1. Efraín.
Aquí es un sinónimo de Israel, el
reino del norte.
Se apacienta de viento.
En vez de buscar al
Señor para su seguridad, Israel recurrió a alianzas con extranjeros para que lo
ayudaran a sostener su poder desfalleciente. "Viento" se usa figuradamente para
indicar algo vacío, vano, sin valor real o práctico. Alimentarse de viento es,
pues, complacerse o buscar alimento en lo que no puede proporcionar ni lo uno ni
lo otro.
Solano.
Ver com. Jer. 18: 17. Ir tras el solano (o
viento oriental) es perseguir vanas esperanzas y planes impracticables. Pero en
mayor medida aquí se hace alusión al poder destructor del solano, y representa
algo que es sumamente vano y vacío, lo que es dañino y destructor. El viento
oriental de Palestina que pasa sobre grandes extensiones de desierto arenoso, es
abrasador, ardiente; destruye la vegetación, sofoca al hombre, es tormentoso en
el mar (Sal. 48: 7) y en la tierra (Job 27: 21; Jer. 18: 17). Por lo tanto, ir
en pos del solano representa destrucción. La primera parte de Ose. 12: 1 se
traduce así en la LXX: " "Pero Efraín es espíritu malvado persiguió al viento
oriental todo el día" " .
Mentira... aumenta.
Algunos explican
esto como una descripción del falso culto de Israel y sus efectos dañinos (Amós
2: 4). Otros 948 consideran que es una referencia a la conducta de Efraín con
sus prójimos en cuanto a la violencia y el robo (cf. Jer. 6: 7; Amós 3: 10).
Toda la vida del reino del norte fue, en realidad, una mentira. Su población
había renunciado a la autoridad divina. Se habían sublevado contra la dinastía
de David. Habían rechazado el sacerdocio de los hijos de Aarón. Adoraban los
becerros de oro. Renunciaron al Señor para rendir homenaje a los baales y a
Astarot. Rebajaban las normas de moral en su vida social. No buscaban ayuda del
Señor en momentos de angustia nacional, sino de Asiria en un período, y de
Egipto en otro (ver com. Ose. 11: 5). Sin embargo, durante todo este tiempo se
jactaban de que eran el pueblo de Dios, de que Jacob era su padre, lo cual
explica por qué se cita la vida de Jacob (cap. 12: 3-4) como un reproche para
sus descendientes.
Y destrucción.
Es significativo que se unan
aquí la mentira y la destrucción. Dios siempre une los pecados por los que no ha
habido arrepentimiento, y su castigo. Multiplicar los primeros es, pues,
multiplicar lo segundo. El pecado es la causa cuyo efecto es el castigo, un
efecto que trágicamente la mayoría de los hombres parecen pasar por alto hasta
que ya es demasiado tarde (Rom. 2: 4-6).
Hicieron pacto.
En
otros pueblos antiguos, como entre los griegos y los romanos, el sacrificio de
animales también ratificaba las cláusulas de un convenio entre las partes
contratantes. El anhelo de hacer alianzas con extranjeros se presenta como una
prueba positiva de la apostasía de Israel. El pago de grandes tributos de Israel
a Asiria, no sólo no impidió las invasiones de los asirios sino que estimuló a
éstos para que invadieran a Israel en busca de mayores riquezas (cf. Ecl. 5:
10). Las ambiciones políticas, económicas y territoriales de los poderes
imperiales, como era el caso de Asiria, nunca quedaban satisfechas. Una vez que
Israel comenzara a pagar tributo a esa potencia de Mesopotamia, ya no podría
detener la irresistible demanda de ese imperio que pediría más y más. Así se
consumó la ruina de Israel.
Aceite.
Generalmente se refiere al
aceite de oliva, producto abundante de Palestina (Deut. 8: 7-8; Eze. 27: 17).
Este aceite quizá fue enviado a Egipto como un tributo para granjearse la
simpatía de ese país y su ayuda contra Asiria.
2. Pleito.
Ver com. cap. 4: 1.
Aquí se incluye a
Judá en la queja de Dios contra su pueblo. La transgresión de Judá no era tan
grave como la de Israel en ese tiempo, pues aquella nación externamente todavía
era leal a Jehová (cap. 11: 12) y no fue tan abiertamente culpable de apostasía
como Israel. Sin embargo, Judá tenía que enfrentarse al castigo.
