CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 48
1. Los nombres de las tribus.
El cap. 48
describe la distribución de la tierra, y termina con la descripción del tamaño
de la ciudad y de sus puertas.
La distribución de la tierra (vers. 1-7)
no se parece mucho a la distribución hecha por Josué (Jos. 13-19). Ni la edad ni
la ascendencia materna parecen haber tenido mucho que ver con el criterio
orientador. La parte central de la tierra había de ser ocupada por la "porción
de Jehová" (Eze. 45: 1-7). A cada lado de esta porción estarían Judá y Benjamín,
las tribus que permanecieron fieles por más tiempo que las otras diez. Las
tribus de Rubén y de Simeón, los dos mayores, fueron colocadas junto a ellas.
Dan fue ubicado en el extremo norte, donde una parte de la tribu había vivido
antes. No parece haber ninguna razón para la ubicación de las tribus restantes.
8. La porción que reservaréis.
La
"porción de Jehová", descrita ya en el cap. 45: 1-7. Con referencia al cap. 48:
8-14, ver com. cap. 45: 1-7.
15. Para la
ciudad.
Las parcelas de los sacerdotes y de los levitas medían 10.000
codos cada una, de norte a sur, dejando 5.000 codos de toda la "porción" al sur
de la posesión de los sacerdotes, "para la ciudad".
16. Sus medidas.
La ciudad debía ocupar un cuadrado de
4.500 codos de lado, rodeado de un campo abierto de 250 codos (vers. 17), con lo
cual el cuadrado dedicado a la ciudad tenía 5.000 codos (2,6 km.) de lado. Este
era el ancho preciso de lo que quedaba al lado sur de la porción de Jehová.
18. Lo que quedare.
Las dos
secciones medían 10.000 codos por 5.000 codos cada una.
19. Todas las tribus.
Los habitantes de Jerusalén habían
pertenecido mayormente a las tribus de Judá y de Benjamín. En la nueva ciudad,
que habría de ser propiedad común de todos, todas las tribus habrían de tener
una parte.
21. Del príncipe.
La
faja de tierra que quedaba al este y al oeste de la "porción de Jehová" era del
príncipe. De norte a sur, su territorio tenía el mismo ancho que la "porción de
Jehová'. Sus tierras tocaban en el extremo oeste y en el extremo este con la
porción reservada, y sin duda llegaban hasta los límites de la tierra por ambas
direcciones.
23. Las demás tribus.
En los vers. 23-29 se describe la designación de los territorios de las
otras cinco tribus.
28. El límite.
Ver com. cap. 47: 19.
30.Las
salidas de la ciudad.
En los vers. 30-34 se repiten las dimensiones de
la ciudad a fin de describir las tres puertas que tenía a cada lado. Cada puerta
llevaba el nombre de una tribu. Leví tenía una puerta, por lo cual le quedaba
sólo una a José.
35. Dieciocho mil cañas.
Es decir, 18.000 codos, o sea aproximadamente 9 km. En esta medida no se
incluyen los "ejidos" del vers. 17.
La futura ciudad, la nueva Jerusalén
que Juan vio descender de Dios del cielo (Apoc. 21) revela un notable parecido
con la ciudad de la visión de Ezequiel. Ezequiel describe la ciudad que podría
haber sido. Juan describe la que será. La figura de la nación de Israel como
pueblo de Dios, dividida en doce tribus, se encuentra a través de todo el relato
bíblico. Las puertas de la nueva Jerusalén, cuyos habitantes son redimidos de
toda nación, tribu, lengua y pueblo, llevan inscritos los nombres de las doce
tribus. Según la figura bíblica, los redimidos, no importa de qué raza sean,
figuran como si se les asignara un lugar entre las doce tribus (Rom. 9-11; Gál.
3: 29).
El cuadro de Israel, cautivo en tierra de Babilonia, a punto de
ser liberado y restaurado en su propia tierra, junto con la destrucción de
Babilonia, constituye las figuras que se emplean en una buena parte del
Apocalipsis. Se emplea esta figura para describir el Israel de Dios en su lucha
final contra las potestades del mal, a las cuales se llama Babilonia, lucha que
es seguida por la destrucción de Babilonia y la gloriosa liberación de la
iglesia. Ver com. Jer. 50: 1.
Jehová-sama.
Heb. Yahweh-shammah ,
" "Yahveh está allí" " (BJ). Con estas palabras, tan apropiadas para designar a
la nueva ciudad, el profeta Ezequiel concluye sus mensajes proféticos. Le había
tocado anunciar el retiro de la presencia divina por causa de la corrupción
moral de su pueblo. También tuvo el privilegio de anunciar el remedio para el
pecado, y declarar con vívidas figuras la gloriosa 768 perspectiva del futuro
que podría haber sido una realidad si Israel hubiera aceptado el remedio divino
que tan misericordiosamente le fue ofrecido (ver las PP. 28-34).
No hay
modo de saber si Ezequiel vivió hasta ver regresar a su tierra a algunos de sus
compatriotas bajo el benéfico decreto del rey de Persia. Si hubiera podido saber
que sus escritos iban a ser conservados en el sagrado canon, podría haberse
consolado con la perspectiva de que alguna generación futura aceptaría el
mensaje que sus compañeros en el cautiverio habían despreciado.
La
exhortación es para nosotros. El nuevo Israel de Dios está a punto de entrar en
una tierra mucho más gloriosa que la que le fue ofrecida a la generación de
Ezequiel. De nuevo, la entrada se basa en el cumplimiento de ciertos requisitos.
Ya ha habido una demora en cumplir de todo corazón con las condiciones. Pero
esta vez no puede haber una postergación indefinida, porque la restauración no
ha de ser nacional. Cuando llegue el momento, Dios juntará de todos los países a
quienes hayan hecho una preparación personal. Ellos habrán de heredar las ricas
promesas y vivirán en la ciudad, prefigurada en la descripción profético de
Ezequiel, y llamada, por orden de Dios, "Jehová [está] allí" (Apoc. 21: 22).
CBA T4
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