Lunes 27 de septiembre | Lección 1
LA CAÍDA Y EL DILUVIO
Casi todos los niños en edad escolar han escuchado la historia de una manzana que cayó sobre la cabeza de Isaac Newton, ¡y hete aquí! Newton descubrió la gravedad. El hecho de que le haya caído una manzana sobre la cabeza no es el aspecto central; la cuestión es que la gran percepción de Newton (él tampoco descubrió la gravedad; cualquiera que se haya caído antes ya conocía la gravedad) fue comprender que la misma fuerza que dejaba caer la manzana –la gravedad– también mantenía a la luna en órbita alrededor de la Tierra; la Tierra, en órbita alrededor del Sol; y así sucesivamente.
Esto era importante porque, durante milenios, muchos creyeron que las leyes que gobernaban los cielos eran diferentes de las leyes que gobernaban la Tierra. Newton demostró que esta creencia era errónea. Y, aunque la contribución de Newton fue en el ámbito de las leyes naturales, el mismo principio se aplica a la ley moral. La misma libertad, la libertad inherente al amor que llevó a la caída de Lucifer en el cielo, también llevó a la caída de la humanidad en la Tierra.
Lee Génesis 2:16 y 17; y 3:1 al 7. Estos versículos sobre gente perfecta, en un ambiente perfecto, creado por un Dios perfecto, ¿cómo revelan también la poderosa verdad sobre la libertad inherente al amor?
Gén 2:16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;
Gén 2:17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
Gén 3:1 Pero la serpiente(A) era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?
Gén 3:2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;
Gén 3:3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.
Gén 3:4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
Gén 3:5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.
Gén 3:6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.
Gén 3:7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.
Después de la Caída, las cosas fueron de mal en peor, hasta el punto en que el Señor dijo acerca de la humanidad que “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gén. 6:5). Y, si sus pensamientos eran malos, sus acciones seguramente también lo eran, hasta que las cosas se volvieron tan malas que el Señor destruyó el mundo entero con un diluvio, en cierto modo para darle a la humanidad la oportunidad de empezar de nuevo; una especie de segunda Creación. Sin embargo, como muestra la historia de la torre de Babel (Gén. 11:1-9), la humanidad todavía parecía decidida a desafiar a Dios. “Cuando la torre estuvo parcialmente completa, una parte de ella fue habitada por los edificadores; otras secciones, magníficamente amuebladas y adornadas, las destinaron a sus ídolos. La gente se regocijaba en su éxito, loaba a dioses de oro y plata, y se obstinaba contra el Soberano del cielo y la Tierra” (PP 113). Así, además de confundir su lenguaje, Dios esparció a la raza caída por la faz de la Tierra.
Toma nota mental de tus pensamientos durante el día. ¿Qué te enseña esto sobre el estado de tu corazón?
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