1. Clamó.
El cap. 9 es una continuación de la
visión simbólica del cap. 8. El profeta registra 635 lo que pasó ante su
entendimiento en visión panorámica, y deja al lector que interprete en qué forma
han de entenderse los diferentes símbolos. El que habla es el mismo del cap. 8.
Su identidad se descubre cuando Ezequiel se dirige a él: "¡Ah, Señor Jehová!"
(vers. 8).
Los verdugos.
Heb. peqqudah , palabra que se traduce
como "cargo" (Núm. 4: 16); "guarnición" (2 Rey. 11: 18), "oficios" (2 Crón. 23:
18), "castigo" (Isa. 10: 3). En 1 Crón. 26: 30 y 2 Crón. 24: 11, se refiere a
funcionarios. Pareciera que aquí se refiere a los que tienen cierto "oficio",
cierto "cargo", que son "guardas" (Núm. 3: 32), y que en este pasaje deben
cumplir las órdenes de Dios. También es posible traducir como lo hace la BJ: "Se
acercan los castigos de la ciudad". Esto se basa en la LXX que dice: "Se ha
acercado la venganza de la ciudad".
2. Seis
varones.
Los "verdugos", o ejecutores de venganza, aparecen bajo forma
humana. En su aplicación primaria, representan a los babilonios, quienes habían
de ejecutar la sentencia divina sobre la ciudad. En su aplicación secundaria,
representan a los instrumentos del castigo que, cuando acabe el tiempo,
ejecutarán sentencia, primero sobre quienes han profesado ser guardianes
espirituales del pueblo, y más tarde sobre los impíos en general.
La
puerta de arriba.
Puesto que los atrios del templo estaban construidos
en forma escalonada, el atrio interior era el más elevado. "Hacia el norte"
indica la puerta donde el profeta había visto la idolatría (cap. 8: 5).
Entre ellos.
Este varón era uno de los seis que llevaban
instrumentos para destruir, y no un séptimo, como lo afirman algunos intérpretes
(1JT 335-336). Estaba "vestido de lino", la vestimenta usual del sacerdote y la
vestimenta especial del sumo sacerdote en las ceremonias del gran día de la
expiación (Lev. 16).
Tintero.
Heb. qéseth , palabra que sólo
aparece aquí, y que quizá proviene de la palabra egipcia gÑty, "paleta de
escritor", por lo cual puede suponerse que era una caja que contenía plumas,
cuchillo y tinta. La BJ traduce: "cartera de escriba". En la LXX dice "cinto de
zafiro", en vez de "tintero de escriba". Quizá corresponde con la traducción de
algún otro manuscrito, pero es más lógica la versión masorética.
3. La gloria.
Es decir, la gloria
descrita en el cap. 8: 4, una reaparición de la visión del cap. 1.
Al
umbral.
Es posible que esto representara que la orden para el castigo
procedería del mismo templo, al cual los judíos consideraban como una garantía
de su seguridad.
4. Señal.
En
hebreo, tau , última letra del alfabeto hebreo. En tiempos de Ezequiel, esta
letra tenía la forma de X. El sellamiento se efectuó en visión, y es posible que
la manera específica de hacerse no tenga importancia. La antigua interpretación
que consideraba que esa marca era una prefiguración de la cruz es mera fantasía.
En la visión, la señal era sin duda literal, pero su significado atañía
plenamente al carácter. El mensajero no debía prestar atención a la alcurnia o
posición, sino sólo debía poner la señal a quienes gimieran por la pecaminosidad
que prevalecía y se mantuvieran alejados de ella.
La visión se refería
en primer lugar a la destrucción de Jerusalén ordenada por Nabucodonosor. Tendrá
otro cumplimiento cuando transcurran las escenas finales de la historia de este
mundo. Es muy similar a las visiones de Apoc. 7; 15; 16. En el Apocalipsis la
señal distintiva es el "sello de Dios", y al igual que la señal de Ezequiel, es
colocada sobre quienes están en condiciones de recibirlo. Dios coloca su señal
de aprobación sobre todos los que, por medio del poder del Espíritu Santo,
reflejan la imagen de Jesús (ver PVGM 51). Se ha comparado esta señal con la
marca que indica que Dios es dueño, como si Dios inscribiera sobre los que están
en condiciones de ser ciudadanos de su reino, su nombre y dirección: "Dios,
Nueva Jerusalén" (TM 446).
La señal externa y visible de que la obra de
gracia se ha completado en el alma será la observancia del sábado bíblico (3JT
232). Esto transcurrirá de la siguiente manera: El día sábado siempre ha sido el
día designado por Dios para el descanso del hombre. Establecido en la creación
(Gén. 2:1- 3), debía ser una obligación perpetua. La orden de observarlo fue
colocada en el corazón de la ley moral (Exo. 20: 8-11). Ni Cristo ni sus
apóstoles abrogaron el sábado. La gran apostasía que siguió a la muerte de los
apóstoles pretendió ponerlo de lado para colocar en su lugar otro día de reposo,
el primero de la semana. Pero la Palabra de Dios predice que una gran obra de
reforma con respecto al sábado precederá a la segunda venida de Cristo (Isa. 56:
1-2, 6-8; 636 58: 12-13; Apoc. 14: 6-12; ver CS 504-513). También predice que al
mismo tiempo Satanás, el gran caudillo apóstata, ensalzará su propio fraudulento
sistema de religión que ostenta un falso día de reposo, el día domingo, como día
de culto (Apoc. 13; 14: 9-12; cf. Dan. 7: 25). Logrará éxito hasta el punto de
que podrá unir a todo el mundo en un gran movimiento a favor del domingo (Apoc.
