Lección 6: Material auxiliar para el maestro
El sábado enseñaré…
RESEÑA
Texto clave: Deuteronomio 4:8.
Enfoque del estudio: Deuteronomio 4:1-8; 4:32-35; 12:32; Mateo
5:13-16; 15:1-9.
Introducción:
Lo que hace grande a una nación es lo que
logra, su poder político, la superficie de su territorio, sus hazañas en la
guerra o su riqueza. Nada de eso caracteriza a la nación de Israel cuando el
pueblo escucha el cumplido de Moisés. La pregunta retórica de Moisés: “Y ¿qué
nación grande hay?” (Deut. 4:8) implica que esta es la nación más grande de la
Tierra. Este pueblo de exesclavos, de migrantes sin hogar, difícilmente se
ajusta a la definición de “nación grande”. Lo que hace a Israel tan grande no
es lo que hizo o dejó de hacer; es Dios. Una historia sobre el rey de Prusia
Federico II capta este misterio. El rey le preguntó a su médico personal:
“¿Podrías darme al menos una sola evidencia de la existencia de Dios?” El
hombre respondió: “Su Majestad, Israel”. (S. Paas, Christian Sionism Examined).
De hecho, la descripción de Moisés de la grandeza de Israel desconcierta
nuestra mente. Tiene que ver con Dios y sus leyes.
Temática de la lección:
La lección de esta semana reflexionará
sobre este misterio y girará en torno a tres temas principales:
La Ley es perfecta. No hay nada que añadir ni nada que quitar.
La Ley es sabia. La vida vibrante e inteligente del que guarda la Ley da testimonio
del Creador.
La Ley es divina. A menos que Israel se “aferre” a Dios, no se beneficiará de esa ley y
no será una “nación grande”.
COMENTARIO
Al estudiar el valor y la autoridad de las
antiguas leyes de Moisés, consideraremos si todavía son relevantes para el
mundo moderno. No entendemos la naturaleza de esta ley si la reducimos a un
conjunto de quehaceres que alienarán a los seres humanos y los privarán de su
juicio y su libertad. La razón por la que Israel debe volverse a Jehová su
Dios, oír su voz (Deut. 4:30) y aceptar la Ley con toda su inteligencia es para
que los israelitas vivan (Deut. 4:1), prosperen y se realicen como seres
humanos. Dios, el Creador, ha dado la receta de la vida, a través de la Ley,
precisamente porque, como Creador, conoce la fórmula de la existencia de
Israel.
Una ley diferente
Dado que la Ley proviene del Cielo (Deut.
4:36), está diseñada para ser diferente de todas las demás leyes. Aunque hay
algunos puntos en común entre la ley dada por Moisés y los códigos legales de
las culturas circundantes, existen diferencias fundamentales. De hecho,
investigaciones recientes han revelado muchas diferencias importantes entre los
dos sistemas de leyes.
En Babilonia, se requería la pena de
muerte para algunos robos, mientras que la Biblia solo requiere una
compensación financiera equivalente. En la ley de Moisés, la vida humana
prevalecía sobre los valores materiales y la Ley era la misma para todos. Más
aún, las leyes de Moisés difieren de otras leyes orientales en que la ley
mosaica siempre se remite a Dios. Mientras que en los documentos legales de
Medio Oriente la referencia a Dios es rara, ocasional y solo formal, en la
introducción, y a veces en la conclusión, las leyes bíblicas están imbuidas de
esta referencia a Dios, que se utiliza como leitmotiv a lo largo del texto. La
Ley no es el resultado de consultas y elaboraciones humanas. La Ley se recibe
como un regalo; es una revelación de lo Alto.
La importancia en la Biblia de las
llamadas “leyes apodícticas”, es decir, leyes que son absolutamente normativas,
es notable. Las leyes bíblicas hablan con autoridad, y este estilo resulta aún
más sorprendente porque la literatura jurídica del antiguo Cercano Oriente está
dominada por leyes casuísticas. El mandamiento “no matarás” o “no cometerás
adulterio” se erigen absolutos y tajantes. La Ley de Dios no se justifica sobre
la base de un proceso lógico. Solo la experiencia de la obediencia nos
permitirá verificar su rectitud. En las leyes casuísticas, sabemos por qué la
ley es correcta antes de haberla experimentado, mientras que en las leyes
apodícticas de Israel lo sabemos después. La respuesta de Israel al don de la
Ley explica este proceso: “Haremos, luego entenderemos” (Éxo. 19:8; traducción
del autor). Por lo tanto, la ley de Moisés es diferente de todas las demás
porque implica una dimensión que está ausente en otros lugares. Israel
obedecerá por fe.
Una ley universal
La ley de Moisés no se describe como una
expresión de la cultura y la sabiduría específicas de Israel. Moisés aclara ese
asunto al referirse al horizonte cósmico y a la Creación pasada, incluso antes de
que existiera Israel: “Investiga los tiempos pasados […] y examina la tierra de
un extremo a otro del cielo” (Deut. 4:32). Esta intención universal de la Ley
también se observa dentro de la Ley misma. Una de las señales más elocuentes de
la invitación universal de esta ley es su referencia a la Creación. Es de
destacar que, en el Decálogo, el sábado, el monumento conmemorativo de la
Creación, se sitúa en su centro geométrico y temático. Ese es precisamente el
lugar donde se ponía el sello en los antiguos documentos de pacto. Esta
posición del sábado sugiere que la percepción de Dios como Creador se encuentra
en el corazón de los Diez Mandamientos, que también reflejan las diez palabras
de la Creación (ver las diez repeticiones de la frase “dijo Dios” en Gén.
