CBA Libro de Mateo capítulo 3
1. En aquellos días.-
[ Ministerio de Juan el
Bautista, Mat. 3:1-12 = Mar. 1:1-8 = Luc. 3:1-18 . Principal comentario: Mateo y
Lucas; ver diagrama p. 220.] Es decir, cuando Jesús "habitó en una ciudad que se
llama Nazaret" (Mat. 2: 23). Jesús comenzó su ministerio público cuando "era
como de treinta años" (ver com. Luc. 3: 23), hacia fines del año 27 d. C. (DTG
200; ver pp. 233-238; com. Luc. 3: 1). Juan era unos seis meses mayor que Jesús
(ver com. Luc. 1: 39, 57). Hay quienes piensan que el ministerio de Juan comenzó
unos seis meses antes del de Cristo. De haber sido así, Juan pudo haber iniciado
su predicación en los primeros meses de ese mismo año, quizá en torno de la
pascua, cuando grandes multitudes viajaban hacia Jerusalén o salían de la ciudad
pasando por el lugar donde Juan predicaba (ver p. 288, "Desierto de Judea"; com.
Luc. 3: 1).
Las adecuadas ilustraciones empleadas por Juan en su
predicación insinúan que el tiempo de la cosecha no estaba distante (ver com.
Mat. 3: 7, 12).
Los judíos que vivían "en aquellos días" en Palestina, y
especialmente en Judea, estaban al borde de una revolución. Cuando Arquelao fue
depuesto por Augusto en el año 6 d. C., se nombró a un procurador romano para
que gobernara a Judea. La presencia de oficiales y soldados romanos, que habían
procurado imponer la autoridad y los símbolos imperiales, dio como resultado un
levantamiento tras otro. Miles de los más valientes hombres de Israel habían
pagado su patriotismo con sangre y las condiciones eran tales que la gente
anhelaba que hubiera un caudillo decidido que los librara de la cruel opresión
de Roma. Ver p. 56.
Juan el Bautista.-
Con referencia al
significado del nombre Juan, ver com. Luc. 1: 13, y en cuanto a su juventud y
educación, ver com. Luc. 1: 80. Jesús dijo: " "Entre los nacidos de mujeres, no
hay mayor profeta que Juan el Bautista" " (Luc. 7:28). Era "más que profeta"
(ver com. Mat. 11:9). La influencia de Juan sobre el pueblo finalmente llegó a
ser tan grande, que en un primer momento Herodes Antipas vaciló antes de tocarlo
(Mat. 14: 1, 5; Mar. 11:32), y los dirigentes judíos no se atrevieron a hablar
en forma abierta en contra de él (Mat. 21: 26; Luc. 20: 6). Josefo presenta un
relato muy gráfico de la actuación de Juan el Bautista que se asemeja mucho a la
descripción presentada en los Evangelios ( Antigüedades xviii. 5. 2).
Desierto de Judea.-
Esta expresión generalmente se refiere a los
escabrosos y áridos cerros que se encuentran entre el mar Muerto y las montañas
del centro de Palestina; una región de escasas lluvias y pocos habitantes (ver
mapa p. 206). Juan había pasado buena parte de su juventud en el desierto (Luc.
1: 80). Quizá sus padres vivían en Hebrón, o cerca de allí, no lejos del límite
occidental de ese "desierto".
En tiempos del NT, la palabra "desierto"
se empleaba para designar tanto los escabrosos cerros al oeste del mar Muerto
como la parte sur del valle del Jordán. Según Luc. 3:3, Juan iba de lugar en
lugar, a lo largo del valle del Jordán.
Cuando fue prendido por Herodes
Antipas, Juan debe haber estado en territorio de Herodes - quizá en Perea - y,
según Josefo, fue encarcelado en Machaeros, al este del mar Muerto (
Antigüedades xviii. 5. 2). En vista de que el bautismo era parte tan importante
de su programa evangelístico, pareciera que Juan debe haber estado siempre cerca
de un lugar donde hubiera "muchas aguas" (Juan 3:23). Esto quizá explicaría, al
menos en parte, por qué realizó la mayor parte de su obra en la región
"alrededor del Jordán" (Mat. 3: 5; cf. DTG 191-192). Cuando Jesús fue bautizado,
Juan estaba predicando y bautizando en Betábara, o "Betania, al otro lado del
Jordán" (BJ), no lejos del lugar donde Israel había cruzado ese río (DTG 106;
ver com. Juan 1: 28; Jos. 2: l; 3:1, 16). Más tarde continuó su obra en "Enón,
junto a Salim" (Juan 3:23). Ver mapa frente a la p. 353.
2. Arrepentíos.-
Gr. metanoeÇ, "pensar en forma diferente
después", es decir, "cambiar de forma de pensar", "cambiar de propósito".
Comprende mucho más que la confesión del pecado, aunque esto también estaba
incluido en la predicación de Juan (vers. 6). Desde el punto de vista teológico,
la palabra no sólo incluye un cambio de ideas, sino también una nueva dirección
de la voluntad, una modificación de propósitos y actitudes. Ver com. cap. 4: 17.
Reino de los cielos.-
Ver com. Mat. 4: 17; Mar. 1: 15. Cristo
dejó en claro que el reino que estableció en ocasión de su primera venida no era
el reino de gloria (DTG 186). Ese reino sólo existirá " "cuando el Hijo del
Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él" " (Mat. 25: 31).
Sin embargo, Jesús admitió ante Pilato que en verdad era "rey" " (Juan
18:33-37); en verdad, ése era el propósito de su venida al mundo (Juan 18: 37).