Jacob.
Jacob se refiere aquí en forma particular al reino del norte, en
contraste con Judá. Sin embargo, en un sentido más amplio y general, el nombre
comprendía tanto a las diez tribus que constituían a Israel como a las dos
tribus que formaban a Judá.
3. Por el
calcañar.
La mención del nombre de Jacob (vers 2) introduce una
referencia en el vers. 3, a dos acontecimientos importantes en la vida de ese
patriarca. El propósito de Oseas era, sin duda, amonestar a su pueblo para que
imitara la conducta de su progenitor y recordarle la distinción que había
obtenido, a fin de que se animara a hacer lo mismo. Cuando Jacob estaba naciendo
se aferró al calcañar de su hermano mayor, incidente que sirvió para que fuera
llamado " "Jacob" (ver com. Gén. 25: 26). La segunda frase del vers. 3 nos dice
cómo Jacob, en la plenitud de su virilidad, luchó con Dios, el Ángel del pacto
(Gén. 32: 22-32) y prevaleció, por lo que su nombre le fue cambiado de Jacob a
Israel. La palabra "Israel" en realidad significa " "él lucha con Dios" , o "él
prevalece sobre Dios" , o "él rige con Dios" " (ver com. Gén. 32: 28). Jacob
comenzó esa noche luchando, pero terminó suplicando. El fin de toda la lucha no
es vencer a Dios, sino vencer el yo. El reconocimiento de nuestra debilidad
constituye nuestro poder, y los que presentan la súplica "no te dejaré, si no me
bendices", descubren que les da acceso al poder de Dios.
4. Prevaleció.
La experiencia de Jacob, que es un ejemplo
que debe seguir el pueblo de Dios, se describe y se trata más plenamente en este
versículo, con el propósito de estimular al Israel de los días de Oseas a que lo
imitara. Esa experiencia destaca ciertas lecciones importantes: (1) La eficacia
de la oración ferviente y perseverante en esta lucha (Efe. 6: 18; Fil. 4: 6; 1
Tes. 5: 17). Jacob no se rindió ante los peligros que lo amenazaban ni sucumbió
bajo las dificultades de su caso. Hizo frente con valor a los motivos de
desánimo que lo rodeaban, pero no con su propia fuerza. Mediante el poder que el
Señor le dio, prevaleció con Dios. Con el vigor de esa fuerza luchó con el Ángel
del pacto, y triunfó. 949 La lucha simboliza el intenso fervor y la energía que
desplegó; el propósito de su lucha fue recibir la bendición de Dios. Los medios
utilizados fueron oraciones, lágrimas y fervientes súplicas. La persistencia con
que oró y suplicó se expresa en las palabras: "No te dejaré, si no me bendices".
(2) Sólo por medio de la ayuda de Dios podemos vencer el mal en nuestra vida. El
golpe que descoyuntó el muslo de Jacob y lo privó de su fuerza, reveló de una
vez y para siempre la incapacidad humana para prevalecer en el conflicto con el
pecado y demostró, con certeza, lo que Dios puede hacer si nos colocamos en sus
manos (Mat. 1: 21; Juan 15: 5; Fil. 4: 13; Hech. 13: 20- 21).
Bet-el.
Bet-el fue el escenario de dos ocasiones memorables de la vida
espiritual de Jacob (Gén. 28: 11-22; 35: 1-15). En ambas el patriarca se
consagró allí a Dios. Oseas exhorta ahora a los descendientes de Jacob para que
limpien su vida de toda idolatría y cesen de convertir a Bet-el en un centro de
un culto falso (ver com. Ose. 4: 15).
Habló con nosotros.
Ver
com. vers. 5.
5. Mas.
"Y" " (VM).
La primera mitad del vers. 5 es una frase yuxtapuesta a la parte final del vers.
4. De manera que el pensamiento del pasaje es: "Y allí él, el mismo Señor Dios
de los ejércitos, habló con nosotros" ("con él" según algunos MSS de la LXX y la
siríaca). Algunos han interpretado que este pasaje significa que cuando Dios le
dijo a Jacob que su nombre no sería más Jacob sino Israel, no sólo habló al
patriarca sino a través de él, como su representante, a todos sus descendientes.
