Capítulo 9
Los primeros símbolos que encontramos repetidamente en pinturas cristianas en las catacumbas incluyen el pavo real,1 una paloma, la palma de la victoria del atleta y el pez.2 Más tarde aparecieron otros temas: el arca de Noé, Abraham mientras sacrificaba el carnero en lugar de Isaac, Daniel en el foso de los leones, Jonás al ser vomitado por el pez, un pastor que llevaba un cordero, la curación del paralítico y la resurrección de Lázaro. Todas estas imágenes eran símbolos que representaban la salvación, la victoria y el cuidado. Por otro lado, la Cruz apareció más tarde y transmitió una sensación de derrota y vergüenza, lo que invitó a la burla tanto de judíos como de paganos (Heb. 12:2; Gál. 5:11). Supuso un desafío para la predicación del evangelio. Era contradictoria y difícil de explicar.3 Sin embargo, la Cruz se convirtió en el emblema del cristianismo.4 ¿Por qué?
La Cruz fue fundamental para la predicación de Jesús y para la predicación de los apóstoles. De hecho, Pablo simplemente llamó al evangelio "la palabra de la cruz" (1 Cor. 1:18). Hoy, la Cruz continúa siendo el punto focal del evangelio cristiano, porque representa tres logros importantes del Mesías.
Jesús derrotó al diablo en la Cruz
Primero, la Cruz representa la derrota de Satanás. A raíz del pecado de Adán, el propósito de Dios para el hombre se vio frustrado y la humanidad estaba condenada. Romanos 5:12 al 21 dice que, debido al pecado de un hombre, la muerte reinó sobre todos los seres humanos, porque todos pecaron. Como una enfermedad infecciosa, la transgresión de Adán se transmitió a toda la humanidad, y los hijos de Adán no tenemos recursos para combatirla. Por lo tanto, la humanidad está subyugada por el poder del mal.5
La muerte reina porque la humanidad es impotente ante el pecado. Satanás gobierna sobre nosotros tentándonos, engañándonos y acusándonos, y provocando la muerte como resultado. En este sentido, tiene el poder de la muerte (Heb. 2:14).6 Dios, sin embargo, nos dio la vida "anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz" (Col. 2:14, 15). Jesús despojó a Satanás de sus armas al vivir una vida perfecta y satisfacer las demandas legales que surgieron contra nosotros. La Biblia enseña que la derrota de Satanás y la capacidad de Dios para perdonar el pecado son el resultado de la victoria de Jesús en la Cruz.
Jesús fue la Propiciación frente a la ira de Dios, en la Cruz
En segundo lugar, las Escrituras también afirman que Jesús satisfizo la ira de Dios. Jesús fue clavado pendiendo de un madero (la Cruz), lo que, según Deuteronomio 21:23, significaba que Jesús murió bajo la maldición de Dios. Jesús describió su muerte en la Cruz como una copa amarga que tenía que beber (Mal 26:39),7 que simboliza el juicio de Dios sobre los malvados.8
Pero ¿por qué murió Jesús como un criminal convicto bajo el juicio de Dios, si no cometió pecado alguno?9 Hebreos 9:15 explica que Jesús murió para redimir a los seres humanos de las transgresiones que habían cometido. Sufrió la ira de Dios en lugar de ellos.10 Irónicamente, este acto de llevar nuestro pecado revela la identidad divina de Jesús porque, según el Antiguo Testamento, solo Dios puede llevar nuestros pecados y perdonarlos (Éxo. 32:32; Isa. 43:24, 25; 53:4, 6).11
Quizá nos preguntemos por qué Dios no simplemente perdonó a Adán y a Eva cuando pecaron, así como les pide a sus hijos que perdonen cuando se sienten ofendidos.12 El problema es que el pecado de Adán fue más que una afrenta personal contra Dios; fue un desafío al gobierno de Dios y al orden moral del Universo. La existencia del orden en el Universo depende de la reacción divina ante una ruptura de ese orden. Dios no puede tolerar el pecado, así como un padre amoroso no puede tolerar que exista un virus mortal en su hogar. Por lo Tanto, el amor de Dios por la Creación requiere la destrucción del mal.