Pero explicó que este "reino" no era "de este mundo" (Juan 18:36). El reino que
había venido a establecer no vendría "con advertencia", sino que sería una
realidad en el corazón de quienes creyeran en él y llegaran a ser hijos de Dios
(Luc. 17: 20-21; cf. Juan l: 12; ver com. Mar. 3: 14).
3. Este es.-
Juan mismo afirmó que era la , "voz" de Isa.
40: 3 (Juan 1: 23), y Jesús lo identificó como el "mensajero" de Mal. 3: 1 (Mat.
11: 7-14).
Isaías.-
La profecía a la cual se hace referencia es
la de Isa. 40: 3. La cita que aparece aquí fue tomada casi textualmente de la
LXX. Lucas cita los vers. 3 y 4 en su relato del ministerio de Juan el Bautista
(Luc. 3: 4-5; ver com. Mar. 1: 2).
Voz.-
Era tan sólo una voz,
¡pero qué voz! Su eco se oye todavía resonando a través de los siglos. Como
profeta, Juan fue la "voz" de Dios para la gente de su generación, porque es
profeta aquel que es portavoz de Dios (cf. Exo. 4: 15-16; 7: 1; Eze. 3: 27).
Juan fue la "voz" de Dios que anunció la venida del Verbo de Dios, vivo y hecho
carne (Juan 1: 13-14).
Preparad el camino.-
Juan no sólo proclamó el establecimiento
del "reino de los cielos" (vers. 2), sino también anunció la inminente llegada
de su rey. La figura que se emplea en este versículo es la de la preparación que
debía hacerse por anticipado para la venida del rey. Cuando un monarca del
antiguo Cercano Oriente decidía visitar ciertas partes de su reino, despachaba
mensajeros a
cada distrito que iba a visitar para que anunciaran con
anticipación su visita y ordenaran a sus habitantes que se prepararan para su
llegada. Los habitantes de cada distrito debían "preparar" la ruta por donde
había de viajar, porque esos caminos estaban bastante abandonados. En algunos
lugares todavía se acostumbra reparar los caminos por los cuales el rey o algún
otro personaje eminente está por viajar.
Enderezad sus sendas.-
Puesto que "el reino de Dios está dentro de vosotros" (Luc. 17: 21,
traducción literal del griego), es evidente que la obra de preparación debía
realizarse en el corazón. La preparación de la cual habla aquí Juan es pues el
enderezamiento de los lugares torcidos del corazón humano. Por eso Juan
predicaba un "bautismo de arrepentimiento" (Mar. 1: 4), literalmente, un
"bautismo de cambio de parecer" (ver com. Mat. 3: 2). Debían echarse abajo el
orgullo y la altivez de los hombres (Luc. 3: 5; DTG 186).
4. Vestido.-
Juan no sólo recordaba a sus oyentes el
mensaje de los profetas, sino que también usaba la ropa de los profetas (2 Rey.
1: 8; cf. Zac. 13: 4; DTG 76-77). Su indumentaria era un testimonio tácito de
que la misión profético -en silencio por largo tiempo- había sido restablecida
en Israel. Tanto su indumentaria como sus modales recordaban a los videntes de
la antigüedad.
La sencilla vestimenta de Juan era también un reproche
para los excesos de su época, las "vestiduras delicadas" que se usaban en las
"casas de los reyes" (Mat. 11: 8), y armonizaba con su mensaje de reproche
contra los males del mundo. El "reino" que Juan proclamaba no era "de este
mundo" " (Juan 8: 23); sus vestimentas reflejaban desprecio por las cosas de
este mundo. Juan vivió, así como predicó, para el "reino" invisible. Su
apariencia física reflejaba el mensaje que proclamaba.
Juan fue nazareo
desde su nacimiento (DTG 76-77), y su vida sencilla y frugal estaba en
consonancia con las exigencias de ese voto sagrado (ver Luc. 1: 15; cf. Núm. 6:
3; Juec. 13: 4). Pero no es necesario llegar a la conclusión de que era esenio
(ver pp. 55-56), a pesar de que su modo de vida era similar al de esa gente. Los
esenios se apartaron de la sociedad y se convirtieron en ascetas. Juan pasó
mucho tiempo solo en el desierto, pero no era asceta, porque salía de tanto en
tanto para mezclarse con la gente, aun antes de que comenzara el período oficial
de su ministerio (DTG 76-77). Es verdad que en su tiempo había comunidades
esenias en el "desierto de Judea" (vers. 1), sobre todo en la orilla occidental
del mar Muerto (p. 55), pero no hay ninguna prueba histórica de que Juan se
hubiera asociado con esa austera secta. Sin embargo, cabe señalar que había
entre Juan y los esenios un gran parecido.
Pelo de camello.-
No
un cuero de camello, como algunos han pensado, sino un áspero vestido de pelo
tejido en telar (ver com. anterior).
Cinto de cuero.-
Quizá de
cuero de oveja o de cabra, que llevaba a la cintura para ceñir la vestimenta
exterior que era suelta y larga.
Comida.-
Un régimen frugal es
esencial para tener vigor mental y discernimiento espiritual, y para poder
comprender correctamente y practicar en forma debida las sagradas verdades de la
Palabra de Dios (DTG 75-76). Estas cualidades eran indispensables para Juan,
quien vino "con el espíritu y el poder de Elías" (Luc. 1: 17), y son también
esenciales para los que llevan hoy al mundo el mensaje de Elías.
