1. Mucha gente.
Con el vers. 1 termina el relato del Sermón del Monte. Mateo dice que mucha gente acompañaba a Jesús, tanto antes del Sermón del Monte (cap. 4: 24-25) como después del mismo (cap. 8: 1). Ver com. Mar. 1: 45 donde se presenta el marco cronológico dentro del cual el autor de otro Evangelio sinóptico habla de grandes multitudes en este período del ministerio de Cristo.
2. Un leproso.
[ Un leproso, Mat. 8: 2-4 = Mar. 1: 40-45 = Luc. 5: 12-16. Comentario principal: Marcos.] Según Marcos (cap. 1: 40-45) y Lucas (cap. 5: 12-16) este episodio acaeció antes de la presentación del Sermón del Monte. Al parecer, Mateo sigue un orden temático y no estrictamente cronológico en su presentación de los acontecimientos de la vida de Jesús (ver p. 268). Según todas las evidencias, el hecho que se registra en Mat. 8: 5-13 ocurrió en seguida después del Sermón del Monte (ver com. Luc. 7: 1), quizá el mismo día.
Se postró.
Gr. proskuné Ç o , "rendir homenaje", generalmente postrado o de rodillas. El verbo proskuné Ç no necesariamente indica reconocimiento de divinidad (ver com. Est. 3: 2).
5. Entrando Jesús en Capernaúm.
[ Jesús sana al siervo de un centurión, Mat. 8: 5-13 = Luc. 7: 1-10. Comentario principal: Lucas.]
6. Gravemente atormentado.
Ver com. cap. 4: 24.
11. Vendrán muchos.
Lucas omite de su relato la declaración de Cristo acerca de la congregación de los gentiles (Mat. 8: 11-12), pero emplea una afirmación similar en otro pasaje (Luc. 13: 28-29). La congregación de las naciones gentiles era un tema común de los profetas del AT (ver t. IV, pp. 27-40).
Se sentarán.
Gr. anaklín Ç, "reclinarse". Con referencia a la manera de comer, ver com. Mar. 2: 15. Con frecuencia los escritores bíblicos emplean la figura del banquete para representar los goces del reino mesiánico (Isa. 25: 6; Luc. 13: 29; 14: 15; Apoc. 19: 9).
12. Hijos del reino.
Ver com. cap. 3: 9. La expresión "hijos del reino" era una frase común hebrea empleada generalmente para describir a los que en verdad tenían derecho a heredar el reino.
Las tinieblas de afuera.
Este símbolo representa la aniquilación final de los impenitentes empedernidos.
El lloro y el crujir.
Mateo registra otros casos cuando Jesús empleó esta expresión para describir el remordimiento de los réprobos al contemplar su triste fin en contraste con el gozo que podrían haber tenido (cap. 13: 42, 50; 22: 13; 24: 51; 25: 30). La misma expresión aparece con frecuencia en la literatura judía de la época que describe los sufrimientos de la Gehenna (ver com. cap. 5: 22).
13. En aquella misma hora.
Con frecuencia se habla del sanamiento instantáneo (cap. 9: 22; 15: 28; 17: 18). Si bien algunos MSS añaden la frase: " "y cuando volvió el senturión a su casa en aquella misma hora encotró al siervo sano" " , la evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto corto: " "fue sanado en aquella hora" .
14. Casa de Pedro.
[ Jesús sana a la suegra de Pedro, Mat. 8: 14-17 = Mar. 1: 29-34 = Luc. 4: 38-41. Comentario principal: Marcos.]
16. Con la palabra.
También podría traducirse, "con una palabra".
17. Tomó.
Al parecer, Mateo da aquí una paráfrasis o traducción libre de Isa. 53: 4. El pasaje de Isaías se refiere en primera instancia a las "enfermedades" del pecado, según puede verse claramente por el contexto (ver com. cap. 53: 4). Mateo lo interpreta en sentido más literal. En su humanidad Cristo fue plenamente capaz de sentir y expresar simpatía humana, y verdaderamente sintió lo que nosotros sentimos y se compadeció de nosotros (cf. Juan 1: 14; Fil. 2: 6-8; etc.).
Llevó.
Gr. bastáz Ç, "cargar", "levantar". La misma palabra se emplea en cap. 3: 11 en relación con el calzado (ver com. cap. 3: 11).
18. Viéndose Jesús.
[ Jesús calma la tempestad, Mat. 8: 18, 23-27 = Mar. 4: 35-41 = Luc. 8: 22-25. Comentario principal: Mateo. Ver mapa p. 210; diagrama p. 221.] Los tres Evangelios sinópticos registran el relato de la tempestad apaciguada, la curación de los endemoniados de Gadara, la curación de la mujer inválida y la resurrección de la hija de Jairo, siempre en este mismo orden. Como de costumbre, el relato de Marcos contiene muchos detalles gráficos que no son mencionados ni por Mateo ni por Lucas. El primero de estos milagros ocurrió la noche después del sermón de Jesús, junto al mar, en el cual presentó las parábolas registradas en Mat. 13. Por lo tanto, cronológicamente, el apaciguamiento de la tempestad registrado en el cap. 8 sigue a las parábolas registradas en el cap. 13. Marcos y Lucas, que siguen un orden más cronológico, colocan estos milagros después del sermón junto al mar. El hecho que se registra aquí probablemente ocurrió a comienzos del otoño (septiembre-octubre) del año 29 d. C. (ver com. Luc. 7: 11), durante el transcurso del segundo viaje misionero por Galilea. Cansado y exhausto por haber pasado muchos días de agotador ministerio público, Jesús cruzó el lago para poder descansar y apartarse un poco de las multitudes que lo rodeaban.
