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CBA - Segundo Libro de Los Reyes Capítulo 4


CBA Segundo Libro de Los Reyes Capítulo 4
1. De las mujeres.

Esta es una revelación importante en cuanto a los "hijos de los profetas". No eran jóvenes solteros que vivían recluidos en monasterios; eran ciudadanos comunes; pertenecían al pueblo; vivían con el pueblo, y trabajaban para el pueblo. En vez de interesarse sólo en sí mismos y de morar juntos en austeras comunidades, procurando así llegar a la santidad, vivían para el bien de la nación, no buscando su propia ganancia material sino el bien público de quienes los rodeaban.

Temeroso de Jehová.

Este hombre había sido fiel adorador de Jehová. La influencia de Elías y de Eliseo había fomentado en buena medida el culto del verdadero Dios en todo el reino de Israel.

Ha venido el acreedor.

La ley de Moisés admitía la servidumbre como medio de pagar una deuda, no como "esclavo", sino como "criado, como extranjero", y exigía que toda persona vendida de esa manera sólo sirviera hasta el año del jubileo (Lev. 25: 39-42). Parece que en este caso el acreedor no había reclamado su derecho sobre los hijos mientras vivía el deudor, y cuando éste murió, demandó los servicios de aquéllos para pagarse la deuda del padre.

2. ¿Qué te haré?

Esta pregunta revelaba el espíritu bondadoso del profeta, quien se interesaba por la gente, era siempre amigable y compasivo, y estaba dispuesto a ayudar. Cuando lo llamó el rey, estuvo listo a suplir las necesidades de todo el ejército; cuando una pobre viuda sin amigos buscó su ayuda, no la desechó.

Qué tienes en casa.

Dios usa lo que tenemos. Sus recursos y su poder no tienen límite, y fácilmente podría haber suplido la necesidad de la mujer sin la ayuda de su vasija de aceite. Pero tomó lo que ella tenía, y añadió su bendición. Así ocurre hoy con los siervos de Dios. Es posible que no tengan gran habilidad natural ni muchos recursos materiales, pero si consagran a Dios y a su servicio lo que tienen, pidiendo que él lo bendiga, ese poco se multiplicará. Cuando una persona procura ayudar a los pobres, hace bien en pensar cómo los puede ayudar a valerse a sí mismos. A los pobres se les debería enseñar a emplear los recursos que poseen. Si no se hace esto, la caridad puede dar como resultado el aumento de la pobreza; puede hacer más mal que bien.

Sino una vasija de aceite.

La vasija de aceite no era gran cosa, pero en la mano de Dios y con su bendición, fue suficiente como para suplir todas las necesidades de la viuda. Es posible que no tengamos muchos talentos y que la medida de nuestros bienes materiales sea pequeña, pero Dios puede usar y aumentar todo lo que se consagre a él. La vasija de aceite demostraba la absoluta pobreza de la viuda; pero fue también el medio que el Señor empleó para satisfacer todas sus necesidades.

3. No pocas.

La respuesta de la viuda sería la medida de su fe, y como consecuencia también la medida de lo que habría de recibir de parte del Señor. Si su fe hubiera sido poca, habría recibido poco; si mucha, recibiría mucho.

5. Echaba del aceite.

La incredulidad no fue un obstáculo para la viuda. Actuó al punto. Siguió las instrucciones del profeta y consiguió también la cooperación de sus hijos. Si éstos habían de salvarse de una vida de esclavitud, tenían que hacer algo para ayudarse. La fe y obediencia de la viuda engendraron fe y obediencia en sus hijos. La fe produce fe, y la obediencia de uno fomenta la obediencia de otros.

6. Cesó el aceite.

Dios cesa de dar cuando el ser humano no está preparado para recibir más. La milagrosa provisión de aceite no cesó hasta que se hubo llenado la última vasija.