Langostas.-
Gr. akrís . Ver Nota Adicional al final del
capítulo.
Miel silvestre.-
Quizá no se trate de la savia de
ciertos árboles, como lo han pensado algunos, sino la miel juntada por enjambres
de abejas silvestres y depositada en árboles huecos o tal vez en peñas. Algunos
beduinos todavía recogen miel silvestre para vender.
5. Salía.-
La forma del verbo griego indica una acción
continuada, así como lo hace nuestro pretérito imperfecto. La gente seguía
saliendo o salía repetidas veces. Las multitudes continuaban viniendo para ver y
escuchar a Juan y para recibir el bautismo de él. El hecho de que el pueblo
seguía viniendo testifica de los magníficos informes que propagaban en las
ciudades quienes lo habían escuchado. El hecho de que estuvieran dispuestos a
dejar su trabajo e internarse en el desierto, da testimonio del poderoso
magnetismo que tenía el mensaje de Juan.
Toda Judea.-
El
ministerio de Juan, al igual que el de Cristo, comenzó en la zona de Judea,
quizá a fin de dar a los dirigentes judíos la primera oportunidad de oír y
aceptar el mensaje (Mar. 1: 5; cf. DTG 198-199).
Toda la provincia de
alrededor.-
Poco a poco, a medida que se diseminaba el informe de los
que habían regresado de escuchar a Juan, la gente venía de lugares aun más
distantes (cf. Luc. 3: 3). Es evidente también que Juan mismo iba de lugar en
lugar a fin de alcanzar mejor a la gente de todas partes (ver com. vers. 1).
6. Eran bautizados.-
El verbo Gr.
baptíz Ç quiere decir "bañar", "sumergir". Se empleaba para referirse a la
inmersión de una tela en una tintura, o al acto de sumergir un tiesto en el agua
a fin de llenarlo. También se empleaba en sentido metafórico para referirse a
las heridas recibidas en una batalla. Se dice de Esquilo, que aparece tiñendo
(literalmente "bautizando") a un hombre en la tintura roja de Sardis. También se
empleaba el verbo babtíz Ç para referirse a una persona que se estaba ahogando
en deudas.
El sentido intrínseco de la palabra, junto con los detalles
específicos del relato evangélico, deja en claro que el bautismo de Juan era
administrado por inmersión. Juan el evangelista destaca que Juan el Bautista "
"bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas" "
(Juan 3: 23). Además, los cuatro evangelistas hacen notar que la mayor parte, si
no todo el ministerio de Juan, acaeció en las proximidades del río Jordán (Mat.
3: 6; Mar. 1: 5, 9; Luc. 3: 3; Juan 1: 28). Si Juan no hubiera bautizado por
inmersión, habría encontrado suficiente agua en casi cualquier punto de
Palestina.
Es evidente que lo mismo ocurría con el bautismo cristiano,
porque en la descripción del bautismo del eunuco etíope, se nota que tanto el
que bautizó como el que fue bautizado "descendieron... al agua... y subieron del
agua" (Hech. 8: 38-39). Si hubiera sido adecuado el bautismo por aspersión, el
eunuco, en vez de esperar a que llegaran a "cierta agua" para solicitar el
bautismo (vers. 36), bien podría haberle ofrecido a Felipe agua de la que
llevaba para beber.
Por otra parte, solamente la inmersión refleja con
precisión el simbolismo del rito bautismal. En Rom. 6: 3-11 Pablo enseña que el
bautismo cristiano representa la muerte. El ser bautizado, dice Pablo, es ser
bautizado en la muerte de Cristo (vers. 3), ser sepultado "juntamente con él
para muerte por el bautismo" (vers. 4), ser plantado "juntamente con él en la
semejanza de su muerte" (vers. 5),ser " "crucificado juntamente con él" (vers.
6).Pablo concluye: "Así también vosotros"
" consideraos muertos al
pecado, pero vivos para Dios" " (vers. 11). Es evidente que derramar agua o
asperjarla sobre una persona no puede simbolizar la muerte ni la sepultura.
Pablo aclara más el sentido de lo que dice señalando el importante hecho de que
el salir del bautismo simboliza la resurrección "de los muertos" (vers. 4). Es
evidente que los escritores del NT sólo conocían el bautismo por inmersión.
El uso del agua para la purificación ritual no era novedad en tiempos de
Juan el Bautista. Las leyes levíticas mandaban al leproso sanado (Lev. 14: 9), a
los que habían tenido impurezas físicas (cap. 15), al que había comido animal
mortecino (cap. 17: 15), al sumo sacerdote (cap. 16) y al que se preparaba para
comer cosa santa (22: 6), a que se lavaran para ser limpios. Por lo tanto, el
símbolo del lavamiento para quitar la inmundicia era bien conocido.
La
comunidad de Qumrán practicaba ritos de lavamiento. Las ruinas de su
establecimiento monástico muestran claramente cisternas y estanques con accesos
escalonados para facilitar la entrada y la salida del agua. El Manual de
disciplina describe las ceremonias diarias de purificación y para limpiarse del
pecado. La persona misma cumplía el rito sin que otro lo administrara. Qumrán
queda a poco más de 20 km del lugar donde se cree que Juan bautizaba. Muchos han
querido ver una estrecha relación entre los dos, pero el estudio cuidadoso de
los restos arqueológicos y de los escritos esenios muestra que aunque había
parecidos, no hay por qué pensar que Juan fuera esenio ni que estuviera
siguiendo las costumbres esenias.
