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Testificar con el poder del Espíritu - Libro complementario - 5


TESTIFICACIÓN CON EL PODER DEL ESPÍRITU

Su nombre era Nicodemo. Era un judío fariseo y miembro del Sanedrín, un concilio de élite de los judíos. Devolvía el diezmo, seguía la Reforma Prosalud, era un aristócrata que guardaba el sábado religiosamente, pero muy en su interior había algo que le faltaba. Había un anhelo que toda su religiosidad no podía satisfacer. Había un ansia dolorosa en su alma. El Espíritu Santo lo convenció de que tal vez, solo tal vez, este predicador itinerante, Jesús de Nazaret, tenía la respuesta que tan desesperadamente anhelaba. El evangelio de Juan nos presenta su historia en estas palabras: "Este vino a Jesús de noche" (Juan 3:2). Vino de noche porque quería una audiencia privada con Jesús.

No deberíamos condenar a Nicodemo por presentarse de noche. Dado su trasfondo judío ortodoxo, después de todo, es un milagro que haya ido. Jesús sintió inmediatamente el anhelo del corazón de Nicodemo, y cuidadosamente explicó el proceso del nuevo nacimiento, haciendo esta sorprendente declaración: "El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu" (vers. 8). Aquí Cristo revela que el agente en el nuevo nacimiento es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es quien nos convence de pecado. El Espíritu Santo es quien atrae nuestro corazón a Jesús. El Espíritu Santo es quien impresiona nuestra mente con la verdad, y el Espíritu Santo es quien transforma nuestra vida. Tal como el viento invisible tiene efectos altamente visibles, así el Espíritu Santo tiene un impacto dramático en nuestras vidas.

La cooperación con el Espíritu Santo


Nuestro éxito en ganar a otros para Cristo depende de nuestra cooperación con el Espíritu Santo. Antes de que hablemos a una persona acerca de Cristo, o antes de que testifiquemos a ella de cualquier modo, el Espíritu Santo ya impresionó su mente con cosas eternas. Cooperamos con Cristo en testificar a las personas perdidas al unirnos con él y ser dotados del poder del Espíritu Santo. Sin el poder y la conducción del Espíritu Santo, nuestros esfuerzos de testificación no tienen eficacia. Podremos ser capaces de convencer a alguien de ciertas verdades bíblicas, pero sin la profunda acción del Espíritu Santo en su vida, ocurrirán pocos cambios. Pueden cambiar sus creencias, pero no su corazón. Puede haber una conformidad externa con la verdad, pero no habrá una transformación que cambia la vida a la semejanza de Cristo.

En este capítulo, estudiaremos el papel del Espíritu Santo en la testificación y su tremendo poder para cambiar vidas. Nuestro estudio considerará ejemplos específicos registrados en el libro de los Hechos que revelan la notable obra del Espíritu Santo en la vida de los incrédulos. Estos incrédulos vinieron de diversos trasfondos culturales. Sus experiencias de vida fueron diferentes. Algunos eran educados, y otros sin educación formal. Algunos fueron ricos, y otros pobres. Algunos eran judíos, y otros eran gentiles. Procedían de diversos continentes y cosmovisiones diferentes, sin embargo, todos fueron impactados por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no hace acepción de personas. Él puede transformar toda persona abierta a su influencia. El propósito principal de este capítulo es el de revelar que, al cooperar con el Espíritu Santo, nosotros también veremos este poder que realiza milagros en las vidas de aquellos a quienes testificamos. Antes de sumergirnos en el poder del Espíritu Santo en el libro de los Hechos, es necesario repasar la enseñanza de Jesús acerca del Espíritu Santo en el evangelio de Juan.

La enseñanza de Jesús sobre el Espíritu Santo

El discurso de Jesús en Juan, capítulos 14 al 16, es la principal enseñanza del Nuevo Testamento acerca del ministerio del Espíritu Santo. En el capítulo 16 de Juan, Jesús hizo esta notable declaración a sus discípulos: "Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré" (vers. 7). Los discípulos deben haberse sorprendido por las palabras de Jesús. ¿Cómo era posible que fuese "conveniente" para ellos que Jesús se fuera y los dejara solos en la tierra? Nota que Jesús no se refiere al Espíritu como una cosa, sino como una persona. El Espíritu Santo es la tercera persona de la Deidad. No limitado por el tiempo o el espacio, él tiene todo el poder de la Divinidad. Al asumir la naturaleza humana, Jesús podía estar solo en un lugar a la vez, pero el Espíritu Santo podía estar presente con los discípulos con la plenitud del poder divino, dondequiera que ellos peregrinaran en su testificación por Cristo.