7. Paga a tus acreedores.

La viuda recibió del Señor más de lo que había pedido. Sólo había pedido que sus hijos fueran liberados de la esclavitud; pero debido a su pobreza aún tenía muchas necesidades. Dios, que satisfizo las necesidades de la viuda, constantemente da a todos sus hijos bendiciones mucho mayores que las que ellos piden.

8. Sunem.

Aldea situada en el valle de Jezreel, a unos 8 km al norte del monte de Gilboa, y a 25,6 km del Carmelo, donde parece que en este momento residía Eliseo (vers. 25). En sus viajes por el reino, Eliseo pasaba con frecuencia por esa aldea. Ahora se la conoce con el nombre de Sôlem .

Una mujer importante.

"Mujer principal" (BJ), probablemente también pudiente (ver 1 Sam. 25: 2; 2 Sam. 19: 32).

Le invitaba insistentemente.

Eliseo era objeto de la hospitalidad de este hogar acomodado. Los siervos de Dios tienen la misma necesidad de alimento y abrigo que sus prójimos, y aprecian las bendiciones de la comunión y amistad cristianas que muchas veces les hace feliz y agradable la vida.

10. Pequeño aposento.

Muchas veces las riquezas hacen que su poseedor sea egoísta y olvide las necesidades y los deseos de otros. Pero no procedió así la mujer de Sunem. Ella era importante; pero no perdió la bondad humana. No vivía sólo para sí, sino que se esforzaba por hacer felices a otros. Tenía muchos bienes, y los compartía con sus prójimos. No permitía que sus tareas y responsabilidades domésticas le hicieran olvidar las necesidades y los deseos de Eliseo, y quizá de muchas otras personas. Cuando Eliseo viajaba, se gozaba por anticipado al pensar en las agradables horas de descanso y solaz que disfrutaría cuando llegara a la aldea de Sunem. Una bondadosa hospitalidad ayuda a que haya entre los humanos un poco de la paz y la amistad del cielo.

12. Llama a esta sunamita.

La sunamita había sido bondadosa con Elisco, y él quería mostrarse bondadoso con ella. Pero ¿qué podría hacer para recompensarle los favores que le había prodigado? No necesitaba cosas materiales. Sin embargo, Eliseo quería darle alguna prueba de su aprecio. A la persona de corazón noble no le gusta recibir favores sin devolverlos.

13. ¿Qué quieres que haga por ti?

Esta pregunta servía para poner a prueba a la mujer, pues revelaría exactamente lo que llevaba en el corazón. ¿Había recibido al profeta porque era profeta, o tenía el deseo secreto de recibir una recompensa?

Que hable por ti al rey.

Eliseo reconocía que tenía cierta influencia en la corte y con las más altas autoridades de la nación. Quizá habría algún asunto en el cual él pudiera conseguir la ayuda del rey para beneficio de la sunamita.

Yo habito en medio de mi pueblo.

Esta respuesta muestra que ella estaba perfectamente contenta. Vivía en paz con los suyos, y no tenía querellas con sus vecinos, ni asuntos que no pudiera resolver con sus amigos. Su comunidad era apacible y tranquila, y el rey y sus siervos no podrían hacer nada que le hiciera más feliz la vida.

14. ¿Qué, pues, haremos por ella?

No era fácil hacer algo por una persona que era feliz y que materialmente tenía todo lo que necesitaba; pero Eliseo persistió en averiguar en qué podría serle útil.

Ella no tiene hijo.

Toda mujer hebrea consideraba que esto era una desgracia y un baldón (ver Gén. 30: 23; Deut. 7: 13, 14; 1 Sam. 1: 6, 7, 11; Sal. 128: 3, 4; Luc. 1: 25).

Su marido es viejo.

Aunque deseara de todo corazón tener un hijo, creía que ya no sería posible porque su esposo era viejo.

15. A la puerta.

Quizás por modestia y de acuerdo a las costumbres de la época, ya que no se consideraba correcto que entrara en el aposento de Eliseo.