Por otra parte, en la literatura
rabínica de épocas posteriores, se mencionan también ritos de purificación
mediante inmersión en agua. Muy posiblemente esto refleje costumbres más
antiguas que los libros mismos, pero esto no se puede asegurar. El que las
escuelas de Hillel y de Shammai aparezcan discutiendo cuestiones de inmersión
ritual indicaría que esto viene del primer siglo (ver Mishnah Pesahim 8. 8). Al
parecer, los prosélitos debían pasar por este rito, como también las mujeres
después de la menstruación (ver Talmud 'Erubin 4b, p. 20; Yebamoth 47a, 47b). Si
bien había algún precedente para la idea de purificación por agua, el bautismo
como tal es diferente a los ritos judíos y esenios.
Es evidente que los
judíos que acudían a Juan en el desierto comprendían el significado de ese rito
y lo consideraban como un procedimiento apropiado. Aun los representantes del
sanedrín que fueron enviados para interrogar a Juan no pusieron en tela de
juicio el rito del bautismo en sí, sino sólo la autoridad de Juan para
realizarlo (Juan 1: 19-28).
En todo el NT se ve que el bautismo
cristiano es sencillamente un símbolo y que no infunde gracia divina. A menos
que una persona crea en Jesucristo (Hech. 8: 37; cf. Rom. 10: 9) y se arrepienta
del pecado (Hech. 2: 38; cf. cap. 19: 18), el bautismo de nada le puede servir.
En otras palabras, no hay poder salvador en el rito mismo, aparte de la fe en el
corazón del que recibe el rito. Por éstas y otras consideraciones, queda en
claro que el bautismo de los párvulos no tiene sentido en lo que concierne a la
salvación del niño. El bautismo sólo puede ser significativo cuando el niño
tiene edad suficiente como para entender la salvación, la fe y el
arrepentimiento.
Los judíos reconocían la validez del bautismo para los
prosélitos, o sea, los gentiles que se habían convertido al judaísmo. El que
Juan lo exigiera de los, judíos mismos -y aun de sus dirigentes religiosos- era
lo más notable de su bautismo. Además, consideraba que su bautismo sólo
preparaba para el bautismo que había de ser administrado por Cristo (Mat. 3:
11). A menos que los judíos aceptaran el bautismo de Juan y el bautismo
subsiguiente del Espíritu Santo por medio de Jesucristo, no eran mejores que los
paganos. El que fueran descendientes de Abrahán de nada les serviría (Mat. 3: 9;
cf. Juan 8: 33, 39, 53; Rom. 11: 21; Gál. 3: 7, 29; Sant. 2: 21; etc.).
Confesando.-
Cuando confesamos, Dios perdona (1 Juan 1: 9). Juan
el Bautista odiaba intensamente toda clase de pecado e impiedad. Dios nunca
envía mensajes que halaguen al pecador; eso sería fatal para la vida eterna. Una
de las evidencias de la reforma genuina es el sincero arrepentimiento del pecado
y el apartarse de él. Del mismo modo, una de las evidencias de que un mensaje en
realidad procede de Dios es que en su presentación señale el pecado y llame al
arrepentimiento y a la confesión. Así ocurrió con los profetas de antaño (ver
Isa. 1: 1-20; 58: 1; etc.), así sucedió en tiempos del NT (Mat. 3: 7; 23: 13-33;
Apoc. 2: 5; 3: 15-18), y así también ocurre hoy (1JT 329). El bautismo de Juan
era un "bautismo de arrepentimiento" " (Mar. 1: 4). Esa era su característica
más notable. Eran los pecados de Israel que estaban a la raíz de todos sus
males, tanto individuales, como nacionales (Isa. 59: 1-2; Jer. 5: 25; etc.).
Procuraban en vano librarse de esas calamidades. Anhelaban la liberación y
rogaban a Dios que los librara del yugo romano, pero la mayor parte de ellos no
comprendían que el pecado debía ser quitado del campamento antes de que Dios
pudiera trabajar en favor de ellos (ver t. IV, pp 32-35).
7. Generación de víboras.-
O " "raza de
víboras" " (BJ). Cristo mismo empleó posteriormente un lenguaje casi idéntico al
dirigirse a los fariseos y saduceos (cap. 12: 34; 23: 33). Se jactaban de ser
hijos de Abrahán (ver com. cap. 3: 9), pero no hacían las "obras de Abrahán"
(Juan 8: 39) y por lo tanto eran hijos de su " "padre el diablo" (vers. 44).
Os enseñó a huir.
No buscaban sinceramente el arrepentimiento al
cual Juan había llamado a hombres y mujeres como única preparación válida para
el reino del Mesías. En vista de esto, ¿por qué habían venido?
Ira.-
Es posible que, por inspiración, Juan estuviera anticipándose a las
indescriptibles escenas de angustia que acompañarían la caída de Jerusalén ante
los ejércitos romanos en el año 70 d. C., días por los cuales Jesús dijo a las
mujeres que lloraran (Luc. 23: 27-29) y por cuya causa aconsejó a sus discípulos
que huyeran de la ciudad (Mat. 24: 15-21; Luc. 21: 20-24). Por supuesto, más
allá de ese día está el gran día de la ira divina, el último gran día de juicio
(Rom. 1: 18; 2 :5, 8; 3: 5; 5: 9; Apoc. 6: 17; etc.).
