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CBA LIBRO DE LOS PROVERBIOS - Capítulo 24

LIBRO DE LOS PROVERBIOS - Capítulo 24

1. Estar con ellos.

Las ocupaciones habituales de los inescrupulosos resultan seductoras y atraen mucho a los jóvenes, que erróneamente creen que el portarse bien causa aburrimiento (Sal. 1: 1. Prov. 4: 14- 19).

2. Piensa en robar.

Hay por lo menos tres peligros al tener un trato íntimo con impíos: (1) Que las elevadas resoluciones de orden moral sean empequeñecidas por el ridículo de los perversos y por los atractivos de una vida sin restricciones; (2) que se arruine la reputación por la compañía de los depravados; y (3) que los impíos tramen alguna maldad en perjuicio de algunos inocentes.

3. Con sabiduría.

Con la necedad de envidiar a los impíos (vers. 1) no se puede construir nada sólido. Sólo por medio de la verdadera sabiduría que infunde temor a Dios y hace observar sus mandamientos, puede una familia recibir bendiciones y ser protegida. El robo no garantiza riquezas permanentes, La sabiduiría, bien empleada asegura una vida de verdadero placer.

5. El hombre sabio es fuerte.

La LXX traduce así la primera parte: "Un hombre sabio es mejor que un hombre fuerte". Según nuestro texto, Salomón piensa que como el sabio teme a Dios, no sólo tiene de su parte el poder de la sabiduría sino también la fuerza de estar en lo correcto.

6. Multitud de consejeros.

Ver com. cap.11: 14.

7. Alta está.

El necio cree que la sabiduría está más allá de su alcance. Sus acciones no son dictadas por la razón sino por el deseo. Cuando los sabios se reúnen en la puerta de la ciudad (ver com. cap. 22: 22) para tratar los asuntos públicos, el necio no está capacitado para cooperar. Las consideraciones que orientan a los entendidos son demasiado elevadas para su inteligencia, y él no siente ningún deseo de aumentar su sabiduría para comprenderlas porque no tiene ninguna intención de ser bueno (cf. Sal. 10: 4,5).

8. Hombre de malos pensamientos.

El ingenio mal aplicado por el réprobo en la planificación y ejecución de sus perversas maquinaciones no puede clasificarse con la sabiduría o el entendimiento. No importa cuán hábil presuma ser, lo más que se dirá de él es que es "de malos pensamientos" o "maestro en intrigas" (BJ). El bribón más hábil se halla en la categoría del necio, porque busca lo que nunca podrá proporcionarle una satisfacción duradera ni una ganancia definitiva (ver caps. 1: 10-19; 12: 2). 1045

9. El pensamiento.

Heb. zimmah, "plan", "propósito" (VM) o "impiedad", "infamia". En Lev. 18: 17 se traduce "maldad" ; en Isa. 32: 7, "intrigas inicuas" ; en, Job 17: 11, "pensamientos" . No se enseña aquí que es pesado sentir pensamientos necios, sino el tramar maldades (vers. 8).

Escarnecedor.

La gente posiblemente no llame necio al escarnecedor astuto y sutil, el cual puede socavar la verdad mientras finge defenderla; pero lo odia y lo teme por sus astutos ataques (Prov. 19: 29; 21: 11; Isa. 29: 20).

10. Si fueres flojo.

Cuando se presentan las dificultades, uno debe recurrir a todas sus tuerzas para hacerles frente. Si se actúa con debilidad y sin preparación, se reduce la fuerza y se facilita la derrota.

11. Libra a los que son llevados.

La traducción de la VM es muy literal: "¡Libra a los inocentes , arrastrados a la muerte!" En la LXX aparece una negación en lugar de la exclamación final: "No te niegues". El vers. 12 insinúa que el siervo de Dios tiene el deber de hacer todo lo posible para salvar a los condenados a muerte, si son inocentes. Este sabio consejo debiera movernos a hacer todo lo posible por rescatar del vicio a quien esté por caer en él o a quien ya haya caído (ver MC 266, 267).

