El pastor A. G. Daniells fue el presidente de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día que sirvió durante más tiempo en ese cargo, y fue colega por muchos años de Elena de White. Trabajó con ella cuando era un pastor joven en los Estados Unidos, y luego cuando ambos estuvieron un tiempo en Australia, y otra vez en los Estados Unidos cuando se le pidió que asumiera el cargo directivo durante los últimos quince años de la vida de Elena de White. Como dirigente de la iglesia y ministro colega que la conocía bien, Daniells presentó la responso en el funeral de Elena de White el 24 de julio de 1915, en Battle Creek. Como parte de su discurso, dio un panorama de la obra de su vida y sus escritos, incluyendo este notable resumen de la preocupación que ella tenía por "la condición social de la familia humana": "La esclavitud, el sistema de castas, los prejuicios raciales, la opresión del pobre, el descuido del infortunado; todas estas cosas son declaradas como anticristianas y una amenaza seria para el bienestar de la raza humana, y como un mal que la iglesia de Cristo está encargada de cambiar".1
Es notable el lenguaje hasta, diríamos, revolucionario. Pero también nos da una vislumbre del ministerio en la iglesia adventista temprana, que involucra a líderes y miembros hablando y actuando regularmente en la vida pública y los problemas de la justicia en sus días. Por supuesto, hubo líderes alegando en favor de la libertad religiosa cuando publicaban acerca de ese tema, dirigían asambleas públicas, y testificaban ante el Congreso de los Estados Unidos. También eran activos en el movimiento de temperancia y su defensa pública. Muchos de los primeros adventistas habían estado involucrados en actividades abolicionistas, trabajando para terminar con la esclavitud antes de llegar a ser adventistas, y siguieron esa tarea, aun desafiando la ley al ayudar a algunos esclavos a escapar como miembros del Tren Subterráneo. Cuando se inició la Guerra Civil Norteamericana la Iglesia Adventista del Séptimo Día no se había fundado oficialmente todavía. Pero, de todos modos, llegó a ser conocida como la "iglesia pacífica", que se oponía a la guerra y sus horrores, mientras al mismo tiempo procuraban el fin de la esclavitud.
Si añadimos a estas causas específicas el foco adventista sobre la educación, la salud y la preocupación por los pobres y el bienestar de la familia humana en general, el resumen de Daniells parece apropiado. Pero también parece que hemos perdido de vista algo, hasta cierto punto, en el siglo desde entonces. Necesitamos recuperar lo mejor de la herencia activista adventista, que incluye el llamado de los profetas hebreos y el ministerio y las enseñanzas de Jesús, y volver a ocuparnos por lo que significa ser una iglesia de justicia y paz, tanto local como corporativamente, en nuestro tiempo y lugar.
Sal y luz
En Seguir la justicia., Ken Wytsma nota la distinción entre la "iglesia reunida", aquellas pocas horas de adoración corporativa cada semana, y la "iglesia esparcida". Claramente es un eco de las descripciones de Jesús de la iglesia reunida como una luz sobre un monte (ver Mat. 5:14), y esparcidos y mezclados en el mundo al que debe condimentar, dar sabor y transformar.
"Para muchos de nosotros, nuestro foco intencional sobre Dios y sus propósitos ocurre durante la iglesia", escribe Wytsma. "Pero Isaías 58 parece sugerir que Dios está más preocupado acerca de cómo ocupamos nuestro tiempo, al estar esparcidos que reunidos. El verdadero impacto de la iglesia se sentirá, para mejor o para peor, donde se conecta al descalabro de las restantes 166 horas de la semana".2 Nuestra fe debiera importar más cuando no estamos en el templo.
No, "no dejemos de congregarnos" (Heb. 10:25, NVI). Pero esto debe ser, primero, para adorar a Dios, y segundo "para estimularnos al amor y a las buenas obras" (vers. 24). Uno de los propósitos principales para nuestra reunión debe ser nuestro esparcirnos. Estimulados por nuestra adoración corporativa y nuestra comunidad de fe, llegamos a ser agentes más efectivos del reino de Dios en nuestra vida diaria.3
Esto nos lleva otra vez al llamado y la oportunidad que cada uno de nosotros tiene en su vida individual de actuar y hablar en favor de la justicia, como lo hemos analizado en el capítulo anterior. Pero como parte de una comunidad eclesiástica, no hacemos esta obra solos; somos parte de una red de agentes por la justicia, trabajando en nuestras comunidades. La iglesia puede ser el eje de esta actividad, que a su vez puede ser apoyada por la infraestructura de nuestra red mayor con sus diversos departamentos, ministerios y agencias.