16. Abrazarás un hijo.

Lo que para los hombres es imposible, no lo es para Dios. Si deseaba tener un hijo, Dios podía dárselo. La promesa de Eliseo de que dentro de un año tendría un hijo, estaba más allá de sus más caras esperanzas.

No hagas burla.

O, "no engañes a tu sierva" (BJ). Pidió que no la engañara presentándole una esperanza que no podría cristalizarse. Compárese con la incredulidad de Abrahán (Gén. 17: 17), de Sara (Gén. 18: 12) y de Zacarías (Luc. 1: 20), cuando se les prometió un hijo.

17. En el tiempo que Eliseo le había dicho.

Un verdadero profeta de Dios no hace falsas predicciones en el nombre del Señor. Según la promesa de Eliseo, así se cumplió.

19. Mi cabeza.

Quizá fue una insolación. La siega, un trabajo arduo, se realizaba en la parte más calurosa del año.

20. Y murió.

En la vida del mortal, en este mundo de pecado, la tristeza no está muy distante de la alegría; las lágrimas de la risa; la vida de la muerte. El hijo de la sunamita había llenado de alegría el hogar, pero también le causó gran angustia. El Señor lo había dado a la sunamita, pero la muerte lo reclamó como suyo.

22. Que envíes conmigo.

Era la época de la cosecha, y todos los hombres y los animales de ese gran establecimiento estaban ocupados en el campo. Sin embargo, ella pidió los servicios de un criado y de un asno.

Al varón de Dios.

Como esposa obediente, la mujer informó a su esposo del viaje que pensaba realizar y de que se proponía volver pronto; pero no le explicó la razón de su viaje. Si le hubiera informado que iba a llamar al profeta para que resucitara a su hijo que ya había muerto, quizá él habría creído que el viaje era inútil, y podría haber intentado disuadirla de su propósito. Se trataba de un asunto de fe, y lo mantuvo en estricta reserva entre ella y Dios.

23. No es nueva luna, ni día de reposo.

"Novilunio ni sábado" (BJ). Los dos días eran santos, ocasiones cuando se presentaban ofrendas y se efectuaban convocaciones (2 Crón. 2: 4; Isa. 1: 13; Ose. 2: 11; Amós 8: 5). Sin duda en tales días el pueblo acostumbraba reunirse para rendir culto o para recibir instrucción religiosa y edificante. Si hubiese sido luna nueva o día de sábado, el esposo de la sunamita no habría considerado extraño su viaje hasta donde se encontraba el profeta; pero en esas circunstancias no podía comprender su propósito.

Paz.

Esta fue una respuesta de fe y esperanza. El niño estaba muerto, pero ella no se entregó al dolor ni a la desesperación. Si el varón de Dios había podido interceder ante Dios para proporcionarle ese hijo, también podría pedirle que se lo restaurara. Por difícil de resolver que sea un problema, cuando lo ponemos en las manos de Dios podemos tener la completa seguridad de la solución. La respuesta no siempre será exactamente lo que deseamos, pero podemos tener paz e inclinarnos con humildad y sumisión ante la voluntad divina.

24. No me hagas detener.

Instó al siervo para que fuera con toda la premura posible, aunque eso pudiera causarle inconvenientes. El viaje representaba cerca de 25 km, y no era fácil; pero ella tenía un solo propósito: llegar hasta Eliseo cuanto antes.

25. La vio.

Es probable que la casa del profeta estuviera en una altura desde donde se veía buena parte del valle. Eliseo vio a la mujer a la distancia, y la reconoció.

26. A recibirla.

Eliseo se dio cuenta en el acto de que algo andaba mal; y sin esperar que ella se le acercara, mandó al siervo a recibirla para que, si fuera posible, averiguara el motivo de su venida.

Bien.

Literalmente, "paz". Revelaría el dolor de su corazón únicamente al profeta.

27. Se asió de sus pies.

En la Biblia se registran muchos casos de personas que adoptaron tal actitud al hacer sus peticiones (Mat. 18: 29; Mar. 7: 25; Luc. 8: 41; Juan 11: 32; etc.).

