1. Año treinta.
Con la precisión característica
de un fiel historiador, Ezequiel inicia su disertación profético dando la fecha
exacta de los acontecimientos de que se va a ocupar. Habla del año treinta, pero
no especifica cuál es el acontecimiento preciso que da comienzo a este período.
Muchos creen que se refiere al 30.º año de su vida. El tener 30 años era
importante, porque a esa edad se consideraba que un joven hebreo había alcanzado
plena madurez. En el comienzo de la dispensación levítica, ésta había sido la
edad cuando los levitas comenzaban a desempeñarse en sus funciones religiosas
(Núm. 4: 3). Tanto nuestro Señor como Juan el Bautista iniciaron su ministerio
público cuando tenían alrededor de 30 años (ver com. Mat. 3: 1).
Dado
que este 30.º año es equiparado con el 5.º año del cautiverio de Joaquín (ver
com. Eze. 1: 2), de acuerdo con dos de las formas posibles de computarlo, el 1.º
de los 30 años habría sido un año importante: en el 18.º año de Josías fue
descubierto el libro de la ley en el templo (2 Rey. 22: 3-8). Este
acontecimiento señaló el comienzo de una reforma que, si hubiera continuado con
éxito, habría modificado grandemente la futura historia de Judá. Es posible que
Ezequiel hubiera estado refiriéndose a este hecho importante cuando mencionó el
año 30.
Mes cuarto.
Se contaban los meses a partir de Nisán, en
marzo-abril, sin importar si se
computaba el año a partir de la
primavera o a partir del otoño (ver t. II, PP. III- 113, 117). El mes cuarto
habría comenzado en lo que para nosotros sería junio o julio de 593 ó 592
a.C. (ver com. vers. 2).
En medio de los cautivos.
Es
decir, Ezequiel se hallaba en una región donde los cautivos se habían
establecido. Recibió la visión en forma privada, y más tarde la presentó
públicamente (cap. 3: 1,4).
Quebar.
La mayoría de los antiguos
comentadores identificaban este río con el Habor, río que hoy se denomina Jabur
en el norte de Mesopotamia. El problema de esta ubicación es que este río no
estaba en "tierra de los caldeos" (vers. 3). Sin embargo, excavaciones más
recientes, hechas en Nipur, muy cerca de la ciudad de Babilonia, han revelado
que allí había una colonia judía entre los siglos VII a V a. C. Por esta comarca
corría uno de los grandes canales de Babilonia, cuyo nombre era Kabar, que quizá
corresponde con el río Quebar, al que se refiere Ezequiel.
Visiones de
Dios.
Estas no fueron tan sólo visiones dadas por Dios, sino
manifestaciones de la gloria divina presentadas ante la vista del profeta. Tales
revelaciones reciben el nombre de teofanías. Con frecuencia suceden cuando
comienza el ministerio de un profeta. Así, Isaías tembló ante la grandiosa
manifestación del trono alto y sublime (Isa. 6: 1). Moisés contempló la gloria
en la zarza ardiente (Exo. 3: 2). Juan el revelador vio a uno semejante al Hijo
del Hombre que andaba en medio de los candeleros de oro (Apoc. 1: 13). ¿Cuál era
el propósito de estas visiones de Dios? Puede considerarse como la imponente
manifestación mediante la cual Dios inicia al profeta en un nuevo mundo de
conocimiento y percepción, una nueva etapa de su vida, una nueva fase de
responsabilidad. Se esperaba de esos mensajeros que, como profetas, se
expresaran con convicción acerca de los asuntos divinos. No bastarían
suposiciones. Deberían hablar de cosas que en verdad hubieran visto. Les era
ventajoso poder decir con Isaías: " "Han visto mis ojos al Rey, Jehová de los
ejércitos" " (Isa. 6: 5).
Ezequiel quedó tan impresionado con su visión
de la gloria divina, que tomó nota del momento preciso: fue "a los cinco días"
del "mes cuarto", "en el quinto año de la deportación de Joaquín" (vers. 2). Los
cristianos harían bien en tomar nota de las intervenciones 605 especiales de la
divina providencia y las revelaciones insólitas de la presencia divina en su
vida para recordarlas con frecuencia.
