INTRODUCCIÓN
AL LIBRO DEL PROFETA HAGEO
CONTENIDO:
- Título
- Paternidad literaria
- Marco histórico
- Tema
- Bosquejo
1. Título.-
El título del libro es sencillamente el nombre del profeta que fue su autor. Hageo, Heb. Jaggai , significa "festivo", lo que quizá sugiere que nació en un día de fiesta.
2. Paternidad literaria.-
Hageo fue el primero de los tres profetas menores postexílicos. No se sabe nada de él más que lo que está revelado en su profecía y lo que de él se dice en el libro de Esdras (Esd. 5: 1; 6: 14). Algunos creen que era tan anciano cuando escribió las profecías de su libro, que había visto el templo anterior (ver com. Hag. 2: 3). Sin embargo, cualquiera hubiera sido el caso, Hageo puede ser considerado como un eslabón que vincula el templo antiguo con el nuevo.
3. Marco histórico.-
Cuando Ciro el Grande derrotó a Babilonia (539 a. C.) instituyó inmediatamente una política de conciliación hacia la religión de la nación vencida, hasta el punto de mostrar deferencia al Dios babilónico Marduk. Esta política de conciliación con los sentimientos religiosos de los pueblos vencidos de su imperio se muestra en su decreto que permitía el regreso de los judíos y la reconstrucción del templo judaico de Jerusalén (Esd. 1: 1-4). Aprovechándose de este decreto, un grupo comparativamente pequeño de exiliados, bajo la dirección de Zorobabel (o Sesbasar; ver com. Esd. 1: 8), descendiente de David, regresaron a su patria y poco tiempo después pusieron los cimientos del segundo templo (Esd. 2: 64; 3: 1-10). Durante todo el tiempo de los reinados de Ciro y su sucesor, Cambises, los enemigos de los judíos trataron de conseguir un edicto real que detuviera esa obra (Esd. 4: 5). Sin embargo, el Señor se interpuso a favor de su pueblo (ver com. Dan. 10: 12-13), e impidió que esos enemigos tuvieran éxito. Así se mantuvo abierto el camino para que los repatriados prosiguieran con la reconstrucción de la casa del Señor.
Sin embargo, después de un principio tan halagüeño, el trabajo del segundo templo avanzó cada vez con mayor lentitud hasta que virtualmente cesó, debido principalmente a la oposición continuada y los obstáculos puestos por los samaritanos (Esd. 4: 1-5). Los repatriados se descorazonaron y empezaron a cultivar sus propias tierras y a edificarse moradas. Los que lloraban cuando se pusieron los cimientos del segundo templo (ver com. Esd. 3: 12) no se dieron cuenta cuánto contribuía su ejemplo al desánimo de los que procuraban restaurar la casa de Dios.
Después de la muerte de Cambises, tuvo lugar el breve reinado del falso Esmerdis (en 522 a. C.), lo cual fue grandemente perjudicial para los repatriados. Evidentemente los vengativos samaritanos al fin consiguieron que ese rey -descrito por 1096 Darío como destructor de templos-, diera un decreto para detener el trabajo en Jerusalén (PR 419-420). Todas estas cosas indujeron a los repatriados a declarar que no había llegado el debido tiempo para reconstruir el templo (ver com. Hag. 1: 2). Cuando el pueblo dejó de trabajar en la casa de Dios y dedicó su atención a sus propias casas y tierras, el Señor lo castigó con una sequía , y lo hizo fracasar en todos sus planes. Durante más de un año fue descuidado completamente el templo. Mientras tanto, el falso Esmerdis fue muerto por Darío, quien ocupó el trono y anuló los decretos de Esmerdis.
El Señor llamó a su servicio a los profetas Hageo y Zacarías para hacer frente a esta deplorable situación de letargo espiritual. Sus mensajes de amonestación y reprensión, de exhortación y ánimo, llevaron al pueblo a la acción, hasta que finalmente el trabajo del templo fue reanudado en el 2º año de Darío (Hag. 1: 14-15). Fue sólo después de que el pueblo realmente reanudó el trabajo del templo, confiando en la protección de Dios, cuando Darío, rey que procuraba emular a Ciro en muchas maneras, dictó otro decreto oficial para la reconstrucción del templo. Esto confirmó y fortaleció el decreto original de Ciro (Esd. 5: 3 a 6: 13). Bajo el liderazgo inspirador de los profetas Hageo y Zacarías, de Zorobabel gobernador de los repatriados, y del sumo sacerdote Josué (Esd. 5: 1-2; 6: 14), el pueblo prosiguió su trabajo con energía y celo y completó la construcción del templo en el 6º año de Darío (Esd. 6: 15). De modo que teniendo en cuenta los resultados inmediatos y evidentes, debe considerarse a Hageo como uno de los profetas de más éxito.
