"DÓNDE ESTÁ DIOS?
Lee Salmos 42:1 al 3; 63:1; 69:1 al 3; y 102:1 al 7. ¿Qué le causa tanto dolor
al salmista?
Sal 42:1 Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
Sal 42:2 Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?
Sal 42:3 Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche,
Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
Sal 63:1 Dios, Dios mío eres tú;
De madrugada te buscaré;
Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela,
En tierra seca y árida donde no hay aguas,
Sal 69:1 Sálvame, oh Dios,
Porque las aguas han entrado hasta el alma.
Sal 69:2 Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie;
He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.
Sal 69:3 Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido;
Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.
Sal 102:1 Jehová, escucha mi oración,
Y llegue a ti mi clamor.
Sal 102:2 No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia;
Inclina a mí tu oído;
Apresúrate a responderme el día que te invocare.
Sal 102:3 Porque mis días se han consumido como humo,
Y mis huesos cual tizón están quemados.
Sal 102:4 Mi corazón está herido, y seco como la hierba,
Por lo cual me olvido de comer mi pan.
Sal 102:5 Por la voz de mi gemido
Mis huesos se han pegado a mi carne.
Sal 102:6 Soy semejante al pelícano del desierto;
Soy como el búho de las soledades;
Sal 102:7 Velo, y soy
Como el pájaro solitario sobre el tejado.
No solo los sufrimientos personales y comunitarios perturban al salmista, sino también, e incluso más, la aparente falta de atención de Dios a las penurias de sus siervos. La ausencia de Dios se siente como una sed intensa en tierra seca (Sal. 42:1-3; 63:1) y una angustia mortal (Sal. 102:2-4). El salmista se siente alejado de Dios y se compara con aves solitarias: “Soy semejante al pelícano del desierto, como el búho de las soledades. Velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado” (Sal. 102:6, 7).
La mención del desierto enfatiza la sensación de aislamiento de Dios. Un pájaro “solitario sobre el tejado” está fuera de su nido, de su lugar de descanso. El salmista clama a Dios “de lo profundo”, como si se viera engullido por aguas caudalosas y se hundiera en un “profundo cieno” (Sal. 69:1-3; 130:1). Estas imágenes describen una situación opresiva de la que no se puede escapar, salvo mediante intervención divina.
Lee Salmos 10:12; 22:1; 27:9; y 39:12. ¿Cómo responde el salmista a la aparente ausencia de Dios?
Sal 10:12 Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano;
No te olvides de los pobres.
Sal 22:1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?(A)
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?
Sal 27:9 No escondas tu rostro de mí.
No apartes con ira a tu siervo;
Mi ayuda has sido.
No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación.
Sal 39:12 Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor.
No calles ante mis lágrimas;
Porque forastero soy para ti,
Y advenedizo, como todos mis padres.
Es notable que los salmistas decidan no callar ante el silencio de Dios. Los salmistas creen inquebrantablemente en la oración, porque la oración se dirige al Dios vivo y misericordioso. Dios sigue estando ahí, aun cuando parece ausente. Continúa siendo el mismo Dios que los escuchó en el pasado, y por eso confían en que los escucha ahora.
Las ocasiones de silencio de Dios hacen que los salmistas se autoexaminen y busquen a Dios, pero con confesión y peticiones humildes. Saben que Dios no callará para siempre. Los salmos demuestran que la comunicación con Dios debe continuar, independientemente de las circunstancias de la vida.
¿Qué podemos aprender de las respuestas de los salmistas a la aparente ausencia de Dios? ¿Cómo respondes tú a los momentos en que Dios parece guardar silencio? ¿Qué sostiene tu fe?
Comentarios
Publicar un comentario