EL TESTIMONIO DE LA MULTITUD
El último gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y exclamó: “ ‘¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba! Como dice la Escritura, del que cree en mí, ríos de agua viva brotarán de su corazón’ ” (Juan 7:37, 38).
Juan había registrado en numerosas ocasiones las audaces declaraciones de Jesús acerca de sí mismo, de quién era y qué había venido a hacer.
Las líneas citadas anteriormente de Juan 7:37 y 38 son otro ejemplo de lo que Jesús afirmó acerca de sí mismo y de lo que haría en favor de todos aquellos que acudieran a él. Eran afirmaciones sorprendentes.
Cuando Jesús habló a los judíos que asistían a la Fiesta de los Tabernáculos, ¿cuál fue la respuesta de muchos de ellos? Juan 7:37-53.
Jua 7:38 De aquel que cree en mí, como dice[j] la Escritura, brotarán ríos de agua viva.
Jua 7:39 Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él. Hasta ese momento el Espíritu no había sido dado, porque Jesús no había sido glorificado todavía.
Jua 7:40 Al oír sus palabras, algunos de entre la multitud decían: «Verdaderamente éste es el profeta.»
Jua 7:41 Otros afirmaban: «¡Es el Cristo!» Pero otros objetaban: «¿Cómo puede el Cristo venir de Galilea?
Jua 7:42 ¿Acaso no dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David, y de Belén, el pueblo de donde era David?»
Jua 7:43 Por causa de Jesús la gente estaba dividida.
Jua 7:44 Algunos querían arrestarlo, pero nadie le puso las manos encima.
Jua 7:45 Los guardias del templo volvieron a los jefes de los sacerdotes y a los fariseos, quienes los interrogaron: —¿Se puede saber por qué no lo han traído?
Jua 7:46 —¡Nunca nadie ha hablado como ese hombre! —declararon los guardias.
Jua 7:47 —¿Así que también ustedes se han dejado engañar? —replicaron los fariseos—.
Jua 7:48 ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos?
Jua 7:49 ¡No! Pero esta gente, que no sabe nada de la ley, está bajo maldición.
Jua 7:50 Nicodemo, que era uno de ellos y que antes había ido a ver a Jesús, les interpeló:
Jua 7:51 —¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin antes escucharlo y averiguar lo que hace?
Jua 7:52 —¿No eres tú también de Galilea? —protestaron—. Investiga y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta.
Jua 7:53 Entonces todos se fueron a casa.
Algunos dijeron que él era el profeta anunciado por Moisés (ver Deut. 18:15‑19). Otros pensaban que Jesús era el Cristo, el Mesías. Pero esto suscitó el argumento de que el Mesías no vendría de Galilea, que debía ser descendiente de David y que tenía que nacer en Belén, todo lo cual era cierto acerca de Jesús (comparar con Mat. 1; 2), ¡aunque muchos parecían no saberlo!
Incluso los oficiales que lo arrestaron quedaron perplejos ante él y su elocuencia. Los fariseos respondieron a los oficiales con una pregunta. “¿Ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos?” (Juan 7:48). Esta pregunta de los fariseos dio a Juan la oportunidad de convocar nuevamente al testigo Nicodemo, quien tras su encuentro con Jesús procuraba protegerlo de las maquinaciones de sus pares: “¿Juzga nuestra ley a un hombre sin oírlo primero y sin entender lo que ha hecho?” (Juan 7:51).
¿Aceptó Nicodemo a Jesús como el Mesías? Aunque su intervención en favor de Jesús ante el Sanedrín no es suficiente para afirmarlo, tal acción sumada a lo que hizo después de la muerte de Jesús (ver Juan 19:39, 40) es evidencia sólida de que llegó a creer en él. Y así, la respuesta a la pregunta de los fariseos en Juan 7:48 fue: Sí, uno de los fariseos creyó en él.
Lee Juan 7:49. ¿Qué decían los líderes que mostraba su desdén por las masas que seguían a Jesús? ¿Qué lección podemos extraer de ello?
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