Lección 10 | Domingo 28 de febrero
LA VERDAD PROBATORIA DE ISAÍAS (ISA. 50:4–10)
Si la única intención de Isaías hubiese sido transmitir información, habría expuesto todos los detalles sobre el Mesías de una vez. Pero, para enseñar, persuadir y dar a su audiencia un encuentro con el Siervo del Señor, desarrolla una rica estructura de temas recurrentes de manera sinfónica. Despliega el mensaje de Dios por etapas. Isaías es un artista cuyo lienzo es el alma de su oyente.
Lee Isaías 50:4 al 10. Resume lo que dicen estos versículos. ¿Cómo ves a Jesús en este pasaje?
Isa 50:4 Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios.
Isa 50:5 Jehová el Señor me abrió el oído, y yo no fui rebelde, ni me volví atrás.
Isa 50:6 Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos.
Isa 50:7 Porque Jehová el Señor me ayudará, por tanto no me avergoncé; por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré avergonzado.
Isa 50:8 Cercano está de mí el que me salva; ¿quién contenderá conmigo? Juntémonos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí.
Isa 50:9 He aquí que Jehová el Señor me ayudará; ¿quién hay que me condene? He aquí que todos ellos se envejecerán como ropa de vestir, serán comidos por la polilla.
Isa 50:10 ¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios.
Isa 50:11 He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados.
En Isaías 49:7, encontramos que el siervo de Dios es menospreciado, abominado y “esclavo de gobernantes” (PDT); pero “los reyes [lo] verán y se pondrán de pie, los príncipes [lo] verán y se inclinarán” (NVI).
Aquí, en Isaías 50, vemos que el valle es más profundo para el tierno maestro cuyas palabras sostienen al cansado (Isa. 50:4). El camino a la vindicación surca el abuso físico (Isa. 50:6).
Este abuso suena mal para quienes viven en culturas occidentales modernas. Pero, en una antigua cultura del Cercano Oriente, el honor era un asunto de vida o muerte para una persona y su grupo. Si alguien insultaba y maltrataba a alguien así, más le valía estar bien protegido; a la menor oportunidad, la víctima o su clan con toda seguridad tomaban represalias.
El rey David atacó y conquistó el país de Amón (2 Sam. 10:1–12) porque su rey simplemente “tomó los siervos de David, les rapó la mitad de la barba, les cortó los vestidos por la mitad hasta las nalgas, y los despidió” (2 Sam. 10:4). Pero, en Isaías 50, el pueblo golpea al siervo, le arranca dolorosamente los vellos de la barba y lo escupe. Lo que hace que estos actos sean un acontecimiento internacional e intercósmico es que la víctima es el Enviado del eterno Rey de reyes. De hecho, al comparar Isaías 9:6 y 7 e Isaías 11:1 al 16 con otros pasajes de “siervos”, ¡descubrimos que el siervo es el Rey, el poderoso Libertador! Pero, con todo este poder y honor, por alguna razón inconcebible, ¡él no se salva a sí mismo! Esto es tan extraño que el pueblo no lo podía creer. En la cruz de Jesús, los dirigentes se burlaron de él: “A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios” (Luc. 23:35); “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él” (Mat. 27:42).
Lee Isaías 50:4 al 10. Anota los principios espirituales que aquí se representan, que deberían aplicarse a nuestra vida. Mírate a la luz de la lista que haces. ¿En qué aspectos podrías mejorar? Si estás desanimado, entonces sigue leyendo el resto de la semana.
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