Los niños son nuestros mejores maestros, y los nietos son los mejores de todos. Cuando Dyson, nuestro nieto, estaba en segundo grado, estaba en la fila esperando que tocara la campana matutina para entrar a su sala de clase. La niñita delante de él miró para abajo a sus zapatos nuevos, vaciló un momento, y luego dijo: "Creo que tus zapatos son feos". Sin pensar más, nuestro nieto miró los zapatos de ella y comentó: "Creo que tus zapatos son hermosos". De inmediato, la actitud de ella cambió. La bondad fomenta la bondad. El hombre sabio estaba en lo cierto: "La respuesta suave aplaca la ira" (Prov. 15:1).
Nuestra actitud hacia otros a menudo determina su respuesta hacia nosotros. ¿Notaste alguna vez que cuando sonríes a alguien, esa persona generalmente responde con una sonrisa? ¿Has notado que cuando respondes con un cumplido inesperado, otras personas generalmente responden en forma positiva? Cuando crees lo mejor acerca de otros, los elevas espiritualmente y animas su corazón.
Jesús comprendía este hecho acerca de la naturaleza humana. El Evangelio de Juan declara que Jesús, "la luz verdadera que alumbra a todo hombre, venía a este mundo" (Juan 1:9). En lo profundo de nuestro ser mismo hay un anhelo de verdad eterna. Cuando nos acercamos a las personas con este conocimiento, podemos atraerlos con confianza, sabiendo que, se den cuenta o no, su alma tiene hambre de Dios.
Dado que comprendía que cada ser humano tiene hambre de Dios, Jesús no tenía problemas en creer en la gente. No se desanimaba con los que parecían menos interesados en su mensaje. Se acercó a una mujer samaritana, a un escriba judío, a un soldado romano, a una cananea y a una mujer de mala reputación. En cada caso, Jesús miraba lo mejor. Presentaba la verdad, pero siempre con amor. El fundamento de su mensaje era aceptación, perdón, gracia y la esperanza de una vida nueva. Nunca minimizó el valor de la verdad, pero siempre presentaba la verdad de una manera redentora. Elena de White presenta un hermoso retrato de la interacción de Jesús con la gente:
Jesús no suprimió una palabra de verdad, pero siempre profirió la verdad con amor. En sus relaciones con la gente ejercía el mayor tacto y la atención más cuidadosa y misericordiosa. Nunca fue áspero, nunca habló una palabra severa innecesariamente, nunca produjo en un corazón sensible una pena innecesaria. No censuraba la debilidad humana. Hablaba la verdad, pero siempre con amor.1
El blanco de este capítulo es descubrir cómo aplicar los métodos de Jesús en nuestra testificación diaria.
Descubramos el método de Jesús
Hemos analizado el encuentro de Jesús con la samaritana junto al pozo en otro capítulo. Sin embargo, hay un aspecto adicional de ese encuentro que es crucial para nuestra comprensión de cómo compartir nuestra fe. En la historia, Jesús y la mujer entablan una conversación, y ella finalmente lo pone a prueba con una discusión muy conocida entonces entre judios y samaritanos: "Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar" (Juan 4:19, 20). El lugar apropiado de adoración era un problema que dividía a sus respectivos pueblos. Judíos y samaritanos no se llevaban bien, y la controversia tenía que ver con la adoración a Dios. El monte Gerizim, el lugar de adoración de los samaritanos, llegó a ser el principal punto de divergencia entre ellos, impulsando a un sabio judío a plantear y responder la pregunta: "¿En qué momento pueden los samaritanos ser aceptados en el judaismo? Cuando rechacen su creencia en el monte Gerizim".
Aquí está el trasfondo del debate. Los samaritanos quisieron participar con los judíos en la construcción del templo en Jerusalén pero, por causa de sus casamientos mixtos con los habitantes de las naciones que los rodeaban, los líderes judíos no les permitieron participar en la construcción del templo. En consecuencia. Ellos decidieron construir su propio templo en el monte Gerizim.
