INTRODUCCIÓN AL LIBRO DEL PROFETA HABACUC
CONTENIDO:
- Título
- Paternidad literaria
- Marco histórico
- Tema
- Bosquejo
1. Título.-
El título de este libro, como los de otros libros de los profetas menores, es simplemente el nombre del autor. Habacuc, Jabaqquq en hebreo, se deriva del verbo jabaq , "abrazar". Algunos han relacionado este nombre con la palabra acadia jambaququ , nombre de una planta hortense aromática. El nombre Habacuc no se halla en ninguna otra parte del AT.
2. Paternidad literaria.-
No se sabe más de Habacuc de lo que se registra en su libro. No se sabe si, como en el caso de Amós (ver com. Amós 7: 14), Habacuc fue llamado por Dios de alguna otra ocupación, o si fue especialmente preparado para su vocación en la escuela de los profetas.
Entre los famosos rollos hallados en Kirbet Qumrán (ver p. 128; t. I, pp. 36-37) hay un rollo que trata de Habacuc. Al examinarlo, se vio que era un antiguo midrash , o comentario, compuesto de pasajes cortos citados de Habacuc y seguidos por la interpretación que el escritor da a los pasajes. La escritura está bien conservada, pero desgraciadamente hay muchas lagunas o vacíos. El comentario consta de 13 columnas de escritura, y abarca sólo los dos primeros capítulos de Habacuc. Este manuscrito ha recibido la fecha de c. 100 a. C. Resulta contemporáneo de los dos rollos de Isaías (p. 129). El Comentario sobre Habacuc fue publicado en placas facsímiles, con un texto paralelo en caracteres hebreos modernos, junto con el rollo más completo de Isaías(rollo 1QIsa de los Manuscritos del Mar Muerto).
La importancia primordial del Comentario sobre Habacuc para la erudición bíblica, no consiste en los comentarios en sí, por interesantes que sean, sino en el mismo texto bíblico. Este texto, copiado por algún antiguo escriba sectario (probablemente esenio), es casi tan milenio más antiguo que los manuscritos más antiguos del texto masorético (ver t. I, pp. 38-39). Por lo tanto, su valor es inestimable para un estudio textual del libro de Habacuc. Ver com. cap. 1: 4, 17; 2: 1, 4-5, 15-16.
3. Marco histórico.-
Este libro parece haber sido escrito durante un tiempo de terrible apostasía (PR 285), quizá durante la última parte del reinado de Manasés, durante el reinado de Amón o durante la primera parte del reinado de Josías. Es muy probable que el ministerio de Habacuc siguiera más o menos de cerca al ministerio del profeta Nahúm. Esta opinión tiene a su favor el lugar en que está colocado el libro tanto en el canon hebreo como en el griego. En términos generales, los males que Habacuc atribuye a su pueblo y de los cuales se queja, también corresponden 1070 con este período. Por lo general, la fecha 630 a. C. ha sido asignada a su profecía por las razones que se hallan enumeradas en la p. 25. El profeta bien conocía la crisis que Babilonia pronto habría de provocar a su pueblo por causa de sus pecados, una crisis que finalmente resultaría en el cautiverio de Judá. Habacuc amonestó anticipadamente a la nación en cuanto a esa crisis, y también predijo el castigo divino sobre la Babilonia idólatra e inicua, el enemigo de Dios y de su pueblo.
4. Tema.-
Aunque Habacuc lamenta los pecados de Judá y sabe que su pueblo merece castigo, está preocupado por el resultado de las aflicciones de su pueblo. También se preocupa por el destino del instrumento que Dios usa para imponer ese castigo, los caldeos, que parecen ser bendecidos con una prosperidad siempre creciente. Dios responde a las cordiales preguntas de su siervo, y muestra a Habacuc que el castigo de los israelitas es para su bien final, mientras que la prosperidad material de los impíos, representados por Babilonia, se desvanecerá como resultado del castigo divino. Este libro llega a su apogeo en la "oración" del cap. 3, por medio de una descripción gráfica de la suerte de los impíos y el galardón triunfante de los justos.
