1. Se regocija en Jehová.
Esta segunda visita a Silo fue del todo diferente de la registrada en el cap. 1. En la primera visita Ana suplicó angustiada en favor de sí misma. La segunda fue un gran canto de alabanza. Como resultado de su plena entrega al Señor, estaba feliz por el privilegio de devolver a su Creador lo que él le había dado. Al hacer esto, experimentó el gozo supremo, pues ¿acaso no había aprendido a apreciar la amante bondad divina en una forma nueva? Ella ensalzó a Dios como el autor de la misericordia revelada en su compasión por los desvalidos. Obtuvo una nueva visión del poder de Dios, cuyo dominio sobre las fuerzas ocultas de la naturaleza era ahora evidente en su silenciosa acción para contrarrestar las fuerzas del mal que la desanimaban y podrían derrotarla, y que además había hecho que un ambiente negativo contribuyera inmensurablemente a la profundidad y plenitud de su gozo. Entendió de un modo nuevo el pacto hecho con sus antepasados: que los hijos de Dios llegarían a ser una bendición para todas las naciones. El himno de gozo de Ana fue una profecía referente a David y al Mesías (PP 617).
La experiencia de Ana puede haber resultado en la bendición máxima manifestada en la vida de Penina. Dios anhelaba salvar tanto a Penina como a Ana. ¿Cómo podía realizar esto en una forma más eficaz que mostrando el ensalzamiento de un alma que confiaba en él y que no pagaba mal por mal? Tal fue el método de Cristo al tratar de salvar a Simón el leproso: hacer notar la bendición que podía recibir María Magdalena (Mar. 14: 3-9; Luc. 7: 37-50). Simón aprendió su lección, y se convirtió en un ferviente discípulo (DTG 520, 521). ¿Aprendió su lección Penina?
3. Cesen las palabras arrogantes.
Ana podría haber sentido que personalmente superaba a Penina en vista de la maravillosa experiencia que le había sobrevenido. Sin embargo, ¿acaso las palabras de estos versículos no indican más bien que el anhelo de Ana era que su rival pudiera ver la belleza de una entrega plena a Dios y comprendiera la inutilidad de la arrogancia? Ciertamente, nadie podría acusar a Ana de una actitud farisaica para con Penina después de la forma en que Dios había vindicado su humilde consagración. Si Cristo tuvo lágrimas en la voz mientras pronunciaba sus ayes sobre los fariseos (CC 12; DTG 571, 572), el espíritu de abnegación de Ana al entregar a Samuel al Señor, ¿no habrá tocado el corazón de Penina de tal manera que pudiese comprender de una forma nueva el modo en que Dios justiprecia las acciones? El permite que los que -como Penina- se sienten autosuficientes cosechen el fruto de su propio egoísmo, que es muerte espiritual. Pero él puede dar vida aun a los que están espiritualmente muertos. Cristo brindó a Judas las mismísimas oportunidades que ofreció a Pedro. Sin embargo, uno se entregó y el otro no. He ahí la diferencia decisiva.
7. Empobrece, y él enriquece.
Ana reconoció que había sido salvada del oprobio por Dios, quien la había ensalzado muy por encima de las mofas de Penina. El pesar de los días pretéritos se había convertido en un encumbramiento en el Señor. La oración de súplica había dado lugar a la alabanza por la fortaleza divina. Abría ahora los labios, una vez cerrados en silencioso sufrimiento, para ensalzar el omnímodo poder de Dios. Pensó en su caso como en un símbolo del triunfo logrado por Dios para su pueblo, tanto individual como colectivamente. Halló inspiración para cantar muy por encima de los alcances de su propia experiencia y, bajo la dirección del Espíritu Santo, anticipó el gozo de los redimidos cuando estén sobre el mar de vidrio con un "cántico nuevo" en los labios (Apoc. 14: 3). El gozo que experimentó Ana no fue un deleite egoísta, sino una comprensión magnificada del carácter de Dios. Se asemejaba al gozo que hizo que los " "hijos de Dios" lo alabaran por la creación del mundo (Job 38: 7), o al que experimentaron los israelitas cuando aclamaron al Señor después de ser liberados de las huestes egipcias en el mar Rojo, o al que expresó la hueste angelical cuando nació Cristo: " "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!" " (Luc. 2: 14). Las mofas y aflicciones sufridas en el hogar fueron precisamente el ambiente en el cual una visión tal de la salvación de Dios pudiera desarrollarse de tal modo que produjese un cielo en la tierra. Ana llevaba el cielo en el corazón pues había aprendido a amar al mundo como Cristo lo ama (ver DTG 298, 596).