12. Ciertamente no lo supimos.

Cuando tratamos con Dios, las excusas son inútiles. Nuestros semejantes no pueden conocer nuestros pensamientos ni nuestros sentimientos íntimos; por lo tanto, no logran saber hasta qué punto reconocemos nuestro deber de ayudar a otros. Pero sí lo sabe el que "pesa los espíritus... [y] los corazones" (caps. 16: 2; 21: 2). El que vigila el desarrollo de nuestro carácter juzga bien el grado de culpa de cada acto (Jer. 17: 9, 10). En este juicio se toma en cuenta cada circunstancia, cada factor de nuestra herencia y de nuestro ambiente. Hay tanta culpabilidad en la negligencia de la cual uno no se ha arrepentido como en el pecado premeditado (ver CS 541, 542). Seremos responsables si, preocupados sólo de nosotros mismos, no hemos trabajado para Cristo (ver DTG 596, 597).

13. Come ... de la miel.

Este pasaje no es un consejo dietético. Esta frase es una introducción del consejo referente a la conducta sabia, y sirve como ilustración del mismo. Cf. cap. 25: 16, 27.

14. El conocimiento de la sabiduría.

Así como la miel es agradable al paladar y vigoriza el cuerpo, la sabiduría fortalece el alma o el carácter. La sabiduría es inherentemente dulce para los que la cultivan, y más dulce aún son sus resultados, tanto en esta vida como en la venidera. Si se encuentra la sabiduría y se la asimila, cuando venga el día de la retribución futura, el sabio justo no dejará de obtener su galardón.

15. No aceches.

El impío comúnmente envidia al bueno que goza de la protección del Señor. Con frecuencia lo consume el siniestro deseo de hacerlo pecar para que comparta su suerte. Por su parte, el codicioso frecuentemente procura privar a los inocentes de sus casas a fin de obtener una ganancia injusta. A los que se aprovechan de los justos no les importa causar dolor y algunas veces aun eso les es placentero (Prov. 1: 11, 12; 4: 16; Amós 8: 5, 6).

16. Siete veces cae el justo.

El contexto indica que en este pasaje "caer" equivale a "sufrir alguna calamidad". El impío se esfuerza en vano para hacer caer al justo. Cada vez que lo hunde en la pobreza y la miseria, Dios interviene para salvarlo. Pero el pecador es literalmente, "derribado por la calamidad" y no puede volver a levantarse (cf. Sal. 34: 19; Miq. 7: 8).

En sentido espiritual, este versículo es motivo de consuelo para el cristiano que lucha y se siente desanimado por no poder resistir él pecado. "Siete veces cae" equivale a decir "cada vez que cae". Si después de cada fracaso nos levantamos con nueva esperanza, si nos aferramos de nuevo de la fuerza salvadora tan generosamente ofrecida (Mat. 11: 28; Jud. 24), entonces el Señor nos considera justos y completará en nosotros la obra que comenzó (Fil. 1: 6; Heb. 12: 2). Tanto el deseo de llegar a ser, justo como la fuerza para cumplir ese deseo provienen de Dios (Fil. 2: 13). Por eso nadie debe desesperarse por débil que se considere, siempre que esté dispuesto a que Dios le dé el deseo de hacer lo recto (DMJ 120, 121).

17. No te regocijes.

Jesús expresó una idea similar cuando dijo: "Amad a vuestros enemigos ... haced bien a los que os aborrecen" (Mat. 5: 44). Es normal que los seres humanos se regocijen cuando un enemigo cae en dificultades. Podemos disfrazar nuestra satisfacción pecaminosa frente a su desgracia 1046 profesando sentir un justo placer porque se ha hecho justicia, pero nuestros íntimos sentimientos son contrarios al ejemplo y a las enseñanzas de Jesús, quien murió por un mundo de enemigos (Rom. 5: 8-10). Debemos manifestar por la humanidad perdida el amor que procura salvar y no destruir, y que se entristece por la suerte de los inicuos (ver Eze. 33: 11; Ose. 11: 8: Luc. 19: 41, 42; DTG 528, 529).