En este contraste, Dios tiene el propósito de revelar al profeta cómo el creciente orgullo de los caldeos, y también el de todos los impíos, conduce a la muerte, mientras que conduce a la vida la confiada sumisión de los justos ante Dios por fe. En este énfasis sobre la santidad y la fe, Habacuc se une a Isaías como un profeta evangélico.
El libro de Habacuc proporciona una solución al problema de por qué Dios permite que prosperen los pecadores, comparable con la solución proporcionada por el libro de Job al problema de por qué Dios permite que sufran los santos (ver t. III, p. 494). Habacuc amaba sinceramente al Señor, y con ansia anhelaba el triunfo de la justicia, pero no podía entender por qué Dios aparentemente permitía que continuaran desenfrenados e impunes la apostasía y el crimen de Judá (Hab. 1: 1-4; cf. Jer. 12: 1). Dios le informa que tiene un plan para refrenar y castigar a Judá por su mala conducta, y que para eso va a utilizar a los caldeos como su instrumento (Hab. 1: 5-11; ver pp. 33-34; cf. Isa. 10: 5-16).
Esta explicación presenta otro problema en la mente de Habacuc: ¿Cómo puede usar Dios a una nación más impía que Judá para castigar a Judá? ¿Cómo se puede conciliar un plan tal con la justicia divina? (cap. 1: 12-17).
Temerariamente, y sin embargo con toda sinceridad e inocencia, Habacuc demanda una respuesta de Dios (cap. 2: 1). Pasando por alto temporalmente la temeridad de la pregunta de Habacuc, Dios asegura al profeta en cuanto a la certidumbre de su propósito respecto a Judá (vers. 2-3), y luego le muestra su propia necesidad de humildad y fe (vers. 4). Dios procede a enumerar los pecados de Babilonia (cap. 2: 5-19). Conoce muy bien la traición y la maldad de Babilonia y le asegura a Habacuc que él, Dios, aún rige los asuntos de la tierra. Por eso todos los hombres, incluso Habacuc, harían bien en callarse " "delante de él" (vers. 20). Es decir, no deben poner en duda la sabiduría de los caminos de Dios.
Dándose cuenta de que se había extralimitado atreviéndose a desafiar la sabiduría de Dios y su voluntad, Habacuc se arrepiente humildemente. Sin embargo, al mismo tiempo su fervorosa y celosa preocupación por Judá, como el instrumento escogido del plan divino en la tierra (ver pp. 28-29), lo induce a rogar que la justicia divina sea morigerada con misericordia (cap. 3: 1-2). Sigue a esta oración una revelación de la gloria y el poder divinos que presenta a Dios trabajando para la salvación de sus hijos fieles, y para la derrota de sus enemigos (vers. 3-16). Termina el libro con una afirmación de confianza de Habacuc en la sabiduría y éxito final del plan divino (vers. 17-19). 1071
5. Bosquejo.-
I. El problema: La paciencia divina para con Judá y Babilonia, 1: 1- 17.
A. Queja de Habacuc respecto a la iniquidad de Judá, 1: 1-4.
B. Plan de Dios para tratar con Judá, 1: 5-11.
C. Protesta de Habacuc contra el plan de Dios, 1: 12-17.
II. La solución: Confianza en la sabiduría y el éxito del plan de Dios, 2: 1-20.
A. Habacuc demanda una respuesta, 2: 1.
B. Dios recomienda confianza en la sabiduría y el éxito del plan divino, 2: 2-4, 20.
C. Dios enumera los pecados nacionales de Babilonia, 2: 5-19.
III. La respuesta de Habacuc, 3: 1-19.
A. Intercesión para que Dios actúe y tenga misericordia 3: 1-2.
B. Una visión de castigo y liberación, 3: 3-16.
C. Afirmación de la fe de Habacuc en Dios, 3: 17-19.
El título de este libro, como los de otros libros de los profetas menores, es simplemente el nombre del autor. Habacuc, Jabaqquq en hebreo, se deriva del verbo jabaq , "abrazar". Algunos han relacionado este nombre con la palabra acadia jambaququ , nombre de una planta hortense aromática. El nombre Habacuc no se halla en ninguna otra parte del AT.