El Espíritu Santo es nuestro Ayudador. La palabra griega que Jesús usa para describirlo es paraklete, que significa "el que viene junto a nosotros".13 El Espíritu Santo es el que viene junto a nosotros para dar poder a nuestra testificación, guiar nuestras palabras y motivar nuestro servicio por Cristo. La testificación nunca se centra en nosotros. Siempre el foco es Jesús. El propósito del ministerio del Espíritu Santo es "testificar" de Jesús. Nuestro Señor expresó claramente: "Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio" (Juan 15:26, 27).

Nota que el Espíritu Santo da testimonio y testifica, y nosotros también damos testimonio. Matthew Henry afirma: "La obra del Espíritu no es reemplazar nuestra obra, sino comprometerla y estimularla".2 Nuestra obra es cooperar con el Espíritu Santo en guiar a la gente a Jesús y su verdad. La obra del Espíritu Santo es la de convencer y convertir. Es revelar la verdad y la justicia. La obra del Espíritu Santo es poner dentro de nuestro corazón un deseo de hacer lo recto y el poder para elegir rectamente.

Una explosión de crecimiento en Hechos

Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que el poder del Espíritu Santo vendría sobre ellos y ellos testificarían acerca de él hasta el fin de la tierra (Hech. 1:8), ellos deben haberse preguntado cómo sería posible esto. ¿Cómo podría impactar al mundo este pequeño grupo de creyentes? ¿Cómo sería posible cumplir el mandato de Cristo: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Mar. 16:15)? Ellos eran un pequeño grupo de creyentes, mayormente sin educación. Tenían pocos recursos financieros y una tarea enorme; algunos dirían, imposible. Sin embargo, comprendieron que, por medio del ministerio del Espíritu Santo con el poder de Dios, nada sería imposible (ver Mat. 19:26).

2 Matthew Henry, Matthew Henry Bible Commentary on the Whole Bible [Comentario de la Biblia completa de Matthew Henry] (Woods-tock, Ontario, Canadá: Devoted Publishing, 2018), t. 5, p. 282.

Pero los primeros creyentes oraron. Buscaron a Dios. Confesaron sus pecados. Se arrepintieron de sus actitudes egoístas. Derribaron barreras, y se acercaron a Dios y entre ellos. Durante diez días en el aposento alto, fueron transformados. Ahora estaban listos para el derramamiento del Espíritu Santo. Como lo prometió, Dios derramó su Espíritu en una medida abundante en Pentecostés. Tres mil se convirtieron en un día. Hechos 4 registra que el número de los que creyeron fue de como cinco mil hombres (Hech. 4:4). Si se cuentan las mujeres y los niños, el número de los que creyeron crece hasta unas quince o veinte mil personas. En poco tiempo, el crecimiento de la iglesia estalló.

En los versículos 31 al 33, captamos una breve vislumbre de la experiencia espiritual continuada de los primeros creyentes y el ministerio de la iglesia. "Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios" (vers. 31, RVR 95). Nota aquí tres hechos. Ellos oraron y buscaron fervientemente a Dios de rodillas. Fueron llenos del Espíritu Santo, y poder de lo alto inundó sus vidas. Y salieron del crisol de la oración y predicaron la Palabra de Dios con confianza. El versículo 33 añade: "Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos". El verbo griego traducido "daban" en este pasaje es apodidomi, que se puede traducir como "entregaron lo que debían entregar".3

3 "Apodidomi", BibleStudyTools.com., tomado de: http://biblestudytools. com/lexicons/greek/nas/apodidomi.html [consultado el 14 de noviembre de 2019].

Redimidos por su gracia y transformados por su amor, los discípulos sintieron un impulso interior de compartir su fe. No podían guardar silencio. Entregaron el mensaje que el mundo necesitaba. Eran deudores a la cruz de Cristo. El apóstol Pablo lo dice con elocuencia: "A griegos y no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio" (Rom. 1:14, 15). Cuando la gracia de Dios transforma nuestra vida, el Espíritu Santo nos convence de nuestra necesidad de compartir las maravillas de su gracia y la gloria de su verdad con otros. El Nuevo Testamento floreció porque los creyentes del siglo I no podían guardar silencio acerca de su relación con Cristo. Como declaró el apóstol Pablo: "El amor de Cristo nos constriñe" (2 Cor. 5:14). El amor de Cristo llenaba su corazón y rebosaba hacia todos los que los rodeaban. El Espíritu Santo transformó su vida, trajo poder a su testimonio, y cambió el mundo.

