Capítulo 8
JESÚS, EL MEDIADOR DEL NUEVO PACTO
En el otoño de 2016, experimenté una generosidad sorprendente y amorosa. Recientemente nos habíamos mudado a los Estados Unidos y nuestra situación financiera era difícil. Solo podíamos pagar un automóvil; así que, nuestros hijos y yo caminábamos la corta distancia hasta la escuela todos los días, y mi esposa conducía el automóvil hasta su trabajo en un pueblo cercano.
Nos preocupamos por los niños porque tenían que caminar en la nieve por la noche, para practicar con la orquesta. Estábamos especialmente preocupados por mí hija, porque tenía que llevar su violonchelo. Un día, mientras conducía a casa desde el trabajo, mi esposa, cansada de preocuparse por los niños, expresó un deseo sincero: "Dios, ¿por qué no le pides a alguien que nos dé un coche como regalo?"
Unos días después, ella y Rocío, una buena amiga cuyo cumpleaños es muy cerca del de ella, salieron a celebrarlo durante el almuerzo. Como siempre, disfrutaron de un buen rato. Unos días después, Rocío llamó a mi esposa y le preguntó:
-¿Cuántos automóviles tienes, Alma? * -Uno -respondió ella-, ¿Por qué preguntas? -Bueno -respondió Rocío-, solo me preguntaba porque siempre te veo en el mismo auto. Alma -continuó-, quiero darte mi auto como regalo. Lo hemos decidido. Charlie me comprará uno nuevo. Alma quedó atónita por la oferta y trató de rechazarla: -Gracias, pero no puedo aceptarlo. Es demasiado.
Pero Rocío insistió:
-Alma, Charlie quiere hablar con Félix. ¿Está él ahí?
Mi esposa me entregó el teléfono, y al principio estaba confundido, sin saber qué hacer. Pero Charlie me dijo algo que ha permanecido en mi corazón desde entonces.
-Félix -dijo-, quiero preguntarte algo. Eres mi hermano, ¿verdad?
-Sí -le dije-, somos hermanos. Somos buenos amigos.
-Entonces -continuó-, quiero que aceptes el auto como un regalo para Alma. En nuestra familia de cuatro, al igual que la tuya, tenemos cinco automóviles. No está bien que tengamos cinco coches y tú solo tengas uno. Eres mi hermano. Por favor, acepta el coche.
Ese día, Charlie fue mediador y mucho más. No solo actuó como intercesor, sino también pagó el precio por el impresionante regalo. Lo que Rocío y Charlie hicieron por nosotros ilustra lo que el Padre, á Hijo y el Espíritu Santo hicieron por la humanidad y el Universo entero.
Un pacto es un acuerdo solemne entre dos o más partes para hacer o no hacer algo. En los tiempos bíblicos, los pactos involucraban una dimensión social importante: estaban diseñados para extender a los miembros que no pertenecían a la familia la protección, el apoyo financiero y otros beneficios que las familias normalmente proporcionaban. Por lo tanto, los acuerdos de pacto, tanto en el ámbito personal como en el nacional, utilizaban un lenguaje filial para describir a las partes y la relación entre ellas.
Los pactos eran asuntos legales serios. Cuando Dios hizo un pacto con Abraham, le pidió que trajera cuatro animales y los cortara por la mitad.1 Los registros de los pactos y los textos que han sobrevivido desde la antigüedad nos dicen que esta era la forma en que se santificaban los pactos.2 El sacrificio de los animales cumplía una función simbólica muy importante. Los animales divididos representaban a las partes del pacto su destino, si uno de ellos resultaba infiel a las promesas del pacto.
El pacto entre Dios e Israel era un asunto serio. Éxodo 24 dice que el Pacto fue ratificado con la sangre de bueyes rociada sobre los doce pilares que representan al pueblo de Israel y sobre el altar que representa a Dios mismo. Era un pacto de sangre. Dios estaba tratando de decir que preferiría morir antes que ser infiel a las promesas que le había hecho al pueblo de Israel, y que esperaba el mismo compromiso de ellos. Dios los había liberado de Egipto y los había atraído a él para que fueran su posesión más preciada (Éxo. 19:4-6). Lo que Dios hizo en el Sinaí cuando realizó el pacto con Israel fue establecer un proceso formal, una estructura legal, mediante el cual los adoptó como su familia. Este propósito de adopción explica por qué, después de ratificar el pacto con Israel, les pidió que le construyeran una casa, un santuario, para que pudiera morar entre ellos (Éxo. 25:8).