8. El levanta.
El alma cristiana, consciente siempre de su impotencia, mediante el poder de Dios se eleva por encima de las fuerzas del egoísmo. Ceñida con la fortaleza de lo alto, un alma tal vence las dudas pasadas, los temores y las tentaciones. La victoria ocupa el lugar de 462 la derrota, y en la plenitud de gozo el alma se forma a la imagen de Cristo.
10. Poder a su rey.
Durante años Ana había estado viendo como en un espejo, oscuramente (1 Cor. 13: 12), pero ahora con mirada profética habla de su fe en el triunfo final y completo de Cristo. Así como Dios ha ensalzado el "poderío" de ella, también ensalzará el "poderío" de su Ungido (ver Fil. 2: 9- 11). ¿Por qué muchos de los que viven en esta última generación no permiten que el Señor los eleve en medio de su ambiente desfavorable para que, como Ana, le canten un himno de alabanza y agradecimiento en el mar de vidrio? (Apoc. 14: 3).
11. El niño ministraba.
La palabra traducida "niño" es ná´ar , que significa un muchacho de cualquier edad hasta la madurez. A los 17 años José es llamado ná'ar . El mismo término se aplica a los hijos de Elí en el vers. 17. No se sabe cuántos años le llevaban a Samuel. De acuerdo con el contexto, Elí los hizo sacerdotes antes de que llegaran a la madurez. Se calcula la edad de Samuel entre los 3 y los 15 años (véase el material suplementario de EGW acerca de 1 Sam. 1: 20-28).
Cuando un hijo asume alguna responsabilidad desacostumbrada, muchas veces sus padres procuran de esa manera obtener alguna ventaja para ellos. Es digno de mucho encomio Elcana porque -aunque era levita- continuó con su forma habitual de vida en Ramá. Conociendo, como seguramente conocían, la naturaleza del ambiente que rodearía a Samuel, Elcana y Ana deben haber sentido alguna preocupación cuando colocaron su ofrenda para el Señor en las manos de Elí y de sus dos hijos, Ofni y Finces. Cuánto mayor debe haber sido la preocupación del Padre celestial cuando colocó a su Hijo dentro de la influencia y de las acechanzas de los indignos sacerdotes de sus días. Cristo tenía 12 años cuando llamó la atención de los sacerdotes. Sin embargo, su conducta en esa ocasión testifica de la realidad de la protección divina que se extiende aun sobre los niños que buscan la dirección celestial (ver com. Luc. 2: 52). Las vicisitudes de Samuel testifican de la misma dirección divina.
Las Escrituras aclaran que en medio de ese mal ambiente Samuel servía al Señor. La palabra "ministrar" puede referirse a un servicio, ya fuera secular o sagrado. Se la usa para las responsabilidades de José en la casa de Potifar y para la ayuda de Josué a Moisés en el monte de Dios (Exo. 24: 13). La capacidad de Samuel para resistir las malas influencias que lo rodeaban, como fue también el caso de José y Josué, se puede atribuir a su firme decisión de ocuparse de las cosas de Dios.
12. Hombres impíos.
Literalmente, "hijos sin valor". Así describe Moisés a los que instaban a sus prójimos a servir a otros dioses (Deut. 13: 13). En los primeros días de los jueces, el levita que salió de viaje de Belén se detuvo para pasar la noche en Gabaa y fue acometido por unos "hijos de Belial" (Juec. 19: 22 RVA). En el NT "Belial" se usa como un equivalente de Satanás (2 Cor. 6: 15). Así como José fue colocado en el seno de la degeneración cortesana, también Samuel creció rodeado por un sacerdocio degenerado, "en medio de una generación maligna y perversa" (Fil. 2: 15).