2. Paternidad literaria.-
No se sabe más de Habacuc de lo que se registra en su libro. No se sabe si, como en el caso de Amós (ver com. Amós 7: 14), Habacuc fue llamado por Dios de alguna otra ocupación, o si fue especialmente preparado para su vocación en la escuela de los profetas.
Entre los famosos rollos hallados en Kirbet Qumrán (ver p. 128; t. I, pp. 36-37) hay un rollo que trata de Habacuc. Al examinarlo, se vio que era un antiguo midrash , o comentario, compuesto de pasajes cortos citados de Habacuc y seguidos por la interpretación que el escritor da a los pasajes. La escritura está bien conservada, pero desgraciadamente hay muchas lagunas o vacíos. El comentario consta de 13 columnas de escritura, y abarca sólo los dos primeros capítulos de Habacuc. Este manuscrito ha recibido la fecha de c. 100 a. C. Resulta contemporáneo de los dos rollos de Isaías (p. 129). El Comentario sobre Habacuc fue publicado en placas facsímiles, con un texto paralelo en caracteres hebreos modernos, junto con el rollo más completo de Isaías(rollo 1QIsa de los Manuscritos del Mar Muerto).
La importancia primordial del Comentario sobre Habacuc para la erudición bíblica, no consiste en los comentarios en sí, por interesantes que sean, sino en el mismo texto bíblico. Este texto, copiado por algún antiguo escriba sectario (probablemente esenio), es casi tan milenio más antiguo que los manuscritos más antiguos del texto masorético (ver t. I, pp. 38-39). Por lo tanto, su valor es inestimable para un estudio textual del libro de Habacuc. Ver com. cap. 1: 4, 17; 2: 1, 4-5, 15-16.
3. Marco histórico.-
Este libro parece haber sido escrito durante un tiempo de terrible apostasía (PR 285), quizá durante la última parte del reinado de Manasés, durante el reinado de Amón o durante la primera parte del reinado de Josías. Es muy probable que el ministerio de Habacuc siguiera más o menos de cerca al ministerio del profeta Nahúm. Esta opinión tiene a su favor el lugar en que está colocado el libro tanto en el canon hebreo como en el griego. En términos generales, los males que Habacuc atribuye a su pueblo y de los cuales se queja, también corresponden 1070 con este período. Por lo general, la fecha 630 a. C. ha sido asignada a su profecía por las razones que se hallan enumeradas en la p. 25. El profeta bien conocía la crisis que Babilonia pronto habría de provocar a su pueblo por causa de sus pecados, una crisis que finalmente resultaría en el cautiverio de Judá. Habacuc amonestó anticipadamente a la nación en cuanto a esa crisis, y también predijo el castigo divino sobre la Babilonia idólatra e inicua, el enemigo de Dios y de su pueblo.
4. Tema.-
Aunque Habacuc lamenta los pecados de Judá y sabe que su pueblo merece castigo, está preocupado por el resultado de las aflicciones de su pueblo. También se preocupa por el destino del instrumento que Dios usa para imponer ese castigo, los caldeos, que parecen ser bendecidos con una prosperidad siempre creciente. Dios responde a las cordiales preguntas de su siervo, y muestra a Habacuc que el castigo de los israelitas es para su bien final, mientras que la prosperidad material de los impíos, representados por Babilonia, se desvanecerá como resultado del castigo divino. Este libro llega a su apogeo en la "oración" del cap. 3, por medio de una descripción gráfica de la suerte de los impíos y el galardón triunfante de los justos.