Una comunidad de justicia
Muchas iglesias trabajan de esta manera para responder a la gente y sus necesidades en sus comunidades. Una de estas iglesias, con la que tengo conexiones por familiares y amigos, es la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Eight Mile Plains en un suburbio de Brisbane, Australia. Su experiencia reciente de trabajar con familias de refugiados de Irán y Siria comenzó con el vecino Centro Comunitario de ADRA, que ofrecía clases de idioma inglés para los refugiados que viven en "comunidades de detención" después de pedir asilo en Australia. Un grupo de refugiados iranios preguntó por una iglesia, y les indicó dónde se situaba la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Eight Mile Plains, donde recibieron una calurosa bienvenida, y se sintieron cómodos en una comunidad que no comía carne ni bebía alcohol.
Cuando los feligreses y los refugiados llegaron a conocerse mejor, uno de los hombres iranios recibió una oferta de empleo de uno de los miembros. Otros miembros de la iglesia visitaron a la esposa de este hombre en el hospital después de que ella sufriera un aborto. Supieron más de la difícil situación en que vivían y la débil situación de inmigración, y decidieron ayudarles. Los miembros les dieron la bienvenida en sus hogares, hicieron arreglos para que pudieran obtener una vivienda mejor, y escribieron al Departamento de Inmigración y Protección Fronteriza en favor de ellos con algún éxito. Y al llegar a ser amigos y miembros "adoptados" de la familia, escucharon más historias que quebraban el corazón.
Con el tiempo, los feligreses habían visitado agencias del gobierno, asistido a audiencias en los tribunales y patrocinado a niños para asistir a la escuela adventista local. Tanto el esposo como la esposa de una familia están empleados en una instalación de atención de ancianos. Juntos, los refugiados y los miembros de la iglesia han celebrado las victorias y lamentado las pérdidas. Basados en esta experiencia y comprensión personal, los miembros de la iglesia han hablado a los medios nacionales e internacionales, protestando por las reglas duras de inmigración del gobierno australiano. Para hacer crecer aún más esta amistad, el pastor de la iglesia y su esposa visitaron a las familias que los refugiados tienen en Irán para darles noticias de que sus familiares, que no pueden regresar a casa, están bien en Australia. Ahora estos nuevos miembros de la comunidad de la iglesia están vinculando a la iglesia con comunidades mayores de refugiados e inmigrantes en su ciudad.
Bajo los reglamentos severos actuales del gobierno, se les ha dicho a estos refugiados que nunca se les permitirá residir en forma permanente en Australia. Pero su experiencia desafía la injusticia del gobierno. Su camino a la ciudadanía australiana puede estar cerrado, pero algunos de ellos ya son bautizados como miembros, y todos ellos son miembros de la comunidad y familia de la Iglesia Adventista de Eight Mile Plains. Juntos, son ciudadanos de un reino más grande.
Sirviendo juntos con sus diferentes recursos y habilidades, las iglesias, las agencias, las instituciones y los miembros pueden llegar a ser una red efectiva de justicia. Esto luego impulsa la obra y el testimonio de la iglesia. Un grupo de personas de justicia llegará a ser una comunidad de justicia.