4. Tema.-
Los cuatro mensajes que constituyen el libro de Hageo tenían el propósito de reanimar el espíritu desfalleciente del pueblo, e inspirarle con el deseo de hacer grandes cosas para Dios. Hageo se dio cuenta de la importancia del templo como la sede visible de la presencia de Dios, y como el vigoroso vínculo que se necesita para mantener unida a la nación en su lealtad al pacto y en su obediencia a la ley. Hageo alentó a los repatriados para que se esforzaran en todo lo posible para la reedificación del templo.
El mensaje de Hageo recibió -tanto de parte del pueblo como de los gobernantes- una respuesta más favorable y pronta que la que se dio a cualquier otro profeta. Por contraste, el mensaje de jeremías fue repudiado abierta y totalmente. En realidad, la mayor parte de los profetas encontró oposición, la que se manifestó en forma de apatía y hasta desdén y persecución. Pero Hageo se destaca como el profeta de más éxito, si la aceptación inmediata de su mensaje puede considerarse como la medida del éxito de un profeta. El noble ejemplo de los dirigentes y del pueblo es muy digno de emulación hoy día.
La casa del Señor se terminó en un tiempo notablemente breve gracias a un espíritu de cordial cooperación entre los israelitas. El mismo espíritu en nuestros días conducirá a la terminación de la construcción de la casa espiritual de Dios, y al establecimiento de su reino eterno (1 Ped. 2: 5; cf. Mat. 24: 14). Si hubiese continuado el espíritu manifestado por los, judíos en el tiempo de Hageo, las gloriosas promesas hechas a los padres por los profetas pronto habrían hallado su cumplimiento, el Mesías hubiera venido (PR 519-520) y muerto, y habría empezado su reino eterno (ver t. IV, pp. 29-34). El mensaje de Hageo para la iglesia de hoy día no es sólo de advertencia y amonestación sino también de gran estímulo.
5. Bosquejo.-
l. El primer mensaje de Hageo, 1: 1-15.
A. Reprensión de la indiferencia, 1: 1-6.
B. La razón de la sequía, 1: 7-11. 1097
C. Reacción del pueblo frente al mensaje del profeta, 1: 12-15.
II. El segundo mensaje de Hageo, 2: 1-9.
A. Consuelo a los que lloraban el templo anterior, 2: 1-5.
B. La gloria del nuevo templo sobrepasará a la el templo anterior, 2: 6-9.
III. El tercer mensaje de Hageo, 2: 10-19.
A. No basta un formalismo religioso, 2: 10-14.
B. El pueblo debe obedecer para recibir las bendiciones de Dios, 2: 15-19.
IV. El cuarto mensaje de Hageo, 2: 20-23.
A. La derrota de las naciones que se oponen a Dios, 2: 20-22.
B. Una promesa personal a Zorobabel, 2: 23.
El título del libro es sencillamente el nombre del profeta que fue su autor. Hageo, Heb. Jaggai , significa "festivo", lo que quizá sugiere que nació en un día de fiesta.
2. Paternidad literaria.-
Hageo fue el primero de los tres profetas menores postexílicos. No se sabe nada de él más que lo que está revelado en su profecía y lo que de él se dice en el libro de Esdras (Esd. 5: 1; 6: 14). Algunos creen que era tan anciano cuando escribió las profecías de su libro, que había visto el templo anterior (ver com. Hag. 2: 3). Sin embargo, cualquiera hubiera sido el caso, Hageo puede ser considerado como un eslabón que vincula el templo antiguo con el nuevo.
3. Marco histórico.-
Cuando Ciro el Grande derrotó a Babilonia (539 a. C.) instituyó inmediatamente una política de conciliación hacia la religión de la nación vencida, hasta el punto de mostrar deferencia al Dios babilónico Marduk. Esta política de conciliación con los sentimientos religiosos de los pueblos vencidos de su imperio se muestra en su decreto que permitía el regreso de los judíos y la reconstrucción del templo judaico de Jerusalén (Esd. 1: 1-4). Aprovechándose de este decreto, un grupo comparativamente pequeño de exiliados, bajo la dirección de Zorobabel (o Sesbasar; ver com. Esd. 1: 8), descendiente de David, regresaron a su patria y poco tiempo después pusieron los cimientos del segundo templo (Esd. 2: 64; 3: 1-10). Durante todo el tiempo de los reinados de Ciro y su sucesor, Cambises, los enemigos de los judíos trataron de conseguir un edicto real que detuviera esa obra (Esd. 4: 5). Sin embargo, el Señor se interpuso a favor de su pueblo (ver com. Dan. 10: 12-13), e impidió que esos enemigos tuvieran éxito. Así se mantuvo abierto el camino para que los repatriados prosiguieran con la reconstrucción de la casa del Señor.
Sin embargo, después de un principio tan halagüeño, el trabajo del segundo templo avanzó cada vez con mayor lentitud hasta que virtualmente cesó, debido principalmente a la oposición continuada y los obstáculos puestos por los samaritanos (Esd. 4: 1-5). Los repatriados se descorazonaron y empezaron a cultivar sus propias tierras y a edificarse moradas. Los que lloraban cuando se pusieron los cimientos del segundo templo (ver com. Esd. 3: 12) no se dieron cuenta cuánto contribuía su ejemplo al desánimo de los que procuraban restaurar la casa de Dios.
