Lección 9 | Domingo 20 de febrero
¿POR QUÉ SE NECESITABAN SACRIFICIOS?
Hebreos 9:15 explica que la muerte de Jesús como sacrificio tenía el propósito de ofrecer “redención de las transgresiones que había durante el primer pacto”, a fin de que los elegidos de Dios “reciban la promesa de la herencia eterna” (RVR 1977).
En el antiguo Cercano Oriente, un pacto entre dos personas o naciones era un asunto serio. Implicaba un intercambio de promesas bajo juramento. Entrañaba la suposición de que los dioses castigarían a quienes rompieran el juramento. A menudo, estos pactos se ratificaban mediante el sacrificio de un animal.
Por ejemplo, cuando Dios hizo un pacto con Abraham, la ceremonia implicó cortar animales por la mitad (Gén. 15:6-21). Los participantes caminaban entre las partes como un reconocimiento de que esos animales representaban el destino de la parte que rompía el pacto. Es notable que solo Dios haya caminado entre los animales, con el propósito de comunicarle a Abraham que no rompería su promesa.
Compara Génesis 15:6 al 21 con Jeremías 34:8 al 22. ¿Qué enseñan estos pasajes sobre el Pacto?
Gén 15:6 Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.
Gén 15:7 Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra.
Gén 15:8 Y él respondió: Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar?
Gén 15:9 Y le dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino.
Gén 15:10 Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra; mas no partió las aves.
Gén 15:11 Y descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos, y Abram las ahuyentaba.
Gén 15:12 Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.
Gén 15:13 Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.
Gén 15:14 Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza.
Gén 15:15 Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez.
Gén 15:16 Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.
Gén 15:17 Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos.
Gén 15:18 En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra,(E) desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates;
Gén 15:19 la tierra de los ceneos, los cenezeos, los cadmoneos,
Gén 15:20 los heteos, los ferezeos, los refaítas,
Gén 15:21 los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.
Jer 34:8 Palabra de Jehová que vino a Jeremías, después que Sedequías hizo pacto con todo el pueblo en Jerusalén para promulgarles libertad;
Jer 34:9 que cada uno dejase libre a su siervo y a su sierva, hebreo y hebrea; que ninguno usase a los judíos, sus hermanos, como siervos.
Jer 34:10 Y cuando oyeron todos los príncipes, y todo el pueblo que había convenido en el pacto de dejar libre cada uno a su siervo y cada uno a su sierva, que ninguno los usase más como siervos, obedecieron, y los dejaron.
Jer 34:11 Pero después se arrepintieron, e hicieron volver a los siervos y a las siervas que habían dejado libres, y los sujetaron como siervos y siervas.
Jer 34:12 Vino, pues, palabra de Jehová a Jeremías, diciendo:
Jer 34:13 Así dice Jehová Dios de Israel: Yo hice pacto con vuestros padres el día que los saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre, diciendo:
Jer 34:14 Al cabo de siete años dejará cada uno a su hermano hebreo que le fuere vendido; le servirá seis años, y lo enviará libre;(B) pero vuestros padres no me oyeron, ni inclinaron su oído.
Jer 34:15 Y vosotros os habíais hoy convertido, y hecho lo recto delante de mis ojos, anunciando cada uno libertad a su prójimo; y habíais hecho pacto en mi presencia, en la casa en la cual es invocado mi nombre.
Jer 34:16 Pero os habéis vuelto y profanado mi nombre, y habéis vuelto a tomar cada uno a su siervo y cada uno a su sierva, que habíais dejado libres a su voluntad; y los habéis sujetado para que os sean siervos y siervas.
Jer 34:17 Por tanto, así ha dicho Jehová: Vosotros no me habéis oído para promulgar cada uno libertad a su hermano, y cada uno a su compañero; he aquí que yo promulgo libertad, dice Jehová, a la espada y a la pestilencia y al hambre; y os pondré por afrenta ante todos los reinos de la tierra.
Jer 34:18 Y entregaré a los hombres que traspasaron mi pacto, que no han llevado a efecto las palabras del pacto que celebraron en mi presencia, dividiendo en dos partes el becerro y pasando por medio de ellas;
Jer 34:19 a los príncipes de Judá y a los príncipes de Jerusalén, a los oficiales y a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra, que pasaron entre las partes del becerro,
Jer 34:20 los entregaré en mano de sus enemigos y en mano de los que buscan su vida; y sus cuerpos muertos serán comida de las aves del cielo, y de las bestias de la tierra.
Jer 34:21 Y a Sedequías rey de Judá y a sus príncipes los entregaré en mano de sus enemigos, y en mano de los que buscan su vida, y en mano del ejército del rey de Babilonia, que se ha ido de vosotros.
Jer 34:22 He aquí, mandaré yo, dice Jehová, y los haré volver a esta ciudad, y pelearán contra ella y la tomarán, y la quemarán con fuego; y reduciré a soledad las ciudades de Judá, hasta no quedar morador.
El Pacto con Dios le daba a Israel acceso a la Tierra Prometida como herencia. Sin embargo, implicaba un conjunto de mandamientos y la aspersión de sangre sobre un altar. Esta aspersión implicaba el destino de la parte que rompía el Pacto. Por eso, Hebreos dice que “sin derramamiento de sangre no hay remisión [de pecados]” (Heb. 9:22, traducción literal).
Cuando Israel rompió el Pacto, Dios enfrentó un doloroso dilema. El Pacto exigía la muerte de los transgresores, pero Dios amaba a su pueblo. Si Dios simplemente miraba para otro lado o se negaba a castigar a los transgresores, sus mandamientos nunca serían aplicables y este mundo se hundiría en el caos. No obstante, el Hijo de Dios se ofreció como Sustituto. Murió en nuestro lugar para que “reciba[mos] la promesa de la herencia eterna” (Heb. 9:15, 26; Rom. 3:21-26). Es decir, iba a defender la santidad de su Ley y, al mismo tiempo, salvar a los que quebrantaban esa Ley. Y pudo hacer esto solamente a través de la Cruz.
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