2. Quinto año.
Esta fecha es fácil de sincronizar con la
historia secular, pues la captura de Joaquín es el acontecimiento que está
fechado con mayor precisión en toda la Biblia. Ubicado ya en el año 597 a. C.
por su sincronismo con un año del reinado de Nabucodonosor (ver com. 2 Rey. 24:
12), cuyos años de reinado han sido fijados por referencias astronómicas (t. II,
p. 156), se sabe ahora que ocurrió el día 2 del mes de Adar (ver PP. 536, 783),
lo que equivale aproximadamente al 16 de marzo. Después Joaquín fue llevado a
Babilonia, y comenzó el período denominado cautiverio de Joaquín (2 Rey. 24:
6-15). Sin duda Ezequiel era uno de los tristes prisioneros llevados a Babilonia
en esa ocasión, porque su sistema de fechas, basado en el año del cautiverio de
Joaquín -como lo indica este versículo-, lo equipara dos veces con los años "
"de nuestro cautiverio" " (caps. 33: 21; 40: 1). El 5.º año del exilio de
Joaquín nos lleva al año 593/592 a. C., cuando habrían comenzado las visiones de
Ezequiel. Esta fecha podría corresponder con el verano junio-agosto en el
hemisferio norte del año 593, o el verano (hemisferio norte) del 592,
dependiendo de la forma de computar el año del cautiverio de Joaquín: a partir
de la primavera (según el calendario babilónico) o a partir del otoño (según el
calendario civil judío). Ver en la p. 602 las fechas posibles de las visiones.
3. Vino.
El hebreo dice
literalmente, "siendo fue". El verbo se duplica aquí para dar más énfasis: o
sea, la palabra "ciertamente vino" al profeta. Ezequiel reconoció que esta nueva
vivencia era singular. Sabía que lo que le había "venido" no procedía de
arrebatos de su imaginación ni de algún destello de iluminación espiritual. El
Señor le estaba hablando directamente de un modo que era posible porque había
sido investido del don profético.
Sacerdote.
Ver la p. 597.
Mano de Jehová.
Símbolo del poder divino que descansó sobre él.
La misma expresión se emplea en el caso de otros profetas, tales como Elías (1
Rey. 18: 46), Eliseo (2 Rey. 3: 15). Comparar esto con las vivencias de Daniel
(Dan. 8: 18; 10: 10), Isaías (Isa. 8: 11), y Juan (Apoc. 1: 17). Ezequiel sabía
que este nuevo y extraño poder que ahora lo movía no era otro sino el poder de
Dios.
4. Y miré.
Así comienza la
descripción de lo que pasó ante la vista del atónito profeta. La visión de los
cuatro seres vivientes, las cuatro ruedas, el firmamento y el trono ha sido
considerada como la más difícil de comprender de todo el AT. Es verdad que
ciertos aspectos de ella resaltan por ser inusitados, pero esto no debiera
impedir que procuremos comprender lo que a Dios le plugo presentar y después
hacer registrar y conservar en su sagrada Palabra. Se puede entender buena
parte, quizá casi todo, de lo que Dios deseaba enseñar por medio de esta visión.
Del norte.
El norte era la dirección desde la cual los
conquistadores asirios y caldeos acostumbraban atacar a Jerusalén (ver com. Jer.
1: 14). Se ha sugerido que quizá por esta razón se presentara como procedente de
esa dirección el viento tempestuoso, que traía en sí la nube que ocultaba la
divina presencia y el arco de la promesa. Por encima de los crueles monarcas de
Asiria y Babilonia estaba entronizado el Dios de misericordia y verdad (2JT
350). Ezequiel estaba colmado de lúgubres presentimientos acerca de la
desolación de su tierra y necesitaba ser reanimado.
Una gran nube.
Indudablemente se trata de un símbolo de la presencia divina (Exo. 19:
9-16; Sal. 50: 3).
Fuego envolvente.
Si bien se podría traducir
más o menos literalmente como "fuego que se recogía dentro de sí mismo" (VM), el
hebreo debe entenderse como "fuego que destella", "fuego fulgurante" (BJ).
Bronce.
Heb. jashmal , palabra que sólo aparece aquí, en el
vers. 27 y en el cap. 8: 2. No se conoce su sentido exacto. Algunos piensan que
no es una palabra hebrea, y que corresponde con la palabra acadia eshmaru ,
"bronce pulido". La LXX dice elektron , "electro" (BJ), una aleación de plata y
oro. Este material pulido, al brillar a la luz de las llamas fulgurantes,
incrementaba el deslumbrante brillo y esplendor de la escena.