8. Haced, pues, frutos.-
Ver com. vers. 10. El fruto que
se da revela el carácter (cap.7: 10; cf. cap. 12: 33). La prueba de la
conversión es una transformación de la vida. La prueba de la sinceridad de los
fariseos y saduceos que vinieron al bautismo de Juan sería el cambio radical de
parecer y de conducta que implica la palabra " "arrepentimiento" (ver com. cap.
3: 2). La mera profesión de fe nada vale.
El divino Hortelano espera
pacientemente que madure el fruto del carácter en la vida de quienes profesan
servirle (Luc. 13: 6-9). Pero los "frutos dignos de arrepentimiento", es decir,
los que corresponden con la profesión de arrepentimiento, son los del Espíritu
(Gál. 5: 22-23; 1 Ped.1: 5-7), y sin la presencia
del Espíritu en la
vida, no pueden producirse. Alejados de "la vid" , nadie puede llevar fruto
(Juan 15: 4-5).
9. No penséis.-
"No se os ocurra",
"ni comencéis a pensar". Era el fruto de la fe en la vida, no la prosapia de
Abrahán, lo que importaba (Juan 8: 39; Gál. 3: 7, 29). El fruto del cual hablaba
Juan tendría que producirse en la vida de cada persona, y no se heredaba de una
generación a la siguiente (Eze. 14: 14, 16; 18: 5-13). Lo esencial no era ser
del linaje literal de Abrahán, sino ser de su linaje espiritual, es decir, hacer
las obras de Abrahán.
Abraham.-
Muchos judíos pensaban que por
ser descendientes de Abrahán eran superiores a otros hombres. Consideraban que
ese linaje podía sustituir al arrepentimiento y a las buenas obras demandadas
por Juan y por Jesús. Querían recibir la recompensa del bien hacer sin pagar el
debido precio. Pretendían sustituir con sus obras la fe de Abrahán.
Los
judíos se jactaban permanentemente de ser descendientes de Abrahán (Juan 8: 33,
39). Abrahán era "la piedra" de la cual habían sido "cortados" (Isa. 51: 1-2).
Pero " "Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del
que le teme y hace justicia" " (Hech. 10: 34-35). Sólo los que imitan a Abrahán
pueden tener el privilegio de tenerlo por padre (Gál. 3: 9).
Hijos.-
En arameo, idioma que hablaba Juan el Bautista, es similar el sonido de
la palabra que se traduce "hijos" con la que se traduce como "piedras". La
primera es benim , y la segunda es 'abenin . Más tarde Jesús empleó una
expresión de significado similar (Luc. 19: 40). Quizá Juan quiso decir que sería
más fácil que Dios suscitase hijos a Abrahán de esas piedras que transformar los
empedernidos corazones de los fariseos y saduceos en hijos espirituales de su
tan mencionado padre. También pudo haber querido decir que esos dirigentes no
eran indispensables, y que Dios podía reemplazarlos convirtiendo piedras en
seres humanos.
10. El hacha.-
Símbolo de juicio o castigo.
Está puesta.-
El hacha está
puesta a la raíz, lista para la acción. Se insinúa que pronto habrá de
emplearse.
Los árboles.-
En el AT se emplea con frecuencia
árboles para representar gente (Eze.17: 22-24; cf. Sal. 1: 3), y los oyentes de
Juan comprendían perfectamente lo que él decía. Al igual que Juan, Cristo empleó
la figura de un árbol para representar al pueblo de Israel (Luc. 13: 6-9; Mat.
21: 19-20).
No da.-
Ver com. Luc. 13: 6-9. Isaías había empleado
la figura de una viña que no producía sino "uvas silvestres", para describir el
tierno cuidado de Dios para con su pueblo y cómo éste había sido completamente
rechazado por no haber producido " "uvas" " (Isa. 5: 1-7; cf. Mat. 21: 33-41).
Buen fruto.-
Sólo una persona buena puede producir una cosecha
de buenos hábitos, de los cuales se cosecha un buen carácter (Gál. 5: 22-23).
Cortado.-
Comparar esto con la parábola de las uvas silvestres
de Isaías (Isa. 5: 1-7) y la parábola de Cristo acerca de la higuera estéril
(Luc. 13: 6-9). La parábola de Jesús indica que Dios es longánime, pero que si
no se aprecian sus ofrecimientos de misericordia, finalmente acaba por
retirarlos. La nación judía casi había llegado al fin de su tiempo de gracia y
estaba a punto de ser rechazada (ver t. IV, pp. 32-38).
Echado en el
fuego.-
En los escritos judíos, el "fuego" era un elemento importante
del juicio final.
11. En agua.-
Juan muestra claramente que comprendía que su bautismo sólo anticipaba
la obra de Cristo.
El que viene.-
Juan ya había dicho que su
tarea era la de ser heraldo que anunciaba la venida del Señor (vers. 3). "El que
viene" era un nombre que comúnmente aplicaban los judíos al Mesías esperado.
Tras mí.-
Es decir, " "después de mí" , con referencia a tiempo.
Juan era el mensajero enviado "delante" de la "faz" del Señor (Mar. 1: 2).
Calzado.-
Gr. hupod'mata , literalmente, "lo que se ata debajo".
Este "calzado" era una suela que se ataba al pie con correas, una especie de
sandalia. Los romanos llevaban zapatos; los, judíos no.