Comentando Hechos 4:33, el Comentario bíblico adventista afirma: "El testimonio de los apóstoles fue presentado no con su propia fuerza sino con un poder que nunca podrían haber producido dentro de sí mismos. El que les daba energía era el Espíritu divino".14 El Espíritu Santo es quien siempre empodera el testimonio auténtico y genuino y lo hace eficiente en los corazones de los incrédulos. El testimonio de los creyentes del Nuevo Testamento cruzaba las barreras culturales. Los impelía a atravesar continentes. Los condujo a ciudades y aldeas, a traspasar desiertos estériles, a través de mares tempestuosos y por empinados senderos montañosos.

Llenos del Espíritu Santo, estos creyentes del Nuevo Testamento plantaron iglesias (Hech. 9:31), quebraron tradiciones sociales y costumbres culturales (Hech. 10-15), y esparcieron el mensaje evangélico por todo el mundo Mediterráneo. El Espíritu Santo los condujo en una notable jornada de fe que resultó en la conversión de miles que aceptaron a Jesús.

Al comentar acerca del ministerio del Espíritu Santo en la iglesia del Nuevo Testamento, Elena de White dice:

Sobre los discípulos que esperaban y oraban vino el Espíritu con una plenitud que alcanzó a todo corazón. El Ser Infinito se reveló con poder a su iglesia. Era como si durante siglos esta influencia hubiera estado restringida, y ahora el Cielo se regocijara en poder derramar sobre la iglesia las riquezas de la gracia del Espíritu. Y bajo la influencia del Espíritu, las palabras de arrepentimiento y confesión se mezclaban con cantos de alabanza por el perdón de los pecados. Se oían palabras de agradecimiento y de profecía. Todo el Cielo se inclinó para contemplar y adorar la sabiduría del incomparable e incomprensible amor. Extasiados de asombro, los apóstoles exclamaron: "En esto consiste el amor". Se asieron del don impartido. ¿Y qué siguió? La espada del Espíritu, recién afilada con el poder y bañada en los rayos del cielo, se abrió paso a través de la incredulidad. Miles se convirtieron en un día.15

El Espíritu Santo abre y cierra puertas
Hay ocasiones en que el Espíritu Santo cierra una puerta, solo para abrir otra. La providencia del Espíritu Santo se ilustra en la vida del apóstol Pablo. En su segundo viaje misionero, "les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia" (Hech. 16:6).

Perplejo y preguntándose adónde lo estaba guiando Dios, Pablo, junto con su equipo evangelizador, viajó a través de Asia decidido a predicar el evangelio en Bitinia, pero "el Espíritu no se lo permitió" (vers. 7). La motivación de Pablo era solo servir a Cristo y predicar el evangelio, pero, por otro lado, las puertas se cerraron ante sus narices. Entonces, en una visión, "un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos" (vers. 9). En esa ocasión, Dios cerró la puerta a una región geográfica específica en Asia, porque la puerta de un continente entero estaba abierta al evangelio. Cuando el Espíritu Santo cierra una puerta, abre otra.

Dios es el Dios de la puerta abierta. Una de las funciones del Espíritu Santo es abrir corazones al evangelio. Él convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio. El mismo Espíritu Santo que abrió el corazón de Lidia, una niña esclava, del carcelero romano, de un juez romano, de Dionisio y Crispo -el alto dignatario de una sinagoga judía-, todavía está abriendo corazones y mentes al evangelio en la actualidad. El mismo Espíritu Santo que preparó una comunidad de retiro romana, Filipos, para la testificación de Pablo, está preparando comunidades hoy en día. El mismo Espíritu Santo que fue delante de Pablo a Tesalónica, una comunidad de trabajadores comunes, ha ido delante de nosotros para preparar el camino para reuniones evangelizadoras públicas hoy en nuestras ciudades. El mismo Espíritu Santo que actuó en la sofisticada Atenas y la Corinto decadente, todavía está actuando en las ciudades de nuestro mundo para crear receptividad al evangelio. El mismo Espíritu santo que actuó en tiempos pasados anhela traer poder a tu testimonio por Cristo. Él

está esperando llenar nuestras iglesias con el poder del Todopoderoso para testificar en sus comunidades. Elena de White claramente afirma: "La promesa del Espíritu Santo no se limita a ninguna edad ni raza. Cristo declaró que la influencia divina de su Espíritu estaría con sus seguidores hasta el fin. Desde el día de Pentecostés hasta ahora, el Consolador ha sido enviado a todos los que se han entregado plenamente al Señor y a su servicio. A todo el que ha aceptado a Cristo como Salvador personal, el Espíritu Santo ha venido como consejero, santificador, guía y testigo".6