Jesús podría fácilmente haber entrado en un debate teológico con esta mujer sobre la adoración auténtica, pero él miraba más allá de su pregunta intelectual y atendió la necesidad de su corazón. La mayor necesidad de ella no era la respuesta a su pregunta religiosa. Su necesidad era encontrar aceptación, perdón, y una vida nueva que solo Jesús podía dar. Como resultado de la conversión de esta sola mujer, toda Samaría recibió un impacto. Jesús permaneció dos días en este lugar aparentemente inaccesible, con esta gente aparentemente inalcanzable. Los resultados fueron notables. El Evangelio de Juan declara: "Creyeron muchos más por la palabra de él [de Jesús]" (4:41). La conversión de muchos samaritanos fue solo el comienzo de una cosecha espiritual en lo que parecía tierra estéril. Samaria estaba madura para la siega y, unos pocos años más tarde, respondió a la predicación de Felipe, recibiendo "la palabra de Dios" (Hech. 8:14).
¿Qué hubiera sucedido si Jesús habría discutido con la samaritana? ¿Qué crees que hubiera ocurrido si pasaban todo el tiempo argumentando acaloradamente sobre dónde adorar? Muy probablemente, aquello no hubiera terminado bien. Afortunadamente, Jesús miró más allá de su comentario, a sus necesidades. La testificación exitosa por Cristo tiene una disposición amigable y una actitud ganadora. Quienes la desarrollan ven lo mejor en los otros.
Considera la interacción de Cristo con la mujer cana-nea. Los cananeos eran un pueblo idólatra que veneraba a los muertos mediante dioses familiares. También adoraba a las deidades paganas como Baal, El, Asera, y Astarté. Estos cultos de la fertilidad eran usualmente para dioses y diosas de la vegetación y la cosecha. Muchos eruditos creen que los ritos religiosos cananeos incluían también sacrificios humanos, especialmente, el sacrificio de niños. Si un judío consideraba a alguien como un paria, un intocable e inalcanzable, habría sido una mujer cananea. Considerando este prejuicio, el enfoque de Jesús con esta mujer es magistral y poco convencional.
En su divina sabiduría, guiado por el Espíritu Santo, la alcanzó de una manera que parecería contraria a su naturaleza. Ella clamó por misericordia para ella y su hija, rogándole que librara a su hija de la posesión demoníaca (Mat. 15:22). Jesús respondió a esta emotiva apelación con silencio. Él pareció ignorarla, y sus discípulos le rogaron que la despidiera, pero ella persistía, impulsando a Jesús a hacer esta declaración asombrosa: "No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (vers. 24). El rechazo de Jesús a su pedido puede sonar a discriminación. Parecería que vino a salvar a unos pocos escogidos.
Sorprendentemente, la mujer desesperada no aceptó el "no" como respuesta. Ella apeló: "¡Señor, socórreme!" (vers. 25). Jesús ahora parece rechazarla totalmente, al decir: "No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos" (vers. 26).
Sin desanimarse por el rechazo de Jesús, ella lo afronto tenazmente con una apelación final: "Aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos" (vers. 27).
En esta conversación con la mujer cananea, las respuestas de Jesús nacieron de una estrategia divina. Él la estaba atrayendo continuamente a su fe más profunda y revelando a sus discípulos la necesidad de ver la fe profunda en alguien que ellos hubieran despedido. Al final, Cristo dijo claramente a la mujer, en presencia de los discípulos: " '¡Mujer, grande es tu fe!; hágase contigo como quieres'. Y su hija fue sanada desde aquella hora" (vers. 28). Notablemente, Jesús vio lo que otros no veían. Él vio la "gran fe" de esta mujer cananea.
La testificación efectiva por Cristo ve el amanecer de la fe en-el corazón de la gente en lugares inesperados. Dios a menudo nos sorprende. Él trabaja de maneras y en lugares que no esperaríamos. Si tenemos ojos para ver, oídos para oír y mentes para comprender, percibiremos la actuación del Espíritu Santo en la vida de personas a nuestro alrededor. Las escamas caerán de nuestros ojos, y veremos a otros a través de los ojos de Jesús. Cristo vio la gente no como era, sino como podía llegar a ser: refinados y ennoblecidos por su gracia. Él creía en ellos, así que ellos se elevaban para alcanzar las expectativas de Jesús.