Yo no soy digno
de llevar.-
Según Lucas, "no soy digno de desatar" (cap. 3: 16). Mateo
habla de quitar la sandalia. "Desatar" o "llevar" el calzado era el humilde
trabajo de un esclavo. Al afirmar que era indigno de rendir siquiera este
servicio para Cristo, Juan se estaba colocando por deba o del nivel de un
esclavo. Es como si Juan hubiera dicho, "cuyo esclavo no soy digno de ser". Se
esperaba que 293 los seguidores de un gran maestro le prestaran muchos servicios
personales, pero según un dicho rabínico "todo tipo de servicio que un esclavo
debe rendir a su amo, un alumno debe prestar a su maestro, salvo el de quitarle
el calzado" (Talmud Kethuboth 96a).
Más poderoso que yo.-
Más
tarde Juan testificó acerca de Cristo: "Es necesario que él crezca, pero que yo
mengüe" (Juan 3: 30). La predicación de Juan estaba tan llena de poder que
muchas personas creyeron que él era el Mesías. Aun los dirigentes de la nación
se vieron obligados a considerar seriamente esta posibilidad (Juan 1: 19-20).
Cristo mismo dijo de Juan que " "no se ha levantado otro mayor que Juan el
Bautista" " (Mat. 11: 11). A pesar de la acogida que le dio el público, Juan
siempre mantuvo el verdadero concepto de su relación con Aquel que era "más
poderoso" que él. Bienaventurado el que no obstante su éxito y popularidad sigue
siendo humilde a sus propios ojos.
Espíritu Santo.-
Los judíos
conocían bien este término. David había implorado: "No quites de mí tu santo
Espíritu" (Sal. 51: 11). Isaías afirmó que Israel hizo "enojar su santo
Espíritu" (Isa. 63: 10-11) y habló del "Espíritu de Jehová el Señor" que
descansaría sobre el Mesías (cap. 61: 1). Juan no parece haber hecho resaltar el
bautismo del Espíritu Santo (Hech. 19: 2-6). Con referencia a esta expresión,
ver com. Mat. 1: 18.
Fuego.-
El fuego y el agua son dos grandes
instrumentos purificadores naturales, y es apropiado que se emplee a los dos
para representar la regeneración del corazón. Así también son los dos medios por
los cuales Dios ha purificado, o habrá de purificar, a este mundo del pecado y
de los pecadores (2 Ped. 3: 5-7). Si los hombres se aferran al pecado,
finalmente habrán de ser consumidos con él. Mucho mejor es permitir que el
Espíritu Santo lleve a cabo ahora la obra de purificación cuando todavía hay un
tiempo de gracia. Los seres humanos serán limpiados del pecado, o serán
destruidos, junto con él. Dijo Pablo: " "La obra de cada uno... por el fuego
será declarada" " (1 Cor. 3: 13).
No queda claro en qué sentido Cristo
habría de bautizar en fuego. Es posible que esta declaración se refiriera por
anticipado al Pentecostés, cuando los discípulos fueron bautizados con el
Espíritu Santo bajo la forma simbólica del fuego (Hech. 2: 3-4). También podría
referirse al fuego del día final, lo que podría entenderse por el paralelismo
natural de Mat. 3: 12 (ver com. vers. 12). Podría referirse a la gracia de Dios
que purifica el alma, o quizá a las pruebas de fuego que, según Pedro, probarían
al cristiano (1 Ped. 4: 12; cf. Luc. 12: 49-50). Quizá las palabras de Juan el
Bautista comprendan más de un aspecto del simbolismo bíblico relacionado con
fuego.
12. Aventador.-
Gr. ptúon ,
"pala de aventar" o "bieldo", con el cual se levantaba el grano de la era y se
lo echaba al viento para que se separara el tamo (ver com. Rut 3: 2). El grano
caía de nuevo al suelo, pero el viento se llevaba el tamo, que era después
recogido y quemado.
Limpiará su era.-
El griego emplea el verbo
diakatharízÇ , "limpiar completamente", "limpiar de punta a punta". La figura es
la de un agricultor que comienza a limpiar desde un extremo de su era y limpia
sistemáticamente hasta el otro.
Recogerá su trigo.-
El proceso
de separar a los justos de los impíos se realiza al "fin del siglo" (ver cap.
13: 30, 39-43, 49-50).
Quemará la paja.-
Esto hacía con
frecuencia el agricultor palestino una vez que el trigo había sido
cuidadosamente guardado. Cf. com. Sal. 1: 4.
Que nunca se apagará.-
Gr. ásbestos , "inextinguible" o "no extinguido". Sin duda Juan el
Bautista basó su mensaje en las palabras de Malaquías (cap. 3: 1-3; ver Mar. 1:
2). Cristo dio específicamente que Juan había cumplido la predicción de
Malaquías (Mal. 4: 5; cf. Mat. 11: 14; 17:12). Cuando Juan habló de "fuego que
nunca se apagará" bien pudo haber tenido en cuenta las palabras de Mal. 4: 1,
acerca del día del Señor, "ardiente como un horno", cuando los impíos serían
como ,estopa". El fuego de ese gran día, según Malaquías, los consumiría de modo
que no quedaría ni "raíz ni rama" (cap. 4: 1; cf. cap. 3: 2-3; ver Josefo,
Guerra ii. 17. 6).
Lejos de presentar la idea de un fuego que arde para
siempre en el cual los impíos serán atormentados eternamente, las Escrituras
hacen resaltar que los réprobos serán quemados de modo tan completo que no
quedará ni rastro de ellos. La idea de un infierno que arde para siempre no
aparece en la Biblia, y es totalmente ajena al carácter de Dios. Las Escrituras
afirman que Sodoma y Gomorra " "fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo
del fuego eterno" " (Jud. 7; cf. 2 Ped. 2: 6). 294 Pero el fuego que consumió
esas impías ciudades se apagó hace mucho; hoy ya no arde. Sin embargo, esas
ciudades fueron dadas como "ejemplo" de lo que será el fuego del último gran
día.
