8 LA EDUCACION Y LA REDENCIÓN
Elena de White resume la relación que hay entre la educación y la redención en su libro La educación: "La obra de la redención debía restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, devolverlo a la perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma a fin de que se llevase a cabo el propósito divino de su creación. Este es el objeto de la educación, el gran objeto de la vida".1
¿Cómo se transmite mejor la historia de la redención y el don de la gracia gratuita en un entorno educativo institucional? A las expresiones del tipo "actúa naturalmente", "tensa calma", "un placer espantoso" o "un ligero sobrepeso", se las conocen como oxímorones. Se trata de expresiones que en su significado superficial o literal son contradictorias. ¿El término "gracia institucional" también se ajusta a esa definición? ¿Es un oxímoron? ¿Es posible comunicar la gracia en una institución como una iglesia o escuela?
La naturaleza de la gracia es aceptar y perdonar, mientras que la naturaleza de una institución es establecerse mediante el uso de reglas, políticas y regulaciones. La gracia nos acepta tal como somos, con defectos y todo, mientras que una institución es más probable que nos acepte si estamos a la altura.
La palabra institución proviene de una raíz que significa "defender" o "establecer". La institución está organizada por personas que "defienden" algo y desean perpetuar sus convicciones. Por lo tanto, establecen políticas y normas. Para garantizar que sus convicciones persistan en el futuro, "institucionalizan" sus ideas. ¿El resultado? Las instituciones desarrollan manuales de iglesia, manuales de políticas, manuales estudiantiles y códigos de educación, los cuales enseñan y requieren ciertos comportamientos. Este proceder institucional nos devuelve a la pregunta: ¿Es la "gracia institucional" un oxímoron?
En una ocasión, escuché la historia de una mujer que tuvo un hijo fuera del matrimonio, y la iglesia le extendió la gracia recibiéndola £n la iglesia. Le hicieron un baby shower y le dieron todo el apoyo mientras cuidaba a su recién nacido. ¿El resultado? Todo fue tan extraordinario, que tuvo otro hijo fuera del matrimonio. ¿Cómo podemos distinguir entre ser permisivos y extender la gracia? Imagine a Moisés, el gran líder institucional, diciendo: "Señor, tus hijos moldearon un becerro de oro. Creo que este es un problema de depravación ambiental causado por las malas condiciones de su hogar en Egipto. No son responsables de estas acciones". Pero esa no fue la respuesta de Moisés o de Dios. Era claro que necesitaban aprender mucho sobre el Dios que los redimió de Egipto. Necesitaban mucha educación sobre la gracia de Dios y su ley.
En el Nuevo Testamento, los líderes de la iglesia buscaron encontrar el equilibrio entre la aplicación de la ley y la gracia. Estos líderes se encargaron de enseñarle a la recién formada iglesia sobre el Dios verdadero y la manera en que este redimía al hombre. "Algunos que habían llegado de Ju-dea a Antioquía se pusieron a enseñar a los hermanos: A menos que ustedes se circunciden, conforme a la tradición de Moisés, no pueden ser salvos'" (Hech. 15:1, NVI).
Les estaban enseñando a los nuevos creyentes que la salvación requería la realización de ciertos ritos judíos, como la circuncisión. Querían hacer de la circuncisión un requisito para la redención. "¡No podemos abandonar las normas que nos enseñó nuestro padre Abraham!", exclamaban. "Pablo y Bernabé tuvieron una fuerte discusión con ellos, y por fin Pablo, Bernabé y algunos otros fueron nombrados para ir a Jerusalén a tratar este asunto con los apóstoles y ancianos de la iglesia de aquella ciudad" (vers. 2, DHH).
Vivimos en un mundo individualista en el que se suelen ignorar las reglas institucionales. La respuesta a la iglesia y a la educación es: "Yo soy mi propia persona, y no puedes pretender restringir mi libertad". Podemos aprender algo de la respuesta de Pablo a la disputa en la iglesia primitiva. ¿Por qué fue Pablo a Jerusalén? Porque se preocupaba por la comunidad. La institución, la iglesia, era importante para él. Lo que "los hermanos" tenían que decir le importaba a Pablo.
Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la iglesia, por los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: "Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés" (vers. 4,5).
Si tradujéramos esto a nuestro entorno contemporáneo, podría leerse así: "Entonces, algunos de los creyentes que pertenecían al grupo conservador se pusieron de pie y dijeron: 'No podemos permitir que nadie que coma carne, use joyas o____________, se una a la iglesia'" (estoy seguro de que puedes completar el espacio en blanco con alguna anécdota de tu experiencia).
Se escuchó la exigencia de que los gentiles tenían que adaptarse y "se reunieron entonces los apóstoles y los ancianos para estudiar este asunto" (vers. 6, DHH). Cómo me gustaría haber escuchado esta reunión de la junta de apóstoles y ancianos. Si tenemos en cuenta la relación entre judíos y gentiles durante este tiempo, sin duda fue una discusión acalorada. Los judíos consideraban a los gentiles como paganos. Según la ley judía, no podías casarte con ellos, no podías comer con ellos y no podías entrar a sus casas. Ahora todos estos "paganos" aceptaban a Jesús y se unían a la iglesia. Estoy seguro de que los judíos que habían estado siguiendo a Dios toda su vida dijeron que se estaba rebajando, la norma. Querían educar a estos nuevos seguidores de Jesús en las reglas de la Torá. Al defender sus puntos de vista, citaron las reglas del Antiguo Testamento sobre la circuncisión (ver Gén. 17:9-14; Lev. 12:3; Gén. 34:15).
Después de una larga discusión, Pedro tomó la palabra: "Hermanos, ustedes saben que desde un principio Dios me escogió de entre ustedes para que por mi boca los gentiles oyeran el mensaje del evangelio y creyeran. Dios, que conoce el corazón humano, mostró que los aceptaba dándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros. Sin hacer distinción alguna entre nosotros y ellos, purificó sus corazones por la fe. Entonces, ¿por qué tratan ahora de provocar a Dios poniendo sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar? ¡No puede ser! Más bien, como ellos, creemos que somos salvos por la gracia de nuestro Señor Jesús" (Hech. 15:7-11, NVI).
Por lo tanto, durante el desarrollo inicial de la iglesia institucional, Pedro notó que Dios no hacía distinción entre los pecadores gentiles y los santos judíos, señalando que todos vivían bajo la gracia. Jacobo resume así la decisión que se tomó en ese primer congreso de la Asociación General.
Cuando terminaron, Jacobo tomó la palabra y dijo: "Hermanos, escúchenme. Simón nos ha expuesto cómo Dios desde el principio tuvo a bien escoger de entre los gentiles un pueblo para honra de su nombre. [...] Por lo tanto, yo considero que debemos dejar de ponerles trabas a los gentiles que se convierten a Dios" (vers. 13-19, NVI).
El fundamento de la decisión no fue una serie de citas del Antiguo Testamento que demuestran la importancia de la circuncisión. Eso era lo que estaban haciendo los judaizantes. No decidieron establecer clínicas de circuncisión en las iglesias. Los líderes no sacaron a relucir el reglamento operativo, el manual de la iglesia o el manual del alumno. Jacobo expresó lo que parecía ser el consenso del grupo después de su discusión. Y ese consenso se resume en cinco palabras: "Debemos dejar de ponerles trabas". Las instituciones humanas tienden a dificultar las cosas, a ser exclusivistas. Nos gusta pertenecer a un grupo privilegiado, ser elegidos para la tarjeta de crédito de platino y que nos eleven a primera clase en el avión. El grupo de fariseos quería usar su "club" para elevar la exclusividad. Jesús vino a enseñarnos cómo es Dios, que para nada es exclusivista, sino que desea que todos reciban la redención (ver i Timoteo 2:3,4).
¿Qué significa "dejar de poner trabas" en una institución, en una iglesia o en una escuela? Significa establecer reglas racionales mediadas por las relaciones. Si las reglas institucionales son comprensibles y explicables a cualquier persona razonable, ¡entonces dejan de ser "trabas"! Fíjate que dije: "a cualquier persona razonable" (soy consciente de que las iglesias y las escuelas no siempre tratan con personas razonables). A las instituciones educativas adventistas se les presenta una tarea complicada. Por un lado, el evangelio es gratis y se enseña que la historia de la salvación no es dependiente del comportamiento. Por otro lado, esta tarea se lleva a cabo en un entorno social que requiere una 4ista bastante larga de normas y reglas de comportamiento.