El pacto que Jesús promulgó entre Dios y los creyentes tenía el propósito de establecer, lo que probablemente se describa mejor como una relación familiar. Dios, como Padre, proporcionaría protección, guía, apoyo y aumento: todo lo que sus hijos necesitarían o desearían. Los creyentes, por otro lado, devuelven a Dios su amor sincero, lo único que podían dar y lo único que Dios siempre quiso.
Curiosamente, el pacto entre Dios e Israel ilustra las fuerzas que impulsan la relación personal entre el creyente y Dios, las relaciones cósmicas entre la humanidad y Dios, y entre el Universo y Dios. Todas estas relaciones, los cuatro niveles, están íntimamente vinculadas entre sí, al igual que las muñecas matryoshka están relacionadas entre sí. Tienen sentido individualmente, pero se vuelven más hermosas y significativas en un conjunto.
Dios siempre ha estructurado su relación con sus criaturas mediante pactos. La relación entre Dios y la humanidad (Adán) en la Creación se basó en un pacto en el que Dios les concedió el dominio sobre la Tierra y prometió bendecirlos y hacerlos fructíferos.3 Más tarde, Dios también hizo pactos con Noé, Abraham, Israel y David.3
Sin embargo, es importante notar que todos estos pactos, aunque distintos entre sí porque fueron hechos con diferentes personas, fueron la expresión de una sola voluntad y propósito. Todos estos pactos concretaron en términos específicos la bendición original de Dios para la humanidad y su promesa de fecundidad y dominio. Por ejemplo, Dios le confirmó a Noé las promesas hechas a Adán de fecundidad y multiplicación, y de dominio sobre los animales (Gén. 9:1-1/). De manera similar, Dios le prometió a Abraham que multiplicaría su simiente como las estrellas del cielo y la arena del mar. Les concedería el dominio para que poseyeran la puerta de sus enemigos. El propósito de Dios era que, por intermedio de ellos, todas las naciones de la Tierra fueran bendecidas (Gén. 22:16-18). A Israel, Dios le prometió que lo pondría muy por encima de todas las naciones de la Tierra y lo haría extremadamente próspero y fructífero (Deut. 28:1-14). De la misma manera, Dios prometió convertir al descendiente real de David en el más elevado de los reyes de la Tierra y darle dominio sobre sus enemigos (Sal. 89:22, 23, 25-27). El hecho de que todos estos pactos contengan las mismas promesas y el mismo propósito de bendición para la Creación sugiere que todos son ejemplos de una sola voluntad y propósito eternos; es decir, son manifestaciones históricas de un único pacto eterno.5
Los pactos revelan, entonces, quién es Dios.6 Primero, revelan la generosidad y la gracia de Dios. Ha perdonado las transgresiones de sus criaturas y les ha proporcionado lo que necesitan para volver a tener una relación plena con él. En segundo lugar, revelan la singularidad de Dios. Todos los pactos entre seres humanos están sujetos a los caprichos del poder y la capacidad humanos. También están sujetos a la inconstancia de su propósito. Sin embargo, las promesas y los propósitos de Dios permanecen inamovibles para siempre, porque él vive para siempre. Su poder y su habilidad son ilimitados, y su propósito es inmutable. Adán y Eva, Noé, Abraham, Israel y el linaje de David rompieron sus promesas y compromisos del Pacto, pero Dios permaneció fiel a ellos porque él es un Dios de amor constante, que guarda sus pactos (Deut. 7:9; 2 Tim. 2:13).
Sin embargo, la relación de pacto entre Dios y su Creación nunca ha dependido de la fidelidad de la criatura. Las criaturas no pueden cargar con esa responsabilidad. Desde la eternidad pasada, antes de que comenzaran las edades, Jesús se ofreció a garantizar el Pacto por medio de su obediencia y su sacrificio. El Hijo hizo pacto con el Padre de que suscribiría las obligaciones del Pacto que les correspondía a las criaturas y las restauraría en caso de que fallaran.4Y eso es lo que hizo.
Hebreos 8 al 10 se aboca a explicitar cómo Dios restauró la relación de pacto con su pueblo. Estos capítulos exploran el pacto establecido en el Monte Sinaí después del Éxodo, la apostasía del becerro de oro, la fidelidad irregular de Israel y la renovación del Pacto de Dios por medio de Jesús.