Mucha gente.
Grandes multitudes seguían a Jesús dondequiera iba (Mat. 4: 25; Mar. 3: 7; 4: 1), de tal modo que a menudo no tenía ni siquiera tiempo de comer (Mar. 3: 20; DTG 300). Mientras cruzaba el lago, vencido por la fatiga y el hambre, Jesús no tardó en quedarse dormido (DTG 300-301). Aun para Cristo, ministrar a las necesidades físicas y espirituales de la gente exigía el desgaste de fuerzas que debían ser restauradas mediante descanso y alimento. Por esta razón el Salvador buscó unas pocas horas de respiro en medio de sus incesantes labores.
Otro lado.
Es decir, la región de Decápolis, frente a Galilea (ver p. 48), al sureste del mar de Galilea. Esta zona, escasamente poblada, era mayormente pagana; no hay registro alguno de que los escribas y fariseos alguna vez hubieran seguido a Jesús a esos lugares.
19. Un escriba.
[Los que querían seguir a Jesús, Mat. 8: 19-22. Ver mapa p. 209.] A pesar del aparente parecido de este pasaje con el de Lucas (Luc. 9: 57-62), es muy probable que estos pasajes se refieran a dos ocasiones separadas y diferentes. Aunque Mateo no sigue un orden estrictamente cronológico, dentro del relato del cruce del lago (vers. 18, 23-27) ha insertado este relato de dos hombres que se ofrecieron a ser discípulos de Jesús. Al parecer, la única conclusión razonable es que estos dos voluntarios se acercaron a Jesús al final del sermón junto al mar (ver com. vers. 18), mientras se disponía a cruzar al otro lado del lago.
El relato similar de Lucas aparece en el registro de la partida final de Jesús desde Galilea hacia Jerusalén (Luc. 9: 51, 57). Precede al relato del envío de los setenta a las ciudades y aldeas de Samaria y de Perea (cap. 9: 62; 10: 1) y por lo tanto parecería estar estrechamente relacionado con estos acontecimientos. Jesús se retiró de Galilea para viajar a Jerusalén y a Perea a fines del otoño (septiembre-noviembre) del año 30 d. C. (ver com. cap. 9: 51). Además, debería notarse que Jesús respondió a Judas con palabras similares a las que se registran en Mat. 8: 19-20, cuando éste se presentó como voluntario al discipulado en el verano del año 29 d. C., varias semanas antes del sermón junto al mar (ver DTG 260; 2SP 305-306; com. Mat. 5: 1). Posiblemente Jesús tenía la costumbre de advertir a cada discípulo voluntario, como también a los que él mismo llamaba personalmente, de las privaciones y los sacrificios que acompañaban al discipulado, y en varias ocasiones puede haber empleado palabras similares a las que se registran aquí.
Muchos han intentado identificar al "escriba" que se acercó a Jesús, pero en el mejor de los casos, sólo pueden considerarse como conjeturas. Con referencia a la posición del escriba en tiempos de Jesús, ver com. Mar. 1: 22. Sin duda, por su cultura, educación y posición social, un escriba encontraría que las privaciones del discipulado eran más difíciles de soportar para él que para un pescador. Ver com. Mar. 2: 10.
Maestro.
Gr. didáskalos , "maestro", "profesor" (ver com. cap. 12: 38).
Te seguiré.
Este escriba era un voluntario quien, con estas palabras, pedía ser aceptado como discípulo y dedicar así todo su tiempo a la obra. Del mismo modo, cuando Jesús le dijo: "Sígueme" , le estaba extendiendo una invitación al discipulado, con exclusión de toda otra actividad (ver com. Mat. 4: 19; Mar. 2:14). Es posible que hasta ese momento el escriba hubiera seguido a Cristo ocasionalmente, y hubiera visto y oído lo suficiente como para hacer surgir en su corazón el deseo de estar con el Maestro constantemente y de aprender de él. Por otra parte, parecería que fuera una persona más bien temperamental, acostumbrada a actuar más por impulso que por principio, y que no había considerado plenamente el costo del discipulado (Luc. 14: 25-33).
Adondequiera que vayas.
Comparar esto con las palabras de Rut a Noemí (Rut 1: 16) y las de Pedro a Cristo (Luc. 22: 33). Sin embargo, en el caso del escriba, estas palabras pueden no haber significado más que la intención de ser un discípulo permanente. Le faltaba la fidelidad de Rut y manifestaba la inconstancia de Pedro (ver com. Mar. 3: 16). El discipulado exige firmeza de propósito y paciencia frente a la dificultad o al chasco (ver com. Luc. 9: 62).
