Lección 1 | Jueves 4 de abril
NUESTRO SUMO SACERDOTE
Lo que Jesús hizo por nosotros en la Cruz le permite también interceder por nosotros en el Cielo. Nuestro Señor resucitado es nuestro gran Sumo Sacerdote, que nos brinda todo lo que necesitamos para salvarnos y vivir en el Reino de Dios para siempre.
Lee Hebreos 4:15 y 16; y 7:25. ¿En qué medida estos versículos nos dan seguridad en un mundo de tentaciones, sufrimiento, enfermedad y muerte?
Heb 4:15 Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado.
Heb 4:16 Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.
El texto dice que él “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb. 4:15). Y añade: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4:16).
En pocas palabras, Jesús nos presenta ante el universo revestidos de su justicia, salvados por su muerte y redimidos por su sangre. Todo lo que nos debería haber tocado a nosotros, le tocó a él. En Cristo, no hay condenación por los pecados de nuestro pasado. En Cristo, nuestra culpa desaparece, y mediante su poderosa intercesión se rompe el yugo del pecado en nuestra vida. Las cadenas que nos atan se desatan y somos libres.
Lee Juan 17:24 al 26. ¿Cuál es el mayor anhelo de Cristo en el gran conflicto entre el bien y el mal?
Jua 17:24 »Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy. Que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo.
Jua 17:25 »Padre justo, aunque el mundo no te conoce, yo sí te conozco, y éstos reconocen que tú me enviaste.
Jua 17:26 Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos.»
“Consumado ya el gran sacrificio, Cristo subió al Cielo y rehusó la adoración de los ángeles hasta que no hubiese presentado la petición: ‘Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo’ (Juan 17:24). Entonces, con amor y poder indecibles, el Padre respondió desde su trono: ‘Adórenlo todos los ángeles de Dios’ (Heb. 1:6). No había una mancha en Jesús. Acabada su humillación, completado su sacrificio, le fue dado un nombre que está por encima de todo nombre” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 556).
Lo que más desea Jesús es que estemos con él en el Cielo. El deseo de su corazón, la razón de su muerte e intercesión, es salvarnos. ¿Tienes alguna necesidad especial en tu vida? Cuéntasela a Jesús. Donde hay dolor, él trae consuelo. Donde hay miedo, él trae paz. Donde hay culpa, él trae perdón. Donde hay debilidad, él trae fortaleza.
¿Por qué crees que Cristo se sacrificó por nosotros? ¿Qué nos hace tan valiosos para él?
Comentarios
Publicar un comentario