Lección: TEMPLANZA EN EL CRISOL
RESEÑA
Texto clave: Mateo 5:5.
Enfoque del estudio: Éxodo 32:1–14; Salmo 62:1–8; Ezequiel 24:15– 27; Mateo 5:43–48; 1 Pedro 2:18–25.
Introducción:
La religión bíblica, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo
Testamento, se caracteriza por la mansedumbre. Moisés se distingue por ser la
persona más mansa de la Tierra (Núm. 12:3). David declaró que “los mansos
heredarán la tierra” (Sal. 37:11). Los profetas anunciaron que Dios bendecirá a
los mansos (Isa. 11:4; 29:19; 66:2; Sof. 2:3; 3:11, 12). Dios mismo se describe
como manso y como promotor de la mansedumbre (Sal. 25:9; 45:4; 147:6). Jesús
era manso (Mat. 11:29; 21:5; 2 Cor. 10:1), y ubicó la mansedumbre en la base
del cristianismo (Mat. 5:5). Los apóstoles eran mansos (2 Cor. 10:1) e instaban
a los cristianos a ser mansos (Gál. 5:23; Efe. 4:2; Col. 3:12; 1 Tim. 6:11; 2
Tim. 2:25; Tito 3:2; Sant. 1:21; 3:13; 4:6; 1 Ped. 3:14; 5:5). Mientras que los
imperios y los reinos de la Tierra se construyen sobre valores como la audacia,
el poder y la conquista militar, la religión de Dios se construye y conquista
con mansedumbre, amor y gracia. Sin embargo, la mansedumbre de Dios no
significa que él sea débil. La mansedumbre es un rasgo esencial del carácter de
Dios y su manera de relacionarse con el Universo y con nosotros los pecadores.
Temática de la lección:
La lección de esta semana destaca dos temas principales: 1. La mansedumbre es esencial para el cristianismo. Sin embargo, igualmente esencial es comprender adecuadamente la mansedumbre bíblica y ponerla en práctica en nuestra vida. La mansedumbre bíblica no surge de un cálculo político; más bien, es una visión auténtica del mundo visto a través del prisma del atributo más fundamental de Dios: el amor. 2. Los cristianos no son mansos por sí mismos. Su fuente de mansedumbre está en su amoroso y misericordioso Dios Triuno: el Padre; el Hijo y Salvador, Jesucristo; y el Espíritu Santo.
COMENTARIO
La mansedumbre ¿es esclava de la moralidad?
Uno de los ataques más fuertes al cristianismo y su concepto de humildad y mansedumbre en el período moderno provino del filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900). El sufrimiento fue una parte constitutiva de la vida de Nietzsche, pero también un aspecto esencial de interés en su filosofía. A una edad muy temprana perdió a su padre y a muchos otros miembros de su familia.
A lo largo de su vida, Nietzsche luchó con problemas de salud debilitantes, y finalmente lo aislaron por una enfermedad mental durante los últimos once años de su vida. Mientras estudiaba lenguas clásicas y filosofía, Nietzsche se interesó especialmente en la cultura griega antigua y su filosofía. Con esta lente, concluyó que Europa había perdido su antiguo vigor. ¿El culpable? ¡Nada menos que el cristianismo! Nietzsche pensaba que el cristianismo robó a Europa su cultura clásica griega y romana de heroísmo, poder y nobleza. Occidente (en realidad, toda la humanidad), según Nietzsche, necesitaba redimir esa perspectiva clásica si quería sobrevivir y prosperar.
Según Nietzsche, hay dos tipos de moralidad: la moral de los amos, de los nobles, del hombre de voluntad fuerte, y la moral de los esclavos o de los débiles. La moral del amo establece sus propios valores, decide su propio curso de acción y los evalúa a través del prisma de las consecuencias, como útiles (buenas) o dañinas (malas). Por lo tanto, la autonomía, el poder, la riqueza, la nobleza, el optimismo, la exuberancia y el coraje se consideran buenos, mientras que la debilidad y la mansedumbre se consideran malas. Al contrario, la moral del esclavo no genera valores ni acciones, sino que simplemente reacciona y se opone a los valores o acciones establecidos por la moral del amo. Mientras que la moral del amo se centra en la acción, la moral del esclavo es reaccionaria (o, como diría Nietzsche, es resentimiento); mientras que la moral del amo es opresiva, la moral del esclavo es subversiva y manipuladora; mientras que la moral del amo es más individualista, la moral del esclavo es más comunitaria.