20. Nidos.
Gr. katask 'nÇ sis , "lugar donde vivir", "vivienda". Muchas veces la palabra indica vivienda temporaria, tal como una tienda de campaña.
El Hijo del Hombre.
Ver com. Mat. 1:1; Mar. 2: 10; Nota Adicional de Juan 1.
Recostar su cabeza.
A fin de cumplir la misión que había venido a realizar a la tierra, Cristo pasó la mayor parte de su ministerio yendo de un lugar a otro, no sin un propósito (ver com. Luc. 2: 49), pero sin lugar de domicilio fijo. El que estuviera acostumbrado a las comodidades de su hogar, como quizá lo estaba este escriba, sin duda encontraría difícil y desagradable esa vida itinerante. Quienes hayan de ser testigos del Evangelio deberán siempre estar dispuestos a soportar penalidades como buenos soldados de Jesucristo (2 Tim. 2: 3).
21. Otro.
Quizá este hombre había sido ocasionalmente discípulo, y ahora proponía que lo aceptaran como discípulo permanente. En contraste con el otro que quería ser discípulo (vers. 19 y 20), pero que tenía la tendencia de ser impetuoso y de actuar precipitadamente movido por sus impulsos, este hombre, a juzgar por la respuesta que Cristo le dio, parecía ser de una naturaleza diametralmente opuesta: lento, letárgico y dispuesto a posponer las cosas.
Entierre a mi padre.
Con toda probabilidad el padre gozaba aún de buena salud, y el tiempo de su muerte estaba en un futuro indeterminado. Si el padre de este hombre no estaba muerto, sino perfectamente vivo, las palabras de Cristo deben entenderse en forma figurada y no literal. Es probable que el pedido de este que pretendía querer seguir a Jesús era una excusa para no seguirle o un intento de postergar el momento cuando sería necesario dejar todo a fin de seguirle (cf. Luc. 5: 11, 28). Si el padre ya hubiera estado muerto, es muy poco probable que Cristo hubiera mandado descuidar lo que aún hoy en las tierras bíblicas es considerado como uno de los más sagrados deberes de un hijo. Además, en lugares de clima cálido, los muertos son enterrados con premura, y si el padre de este hombre ya hubiera muerto, difícilmente el hijo habría estado escuchando a Jesús. Evidentemente, tanto el hombre como Jesús se estaban refiriendo a la muerte futura del padre.
Así como el primero tenía exceso de entusiasmo, el segundo tenía exceso de cautela. Es como si le hubiera dicho a Cristo que quería seguirle, pero que no podía hacerlo mientras su padre viviera. Y Cristo le había respondido, en esencia, que reconocía plenamente la obligación de un hijo para con su padre, pero que debía hacerle notar que la obligación para con el reino de los cielos era más importante aun que la otra. Las demandas del Evangelio trascienden las de los lazos familiares. No se trata de que esos lazos disminuyan en lo más mínimo, sino que no deben constituirse en una excusa para no hacer caso al llamamiento de Cristo al servicio (ver com. Mar. 7: 11-12; Luc. 14: 26).
22. Sígueme.
Ver com. Mar. 2: 14.
Deja que los muertos.
A primera vista, esta declaración parecería ser un tanto dura, pero no es así cuando se la entiende dentro del contexto del tiempo cuando fue hecha. Como ya fuera señalado (ver com. vers. 21), estas palabras son en parte figuradas, en vista de que con toda probabilidad el padre aún vivía y el momento de su muerte estaba en un futuro indefinido. Lo que Cristo podría haber estado diciendo era que los muertos espirituales debían enterrar a los muertos literales.
En el caso de este hombre, existía el peligro de que la postergación lo despojara de sus buenas intenciones y le resultaría de mayor provecho romper con sus anteriores relaciones mientras predominaran los impulsos correctos. El cristiano, sobre todo el que quiera servir a la causa de Cristo, debe actuar prontamente cuando Dios impresiona su corazón que así debe hacerlo (ver Hech. 8: 26-27). Discerniendo el carácter de este hombre, Cristo le presentó para su consideración el cuadro del cambio fundamental que debía haber en su vida si había de ser un discípulo de éxito. Tendría que dar a las cosas más importantes el primer lugar y relegar las no esenciales a un lugar de importancia secundaria. La respuesta de Jesús a su pedido tenía el propósito de estimularlo a la acción (ver Luc. 9: 60).
Si Cristo hubiera invertido el consejo que les dio a estos dos que querían seguirle, hubiera sido completamente inapropiado, porque hubiera estimulado al escriba a seguir su inclinación natural de actuar sin considerar debidamente el resultado de su decisión, y al segundo lo hubiera instado a demorar la acción de acuerdo con su propia inclinación.