La promesa del Espíritu Santo es para nosotros hoy. Todavía hay poder en la Palabra de Dios para transformar vidas por el poder del Espíritu Santo. De acuerdo con el apóstol Pedro, la Biblia fue escrita por "los santos hombres de Dios [que] hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2 Ped. 1:21). El mismo Espíritu Santo que inspiró la Biblia actúa por medio de la Palabra de Dios para cambiar la mente y transformar la vida cuando compartimos la Palabra. El poder de la testificación del Nuevo Testamento era el poder del Espíritu Santo por medio de la Palabra de Dios para cambiar vidas. Los apóstoles compartieron la Palabra. Eran estudiantes de la Palabra, y su devoción a ella permitió que el Espíritu Santo actuase por medio de ellos con gran poder.

Mantente conectado con el poder de Dios

Se cuenta la historia de un matrimonio que encargó un refrigerador nuevo. Todo parecía andar bien cuando el hombre que hizo la entrega puso el refrigerador en su lugar. Llenaron la nevera con alimentos y se fueron de la casa para unas vacaciones de dos semanas. Cuando regresaron al hogar y abrieron el refrigerador, sintieron un hedor terrible. La leche se había agriado. Las frutas y verduras se habían echado a perder. Algo había andado mal. No demoraron mucho en descubrir que se había producido un apagón mientras estuvieron afuera. La falta de poder había arruinado la comida, y tuvieron que tirarla.

Del mismo modo, cuando el poder del Espíritu Santo ya no fluye a través de nuestra vida, nuestra testificación resulta inefectiva; se echa a perder. No podemos producir el fruto del Espíritu Santo en la vida de los incrédulos si el fruto del Espíritu no se manifiesta en nuestra propia vida. Si estamos "desenchufados" de Dios, no tenemos poder. Jesús invita a cada uno a abrir su corazón para ser llenados con el Espíritu Santo. Esta dotación dará poder a nuestra testificación. Sin ella, los programas de la iglesia y la publicidad serán inefectivos. Todo el dinero del mundo no producirá resultados duraderos a menos que el Espíritu Santo esté disponible en toda su plenitud de poder divino.

Considera cuidadosamente esta promesa: "El transcurso del tiempo no ha cambiado en nada la promesa de despedida de Cristo de enviar el Espíritu Santo como su representante. No es por causa de alguna restricción de parte de Dios por lo que las riquezas de su gracia no fluyen a los hombres sobre la tierra. Si la promesa no se cumple como debiera, se debe a que no es apreciada debidamente. Si todos lo quisieran, todos serían llenados del Espíritu".16

Hay tres pasos sencillos para recibir el Espíritu Santo en su plenitud: pide el Espíritu Santo (Luc. 11:13; Zac. 10:1), arrepiéntete de cualquier pecado conocido (Hech. 2:38; 3:19) y está dispuesto a hacer cualquier cosa que Cristo te pida que hagas (Hech. 5:32; Juan 14:15, 16). Cuando hayas cumplido estas condiciones, Dios cumplirá su Palabra y derramará su Espíritu en tu vida.

Reflexiona en las preguntas siguientes y ora:

1. ¿Estás conectado con la Fuente de todo poder? ¿Qué significa estar llenos del Espíritu Santo?

2. ¿Hay alguna barrera entre ti y alguna otra persona que estorbaría la efectividad de tu testificación?

3. ¿Has intentado alguna vez testificar con tus propias fuerzas en vez de hacerlo con el poder del Espíritu Santo?

4. ¿Cuál es tu actitud hacia la testificación? ¿Crees que el Espíritu Santo está abriendo puertas de oportunidad en tu comunidad? ¿Está él abriendo puertas de oportunidad regularmente para ti en la vida de la gente con la que te encuentras todos los días?

5. Piensa en personas específicas en tu esfera de influencia y ora silenciosamente para ver oportunidades de compartir el amor y la verdad de Dios con ellas.

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