Hebreos 8:6 y 7 afirma que Jesús ha mediado un nuevo pacto, que es más excelente porque el primero, o antiguo, era defectuoso. El apóstol explica en los versículos 8 y 9 que el Antiguo Pacto era defectuoso porque la gente no permanecía en él. Por lo tanto, el problema era la gente, no el pacto en sí. Sin embargo, el apóstol menciona en Hebreos 7 una limitación que tenía el Antiguo Pacto y que debemos explorar más a fondo. El apóstol explicó que el Antiguo Pacto era débil e inútil porque no podía proporcionar la perfección; es decir, no podría proporcionar la verdadera limpieza de la conciencia que haría posible que los creyentes se acercaran a Dios (vers. 18,19).5 Entonces ¿qué estipulaba este primer o antiguo Pacto, y por qué era débil?
Hebreos 7:11 dice que Israel recibió la Ley basada en el sacerdocio levítico. El apóstol no se refiere al pacto inaugurado en Éxodo 20 al 24, sino a la renovación de esa relación de pacto entre Dios e Israel después de la apostasía del becerro de oro, en Éxodo 32 al 34; que fue cuando se estableció el sacerdocio levítico. La renovación del Pacto en Éxodo 32 al 34 implicó la confirmación de los Diez Mandamientos (Éxo. 34:1), pero también la adición de leyes que consistían principalmente en regulaciones rituales y de culto (vers. 11-26), que, curiosamente, también sumaban diez. El culto y las regulaciones rituales apuntaban hacia el ministerio y el sacrificio de Jesús (Heb. 10:1-4) y eran la base sobre la cual se renovó la relación del pacto original entre Dios e Israel (Éxo. 34:27).6 Su propósito era proporcionar a Israel salvaguardias y protección.
Para el apóstol, entonces, el antiguo o primer Pacto es el pacto renovado entre Israel y Dios después de la apostasía del becerro de oro, basado en el ritual adicional y las leyes de culto. Por lo tanto, y esto es importante, Hebreos no está comparando el nuevo pacto mediado por Jesús con el pacto original entre Dios e Israel en el Sinaí (Éxo. 20-24). Hebreos está comparando, en cambio, dos renovaciones del mismo pacto original en el Sinaí. Por un lado, está la renovación del Pacto por parte de Moisés después de la apostasía del becerro de oro basada en la mediación de los sacerdotes levitas, y la adición de leyes rituales y de culto (Éxo. 32-34). Por otro lado, está la renovación del Pacto por parte de Jesús, basada en su sacerdocio eterno y su sacrificio realizado "una vez para siempre" (Heb. 9:11-10:18).
Tanto Moisés como Jesús renovaron el pacto original entre Dios e Israel en el Sinaí (Éxo. 20-24), pero con resultados diferentes. La renovación del pacto de Moisés fue temporal. Su función era importante, porque señalaba hacia la solución proporcionada por Jesús. Pero, cuando Jesús viniera, el Pacto se volvería obsoleto y estaría listo para desaparecer (Heb. 8:13). Por lo tanto, las regulaciones del pacto de Moisés recordaban al pueblo que la limpieza o el perdón de Dios no se lograban mediante los sacrificios en sí mismos, sino mediante la obra futura de Dios en su favor, por medio del Mesías. Lamentablemente, muchas personas no vieron más allá de los sacrificios a la realidad última del sacrificio del Mesías.
Dios envió a* Jesús a este mundo como el mensajero del Pacto (Mal. 3:1) para restaurar la relación entre Dios y su pueblo. Es decir, Jesús vino a la Tierra para establecer el Nuevo Pacto.
El pacto entre Dios e Israel se había roto y renovado bajo las mismas disposiciones varias veces, porque la nación había caído una y otra vez en la apostasía,7 y se había vuelto dolorosamente claro que el pueblo simplemente no podía mantener las condiciones de su pacto con Dios (Jer. 13:23). Por lo tanto, Dios prometió hacer "una cosa nueva" (Jer. 31:22).8 Pondría su Ley "dentro de ellos", lo que les permitiría obedecer. Dios no cambió su Ley ni rebajó sus normas; al contrario, cambió la condición de la gente, lo que aseguró el éxito del Pacto. Entonces, este Nuevo Pacto es único. No tiene maldiciones porque nunca se romperá; solo tiene bendiciones.