23. Y entrando él en la barca.
Aquí continúa la narración, comenzada en el vers. 18 e interrumpida por los episodios registrados en los vers. 19-22 (ver com. vers. 18). Según el relato de Marcos, Cristo estaba ya en una barca de pescar, y sencillamente se quedó allí sin bajar a tierra para despedir a la gente (cap. 4: 1, 36). Sin embargo, puesto que Mateo ha separado de su contexto el relato de la tormenta en el lago (ver com. cap. 8: 18), aparentemente le resulta necesario registrar también aquí que Jesús entró en la barca (cf. cap. 13: 2). Con toda probabilidad estaba ya oscureciendo cuando los discípulos alejaron la barca de la costa (DTG 300-301). Sin duda esta barca era la que fue puesta a disposición de Jesús (ver com. Mar. 3: 9). Varias otras barcas dejaron la costa al mismo tiempo para cruzar el lago con Jesús (Mar. 4: 36).
24. Y he aquí.
Ver com. cap. 3: 16.
Una tempestad.
Gr. seismós , "sacudimiento", que se puede referir tanto a una tormenta como a un terremoto. De esta misma palabra griega se deriva la palabra "sismo" o "seísmo". Aquí la palabras se refiere a la agitación del mar y a la terrible fuerza de las ráfagas huracanadas que acosaban a la barca. El mar de Galilea es conocido por las tormentas que se levantan casi sin previo aviso. En este caso, los vientos soplaban sobre las aguas del lago desde los valles montañosos junto a la orilla orienta] (DTG 301). Esa tarde había sido calma, y los discípulos probablemente no habían esperado que pudiera haber tormenta.
Cubrían.
La barca se estaba llenando de agua con tal rapidez que los discípulos perdieron la esperanza de poder achicar el agua y salvar la embarcación. Varios de los discípulos eran expertos pescadores que habían pasado buena parte de su vida en el mar de Galilea y sabían dirigir una barca en una tormenta. Pero en esta ocasión, toda su habilidad y su experiencia no les bastaron.
El dormía.
Sólo aquí se registra que Jesús durmió. Vencido por la fatiga y el hambre al final de un día cansador (DTG 300-301), Cristo sin duda se durmió inmediatamente (ver com. Mat. 8: 18; Mar. 4: 38).
25. Le despertaron.
Según El Deseado de todas las gentes ( p. 301), los discípulos llamaron a Jesús dos veces en la oscuridad, pero su voz se perdió ahogada por el ruido de la tormenta. Entonces un relámpago les hizo ver que Jesús todavía dormía, por lo cual vinieron sus discípulos "y le despertaron" (Luc. 8: 24). Asombrados de que pudiera dormir a pesar de la furia del vendaval, y atónitos por lo que les parecía que era una falta de preocupación de Jesús por sus desesperados esfuerzos para salvar la barca y sus propias vidas, se dirigieron a él con tono de reproche: "¿No tienes cuidado que perecemos?" (Mar. 4: 38).
¡Sálvanos, que perecemos!
El imperativo griego denota urgencia: "Sálvanos en seguida; estamos a punto de perecer". Bien podría ser éste el clamor del que es acosado por las tormentas de la tentación. Algunos meses más tarde, Pedro habría de clamar con terror, "Señor, sálvame" (cap. 14: 30). Evidentemente ya había olvidado cómo Cristo había salvado a todos en esta ocasión anterior.
26. Hombres de poca fe.
Aunque los discípulos habían visto muchas maravillosas evidencias del poder divino, parecería que hasta este momento Jesús no había manifestado su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza, y posiblemente no se les había ocurrido que pudiera hacerlo.
Grande bonanza.
La tormenta se calmó en forma tan súbita como había estallado. Sin duda el silencio de la naturaleza fue tan notable e impresionante como lo había sido la inesperada furia de vientos y olas.
27. Aun los vientos.
Cristo no sólo tenía potestad sobre toda clase de enfermedades y sobre la muerte, sino también sobre el viento y el mar. Al parecer, los discípulos "se maravillaron" de que las fuerzas de la naturaleza también se sometieran a la voluntad de Jesús. Eran testigos oculares de lo que había acontecido (Luc. 1: 2; 1 Juan 1: 1-2) y ni por un momento pensaron en negar la evidencia de sus sentidos. Cristo había ordenado, y los elementos habían obedecido. Hoy día, algunos que se consideran sabios afirman que esto fue tan sólo una coincidencia, que la tormenta de todos modos estaba a punto de calmarse, y que Jesús habló en el preciso momento cuando el viento ya había perdido su furia. Sencillamente, les pediríamos que repitieran esta "mera coincidencia", sin omitir ningún detalle registrado en el relato bíblico.
Cada vez que Cristo realizaba un milagro, su reputación estaba en juego. Si hubiera fracasado siquiera una vez, como les sucedió a los discípulos al menos en una ocasión (cap. 17: 16-20), ¿qué habrían pensado los hombres de su tiempo, o qué pensarían de él los hombres de hoy?
Así como Cristo calmó los vientos y las olas del mar de Galilea, así también puede calmar las tormentas de la vida que con tanta frecuencia irrumpen en forma violenta e inesperada sobre el alma humana. Con demasiada frecuencia la razón por la cual no experimentamos su poder en nuestra vida es porque tenemos temor y poca fe.
28. Cuando llegó.
[ Los endemoniados gadarenos, Mat. 8: 28 a 9: 1 = Mar. 5: 1-20 = Luc. 8: 26-39 . Comentario principal: Marcos.]