En este contraste, Dios tiene el propósito de revelar al profeta cómo el creciente orgullo de los caldeos, y también el de todos los impíos, conduce a la muerte, mientras que conduce a la vida la confiada sumisión de los justos ante Dios por fe. En este énfasis sobre la santidad y la fe, Habacuc se une a Isaías como un profeta evangélico.
El libro de Habacuc proporciona una solución al problema de por qué Dios permite que prosperen los pecadores, comparable con la solución proporcionada por el libro de Job al problema de por qué Dios permite que sufran los santos (ver t. III, p. 494). Habacuc amaba sinceramente al Señor, y con ansia anhelaba el triunfo de la justicia, pero no podía entender por qué Dios aparentemente permitía que continuaran desenfrenados e impunes la apostasía y el crimen de Judá (Hab. 1: 1-4; cf. Jer. 12: 1). Dios le informa que tiene un plan para refrenar y castigar a Judá por su mala conducta, y que para eso va a utilizar a los caldeos como su instrumento (Hab. 1: 5-11; ver pp. 33-34; cf. Isa. 10: 5-16).
Esta explicación presenta otro problema en la mente de Habacuc: ¿Cómo puede usar Dios a una nación más impía que Judá para castigar a Judá? ¿Cómo se puede conciliar un plan tal con la justicia divina? (cap. 1: 12-17).
Temerariamente, y sin embargo con toda sinceridad e inocencia, Habacuc demanda una respuesta de Dios (cap. 2: 1). Pasando por alto temporalmente la temeridad de la pregunta de Habacuc, Dios asegura al profeta en cuanto a la certidumbre de su propósito respecto a Judá (vers. 2-3), y luego le muestra su propia necesidad de humildad y fe (vers. 4). Dios procede a enumerar los pecados de Babilonia (cap. 2: 5-19). Conoce muy bien la traición y la maldad de Babilonia y le asegura a Habacuc que él, Dios, aún rige los asuntos de la tierra. Por eso todos los hombres, incluso Habacuc, harían bien en callarse " "delante de él" (vers. 20). Es decir, no deben poner en duda la sabiduría de los caminos de Dios.
Dándose cuenta de que se había extralimitado atreviéndose a desafiar la sabiduría de Dios y su voluntad, Habacuc se arrepiente humildemente. Sin embargo, al mismo tiempo su fervorosa y celosa preocupación por Judá, como el instrumento escogido del plan divino en la tierra (ver pp. 28-29), lo induce a rogar que la justicia divina sea morigerada con misericordia (cap. 3: 1-2). Sigue a esta oración una revelación de la gloria y el poder divinos que presenta a Dios trabajando para la salvación de sus hijos fieles, y para la derrota de sus enemigos (vers. 3-16). Termina el libro con una afirmación de confianza de Habacuc en la sabiduría y éxito final del plan divino (vers. 17-19). 1071
5. Bosquejo.-
I. El problema: La paciencia divina para con Judá y Babilonia, 1: 1- 17.
A. Queja de Habacuc respecto a la iniquidad de Judá, 1: 1-4.
B. Plan de Dios para tratar con Judá, 1: 5-11.
C. Protesta de Habacuc contra el plan de Dios, 1: 12-17.
II. La solución: Confianza en la sabiduría y el éxito del plan de Dios, 2: 1-20.
A. Habacuc demanda una respuesta, 2: 1.
B. Dios recomienda confianza en la sabiduría y el éxito del plan divino, 2: 2-4, 20.
C. Dios enumera los pecados nacionales de Babilonia, 2: 5-19.
III. La respuesta de Habacuc, 3: 1-19.
A. Intercesión para que Dios actúe y tenga misericordia 3: 1-2.
B. Una visión de castigo y liberación, 3: 3-16.
C. Afirmación de la fe de Habacuc en Dios, 3: 17-19.
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