Así también Jeremías predijo que Dios encendería un fuego en las
puertas de Jerusalén que consumiría aun los palacios de la ciudad y no se
apagaría (Jer. 17: 27). Esto se cumplió literalmente pocos años después, cuando
Nabucodonosor tomó la ciudad en el año 586 a. C. (Jer. 52: 12-13; cf. Neh. 1:
3). Es evidente que ese fuego no arde hoy. Así como se consumía totalmente la
paja de una era en Palestina, y no quedaba más que ceniza, así también los
impíos serán quemados con "fuego que nunca se apagará" en el último gran día
hasta que no quede más que ceniza (Mal. 4: 3). "La paga del pecado es muerte"
(Rom. 6: 23), muerte eterna, no una vida eterna milagrosamente conservada por un
Dios vengativo, en medio de un fuego que nunca se apaga. A los justos se les
promete vida eterna (Rom. 2: 7) y la muerte de los impíos será tan permanente
como la vida de los justos (ver com. Isa. 66: 24).
13. Entonces Jesús vino.-
[ El bautismo, Mal. 3:13-17 =
Mar. 1: 9-11 = Luc. 3: 21-23ª . Comentario principal: Mateo y Lucas. Ver mapa p.
206; diagramas p. 218.] Corría el otoño (hemisferio norte) del año 27 d. C. y es
posible que Juan el Bautista hubiera estado predicando ya durante unos seis
meses (ver com. Mat. 3: 1). En el otoño se llevaban a cabo tres fiestas
importantes: (1) Rosh Hashanah, o la fiesta de las trompetas (ver t. 1, p. 722;
com. Lev. 23: 24; Núm. 29: 1); (2) Yom Kippur, el día de la expiación (ver t. 1,
p. 718-719, 722; com. Exo. 30: 10; Lev. 16); (3) Succoth, la fiesta de los
tabernáculos, o "cabañas", RVA (ver t. 1, p. 723; com. Exo. 23: 16; Lev. 23:
34). En esta tercera fiesta se esperaba que todos los varones se presentaran
ante el Señor en Jerusalén (Exo. 23: 14-17). Puesto que el bautismo de Cristo
ocurrió en el otoño, es razonable pensar que pudo haber sucedido en relación con
su ida a esa fiesta en Jerusalén. Con frecuencia los judíos que viajaban desde
Galilea a Jerusalén tomaban el camino del valle del Jordán (ver com. Luc. 2:
42). Si Jesús viajó por esta ruta en su viaje a Jerusalén, habría pasado cerca
de donde Juan estaba predicando y bautizando en Betábara (Betania al otro lado
del Jordán) en Perea, frente a Jericó (ver Juan 1: 28; DTG 106; com. Mat. 3: 1).
Cuando Jesús escuchó el mensaje proclamado por Juan, reconoció su
llamado (DTG 84). Así concluyó su vida privada en Nazaret y comenzaron sus tres
años y medio de ministerio público, desde el otoño del año 27 d. C. hasta la
primavera del año 31 d. C. (DTG 200; cf. Hech. 1: 21-22; 10: 37-40; ver diagrama
p. 218).
De Galilea a Juan al Jordán.-
Ver com. Mar. 1: 9. La
distancia desde el mar de Galilea hasta el mar Muerto es de unos 105 km.
Para ser bautizado.-
Jesús había oído del mensaje de Juan
mientras aún trabajaba en la carpintería de Nazaret (DTG 84), y partió para
nunca más volver a su trabajo allí.
14. Se
le oponía.-
Aunque Jesús y Juan eran parientes, no se habían tratado
(DTG 84; cf. Juan 1:31-33). Juan había sabido de los acontecimientos
relacionados con el nacimiento y la niñez de Jesús, y creía que era el Mesías
(DTG 84). Además, se le había revelado a Juan que el Mesías vendría para recibir
de él el bautismo y que se le daría señal para identificarlo como el Mesías (DTG
84-85; cf. Juan 1: 31-33).
Yo necesito.-
Juan estaba
impresionado con la perfección del carácter de Aquel que estaba delante de él y
con su propia necesidad como pecador (DTG 84-86; cf. Isa. 6: 5; Luc. 5: 8). Así
ocurre cada vez que el pecador acude ante la presencia divina. Hay primero la
conciencia de la majestad y la perfección de Dios y luego la convicción de la
propia indignidad y necesidad del poder salvador de Dios. Cuando el pecador
reconoce y admite su condición perdida, su corazón se contrasta y se prepara
para la obra transformadora del Espíritu Santo (Sal. 34: 18; 51: 10-11, 17; Isa.
57: 15; 66: 2). Si no hay primeramente un sentimiento de la necesidad que uno
tiene del Salvador, no existe el deseo de recibir el misericordioso don que Dios
tiene para ofrecer al pecador arrepentido, y en consecuencia el cielo nada puede
hacer en favor del hombre (ver com. Isa. 6: 5).
¿Tú vienes a mí? .-
Cara a cara con Aquel más poderoso que él (vers. 11), Juan, movido por
un espíritu de humildad y sintiendo su propia indignidad, no quiso administrar
el " "bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados" " (Mar. 1: 4) al que
no tenía pecado (Juan 8: 46: 2 Cor. 5: 21; Heb. 4: 15; 1 Ped. 2: 22). Le parecía
indebido bautizar a Jesús. Sin duda no comprendía plenamente que Jesús debía
establecer un modelo para todo pecador salvado por gracia.