Esta interpretación explicaría por qué Oseas dice a su pueblo que en Bet-el el
Señor " "habló con nosotros " " (vers. 4).
Jehová es Dios de los
ejércitos.
Ver com. Jer. 7: 3. El pacto y la promesa fueron confirmados
para Israel por Aquel que tiene el poder y la autoridad para hacerlo, Jehová
Dios de los ejércitos, el Señor Dios de los ejércitos del cielo, Aquel que guía
y rige todos los acontecimientos y gobierna todo el universo (Sal. 103: 19). La
palabra "ejércitos" es muy adecuada en relación con Jacob, debido al ejército
angelical que lo encontró antes de que luchara con Dios (ver com. Gén. 32: 2).
Nombre.
Es decir, el nombre de Dios con el cual Israel habría de
recordarlo (Exo. 3: 15; Sal. 135: 13). Para animar al pueblo de Dios a que tenga
plena confianza en el Señor y en su poder para salvar, el profeta añade la
frase: "Jehová es su nombre". Cuando se menciona el nombre de una persona,
inmediatamente la memoria recuerda la clase de carácter que tiene, si la persona
es buena o mala, si se le puede tener confianza o si es indigna de ella. Así
también en el caso de Dios, su nombre hace acudir a nuestra mente su carácter,
sus atributos, la forma en que trata a los hijos de los hombres. Aquí Dios
exhorta a sus hijos para que consideren que su nombre debe ser un recuerdo
precioso de lo que él es para ellos y lo que ha hecho en su favor; que su nombre
está repleto de recuerdos de bendiciones pasadas y por eso debería ser una
garantía para los suyos de que los caminos de Dios son los mejores. La
inmutabilidad de Dios, que no sólo aceptó a Jacob sino que lo bendijo y lo
prosperó, se destaca ante los descendientes del patriarca como una garantía de
bendiciones similares en caso de que volvieran al Señor y dieran frutos
apropiados de arrepentimiento.
6. Vuélvete.
Debido a que la rectitud de carácter es inherente en Dios, y debido a la
fidelidad de su proceder para con Jacob y sus descendientes, ésta es una
exhortación al arrepentimiento y a la confianza. La prueba de que se acepta con
sinceridad esta exhortación primero debe ser demostrada para con los prójimos,
guardando "misericordia y juicio". En segundo lugar para con Dios, confiando
siempre en él. La traducción literal del hebreo de esta primera frase es
sumamente expresiva: "Y tú en tu Dios volverás". Esto señala el hecho
fundamental de que en nuestra débil y desvalida condición, sólo mediante la
ayuda de Dios podemos desarrollar el carácter que debiéramos poseer (cf. Juan
15: 4-5). Podemos tener el deseo de volver a Dios, y eso está bien; pero no
basta a menos que nuestra voluntad esté sujeta a la voluntad y al poder de Dios
para que nuestro propósito sea efectivo (Rom. 7: 18-20; Fil. 2: 12-13; Heb. 13:
20-21). Estas palabras "vuélvete a tu Dios" son la grandiosa y sublime
exhortación del Evangelio para todos los seres humanos de todos los tiempos
(Hech. 2: 37-38; 3: 19; 5: 31; 17: 30).
Misericordia.
Heb. jésed
(ver la Nota Adicional al Sal. 36, t. III, p. 727). Esta exhortación para que
hubiera amor fraternal y equidad, era uno de los puntos que destacaban los
profetas (Jer. 22: 3; Miq. 6: 8).
Confía.
Si Israel hacía esto,
reposaría confiado 950 y no tendría temor de sus enemigos (Isa. 30: 15; 32: 17).
Debemos confiar en Dios porque necesitamos de él en medio de los peligros que
nos rodean, pues únicamente él es la Fuente de vigor y suficiencia. Por lo
tanto, confiar en Dios significa que nuestra confianza en él representa
expectativa y esperanza; que confiamos en él para buscar ayuda; que recurrimos a
él en busca de liberación (Sal. 27: 14; 40: 1-3).
