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CBA - Primer Libro de Samuel Capítulo 3

CBA Primer Libro de Samuel Capítulo 3
1. No había visión con frecuencia.
"No eran corrientes las visiones" (BJ). Esta declaración muestra que la palabra del Señor "escaseaba" (RVR) o era "rara" (BJ) en aquel tiempo. Pocas veces llegaban mensajes inspirados hasta el pueblo de Dios. Ahora bien, el narrador explica más específicamente por qué existía esta situación: Dios no aparecía en visión con tanta frecuencia como en otros tiempos. El énfasis no se aplica tanto a la manera de la revelación como a su frecuencia .

Este es el primer uso en la Escritura de la palabra jazon , "visión", y es el único caso en que se usa en los dos libros de Samuel. Una comparación de jazon con mar'ah -también traducida "visión"- aclara el método de Dios de revelar sus planes para la salvación de la humanidad. La palabra jazon proviene de un verbo que significa "percibir con visión interior", en tanto que mar'ah se deriva de un verbo que significa "ver visiblemente". Ambas se usan indistintamente con jalom , "sueño". La palabra mar'ah se emplea comúnmente en los libros más antiguos de la Biblia para describir mensajes de Dios para los hombres, ya sea en sueños o mediante visitas personales de mensajeros celestiales. Cuando Jacob salió de viaje para Egipto (Gén. 46: 2), Dios le habló "en visiones [ mar'ah ] de noche". Jacob se sintió en la presencia divina, y la revelación fue tan real como la que recibió Abrahán cuando lo visitaron los tres ángeles antes de la destrucción de Sodoma (Gén. 18: 2-22). Esta misma clase de revelación divina es también llamada un sueño - jalom - como cuando Dios amonestó a Abimelec, acerca de la mujer de Abrahán (Gén. 20: 3-13). Cuando sucedió la sedición de Aarón y María, Dios dijo: "Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión [ mar'ah ], en sueños [ Jalom ] hablaré con él".

Daniel usa frecuentemente las tres palabras. Cuando relata la visión de las cuatro bestias usa la palabra jazon (Dan. 7: 1, 2, 7, 13, 15) para describir el sueño; jalom (cap. 7: 1) cuando se describen simbólicamente acontecimientos futuros. También usa la palabra jazon en cap. 8: 1. Pero cuando Daniel se turbó en cuanto al significado de la visión y fue a la orilla del río, allí vio al ángel Gabriel, a quien se le ordenó: "Enseña a éste la visión [ mar'ah ]". Pero Gabriel, después de alentar al profeta, le dijo: " "Entiende, hijo del hombre, porque la visión [ jazon ] es para el tiempo del fin" " (Dan. 8: 16, 17).

La impresión que el visitante celestial hizo en Samuel fue tan real, que él se refirió a ella en 1 Sam. 3: 15 como a una mar'ah . Por lo tanto, la declaración del vers. 1 no implica que el Señor no estuviera dispuesto a guiar a su pueblo. Sin embargo, es evidente que entonces las percepciones espirituales e intelectuales de Israel habían decaído mucho.

3. Antes que la lámpara.
Nunca debía apagarse el candelero de oro de siete brazos, colocado en el lado sur del lugar santo (ver com. Exo. 27: 20, 21). Las lámparas estaban llenas con el mejor aceite de oliva -símbolo del Espíritu Santo- y el sumo sacerdote "alistaba" las lámparas a la mañana y a la noche, cuando colocaba el incienso sobre el altar delante del velo que separaba el lugar santo del lugar santísimo (ver com. Exo. 30: 7, 8). Así como el brillo de esas lámparas alumbraba en la oscuridad de la noche, también Cristo ilumina este mundo tenebroso, proyectando siempre la gloria de su amor y sacrificio en las tinieblas del corazón humano (ver Juan 1: 4, 5, 9). ¡Cuánto gozo se experimenta al aceptar con sinceridad esta luz celestial!

Así como el candelero daba luz en el santuario de la antigüedad, el Espíritu Santo ilumina espiritualmente a los hombres para que puedan percibir con claridad el plan de salvación. Pero sin la luz interior que ilumina el alma, la luz literal tendría muy poco valor. La letra del ritual del santuario nada significaría si no estuviese allí el espíritu (ver Isa. 1: 11, 13, 15, 16). Aunque tanto los dirigentes como el pueblo imitaban a las naciones idólatras que los rodeaban, aquí y allá había almas humildes -tales como Elcana y su casa- que preservaban la visión espiritual que tanto se necesitaba.

8. Jehová llamaba.
Cuando Samuel se presentó ante Elí por tercera vez, el anciano sacerdote comprendió que era Dios el que hablaba. El hecho de que Dios lo pasara por alto para comunicarse con un jovencito fácilmente podría haberle despertado celos profesionales. Sin embargo, recordando el mensaje que había recibido años atrás del varón de Dios, Elí, al advertir que el mensaje era para él, pudo haber razonado que el Señor debería habérselo revelado directamente. Es admirable la honradez de Elí al tratar con Samuel en esas condiciones. Comprendiendo quizá por primera vez que Dios estaba preparando a otro para que ocupara su cargo, no sintió rencor; por el contrario, hizo todo lo que pudo a fin de preparar a Samuel para su importante misión, dando al muchacho el mejor consejo de que disponía. Samuel recibió la instrucción de que pensara en sí mismo como el siervo del Señor, listo para oír el consejo divino y para obedecerlo. ¡Qué lección hay en la experiencia de Elí para quienes temen no recibir la honra que demanda su cargo, y de que las manos de otros ocupen el lugar de las suyas en las tareas propias de ese cargo!

