Lección 13 | Jueves 27 de junio
DOS ETERNIDADES
Lee 2 Corintios 5:10; Romanos 14:10 y 11; y Apocalipsis 20:11 al 15. ¿Qué dicen estos pasajes acerca de por qué resucitan los impíos?
2Co 5:10 Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo.
Rom 14:10 Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo menosprecias? ¡Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios!
Rom 14:11 Está escrito: «Tan cierto como que yo vivo —dice el Señor—, ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios.»
Apo 20:11 Luego vi un gran trono blanco y a alguien que estaba sentado en él. De su presencia huyeron la tierra y el cielo, sin dejar rastro alguno.
Apo 20:12 Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Se abrieron unos libros, y luego otro, que es el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según lo que habían hecho, conforme a lo que estaba escrito en los libros.
Apo 20:13 El mar devolvió sus muertos; la muerte y el infierno[l] devolvieron los suyos; y cada uno fue juzgado según lo que había hecho.
Apo 20:14 La muerte y el infierno fueron arrojados al lago de fuego. Este lago de fuego es la muerte segunda.
Apo 20:15 Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de fuego.
Para resolver el problema del pecado de modo que el mal nunca vuelva a surgir, todos deben estar convencidos de que Dios ha sido justo en todos sus caminos. En última instancia, toda rodilla se doblará y reconocerá la justicia de Dios en el Gran Conflicto (incluso Satanás y sus ángeles malos) y que nunca hubo justificación alguna para la rebelión contra Dios. Observa esta perspectiva de Elena de White: “Apenas se abren los libros de registros, y la mirada de Jesús se dirige hacia los impíos, estos se vuelven conscientes de todos los pecados que cometieron. Reconocen exactamente el lugar donde sus pies se apartaron del sendero de la pureza y la santidad, y cuán lejos el orgullo y la rebelión los llevaron en el camino de la violación de la Ley de Dios. Las tentaciones seductoras que fomentaron al ceder al pecado, las bendiciones pervertidas, su desprecio de los mensajeros de Dios, las advertencias rechazadas, las oleadas de misericordia repelidas por corazones obstinados y sin arrepentimiento, todo eso sale a relucir como si estuviese escrito con letras de fuego. [...]
“Todos los impíos del mundo están de pie ante el tribunal de Dios, acusados de alta traición contra el gobierno del Cielo. No hay nadie que defienda la causa de ellos; no tienen excusa; y se pronuncia contra ellos la sentencia de la muerte eterna” (Elena de White, El conflicto de los siglos, pp. 724, 726).
Lee Apocalipsis 20:9; Salmo 37:20; y Malaquías 4:1 y 2. ¿Qué ideas nos dan estos pasajes acerca de la destrucción final del pecado y de los pecadores, y la recompensa de los justos?
Apo 20:9 Marcharán a lo largo y a lo ancho de la tierra, y rodearán el campamento del pueblo de Dios, la ciudad que él ama. Pero caerá fuego del cielo y los consumirá por completo.
Sal 37:20 Los malvados, los enemigos del Señor, acabarán por ser destruidos; desaparecerán como las flores silvestres, se desvanecerán como el humo.
Mal 4:1 »Miren, ya viene el día, ardiente como un horno. Todos los soberbios y todos los malvados serán como paja, y aquel día les prenderá fuego hasta dejarlos sin raíz ni rama —dice el Señor Todopoderoso—.
Mal 4:2 Pero para ustedes que temen mi nombre, se levantará el sol de justicia trayendo en sus rayos[g] salud. Y ustedes saldrán saltando como becerros recién alimentados.
Lo bueno es que Satanás y sus ángeles malos serán destruidos en el lago de fuego. El pecado y los pecadores serán consumidos. Según Apocalipsis 20:9, serán devorados, destruidos; no atormentados eternamente. El siguiente versículo utiliza la expresión “para siempre” o “por los siglos de los siglos” (RVR).
Dependiendo del contexto, la frase “para siempre” o “por los siglos de los siglos” significa “sin fin”, pero hasta que algo se logra por completo. (Ver Éxo. 21:6; 1 Sam. 1:22, 28; Jud. 1:7; 2 Ped. 2:4-6). Para los perdidos, la destrucción en sí, no el acto de destruir, es eterna. Dios no es un torturador eterno.
A fin de cuentas, a todos nos espera una de dos eternidades. Los perdidos, lamentablemente, reciben la “paga” que merecen: la muerte eterna. ¿Por qué, entonces, nuestra única esperanza de no recibir lo que merecemos, que es la muerte, está en confiar en la justicia de Jesús?
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