Jesús reveló quién es Dios en la Cruz
Finalmente, la Cruz demostró el amor de Dios por nosotros. Hebreos 10:20 dice que, por medio de su sacrificio, Jesús abrió un "camino nuevo y vivo [...] a través del velo"; es decir, nos proporcionó acceso a la presencia de Dios. La cortina interior del Santuario representaba la separación entre Dios y sus hijos. Separa el Arca del Pacto, donde se manifiesta la gloriosa presencia de Dios, del resto del Santuario. Solo el sumo sacerdote podía entrar allí, y únicamente una vez al año (Lev. 16:1-3; Heb. 9:6, 7). Sin embargo, cuando Jesús murió, el velo del Templo se rasgó en dos y se reveló el Lugar Santísimo (Mat. 27:51). Este era un símbolo poderoso de que la Cruz nos ha dado, de alguna manera, la posibilidad de mirar más de cerca a Dios mismo.
Jesús afirmó que la Cruz revelaría la gloria de Dios y de su Hijo.13De manera similar, Pablo afirmó que Dios entregó a su Hijo para morir en la Cruz con el fin de demostrar tanto su justicia como su amor; es decir, para revelar su carácter (Rom. 3:25, 26). La Cruz fue un acto revelador.
Al revelar la profundidad de su amor y su justicia por medio de la muerte de Jesús en la Cruz, Dios llegó al fondo del problema del pecado, a su raíz misma. La serpiente había afirmado, en el árbol del conocimiento del bien y del mal, que Dios no era tan amoroso como decía ser, que estaba reteniendo egoístamente un beneficio que pertenecía legítimamente al ser humano. La serpiente también dio a entender que Dios no era tan justo o veraz como se supone que era.
En su raíz, el problema del mal es la desconfianza de Dios, sus motivos y sus acciones. Pero Jesús limpió el nombre de Dios (Juan 12:27,28). En la Cruz, demostró que Dios nos ama, es leal a nosotros y está comprometido con la justicia y la verdad, incluso a costa de su propia vida. También demostró la verdadera naturaleza de su gobierno. Su gobierno consiste en amor, justicia y abnegación. Por eso, hay poder y sabiduría en la Cruz (1 Cor. 1:18-31). El amor y la justicia demostrados allí nos compelen de una manera que ninguna otra cosa lo podría lograr (2 Cor. 5:14).
El sacrificio de Jesús y nuestros sacrificios
Si hubiera nacido en una familia tradicional mexicana, mi nombre habría sido Guadalupe. Nací alrededor de las 22 del viernes 12 de diciembre, Día de la Virgen de Guadalupe. Sin embargo, nací en el hogar de un pastor adventista y en la clínica del Dr. Elías Tinoco, un médico adventista. Me dieron un segundo nombre bíblico, tomado de la lista de israelitas que regresaron de Babilonia para reconstruir Jerusalén, porque mis padres buscaron inculcar en mis hermanos y en mí el deseo de ser siempre uno de los que levantan "los cimientos de generación y generación" y son llamados "reparador de portillos" (Isa. 58:12). También fui registrado como nacido el 13 de diciembre porque, según la Biblia, el viernes por la noche ya es sábado.
Sin embargo, el 12 de diciembre me ha fascinado durante mucho tiempo. Según la tradición, la Virgen de Guadalupe apareció por cuarta vez a Juan Diego en esta fecha en 1531, y le pidió que se le construyera una iglesia en el cerro del Tepeyac.14 Actualmente, en ese lugar se encuentra la Basílica de Guadalupe y es visitada por alrededor de veinte millones de personas ‘cada año. Es el tercer sitio sagrado más visitado del mundo.15. Mi primer hogar como pastor fue a una cuadra de Calzada Zaragoza, la entrada principal a la Ciudad de México desde el este, que siempre estaba abarrotada de peregrinos los días anteriores al 12 de diciembre. Muchos iban a pagar sus "mandas" (para cumplir con sus votos). Estas mandas son sacrificios prometidos a la Virgen de Guadalupe a cambio de un milagro o un favor. Una de las mandas más populares es ir de rodillas o descalzo durante largas distancias hasta la Basílica de Guadalupe. Otras mandas populares implican la privación de comida o relaciones íntimas, o dar ofrendas.