10. Vino Jehová.
Puesto que era una experiencia nueva para el joven Samuel, bondadosamente el Señor manifestó su presencia en alguna forma definida que no se describe con detalles. Antes de que se pronunciara una palabra, tanto el anciano sacerdote como su joven ayudante comprobaron ampliamente que allí estaba la presencia de un poder sobrenatural y, como niños instruidos por sus padres, ambos fueron inducidos por el Espíritu Santo a estar dispuestos a escuchar y a obedecer. ¡Eso no habría sucedido si el mensaje del Señor se hubiera dirigido a un hombre como Ofni! Por ejemplo, ¡cuán diferente fue la recepción del reproche de Dios por parte de Saúl y de David! Saúl abundó en censuras, disculpas y justificación propia (cap. 15: 16-31), pero David - debido a muchos años de entrega al Señor- no se disculpó por su pecado; sólo procuró tener un corazón limpio y un espíritu recto (2 Sam. 12: 1-14; cf. Sal. 51: 10; 103: 12).

Bien puede hacerse la pregunta: ¿Por qué no habló el Señor directamente a Elí? Este parece haber sido un hombre sincero y humilde que deseaba paz y rectitud por encima de todo lo demás. Por lo tanto, ¿para qué hacer intervenir a Samuel? Pero Dios ya no se comunicaba más con Elí ni con sus hijos (PP 629).

11. Haré yo.
Samuel vivió durante años en un mal ambiente, y no podía menos que ver la diferencia entre las instrucciones dadas en los rollos de la ley y la vida de los jóvenes sacerdotes con quienes se había relacionado íntimamente. Si les hubiera preguntado a ellos, tan sólo habría recibido airados desdenes. Sus padres no estaban presentes para darle consejos, y vacilaba en recurrir al mismo Elí. Mientras meditaba en este asunto, pudo haberle venido la misma pregunta que acude a la mente de un joven piadoso de hoy día: Si la Palabra de Dios establece ciertos principios para realizar la obra divina, y los dirigentes no sólo no siguen esas instrucciones sino que son culpables de graves faltas, ¿por qué les permite Dios que sigan ministrando en su cargo santo?

La semilla sembrada no rinde inmediatamente una cosecha porque se necesita tiempo para que el fruto llegue a su madurez. El proceso del desarrollo del carácter requiere tiempo: un tiempo de gracia. Tal fue el caso de Ofni y Finces; así también es hoy día. Finalmente Dios reduce a la nada a los que desafían sus estatutos (Sal. 119: 118). Del mismo modo en que Cristo permitió que Judas ocupara un puesto en que tuviera la oportunidad de lograr éxito, también Dios permitió que Ofni y su hermano fueran colocados en un puesto desde el cual, confiando en él, pudieran llegar a ser ministros aceptables del pacto. Pero, al igual que Judas, los hijos de Elí no se entregaron a la conducción divina. Permitiendo que se enseñoreara el yo, impidieron que Dios les impartiera la preparación necesaria. Dios sabía lo que iba a suceder si continuaban con su conducta perversa, y con amor y tolerancia les advirtió cuál sería el resultado. Sin embargo, tal como Judas, hicieron lo que les plugo tan sólo para comprender finalmente la verdad expresada por Pablo siglos más tarde: " "El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción" " (Gál. 6: 8). En su propia experiencia, Samuel comprobó la admonición de Pablo: " "No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos" " (Gál. 6: 9).

15. Samuel temía.
En este mundo de pecado, nunca es fácil ser portavoz del Señor. Elías arriesgó la vida cuando advirtió a Acab del hambre que sobrevendría; pero fue intrépido en su obediencia, y Dios se encargó de los resultados. ¡Samuel era apenas un jovencito! Y tuvo que aprender en su mocedad a no tener miedo de afrontar a los hombres, así como Jesús, cuando era un muchacho de sólo 12 años no temió afrontar a los dirigentes de su tiempo.

19. Jehová estaba con él.
Estaba por ponerse el sol de Elí, pero ya estaba saliendo el de Samuel. Cristo sufrió las angustias de la separación del Padre (ver DTG 636,637, 701, 704, 705), pero Dios nunca ha conducido a su pueblo a través de la oscuridad total que produce nuestra separación de él. En la cruz le pareció a Cristo que hollaba solo el lagar; sin embargo su Padre estaba allí sufriendo con él. Después de haber estado durante años observando el pecado que lo rodeaba, podría haberle parecido a Samuel que Dios toleraba el pecado o que había cambiado su plan para el hombre. Pero no sabía Samuel cuánto tiempo Dios había esperado a un joven a quien pudiera realmente impartir su Espíritu y confiarle el liderazgo de su obra en la tierra.

Por ejemplo, cuando fracasó Saúl no fue reemplazado inmediatamente. Durante años todavía tuvo la oportunidad de cambiar su actitud mental y entregarse a la conducción de un Padre amante. Pero el fanatismo y la censura pronto produjeron la rebelión contra la dirección divina, mientras que el orgullo y la justificación propia lo despojaron de la fortaleza espiritual. Sin embargo, durante los años de la prueba de Saúl, David fue invitado a sentarse a los pies del Rey de reyes, como una preparación para asumir las responsabilidades de la dirección de Israel.

Ninguna de sus palabras.
Naturalmente Samuel tenía mucho que aprender, pero desde temprano se educó en la escuela de la obediencia a las órdenes de Dios. ¡Qué gozo debe haber sido para el Señor encontrar a un muchacho que anhelaba el privilegio de aprender sus caminos y que estaba determinado a obedecerle cualquiera fuese el costo!

No es de admirarse que el pueblo lo hubiese aceptado como profeta cuando era todavía muy joven.

CBA 

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