Una voz colectiva de justicia
Los líderes de la iglesia pueden establecer expectativas, y predicar y enseñar acerca de nuestra capacidad y el llamado para hacer justicia, energizando e inspirando de esta manera a los feligreses a hablar y actuar de maneras y en lugares que la iglesia como un todo puede nunca alcanzar. Pero la iglesia corporativa -a nivel local, regional, nacional y aún de la Asociación General- es también una entidad con influencia, la voz y los recursos que pueden ser una fuerza para la justicia. El Nuevo Testamento describe a la iglesia como el cuerpo de Cristo, lo que otra vez nos retrotrae a su ministerio para ver cómo él actuó en el mundo: "La iglesia corporativa en sus diversas facetas no puede ignorar los problemas de la pobreza y la injusticia y temas relacionados. Si Cristo estuvo en el servicio de sanación, y se aseguró de que los hambrientos tuvieran comida, lo mismo tiene que hacer la comunidad que lo representa en este mundo. Si Cristo combinaba la predicación de la Palabra con actos de bondad y justicia, y estaba listo a ser pobre entre aquellos que eran pobres, lo mismo debe hacer la iglesia que profesa seguirlo a él como su Señor".4
El pastor Michnay (del capítulo 11) fue un presidente de asociación que mostró cómo se podía hacer esto en una circunstancia extrema de injusticia. Como se mencionó arriba, muchos de los primeros adventistas también hicieron lo mismo en una variedad de formas públicas. Pero como lo dice tan severamente el título del libro de Zdravko Plantak, en algún lugar en el siglo XX, notablemente después de la muerte de Elena de White, llegamos ser la "iglesia silenciosa".5 Como iglesia corporativa, necesitamos encontrar otra vez nuestra voz. En un mundo de injusticia, opresión y violencia, mantener silencio o pretender neutralidad no son opciones fieles. Debemos hablar por aquellos que no son escuchados, ponernos del lado de los pobres y vulnerables, procurando ser un "poder" para aquellos que son aplastados. Aunque ADRA y su obra son buenas, la iglesia en conjunto no puede darse el lujo de pasar su responsabilidad de hacer justicia a una sola agencia. En todo lo que hacemos como iglesia, debemos ser justos y generosos al actuar en la iglesia y en el mundo.
Una luz en favor de la justicia
Jesús ordenó a sus seguidores que sean una luz sobre un monte, y se nos recuerda esto en el canto infantil "Esta lucecita mía, la dejaré brillar". Yo crecí cantando esas palabras familiares, pero hace un par de años experimenté brillar "como esta lucecita mía" de una manera diferente.
El momento exacto fue al terminar un día muy ocupado durante el cual, junto a nuestro "grupo de presión" de seis personas del oriente de Melbourne, nos encontramos con cuatro miembros de la Cámara de Representantes, senadores o miembros de su personal de nuestra región. Celebramos el progreso alrededor del mundo en los veinticinco años pasados en disminuir a la mitad el número de personas que viven en extrema pobreza. Expresamos el aprecio por la diferencia que la ayuda de Australia hace en el mundo. Expresamos nuestra desilusión por los cortes al presupuesto de ayuda, lo que significa que Australia como nación está en los niveles menos generosos de cualquier tiempo pasado en su historia de ayuda. Instamos que se hiciera mayor acción para limitar el cambio climático, especialmente ya que eso puede deshacer mucho del desarrollo que ayudó a los pobres del mundo durante los últimos cincuenta años.
Al ponerse el sol, nos reunimos en forma tranquila en el césped frente al Parlamento para orar con más de cien cristianos de todos los estados y territorios de Australia. La vigilia de oración a la luz de las velas era parte del evento anual de Voces en Favor de la Justicia de Micah Australia.
Oramos por nuestra nación y sus líderes, por nuestras iglesias y su obra y testimonio, y por los pobres del mundo y las crisis y desafíos que afrontan. Entonces pusimos nuestras velitas sobre un gran mapa del mundo, llenando poco a poco los continentes con la luz de nuestras oraciones.
Es notable cómo el contexto en el cual se lee la Biblia influye dramáticamente sobre su impacto y su percepción. Durante la vigilia los participantes leyeron de los profetas hebreos, los salmos, los evangelios y las cartas de Pablo, destacando los muchos versículos que llaman a los reyes y a las naciones a asegurar la justicia y la preocupación por los pobres como la prioridad principal y la práctica central. De pie bajo el cielo que oscurecía, mirando el edificio hermosamente iluminado, estos versículos eran el eco de un renovado efecto conmovedor.
