Dios se goza en incluirnos en el cumplimiento de sus planes. Nuestra asociación con él contribuye a la liberación de los seres humanos y a nuestra propia salvación personal (Éxodo 19: 4; Isaías 45: 22; Mateo 11: 28-29; Juan 12: 32).
La Biblia registra varias ocasiones en las que Dios incluyó a individuos de manera espectacular: Moisés (Éxodo 3: 1-4: 17), Isaías (6: 1-9), Jeremías (1: 4-10), Ezequiel (1: 1-2: 8), Daniel (1: 17; 7: 1; 10: 1-19), Pedro (Mateo 4: 18-20) y Pablo (Hechos 9: 1-19) son ejemplos notables de personas que fueron llamadas de manera clara y precisa al servicio. Incluso personas que no mostraron un interés explícito en la redención fueron utilizadas para cumplir sus propósitos. El faraón y el rey Ciro son dos ejemplos clásicos. Ciro, un ejemplo positivo, colaboró con Dios y tuvo mucho éxito (Isaías 45: 1-5). El faraón, por otro lado, optó por no cooperar. El obstinado rey de Egipto despreció repetidamente la palabra de Dios y experimentó una tragedia porque se opuso obstinadamente a la voluntad de Dios (Éxodo 5: 1-2; 12: 29; 14: 28; 15: 3-5).
Durante graves crisis, hombres como Moisés, Isaías y Jeremías respondieron al llamado al ministerio en momentos cruciales de la historia de la salvación. Y muchas veces quedó demostrado que, cuanto más profunda es la crisis, mayor es el profeta. Elias y Elíseo ministraron cuando el culto a Baal y el sincretismo religioso eran populares. Natán profetizó antes de la caída del Reino del Norte. Oseas y Amos hablaron antes de la destrucción de Jerasalén y el templo en el 587/586 a. C. Ezequiel, Daniel y Jeremías declararon la palabra de Dios durante el exilio babilónico. Después del regreso de Babilonia, Hageo y Zacarías trajeron la palabra de Dios a la gente. En cada caso, Dios buscaba ayudar a su pueblo y animarlo a seguir sus instrucciones (Isaías 1: 2-3, 18-19; Mi-queas 6: 6-8).
Otro patrón evidente es el de la puntualidad de Dios. Los acontecimientos cruciales del plan de salvación y el cumplimiento de los períodos de tiempo proféticos siempre fueron presagiados por la voz proféti-ca. Noé predijo 120 años de gracia y de advertencia antes de que el diluvio barriera a los antediluvianos. Abraham salió por fe, como el padre de una nación. Moisés dirigió el Éxodo al final de los 430 años de Israel en Egipto. Josué traspasó fronteras y aseguró para Israel la Tierra Prometida. Samuel estableció la monarquía de Israel. Oseas sirvió antes de la caída del Reino del Norte y Samaria en el 722 a. C. Jeremías, Ezequiel y Daniel cumplieron su labor antes y durante el cautiverio babilónico. Juan el Bautista preparó el camino para la primera venida de Jesús. Y el martirio de Esteban marcó el fin de la profecía de las setenta semanas (Daniel 9: 24-27).
Siguiendo este patrón, no es de extrañar que Esdras y Nehemias hayan sido llamados a un a cumplir un ministerio profético especial cuando la profecía de los 2,300 días estaba a punto de comenzar. Considerada la profecía bíblica más larga, los 2,300 días de Daniel 8: 14 comparten el mismo punto de inicio de la profecía de las setenta semanas de Daniel 9: 24-27: el año 457 a. C. Por cierto, en 1844, Dios levantó a Elena G. de White, inspirándola para llamar la atención de la gente al final de los 2,300 días. Todo esto estaba en armonía con el plan de salvación y el libro de Daniel.
Dios estaba obrando en favor de sus hijos a gran escala profética. Para poder cumplir el punto de partida de la profecía de las setenta semanas, así como la profecía de las 2,300 tardes y mañanas (ambas comenzando en el 457 a. C.), intervino influyendo en el rey Artajerjes para que permitiera el regreso de Esdras a Jerusalén. El rey se esmeró en que Esdras tuviera un viaje seguro y le dio provisiones físicas y financieras para los servicios del templo (Esdras 7: 15-24).
Cómo reconocer la voluntad de Dios en nuestra vida
Así como Dios dirige el flujo de la historia, también desea hacerlo en las vidas individuales de sus hijos. Es reconfortante saber que él tiene planes para cada uno de nosotros. Pero esta hermosa verdad es seguida rápidamente por preguntas que a menudo se hacen a los pastores y maestros: «¿Cómo puedo saber el llamado de Dios? ¿Cómo puedo discernir su voluntad para mi vida?»