Para quitarla.

El insensible siervo no comprendió la situación, e intentó apartarla bruscamente del profeta.

Su alma está en amargura.

Eliseo se dio cuenta en seguida de que alguna tristeza embargaba a la mujer, y se llenó de tierna simpatía por ella. El verdadero hijo de Dios, que está lleno de amor y ternura, se conmoverá ante todos los que llevan pesadas cargas y, como su Maestro, procurará darles descanso. El verdadero amor es tierno y bondadoso, y responde ante el clamor de los necesitados.

Me ha encubierto.

Algunas veces el Señor creía conveniente revelar a su siervo las circunstancias de determinada persona, pero esto no ocurría siempre. Ningún profeta sabe todas las cosas. Las revelaciones ocurren sólo en armonía con la voluntad de Dios. El hecho de que un profeta no conozca todos los hechos relacionados con cierto asunto no es una evidencia de que no sea verdadero profeta del Señor. Los profetas también son seres humanos y su conocimiento y sus juicios, como los de sus prójimos, son limitados. Sus palabras sólo tienen una autoridad singular cuando Dios les da revelaciones y sabiduría especiales. No tiene fundamento la idea de que en casos como éste el profeta deba conocer todos los hechos.

28. ¿Pedí yo hijo?

La mujer no reprochaba al profeta, sino exhalaba su amarga tristeza. En primer lugar, ella no había pedido ese niño; había venido como resultado de la promesa del profeta. Pero ese niño que se le había concedido, ahora se le había quitado. No lo dijo en estas palabras, ni necesitaba hacerlo, porque Eliseo había comprendido plenamente el significado de su pesar. Las palabras de la mujer revelaron la amargura de su tristeza. Ella sólo sabía que había perdido ese hijo que no había demandado, y que su tristeza era infinitamente mayor que si nunca se le hubiese permitido conocer ese amor filial.

29. Ciñe tus lomos.

Eliseo sabía que la mujer estaba agotada por su apresurado viaje y que el regreso sería mucho más difícil y penoso. No rehuyó hacer él mismo el viaje; pero en cuanto supo que el niño estaba muerto, despachó a su siervo después de haberle dado las instrucciones en cuanto a lo que debía hacer.

Toma mi báculo.

El báculo o "bastón" (BJ) era la insignia del don profético de Eliseo y, como la vara de Moisés (Exo. 4: 17; 17: 5, 9; Núm. 20: 8, 9), simbolizaba el poder de Dios con el cual realizaba milagros en su nombre.

No le respondas.

Esto no significaba que el siervo fuera brusco o descortés, sino que no debía perder tiempo por el camino. En el Oriente, los saludos suelen ser largos y ceremoniosos, y sus fórmulas llevan tiempo.

30. No te dejaré.

La mujer tenía más fe en Eliseo que en su siervo. Conocía el poder de las oraciones y del ministerio del profeta, y depositó plena confianza en él. El Señor podría haber restaurado al niño si tan sólo Eliseo lo hubiera pedido con una palabra. Podría haber escogido tomar en cuenta la vara del profeta y a su siervo para resucitar al niño mediante ellos. Pero la atribulada mujer consideraba a Eliseo como el mensajero mediante el cual el Señor demostraría su poder, y el Señor creyó conveniente recompensar esa fe dándole lo que anhelaba.

31. No tenía voz ni sentido.

Estas palabras insinúan que Giezi había esperado que Dios respondería cuando se pusiera la vara sobre el muchacho. No se nos dice por qué razón no resucitó. Si la mujer hubiese tenido fe en que el Señor le contestaría por medio de la vara de Eliseo y de su siervo Giezi, la respuesta tal vez hubiera venido por ese medio. O quizás había en la vida de Giezi alguna debilidad que impedía que el Señor lo usara como instrumento para realizar sus portentosas maravillas. No es dado al hombre conocer las razones por las cuales el Señor escoge actuar de una manera u otra.