Pero muchos de los versículos también llaman al pueblo de Dios a ser aquellos que recuerden a sus líderes y sus sociedades de las necesidades de aquellos cuyas voces son a menudo fáciles de ignorar. Por ejemplo, hay una razón sencilla por la que ha sido fácil para nuestro gobierno cortar en forma desproporcionada la ayuda de Australia en los últimos años: los que son más afectados, aquellos que morirán como resultado, no tiene voz ni voto en Australia. Por eso la Biblia estimula al pueblo de Dios: "¡Levanta la voz, y hazles justicia! (Prov. 31:9, NVI).
Hace algunos años, me inspiró un sermón acerca de nuestro llamado a hacer justicia por el fallecido Warren Banfield, un veterano pastor afroamericano y líder de la Iglesia Adventista que había trabajado con el líder de los derechos civiles Martin Luther King Jr. En la reunión campestre de la Asociación del Sur del Atlántico en 2005, el pastor Banfield, que en ese entonces tenía 83 años, tomó prestado un poco del Dr. King para compartir su sueño para su Iglesia Adventista del Séptimo Día:
"En mi sueño, encendí la televisión, y he aquí, ¿qué veo? Un poco más adelante, frente al edificio del Capitolio, vi al pastor Mendinghall [el presidente de la Asociación] y todo el personal de la oficina, con carteles y tambores, y una banda gritando contra las injusticias que ocurren en el Gobierno.
"Entonces vi por la Avenida a todos los pastores, ancianos y diáconos, con sus tambores y banda, frente a la Casa de Gobierno, protestando por las injusticias y la corrupción que hay en el Gobierno.
"Y para finalizar, vi [a las fuerzas de seguridad] con su equipo antimotines y armas, y todo lo demás, viniendo contra estos adventistas del séptimo día, desarmados, que estaban en contra de la injusticia. Y ellas tenían sus vehículos para llevarlos a la cárcel. Pero cuando esos vehículos pasaron entre la multitud, se los podía oír a todos cantando. 'Esta lucecita mía, la dejaré brillar, brillará, brillará'. ¡Gloria, aleluya! Yo tuve un sueño. Espero que usted se contagie de él".6 Este es el sueño de una iglesia que se mantiene en favor de la bondad, la justicia y la misericordia; una iglesia que cree que "humillarte ante tu Dios" (Miq. 6:8) puede incluir andar por la calle con carteles en las manos y voces levantadas en favor de los pobres, los oprimidos y los explotados.
En esa noche, en la capital de mi nación, me di cuenta con unos pocos compañeros miembros de la iglesia -junto con muchos otros cristianos- que había ayudado a cumplir el sueño de Banfield de modo reducido. Aunque no cantamos el cantito, lo estábamos viviendo: y una luz en un monte no se puede esconder, aún en la colina del parlamento de la capital."
Es un sueño que todavía comparto para nuestra iglesia, de levantarnos en favor de la justicia, hablar por la justicia y hacer justicia en innumerables maneras y lugares.
Creo que también es el sueño de Dios y el sueño al que él nos insta a unirnos y realizar en nuestras iglesias, nuestras comunidades y nuestro mundo:
Es notable el lenguaje hasta, diríamos, revolucionario. Pero también nos da una vislumbre del ministerio en la iglesia adventista temprana, que involucra a líderes y miembros hablando y actuando regularmente en la vida pública y los problemas de la justicia en sus días. Por supuesto, hubo líderes alegando en favor de la libertad religiosa cuando publicaban acerca de ese tema, dirigían asambleas públicas, y testificaban ante el Congreso de los Estados Unidos. También eran activos en el movimiento de temperancia y su defensa pública. Muchos de los primeros adventistas habían estado involucrados en actividades abolicionistas, trabajando para terminar con la esclavitud antes de llegar a ser adventistas, y siguieron esa tarea, aun desafiando la ley al ayudar a algunos esclavos a escapar como miembros del Tren Subterráneo. Cuando se inició la Guerra Civil Norteamericana la Iglesia Adventista del Séptimo Día no se había fundado oficialmente todavía. Pero, de todos modos, llegó a ser conocida como la "iglesia pacífica", que se oponía a la guerra y sus horrores, mientras al mismo tiempo procuraban el fin de la esclavitud.