15. Deja.-
Juan no debía de negarse
a cumplir con lo que Jesús pedía, aunque le pudiera parecer que era indebido que
bautizara a Jesús.
Conviene.-
De ninguna manera era adecuado
bautizar a Jesús como reconocimiento de sus pecados, porque no tenía pecados de
los cuales arrepentirse. Pero como nuestro ejemplo, era conveniente y apropiado
que Jesús aceptara el bautismo (ver DTG 85-86).
Cumplamos toda
justicia.-
En ocasión de su bautismo, Jesús puso de lado su vida
privada. Ya no era más sencillamente un hombre perfecto entre los hombres. En
adelante habría de ocuparse de su ministerio activo y público, como Salvador de
hombres. El que Cristo se sometiera al bautismo de Juan confirmó el ministerio
del Bautista colocó el sello de aprobación celestial sobre él.
16. Subió luego del agua.-
Al salir
del Jordán, Jesús se arrodilló en la orilla del río para orar pidiendo
específicamente que el Padre le diera una prueba de que aceptaba a la humanidad
en la persona de su Hijo, y pidió también por el éxito de su misión (Luc. 3: 21;
DTG 85-87).
He aquí.-
Esta expresión aparece con frecuencia en
Mateo y Lucas. Por lo general se emplea para introducir una nueva porción del
relato o para llamar la atención a los detalles del relato que el autor
considera de especial importancia.
Los cielos le fueron abiertos.-
Por un momento, las puertas de un mundo invisible se abrieron, como
ocurrió también en otras ocasiones importantes (Hech. 7: 55-57).
Vio.-
Mateo y Marcos (cap. 1: 10) observan que Jesús contempló el descenso
visible del Espíritu Santo. Juan dice que también el Bautista fue testigo de la
manifestación divina (cap. 1: 32-34). Lucas sencillamente dice que ocurrió esa
manifestación (cap. 3: 21-22). Es posible que unos pocos más, quizá algunos de
los discípulos de Juan y algunas otras personas piadosas, cuyas almas estaban a
tono con el cielo, vieran también lo que ocurrió (DTG 86-87 110-111). El resto
de la multitud que se había congregado sólo vio la luz del cielo sobre el rostro
de Jesús y sintió la santa solemnidad de la ocasión. Esta manifestación de la
gloria y de la voz del Padre vino en respuesta a la plegaria del Salvador en
procura de fuerza y sabiduría para seguir con su misión. Juan también reconoció
que esa era la señal que le había sido prometida, por la cual habría de
reconocer al "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1: 29-34). Y
finalmente, la sublime escena había de fortalecer la fe de quienes la habían
presenciado y los prepararía para el anuncio mediante el cual Juan identificó al
Mesías 40 días más tarde.
Espíritu de Dios.-
No hay razón para
suponer que la presencia y la influencia del Espíritu Santo no habían acompañado
a Jesús desde su nacimiento. Lo que aquí se destaca es el ungimiento especial
para proporcionar el poder necesario para cumplir la tarea que se le había
asignado (Hech. 10: 38; ver com. Luc. 2: 49), así como lo había predicho el
profeta Isaías (Isa. 11: 2-3). La obra del Espíritu Santo en el desarrollo del
carácter debe distinguirse del don del Espíritu que hace idóneos a ciertos
hombres para desempeñar algunas tareas (1 Cor. 12: 4-11).
Como paloma.-
Puede interpretarse que el Espíritu descendió así como desciende una
paloma, o que se hizo visible con forma de paloma (Luc. 3: 22). Se nos dice que
se trataba de una luz en forma de paloma (DTG 86-87). Quizá fue una
manifestación similar a la de las lenguas de fuego de Pentecostés (Hech. 2: 3).
La paloma era el símbolo que empleaban los rabinos para representar a la nación
de Israel. Los artistas cristianos han empleado la paloma como símbolo del
Espíritu Santo, sin duda debido a este hecho.
17. Una voz de los cielos.-
En tres ocasiones durante la
vida de Cristo se oyó la voz del Padre desde el cielo que daba testimonio acerca
de su Hijo: en su bautismo, en la transfiguración (Mat. 17: 5; 2 Ped. 1: 16-18)
y cuando se alejó del templo por última vez (Juan 12: 28).
Este es mi
Hijo amado.-
O también "éste es mi Hijo, el amado". Debe notarse que en
Mar. 1: 11 y Luc. 3: 22 la voz dice: "Tú eres mi Hijo amado". Unas pocas
versiones dicen lo mis en Mat. 3: 17.
En esta declaración se combinan
las ideas y las palabras de Sal. 2: 7 y de Isa. 42: 1. Según Mateo, el Padre se
dirige a Juan y a unos pocos testigos (ver com. Mat. 3: 16), al paso que según
Marcos y Lucas el Padre habla a Jesús directamente (Mar. 1: 11; Luc. 3: 22).
Algunos han considerado que esta diferencia constituye un error en el relato
evangélico. Con referencia a esta y otras supuestas discrepancias, ver la
segunda Nota Adicional al final del capítulo.
Tengo complacencia.-
Comparar con las palabras de Isa. 42: 1. La forma verbal griega, eudók '
sa, "me pareció bien" o "me agradó", tiene una idea diferente de la que
transmite la traducción española. Habla de una elección hecha, de una decisión
en favor de alguien, de un sello de aprobación concedido a una persona.
CBA T5
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