7. Mercader.
En los vers. 7-11 se añade una descripción de
la apostasía del reino del norte, insinuada por la primera parte de este
capítulo. La apostasía de Israel presenta un notable contraste con el fervor de
Jacob para alcanzar la bendición divina, la sinceridad de su arrepentimiento,
las evidencias de su conversión y su permanente confianza en Dios. Esta triste
condición de la nación, sin duda impulsó a Oseas para que repitiera el relato de
la decadencia espiritual de Efraín.
Peso falso.
Efraín no estaba
en el elevado plano espiritual del patriarca que luchó con Dios y prevaleció,
sino era un mercachifle materialista y explotador, inclinado al fraude y a la
opresión. En vez de la misericordia y la justicia que Dios requería, los
israelitas se habían rebajado a la codicia, el fraude, el afán de lucro, el
empleo de pesas falsas (cf. Lev. 19: 36; Deut. 25: 13-16).
8. Ciertamente.
Heb. 'ak:
"únicamente", "seguramente", "verdaderamente" (ver com. Sal. 62: 1). Esto podría
tomarse como una respuesta defensiva ante la exhortación divina, respuesta que
diría: "Sólo me he enriquecido; no he hecho nada malo; por lo tanto, no se puede
encontrar iniquidad en mí". O podría considerarse como una respuesta de
suficiencia propia ante la ferviente exhortación del profeta a confiar en Dios
(Ose. 12: 6), lo que querría decir: "Ciertamente, me he enriquecido por mis
propios esfuerzos y no por la ayuda divina".
He enriquecido.
Efraín se jacta de sus riquezas, a pesar de que las había adquirido
mediante el fraude y la violencia. Y al mismo tiempo sostenía que con esto no
había cometido ninguna transgresión, de manera que no merecía condenación ni
castigo. La prosperidad del reino del norte durante los reinados de Joás y
Jeroboam II (2 Rey. 14: 11-16, 23-28) pudo haber causado en Israel una indebida
confianza propia y un extraño olvido de Dios, lo que hizo que estuviera ciego a
su verdadera condición espiritual (ver com. Ose. 2: 8). La prosperidad no es un
alimento conveniente para el alma y es un peligro constante en nuestra lucha por
alcanzar la vida eterna.
Nadie hallará iniquidad.
Este alarde de
inocencia de Efraín anticipaba el proceder farisaico de los judíos de los días
de Cristo. Decididamente se justificaban ante los hombres, pero Dios los tenía
por hipócritas (cf. Luc. 16: 13-15; 18: 9-14).
9. Pero yo.
Gramaticalmente este versículo consiste de dos
oraciones separadas que son afirmaciones independientes. La primera dice: "Yo
soy Jehová tu Dios desde la tierra de Egipto".
Te haré morar.
Se
han sugerido las siguientes interpretaciones de la segunda oración: (1) Que es
una advertencia divina de que así como los judíos una vez estuvieron en
servidumbre en Egipto, el Señor los pondría otra vez en una tierra de
esclavitud: Asiria. (2) Que es una promesa de que así como Dios sacó a su pueblo
de Egipto e hizo que los israelitas moraran en tiendas en el desierto mientras
estaban en camino a la tierra prometida, así lo haría otra vez. Podría haber
aquí una amenaza de que Dios arrojaría a su pueblo de su tierra placentera y lo
colocaría en una condición similar al desierto debido a su orgullo e ingratitud.
Sin embargo, a pesar del castigo con que se lo amenazaba, se extendía a Israel
la promesa y la perspectiva de la dirección y el cuidado del Señor, y una
maravillosa protección similar a lo que sucedió en los comienzos de la historia
de Israel, cuya memoria todavía se mantenía viva mediante la fiesta de los
tabernáculos. Durante los siete días de esa fiesta el pueblo vivía en cabañas en
conmemoración de las tiendas en que había vivido en el desierto después de ser
liberado de Egipto (Lev. 23: 33-36, 39-43). La fiesta de los tabernáculos no
sólo era una ocasión de agradecimiento anual por las bendiciones con que Dios
había coronado el año, sino que sus cabañas simbolizaban que no tenemos aquí
"ciudad permanente" (Heb. 11: 9-10; 13: 14).
10. Profecía.
"Visiones" " (BJ). Heb. jazon (ver com. 1
Sam. 3: 1).
Parábolas.