Jesús concordaba con las personas donde podía, las aceptaba como eran, y las afirmaba cuando podía hacerlo. Se relacionaba mostrando interés por la gente, y en el contexto de estas relaciones sembraba las semillas de fe y compartía verdades divinas. Como tan agudamente lo expresa Elena de White:
No debemos limitar la invitación del evangelio y presentarla solamente a unos pocos elegidos que, suponemos nosotros, nos honrarán aceptándola. El mensaje ha de darse a todos. Cuando Dios bendice a sus hijos, no es tan solo para beneficio de ellos sino para beneficio del mundo. Cuando nos concede sus dones, es para que los multipliquemos compartiéndolos con otros.2
Para Jesús, el campo era el mundo, y toda persona en él era un candidato potencial para el Reino de Dios. Compró cada persona con el precio de su sangre, y esas son las buenas nuevas que hemos sido llamados a compartir. Nuestra apelación a la gepte de este mundo es a aceptar la salvación que Cristo ofrece tan libremente.
El evangelio: la Base de toda aceptación
El fundamento de toda aceptación es el evangelio. Cristo nos ha aceptado de modo que podemos aceptar a otros. Podemos perdonar a otros porque Cristo nos ha perdonado. Podemos tener misericordia hacia otros porque Cristo tuvo misericordia hacia nosotros. Cristo ve lo mejor en nosotros para que podamos ver lo mejor en otros. Jesús vio al ladrón en la cruz no como un joven rebelde, sino como un buen muchacho que tomó algunas malas decisiones. Él vio a María Magdalena como una joven que buscaba un amor divino que llenara su corazón con paz y gozo. Jesús vio al centurión romano no como un miembro rudo, sediento de sangre de la oposición, sino más bien como alguien que buscaba a un verdadero líder que pudiera proveer más de lo que Roma podía ofrecerle. Jesús miraba a los parias, a los contaminados, a los inmorales, a los ladrones, al borracho y a los ricos aristócratas, a todos, a través de los ojos del cielo. Jesús veía tierra fértil.donde otros solo veían suelo estéril. Jesús vio posibilidades donde otros solo veían problemas. Jesús vio lo que el Espíritu Santo podía hacer cuando otros veían solo lo que los pecadores individuales habían hecho.
El apóstol Pablo lo dice de este modo: "Por tanto, recibios los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios" (Rom. 15:7). El apóstol también declaró: "Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo" (Efe. 4:32, RVR 95). La ley de la bondad gana corazones; la ternura de corazón, aceptación y perdón abre las mentes al evangelio. Tratar a otros como Cristo nos ha tratado a nosotros marca toda la diferencia en nuestra testificación.
Hace un tiempo, una mujer golpeada por la pobreza deambulaba por la calle una noche fría de invierno. Cuando pasó frente a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, notó que las luces estaban encendidas. Ansiosamente entró a la sala de jóvenes, sin idea de lo que podría encontrar. La vida había sido extremadamente dura con ella. Ella había pasado recientemente por varias experiencias traumáticas.
Había allí una clase de cocina en pleno desarrollo. Encontró un asiento en la parte posterior de la sala, se sentó, bajó su gorro de lana sobre la frente y se arropó en su abrigo. Ella era una rareza en medio de las demás mujeres sofisticadas que asistían a la clase esa noche. Afortunadamente, algunas de las damas se acercaron a ella. La hicieron sentir bienvenida. No se detuvieron a pensar en su pobreza y valoraron su persona. Pasaron por alto el hecho de que ella se puso a revolver el basurero buscando algo para comer cuando terminó la clase. Dijeron poco, pero trataron de suplir sus necesidades.
Ella siguió asistiendo a las clases, y entabló varias amistades. Ella comenzó a integrarse con algunas de las damas y, al pasar las semanas -impresionada por la bondad, el amor y la aceptación que había experimentado-, comenzó a asistir a la iglesia cada semana, y siguió con estudios bíblicos.
Debajo de la superficie, había una mujer inteligente y talentosa. De niña, había tomado clases de piano y era una pianista experimentada. Antes de que pasaran dos años, ella se convirtió en un miembro activo de la iglesia y en una de sus pianistas. Ver a las personas no por lo que son sino por lo que pueden llegar a ser marca toda la diferencia. Jesús tenía una actitud ganadora, y nosotros también podemos tenerla.
La amistad abre, las puertas de los corazones, pero usualmente no gana personas a Cristo sin nuestra testificación intencional. Las relaciones positivas crean confianza, pero en sí mismas ellas no ganan a las personas si no son relaciones centradas en Cristo. Jesús es "el camino, y la verdad y la vida" (Juan 14:6), y él nos llama a seguir "la verdad en amor" (Efe. 4:15).
Algunas sugerencias prácticas
Piensa en los siguientes escenarios. ¿Cómo actuarías en cada caso? Atrévete a mirar a través de los ojos de Cristo, y responde: ¿Qué ves?