Habiéndose rendido a las malas pasiones, Ofni y Finees no tenían el debido concepto del Dios a quien debían servir. No disfrutaban de comunión con él, no simpatizaban con sus propósitos y no sentían su obligación para con él. Meramente usufructuaban los cargos que tenían por derecho hereditario para su propio egoísmo y sus fines corruptos. Robaban al pueblo para complacer sus apetitos personales. Robaban a Dios no sólo de la parte que les correspondía en los sacrificios, sino también menoscababan la reverencia y el amor de los adoradores. Mediante sus viles concupiscencias rebajaban el servicio del Señor ante los ojos del pueblo al nivel de las orgías sensuales de los bosquecillos de ídolos vecinos. Pero Dios permite que un alma sea colocada en medio de circunstancias tales para probar al universo que un mal ambiente no determina necesariamente el destino de un alma. Conociendo el espíritu codicioso de Judas, nadie pensaría hoy en colocarlo como tesorero. Sin embargo Jesús así lo hizo (DTG 260, 261). Tenía el propósito de que Judas quedara tan impresionado con cosas mucho más valiosas, que se entregara de todo corazón a su Salvador. Jesús amaba a Judas y hubiera querido convertirlo en uno de los principales apóstoles (ver DTG 261).
18. Ministraba.
No en el sentido de tareas domésticas, sino de deberes sagrados referentes a la obra de los levitas en el santuario. La palabra hebrea así traducida incluye ambas clases de "servicio".
Un efod de lino.
En este caso, una vestimenta usada por los sacerdotes de categoría inferior y los levitas, y a veces aun por personas importantes del pueblo. Por ejemplo, David danzó delante del Señor vestido con un efod de lino (2 Sam. 6: 14). Esto no se debe confundir con el efod del sumo sacerdote "de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido" sobre el cual estaban sujetos el pectoral con 12 piedras, y el Urim y el Tumim que servían para hacer preguntas a Dios (ver com. Exo. 28: 6; cf. Juec. 8: 27). Si el efod más sencillo de lino era del mismo modelo que el del sumo sacerdote -como parece probable- era una vestimenta corta, sin mangas, que consistía en un paño delantero y otro trasero unidos en los hombros y ceñidos en la cintura con un cinturón (ver com. Juec. 8: 27). (Nota: Bible Dictionary , pág. 1120). - N. del T .*)
19. Su madre.
Ana no solo ofreció su hijo al Señor sino que le demostró amor año tras año. En la misma forma Dios vela continuamente sobre su pueblo. No sólo dio a su Hijo una vez por todos sino que continuamente se interesa para que ese sacrificio progresivamente sea más eficaz para suplir las necesidades aun del más débil de sus hijos (Mat. 6: 30-34).
20. Pidió a Jehová.
Mejor, "préstamo que ella ha cedido a Yahveh" (BJ). Lo que es cedido en préstamo al Señor, con seguridad es devuelto con interés compuesto. Ana dedicó un hijo al Señor y fue recompensada con otros cinco. Abrahán hizo así con Isaac, y Dios le prometió una descendencia "como las estrellas del cielo" (Gén. 22: 17). Cristo prometió devolver cien veces tanto aun en esta vida (Mat. 19: 29; Luc. 18: 30).
22. Elí era muy viejo.
Un fragmento del libro de 1 Sam. encontrado en la cuarta cueva de Khirbet Qumrân y publicado en 1954 dice: "Elí tenía noventa años". Albright piensa que se trata de una transposición del pasaje del cap. 4: 15 donde en la LXX se lee "noventa" como la edad de Elí cuando murió. Sin embargo, el nuevo fragmento no indica que tenía 90 años cuando murió, sino cuando Samuel ya había estado a su servicio durante algún tiempo.
25. No oyeron.
El ministerio de los hijos de Elí contrasta aquí con el de Samuel. Este ganaba el favor tanto de los hombres como de Dios; Ofni y Finees no respetaban las instrucciones del Señor y hacían oídos sordos a los consejos de su padre. Todos los hombres son seres morales libres. Si eligen reposar bajo la mano poderosa de Dios (1 Ped. 5: 6), son ensalzados a su debido tiempo; pero si eligen seguir sus propios deseos, inevitablemente cosecharán el fruto de un proceder tal.
Jehová había resuelto hacerlos morir.