Después de la muerte de Cambises, tuvo lugar el breve reinado del falso Esmerdis (en 522 a. C.), lo cual fue grandemente perjudicial para los repatriados. Evidentemente los vengativos samaritanos al fin consiguieron que ese rey -descrito por 1096 Darío como destructor de templos-, diera un decreto para detener el trabajo en Jerusalén (PR 419-420). Todas estas cosas indujeron a los repatriados a declarar que no había llegado el debido tiempo para reconstruir el templo (ver com. Hag. 1: 2). Cuando el pueblo dejó de trabajar en la casa de Dios y dedicó su atención a sus propias casas y tierras, el Señor lo castigó con una sequía , y lo hizo fracasar en todos sus planes. Durante más de un año fue descuidado completamente el templo. Mientras tanto, el falso Esmerdis fue muerto por Darío, quien ocupó el trono y anuló los decretos de Esmerdis.
El Señor llamó a su servicio a los profetas Hageo y Zacarías para hacer frente a esta deplorable situación de letargo espiritual. Sus mensajes de amonestación y reprensión, de exhortación y ánimo, llevaron al pueblo a la acción, hasta que finalmente el trabajo del templo fue reanudado en el 2º año de Darío (Hag. 1: 14-15). Fue sólo después de que el pueblo realmente reanudó el trabajo del templo, confiando en la protección de Dios, cuando Darío, rey que procuraba emular a Ciro en muchas maneras, dictó otro decreto oficial para la reconstrucción del templo. Esto confirmó y fortaleció el decreto original de Ciro (Esd. 5: 3 a 6: 13). Bajo el liderazgo inspirador de los profetas Hageo y Zacarías, de Zorobabel gobernador de los repatriados, y del sumo sacerdote Josué (Esd. 5: 1-2; 6: 14), el pueblo prosiguió su trabajo con energía y celo y completó la construcción del templo en el 6º año de Darío (Esd. 6: 15). De modo que teniendo en cuenta los resultados inmediatos y evidentes, debe considerarse a Hageo como uno de los profetas de más éxito.
4. Tema.-
Los cuatro mensajes que constituyen el libro de Hageo tenían el propósito de reanimar el espíritu desfalleciente del pueblo, e inspirarle con el deseo de hacer grandes cosas para Dios. Hageo se dio cuenta de la importancia del templo como la sede visible de la presencia de Dios, y como el vigoroso vínculo que se necesita para mantener unida a la nación en su lealtad al pacto y en su obediencia a la ley. Hageo alentó a los repatriados para que se esforzaran en todo lo posible para la reedificación del templo.
El mensaje de Hageo recibió -tanto de parte del pueblo como de los gobernantes- una respuesta más favorable y pronta que la que se dio a cualquier otro profeta. Por contraste, el mensaje de jeremías fue repudiado abierta y totalmente. En realidad, la mayor parte de los profetas encontró oposición, la que se manifestó en forma de apatía y hasta desdén y persecución. Pero Hageo se destaca como el profeta de más éxito, si la aceptación inmediata de su mensaje puede considerarse como la medida del éxito de un profeta. El noble ejemplo de los dirigentes y del pueblo es muy digno de emulación hoy día.
La casa del Señor se terminó en un tiempo notablemente breve gracias a un espíritu de cordial cooperación entre los israelitas. El mismo espíritu en nuestros días conducirá a la terminación de la construcción de la casa espiritual de Dios, y al establecimiento de su reino eterno (1 Ped. 2: 5; cf. Mat. 24: 14). Si hubiese continuado el espíritu manifestado por los, judíos en el tiempo de Hageo, las gloriosas promesas hechas a los padres por los profetas pronto habrían hallado su cumplimiento, el Mesías hubiera venido (PR 519-520) y muerto, y habría empezado su reino eterno (ver t. IV, pp. 29-34). El mensaje de Hageo para la iglesia de hoy día no es sólo de advertencia y amonestación sino también de gran estímulo.
5. Bosquejo.-
l. El primer mensaje de Hageo, 1: 1-15.
A. Reprensión de la indiferencia, 1: 1-6.
B. La razón de la sequía, 1: 7-11. 1097
C. Reacción del pueblo frente al mensaje del profeta, 1: 12-15.
II. El segundo mensaje de Hageo, 2: 1-9.
A. Consuelo a los que lloraban el templo anterior, 2: 1-5.
B. La gloria del nuevo templo sobrepasará a la el templo anterior, 2: 6-9.
III. El tercer mensaje de Hageo, 2: 10-19.
A. No basta un formalismo religioso, 2: 10-14.
B. El pueblo debe obedecer para recibir las bendiciones de Dios, 2: 15-19.
IV. El cuarto mensaje de Hageo, 2: 20-23.
A. La derrota de las naciones que se oponen a Dios, 2: 20-22.
B. Una promesa personal a Zorobabel, 2: 23.
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