Si añadimos a estas causas específicas el foco adventista sobre la educación, la salud y la preocupación por los pobres y el bienestar de la familia humana en general, el resumen de Daniells parece apropiado. Pero también parece que hemos perdido de vista algo, hasta cierto punto, en el siglo desde entonces. Necesitamos recuperar lo mejor de la herencia activista adventista, que incluye el llamado de los profetas hebreos y el ministerio y las enseñanzas de Jesús, y volver a ocuparnos por lo que significa ser una iglesia de justicia y paz, tanto local como corporativamente, en nuestro tiempo y lugar.
Sal y luz
En Seguir la justicia., Ken Wytsma nota la distinción entre la "iglesia reunida", aquellas pocas horas de adoración corporativa cada semana, y la "iglesia esparcida". Claramente es un eco de las descripciones de Jesús de la iglesia reunida como una luz sobre un monte (ver Mat. 5:14), y esparcidos y mezclados en el mundo al que debe condimentar, dar sabor y transformar.
"Para muchos de nosotros, nuestro foco intencional sobre Dios y sus propósitos ocurre durante la iglesia", escribe Wytsma. "Pero Isaías 58 parece sugerir que Dios está más preocupado acerca de cómo ocupamos nuestro tiempo, al estar esparcidos que reunidos. El verdadero impacto de la iglesia se sentirá, para mejor o para peor, donde se conecta al descalabro de las restantes 166 horas de la semana".2 Nuestra fe debiera importar más cuando no estamos en el templo.
No, "no dejemos de congregarnos" (Heb. 10:25, NVI). Pero esto debe ser, primero, para adorar a Dios, y segundo "para estimularnos al amor y a las buenas obras" (vers. 24). Uno de los propósitos principales para nuestra reunión debe ser nuestro esparcirnos. Estimulados por nuestra adoración corporativa y nuestra comunidad de fe, llegamos a ser agentes más efectivos del reino de Dios en nuestra vida diaria.3
Esto nos lleva otra vez al llamado y la oportunidad que cada uno de nosotros tiene en su vida individual de actuar y hablar en favor de la justicia, como lo hemos analizado en el capítulo anterior. Pero como parte de una comunidad eclesiástica, no hacemos esta obra solos; somos parte de una red de agentes por la justicia, trabajando en nuestras comunidades. La iglesia puede ser el eje de esta actividad, que a su vez puede ser apoyada por la infraestructura de nuestra red mayor con sus diversos departamentos, ministerios y agencias.
Una comunidad de justicia
Muchas iglesias trabajan de esta manera para responder a la gente y sus necesidades en sus comunidades. Una de estas iglesias, con la que tengo conexiones por familiares y amigos, es la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Eight Mile Plains en un suburbio de Brisbane, Australia. Su experiencia reciente de trabajar con familias de refugiados de Irán y Siria comenzó con el vecino Centro Comunitario de ADRA, que ofrecía clases de idioma inglés para los refugiados que viven en "comunidades de detención" después de pedir asilo en Australia. Un grupo de refugiados iranios preguntó por una iglesia, y les indicó dónde se situaba la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Eight Mile Plains, donde recibieron una calurosa bienvenida, y se sintieron cómodos en una comunidad que no comía carne ni bebía alcohol.
Cuando los feligreses y los refugiados llegaron a conocerse mejor, uno de los hombres iranios recibió una oferta de empleo de uno de los miembros. Otros miembros de la iglesia visitaron a la esposa de este hombre en el hospital después de que ella sufriera un aborto. Supieron más de la difícil situación en que vivían y la débil situación de inmigración, y decidieron ayudarles. Los miembros les dieron la bienvenida en sus hogares, hicieron arreglos para que pudieran obtener una vivienda mejor, y escribieron al Departamento de Inmigración y Protección Fronteriza en favor de ellos con algún éxito. Y al llegar a ser amigos y miembros "adoptados" de la familia, escucharon más historias que quebraban el corazón.