No despierta.

Esto no indica que el niño estuviera dormido, porque había muerto en la falda de la madre a mediodía (vers. 20), y en el vers. 32 se dice que estaba muerto. En la Biblia, se considera que la muerte es un sueño (Deut. 31: 16; 1 Rey. 2: 10; Dan. 12: 2; Juan 11:11-14; Hech. 13: 36).

33. Oró.

Mediante fervorosas oraciones de fe " "las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección" " (Heb. 11: 35).

34. Se tendió sobre el niño.

No se da la razón por la cual Eliseo usó este medio para que el niño resucitara. Dios pudo haberle indicado que así lo hiciera, o posiblemente imitó la acción de Elías (1 Rey. 17: 21). La oración no excluye el uso de otros medios. El cuerpo del profeta pudo haber comunicado calor al cuerpo del niño muerto, pero no fue esto lo que le devolvió la vida. Mediante Cristo, quien dio la vida en el principio, el niño fue resucitado. Este fue un milagro, un acto que sólo Dios podía realizar. Así como el Señor devolvió la vida a este niño, también, en su segunda venida, resucitará a todos sus hijos fieles que ahora descansan en la tumba (Isa. 26: 19; Juan 5: 28, 29; 1 Cor. 15: 52; 1 Tes. 4: 16; Apoc. 1: 18).

36. Toma tu hijo.

Cuando el niño hubo resucitado, se llamó a la madre y se le dijo que tomara a su hijo. Cuando Elías levantó de la muerte al hijo de la viuda, se lo entregó a su madre (1 Rey. 17: 23). Así también Jesús, cuando resucitó al hijo de la viuda de Naín, se lo devolvió a su madre (Luc. 7: 15). Jesús se compadece de cada madre que llora por la pérdida de un hijo, y en el día feliz de la resurrección los niños que ahora duermen en la tumba resucitarán, y serán llevados por los ángeles a los brazos de sus madres (CS 703).

37. Se echó a sus pies.

No se registran las palabras de la madre. Su gratitud era demasiado grande para poder expresaría en palabras. Con profundo agradecimiento se echó a los pies del profeta, derramando, sin duda, con lágrimas de gozo, el agradecimiento de su corazón maternal, porque su hijo muerto había sido resucitado. La fe que mostró tener en Dios y en su profeta no había sido en vano.

38. A Gilgal.

Ver com. cap. 2: 1. Elías había trabajado mucho para hacer avanzar la obra del Señor mediante su interés en estos importantes centros educativos donde los "hijos de los profetas" podían prepararse para una vida de servicio en favor de sus prójimos. Eliseo prosiguió con esa obra. Muchas veces visitó esas escuelas para dar el ánimo y consejo necesarios.

Había una grande hambre.

El hambre era común en la antigua Palestina, y causaba mucho sufrimiento y aun la muerte (ver com. Gén. 12: 10).

Estaban con él.

O, " "la comunidad de los profetas estaba sentada ante él" " (BJ). Es probable que estuvieran reunidos para recibir instrucción espiritual. Así como María se sentó a los pies de Jesús, también estos jóvenes se sentaron delante de Eliseo para aprender lecciones acerca de Dios. Recordarían estas horas como preciosas, pues el Espíritu Santo estaba presente trayéndoles lecciones de fe y confianza en Dios. Habían aprendido a apreciar las cosas del Espíritu más que el alimento cotidiano.

Una olla grande.

El alimento espiritual es importante, pero el cuerpo también necesita nutrirse. Es probable que Eliseo se hubiera compadecido al ver en las débiles figuras de los estudiantes los efectos del hambre que por entonces devastaba la tierra. Se interesaba por su bienestar espiritual, pero también por sus necesidades temporales. Se dio la orden de que se pusiese una olla grande para que todos pudieran comer.