Habían rechazado el control protector de Dios, elegido sus propios senderos de egoísmo y desechado deliberadamente el consejo del cielo. Al apartarse del ángel de Jehová (Sal. 34: 7), sellaron su propia condenación. Fueron los filisteos los que los mataron (1 Sam. 4: 10, 11); sin embargo Dios permitió su muerte porque habían rehusado seguirle. "Dios no asume nunca para con el pecador la actitud de un verdugo que ejecuta la sentencia contra la transgresión; sino que abandona a su propia suerte a los que rechazan su misericordia, para que recojan los frutos de lo que sembraron" (CS 40). ¡Tal fue el caso de Judas! ¡Tal será el caso de todos los que rechazan las súplicas del Espíritu Santo!
27. Un varón.
Elí murió de 98 años (cap. 4: 15; ver com. cap. 2: 22), cuando Samuel tenía suficiente edad para ser reconocido como profeta y como probable sucesor de Elí como juez (cap. 3: 19-21). Puesto que naturalmente debe haber transcurrido algún tiempo entre las dos solemnes amonestaciones de los caps. 2 y 3, parece probable que esta visita del profeta anónimo se efectuó poco después de la dedicación de Samuel. De lo contrario, no hay razón aparente para que Samuel no hubiera sido el portador de ambos mensajes del Señor.
¡Cuán tolerante es Dios! Por ejemplo, Saúl recibió amonestación tras amonestación, y se le dieron muchos años para que reflexionara antes de que finalmente eligiera proceder de acuerdo con su propia voluntad.
Pero Elí se rindió ante las exigencias familiares en vez de cumplir con su deber ante Dios en bien del pueblo. La virtud no se hereda; se adquiere. Los hijos de Elí heredaron una responsabilidad sagrada y un nombre honorable. Sin embargo, debido al egoísmo, de tal manera se habían convertido en siervos de Satanás, que merecían la reprobación unánime del pueblo. Cuando su padre dejó de ejercer su autoridad, se le advirtió que así como la reverencia y la honra producen una cosecha de buen carácter y utilidad, también cuando se siembran irreverencia y deshonra, los resultados son pesares y chascos (vers. 32). "La ley del servicio propio es la ley de la destrucción propia" (DTG 577).
34. En un día.
Puesto que Ofni y Finees habían abusado de las cosas del Señor, iban a sufrir una muerte violenta. Con la esperanza de desviarlos de su mal proceder, Dios descorrió brevemente la cortina del futuro. Habría sido natural esperar que los jóvenes corrigieran su conducta cuando oyeran esta profecía, a fin de no cosechar su cumplimiento. Dios sencillamente previó su condenación; no la predeterminó. El que ve el fin desde el principio conoce todo lo que afecta el ejercicio de Ia libre elección. Al amonestar a ciertos individuos en cuanto a lo que les depara el porvenir, Dios prueba al universo que es tal el libre albedrío que ha otorgado al ser humano, que ni ese conocimiento del futuro le impide realizar lo que se haya propuesto.
35. Un sacerdote fiel.
Las Escrituras no indican con qué sacerdote se cumplió esta profecía. Algunos eruditos piensan que se refiere a Sadoc, del linaje de Eleazar, a quien Salomón dio el sacerdocio cuando Abiatar, del linaje de Itamar, fue desposeído debido a su colaboración con Adonías en una tentativa para apoderarse del trono de Salomón (1 Rey. 2: 27, 35). Otros piensan que se refiere a Cristo, y hay otros que piensan que la profecía se cumplió con Samuel y su obra. Pero la lección importante de esta declaración debe buscarse en el hecho de que el hombre no puede impedir el cumplimiento final del deseo de Dios de restaurar su propia imagen en el corazón del hombre. A Israel se le había entregado el servicio del santuario con todo su minucioso simbolismo para ilustrar el medio por el cual obra Cristo. Con todo, aunque sacerdotes y gobernantes rechazaron el plan, todavía el propósito de Dios -que no conoce ni prisa ni pausa- avanzó ininterrumpidamente hasta su cumplimiento pleno. Si el hombre elige proceder así, puede asociarse con Cristo en el logro de esta meta; si rehúsa, él es el único culpable. No puede acusar a Dios de que tenga malos designios contra él.
