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CBA LIBRO DE LUCAS CAPÍTULO 2

CBA Libro de Lucas capítulo 2

1. Aconteció en aquellos días. 
[ Nacimiento de Jesús, Luc. 2:1-7. Ver mapa p. 204; diagramas pp. 217, 224.] Esto es, poco después del nacimiento de Juan el Bautista. Jesús nació unos seis meses después de Juan (cap. 1: 26, 56-57). 

Edicto. 
Este edicto se originó en la Roma imperial (DTG 30). Ningún historiador secular de esa época menciona este edicto, y por lo tanto los críticos argumentaron durante mucho tiempo que Lucas se había equivocado. Pero últimamente han aparecido papiros e inscripciones que apoyan el relato de Lucas en todos los hechos esenciales mencionados en los vers. 1-3. Según los anales oficiales de Augusto ( Res Gestae Divi Augusti i. 8) se sabe que este emperador ordenó que se hicieran, por lo menos, tres censos generales del Imperio Romano durante su reinado: en los años 28 a. C., 8 a. C. y 14 d. C. Ninguna de estas tres fechas parece coincidir con el censo al cual se refiere Lucas, pero es muy posible que la tensa situación política en Palestina y la encarnizada resistencia de los judíos a las imposiciones romanas retrasaran la ejecución del edicto imperial en esa parte del imperio. Se sabe con seguridad que hubo otros censos en otras partes del imperio que no se hicieron en las tres fechas indicadas, como por ejemplo el censo del año 12 a. C. en las Galias. Debe tenerse en cuenta que ni los críticos paganos ni los judíos, como Celso Porfirio, pusieron en tela de juicio la precisión del relato de Lucas en este asunto. Aun los que no aceptan a Lucas como autor inspirado reconocen que fue un hábil historiador, digno de confianza (ver com. cap. 1: 1-4). Es difícil que un escritor tan esmerado como Lucas pudiera exponerse descuidadamente a la crítica presentando datos erróneos en cuanto a hechos bien conocidos en ese momento (ver pp. 231-232; diagramas pp. 217-218, 224). 

Augusto César. 
Emperador de Roma desde el año 27 a. C. hasta 14 d. C. (ver pp. 39, 228; diagramas pp. 218, 224). Augusto, antes llamado Octavio, era sobrino e hijo adoptivo de Julio César, quien fue asesinado en el año 44 a. C. Un decreto promulgado bajo su gobierno tendría su sanción aun cuando él mismo no lo hubiera promulgado personalmente. 

Mundo. 
Gr. oikoumén', "mundo habitado". Aquí sin duda se refiere al mundo civilizado, que debe distinguirse del mundo bárbaro que no era romano. Autores clásicos, tales como Polibio y Plutarco, emplean la palabra oikoumén' con este sentido. 

Fuese empadronado. 
Gr. apográfÇ, "registrar", "inscribir", "empadronar". El verbo apográfÇ se refiere a lo que hoy se llama censo. El empadronamiento antiguo incluía la inscripción de las propiedades y de los nombres, y servía comúnmente como base para los impuestos a la propiedad. 

2. Primer. 
Gr. prÇtos, empleado algunas veces donde podría esperarse el uso de próteros, "anterior" (Juan 1: 15, 30; 15:18; 1 Juan 4: 19; etc.). Es posible, aunque gramaticalmente un poco difícil, que aquí se emplee prÇtos con ese sentido. Lucas usa la forma adverbial prÇton para indicar que una cosa pasó antes que otra (cap. 6: 42; 9: 59; 21: 9; etc.). Si bien podría entenderse que este fue un censo anterior al que se hizo por orden de Cirenio, el texto griego parece favorecer la interpretación de que este fue el primer censo, entendiéndose que después hubo otros. 

Sea como fuere, no es posible dudar de que Lucas tuviera razón al afirmar que hubo un empadronamiento de todo el Imperio Romano por orden de Augusto. De este modo Lucas queda vindicado como historiador fiel. La Enciclopedia de la Biblia, de la Editorial Garriga, sugiere que en Lucas y Hechos la forma de relatar los acontecimientos, la documentación y el uso de las fuentes "honran a Lucas" y "todo ello es motivo de confianza" (S. V. "Hechos", col. 1156-1157). 

Cirenio. 
Sentio Saturnino fue gobernador de la provincia romana de Siria desde el año 9 a. C. hasta el año 6 a. C.; lo sucedió Quintilio Varo, quien ocupó el cargo hasta algún tiempo después de la muerte de Herodes en abril de 4 a. C. Cirenio (Quirinio) ocupaba ese puesto en el año 6 d. C. (Josefo, Antigüedades xviii. 1.1), aunque no se sabe por cuánto tiempo, ya había desempeñado ese cargo en Siria. Ver p. 231. 