Es interesante notar que Esdras y Nehemías reconocieron claramente el llamado de Dios de ir a Jerusalén. El permiso del rey Artajerjes para viajar era una clara indicación de la dirección y provisión de Dios (Esdras 7: 6; Nehemías 2: 5-6). Fue la confirmación de la misión que Dios les estaba dando. En el caso de Nehemías, podemos suponer que su hermano Hanani probablemente viajó de Jerusalén a Susa para alentarlo a hacer algo por Israel, dada su alta posición en el reino Medo-persa. Nehemías tenía el privilegio de tener acceso directo al rey, por lo que estaba en condiciones de actuar.
Nehemías aceptó el desafío después de estar en oración y ayuno (Nehemías 1: 2-4). Buscó la voluntad de Dios para su vida y consideró el permiso del rey para ir a Jerusalén como la respuesta directa de Dios. Reconoció el extraordinario liderazgo de Dios y su llamado a servir al pueblo de Dios en Judea.
De manera similar, Esdras reconoció el plan específico de Dios y alabó al Señor por su dirección y fidelidad hacia su pueblo: «Bendito sea el Señor, Dios de nuestros antepasados, que puso en el corazón del rey el propósito de honrar el templo del Señor en Jerusalén» (Esdras 7: 27, NVI).
Dios nos llama a asociarnos con él, y lo mejor que podemos hacer es cumplir la visión que él tiene para nuestras vidas. Fuimos creados para realizar buenas obras, «pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Efesios 2: 10; ver también 2 Timoteo 3: 17). Somos llamados a vivir para la gloria de Dios (1 Corintios 10: 31), y nuestras vidas son juzgadas de acuerdo con el cumplimiento de esta meta y de la misión dada por Dios. Elena G. de White afirma acertadamente que la vida de las personas «se mide por la fidelidad con que cumplen el propósito de Dios» (Profetas y reyes, cap. 40, p. 333).
La indiferencia ante el liderazgo de Dios es peligrosa. Él tiene planes para nuestras vidas y nuestra participación le produce alegría y satisfacción. Elena G. de White nos brinda esta seguridad acerca de su benevolente voluntad: «Dios no guía jamás a sus hijos de otro modo que el que ellos mismos escogerían, si pudieran ver el fin desde el principio y discernir la gloria del designio que cumplen como colaboradores con Dios» (El ministerio de curación, cap. 40, pp. 343-344). Y añade:
«Muchos son incapaces de idear planes definidos para el futuro. Su vida es inestable. No pueden entrever el desenlace de los asuntos, y esto los llena a menudo de ansiedad e inquietud. Recordemos que la vida de los hijos de Dios en este mundo es vida de peregrino. No tenemos sabiduría para planear nuestra vida. [...] Cristo, en su vida terrenal, no se trazó planes personales. Aceptó los planes de Dios para él, y día tras día el Padre se los revelaba. Así deberíamos nosotros también depender de Dios, para que nuestras vidas sencillamente sean la manifestación de su voluntad. [...] Son muchos los que, al hacer planes para un brillante futuro, fracasan completamente. Dejad que Dios haga planes para vosotros» (ibíd, p. 343).
Por supuesto, una cosa es creer que Dios tiene planes para nuestra vida y otra muy distinta es entender cuáles son esos planes. La mayoría de los creyentes han experimentado el desafío de discernir cuál es la voluntad de Dios. Todos tenemos problemas con esta importante pregunta. La voluntad de Dios para nosotros es como una enorme carretera con varios carriles para elegir, así que es mejor buscar su dirección al momento de hacerlo.
Es importante distinguir entre la voluntad general de Dios para nuestra vida y su voluntad específica. Este es un ejercicio necesario y legítimo porque él nos llama a hacer su voluntad: «porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Marcos 3: 35; consultar también Juan 10: 27).
A continuación, se ofrecen diez consejos prácticos que lo ayudarán a reconocer la voluntad de Dios en su vida.
1. Estudie la Palabra de Dios. La voluntad de Dios se revela en su Palabra, y aprender la verdad sobre su voluntad nos permite ponerla en práctica. Cuanto más conozcamos su Palabra, mejor podremos manejar nuestra vida, evitando trampas, obstáculos y desvíos: «Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y él hará derechas tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión, sino teme a Jehová y apártate del mal» (Proverbios 3: 5-7). El apóstol Pablo agrega lo siguiente: «Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta» (Romanos 12: 1-2, NVI).
2. Conozca a Dios personalmente y crezca en él. Entender el carácter amoroso y santo de Dios nos acercará a él y aumentará nuestro deseo de seguir sus instrucciones (Juan 7: 17; Santiago 4: 17). En ningún caso se trata de una obediencia forzada, sino de obediencia por amor y gratitud por sus regalos del perdón, la salvación y su gracia transformadora (Juan 14: 15; 1 Juan 4: 19). Somos más sensibles a su dirección y liderazgo, si ños rendimos a él y pedimos que nos guíe. Esta disposición a seguirlo nace de la paz de saber que él nos ama más que a nosotros mismos y al reconocer que él tiene planes para nuestra vida. El profeta Jeremías lo expresa así: «Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza» (Jeremías 29: 11, NTV).