CBA T2
Esta segunda visita a Silo fue del todo diferente de la registrada en el cap. 1. En la primera visita Ana suplicó angustiada en favor de sí misma. La segunda fue un gran canto de alabanza. Como resultado de su plena entrega al Señor, estaba feliz por el privilegio de devolver a su Creador lo que él le había dado. Al hacer esto, experimentó el gozo supremo, pues ¿acaso no había aprendido a apreciar la amante bondad divina en una forma nueva? Ella ensalzó a Dios como el autor de la misericordia revelada en su compasión por los desvalidos. Obtuvo una nueva visión del poder de Dios, cuyo dominio sobre las fuerzas ocultas de la naturaleza era ahora evidente en su silenciosa acción para contrarrestar las fuerzas del mal que la desanimaban y podrían derrotarla, y que además había hecho que un ambiente negativo contribuyera inmensurablemente a la profundidad y plenitud de su gozo. Entendió de un modo nuevo el pacto hecho con sus antepasados: que los hijos de Dios llegarían a ser una bendición para todas las naciones. El himno de gozo de Ana fue una profecía referente a David y al Mesías (PP 617).
La experiencia de Ana puede haber resultado en la bendición máxima manifestada en la vida de Penina. Dios anhelaba salvar tanto a Penina como a Ana. ¿Cómo podía realizar esto en una forma más eficaz que mostrando el ensalzamiento de un alma que confiaba en él y que no pagaba mal por mal? Tal fue el método de Cristo al tratar de salvar a Simón el leproso: hacer notar la bendición que podía recibir María Magdalena (Mar. 14: 3-9; Luc. 7: 37-50). Simón aprendió su lección, y se convirtió en un ferviente discípulo (DTG 520, 521). ¿Aprendió su lección Penina?
3. Cesen las palabras arrogantes.
Ana podría haber sentido que personalmente superaba a Penina en vista de la maravillosa experiencia que le había sobrevenido. Sin embargo, ¿acaso las palabras de estos versículos no indican más bien que el anhelo de Ana era que su rival pudiera ver la belleza de una entrega plena a Dios y comprendiera la inutilidad de la arrogancia? Ciertamente, nadie podría acusar a Ana de una actitud farisaica para con Penina después de la forma en que Dios había vindicado su humilde consagración. Si Cristo tuvo lágrimas en la voz mientras pronunciaba sus ayes sobre los fariseos (CC 12; DTG 571, 572), el espíritu de abnegación de Ana al entregar a Samuel al Señor, ¿no habrá tocado el corazón de Penina de tal manera que pudiese comprender de una forma nueva el modo en que Dios justiprecia las acciones? El permite que los que -como Penina- se sienten autosuficientes cosechen el fruto de su propio egoísmo, que es muerte espiritual. Pero él puede dar vida aun a los que están espiritualmente muertos. Cristo brindó a Judas las mismísimas oportunidades que ofreció a Pedro. Sin embargo, uno se entregó y el otro no. He ahí la diferencia decisiva.
7. Empobrece, y él enriquece.
Ana reconoció que había sido salvada del oprobio por Dios, quien la había ensalzado muy por encima de las mofas de Penina. El pesar de los días pretéritos se había convertido en un encumbramiento en el Señor. La oración de súplica había dado lugar a la alabanza por la fortaleza divina. Abría ahora los labios, una vez cerrados en silencioso sufrimiento, para ensalzar el omnímodo poder de Dios. Pensó en su caso como en un símbolo del triunfo logrado por Dios para su pueblo, tanto individual como colectivamente. Halló inspiración para cantar muy por encima de los alcances de su propia experiencia y, bajo la dirección del Espíritu Santo, anticipó el gozo de los redimidos cuando estén sobre el mar de vidrio con un "cántico nuevo" en los labios (Apoc. 14: 3). El gozo que experimentó Ana no fue un deleite egoísta, sino una comprensión magnificada del carácter de Dios. Se asemejaba al gozo que hizo que los " "hijos de Dios" lo alabaran por la creación del mundo (Job 38: 7), o al que experimentaron los israelitas cuando aclamaron al Señor después de ser liberados de las huestes egipcias en el mar Rojo, o al que expresó la hueste angelical cuando nació Cristo: " "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!" " (Luc. 2: 14). Las mofas y aflicciones sufridas en el hogar fueron precisamente el ambiente en el cual una visión tal de la salvación de Dios pudiera desarrollarse de tal modo que produjese un cielo en la tierra. Ana llevaba el cielo en el corazón pues había aprendido a amar al mundo como Cristo lo ama (ver DTG 298, 596).