5. Semejanza.
Al profeta se le
muestran seres que nunca antes ha contemplado y a los cuales tampoco conocían
sus oyentes y lectores. Debe describirlos con palabras que los hombres puedan
entender. Sus sentimientos de incapacidad se reflejan en que usa frecuentemente
la palabra "semejanza". Esta palabra aparece 8 veces en el cap. 1, una vez la
expresión equivalente "a manera de", y una vez la palabra "aspecto".
De
hombre.
A pesar de toda la extraña variedad de detalles que restaban aún
por describir, la principal impresión era que los seres vivientes tenían forma
humana. Se paraban y se movían erguidos como hombres.
6. Cuatro caras.
Los cuatro seres vivientes tenían la
misma apariencia. Cada uno de ellos tenía cuatro caras: de hombre, de león, de
buey, y de águila (vers. 10). En cambio los cuatro seres vivientes que Juan vio
no eran idénticos. Cada uno de ellos tenía sólo una cara, y los cuatro tenían
caras diferentes (Apoc. 4: 7). Sin embargo, las formas de esas caras
corresponden con las caras que Ezequiel vio en los seres vivientes.
Cuatro alas.
Los seres vivientes de Apoc. 4 tenían seis alas,
los serafines de Isa. 6: 2 tenían seis alas.
7. Los pies.
Mejor, sus "piernas" (BJ). La palabra hebrea
que se traduce como "pies" muchas veces designa las "piernas" (1 Sam. 17: 6). Su
contextura era tal, que los seres vivientes podían moverse en todas direcciones,
sin que necesitaran darse vuelta, lo que se explica en Eze. 1: 17.
8. Manos de hombre.
Ver com. cap.
10: 8. Si en estos dos pasajes se describe a los mismos seres, lo que parecería
evidente, las manos no son parte del cuerpo de los seres vivientes. Representan
la mano de Dios colocada debajo de las alas a fin de guiarlos.
9. Se juntaban.
Compárese con el
vers. 11.
No se volvían.
No tenían necesidad de volverse, puesto
que las caras miraban en todas direcciones, y en cualquier dirección que
estuvieran avanzaban hacia adelante. Los pies eran "derechos" (vers. 7), lo que
también permitía que fuera igualmente fácil desplazarse en cualquier sentido.
Quizá pueda imaginarse una forma como la de un cuadrado que nunca giraba sobre,
su eje, sino que simplemente se movía en la dirección en que era impulsado.
10. Sus caras.
Cada uno de estos
seres tenía sólo un cuerpo, pero cada cuerpo tenía cuatro caras. Las caras
estaban a los cuatro lados, para que cada uno de los cuatro seres pudiera mirar
hacia las cuatro direcciones al mismo tiempo.
Puesto que el profeta no
interpreta los símbolos de su misión, y puesto que en ningún otro pasaje de la
Biblia se afirma específicamente cuál era el significado de estas caras, sólo se
puede conjeturar en cuanto a la aplicación específica de los símbolos. Los
comentadores han sugerido varias alternativas: (1) El rostro humano es el
símbolo más excelso del Eterno; el león es el símbolo de la soberanía; el buey
es también símbolo de cierto tipo de soberanía, junto con un símbolo natural de
la fuerza puesta al servicio del ser humano; el águila es emblema de poder
regio. (2) Los rostros simbolizan a los cuatro evangelistas. Esta posición fue
sostenida por los padres de la iglesia, siendo Ireneo uno de los primeros que
presentó esta teoría. Algunas veces se identificaba al león con Mateo y al
hombre con Marcos, pero otras veces, se invierte la identificación. Todos
concuerdan en identificar a Lucas con el buey y a Juan con el águila. Pero esta
interpretación sólo se basa en la imaginación. (3) Según la tradición posterior
judía, los cuatro seres, en el orden en que los presenta Ezequiel, son los
estandartes que solían usar las tribus de Rubén, Judá, Efraín y Dan cuando
acampaban en el desierto (Núm. 2: 2). No es posible verificar que esos hubieran
sido los antiguos estandartes. Aun si eso fuera posible, es difícil ver relación
alguna entre los estandartes y los propósitos didácticos de la visión.
Cuando se intenta interpretar el significado de estos cuatro seres
vivientes, es bueno recordar que en la profecía simbólica el profeta ve la
representación de la realidad y no la realidad misma. Estas representaciones
pueden parecerse a la realidad, aunque muchas veces no es así. Con frecuencia,
los actores de un drama profético tienen una apariencia sumamente diferente de
los seres o movimientos que representan. Así, ángeles pueden desempeñar papeles
que más tarde deberán realizar los hombres. Un ángel hizo el papel del pueblo
adventista en una visión del chasco (Apoc. 10: 1-11; cf. Apoc. 14 :6-12).
