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CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 47


CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 47

1. La entrada de la casa.

Es decir, la puerta del templo mismo.

Aguas que salían.

Debería tenerse en cuenta lo que ya se ha dicho en cuanto a la interpretación de la visión del templo (ver com. cap. 40: 1). La visión era una profecía gráfica que describía un sistema religioso literal. La presentación muestra las cosas como podrían haber sido, y parece haber poco motivo para apartarse del lenguaje literal. Ezequiel no dice si las aguas nacían de un manantial milagroso o si venían de otras corrientes de agua. Su responsabilidad era simplemente la de describir lo que veía. Su intención debe haber sido razonablemente clara para los israelitas. La abundancia de agua, tal como se la representaba aquí, era el símbolo de precipitaciones adecuadas, con la consiguiente prosperidad. Estas bendiciones fueron destacadas además por la mención de árboles frutales y abundante vida en las aguas (vers. 7-12).

Puesto que estas predicciones nunca se cumplieron en su intención original, se cumplirán en cierta medida en la iglesia cristiana. Juan el revelador emplea las figuras de estos capítulos y explica qué partes de ellas se cumplirán en la tierra nueva (ver por ejemplo Eze. 47: 12; cf. Apoc. 22: 2).

Muchas veces las cosas físicas tienen el propósito de enseñar lecciones espirituales. Aquí el arroyo, que había comenzado muy pequeño, iba aumentando a medida que corría hacia el desierto. De la misma manera, las bendiciones del pacto, que recibieron primero 764 los israelitas, debían fluir, siempre aumentando, hasta que abarcaran a todo el mundo. Podría emplearse la misma figura para ilustrar la obra del Movimiento Adventista (ver 7T 171- 172).

Si la corriente de agua tuviera un origen milagroso y fuera aumentando de modo inexplicable, quedaría como una evidencia perpetua del poder de un Dios omnipresente que opera en favor de su pueblo. Tal demostración sería similar a la de la presencia de la columna de fuego y la nube que acompañó a los israelitas en su peregrinación por el desierto (Exo. 13: 21-22) y a la milagrosa provisión de agua potable (Exo. 17: 1-7; etc.).

2. La puerta del norte.

Quizá porque la puerta interior del lado oriental estaba reservada para el príncipe (cap. 46: 1-8) y la puerta exterior del lado oriental estaba cerrada (cap. 44: 1-2).

3. Por las aguas.

Las medidas que se dan en los vers. 3-6 muestran gráficamente el enorme aumento de las aguas. A una distancia de aproximadamente 2.000 m el manantial se había convertido en un caudaloso río que no se podía vadear (vers. 5).

7. Muchísimos árboles.

Compárese con Apoc. 22: 2; ver com. Eze. 47: 1.

8. Arabá.

La depresión del río jordán, el mar Muerto, y el valle que se extiende desde el mar Muerto hasta el golfo de Akaba. Hoy se emplea la palabra Arabá para designar sólo el valle al sur del mar Muerto.

El mar.

La descripción que se presenta aquí confirma que esto incluía el mar Muerto.

9. Vivirá.

Debido al elevado contenido de minerales, los peces no pueden vivir en el mar Muerto. Sin duda esta situación ya existía en tiempos de Ezequiel.

10. En-gadi.

Literalmente, "fuente del cabrito". Este lugar se halla sobre la costa occidental del mar Muerto, más o menos a mitad de ella (ver com. 1 Sam. 24: 1). Actualmente se conoce el lugar por el nombre de Engedí.

En-eglaim.

Este nombre sólo aparece aquí y el sitio no ha sido identificado.

11. Salinas.

Ciertas aguas no serían saneadas, probablemente a fin de asegurar la existencia de suficiente sal.

12. Fruto será para comer.

La aplicación secundaria de esta predicción se cumplirá con el árbol de vida en medio del nuevo Edén de Dios (Apoc. 22: 2).

13. Las doce tribus.

Se esperaba que algunos representantes de cada una de las doce tribus volverían del cautiverio. Las promesas no se limitaban a Judá y a Benjamín, sino que eran para todo Israel.

Dos partes.

Compárese con Gén. 48: 22; Jos. 17: 14, 17. La porción de Leví correspondía con la "porción de Jehová" (Eze. 45: 5-6), pero con las dos porciones de José -Efraín y Manasés- se completaban las doce porciones.