3. Ore pidiendo su dirección. Si usted le ha entregado su vida a Dios, debe pedirle que él lo dirija (Mateo 7: 7; 1 Tesalonicenses 5: 17). Ábrase en oración a Dios como a un amigo, tal como lo hizo Moisés (Éxodo 33: 12). Dios puede abrir nuestros oídos para que podamos escucharlo mejor (Isaías 50: 4-5). En hebreo, la palabra shemá se usa para «escuchar» y «obedecer» (Éxodo 19: 5). Cuando escuchamos claramente la voz de Dios, lo que sigue es la obediencia espontánea.
4. Ayune para acercarse a su voluntad (Nehemías 1: 4). AI ayunar, echamos a un lado todas las distracciones de la vida y escuchamos atentamente la voz de Dios. Elias practicó esto en el Monte Horeb cuando necesitaba recibir una palabra de parte de Dios (1 Reyes 19: 7-18). Privarnos de alimentos aumenta la conciencia de la presencia de Dios y profundiza nuestro caminar diario con él. Nos puede llevar a la experiencia espiritual señalada porMiqueas: «Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios» (Miqueas 6: 8).
5. Pida el Espíritu Santo (Lucas 11: 13). Esta ayuda divina es fundamental para conocer la voluntad de Dios y seguir su dirección. Pablo presenta esta verdad de una manera simple y clara: «Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios» (Romanos 8: 14).
6. Reconozca los dones de Dios. Los deseos de nuestro corazón los recibimos de Dios y nos conducirán de forma natural a la apreciación de sus dones espirituales. Estos dones se enumeran en varios pasajes del Nuevo Testamento (1 Corintios 12: 8-10, 28; Romanos 12: 6-8; Efesios 4: 11; 1 Pedro 4: 9-11). El profeta Isaías también menciona seis dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, poder, conocimiento y temor del Señor (Isaías 11: 2-3). l odos estos dones los recibimos para capacitarnos para el servicio. Pablo explica el significado de estar capacitados para el servicio: «A fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo» (Efesios 4: 12-13, NVI). Dios es el que ayuda al creyente a actuar según su voluntad, al hacer que la voluntad responda positivamente y actúe en consecuencia. «Pues Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que hagan lo que a él le agrada» (Filipenses 2: 13, NTV). Elena G. de White señala que «todos sus mandatos son habilitaciones» (Mensajes para los jóvenes, cap. 26, p. 59).
7. Procure el consejo de personas consagradas. Salomón nos da un consejo inspirado: «Donde no hay dirección sabia, el pueblo cae; la seguridad está en los muchos consejeros» (Proverbios 11: 14). Es bueno escuchar con atención a los padres, pastores, amigos, maestros y personas de confianza. Aquellos que nos aman a veces pueden ver las cosas más claramente desde su perspectiva. Seguir sus consejos está en armonía con la Palabra de Dios y es una vía vital para comunicar su voluntad para nuestra vida.
8. Identifique cuando Dios lo está guiando por medio de las circunstancias de la vida. Las circunstancias que se están suscitando a su alrededor pueden ser parte del recorrido que Dios tiene para usted (ver, por ejemplo, Esdras 7: 6; Nehemias 2: 8; Hechos 16: 6-7). Cada día trae nuevos desafíos y oportunidades que nos deberían llevar a buscar la sabiduría de Dios a fin de poder responder adecuadamente (Santiago 1: 5).
9. Recuerde que el camino fácil no siempre es el mejor. Una regla de oro que he descubierto en mi propia vida es esta: la opción más exigente y que requiere un mayor sacrificio de mi parte es a veces la opción que Dios tiene para mí. El camino de la abnegación y el crecimiento se basa en el servicio a los demás. A Dios no le interesa darnos una vida fácil: él quiere que disfrutemos de una vida satisfactoria y abundante (losué 1: 7-8; Juan 10: 10).
10. Hágase estas preguntas transcendentales:
- «¿De qué manera esta elección ayuda a otros a conocer al Dios vivo?
- ¿Será este camino un testimonio poderoso en lo que hago?
- ¿Estoy buscando poner en primer lugar el reino de Dios, según Mateo 6: 33?».
Recuerde que sus planes de vida deben estar alineados con los de Dios para poder tener éxito: «El hombre puede hacer muchos planes, pero la decisión final es del Señor» (Proverbios 19: 21, NBV). Siéntase agradecido por el liderazgo de Dios en su vida y tenga la seguridad de que el que le guio en el pasado también le guiará en el futuro. Todos pueden reclamar diariamente las promesas de la Biblia:
• «Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos» (Salmo 32: 8).
• «Así dice el Señor, tu Redentor, el Santo de Israel: "Yo soy el Señor tu Dios, que te enseña lo que te conviene, que te guía por el camino en que debes andar"» (Isaías 48: 17, NVI).
• «Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: "No temas, yo te ayudaré"» (Isaías 41: 13, NVI).
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