Representaciones de bestias y dragones aparecen para dramatizar la actividad de
naciones y potestades sobrenaturales (Dan. 7: 8; Apoc. 12; 13; 17). En un caso,
Jesús aparece simbolizado por un cordero "como inmolado" , con siete cuernos y
siete ojos (Apoc. 5: 6). Nadie osaría pensar, ni por un momento, que se
intentara representar la apariencia de Jesús. En una visión del segundo
advenimiento se muestra a Jesús cabalgando sobre un caballo blanco, vestido de
vestiduras manchadas en sangre, y con una espada en su boca. Otra vez: el
propósito de esta visión no es representar la apariencia real de Jesús en el
momento de ese gran acontecimiento 607 que será el pináculo de la historia
(Apoc. 19: 11-15). Se debe tener cuidado de no entender literalmente lo que dice
un profeta bíblico cuando no está hablando en forma literal. En cierta ocasión,
cuando sus críticos se burlaron de ella, Elena de White escribió lo siguiente:
"Mis opositores se burlan de 'esa débil y pueril expresión de gloriosas uvas que
crecen en alambres de plata que están unidos a varas de oro'... Yo no afirmé que
las uvas crecieran en alambres de plata. Lo que yo contemplé está descrito así
como me pareció verlo. No debe suponerse que las uvas estuvieron unidas a
alambres de plata o a varas de oro, pero ésa fue la apariencia que se me
presentó" (EGW MS 4, 1883).
En lo que a interpretación de profecía
simbólica se refiere, es importante permitir que el mismo Espíritu que dio la
visión identifique sus símbolos. Cuando no aparece tal identificación, el
expositor queda en libertad para conjeturar en cuanto a la aplicación. Por eso
debe evitarse el dogmatismo. Además, como ocurre en las parábolas, los diversos
elementos de la presentación simbólica tienen diversos grados de significado y
de importancia. Una parábola no necesita explicarse en todos sus detalles. Lo
mismo ocurre con la profecía simbólica. No debe dársele la misma importancia a
cada detalle de un cuadro profético. Es posible que algunos lineamientos se
introduzcan sólo para redondear la presentación o para establecer un marco de
fondo adecuado. Así como debe hacerse con las parábolas, es necesario determinar
cuál es el motivo central de la visión y qué trazos de la presentación pictórica
tienen el propósito de enseñar una verdad divina (t. III, p. 1129, PVGM
190-191).
Gracias a la inspiración podemos saber cuáles son las
lecciones que debemos aprender de la visión de Ezequiel sobre los seres
vivientes (PR 392-393; 2 TT 349-353; Ed 172-174). Las afirmaciones a las cuales
se hace referencia aquí establecen en primer término el marco de la visión. Esta
presentación profético tenía el propósito de animar a los judíos en momentos
cuando una buena parte de su país estaba en ruinas por causa de las invasiones
sucesivas, y muchos de los habitantes estaban cautivos en un país extranjero. A
esos oprimidos les parecía que Dios ya no regía el mundo. Muchos interpretaban
que el saqueo desenfrenado cometido por las naciones paganas significaba que a
Dios ya no le importaba lo que ocurría. El pueblo no veía la mano de Dios en el
decurso de la historia. No veían que un propósito divino y supremo estaba en
acción en lo que acababa de ocurrir, así como había obrado a través de todos los
siglos. Esta visión fue dada para mostrar que un poder supremo intervenía en los
asuntos de los gobernantes terrenales y que Dios todavía ejercía dominio. Este
era el propósito principal de la visión. Por lo tanto, cualquier interpretación
que se intente hacer, debe ser consecuente con este objetivo.
Los seres
vivientes representan a seres celestiales (2 TT 349). Como ya se señalara, no es
necesario imaginar que entre los servidores de Dios hay seres con cuatro cabezas
y cuatro alas. En ningún lugar la inspiración exige que se llegue a esa
conclusión. Sin duda, la forma que Dios eligió para estos seres en esta
presentación profético tenía el propósito de simbolizar a los mensajeros
celestiales en la plenitud de su función, poder y adaptabilidad.
12. Donde el espíritu.
Estos seres
no realizan ninguna acción independiente. Sus movimientos están en armonía con
las indicaciones del Espíritu. Se destaca también esto en el vers. 20.
13. Hachones encendidos.
Otra
referencia al fuego que se menciona en el vers. 4. Ahora Ezequiel puede observar
a poca distancia. Procura describir en términos humanos el interesante
espectáculo de luces vibrantes y destellos fulgurantes que de continuo se movían
entre los seres.