Para Nietzsche, el cristianismo es otra reacción de los pobres y los débiles, diseñada para derrocar y controlar a los poderosos mediante la manipulación. Los cristianos se han resignado a su destino de esclavitud, y no tienen la voluntad de convertirse en dueños de su propio destino.
Obviamente, la crítica de Nietzsche a la moral cristiana y su concepto fundamental de mansedumbre es una interpretación lamentablemente errónea del cristianismo. La virtud cristiana de la mansedumbre no surge de la impotencia, sino del poder, la justicia y el amor de Dios. Cuando llevaron a Jesús ante la corte judía y un funcionario lo abofeteó, Jesús exigió una respuesta por ese acto injusto (Juan 18:23). Los evangelios dejan en claro que Jesús murió en la Cruz no porque no tuviera forma de escapar (Mat. 26:53), sino porque en forma voluntaria y amante entregó su vida por nuestra salvación (Juan 10:17, 18; 18:4-11; 19:11; Fil. 2:6-9). La mansedumbre cristiana no es el resultado del miedo o la impotencia, sino del amor.
Pablo enseña a los cristianos a vivir “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efe. 4:2). Pablo explica que nos regocijamos en nuestro sufrimiento y sabemos que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom. 5:5). Además, Pablo aclara que Dios nos manifestó su amor cuando éramos impotentes y rebeldes (Rom. 5:6-8). Juan afirma esta verdad bíblica cuando declara: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:17-21).
Al describir a los seres humanos como impotentes, Pablo no denigra a la humanidad, sino que describe la realidad de la condición humana (ver también Rom. 3:26; 7). La Biblia no considera la impotencia humana en términos de una lucha de clases, sino que describe a toda la humanidad como impotente frente al pecado y la muerte. Además, el cristianismo bíblico no denigra falsamente a la humanidad para engañarla y hacer que la gente clame a Dios por gracia. Al contrario, la Biblia describe de manera realista la condición pecaminosa de los seres humanos, y retrata a un Dios que en forma voluntaria y amante se humilla a sí mismo para salvar a una humanidad arrogante y rebelde (Juan 1:11, 12; 3:16).
Como alguien dijo, ¡se necesita fuerza para ser manso! ¡Y se necesita poder divino para amar a la gente pecadora, arrogante y rebelde! Quizás uno de los ejemplos más memorables de la mansedumbre de Jesús sea su oración en la Cruz por los que lo crucificaron y ahora se burlaban de él: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34; ver también Mat. 12:15-20; Hech. 8:32; 1 Ped. 2:21-23). La mansedumbre forma parte del fruto del Espíritu; Dios nos da poder para superar los crisoles de este mundo.
La mansedumbre de Moisés y la ira de Dios
¿Cómo es que, a Moisés, el siervo de Dios, se lo designa la persona más mansa que jamás haya andado sobre la Tierra, mientras que, al mismo tiempo, la Biblia presenta a Dios lleno de ira? Necesitamos entender que la ira de Dios no es lo opuesto a la mansedumbre; la ira divina es la reacción de Dios y su repulsión hacia el pecado. Pero Dios ama sinceramente al pecador. Si Dios fuera arrogante, no habría esperado unos 1.600 años a que los antediluvianos se volvieran a él.
Tampoco habría esperado más de 400 años a que los cananeos llenaran la copa de su iniquidad. Tampoco habría esperado unos 1.500 años a que los israelitas le fueran fieles. Asimismo, Dios no habría esperado unos 2.000 años para que los cristianos cumplieran su misión. Un Dios arrogante habría exterminado a cada una de estas sociedades de inmediato. Pero Dios se dirige a cada una de ellas con amor y esperanza, llamándolas a regresar a una relación con él.
APLICACIÓN A LA VIDA
1. Nuestro Dios es un comunicador perfecto. Él le dice a la gente en forma abierta y comprensible lo que le gusta y lo que no le gusta. Por lo tanto, Dios no deja lugar a dudas con respecto a sus sentimientos sobre el pecado: lo rechaza. Al mismo tiempo, Dios no humilla al pecador con el propósito de subyugarlo. Dios habla de la situación generada por el pecado; al mismo tiempo, ofrece soluciones. Sí, su reacción contra el pecado es inequívoca, pero también lo es su invitación a los pecadores a que se reconcilien con él. Piensa en cómo puedes ser manso y, a la vez, denunciar el pecado en tu vida, en la vida de tu familia y en los miembros de la comunidad.
2. Medita sobre la idea de que nuestra vida es un teatro para que los otros mundos vean y aprendan. Comparte tus sentimientos con el grupo de Escuela Sabática al reflexionar sobre esta idea. ¿Cómo cambia tu vida cuando eres consciente de esta perspectiva más amplia?
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