió su promesa de honrar al hombre que estuvo dispuesto a aceptar el desafío que habían declinado sus propios soldados. Aunque era poco más que un joven, David se comportó con tan loable discreción que todos lo aceptaban facilmente. Eran obvios sus excelentes rasgos de carácter. Esto no significa que reemplazó a Abner que había sido -y seguía siendo- capitán de las fuerzas armadas.
8. No le falta más que el reino.
No se da un intervalo entre el anuncio de la elección por Dios de otro hombre "mejor que tú" " (cap. 15: 28) como rey, y esta experiencia de David en la corte real. Aunque es probable que hubieran pasado varios años, con seguridad Saúl estaba a la expectativa de indicios que le mostraran al hombre que debía ser su sucesor (ver vers. 9). Acababa de demostrar su debilidad ante los filisteos, y si no hubiese sido por la hazaña de este joven pastor, podría haber perdido su propia vida. Sin embargo, le molestaba el pensamiento de que ese muchacho a quien había honrado colocando cerca de sí podría estar arrebatándole el afecto del pueblo y también del ejército. ¿Qué clase de gratitud era ésa? El tiempo no había aliviado el escozor del reproche profético (ver cap. 15: 23). Otra vez Saúl expresó sentimientos de descontento y malas suposiciones, hasta que por fin se trastornó su mente celosa.
10. Un espíritu malo.
Ver com. cap. 16: 15, 16. Aunque Dios permite que llegue la tentación, nunca tienta al hombre para que peque (Sant. 1: 13; cf. 1 Cor. 10: 13).
Desvariaba.
"Delirada" (BJ). "Mostrábase en su casa con trasportes de profeta" (RVA). La forma verbal que aquí se emplea, aunque con frecuencia se usa para una profecía verdadera, puede también referirse a los susurros de los falsos profetas. El frenesí arrebatado de Saúl se debía a un espíritu de pasión violenta, quizá unido con la esperanza de impresionar a sus cortesanos con su santidad.
David tocaba.
¡Qué contraste entre estos dos hombres! Movido por una furia celosa, Saúl tomaba su lanza con el propósito deliberado de matar a David. Este probablemente sentía el peligro, y comprendiendo la causa de la pasión de Saúl se aferraba de su arpa con la cual procuraba aliviar la tensión mental del rey.
12. Saúl estaba temeroso.
La razón de Saúl para temer a David era su convicción de que Dios se había apartado de él para favorecer a David. Pero, ¿se había apartado deliberadamente el Señor de Saúl o fue éste quien renegó de su Padre celestial? Debido a que Dios ha dotado al hombre de la facultad de la libre elección, él no lo restringe por la fuerza si rechaza su consejo. Adán renegó de Dios cuando se rindió a las sugestiones del adversario. ¿Lo abandonó Dios? Pablo deliberadamente persiguió a la iglesia de Cristo. ¿Lo abandonó Dios? Si fue así, ¿cómo pudo afirmar Pablo más tarde que " "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero" " ? (1 Tim. 1: 15).
Mediante el ministerio de David, el Señor estaba llamando al corazón endurecido de Saúl, invitándolo a volver y a darse cuenta del poder curador de Dios en favor de él. Aunque Saúl irreversiblemente se había descalificado como rey, todavía podía encontrar salvación como individuo (ver com. cap. 15: 23, 35).
13. Saúl lo alejó de sí.
Desde su propio punto de vista egoísta, uno de los grandes errores de la vida de Saúl fue cuando apartó a David de su corte y lo "hizo jefe de mil". Nunca más la melodía de la música de David calmaría la aflicción de Saúl. Ningún otro podía sostener la mano del rey delante del público como lo había hecho David, yendo "dondequiera que Saúl le enviaba" (vers. 5). Obsesionado por el deseo de matar a David, Saúl realizó precisamente lo que hizo más difícil que se humillara y se volviera a su Padre celestial.
14. Se conducía prudentemente.
"Ejecutaba con éxito" (BJ) como lo dice implícitamente la forma verbal hebrea. Las faltas cometidas por los hombres que están en el poder al tratar a sus subordinados, fácilmente pueden ser usadas por estos mismos como peldaños para el éxito si proceden con sabiduría. David aceptó su descenso de categoría -pues así parece que fue- con toda humildad, y en su nueva función ganó la admiración de todo Israel. No hubo recriminaciones ni se compadeció de sí mismo debido al injusto trato. David se mantuvo alegre y espiritual como siempre había sido. Siendo muy amado por el Señor, a pesar de la ira del rey, estaba recibiendo precisamente la preparación que necesitaba antes de entrar en el desempeño de las responsabilidades del liderazgo. Dios adapta la disciplina de la vida a las necesidades peculiares de cada individuo que se propone ser fiel al deber.
16. Salía y entraba.
Los deberes asignados a David eran de tal naturaleza como para mantenerlo constantemente a la vista del público.
