¡HE AQUÍ AL HOMBRE!
Lee Juan 18:38 al 19:5. ¿Cómo intentó Pilato persuadir al pueblo para que pidiera la liberación de Jesús?
Jua 18:38 —¿Y qué es la verdad? —preguntó Pilato. Dicho esto, salió otra vez a ver a los judíos. —Yo no encuentro que éste sea culpable de nada —declaró—.
Jua 18:39 Pero como ustedes tienen la costumbre de que les suelte a un preso durante la Pascua, ¿quieren que les suelte al “rey de los judíos”?
Jua 18:40 —¡No, no sueltes a ése; suelta a Barrabás! —volvieron a gritar desaforadamente. Y Barrabás era un bandido.
Jua 19:1 Pilato tomó entonces a Jesús y mandó que lo azotaran.
Jua 19:2 Los soldados, que habían tejido una corona de espinas, se la pusieron a Jesús en la cabeza y lo vistieron con un manto de color púrpura.
Jua 19:3 —¡Viva el rey de los judíos! —le gritaban, mientras se le acercaban para abofetearlo.
Jua 19:4 Pilato volvió a salir. —Aquí lo tienen —dijo a los judíos—. Lo he sacado para que sepan que no lo encuentro culpable de nada.
Jua 19:5 Cuando salió Jesús, llevaba puestos la corona de espinas y el manto de color púrpura. —¡Aquí tienen al hombre! —les dijo Pilato.
Pilato hace referencia a la costumbre de dejar libre a un preso en la época de la Pascua y pregunta si el pueblo quiere que libere “al rey de los judíos”. Sorprendentemente, y de forma bastante irónica, el pueblo pide la liberación de un delincuente llamado Barrabás en lugar del inocente Jesús.
Ahora comienza la burla y la vergüenza de Jesús. Los soldados romanos le colocan una corona de espinas, le ponen un manto púrpura, y se acercan y lo aclaman burlonamente como rey de los judíos. Este tipo de saludo por parte de los soldados era similar a la forma en que saludaban al emperador, pero aquí se hizo en tono de burla.
Apelando a la compasión del gentío, Pilato parece buscar alguna forma de liberar a Jesús. Lo saca con la corona de espinas y el manto púrpura. La escena, no comentada por Juan, muestra a Jesús cubierto en son de burla con un traje real, y al gobernador dirigiéndose a la gente con las palabras: “¡He aquí el hombre!” (Juan 19:5). Esto recuerda al lector las palabras de Juan el Bautista en Juan 1:29: “¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”
Resulta irónico que el gobernador pagano presente al Mesías con este atuendo real ante Israel. Sin embargo, como muestra Juan 19:6 al 16, la turba pide la crucifixión de Jesús, basándose en su afirmación de que es el Hijo de Dios. Esto asusta a Pilato, que se esfuerza aún más por conseguir la liberación de Jesús. Pero los líderes sellan su destino afirmando que liberarlo es oponerse al César. Saben que la lealtad de Pilato al César significaría que no podría liberar a alguien que reclamara el mismo papel del emperador. Los dirigentes dicen que no tienen más rey que el César. Su profundo odio hacia Jesús era mayor que sus aspiraciones nacionales. Para librarse de Jesús, estaban dispuestos a sacrificar sus pretensiones de autonomía nacional.
Qué espanto. Un gobernante pagano quiere liberar a Jesús, mientras que los líderes espirituales de la nación, que deberían haberlo reconocido como el Mesías, ¡querían crucificarlo! ¿Qué lecciones podemos aprender de esto?
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