8. El levanta.
El alma cristiana, consciente siempre de su impotencia, mediante el poder de Dios se eleva por encima de las fuerzas del egoísmo. Ceñida con la fortaleza de lo alto, un alma tal vence las dudas pasadas, los temores y las tentaciones. La victoria ocupa el lugar de 462 la derrota, y en la plenitud de gozo el alma se forma a la imagen de Cristo.
10. Poder a su rey.
Durante años Ana había estado viendo como en un espejo, oscuramente (1 Cor. 13: 12), pero ahora con mirada profética habla de su fe en el triunfo final y completo de Cristo. Así como Dios ha ensalzado el "poderío" de ella, también ensalzará el "poderío" de su Ungido (ver Fil. 2: 9- 11). ¿Por qué muchos de los que viven en esta última generación no permiten que el Señor los eleve en medio de su ambiente desfavorable para que, como Ana, le canten un himno de alabanza y agradecimiento en el mar de vidrio? (Apoc. 14: 3).
11. El niño ministraba.
La palabra traducida "niño" es ná´ar , que significa un muchacho de cualquier edad hasta la madurez. A los 17 años José es llamado ná'ar . El mismo término se aplica a los hijos de Elí en el vers. 17. No se sabe cuántos años le llevaban a Samuel. De acuerdo con el contexto, Elí los hizo sacerdotes antes de que llegaran a la madurez. Se calcula la edad de Samuel entre los 3 y los 15 años (véase el material suplementario de EGW acerca de 1 Sam. 1: 20-28).
Cuando un hijo asume alguna responsabilidad desacostumbrada, muchas veces sus padres procuran de esa manera obtener alguna ventaja para ellos. Es digno de mucho encomio Elcana porque -aunque era levita- continuó con su forma habitual de vida en Ramá. Conociendo, como seguramente conocían, la naturaleza del ambiente que rodearía a Samuel, Elcana y Ana deben haber sentido alguna preocupación cuando colocaron su ofrenda para el Señor en las manos de Elí y de sus dos hijos, Ofni y Finces. Cuánto mayor debe haber sido la preocupación del Padre celestial cuando colocó a su Hijo dentro de la influencia y de las acechanzas de los indignos sacerdotes de sus días. Cristo tenía 12 años cuando llamó la atención de los sacerdotes. Sin embargo, su conducta en esa ocasión testifica de la realidad de la protección divina que se extiende aun sobre los niños que buscan la dirección celestial (ver com. Luc. 2: 52). Las vicisitudes de Samuel testifican de la misma dirección divina.
Las Escrituras aclaran que en medio de ese mal ambiente Samuel servía al Señor. La palabra "ministrar" puede referirse a un servicio, ya fuera secular o sagrado. Se la usa para las responsabilidades de José en la casa de Potifar y para la ayuda de Josué a Moisés en el monte de Dios (Exo. 24: 13). La capacidad de Samuel para resistir las malas influencias que lo rodeaban, como fue también el caso de José y Josué, se puede atribuir a su firme decisión de ocuparse de las cosas de Dios.
12. Hombres impíos.
Literalmente, "hijos sin valor". Así describe Moisés a los que instaban a sus prójimos a servir a otros dioses (Deut. 13: 13). En los primeros días de los jueces, el levita que salió de viaje de Belén se detuvo para pasar la noche en Gabaa y fue acometido por unos "hijos de Belial" (Juec. 19: 22 RVA). En el NT "Belial" se usa como un equivalente de Satanás (2 Cor. 6: 15). Así como José fue colocado en el seno de la degeneración cortesana, también Samuel creció rodeado por un sacerdocio degenerado, "en medio de una generación maligna y perversa" (Fil. 2: 15).