Con el vers. 1 termina el relato del Sermón del Monte. Mateo dice que mucha gente acompañaba a Jesús, tanto antes del Sermón del Monte (cap. 4: 24-25) como después del mismo (cap. 8: 1). Ver com. Mar. 1: 45 donde se presenta el marco cronológico dentro del cual el autor de otro Evangelio sinóptico habla de grandes multitudes en este período del ministerio de Cristo.
2. Un leproso.
[ Un leproso, Mat. 8: 2-4 = Mar. 1: 40-45 = Luc. 5: 12-16. Comentario principal: Marcos.] Según Marcos (cap. 1: 40-45) y Lucas (cap. 5: 12-16) este episodio acaeció antes de la presentación del Sermón del Monte. Al parecer, Mateo sigue un orden temático y no estrictamente cronológico en su presentación de los acontecimientos de la vida de Jesús (ver p. 268). Según todas las evidencias, el hecho que se registra en Mat. 8: 5-13 ocurrió en seguida después del Sermón del Monte (ver com. Luc. 7: 1), quizá el mismo día.
Se postró.
Gr. proskuné Ç o , "rendir homenaje", generalmente postrado o de rodillas. El verbo proskuné Ç no necesariamente indica reconocimiento de divinidad (ver com. Est. 3: 2).
5. Entrando Jesús en Capernaúm.
[ Jesús sana al siervo de un centurión, Mat. 8: 5-13 = Luc. 7: 1-10. Comentario principal: Lucas.]
6. Gravemente atormentado.
Ver com. cap. 4: 24.
11. Vendrán muchos.
Lucas omite de su relato la declaración de Cristo acerca de la congregación de los gentiles (Mat. 8: 11-12), pero emplea una afirmación similar en otro pasaje (Luc. 13: 28-29). La congregación de las naciones gentiles era un tema común de los profetas del AT (ver t. IV, pp. 27-40).
Se sentarán.
Gr. anaklín Ç, "reclinarse". Con referencia a la manera de comer, ver com. Mar. 2: 15. Con frecuencia los escritores bíblicos emplean la figura del banquete para representar los goces del reino mesiánico (Isa. 25: 6; Luc. 13: 29; 14: 15; Apoc. 19: 9).
12. Hijos del reino.
Ver com. cap. 3: 9. La expresión "hijos del reino" era una frase común hebrea empleada generalmente para describir a los que en verdad tenían derecho a heredar el reino.
Las tinieblas de afuera.
Este símbolo representa la aniquilación final de los impenitentes empedernidos.
El lloro y el crujir.
Mateo registra otros casos cuando Jesús empleó esta expresión para describir el remordimiento de los réprobos al contemplar su triste fin en contraste con el gozo que podrían haber tenido (cap. 13: 42, 50; 22: 13; 24: 51; 25: 30). La misma expresión aparece con frecuencia en la literatura judía de la época que describe los sufrimientos de la Gehenna (ver com. cap. 5: 22).
13. En aquella misma hora.
Con frecuencia se habla del sanamiento instantáneo (cap. 9: 22; 15: 28; 17: 18). Si bien algunos MSS añaden la frase: " "y cuando volvió el senturión a su casa en aquella misma hora encotró al siervo sano" " , la evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto corto: " "fue sanado en aquella hora" .
14. Casa de Pedro.
[ Jesús sana a la suegra de Pedro, Mat. 8: 14-17 = Mar. 1: 29-34 = Luc. 4: 38-41. Comentario principal: Marcos.]
16. Con la palabra.
También podría traducirse, "con una palabra".
17. Tomó.
Al parecer, Mateo da aquí una paráfrasis o traducción libre de Isa. 53: 4. El pasaje de Isaías se refiere en primera instancia a las "enfermedades" del pecado, según puede verse claramente por el contexto (ver com. cap. 53: 4). Mateo lo interpreta en sentido más literal. En su humanidad Cristo fue plenamente capaz de sentir y expresar simpatía humana, y verdaderamente sintió lo que nosotros sentimos y se compadeció de nosotros (cf. Juan 1: 14; Fil. 2: 6-8; etc.).
Llevó.
Gr. bastáz Ç, "cargar", "levantar". La misma palabra se emplea en cap. 3: 11 en relación con el calzado (ver com. cap. 3: 11).
18. Viéndose Jesús.
[ Jesús calma la tempestad, Mat. 8: 18, 23-27 = Mar. 4: 35-41 = Luc. 8: 22-25. Comentario principal: Mateo. Ver mapa p. 210; diagrama p. 221.] Los tres Evangelios sinópticos registran el relato de la tempestad apaciguada, la curación de los endemoniados de Gadara, la curación de la mujer inválida y la resurrección de la hija de Jairo, siempre en este mismo orden. Como de costumbre, el relato de Marcos contiene muchos detalles gráficos que no son mencionados ni por Mateo ni por Lucas. El primero de estos milagros ocurrió la noche después del sermón de Jesús, junto al mar, en el cual presentó las parábolas registradas en Mat. 13. Por lo tanto, cronológicamente, el apaciguamiento de la tempestad registrado en el cap. 8 sigue a las parábolas registradas en el cap. 13. Marcos y Lucas, que siguen un orden más cronológico, colocan estos milagros después del sermón junto al mar. El hecho que se registra aquí probablemente ocurrió a comienzos del otoño (septiembre-octubre) del año 29 d. C. (ver com. Luc. 7: 11), durante el transcurso del segundo viaje misionero por Galilea. Cansado y exhausto por haber pasado muchos días de agotador ministerio público, Jesús cruzó el lago para poder descansar y apartarse un poco de las multitudes que lo rodeaban.