Estas vislumbres de la revelación más completa del amor celestial ayudan a mostrar, que fue el Espíritu de Cristo el que habló por medio de los profetas de la antigüedad (1 Ped. 1: 11).

18. Su enojo.

A primera vista puede parecer una razón egoísta para una actitud altruista. Que sintamos compasión por una persona que está en dificultades, sólo para que el Señor pueda sacarla de ellas movido por el desagrado ante nuestra actitud egoísta -y quizá las haga recaer sobre nosotros-, puede parecer una invitación a la hipocresía y, al egoísmo. El que está saturado del abnegado amor de Cristo, estará dispuesto a sufrir calamidades y aún a ser apartado de la presencia divina si así puede salvar a un pecador de la ira. Cristo lo hizo (Isa. 53), y Moisés estuvo dispuesto a hacerlo (Exo. 32: 31-33; ver com. Rom. 9: 3). Pero la advertencia de Salomón no está dirigida a la persona buena que ama a sus enemigos, si no a la mala que se regocija en la desgracia ajena. Para el malo, la razón dada es del todo valedera. No puede obligarse a nadie a que sea verdaderamente misericordioso. La misericordia fluye generosamente del corazón amante para todos los que la necesiten.

19. No te entremetas con los malignos.

Así como no deberíamos regocijarnos por la caída de un enemigo (vers. 17), se nos amonesta a no "enojarnos" (VM) a causa de su prosperidad ni envidiársela (Sal. 37: 1, 8; 73: 2, 3; Prov. 24: 1). Eso podría llevarnos al desánimo, quizá hasta el punto de entrar por el camino de los impíos a fin de gozar los placeres de que ellos aparentemente disfrutan. Tales sentimientos son irrazonables (Prov. 24: 20).

20. No habrá buen fin.

Cf. Sal. 73: 3, 17-24.

21. Los veleidosos.

No sólo debemos honrar a Dios y a los gobernantes (Ecl. 8: 2; 10:20; 1 Ped. 2: 17), sino también evitar la compañía de los que no lo hacen.

22. El quebrantamiento de ambos.

La palabra "ambos" parece referirse a Dios y al rey. Por lo tanto, esta expresión debe describir la forma en que éstos destruyen a los que se les revelan. Esa destrucción puede llegar en forma repentina, inesperada y aplastante. Se aconseja a los buenos que se guarden de ella, no vinculándose con los enemigos de estos dos grandes poderes.

23. También estos.

Estas palabras parecen ser la introducción de una añadidura, una especie de posdata con la cual concluye esta sección.

Acepción de personas.

Ver com. caps. 18: 5; 24: 24.

24. Justo eres.

Los jueces que perdonan a los culpables no gozan de la simpatía de quienes han sido perjudicados por ellos. Pero cuando esos

jueces alaban al impío como si fuera bueno, hacen más que liberar a un criminal para que continúe su guerra contra la sociedad: entenebrecen la distinción entre el bien y el mal y hacen que los jóvenes crezcan sin respeto por la ley y el orden. Tales magistrados se ganan el odio de naciones enteras, por que generalmente el pueblo siente mucho respeto por justicia. Los ciudadanos se sienten agraviados por las acciones que debilitan las bases de su paz y prosperidad.

25. Tendrán felicidad.

Los que con justicia condenan y hacen castigar al malhechor gozarán de satisfacción de haber cumplido con su deber. Es muy satisfactorio hacer lo bueno. Esa satisfacción es mayor aún si se puede ayudar al pueblo, protegiéndolo de sus enemigos y afianzándolo en su respeto por la autoridad. Los gobernantes rectos reciben una bendición especial. No sólo los aman los gobernados, sino que el Señor mismo los recompensa con su protección y conducción especiales (Sal. 72). También en el pueblo gobernado por estos dirigentes hay una bendición: pueden descansar seguros, sabiendo que se les hará justicia cuando sea necesario.