LA CATEGORIZACIÓN DE LAS REGLAS
La disciplina es necesaria en toda institución, incluidas las escuelas y las iglesias. Ningún grupo puede considerarse una comunidad a menos que tenga algunas cosas en común. La definición misma de comunidad es tener cosas en común, y eso incluye reglas y leyes que requieren disciplina. Pero la inclinación humana es a imponer el castigo, no la disciplina. La disciplina es redentora, mientras que el castigo es punitivo. En una comunidad disciplinada, los miembros expresan su responsabilidad mutua asegurándose de que la corrección se aplique con gracia. Diferentes categorías de reglas pueden ayudar a las instituciones a no poner "trabas" a los estudiantes y miembros de la iglesia. Dividir las reglas en categorías puede ser una solución.
Primero, algunos patrones de comportamiento tienen su origen en las creencias doctrinales, que son parte integral de la existencia misma de la comunidad. Sin estas leyes o reglas, la comunidad no tendría nada en común y no sería una comunidad en absoluto. Los Diez Mandamientos y las veintiocho creencias fundamentales entran en esta categoría. Son una expresión de las enseñanzas fundamentales de la iglesia y están respaldados por las Escrituras, proporcionándole a la comunidad su identidad básica. Estas reglas no son negociables.
Segundo, algunos estándares de comportamiento surgen de nuestra herencia religiosa y cultural. Entre ellas, por mencionar un ejemplo, tenemos normas de vestimenta conservadoras. Nos abstenemos de estos elementos o los aceptamos porque forman parte de nuestra imagen: es lo que somos. Son parte de nuestra tradición religiosa. Estas reglas o políticas reflejan nuestra cultura colectiva y cómo deseamos representarnos a nosotros mismos. No excluimos a las personas de la iglesia, ni emitimos juicios sobre ellas si no siguen estas reglas.
Tercero, algunas políticas de comportamiento son reglas necesarias en situaciones que involucran a los adolescentes y a los adultos. Por ejemplo: dónde estacionar el automóvil y, en el caso de una escuela, regulaciones como guardar los teléfonos celulares durante la clase y no comer en la biblioteca.
Para crear regulaciones racionales, necesitamos entender estas categorías en las reglas. No debemos tratar de adjudicarles implicaciones morales a la transgresión de los estándares de comportamiento que son meramente normas institucionales o culturales.
Por supuesto, incluso cuando los administradores saben que tienen una buena motivación para una regla, los estudiantes y los padres pueden no estar de acuerdo. Entonces, al final, es la relación la que equilibra la ley y la gracia. El Antiguo Testamento nos brinda una ilustración perfecta. La gloria shejiná, o la presencia de Dios, residía en el propiciatorio, sobre las tablas de la ley. En ese lugar era donde se unían la misericordia y la ley. La presencia de Dios era lo que las unía. En los tiempos del Nuevo Testamento, Jesús nos mostró, a través de su vida y sus enseñanzas, cómo combinar la ley y la gracia. Él murió para revalidar la ley y darnos la gracia.