14. Relámpagos.
Con esta figura se representa la velocidad de estos seres que van y
vienen en sus diversas misiones. "La luz resplandeciente que cruza entre los
seres vivientes con la rapidez del relámpago representa la rapidez con que esta
obra avanzará finalmente hacia su terminación" (2JT 353).
A los hombres
muchas veces les parece que los propósitos divinos tardan demasiado en
cumplirse. Es verdad que ha habido cierta demora, pero " "el Señor no retarda su
promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con
nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento" " (2 Ped. 3: 9). Un día, muy pronto, con terrible velocidad,
irrumpiendo como una sorpresa abrumadora, el fin vendrá, más rápidamente de lo
que esperan los hombres.
15. Una rueda
sobre la tierra.
Mientras aún contemplaba a estos cuatro seres
vivientes, el profeta vio ante sí otro portento. Había un total de cuatro ruedas
(vers. 16, 19). Estas ruedas tocaban la tierra, en cambio, los querubines habían
aparecido en una nube (vers. 4-5).
16. Color del crisólito.
Literalmente, "ojo de Tarsis". Sin
duda se trata de alguna piedra preciosa, pero no es posible identificarla con
precisión. Algunos sugieren que se trata del topacio. Sin duda, el nombre Tarsis
indica la procedencia de esta piedra. Con referencia a la ubicación de Tarsis,
ver com. Gén, 10: 4.
En medio.
Sin duda, la construcción
peculiar y la disposición especial de las ruedas presentaban un cuadro que
resultaba confuso; sin embargo, los movimientos se realizaban en perfecta
armonía.
17. Sus cuatro costados.
Así como ocurría con los seres vivientes, no había ningún movimiento
sobre un eje, pero el movimiento era posible y las ruedas se desplazaban en
todas direcciones. No había ningún cambio en la posición relativa entre los
seres vivientes y las ruedas en movimiento.
18. Aros.
"Circunferencia"(BJ)
Llenos de ojos.
Esto indica que la visión no tenía que ver con meras fuerzas físicas
sino con fuerzas inteligentes.
19. Andaban
junto a ellos.
En los vers. 19-21 hay ciertas repetición, pero también
se nota cierta variedad en la expresión. La descripción hace resaltar la
perfecta coordinación de los movimientos de los seres vivientes y de las ruedas.
No hay una acción independiente, ni de parte de las ruedas, ni de los seres
vivientes.
Según PR 392-393 y 2JT 349-353, las ruedas, arregladas en
forma tan complicada, representan los asuntos de los hombres y los
acontecimientos de la historia en todas sus acciones y reacciones. Lo que para
el observador inexperto parece ser una confusión irremediable, resultado de la
casualidad, obra de la ambición y del capricho de los hombres, se presenta aquí
como un modelo armonioso, formado y guiado por una mano infinita que marcha
hacia un fin predeterminado. Para un estudio acerca de la intervención de Dios
en la historia, ver com. Dan. 4:17.
22. Expansión.
Heb. raqia' (ver com. Gén. 1: 6; Sal. 19:
1). La "bóveda resplandeciente" (BJ) de la cual se habla es la expansión que
está sobre los seres vivientes.
Cristal.
Heb. qéraj , "hielo".
En todos los otros casos, esta palabra se traduce como "helada" (Gén. 31: 40;
Job 6: 16) o "hielo" Job 37: 10; 38: 29; Sal. 147: 17; Jer. 36: 30). Se presenta
el cuadro de una manifestación hermosísima, quizá algo parecida a la
magnificencia de la luz del sol matinal que descansa sobre las nieves eternas de
alguna elevada cima.
23. Las alas de ellos
estaban derechas.
El profeta procura representar cada parte de la
,visión en su debida relación con las otras partes. Dos de las alas de cada ser
eran derechas, es decir, se extendían hacia la expansión que estaba por encima,
no necesariamente para sostenerla, como algunos han pensado. Las otras dos alas
estaban reverentemente plegadas sobre el cuerpo de los seres vivientes.
24. Sonido.
Heb. qol , palabra
común para designar una "voz", un "ruido", un "sonido". En cada caso, el
contexto debe indicar cuál significado es mejor.
