Lección 5 | Miércoles 27 de julio
CÓMO SOBREVIVIR GRACIAS A LA ESPERANZA
“Fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos” (2 Cor. 1:8, 9).
Como apóstol escogido por Dios, Pablo había soportado más que la mayoría de la gente. Sin embargo, Pablo no se doblegó, sino que creció en su alabanza a Dios. Lee su lista de dificultades en 2 Corintios 11:23 al 29. Ahora lee 2 Corintios 1:3 al 11.
2Co 11:23 ¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces.
2Co 11:24 De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno.
2Co 11:25 Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar;
2Co 11:26 en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos;
2Co 11:27 en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez;
2Co 11:28 y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias.
2Co 11:29 ¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?
2Co 1:3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,
2Co 1:4 el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
2Co 1:5 Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.
2Co 1:6 Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos.
2Co 1:7 Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.
2Co 1:8 Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia;(B) pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida.
2Co 1:9 Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos;
2Co 1:10 el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte;
2Co 1:11 cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de mucho.
En 2 Corintios 1:4, Pablo declara que la razón para recibir la compasión y el consuelo de Dios es “para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. ¿Hasta qué punto el sufrimiento podría ser un llamado al ministerio? ¿Cómo podríamos estar más alertas a esta posibilidad?
Por intermedio de nosotros, Dios quiere atender a quienes están heridos. Esto significa que primero puede permitirnos experimentar el mismo tipo de heridas para que podamos ofrecer aliento, compasión y el consuelo de Dios no desde la teoría, sino desde la experiencia. Este es un principio de la vida de Jesús (ver Heb. 4:15).
Las vívidas descripciones paulinas de sus dificultades no son para hacernos sentir lástima por él. Son para que sepamos que, aun cuando estamos en lo más hondo, el Padre todavía puede intervenir para brindarnos su compasión y consuelo. Podemos desesperarnos por nuestra vida, e incluso morir, pero no debemos temer, porque Dios nos está enseñando a depender de él. Podemos confiar en él, porque nuestro Dios “resucita a los muertos” (2 Cor. 1:9).
Mientras Pablo sigue poniendo su vista en la proclamación del evangelio, sabe que Dios también lo rescatará en el futuro. La capacidad de Pablo para mantenerse firme se basa en tres cosas, que menciona en 2 Corintios 1:10 y 11. Primeramente, el historial comprobado de Dios: “Nos libró, y nos libra [...] de
tan gran muerte” (2 Cor. 1:10). En segundo lugar, la determinación de Pablo de fijar su atención en Dios: “En quien esperamos que aún nos librará” (2 Cor. 1:10). En tercer lugar, la intercesión continua de los santos: “Cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración” (2 Cor. 1:11).
¿Qué puedes aprender de Pablo que te ayude a no caer en la autocompasión en medio de tus luchas?

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