Mucha gente.
Grandes multitudes seguían a Jesús dondequiera iba (Mat. 4: 25; Mar. 3: 7; 4: 1), de tal modo que a menudo no tenía ni siquiera tiempo de comer (Mar. 3: 20; DTG 300). Mientras cruzaba el lago, vencido por la fatiga y el hambre, Jesús no tardó en quedarse dormido (DTG 300-301). Aun para Cristo, ministrar a las necesidades físicas y espirituales de la gente exigía el desgaste de fuerzas que debían ser restauradas mediante descanso y alimento. Por esta razón el Salvador buscó unas pocas horas de respiro en medio de sus incesantes labores.
Otro lado.
Es decir, la región de Decápolis, frente a Galilea (ver p. 48), al sureste del mar de Galilea. Esta zona, escasamente poblada, era mayormente pagana; no hay registro alguno de que los escribas y fariseos alguna vez hubieran seguido a Jesús a esos lugares.
19. Un escriba.
[Los que querían seguir a Jesús, Mat. 8: 19-22. Ver mapa p. 209.] A pesar del aparente parecido de este pasaje con el de Lucas (Luc. 9: 57-62), es muy probable que estos pasajes se refieran a dos ocasiones separadas y diferentes. Aunque Mateo no sigue un orden estrictamente cronológico, dentro del relato del cruce del lago (vers. 18, 23-27) ha insertado este relato de dos hombres que se ofrecieron a ser discípulos de Jesús. Al parecer, la única conclusión razonable es que estos dos voluntarios se acercaron a Jesús al final del sermón junto al mar (ver com. vers. 18), mientras se disponía a cruzar al otro lado del lago.
El relato similar de Lucas aparece en el registro de la partida final de Jesús desde Galilea hacia Jerusalén (Luc. 9: 51, 57). Precede al relato del envío de los setenta a las ciudades y aldeas de Samaria y de Perea (cap. 9: 62; 10: 1) y por lo tanto parecería estar estrechamente relacionado con estos acontecimientos. Jesús se retiró de Galilea para viajar a Jerusalén y a Perea a fines del otoño (septiembre-noviembre) del año 30 d. C. (ver com. cap. 9: 51). Además, debería notarse que Jesús respondió a Judas con palabras similares a las que se registran en Mat. 8: 19-20, cuando éste se presentó como voluntario al discipulado en el verano del año 29 d. C., varias semanas antes del sermón junto al mar (ver DTG 260; 2SP 305-306; com. Mat. 5: 1). Posiblemente Jesús tenía la costumbre de advertir a cada discípulo voluntario, como también a los que él mismo llamaba personalmente, de las privaciones y los sacrificios que acompañaban al discipulado, y en varias ocasiones puede haber empleado palabras similares a las que se registran aquí.
Muchos han intentado identificar al "escriba" que se acercó a Jesús, pero en el mejor de los casos, sólo pueden considerarse como conjeturas. Con referencia a la posición del escriba en tiempos de Jesús, ver com. Mar. 1: 22. Sin duda, por su cultura, educación y posición social, un escriba encontraría que las privaciones del discipulado eran más difíciles de soportar para él que para un pescador. Ver com. Mar. 2: 10.
Maestro.
Gr. didáskalos , "maestro", "profesor" (ver com. cap. 12: 38).
Te seguiré.
Este escriba era un voluntario quien, con estas palabras, pedía ser aceptado como discípulo y dedicar así todo su tiempo a la obra. Del mismo modo, cuando Jesús le dijo: "Sígueme" , le estaba extendiendo una invitación al discipulado, con exclusión de toda otra actividad (ver com. Mat. 4: 19; Mar. 2:14). Es posible que hasta ese momento el escriba hubiera seguido a Cristo ocasionalmente, y hubiera visto y oído lo suficiente como para hacer surgir en su corazón el deseo de estar con el Maestro constantemente y de aprender de él. Por otra parte, parecería que fuera una persona más bien temperamental, acostumbrada a actuar más por impulso que por principio, y que no había considerado plenamente el costo del discipulado (Luc. 14: 25-33).
Adondequiera que vayas.
Comparar esto con las palabras de Rut a Noemí (Rut 1: 16) y las de Pedro a Cristo (Luc. 22: 33). Sin embargo, en el caso del escriba, estas palabras pueden no haber significado más que la intención de ser un discípulo permanente. Le faltaba la fidelidad de Rut y manifestaba la inconstancia de Pedro (ver com. Mar. 3: 16). El discipulado exige firmeza de propósito y paciencia frente a la dificultad o al chasco (ver com. Luc. 9: 62).