39. Al campo.

Es probable que todas las escuelas de los profetas estuvieran en comunidades rurales, donde los estudiantes pudieran tener la oportunidad de cultivar la tierra para obtener alimento y recibir instrucción en cuanto a los trabajos agrícolas (ver PP 643; PR 173). Debido a la escasez de alimento, es evidente que los estudiantes de las escuelas de los profetas se vieron obligados a salir al campo a buscar lo que pudieran encontrar.

Calabazas silvestres.

No se ha identificado con precisión el tipo de planta que aquí se menciona. Algunos han pensado que sería un tipo de pepino o calabaza silvestre, que tiene la forma de un huevo y un gusto amargo. Cuando se lo come causa dolor y el efecto de un fuerte purgante. Los jóvenes pudieron confundir estos pepinos silvestres con los que se cultivaban, que eran muy apreciados como alimento (Núm. 11: 5). En Palestina se encuentra una enredadera conocida con el nombre de coloquíntida , que tiene hojitas de un verde claro y fruto parecido al melón, pero cuyo efecto puede ser fatal. La LXX emplea un término sinónimo de kolukúntha .

No sabía lo que era.

El hecho de que un hombre sea profeta no le da todos los conocimientos, ni lo exime de ejercer cuidado y precaución. Este joven, como no conocía la naturaleza de las plantas que tenía ante sí, juntó veneno y puso en peligro la vida de todos los que participaron del fruto de su trabajo.

40. Hay muerte.

Sin duda el gusto amargo reveló de inmediato que el alimento era venenoso, el cual pudo haberse mezclado en la olla con otras plantas que eran completamente saludables; pero las "calabazas silvestres" esparcieron su veneno por toda la olla. El pecado es el veneno de la muerte. Su influencia se propaga. En mil diferentes formas se lo pone delante de nosotros cada día para causarnos sufrimiento y angustia. El único camino seguro es apartarse de toda clase de pecado y error, dondequiera pueda encontrarse; de lo contrario, el resultado inevitable será la muerte.

41. Traed harina.

No se sabe si la harina era el antídoto natural de las hierbas venenosas. Puede haber tenido el mismo propósito de la sal que el mismo Eliseo esparció en las aguas de Jericó (cap. 2: 20-22). La harina es un alimento saludable, y daba vida y salud a los que participaban de ella. En la mano del profeta se convirtió en un símbolo de vida que contrarrestó los malos efectos de las semillas de la muerte. En esto hay una lección espiritual. El Evangelio de Cristo es el pan de vida para los que están condenados a muerte. No importa durante cuánto tiempo o en qué proporción el pecador haya participado del fruto malo de la muerte, en el Evangelio hay poder para sanar y restaurar. El Espíritu Santo tiene potencia para deshacer todo el mal que el pecado ha realizado. Dios tiene el antídoto para cada forma de mal. Cristo es la fuente de vida eterna para todo el que desea vivir (Juan 6: 27, 33, 35).

42. Baal-salisa.

No existe suficiente información para ubicar esta aldea. Posiblemente corresponda a la tierra de Saalim (ver com. 1 Sam. 9: 4).

Panes de primicias.

Según la ley de Moisés, todas las primicias de la cosecha debían ofrecerse a Dios dándoselas a los sacerdotes (Núm. 18: 12,13; Deut. 18: 4). En el presente caso, un fiel adorador de Jehová presentó las primicias a Eliseo, "varón de Dios". Mucho antes de esto los sacerdotes levíticos se habían retirado del reino del norte (2 Crón. 11: 13, 14), y es probable que algunos de los piadosos varones de Israel hubieran reconocido a los profetas como representantes de Jehová, a quienes podían entregar las ofrendas que la ley requería que se dieran a los sacerdotes.

De cebada.

En Palestina se acostumbraba usar la cebada como alimento para los animales, aunque también se hacían panes de cebada (Juec. 7: 13; Juan 6: 9) para el consumo de las personas; pero se la consideraba inferior al trigo.

Trigo nuevo en su espiga.

