1. Palabra de Jehová.
La profecía de los vers.
1-20 no lleva fecha, pero por las circunstancias que se narran en los vers.
21-22, parecería razonable suponer que fue dada en la tarde, antes de que
llegara el mensajero portador de la noticia de la caída de Jerusalén.
2. Los hijos de tu pueblo.
Aquí
comienza una nueva fase del ministerio de Ezequiel y se renueva la comisión
profético.
Lo pusiere por atalaya.
Cf. cap. 3: 17. Con
referencia a la función del atalaya, ver 2 Sam. 18: 24-25; 2 Rey. 9: 17; Hab. 2:
1. Con referencia a Eze. 33: 2-9, com. cap. 3: 17-19.
3. Tocare trompeta.
Ver Ose. 5: 8; Amós 3: 6.
10. ¿Cómo, pues, viviremos?
El
ánimo de los oyentes de Ezequiel había cambiado. Anteriormente, habían
respondido al profeta con incredulidad y desprecio (cap. 12: 22). El pueblo
había procurado justificar su pecado afirmando que estaban sufriendo el castigo,
no de sus propios pecados, sino de los pecados de sus padres (cap. 18: 2). Una
vez que la destrucción de Jerusalén fue confirmada, no pudieron ya contradecir
las palabras del profeta. Sumidos en la desesperación preguntan angustiados si
hay para ellos alguna esperanza en vista de que éste es el castigo por sus
pecados.
11. No quiero.
Ezequiel
alegra a sus compatriotas con la seguridad de que Dios no quiere que mueran.
Desea que todos se arrepientan y vivan (2 Ped. 3: 9). Su propósito es que el
castigo del cautiverio tenga efectos saludables 718 y lleve al arrepentimiento.
Advierte que ninguna justicia anterior cubrirá la transgresión presente (vers.
12). Pero al mismo tiempo, ninguna maldad podrá excluir al pecador de alcanzar
misericordia si se arrepiente.
12. La
justicia del justo.
En los vers. 12-20 se resume brevemente la enseñanza
del cap. 18 sobre el tema de la responsabilidad individual. Ver allí el
comentario.
21. Año duodécimo.
Es
decir, del cautiverio de Joaquín (ver com. cap. 1: 2). No es posible saber a
ciencia cierta qué calendario empleaba Ezequiel para computar los años. Muchos
eruditos creen que empleó el año de primavera a primavera, como se usaba en
Babilonia, aunque también es posible que hubiera recurrido al calendario judío,
cuyo año se computaba de otoño a otoño. Además, no se sabe si los años del
cautiverio de Joaquín deben contarse mediante el cómputo inclusivo (t. II, PP.
139-140) o sin él.
Si los años del cautiverio se calculan sin el cómputo
inclusivo, ya sea con el año que comenzaba en primavera, o en el otoño, puede
fijarse el 5.º día del 10.º mes en el mes de enero de 585 a. C., unos seis meses
después de la caída de Jerusalén en julio de 586 a. C. Por otra parte, si se
emplea el cómputo inclusivo, debe concluirse que las malas noticias llegaron en
enero del año 586, lo cual sería problemático, pues la ciudad de Jerusalén sólo
cayó en julio de 586. Con referencia a la fecha de la caída de Jerusalén, ver el
t. II, p. 165, y el t. III, PP. 93-94.
22. Abrió mi boca.
Ver com. cap. 24: 27.
23. Vino a mí palabra.
En los vers.
23-29 se presenta una nueva profecía, pronunciada quizá inmediatamente después
de la llegada del fugitivo, o quizá después de un tiempo. No se da ninguna fecha
para las profecías que comienzan aquí y se extienden hasta el final del cap. 39.
Los caps. 40-48 corresponden con unos 12 años después de la caída de Jerusalén.
Es probable que esta serie de profecías fue presentada fragmentariamente durante
este período de 12 años (ver p. 602).
24. Habitan aquellos lugares asolados.
Según se relata en 2
Rey. 25: 12, 22; Jer. 52: 16, los pobres fueron dejados en la tierra para que
cuidaran de las viñas y de las tierras. A ellos se unieron judíos fugitivos
provenientes de países vecinos. Este discurso tiene el propósito de refutar lo
que decía esa gente.
Abrahán era uno.
Estas palabras expresan la
arrogancia de aquellos a quienes los babilonios habían dejado en la tierra de
Palestina. En realidad, decían que si a Abrahán, siendo uno, se le había dado
posesión de la tierra, ellos, siendo muchos, ciertamente podrían poseer la
tierra y tomar por heredad las propiedades de los exiliados. La respuesta del
profeta indicaba que ser descendientes de Abrahán no les reportaría ningún
beneficio. Dios tenía en cuenta las cualidades del carácter de cada uno, y el
hecho de que fueran muchos no tenía importancia.
Muchas personas hoy
confían en su relación con alguna organización eclesiástica, en vez de buscar
una correcta relación con Dios, que es lo único que les permitirá estar en pie
en el día final. Depositan su confianza en estadísticas abultadas y en la
popularidad. Al final de cuentas, la verdadera religión es algo personal, y cada
uno debe ocuparse de su salvación con temor y temblor (Fil. 2: 12). La relación
con la iglesia organizada es el resultado natural y esperado de una vida
cristiana personal genuina. Pero esa relación en sí misma no constituye en
absoluto el fundamento de la esperanza.
25. ¿Comeréis con sangre?
Ver Gén. 9:4; cf. Lev. 3: 17; 7:
26; 17: 10-14; Deut. 12: 16. La gente que había quedado en el país no se sentía
inclinada a abandonar los pecados de sus padres. Los caps. 42 y 43 de Jeremías
constituyen un triste comentario de la descarada rebelión contra las expresas
órdenes de Dios.
26. Estuvisteis sobre
vuestras espadas.
Se habían apoyado en sus actos de violencia. Los
asesinatos eran comunes (cf. Jer. 49).
27. En aquellos lugares asolados.
Se enumeran aquí tres
azotes: la espada (de los babilonios o de los forajidos dedicados al pillaje),
las fieras, y la pestilencia. Comparar esta lista con enumeraciones similares en
Eze. 5: 12; 14: 12- 21; cf. Lev. 26: 22, 25.
29. Yo soy Jehová.
Ver com. caps. 6: 7; 30: 8.
30. Los hijos.
Los vers. 30-33 se
aplican a los que estaban en el exilio. Su número había aumentado con la llegada
de nuevos cautivos. Se le advierte al profeta que no debe dejarse engañar por la
deferencia que parecen mostrarle los judíos.
De ti.
La gente no
se oponía a Ezequiel, Disfrutaba de sus discursos. Es probable que el profeta no
hubiera tenido antes una congregación tan numerosa ni tan promisoria. 719 Se le
advierte que esa gente era meramente oidores y no hacedores de la palabra (ver
Mat. 7: 21- 27; Sant. 1: 22-25).
32. Cantor
de amores.
O "canción de amor" (BJ). Los judíos se habían congregado
como para escuchar el concierto de un artista.
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DE ELENA G. DE WHITE T4
CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 33
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