Vi a mucha gente realizar estas mandas. Siempre me entristeció pensar que, a pesar de su sinceridad, sus privaciones y sufrimientos no solo eran innecesarios sino también dañinos. Las Escrituras dicen que, en ¡a Cruz, Jesús hizo un sacrificio que es "una vez para siempre".16Esta expresión significa que los méritos de la muerte de Jesús en la Cruz son efectivos para todos, para cada pecado y para cada favor.17Su valor y su poder sobrepasan y abruman nuestra capacidad para comprenderlo. Nuestros sacrificios son tan innecesarios como encender una vela para ayudar al Sol a alumbrar en un día despejado.
Cuando insistimos en traer nuestros sacrificios, sin saberlo revelamos que, en el fondo de nuestro corazón, el sacrificio de Jesús no es suficiente; al menos, no lo suficiente por mi gran pecado. Jesús siente el aguijón de nuestro desprecio involuntario, pero no lo cuenta en nuestro perjuicio.
Pero, hay una razón más siniestra por la que nuestros sacrificios son dañinos. Cualquier sacrificio presentado ante Dios para merecer su favor o su perdón origina y refuerza una actitud transaccional. Refuerza la creencia de que el perdón y los favores que recibimos de Dios deben ser devueltos. Los cristianos transaccionales creen que Dios es como un banquero: nos concede un préstamo en nuestro momento de necesidad y nos ayuda a vivir cuando nadie más está dispuesto a hacerlo. Los cristianos transaccionales reconocen la longanimidad de Dios mientras espera pacientemente cuando nos demoramos en devolver el servicio obediente y fiel que se merece. Los cristianos transaccionales pueden incluso considerara Dios como un banquero amoroso y paciente; sin embargo, él continúa siendo un banquero para ellos. Revelamos un cristianismo transaccional cuando contamos continuamente el costo y los sacrificios que hemos hecho; cuando ofrecemos servicio fiel y obediencia a cambio de favores; cuando nuestra religión se basa principalmente en promesas, honor, compromiso y responsabilidad, o cuando insistimos en devolver el regalo.
La insistencia en devolver un regalo es una forma educada de rechazar ese regalo. Los padres, los amantes y los amigos se regocijan al dar y recibir regalos. Mientras dan un regalo, observan con atención el rostro de la persona que lo recibe, tratando de capturar el momento. Quieren estar seguros de no perderse su reacción de sorpresa y alegría, y el abrazo que viene después. Algunos incluso lo graban en video, para revivirlo más tarde. Esa es toda la recompensa que buscan. Cualquier cosa menos es un fracaso.
Por otro lado, el receptor lo recibe con los brazos abiertos, lo festeja, lo muestra con orgullo, se deleita y lo atesora. La aceptación de un regalo implica aceptar los fuertes lazos de amistad, parentesco o amor. A veces, sin embargo, aceptar un regalo implica aceptar una relación que no queremos porque nos sentimos indignos o porque no podemos confiar en esa relación. Abraham albergaba cierta desconfianza cuando le disolvió el regalo al rey de Sodoma (Gén. 14:21-24). Prefería uña relación que no fuera demasiado estrecha.
Pero Dios anhela* una relación cercana con sus hijos. Nos ama profundamente, y vive esos momentos en los que nos sorprende su amor y nuestro rostro se ilumina de sincero gozo. Ama esos momentos. Hacen resplandecer su rostro. Sin embarga, cuando insistimos en devolver esos regalos, él siente el aguijón del rechazo. Lo soporta pacientemente, pero siente el dolor de ser incomprendido y el dolor de una relación a distancia.