Habiéndose rendido a las malas pasiones, Ofni y Finees no tenían el debido concepto del Dios a quien debían servir. No disfrutaban de comunión con él, no simpatizaban con sus propósitos y no sentían su obligación para con él. Meramente usufructuaban los cargos que tenían por derecho hereditario para su propio egoísmo y sus fines corruptos. Robaban al pueblo para complacer sus apetitos personales. Robaban a Dios no sólo de la parte que les correspondía en los sacrificios, sino también menoscababan la reverencia y el amor de los adoradores. Mediante sus viles concupiscencias rebajaban el servicio del Señor ante los ojos del pueblo al nivel de las orgías sensuales de los bosquecillos de ídolos vecinos. Pero Dios permite que un alma sea colocada en medio de circunstancias tales para probar al universo que un mal ambiente no determina necesariamente el destino de un alma. Conociendo el espíritu codicioso de Judas, nadie pensaría hoy en colocarlo como tesorero. Sin embargo Jesús así lo hizo (DTG 260, 261). Tenía el propósito de que Judas quedara tan impresionado con cosas mucho más valiosas, que se entregara de todo corazón a su Salvador. Jesús amaba a Judas y hubiera querido convertirlo en uno de los principales apóstoles (ver DTG 261).
18. Ministraba.
No en el sentido de tareas domésticas, sino de deberes sagrados referentes a la obra de los levitas en el santuario. La palabra hebrea así traducida incluye ambas clases de "servicio".
Un efod de lino.
En este caso, una vestimenta usada por los sacerdotes de categoría inferior y los levitas, y a veces aun por personas importantes del pueblo. Por ejemplo, David danzó delante del Señor vestido con un efod de lino (2 Sam. 6: 14). Esto no se debe confundir con el efod del sumo sacerdote "de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido" sobre el cual estaban sujetos el pectoral con 12 piedras, y el Urim y el Tumim que servían para hacer preguntas a Dios (ver com. Exo. 28: 6; cf. Juec. 8: 27). Si el efod más sencillo de lino era del mismo modelo que el del sumo sacerdote -como parece probable- era una vestimenta corta, sin mangas, que consistía en un paño delantero y otro trasero unidos en los hombros y ceñidos en la cintura con un cinturón (ver com. Juec. 8: 27). (Nota: Bible Dictionary , pág. 1120). - N. del T .*)
19. Su madre.
Ana no solo ofreció su hijo al Señor sino que le demostró amor año tras año. En la misma forma Dios vela continuamente sobre su pueblo. No sólo dio a su Hijo una vez por todos sino que continuamente se interesa para que ese sacrificio progresivamente sea más eficaz para suplir las necesidades aun del más débil de sus hijos (Mat. 6: 30-34).
20. Pidió a Jehová.
Mejor, "préstamo que ella ha cedido a Yahveh" (BJ). Lo que es cedido en préstamo al Señor, con seguridad es devuelto con interés compuesto. Ana dedicó un hijo al Señor y fue recompensada con otros cinco. Abrahán hizo así con Isaac, y Dios le prometió una descendencia "como las estrellas del cielo" (Gén. 22: 17). Cristo prometió devolver cien veces tanto aun en esta vida (Mat. 19: 29; Luc. 18: 30).
22. Elí era muy viejo.
Un fragmento del libro de 1 Sam. encontrado en la cuarta cueva de Khirbet Qumrân y publicado en 1954 dice: "Elí tenía noventa años". Albright piensa que se trata de una transposición del pasaje del cap. 4: 15 donde en la LXX se lee "noventa" como la edad de Elí cuando murió. Sin embargo, el nuevo fragmento no indica que tenía 90 años cuando murió, sino cuando Samuel ya había estado a su servicio durante algún tiempo.
25. No oyeron.
El ministerio de los hijos de Elí contrasta aquí con el de Samuel. Este ganaba el favor tanto de los hombres como de Dios; Ofni y Finees no respetaban las instrucciones del Señor y hacían oídos sordos a los consejos de su padre. Todos los hombres son seres morales libres. Si eligen reposar bajo la mano poderosa de Dios (1 Ped. 5: 6), son ensalzados a su debido tiempo; pero si eligen seguir sus propios deseos, inevitablemente cosecharán el fruto de un proceder tal.
Jehová había resuelto hacerlos morir.