Escenario 1. Un hombre sin hogar acampa en el estacionamiento de tu iglesia. Ha estado allí por tres noches. ¿Cuál es la forma apropiada para relacionarse con él? ¿Cómo puedes actuar en forma redentora sin transformar el estacionamiento en un campamento de refugiados para las personas sin hogar, e impactar negativamente en el vecindario?
Escenario 2. Un conocido tuyo de negocios, católico, acaba de perder a su esposa debido a un agresiyo cáncer de mama. Él está afligido con el pensamiento de que ella pueda estar sufriendo en el purgatorio. ¿Cómo puedes presentar la verdad acerca del estado de los muertos de una manera consoladora, sin ofenderlo?
Escenario 3. Un matrimonio joven que conoces no es adventista del séptimo día, y acaban de perder a un hijo de doce años en un accidente de tránsito. ¿Cómo puedes comunicarles la esperanza del regreso de Cristo sin trivia-lizar la muerte de su hijo?
Basado en este estudio de la manera en que Cristo se acercaba a la gente, aquí hay algunas sugerencias para desarrollar una actitud que atraiga a las personas y pueda conducirlos a la salvación:
1. Pide a Jesús que te dé la convicción de que todas las personas tienen anhelos espirituales y pueden ser ganadas para Cristo.
2. Procura desarrollar relaciones positivas, centradas en Cristo, con los que están en tu esfera de influencia.
3. Ora pidiendo oportunidades de compartir la verdad.
4. Presenta verdades bíblicas en el contexto de relaciones amantes.
Cristo llama a todos los creyentes
La testificación no es un evento para unas pocas sú-per estrellas evangelizadoras. El llamado de Cristo es para todos los creyentes. Él nos invita a participar consigo en la obra más excitante y satisfactoria del mundo. Elena de White afirma claramente:
Todos pueden encontrar algo que hacer. Nadie debe considerar que para él no hay sitio donde trabajar por Cristo. El Salvador se identifica con cada hijo de la humanidad. Para que pudiéramos ser miembros de la familia celestial, él se hizo miembro de la familia terrenal. Es el Hijo del hombre y, por consiguiente, hermano de todo hijo e hija de Adán. Los que siguen a Cristo no deben sentirse separados del mundo que perece en derredor de ellos. Forman parte de la gran familia humana, y el Cielo los considera tan hermanos de los pecadores como de los santos.
Millones y millones de seres humanos, sumidos en el dolor, la ignorancia y el pecado, no han oído hablar siquiera del amor de Cristo por ellos. Si nuestra situación fuera la suya, ¿qué quisiéramos que'ellos hicieran por nosotros? Todo eso, en cuanto dependa de nosotros, debemos hacerlo por ellos.3
Dios no solo nos llama, sino que también nos equipa y nos entrega dones para servir. Él crea oportunidades providenciales para que compartamos su amor con otros. Al escribir a los corintios, el apóstol Pablo menciona que Dios milagrosamente abrió el camino para que él proclamara el evangelio en el continente europeo: "Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor" (2 Cor. 2:12). El apóstol reconocía que el Espíritu Santo había hecho una obra que él nunca podría realizar. Solo el Espíritu puede crear receptividad en las mentes de las personas. Solo el Espíritu Santo puede abrir los corazones para recibir el evangelio, y solo el Espíritu santo puede liberar a los hombres y las mujeres de sus prejuicios, nociones preconcebidas e ideas falsas. Día tras día, al dedicarnos a participar con Jesús en alcanzar a los perdidos, descubriremos puertas de oportunidad abiertas por el Señor.
Pedido diario
¿Por qué no haces cada mañana esta oración sencilla? "Querido Señor, hoy me consagro a ti. Úsame en tu servicio. Trae a mi vida a alguien con quien pueda compartir tu amor. Ayúdame a no estar tan preocupado conmigo mismo y mis inquietudes, que deje de ver las oportunidades de compartir tu verdad con otros. Señor, estoy dispuesto. Señor, estoy disponible. Soy tu siervo. Úsame en tu misión para guiar a alguien a ti. Amén". Si haces esta sencilla oración, Dios te usará poderosamente en la aventura más emocionante de tu vida.1 Elena de White, El camino a Cristo, p. 10.
Elena de White, El ministerio de curación, p. 69.
lbíd„ pp. 71,72.
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