Por supuesto, los creyentes genuinos ofrecen sacrificios. Dios anima a sus hijos a presentar sus cuerpos como un "sacrificio vivo, santo, agradable a Dios", y a ofrecer sacrificios de alabanza, de hacer el bien y de compartir lo que tienen, porque "de tales sacrificios se agrada Dios".18 Sin embargo, esos sacrificios son diferentes. No son intentos de complementar el sacrificio de Jesús ni de devolverle el dinero. El creyente alaba a Dios, confiesa su nombre, comparte lo que tiene y comparte el sufrimiento de Jesús porque es su privilegio hacerlo.19 El creyente no está pagando a Dios por su misericordia, sino simplemente extendiendo esa misericordia a otros. Ha entrado en una nueva relación, una nueva sociedad en la que tiene el privilegio de imitar a Jesús y promover su causa. Ha experimentado el gozo de la salvación, y quiere compartir el gozo de promover la redención de los seres humanos.
1 El pavo real simboliza supuestamente la inmortalidad.
2 La palabra griega para pez, ichthús, era un acrónimo de ¡esus Christos Theou Huios Soter, que significa "Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador".
3 1 Corintios 1:18, 23.
4 Félix H. Cortez, "¿Qué logró Jesús en la Cruz?", El carácter de Dios y la última generación, ed.Jirí Moskalay John Peckham (Buenos Aires: ACES, 2021), pp. 227,228.
5 Romanos 7:14-25; 2 Corintios 4:4; Efesios 2:2; Colosenses 1:13; 1 Juan 5:19.
6 Jeremy R.Treat sostiene que "el reinado de Satanás, por lo tanto, es un parásito del reino del pecado (Rom. 5:21)" (The Crucified King: Atonement and Kingdom in Biblical andSystematic Theology [Grand Rapids, MI: Zondervan, 2014], pp. 199-203).
7 Compararcon Marcés 14:3$; Lucas 22:42;Juan 18:11.
8 Cuando Dios confrontó a Israel debido a su infidelidad y maldad, le advirtió que bebería la copa de su ira(Eze. 23:32-34). Ver también Salmo 75:8; Job 21:20; Jeremías 6:30: 7:29; 8:9; 14:19; y Apocalipsis 14:9 al 11 y 1£:7 a 16:21.
9 Hebreos 2:17,18; 4:15; 7:26-28; 9:14.
10 Según las Escrituras, Jesús cargó con la pena máxima por el pecado en nuestro lugar (Rom. 5:6, 8; 2 Cor. 5:21; Gál. 3:13) y experimentó en nuestro lugar el castigo eterno reservado para los malvados (1 Tim. 2:5, 6; Tito 2:14:1 Juan 2:2).
11 En el original de Éxodo 32:32, perdonar significa literalmente que Dios lleva nuestros pecados.
12 Mateo 18:21-35; Marcos 11:25; Lucas 6:37; 17:3, 4.
13 "Juan 12:23-28; 13:31-35; 17:1; cf. 3.14; 12:32.
14 Para una historia de la controversia y las dudas sobre la veracidad de las apariciones, ver Stafford Poole, The Guadalupan ControverVies in México (Stanford, CA: Stanford University Press, 2006). La veracidad histórica de las apariciones de la Virgen de Guadalupe ha sido puesta en duda por los clérigos católicos desde los primeros tiempos hasta el presente. Guillermo von Schulenberg Prado, abad de la Basílica de Guadalupe, dudaba abiertamente de la historicidad de Juan Diego y se opuso a su canonización en 1996.
15 April Orcutt, "World's Most-Visited Sacred Sites", BBC, 25 de enero de 2012, <http://www.bbc.com/travel/story/20120124-worlds-most-visited-sacred-sites>
16 Romanos 6:10; Hebreos 7:27; 9:12, 26, 28; 10:2,10.
17 Juan 1:29; 3:16; 1 Juan 2:2.
18 Romanos 12:1; Hebreos 13:15,16; 1 Pedro 2:5.
19 2 Corintios 1:5; Fiiipenses 3:10; Hebreos 13:13; 1 Pedro 4:13.
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