Habían rechazado el control protector de Dios, elegido sus propios senderos de egoísmo y desechado deliberadamente el consejo del cielo. Al apartarse del ángel de Jehová (Sal. 34: 7), sellaron su propia condenación. Fueron los filisteos los que los mataron (1 Sam. 4: 10, 11); sin embargo Dios permitió su muerte porque habían rehusado seguirle. "Dios no asume nunca para con el pecador la actitud de un verdugo que ejecuta la sentencia contra la transgresión; sino que abandona a su propia suerte a los que rechazan su misericordia, para que recojan los frutos de lo que sembraron" (CS 40). ¡Tal fue el caso de Judas! ¡Tal será el caso de todos los que rechazan las súplicas del Espíritu Santo!
27. Un varón.
Elí murió de 98 años (cap. 4: 15; ver com. cap. 2: 22), cuando Samuel tenía suficiente edad para ser reconocido como profeta y como probable sucesor de Elí como juez (cap. 3: 19-21). Puesto que naturalmente debe haber transcurrido algún tiempo entre las dos solemnes amonestaciones de los caps. 2 y 3, parece probable que esta visita del profeta anónimo se efectuó poco después de la dedicación de Samuel. De lo contrario, no hay razón aparente para que Samuel no hubiera sido el portador de ambos mensajes del Señor.
¡Cuán tolerante es Dios! Por ejemplo, Saúl recibió amonestación tras amonestación, y se le dieron muchos años para que reflexionara antes de que finalmente eligiera proceder de acuerdo con su propia voluntad.
Pero Elí se rindió ante las exigencias familiares en vez de cumplir con su deber ante Dios en bien del pueblo. La virtud no se hereda; se adquiere. Los hijos de Elí heredaron una responsabilidad sagrada y un nombre honorable. Sin embargo, debido al egoísmo, de tal manera se habían convertido en siervos de Satanás, que merecían la reprobación unánime del pueblo. Cuando su padre dejó de ejercer su autoridad, se le advirtió que así como la reverencia y la honra producen una cosecha de buen carácter y utilidad, también cuando se siembran irreverencia y deshonra, los resultados son pesares y chascos (vers. 32). "La ley del servicio propio es la ley de la destrucción propia" (DTG 577).
34. En un día.
Puesto que Ofni y Finees habían abusado de las cosas del Señor, iban a sufrir una muerte violenta. Con la esperanza de desviarlos de su mal proceder, Dios descorrió brevemente la cortina del futuro. Habría sido natural esperar que los jóvenes corrigieran su conducta cuando oyeran esta profecía, a fin de no cosechar su cumplimiento. Dios sencillamente previó su condenación; no la predeterminó. El que ve el fin desde el principio conoce todo lo que afecta el ejercicio de Ia libre elección. Al amonestar a ciertos individuos en cuanto a lo que les depara el porvenir, Dios prueba al universo que es tal el libre albedrío que ha otorgado al ser humano, que ni ese conocimiento del futuro le impide realizar lo que se haya propuesto.
35. Un sacerdote fiel.
Las Escrituras no indican con qué sacerdote se cumplió esta profecía. Algunos eruditos piensan que se refiere a Sadoc, del linaje de Eleazar, a quien Salomón dio el sacerdocio cuando Abiatar, del linaje de Itamar, fue desposeído debido a su colaboración con Adonías en una tentativa para apoderarse del trono de Salomón (1 Rey. 2: 27, 35). Otros piensan que se refiere a Cristo, y hay otros que piensan que la profecía se cumplió con Samuel y su obra. Pero la lección importante de esta declaración debe buscarse en el hecho de que el hombre no puede impedir el cumplimiento final del deseo de Dios de restaurar su propia imagen en el corazón del hombre. A Israel se le había entregado el servicio del santuario con todo su minucioso simbolismo para ilustrar el medio por el cual obra Cristo. Con todo, aunque sacerdotes y gobernantes rechazaron el plan, todavía el propósito de Dios -que no conoce ni prisa ni pausa- avanzó ininterrumpidamente hasta su cumplimiento pleno. Si el hombre elige proceder así, puede asociarse con Cristo en el logro de esta meta; si rehúsa, él es el único culpable. No puede acusar a Dios de que tenga malos designios contra él.
CBA T2

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