13: 8; 14: 8; 16: 14; 18: 3; ver CS cap. 36-41). Como resultado de sus
esfuerzos, el mundo se dividirá en dos sectores, los que son fieles a Dios y
guardan su sábado, y los que se unen al falso movimiento religioso universal y
guardan el falso día de reposo. De este modo la observancia del sábado se
convertirá en una señal distintiva del verdadero adorador de Dios.
Sin
embargo, no es la observancia visible del sábado lo que constituye la señal. El
sello representa la aprobación divina que deberán recibir todos los que han de
ser ciudadanos del reino de gloria que está a punto de ser establecido. Sólo
aquellos cuyas almas hayan sido purificadas se aferrarán al sábado en aquel
terrible tiempo de angustia que precederá al retorno de Jesús. Los guardadores
del sábado que no sean sinceros abandonarán las filas del pueblo de Dios y se
unirán con Satanás en contra del cielo, en la batalla contra el Rey del universo
(TM 473). Así sólo los verdaderamente leales quedarán como únicos defensores del
santo sábado de Dios. A ellos se les unirán otros de los verdaderos hijos de
Dios, los cuales hasta entonces habrán estado esparcidos en las diferentes
iglesias cristianas. Ellos, ante la creciente luz del fuerte clamor, se
decidirán por la observancia del sábado y, pese a cualquier oposición, se unirán
al pueblo remanente de Dios (CS 669-670).
Se coloca la señal sobre todos
los "que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen".
Quienes pertenecen a este grupo se caracterizan por la profunda angustia que
sienten debido a las divisiones que existen entre los que afirman que son
seguidores de Dios. Se lamentan y afligen sus almas porque en la iglesia hay
todo tipo de avaricia, egoísmo y engaños. Se sienten incapaces de detener la
marea de iniquidad y se llenan de dolor y de alarma (2 JT 65-66). Los que
pertenecen al otro sector procuran encubrir los males que existen y disculpar la
gran impiedad que prevalece por doquiera. Afirman que Dios es demasiado bueno y
demasiado misericordioso como para castigar el mal. Dicen que el Señor no hará
ni bien, ni mal. Aseveran que Dios no espera que el hombre alcance una norma tan
elevada, y que se satisfará con que el hombre tenga un mero deseo de hacer el
bien. Pero el Señor no puede modificar su norma. Hacer eso equivaldría a
cambiarse él mismo. Al contrario, proporciona gracia para el logro de toda
virtud y la corrección de todo defecto. Pide de todo cristiano que aproveche al
máximo lo que Dios le concede. No exige nada menos que la perfección. Si no está
en perfecta relación con Cristo, el alma no podrá recibir el sello de Dios
cuando concluya el tiempo de gracia.
6. Comenzaréis por mi santuario.
La primera aplicación de
este decreto indica el fin del tiempo de gracia de Jerusalén. Dios había agotado
sus recursos en sus exhortaciones al rebelde Israel. Quitaría su poder represor
que frenaba a los invasores caldeos. Sin misericordia, los ejércitos caldeos
ejecutarían la orden de matar "a viejos jóvenes... hasta que no quedara
ninguno". Habrían de comenzar por el santuario, donde se habían concentrado los
horrendos pecados del pueblo.
Estas escenas volverán a verse en los
últimos días. Entonces también el juicio habrá de comenzar por la "casa de Dios"
(1 Ped. 4: 17), con aquellos a quienes Dios ha dado gran luz y que han sido los
guardianes espirituales del pueblo, pero han traicionado su cometido (2JT
65-66). Estos pastores infieles serán primero maltratados por los que han sido
engañados por ellos ( PE 282). Más tarde perecerán en la destrucción general que
precede y acompaña a la segunda venida de Cristo (Apoc. 15-19).
7. Contaminad la casa.
Los judíos
esperaban que Dios preservaría su casa para que no fuera contaminada. En esto se
chasquearon. En parte, la contaminación se debió a los cadáveres desangrados de
los adoradores idólatras.
8. Quedé yo solo.
En visión, Ezequiel vio a Jerusalén reducida a una ciudad de muertos. Le
parecía que había quedado solo en medio de los muertos. No se menciona aquí a
ninguno que hubiera quedado vivo por haber tenido la marca protectora. Sin duda,
constituían una pequeña minoría.
Remanente de Israel.
Las diez
tribus ya habían ido al cautiverio en 723/722 a. C. (2 Rey. 17: 6). 637 Un
número considerable de los habitantes del reino del sur de Judá, había sido
llevado en el año 605 a. C. y especialmente en el año 597 a. C. (p. 598). La
naturaleza y la magnitud del pecado justificaban el castigo.
9. Tierra.
Heb. 'érets , que
también significa "país". Ambas traducciones son apropiadas. El pueblo afirmaba
que el Señor no se preocupaba de la conducta de los hombres. Se imaginaban que
tenían plena libertad de portarse a su antojo el uno para con el otro, sin que
nadie les pidiera cuenta de sus acciones. Como resultado se produjo una
decadencia moral.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE T4
CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 9
Excelente
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