El documento del primer Pacto había sido escrito por Dios en dos tablas de piedra y depositado en el Arca del Pacto como un testimonio importante del Pacto de Dios con su pueblo (Éxo. 31:18; 34:27; Deut. 4:13; 5:22; 10:1-4).9 Sin embargo, los documentos escritos en piedra podrían romperse y los pergaminos, como Jeremías experimentó, podrían quemarse, perderse o ignorarse.13 Pero Dios promete hacer algo nuevo. Él escribirá su Ley en el corazón de la gente, donde no se pueda perder ni ignorar.
Jeremías había señalado que el problema de Israel era que su pecado estaba grabado "con cincel de hierro y con punta de diamante [...] en la tabla de su corazón" (Jer. 17:1). Tenían corazones obstinados (Jer. 13:10; 23:17; 12:1); por lo tanto, les era imposible hacer lo correcto (Jer. 13:23). Necesitaban una cirugía del corazón (Jer. 4:4). Por consiguiente, Dios prometió inscribir su Ley en su corazón para promover la obediencia (Sal. 40:8; 119:11; cf. Deut. 11:18).10
Las "leyes" que Dios escribiría en el corazón de su pueblo son más que la ley que Dios le dio a Israel en el Sinaí. Los Diez Mandamientos son "la capa fundamental de la expectativa de Jehová" para su pueblo.15 Pero, además de esta capa fundamental, Dios quiere inscribir en el corazón de su pueblo la declaración total de su voluntad.16 Desea que su pueblo pueda vivir plenamente de acuerdo con su voluntad.
El Nuevo Pacto también prometió que Dios perdonaría los pecados de su pueblo. Esta promesa se refiere a mucho más que simplemente absolver a los creyentes de cualquier crimen que hubiesen cometido. Dios promete que "no se acordará más" de sus pecados, lo que implica la restauración de la relación entre él y su pueblo. De manera similar, Dios promete que limpiará la conciencia de su pueblo de cualquier pecado (Heb. 9:14; 10:1-4,22), lo que les dará la confianza, incluso la audacia, para acercarse a Dios "en plena certidumbre de fe" (Heb. 10:22).
1 Génesis 15:7-16; Wh¡te, Patriarcas y profetas, p. 131.
2 Gerhard F. Hasel, "The Meaningof the Animal Rite in Genesis 15"Journal for the Study of the Oíd Testament 19 (1981), pp. 61-78.
Génesis 1:26-28; Oseas 6:7; Jeremías 33:19,20.
3 Noé: Génesis 6:18; 9:1-17. Abraham: Génesis 15:7-21; 17:1-27; 22:15-19>c/: 12:1-3. Israel: Éxodo 20-24; Levítico 26:3-45; Deuteronomio 27-30; 2 Samuel 7:4-17; 1 Crónicas 17:3-15.
Por ejemplo, Éxodo 6:2 al 8; Deuteronomio 4:32 al 40; 7:7 al 10. Ver John H. Walton, Covenant: God's Parpóse, God's Plan (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1994), pp. 24-46.
4 Colosenses 1:16,17; cf. Mateo 25:34,41; Hechos 2:23: Romanos 16:25:1 Corintios 2:7; Efesios 1:3-6; 2 Timoteo 1:9; Tito 1:2; 1 Pedro 1:18-20.
5 "Compararcon Hebreos 9:9 y 10; y 10:1 al 4.
6 Esto sugiere que Moisés escribe los mandamientos adicionales en otro lugar (Éxo. 34:27) y que Dios mismo escribió los Diez Mandamientos en las tablas de piedra traídas por Moisés (Éxo. 34:28 [aquí, Dios es el tema]; cf. vers. 1; Deut. 10:4).
7 El Pacto había sido renovado en los días de Asa (2 Crón. 15:10-15), Joiada (2 Rey. 11:17), Ezequías (2 Crón. 29:10) Josías (2 Rey. 23:3).
8 En esto, está de acuerdo con el tenor de las promesas de restauración en los profetas: Isaías 43:19; 48:6; 62:2; 65:17; Ezequiel 11:19; 18:31; 36:26.
9 Las tablas de piedra contenían los Diez Mandamientos y fueron depositadas en el Arca. Éxodo 24:7 también se refiere al Libro del Pacto, que incluye las instrucciones que se encuentran en Éxodo 20:22 a 23:33. Este libro probablemente se haya colocado al lado del Arca, al igual que el libro de la Ley, que contenida renovación del Pacto en Moab (Deut. 31:26).
10 1:3, 23; 1 Juan 4:7; 5:18).
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