1).
Asimismo, las leyes alimentarias kosher,
que distinguen entre carnes limpias e inmundas, nos recuerdan a Génesis 1.
De hecho, el lenguaje de Levítico 11, que registra estas leyes, utiliza
las mismas palabras técnicas y las mismas expresiones estilísticas (bestias,
reptil que se arrastra, según su especie, y otras). Además, la lista de
animales de Levítico 11:2 al 8 sigue la misma secuencia que
en Génesis 1:24 al 26 (el sexto día de la Creación). Por ejemplo, la
creación de los seres humanos se relaciona sucesivamente con la creación de los
animales acuáticos (Lev. 11: 9-12; comparar con Gén. 1:26), seguida de la
creación de los animales que vuelan (Lev. 11:13-23; comparar con Gén.
1:26), y finalmente de los animales terrestres y de los reptiles (Lev.
11:24-43; comparar con Gén. 1:26). Por último, en Levítico 11, como
en Génesis 1:24 al 26, la relación entre los seres humanos y los animales
tiene su contraparte en la relación entre la humanidad y Dios. En Génesis
1:26, el deber de ejercer dominio sobre los animales se relaciona con el hecho
de que los seres humanos fueron creados a imagen de Dios. Además,
en Levítico 11, el deber de distinguir entre carnes limpias e inmundas
está asociado con el hecho de que la santidad humana refleja la santidad divina:
“Seréis santos, porque yo soy santo” (Lev. 11:44, 45).
Ley vigente
Debido a que están relacionadas con la
Creación, las leyes religiosas y morales del Decálogo, así como las leyes
alimentarias de las carnes limpias y las inmundas, son universales y, por lo
tanto, siguen siendo aplicables a cualquier ser humano. Las llamadas leyes
ceremoniales, que se relacionan con el Templo y los sacrificios, estaban
destinadas a desaparecer con él. En cuanto a las leyes circunstanciales, que en
su mayoría son casuísticas, también estaban destinadas a perder su carácter
normativo en cuanto las “circunstancias” que las generaron dejaran de existir.
Por ejemplo, este es el caso de las leyes relativas a los esclavos, la forma de
vestir, de cultivar la tierra, de organizar y administrar la ciudad. Estas dos
últimas categorías de leyes (ceremoniales y circunstanciales) no se hicieron
para ser observadas para siempre. Por otro lado, el Decálogo y las leyes
alimentarias no pertenecen a las leyes ceremoniales ni a las leyes circunstanciales.
Estas leyes no tienen nada que ver con los sacrificios.
De hecho, cualquier ley que no sea ni
ceremonial ni circunstancial mantiene su condición de ley absoluta. Este es el
caso de las leyes de sexualidad, higiene, relaciones con el prójimo y demás; la
mayoría de estas leyes amplían y explican las leyes ya comprendidas en el
Decálogo. La Ley de Israel comprende, entonces, dos leyes: una ley absoluta y
universal y una ley relativa, que depende de los tiempos y las circunstancias.
Esta distinción se encuentra nuevamente en el Nuevo Testamento, donde los
pasajes que hablan de la abolición de la Ley se equilibran con muchos otros
textos que la exaltan.
APLICACIÓN A LA VIDA
La prueba de la sabiduría
Lee Deuteronomio 4:6: “Guardadlos,
pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra
inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos
estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es
esta”.
Preguntas para analizar y reflexionar: De lo que entendiste en el versículo anterior, ¿qué hay en ti que
debería ser una evidencia de la providencia divina? ¿Dice la gente de ti que
eres “pueblo sabio y entendido”? ¿Qué no dice la gente de ti? ¿Qué deberías
hacer para que la promesa que se encuentra en Deuteronomio 4:6 se
cumpla en ti? ¿Cómo explicas que la inteligencia y la verdadera sabiduría no
son realmente valores en el cristianismo tradicional?
Cómo leer las Escrituras
Lee Deuteronomio 4:2.
1. Haz una lista de las nuevas tradiciones
en otras confesiones cristianas que se han añadido a la Ley de Dios.
2.
¿Qué justificativos se han encontrado para fundamentar estas adiciones?
3.
Nosotros, adventistas del séptimo día, ¿también creamos nuevos hábitos y
principios que no han sido incluidos en la ley de Moisés? Enuméralos, si
puedes, y explica por qué crees que tienes justificativos para observarlos,
aunque no sean parte de los requerimientos bíblicos.
4.
¿Qué principio hermenéutico infieres de Deuteronomio 4:2? ¿Por qué es
importante leer el texto bíblico por completo? ¿Qué pasajes bíblicos tiendes a
descartar (por ejemplo, el Antiguo Testamento versus los evangelios,
Eclesiastés versus el Pentateuco), y por qué? Busca razones por las que
deberías incluirlos en tu lectura de las Escrituras.
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