Con el tiempo, los feligreses habían visitado agencias del gobierno, asistido a audiencias en los tribunales y patrocinado a niños para asistir a la escuela adventista local. Tanto el esposo como la esposa de una familia están empleados en una instalación de atención de ancianos. Juntos, los refugiados y los miembros de la iglesia han celebrado las victorias y lamentado las pérdidas. Basados en esta experiencia y comprensión personal, los miembros de la iglesia han hablado a los medios nacionales e internacionales, protestando por las reglas duras de inmigración del gobierno australiano. Para hacer crecer aún más esta amistad, el pastor de la iglesia y su esposa visitaron a las familias que los refugiados tienen en Irán para darles noticias de que sus familiares, que no pueden regresar a casa, están bien en Australia. Ahora estos nuevos miembros de la comunidad de la iglesia están vinculando a la iglesia con comunidades mayores de refugiados e inmigrantes en su ciudad.
Bajo los reglamentos severos actuales del gobierno, se les ha dicho a estos refugiados que nunca se les permitirá residir en forma permanente en Australia. Pero su experiencia desafía la injusticia del gobierno. Su camino a la ciudadanía australiana puede estar cerrado, pero algunos de ellos ya son bautizados como miembros, y todos ellos son miembros de la comunidad y familia de la Iglesia Adventista de Eight Mile Plains. Juntos, son ciudadanos de un reino más grande.
Sirviendo juntos con sus diferentes recursos y habilidades, las iglesias, las agencias, las instituciones y los miembros pueden llegar a ser una red efectiva de justicia. Esto luego impulsa la obra y el testimonio de la iglesia. Un grupo de personas de justicia llegará a ser una comunidad de justicia.
Una voz colectiva de justicia
Los líderes de la iglesia pueden establecer expectativas, y predicar y enseñar acerca de nuestra capacidad y el llamado para hacer justicia, energizando e inspirando de esta manera a los feligreses a hablar y actuar de maneras y en lugares que la iglesia como un todo puede nunca alcanzar. Pero la iglesia corporativa -a nivel local, regional, nacional y aún de la Asociación General- es también una entidad con influencia, la voz y los recursos que pueden ser una fuerza para la justicia. El Nuevo Testamento describe a la iglesia como el cuerpo de Cristo, lo que otra vez nos retrotrae a su ministerio para ver cómo él actuó en el mundo: "La iglesia corporativa en sus diversas facetas no puede ignorar los problemas de la pobreza y la injusticia y temas relacionados. Si Cristo estuvo en el servicio de sanación, y se aseguró de que los hambrientos tuvieran comida, lo mismo tiene que hacer la comunidad que lo representa en este mundo. Si Cristo combinaba la predicación de la Palabra con actos de bondad y justicia, y estaba listo a ser pobre entre aquellos que eran pobres, lo mismo debe hacer la iglesia que profesa seguirlo a él como su Señor".4
El pastor Michnay (del capítulo 11) fue un presidente de asociación que mostró cómo se podía hacer esto en una circunstancia extrema de injusticia. Como se mencionó arriba, muchos de los primeros adventistas también hicieron lo mismo en una variedad de formas públicas. Pero como lo dice tan severamente el título del libro de Zdravko Plantak, en algún lugar en el siglo XX, notablemente después de la muerte de Elena de White, llegamos ser la "iglesia silenciosa".5 Como iglesia corporativa, necesitamos encontrar otra vez nuestra voz. En un mundo de injusticia, opresión y violencia, mantener silencio o pretender neutralidad no son opciones fieles. Debemos hablar por aquellos que no son escuchados, ponernos del lado de los pobres y vulnerables, procurando ser un "poder" para aquellos que son aplastados. Aunque ADRA y su obra son buenas, la iglesia en conjunto no puede darse el lujo de pasar su responsabilidad de hacer justicia a una sola agencia. En todo lo que hacemos como iglesia, debemos ser justos y generosos al actuar en la iglesia y en el mundo.
Una luz en favor de la justicia
Jesús ordenó a sus seguidores que sean una luz sobre un monte, y se nos recuerda esto en el canto infantil "Esta lucecita mía, la dejaré brillar". Yo crecí cantando esas palabras familiares, pero hace un par de años experimenté brillar "como esta lucecita mía" de una manera diferente.