26. Besados serán los labios.

Heb. "besa los labios aquel que da respuestas acertadas" (VM). Cuando una persona de gran autoridad habla palabras justas, éstas son tan agradables para la gente correcta como lo sería un beso.

27. Edificarás tu casa.

Esta edificación puede entenderse literalmente, o bien 1047 referirse a la constitución de una familia a la que se añaden los hijos. Antes de que un joven pudiera tener la esperanza de conseguir un esposa, debía estar en condiciones de darle buenos regalos a ella y a sus padres y de demostrar su capacidad para sostenerla (ver Gén. 24: 35, 53). A fin de poder hacer esto necesitaba cultivar suficientes tierras como para satisfacer las necesidades de una familia.

28. Sin causa.

Podría significar que nadie voluntariamente, debería dar informes contra su prójimo, a menos que se le exija que sea testigo. Sin embargo, el contexto sugiere más bien que una persona no debería decir contra su prójimo lo que carece de fundamento (ver cap. 3: 30). Algunos piensan que la segunda frase se debe considerar como una pregunta: "¿Quieres acaso engañar con tus labios?" (NC).

29. Así le haré.

Salomón amonesta que no se debe ir contra la regla de oro. Aunque tu enemigo haya testificado falsamente contra nosotros, no debemos hacer lo mismo con él. No importa el mal que nos haya ocasionado, no tenemos que pagarle con la misma moneda. La venganza es de Dios (Heb. 10: 30).

Cuando nos vengamos del que nos ha hecho mal, nos rebajamos a su mismo nivel. Si el enemigo se rebaja más para atacarnos de nuevo, nos rebajamos otra vez si le respondemos. Esto podrá continuar por mucho tiempo, pero el único que ganará es el gran adversario de la humanidad, Satanás.

30. Campo.

El campo y la viña eran para el agricultor palestino las mayores fuentes de alimento e ingresos. En este versículo se traza un paralelo entre el perezoso y el fruto de entendimiento.

31. Espinos.

Hay varias palabras hebreas que se traducen como "espinos", y no es fácil saber de qué maleza específica se trata en cada caso. Un campo descuidado rápidamente se cubre de malezas que matan las plantas buenas, y es muy difícil desarraigarlas una vez que se han extendido. También debe mantenerse en buen estado el cerco para proteger los cultivos contra los animales (cf. Isa. 5:1-7).

Algunos han pensado que en la descripción que hace Salomón del perezoso se puede encontrar la ilustración de una verdad espiritual. Si bien el Espíritu Santo es el único que nos puede capacitar para vencer el pecado (DTG 625), no puede ayudarnos sin nuestro consentimiento y nuestra cooperación (DMJ 120). Debemos avanzar con la fuerza que el Espíritu de Dios nos imparte para extirpar las malezas (MC 131, 132; 1JT 422). También con la fuerza de Dios, debemos construir un fuerte muro de obediencia a los Diez Mandamientos (ver CM 439).

32. Lo vi.

Salomón tomó nota de la condición de los campos del perezoso, y comprendió tanto la aplicación espiritual como la lección directa para los que no tienen iniciativa ni vigor. Fue esta capacidad para observar la escena fugaz y aprender lecciones de lo que veía -junto con la bendición especial de Dios- lo que hizo de Salomón uno de los hombres más sabios que jamás hayan vivido. Todos los que quieren ser sabios pueden adquirir sabiduría procediendo como Salomón (1 Rey. 4: 29; Sant. 1: 5; PR 21).

33. Sueño.

(cf. caps. 6: 10, 11 ; 20: 13.

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