20. Nidos.
Gr. katask 'nÇ sis , "lugar donde vivir", "vivienda". Muchas veces la palabra indica vivienda temporaria, tal como una tienda de campaña.
El Hijo del Hombre.
Ver com. Mat. 1:1; Mar. 2: 10; Nota Adicional de Juan 1.
Recostar su cabeza.
A fin de cumplir la misión que había venido a realizar a la tierra, Cristo pasó la mayor parte de su ministerio yendo de un lugar a otro, no sin un propósito (ver com. Luc. 2: 49), pero sin lugar de domicilio fijo. El que estuviera acostumbrado a las comodidades de su hogar, como quizá lo estaba este escriba, sin duda encontraría difícil y desagradable esa vida itinerante. Quienes hayan de ser testigos del Evangelio deberán siempre estar dispuestos a soportar penalidades como buenos soldados de Jesucristo (2 Tim. 2: 3).
21. Otro.
Quizá este hombre había sido ocasionalmente discípulo, y ahora proponía que lo aceptaran como discípulo permanente. En contraste con el otro que quería ser discípulo (vers. 19 y 20), pero que tenía la tendencia de ser impetuoso y de actuar precipitadamente movido por sus impulsos, este hombre, a juzgar por la respuesta que Cristo le dio, parecía ser de una naturaleza diametralmente opuesta: lento, letárgico y dispuesto a posponer las cosas.
Entierre a mi padre.
Con toda probabilidad el padre gozaba aún de buena salud, y el tiempo de su muerte estaba en un futuro indeterminado. Si el padre de este hombre no estaba muerto, sino perfectamente vivo, las palabras de Cristo deben entenderse en forma figurada y no literal. Es probable que el pedido de este que pretendía querer seguir a Jesús era una excusa para no seguirle o un intento de postergar el momento cuando sería necesario dejar todo a fin de seguirle (cf. Luc. 5: 11, 28). Si el padre ya hubiera estado muerto, es muy poco probable que Cristo hubiera mandado descuidar lo que aún hoy en las tierras bíblicas es considerado como uno de los más sagrados deberes de un hijo. Además, en lugares de clima cálido, los muertos son enterrados con premura, y si el padre de este hombre ya hubiera muerto, difícilmente el hijo habría estado escuchando a Jesús. Evidentemente, tanto el hombre como Jesús se estaban refiriendo a la muerte futura del padre.
Así como el primero tenía exceso de entusiasmo, el segundo tenía exceso de cautela. Es como si le hubiera dicho a Cristo que quería seguirle, pero que no podía hacerlo mientras su padre viviera. Y Cristo le había respondido, en esencia, que reconocía plenamente la obligación de un hijo para con su padre, pero que debía hacerle notar que la obligación para con el reino de los cielos era más importante aun que la otra. Las demandas del Evangelio trascienden las de los lazos familiares. No se trata de que esos lazos disminuyan en lo más mínimo, sino que no deben constituirse en una excusa para no hacer caso al llamamiento de Cristo al servicio (ver com. Mar. 7: 11-12; Luc. 14: 26).
22. Sígueme.
Ver com. Mar. 2: 14.
Deja que los muertos.
A primera vista, esta declaración parecería ser un tanto dura, pero no es así cuando se la entiende dentro del contexto del tiempo cuando fue hecha. Como ya fuera señalado (ver com. vers. 21), estas palabras son en parte figuradas, en vista de que con toda probabilidad el padre aún vivía y el momento de su muerte estaba en un futuro indefinido. Lo que Cristo podría haber estado diciendo era que los muertos espirituales debían enterrar a los muertos literales.
En el caso de este hombre, existía el peligro de que la postergación lo despojara de sus buenas intenciones y le resultaría de mayor provecho romper con sus anteriores relaciones mientras predominaran los impulsos correctos. El cristiano, sobre todo el que quiera servir a la causa de Cristo, debe actuar prontamente cuando Dios impresiona su corazón que así debe hacerlo (ver Hech. 8: 26-27). Discerniendo el carácter de este hombre, Cristo le presentó para su consideración el cuadro del cambio fundamental que debía haber en su vida si había de ser un discípulo de éxito. Tendría que dar a las cosas más importantes el primer lugar y relegar las no esenciales a un lugar de importancia secundaria. La respuesta de Jesús a su pedido tenía el propósito de estimularlo a la acción (ver Luc. 9: 60).
Si Cristo hubiera invertido el consejo que les dio a estos dos que querían seguirle, hubiera sido completamente inapropiado, porque hubiera estimulado al escriba a seguir su inclinación natural de actuar sin considerar debidamente el resultado de su decisión, y al segundo lo hubiera instado a demorar la acción de acuerdo con su propia inclinación.