Ezequiel oye el sonido
del movimiento de alas, pero lo encuentra diferente de cuanto haya oído alguna
vez. Busca algún símil para describir la melodía que llena de arrobamiento su
alma. Encuentra cierto paralelo en el sonido de muchas aguas, quizá un arroyo
saltarín o una magnífica catarata. Pero el símil resulta inadecuado. El sonido
es complejo. Además de la voz de Dios, Ezequiel percibe la voz de una gran
multitud, como si muchos seres participan de los movimientos de los seres
vivientes y de los movimientos de las ruedas.
25. De arriba de la expansión.
Esta voz viene del trono que
está por encima de la expansión (vers. 26). Esta voz debe distinguirse del
sonido que anteriormente se había oído y descrito.
Bajaban sus alas.
Comparar con el vers. 24. La repetición de esto parecería insinuar un
nuevo acto de reverencia para la Majestad entronizada por encima de la
expansión. Cuando se oyó esta voz, los querubines se detuvieron, cesaron los
potentes sonidos de su ir y venir y sus alas cayeron inmóviles, en actitud de
reverente atención.
26. La figura de un
trono.
Este es el clímax supremo de la visión. La mayor gloria se ha
reservado para el final. Por encima de la expansión cristalina aparece lo que a
primera vista le pareció al profeta que era un espacio 609 de color azul intenso
y profundo. En la RVR aparece invertido el orden de este trozo del versículo. En
el hebreo dice: "como apariencia de piedra de zafiro, figura de trono". Sin duda
la apariencia a manera de piedra lo impresionó primero; después, al verse con
mayor claridad el detalle, el profeta percibió la forma de un trono.
Semejanza que parecía de hombre.
El profeta vio en visión sólo
una representación del original (ver com. vers. 10). Ezequiel no vio al Ser
Divino, sino una representación de la Deidad. Al describir al Ser como a un
hombre, el profeta fue sumamente cauteloso, como lo indica la frase "semejanza
que parecía de hombre". " "A Dios nadie le vio jamás" (Juan 1: 18). Por lo
tanto, los seres humanos no pueden dar una descripción precisa de la verdadera
esencia divina. Dios se revela a los en visión o realmente de varias formas: A
Abrahán, Cristo se le apareció como un caminante (Gén. 18: 1); Jacob, como un
asaltante (Gén. 32: 24); a Josué, como un guerrero (Jos. 5: 13). A Juan el
revelador se le reveló en visión de diversas maneras, incluso con el símbolo de
un cordero (Apoc. 6: 1; cf. Apoc. 1: 1-16; 14: 1). Las "visiones de Dios" (ver
com. Eze. 1: 1) le dieron a Ezequiel la garantía que necesitaba para estar
seguro de que su llamamiento era genuino, y le añadieron la autoridad necesaria
para presentar su mensaje.
El Dios que gobierna en los cielos no es un
Señor ausente. Ezequiel vio la expansión y el trono directamente sobre las
cabezas de los seres vivientes. Estos, a su vez, estaban al lado de cada una de
las ruedas, las cuales dejaban de rodar cuando tocaban en tierra. Qué consolador
es saber que Aquel que se sienta por encima de los querubines, todo lo rige, que
guarda aún a su pueblo y que toda potestad terrena que procura exaltarse contra
el Dios del cielo será subyugada y que Dios será todo en todo.
27. Bronce refulgente.
Heb. jashmal
(ver com. vers. 4). Mediante varias repeticiones, el profeta procura describir
la excelsa gloria y el grandioso brillo de la escena. Sin embargo, esta
manifestación no es más que un pálido reflejo del original, porque el Padre
eterno " "habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni
puede ver" " (1 Tim. 6: 16).
28. El arco
iris.
Es probable que Ezequiel recordara la misericordioso promesa de
Gén. 9: 13. Por más desanimadoras que fueran las circunstancias, por más que
presagiaran un desastre nacional, el profeta sabía que los pensamientos de Dios
para con su pueblo eran pensamientos de paz y no de mal. Así se cumplió la
majestuosa presentación de la gloria de Dios. Abrumado por el brillo celestial
de la escena, Ezequiel se prosternó con el rostro en tierra, pero una voz le
ordenó que se levantara y escuchara la palabra del Señor.
El arco iris
que rodea el trono de Dios es nuestra garantía de su amor eterno. "El trono
circundado con el arco de la promesa, [es] la justicia de Cristo. . . El arco
iris que rodea el trono representa el poder combinado de la misericordia y la
justicia" (EGW RH, 13-12, 1892). Es una prenda "de la misericordia de Dios hacia
el pecador arrepentido" (PP 97).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE
WHITE T4
CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 1
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