17. Me seas hombre valiente.
Aquí resaltan en agudo contraste dos personalidades diferentes: la astuta duplicidad de Saúl contra la sencillez y la recta conducta de David. Saúl no sólo estaba turbado por su conciencia, sino que secretamente también temía al pueblo, el cual amaba a David y le expresaba su lealtad en voz alta. Celoso por cada palabra de alabanza que se pronunciaba en favor del joven, Saúl recurrió a la duplicidad -el recurso favorito de los egoístas-, la adulación manifiesta y la maquinación secreta. Parece que al principio David no se dio cuenta de las trampas que se le habían tendido. Aceptó tanto la promoción como el descenso de categoría con el mismo espíritu de la humildad dispuesta a cooperar. Siendo de corazón puro delante de Dios, sólo se preocupaba por el desempeño eficiente de cada tarea que se le asignaba, y se mantuvo sereno ante el peligro personal.
No será mi mano.
Saúl no estaba listo todavía para quitarle la vida a David directamente. Esperaba realizar su propósito indirectamente, a fin de evitar la mala voluntad del pueblo.
18. ¿Quién soy yo?
Merab, la hija mayor de Saúl -el nombre de ella significa "aumento", "multiplicación" (ver Isa. 9: 6, 7)- evidentemente había sido prometida a David como parte de la recompensa por matar a Goliat (1 Sam. 17: 25), o con la esperanza de persuadirlo para que aceptara correr el riesgo de otros ataques contra los filisteos. La vacilación de David en casarse con Merab puede haberse debido a que no estaba en condiciones para dar la dote requerida.
19. Fue dada.
Al principio, provocado por el rechazo de David, Saúl no pudo ocultar su creciente antipatía por el recién nombrado capitán. Entonces dio Merab a Adriel, que significa "mi ayuda es Dios", suponiendo que la palabra sea aramea.
Meholatita.
Abel-mehola, el lugar de nacimiento de Eliseo, era un pueblo que no estaba lejos de Bet-seán (1 Rey. 4: 12; 19: 16), quizá al este del Jordán en Tell el Maqlub , lugar anteriormente identificado con Jabes de Galaad (ver com. Juec. 7: 22). La duplicidad de Saúl debiera haber abierto los ojos de David, pero como todavía él consideraba que otros eran sinceros como él lo era, se sometió humildemente a que Saúl anulara el primer convenio matrimonial.
21. Le sea por lazo.
Saúl urdió una trama para que, mediante su hija Mical, tuviera todavía una oportunidad para llevar a cabo su nefasto plan de destruir a David. Iba a pedir una dote de tal naturaleza, que con toda probabilidad realizara su propósito en una forma aun mejor que la que hubiera sido posible si le hubiese dado a Merab. Saúl quedó muy complacido, pero tenía que proceder con mucha cautela pues David no debía saber que Mical estaba enamorada de él.
Por segunda vez.
Se refiere a que ésta era la segunda proposición hecha a David.
22. Mandó Saúl a sus siervos.
Saúl deliberadamente no le había dado a Merab por esposa, pero en forma solapada hizo que llegara información al joven de que todavía lo quería como yerno. Tendió un lazo a David por medio de una campaña de chismes propagados en la corte. Los siervos mismos probablemente no se daban cuenta de la parte que inconscientemente desempeñaban en el drama.
23. Siendo yo un hombre pobre.
Quizá David expresó su perplejidad por la duplicidad de Saúl. Sin embargo, no estaba amargado pensando tal vez que la decisión de Saúl se debía a que él era pobre.
25. No desea la dote.
El interés de David había sido despertado con tanto tacto como para que no tuviera ninguna sospecha. Es un hecho que la idea le cayó muy bien. De ese modo, al mismo tiempo podía vengar a Israel de un enemigo ya antiguo y ganar la mano de una joven que quizá le parecía aun más adecuada para él que su hermana mayor, pero que quizá no podía casarse antes que la primogénita (ver Gén. 29: 26). Puesto que los padres eran quienes arreglaban los casamientos, David no advirtió nada malo en las intenciones de Saúl.
Cien prepucios.
En relieves egipcios se ven montones de prepucios cortados de enemigos caídos, presentados ante el rey y contados en su presencia como una evidencia de victoria. La propuesta de Saúl estaba, pues, de acuerdo con las costumbres paganas de la época.
26. Antes que el plazo se cumpliese.
Esta cláusula pertenece al vers. 27.
27. Doscientos hombres.
Cien era el número estipulado por Saúl. El rey había divulgado tanto este asunto, que se vio obligado a cumplir con su propio convenio. Así Dios otra vez llamó la atención de Saúl hacia el hombre a quien el Altísimo quería honrar.
29. Enemigo de David.
La molestia que le provocó el fracaso de su perverso plan intensificó el odio que Saúl sentía por David. Pero en vez de entregarse a Dios, Saúl se afligía por su orgullo herido. El prestigio de David era mayor que nunca. Ahora bien, enteramente poseído por un mal espíritu, la entenebrecida y cavilosa mente de Saúl buscó con afán la forma de tender una nueva trampa a su enemigo, que ahora era su yerno.
CBA

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