El momento exacto fue al terminar un día muy ocupado durante el cual, junto a nuestro "grupo de presión" de seis personas del oriente de Melbourne, nos encontramos con cuatro miembros de la Cámara de Representantes, senadores o miembros de su personal de nuestra región. Celebramos el progreso alrededor del mundo en los veinticinco años pasados en disminuir a la mitad el número de personas que viven en extrema pobreza. Expresamos el aprecio por la diferencia que la ayuda de Australia hace en el mundo. Expresamos nuestra desilusión por los cortes al presupuesto de ayuda, lo que significa que Australia como nación está en los niveles menos generosos de cualquier tiempo pasado en su historia de ayuda. Instamos que se hiciera mayor acción para limitar el cambio climático, especialmente ya que eso puede deshacer mucho del desarrollo que ayudó a los pobres del mundo durante los últimos cincuenta años.
Al ponerse el sol, nos reunimos en forma tranquila en el césped frente al Parlamento para orar con más de cien cristianos de todos los estados y territorios de Australia. La vigilia de oración a la luz de las velas era parte del evento anual de Voces en Favor de la Justicia de Micah Australia.
Oramos por nuestra nación y sus líderes, por nuestras iglesias y su obra y testimonio, y por los pobres del mundo y las crisis y desafíos que afrontan. Entonces pusimos nuestras velitas sobre un gran mapa del mundo, llenando poco a poco los continentes con la luz de nuestras oraciones.
Es notable cómo el contexto en el cual se lee la Biblia influye dramáticamente sobre su impacto y su percepción. Durante la vigilia los participantes leyeron de los profetas hebreos, los salmos, los evangelios y las cartas de Pablo, destacando los muchos versículos que llaman a los reyes y a las naciones a asegurar la justicia y la preocupación por los pobres como la prioridad principal y la práctica central. De pie bajo el cielo que oscurecía, mirando el edificio hermosamente iluminado, estos versículos eran el eco de un renovado efecto conmovedor.
Pero muchos de los versículos también llaman al pueblo de Dios a ser aquellos que recuerden a sus líderes y sus sociedades de las necesidades de aquellos cuyas voces son a menudo fáciles de ignorar. Por ejemplo, hay una razón sencilla por la que ha sido fácil para nuestro gobierno cortar en forma desproporcionada la ayuda de Australia en los últimos años: los que son más afectados, aquellos que morirán como resultado, no tiene voz ni voto en Australia. Por eso la Biblia estimula al pueblo de Dios: "¡Levanta la voz, y hazles justicia! (Prov. 31:9, NVI).
Hace algunos años, me inspiró un sermón acerca de nuestro llamado a hacer justicia por el fallecido Warren Banfield, un veterano pastor afroamericano y líder de la Iglesia Adventista que había trabajado con el líder de los derechos civiles Martin Luther King Jr. En la reunión campestre de la Asociación del Sur del Atlántico en 2005, el pastor Banfield, que en ese entonces tenía 83 años, tomó prestado un poco del Dr. King para compartir su sueño para su Iglesia Adventista del Séptimo Día:
"En mi sueño, encendí la televisión, y he aquí, ¿qué veo? Un poco más adelante, frente al edificio del Capitolio, vi al pastor Mendinghall [el presidente de la Asociación] y todo el personal de la oficina, con carteles y tambores, y una banda gritando contra las injusticias que ocurren en el Gobierno.
"Entonces vi por la Avenida a todos los pastores, ancianos y diáconos, con sus tambores y banda, frente a la Casa de Gobierno, protestando por las injusticias y la corrupción que hay en el Gobierno.
"Y para finalizar, vi [a las fuerzas de seguridad] con su equipo antimotines y armas, y todo lo demás, viniendo contra estos adventistas del séptimo día, desarmados, que estaban en contra de la injusticia. Y ellas tenían sus vehículos para llevarlos a la cárcel. Pero cuando esos vehículos pasaron entre la multitud, se los podía oír a todos cantando. 'Esta lucecita mía, la dejaré brillar, brillará, brillará'. ¡Gloria, aleluya! Yo tuve un sueño. Espero que usted se contagie de él".6 Este es el sueño de una iglesia que se mantiene en favor de la bondad, la justicia y la misericordia; una iglesia que cree que "humillarte ante tu Dios" (Miq. 6:8) puede incluir andar por la calle con carteles en las manos y voces levantadas en favor de los pobres, los oprimidos y los explotados.