23. Y entrando él en la barca.
Aquí continúa la narración, comenzada en el vers. 18 e interrumpida por los episodios registrados en los vers. 19-22 (ver com. vers. 18). Según el relato de Marcos, Cristo estaba ya en una barca de pescar, y sencillamente se quedó allí sin bajar a tierra para despedir a la gente (cap. 4: 1, 36). Sin embargo, puesto que Mateo ha separado de su contexto el relato de la tormenta en el lago (ver com. cap. 8: 18), aparentemente le resulta necesario registrar también aquí que Jesús entró en la barca (cf. cap. 13: 2). Con toda probabilidad estaba ya oscureciendo cuando los discípulos alejaron la barca de la costa (DTG 300-301). Sin duda esta barca era la que fue puesta a disposición de Jesús (ver com. Mar. 3: 9). Varias otras barcas dejaron la costa al mismo tiempo para cruzar el lago con Jesús (Mar. 4: 36).
24. Y he aquí.
Ver com. cap. 3: 16.
Una tempestad.
Gr. seismós , "sacudimiento", que se puede referir tanto a una tormenta como a un terremoto. De esta misma palabra griega se deriva la palabra "sismo" o "seísmo". Aquí la palabras se refiere a la agitación del mar y a la terrible fuerza de las ráfagas huracanadas que acosaban a la barca. El mar de Galilea es conocido por las tormentas que se levantan casi sin previo aviso. En este caso, los vientos soplaban sobre las aguas del lago desde los valles montañosos junto a la orilla orienta] (DTG 301). Esa tarde había sido calma, y los discípulos probablemente no habían esperado que pudiera haber tormenta.
Cubrían.
La barca se estaba llenando de agua con tal rapidez que los discípulos perdieron la esperanza de poder achicar el agua y salvar la embarcación. Varios de los discípulos eran expertos pescadores que habían pasado buena parte de su vida en el mar de Galilea y sabían dirigir una barca en una tormenta. Pero en esta ocasión, toda su habilidad y su experiencia no les bastaron.
El dormía.
Sólo aquí se registra que Jesús durmió. Vencido por la fatiga y el hambre al final de un día cansador (DTG 300-301), Cristo sin duda se durmió inmediatamente (ver com. Mat. 8: 18; Mar. 4: 38).
25. Le despertaron.
Según El Deseado de todas las gentes ( p. 301), los discípulos llamaron a Jesús dos veces en la oscuridad, pero su voz se perdió ahogada por el ruido de la tormenta. Entonces un relámpago les hizo ver que Jesús todavía dormía, por lo cual vinieron sus discípulos "y le despertaron" (Luc. 8: 24). Asombrados de que pudiera dormir a pesar de la furia del vendaval, y atónitos por lo que les parecía que era una falta de preocupación de Jesús por sus desesperados esfuerzos para salvar la barca y sus propias vidas, se dirigieron a él con tono de reproche: "¿No tienes cuidado que perecemos?" (Mar. 4: 38).
¡Sálvanos, que perecemos!
El imperativo griego denota urgencia: "Sálvanos en seguida; estamos a punto de perecer". Bien podría ser éste el clamor del que es acosado por las tormentas de la tentación. Algunos meses más tarde, Pedro habría de clamar con terror, "Señor, sálvame" (cap. 14: 30). Evidentemente ya había olvidado cómo Cristo había salvado a todos en esta ocasión anterior.
26. Hombres de poca fe.
Aunque los discípulos habían visto muchas maravillosas evidencias del poder divino, parecería que hasta este momento Jesús no había manifestado su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza, y posiblemente no se les había ocurrido que pudiera hacerlo.
Grande bonanza.
La tormenta se calmó en forma tan súbita como había estallado. Sin duda el silencio de la naturaleza fue tan notable e impresionante como lo había sido la inesperada furia de vientos y olas.
27. Aun los vientos.
Cristo no sólo tenía potestad sobre toda clase de enfermedades y sobre la muerte, sino también sobre el viento y el mar. Al parecer, los discípulos "se maravillaron" de que las fuerzas de la naturaleza también se sometieran a la voluntad de Jesús. Eran testigos oculares de lo que había acontecido (Luc. 1: 2; 1 Juan 1: 1-2) y ni por un momento pensaron en negar la evidencia de sus sentidos. Cristo había ordenado, y los elementos habían obedecido. Hoy día, algunos que se consideran sabios afirman que esto fue tan sólo una coincidencia, que la tormenta de todos modos estaba a punto de calmarse, y que Jesús habló en el preciso momento cuando el viento ya había perdido su furia. Sencillamente, les pediríamos que repitieran esta "mera coincidencia", sin omitir ningún detalle registrado en el relato bíblico.
Cada vez que Cristo realizaba un milagro, su reputación estaba en juego. Si hubiera fracasado siquiera una vez, como les sucedió a los discípulos al menos en una ocasión (cap. 17: 16-20), ¿qué habrían pensado los hombres de su tiempo, o qué pensarían de él los hombres de hoy?
Así como Cristo calmó los vientos y las olas del mar de Galilea, así también puede calmar las tormentas de la vida que con tanta frecuencia irrumpen en forma violenta e inesperada sobre el alma humana. Con demasiada frecuencia la razón por la cual no experimentamos su poder en nuestra vida es porque tenemos temor y poca fe.
28. Cuando llegó.
[ Los endemoniados gadarenos, Mat. 8: 28 a 9: 1 = Mar. 5: 1-20 = Luc. 8: 26-39 . Comentario principal: Marcos.]
CBA T5
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