Lección 6 | Miércoles 3 de noviembre
“PORQUE ¿QUÉ NACIÓN GRANDE HAY...?”
Lo que sigue en los versículos que están después de Deuteronomio 4:4 son algunos de los textos más profundos y hermosos de todas las Escrituras (¡el texto hebreo es magnífico!). Se podría argumentar que, en esencia, el mensaje de Deuteronomio se encuentra aquí mismo, y todo lo demás es comentario. A medida que leas estos versículos, piensa en las diferentes formas en las que este principio también podría aplicarse a nosotros hoy.
Lee Deuteronomio 4:5 al 9. ¿Por qué será que el Señor, a través de Moisés, dijo esto a Israel?
Deu 4:5 Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella.
Deu 4:6 Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta.
Deu 4:7 Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?
Deu 4:8 Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?
Deu 4:9 Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.
El Señor quiere que el pueblo se dé cuenta de que ha sido llamado y elegido por una razón especial. Son una “gran” nación, tal como Dios le había dicho a Abram desde el primer llamado a salir de los caldeos: “Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Gén. 12:2; ver además Gén. 18:18).
Pero, el propósito de hacerlos grandes era que pudieran ser una “bendición” (Gén. 12:2) para “todas las familias de la tierra” (Gén. 12:3). Y, aunque la máxima bendición sería que Jesús, el Mesías, vendría a través de su línea de sangre, hasta entonces ellos serían la luz del mundo. “También te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra” (Isa. 49:6). No es que la salvación se encontrara en ellos, sino que, a través de ellos, se revelaría el Dios verdadero, quien es el único que puede salvar. Israel adoraba y servía al Dios que creó el cosmos, el Señor del cielo y de la Tierra; los paganos adoraban rocas, piedras, madera y demonios (Deut. 32:17; Sal. 106: 37).
¡Qué gran diferencia! En estos versículos, Moisés señala dos cosas que hacían especial a Israel. En primer lugar, el Señor estaba cerca de ellos, como lo estaba de una manera única a través del Santuario; y en segundo lugar, debido a los “estatutos y juicios justos como es toda esta ley”.
Lee Deuteronomio 4:32 al 35. ¿Qué más les dijo el Señor que debería haberles hecho comprender el llamamiento especial que recibieron?
Deu 4:32 Porque pregunta ahora si en los tiempos pasados que han sido antes de ti, desde el día que creó Dios al hombre sobre la tierra, si desde un extremo del cielo al otro se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o se haya oído otra como ella.
Deu 4:33 ¿Ha oído pueblo alguno la voz de Dios, hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, sin perecer?
Deu 4:34 ¿O ha intentado Dios venir a tomar para sí una nación de en medio de otra nación, con pruebas, con señales, con milagros y con guerra, y mano poderosa y brazo extendido, y hechos aterradores como todo lo que hizo con vosotros Jehová vuestro Dios en Egipto ante tus ojos?
Deu 4:35 A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él.
Indudablemente, Israel había recibido mucho. Ahora, ¿cómo responderían?
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