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Lección 9 | REY ETERNO DE PODER INCOMPARABLE | Miércoles 28 de febrero

                                                                                 
Miércoles 28 de febrero | Lección 9

REY ETERNO DE PODER INCOMPARABLE

Lee Salmos 2; 110:1 al 3; 89:4 y 13 al 17; y 110:1, 2, 5 y 6. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de Cristo como Rey?

Sal 2:1  ¿Por qué se amotinan las gentes, 
 Y los pueblos piensan cosas vanas? 
Sal 2:2  Se levantarán los reyes de la tierra, 
 Y príncipes consultarán unidos 
 Contra Jehová y contra su ungido,(A) diciendo: 
Sal 2:3  Rompamos sus ligaduras, 
 Y echemos de nosotros sus cuerdas. 
Sal 2:4  El que mora en los cielos se reirá; 
 El Señor se burlará de ellos. 
Sal 2:5  Luego hablará a ellos en su furor, 
 Y los turbará con su ira. 
Sal 2:6  Pero yo he puesto mi rey 
 Sobre Sion, mi santo monte. 
Sal 2:7  Yo publicaré el decreto; 
 Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; 
 Yo te engendré hoy.
Sal 2:8  Pídeme, y te daré por herencia las naciones, 
 Y como posesión tuya los confines de la tierra. 
Sal 2:9  Los quebrantarás con vara de hierro;
 Como vasija de alfarero los desmenuzarás. 
Sal 2:10  Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; 
 Admitid amonestación, jueces de la tierra. 
Sal 2:11  Servid a Jehová con temor, 
 Y alegraos con temblor. 
Sal 2:12  Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; 
 Pues se inflama de pronto su ira. 
 Bienaventurados todos los que en él confían.     

Sal 110:1  Jehová dijo a mi Señor: 
 Siéntate a mi diestra, 
 Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
Sal 110:2  Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder; 
 Domina en medio de tus enemigos. 
Sal 110:3  Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, 
 En la hermosura de la santidad. 
 Desde el seno de la aurora 
 Tienes tú el rocío de tu juventud. 
Sal 110:4  Juró Jehová, y no se arrepentirá: 
 Tú eres sacerdote para siempre 
 Según el orden de Melquisedec.
Sal 110:5  El Señor está a tu diestra; 
 Quebrantará a los reyes en el día de su ira. 
Sal 110:6  Juzgará entre las naciones, 
 Las llenará de cadáveres; 
 Quebrantará las cabezas en muchas tierras. 

Sal 89:4  Para siempre confirmaré tu descendencia, 
 Y edificaré tu trono por todas las generaciones. Selah 

Sal 89:13  Tuyo es el brazo potente; 
 Fuerte es tu mano, exaltada tu diestra. 
Sal 89:14  Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; 
 Misericordia y verdad van delante de tu rostro. 
Sal 89:15  Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; 
 Andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro. 
Sal 89:16  En tu nombre se alegrará todo el día, 
 Y en tu justicia será enaltecido. 
Sal 89:17  Porque tú eres la gloria de su potencia, 
 Y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder. 

La descripción de Dios como Padre del Mesías apunta a la coronación del rey cuando este fue adoptado en el Pacto de Dios (Sal. 2:7; 89:26-28). Salmo 2:7 prevé la resurrección y la exaltación de Cristo como el amanecer del nuevo Pacto eterno y del sacerdocio real de Cristo (Hech. 13:33-39; Heb. 1:5; 5:5). El Mesías se sienta a la diestra de Dios como alguien que posee honor y autoridad sin precedentes (Sal. 110:1; Hech. 7:55, 56). “Además, la interacción entre el Señor y el ‘ungido’ (Mesías) sugiere incluso una intención de identificar a este Mesías davídico con el Señor mismo. [...] Si el que está sentado a la diestra es el Señor, entonces, el Señor es el Mesías, ya que este último también es visto a la diestra [ver Salmo 110:1, 5]” (Jacques Doukhan, On the Way to Emmaus [Clarksville, MD: Lederer Books, 2012], pp. 26, 27).

Finalmente, Cristo tendrá la victoria absoluta sobre sus enemigos. Hacer de los enemigos un “estrado” es una imagen que refleja la costumbre de los antiguos reyes del Cercano Oriente de colocar sus pies sobre el cuello de sus enemigos derrotados para demostrar el dominio total sobre ellos. Sin embargo, la vara de Cristo no es aquí una herramienta de terror (Sal. 2:9; 110:2).

La vara (“bastón”) la llevaban originalmente los líderes tribales como símbolo de la tribu (Núm. 17:2-10). La vara de Cristo procede de Sion, porque él representa al pueblo de Sion. Su vara es un símbolo del juicio divino, que pone fin al dominio del mal y representa el reinado sin rival de Cristo (Apoc. 2:27; 12:5). Incluso los reyes impíos tienen la oportunidad de arrepentirse y someterse al Mesías (Sal. 2:10-12).

Una representación gráfica de la victoria final de Cristo se encuentra en la escena previa al Advenimiento en Daniel 7, que muestra que, después de que se da el juicio “en favor de los santos del Altísimo” (Dan. 7:22), se establece su Reino, “cuyo reino es reino eterno” (Dan. 7:27). Gracias a la Cruz, la promesa del Reino está asegurada.

Se promete una bendición a todos los que confían en el Rey, y el pueblo se regocija en el reinado soberano y justo del Mesías (Sal. 2:12; 89:15-17).

Qué agradable es saber que, sí, al final, el bien triunfará sobre el mal, se hará justicia, y el dolor y el sufrimiento serán vencidos para siempre. ¿De qué manera debería consolarnos esta verdad ahora que, desde una perspectiva humana, el mal parece prosperar? 

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