"Semejanzas" " (VM). Hay comparaciones,
semejanzas, parábolas, símbolos, que muestran lo invisible por medio de lo
visible. Con frecuencia los profetas utilizaron comparaciones para transmitir a
la gente la intención divina. Presentaron figuras como 951 la viña (Isa. 5), la
imagen (Dan. 2), las bestias (Dan. 7), el adobe y la plancha de hierro (Eze. 4),
etc. Esta frase es traducida en forma significativa en la LXX: "Y por medio de
los profetas yo fui representado". Los símiles o comparaciones hacen que los
mensajes de los profetas impresionen más, que sean más fáciles de entender y más
fáciles de recordar. Dios honra aquí a sus verdaderos profetas, al mostrar que
sólo por medio de ellos revela su voluntad (Amós 3: 7).
11. Galaad.
Algunos entienden que Galaad y Gilgal
representan aquí las dos partes del reino del norte: Galaad la zona oriental;
Gilgal, la occidental. El profeta se había referido antes a la grave impiedad de
los habitantes de Galaad (ver com. cap. 6: 8).
Iniquidad.
Oseas
formula la pregunta tan sólo para responderla enfáticamente. "¿Es Galaad
iniquidad?" "Ciertamente".
Ciertamente.
Heb. 'ak (ver com. vers.
8; Sal. 62: 1; Ose. 12: 8).
Vanidad.
La iniquidad lleva a la
vanidad y a la inutilidad. Uno de los castigos del pecado es la degeneración
moral y física que termina en la muerte eterna.
Gilgal.
Ver com.
cap. 4: 15. Los habitantes de Gilgal, al oeste, no eran mejores que los de
Galaad, al este del Jordán; esto demuestra que todo el reino estaba entregado al
culto de ídolos (cf. Amós 4: 4; 5: 5).
Montones.
Heb. gal ,
"montón de piedras", como lo que juntaban los agricultores de los terrenos
arados y dejaban como inútiles, para ser quitadas de allí. Los altares idólatras
tanto de Galaad (que significa "majano " [o montón] "del testimonio" ; ver com.
Gén. 31: 47) como de Gilgal debían convertirse en montones de piedras. Lo que
les sucedería a los altares no sólo presagiaba su destrucción sino la desolación
del país. La misma abundancia de esas ruinas de altares en los surcos del campo
manifiesta un cuadro visible y prominente de la crasa idolatría del pueblo.
12. Jacob huyó.
La huida de Jacob
al hogar de Labán y el servicio que allí prestó (vers. 12), son comparados con
lo que le sucedió a Israel en Egipto (vers. 13). Algunos sostienen que los vers.
12-13 presentan la doble esclavitud de Israel. La primera, la que soportó su
antepasado Jacob; la segunda, la que sufrieron las doce tribus en Egipto. Podría
ser también que la angustia y aflicción de Jacob se presenten como un contraste
con el ensalzamiento de su posteridad. El propósito de este contraste sería el
de impresionar al pueblo de Dios con la bondad divina para con él al rescatarlo
de su servidumbre, e inspirarle gratitud para Dios y para que reconociera con
gratitud y humildad la misericordia celestial.
13. Profeta.
Moisés es el profeta al cual aquí se alude
(Exo. 3: 4-12; Sal. 77: 20; Isa. 63: 11-14). Así como el Israel de la antigüedad
fue protegido por el profeta Moisés, así también el pueblo de Dios de hoy día se
protegerá prestando atención a los mensajeros dados por Dios y poniendo sus
vidas en armonía con el consejo que se le ha impartido (cf. 2 Ped. 1: 19).
14. Ha provocado a Dios con amarguras.
"Le ha irritado amargamente" " (BJ). Debido a la perfidia y a su falta
de consagración, Efraín provocó la acerba ira del Señor. La culpa y el castigo
de Efraín no se quitarían. Ver com. Juec. 2: 20; 2 Rey. 13: 30.
Sangre.
Efraín había derramado sangre en abundancia (cap. 4: 2; 5: 2).
Oprobio.
La deshonra que Efraín trajo a Dios con su idolatría e
iniquidad, recaería sobre él. Los que se rebelan contra Dios y hacen que su
nombre sea vituperado, deben esperar la retribución divina (cf. 1 Sam. 2: 30).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE T4
CBA LIBRO DE OSEAS CAPÍTULO 12
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