Heb. karmel betsiqlono . La primera palabra se refiere no sólo al grano, sino también a cualquier producto de la huerta; la segunda palabra aparece sólo aquí, y se desconoce su traducción. Algunos creen que significaba "saco" o "bolsa".

Da a la gente.

Era un momento de necesidad para el mismo profeta y para los que con él estaban. La gente tenía hambre; necesitaba alimento. Eliseo podría haber pensado en sí mismo y en sus propios intereses, pero en vez de eso pensó en las necesidades de la gente. Así también Jesús, cuando estuvo con sus discípulos en un lugar desierto, "vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos" (Mat. 14: 14). Cuando llegó el atardecer, los discípulos deseaban despedirlos para que pudieran abastecerse de alimentos, pero las palabras de Jesús fueron: " "No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer" " (Mat. 14: 16). Hoy, cuando los hijos de Dios miran a las cansadas y necesitadas multitudes, Dios les dice: "Dad a la gente para que pueda comer".

43. Su sirviente.

Heb. meshareth , un "servidor" (BJ); pero por lo general de mayor jerarquía que el 'ébed o "esclavo". De Josué se dice que era meshareth de Moisés (Exo. 24: 13), y los ángeles representados como "flamas de fuego" , son mesharethim , "ministros" (Sal. 104: 4).

El sirviente miraba las primicias con ojos humanos, pero Eliseo había mirado esa misma ofrenda de alimento con los ojos de la fe y de Dios. Para el sirviente la orden del profeta parecía casi una necedad e imposible de cumplir. ¿Cómo podrían saciar el hambre de 100 personas con 20 panes de cebada y un poco de grano? Cuando Jesús estaba por alimentar a la multitud con 5 panes de cebada y 2 pececillos, la pregunta de Andrés, hermano de Simón Pedro, demostró el mismo espíritu: "¿Qué es esto para tantos?" " (Juan 6: 9). Todavía hoy las multitudes pasan hambre debido a la falta de fe de los que dicen ser hijos de Dios.

44. Conforme a la palabra.

Eliseo había hablado por inspiración. El profeta que habla inspiradamente siempre transmite las palabras de Dios. Dios tiene poder infinito. Sus recursos pueden satisfacer las necesidades de todos. El puede aumentar la provisión más insignificante solamente con tocarla. El poder de Dios hizo que esos pocos panes aumentaran hasta que se saciaran todos los presentes. El agricultor desconocido presentó a Eliseo las primicias como una ofrenda para Dios, quien aceptó esa dádiva y la bendijo. El Señor también hoy acepta y bendice nuestras ofrendas. Dondequiera haya una obra que hacer, los hijos de Dios no deben tenerse en cuenta a sí mismos y sus propias insuficiencias, sino que deben recurrir a los recursos ilimitados que el Padre celestial tiene para todos. Lo que tienen puede parecer escaso para suplir las necesidades de los desvalidos, pero con la bendición de Dios se verá que es más que suficiente.

El cielo está más cerca de la tierra de lo que muchos piensan. Dios siempre se interesa por sus hijos necesitados, y en todo momento está listo para suplir lo que les falta. No hay país ni pueblo de la tierra donde la Providencia no esté operando constantemente para dar lo que falta a los necesitados. Cada huerta y campo que produce fruto da testimonio tanto del poder de Dios para obrar milagros como de su amor ilimitado. Dios siempre obra a favor de sus débiles hijos de la tierra. Quizá no se vean hoy en forma tan evidente las manifestaciones de su amor y su poder como en los días de Eliseo, pero basta que abramos los ojos para reconocer con mayor claridad que el Ser Supremo está presente, y todavía obra con amor y misericordia para con los necesitados hijos de Adán. Los creyentes fieles todavía pueden dar sus ofrendas al Señor, quien multiplicará muchas veces esos escasos recursos para suplir las necesidades temporales y espirituales de multitudes. Lo que el mundo necesita hoy es una medida mayor de fe y comprensión espiritual, de valor y de compasión: la fuerza y el espíritu del profeta Eliseo.

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