En el contexto de la educación cristiana, tenemos maestros, decanos y administradores espirituales que combinan la ley y la gracia en su vida. Ellos ejemplifican con su vida cómo vivir las reglas y amar a los alumnos. Nuestras instituciones no pueden hacer extensiva la gracia desestimando las reglas o haciéndolas inocuas. Hacen extensiva la gracia al tener personal lleno de ella, que ha experimentado el evangelio en su propia vida y que modela las reglas de la vida institucional. Los pastores, la facultad y el personal deben primero infundir a los estudiantes su amor antes de que puedan moldear sus opiniones. Con demasiada frecuencia, buscamos moldear sus opiniones primero, haciendo que se rebelen. A través del amor, podemos unir la gracia y la ley. La tabla de la siguiente página ilustra la educación basada en la gracia:
Problema | Orientación sin la gracia | Orientación con la gracia |
Ambiente escolar | Frío y tenso | Amigable e inclusivo |
Director | Celador | Ayudante |
Maestros | Policías | Mentores |
Trabajadores | Tratados con desconfianza | Tratados con confianza |
Dormitorio | Prisión | 1 Hogar ! |
Decanos | Vigilantes | Amigos |
Políticas de aceptación | Buscan la perfección | Buscan a los que están dispuestos a aprender |
Manual del estudiante | Lo que no puedes hacer | ; Lo que no debes hacer |
Preguntas | No preguntes | Libertad de preguntar |
Obediencia | Por miedo | Por amor |
Pecado | Romper las reglas | Romper la relación |
Segunda Venida | Miedo | Alegría |
Fe | Salto en la oscuridad | Salto a la luz |
Dios | Juez severo | Padre amoroso |
Ley | Instrucción restrictiva | Pautas amorosas |
Al comienzo de este capítulo, usamos a Moisés como una ilustración de alguien que no pasó por alto los pecados de los israelitas cuando adoraron a un becerro de oro. De hecho, les administró un castigo severo. Pero Dios le sugirió a Moisés: "Yo he visto a este pueblo, que por cierto es un pueblo muy terco. Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira contra ellos y los consuma; pero de ti yo haré una nación grande" (Éxo. 32:9,10). Entonces, en ese momento, Moisés manifestó el amor de un verdadero líder. Regresó al Señor y dijo: "Puesto que este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse dioses de oro, te ruego que perdones ahora su pecado, y si no, bórrame del libro que has escrito" (vers. 31).
Moisés mediaba la ley con tanto amor, que estaba dispuesto a renunciar a su salvación por el pueblo al que servía. Ese tipo de amor siempre comunicará la gracia divina, incluso en un entorno institucional cargado de reglas.
Entonces, ¿es la "gracia institucional" un oxímoron? No, a menos que las personas de la institución no representen a Jesús y su amor en sus vidas. Cuando los pastores, administradores y maestros experimenten el amor de Dios y su aceptación incondicional, habrá gracia institucional, y no será un oxímoron.
Hace muchos años, en el bosque Fenton, se tomó la decisión de que todos los habitantes del bosque recibirían almuerzos gratis. Se pensó que esto disminuiría el alto nivel de pobreza y aseguraría un ambiente forestal estable. Durante unos años, pareció funcionar bien y había un nivel de vida más elevado en el bosque y, sin la necesidad de competir por el suministro de alimentos, los habitantes del bosque se la llevaban mejor. El bosque Fenton se convirtió en un lugar muy atractivo para vivir.
Tiempo después de que la política de almuerzo gratis entrara en vigor, un grupo comenzó a cuestionarla. Habían pasado muchos años desde que se instituyó y, en su cuidadoso estudio de la economía, ellos concluyeron que no había tal cosa como un almuerzo gratis. Comenzaron a expresar dudas sobre la generosidad de quien lo había proporcionado y su capacidad para seguir pagándolo.
Este grupo estaba convencido de que la economía y el bosque en general mejorarían si cada cual pagara su propio almuerzo. Dijeron que traería más dinero a la economía forestal y que el resultado sería un mejor bosque. Además, ¿cómo sabían cuánto tiempo su benefactor podría continuar proporcionando el almuerzo gratis?
Llamaron aprovechadores a los que querían almuerzos gratuitos, gente que no contribuía en nada a la economía forestal. Ignoraron el hecho de que los que participaban en el programa de almuerzo gratuito estaban trabajando tan duro como ellos y, en algunos casos, incluso más. Adoptaron como lema: "¡No existe un almuerzo gratis!".
Entonces, un día, el que tomó la decisión de instaurar el programa de almuerzo gratuito y que también los financiaba, se encontró con que sus generosas disposiciones no eran aceptadas o apreciadas por algunos. Les preguntó por qué, pero estos se quedaron sin palabras. Y así, los arrojó en las tinieblas de afuera, donde será el lloro y el crujir de dientes.
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1 Elena de White, La educación, pp. 15,16.
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