En esa noche, en la capital de mi nación, me di cuenta con unos pocos compañeros miembros de la iglesia -junto con muchos otros cristianos- que había ayudado a cumplir el sueño de Banfield de modo reducido. Aunque no cantamos el cantito, lo estábamos viviendo: y una luz en un monte no se puede esconder, aún en la colina del parlamento de la capital."
Es un sueño que todavía comparto para nuestra iglesia, de levantarnos en favor de la justicia, hablar por la justicia y hacer justicia en innumerables maneras y lugares.
Creo que también es el sueño de Dios y el sueño al que él nos insta a unirnos y realizar en nuestras iglesias, nuestras comunidades y nuestro mundo:
"Aun por el más pequeño": Servir a los necesitados
"El cual hizo los cielos y la tierra, A el mar, y todo lo que en ellos hay; que guarda la verdad para siempre, que hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos. Jehová guarda a los extranjeros; al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los impíos trastorna. Reinará Jehová para siempre; tu Dios, Sion, de generación en generación. ¡Aleluya!" (Sal. 146:6-10).
"El cual hizo los cielos y la tierra, A el mar, y todo lo que en ellos hay; que guarda la verdad para siempre, que hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos. Jehová guarda a los extranjeros; al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los impíos trastorna. Reinará Jehová para siempre; tu Dios, Sion, de generación en generación. ¡Aleluya!" (Sal. 146:6-10).
Referencias1 A. G. Daniells, "Address by Eider Daniells", en Notas biográficas de Elena G. de White
(Florida, Bs. As.: ACES, 2013), p. 455.
2 Ken Wytsma, Pursuingjustice: The Cali to Live and Diefor Bigger Things [Seguir la jus-
ticia: El llamado a vivir y morir por cosas mayores] (Nashville, TN: Thomas Nelson, 2013), pp. 226,227.
3 Porciones de esta sección fueron adaptadas de Nathan Brown, "In Praise of Empty
Churches" [En alabanza de iglesias vacías], Adventist Record (7 de mayo de 2014). 4Reinder Bruinsma, The Body of Christ: A Biblical Understandingof the Church [El cuerpo de Cristo: Una comprensión bíblica de la iglesia] (Hagerstown, MD: Review and Herald', 2009), p. 168
Zdravko Plantak, The Silent Church: Human Rights and Adventist SocialEtbics [La iglesia silenciosa: Los derechos humanos y la ética social adventista] (Londres: St. Martin's Press, 1998).
Warren Banfield, transcripción de un sermón, Grupo Pacificador Adventista, www. adventistpeace.org.
Porciones de este capítulo fueron adaptados de Nathan Brown, "Vigil Reminds Me That Justice is Part of Adventist Faith" [Una vigilia me recuerda que la justicia es parte de la fe adventista], AdventistReview (14 de octubre de 2015).
(Florida, Bs. As.: ACES, 2013), p. 455.
2 Ken Wytsma, Pursuingjustice: The Cali to Live and Diefor Bigger Things [Seguir la jus-
ticia: El llamado a vivir y morir por cosas mayores] (Nashville, TN: Thomas Nelson, 2013), pp. 226,227.
3 Porciones de esta sección fueron adaptadas de Nathan Brown, "In Praise of Empty
Churches" [En alabanza de iglesias vacías], Adventist Record (7 de mayo de 2014). 4Reinder Bruinsma, The Body of Christ: A Biblical Understandingof the Church [El cuerpo de Cristo: Una comprensión bíblica de la iglesia] (Hagerstown, MD: Review and Herald', 2009), p. 168
Zdravko Plantak, The Silent Church: Human Rights and Adventist SocialEtbics [La iglesia silenciosa: Los derechos humanos y la ética social adventista] (Londres: St. Martin's Press, 1998).
Warren Banfield, transcripción de un sermón, Grupo Pacificador Adventista, www. adventistpeace.org.
Porciones de este capítulo fueron adaptados de Nathan Brown, "Vigil Reminds Me That Justice is Part of Adventist Faith" [Una vigilia me recuerda que la justicia es parte de la fe adventista], AdventistReview (14 de octubre de 2015).
Comentarios
Publicar un comentario