14. Así los unos como los otros.

Literalmente, "un hombre como su hermano", es decir, "en forma equitativa". Ezequiel define con precisión sólo los límites por el norte y por el sur del país. Algunos han supuesto que las diversas porciones asignadas a las tribus eran zonas, más o menos de igual anchura, que se extendían de este a oeste, atravesando el país. No hay modo de comprobar esto.

Alcé mi mano.

En señal de juramento. Con referencia a la promesa y al juramento, ver Gén. 12: 7; 17: 8; 26: 3; 28: 13.

15. El límite de la tierra.

Hay muchos parecidos entre las fronteras que se dan aquí y las que aparecen en Núm. 34: 1-15. Sin embargo, en ese pasaje se dan primero las fronteras del sur, sin duda porque los israelitas venían desde Egipto. Aquí se dan primero las fronteras del norte, quizá porque los israelitas volverían a Palestina desde el norte.

Desde el mar Grande.

La frontera comenzaba en el Mediterráneo, pero no se precisa el punto exacto. A juzgar por los otros lugares geográficos mencionados, es probable que ese punto se hallara cerca de lo que hoy se conoce como la ciudad de Trípoli, en el Líbano. Algunos hacen comenzar la frontera cerca de Tiro.

Hetlón.

Sólo se menciona este lugar aquí y en el cap. 48: 1. Su ubicación es incierta.

Zedad.

Se ha identificado este lugar con lo que hoy se llama Tsadad, a unos 90 km. al sur de Hamat.

16. Hamat.

Si se traspone el orden de las palabras, se lee como en la BJ: "Desde el mar Grande, el camino de Jetlón hasta la Entrada de Jamat, Sedad..." Así dice la LXX. Se cree que la "Entrada de Hamat" era lo que hoy corresponde a Lebweh, a unos 112 km. al suroeste de Hamat, o quizá al valle del Orontes (ver com. Núm. 34: 8).

Berota.

Quizá Berota correspondía con Berotai (2 Sam. 8: 8), que ahora se identifica con Bereitan, a pocos kilómetros al sur de 765 Baalbek, en el valle que separa el Líbano del Antilíbano.

Sibraim.

Lugar fronterizo cuya ubicación precisa es desconocida.

Hazar-haticón.

Literalmente, la "aldea del medio". Todo lo que se sabe de este lugar aparece en este pasaje: quedaba en la frontera del distrito de Haurán.

Haurán.

Este nombre designa al territorio que queda al sur de Damasco, hacia Galaad.

17. Hazar-enán.

Posiblemente corresponda con lo que hoy se llama Qaryatein, a unos 30 km. al sureste de Zedad (ver com. vers. 15) y a unos 115 km. al noreste de Damasco.

18. Del lado del oriente.

Es difícil trazar con precisión esta frontera. Es probable que se incluyera parte del territorio de Galilea, al este del mar de Cineret.

19. Tamar.

Lugar no identificado aún con precisión. Es probable que se encontrara cerca del extremo meridional del mar Muerto.

Cades.

En Núm. 34: 4 se denomina Cadesbarnea a este lugar. Algunos lo han identificado con Ain Qudeirat, alrededor de 115 km. al suroeste de Hebrón; otros con Ain Qedeis, a unos 8 km. hacia el sur.

El arroyo.

Al comparar este pasaje con Núm. 34: 5; Jos. 15: 4, 47, se ve que este arroyo" corresponde con el "arroyo de Egipto, identificado con el torrente de invierno, Wadi el Arish, que desemboca en el Mediterráneo, a unos 80 km. al suroeste de Gaza.

20. Del lado del occidente.

Así como ocurre en Núm. 34: 6, el mar Mediterráneo era la frontera occidental.

22. Suertes.

El hebreo habla de repartir la tierra (ver com. cap. 45: l); no habla de echar suertes.

Para los extranjeros.

Aquí se les proporciona a los extranjeros mayores libertades que bajo la ley mosaica. Según la antigua ley, los extranjeros debían ser tratados bondadosamente (Exo. 22: 21; Lev. 19: 34; Deut. 1: 16; 24: 14), se les debía permitir que ofrecieran sacrificios (Lev. 17: 8), que participaran de la pascua -siempre que fueran circuncidados (Exo. 12: 48)-, pero es difícil que hayan tenido derechos ¡limitados de poseer propiedades. A partir de este momento, quienes se establecieran en forma permanente, habían de recibir una herencia en la tribu con la cual vivieran. Era el propósito de Dios que los extranjeros se sintieran atraídos hacia Israel, que se establecieran entre los israelitas, y aceptaran la religión del verdadero Dios (ver PP. 30-3 l).


COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE T4  

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