Lección 5 | Jueves 29 de abril
“ENGRANDECERÉ TU NOMBRE”
“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Gén. 12:2).
En Génesis 12:2, Dios promete engrandecer el nombre de Abram; es decir, hacerlo famoso. ¿Por qué querría el Señor hacer eso por un pecador, sin importar cuán obediente y fiel fuera? ¿Quién merece ser “engrandecido”? (Ver Rom. 4:1-5; Sant. 2:21-24.) ¿Lo engrandeció Dios para beneficio personal de Abram o esto representaba algo más? Explica.
Rom 4:1 ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?
Rom 4:2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.
Rom 4:3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.
Rom 4:4 Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda;
Rom 4:5 mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
Stg 2:21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
Stg 2:22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
Stg 2:23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
Stg 2:24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.
Compara Génesis 11:4 con 12:2. ¿Cuál es la gran diferencia entre los dos? ¿En qué sentido un pasaje representa la “salvación por obras”; y el otro, la “salvación por fe”?
Gén 11:4 Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra.
Gén 12:2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Por más que el plan de salvación se base solo en la obra de Cristo en nuestro favor, nosotros también formamos parte como destinatarios de la gracia de Dios. Tenemos un papel que desempeñar; nuestro libre albedrío adquiere protagonismo. El Gran Conflicto, la batalla entre Cristo y Satanás, todavía se manifiesta en nosotros y a través de nosotros. La humanidad y los ángeles observan lo que sucede con nosotros en el Conflicto (1 Cor. 4:9). Por ende, quiénes somos, qué decimos, qué hacemos, tiene mucha importancia más allá de nuestra esfera inmediata; de hecho, tiene implicaciones que en cierta medida pueden repercutir en todo el Universo. Con nuestras palabras, nuestras acciones, incluso nuestras actitudes, podemos ayudar a glorificar al Señor, quien hizo tanto por nosotros, o podemos acarrear vergüenza sobre él y su nombre. Por lo tanto, cuando el Señor dijo a Abraham que engrandecería su nombre, seguramente no lo dijo en el mismo sentido que el mundo emplea para hablar de alguien que tiene un gran nombre. Lo que engrandece un nombre a la vista de Dios es el carácter, la fe, la obediencia, la humildad y el amor por los demás; rasgos que, si bien a menudo el mundo los respeta, no suelen ser los factores que consideraría esenciales para engrandecer el nombre de alguien.
Fíjate en algunos hombres y mujeres que tienen “grandes” nombres en el mundo actual, ya sean actores, políticos, artistas, ricos, lo que sea. ¿Qué tiene esta gente que la ha hecho famosa? Compara eso con la grandeza de Abraham. ¿Qué nos dice eso acerca de lo distorsionado que es el concepto de grandeza del mundo? ¿Cuánto de esa actitud mundana también impacta en nuestra visión de la grandeza?
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