3. 
Cada uno a su ciudad. 
Entre los romanos podría haber bastado que cada hombre se empadronara en la ciudad donde estuviera residiendo y no en la ciudad de sus antepasados. Se sabe que el empadronamiento romano habitual no siempre se hacía en la misma forma en las provincias. Por ejemplo, los galos eran empadronados por tribus. Un edicto que se ha conservado autorizando que se hiciera un censo romano en Egipto, exigía que la gente se empadronara en su lugar de origen. En vista de que la genealogía de las tribus era tan importante para los judíos, es posible que Herodes el Grande hubiera decidido que el empadronamiento por tribus era el mejor procedimiento para su territorio. Sea como fuere, la mención de esta forma de empadronamiento es un testimonio indirecto que muestra que Herodes fue el instrumento para que se llevara a cabo el decreto romano en Judea, y también establece la confiabilidad en el relato de Lucas. 

4. Y José subió. 
La inspiración no nos dice si José y María se daban cuenta de que la profecía indicaba que el Mesías debía nacer en Belén (ver com. vers. 5). Lucas sencillamente señala que el cumplimiento del edicto de Augusto motivó el viaje. 

Ciudad de David. 
Así llamada porque era la ciudad de los antepasados de David (1 Sam. 17: 12, 58), y éste fue su ciudadano más ilustre. 

Belén. 
Ver com. Gén. 35: 19; Mat. 2: 1. Este pueblo se encuentra a unos 8 km al sur de Jerusalén y, como Nazaret, está habitada hoy mayormente por árabes cristianos. 

De la casa y familia. 
Aunque esta afirmación se aplica aquí exclusivamente a José, es claro que María también era de la casa y de la familia de David (ver com. Mat. 1: 16, 18; Luc. 1: 27; cf. DTG 30). 

5. Con María. 
No se dice por qué razón María acompañó a José. Ni la ley romana ni la ley judía exigían que ella viajara. Según la ley romana, las mujeres debían pagar la tasa de empadronamiento, pero no necesitaban presentarse en persona. Es posible que ella, que sabía que el nacimiento de su hijo estaba próximo, supiera también que la profecía señalaba que habría de nacer en Belén (Miq. 5: 2), e intencionalmente viajó con José. Quizá tenían también la intención de quedarse en Belén (DTG 47). Por otra parte, el Espíritu Santo podría haberle indicado que debía ir. El que no pudieran encontrar lugar donde alojarse podría indicar que no tenían ninguna propiedad allí. Nazaret era "su ciudad" (Luc. 2: 39). Los dos eran forasteros en Belén; no tenían hogar, y "no fueron reconocidos ni honrados" (DTG 30). 

Su mujer. 
"Con María su desposada", según lo establece la evidencia textual (p. 147); sin embargo, es probable que María no hubiera viajado con José si no hubieran estado casados. Mateo sugiere que José tomó a María por esposa inmediatamente después de que el ángel le dijo que lo hiciera (cap. 1: 24), antes del viaje a Belén (ver com. cap. 2: 1). 

6. Se cumplieron los días. 
Es decir, según la promesa del ángel a María (cap. 1: 31). Ocurrió unos seis meses después del nacimiento de Juan el Bautista (cap. 1: 36, 39, 56-57; ver com. cap.1: 39). Se desconoce el año exacto y la estación del año del nacimiento de Jesús. Con referencia al año de su nacimiento, ver pp. 231-233, y con relación a la fecha dentro del año, ver com. cap. 1:57; 2: 8. 

7. Su hijo primogénito. 
Gr. prÇtótokos (ver com. Mat. 1: 18, 25; cf. com. Luc. 1: 35). No hay una evidencia directa de que María tuviera otros hijos después de Jesús (ver com. Mat. 1: 25). El hecho de que Jesús entregara a su madre al cuidado de Juan mientras estaba en la cruz, sugiere que en ese momento ella no tenía hijos vivos (ver com. Juan 19: 26). 

Lo envolvió en pañales. 
El verbo griego puede también traducirse como "fajar". La modalidad de vestir a los niños recién nacidos evidentemente era diferente a la que se usa hoy en Occidente. Los niños eran envueltos en pañales y luego fajados con una especie de venda para sostener los pañales. Los niños hebreos recién nacidos eran lavados con agua, frotados con sal, y luego envueltos y fajados (ver com. Eze. 16: 4). 

Pesebre. 
No podría haberse hallado un lugar más humilde donde acostar al niño Jesús. Nadie puede decir que haya tenido un comienzo más desfavorable en su vida. José y María eran pobres en las cosas de este mundo (ver com. vers. 24), pero eran ricos en fe. Una tradición que se remonta a Justino Mártir (148 d. C.) sitúa el nacimiento de Jesús en una gruta, sobre la cual Constantino el Grande construyó la iglesia de la Natividad. Según Elena de White, Jesús nació en un "tosco edificio" donde se daba "albergue a las bestias" (DTG 30). Se piensa que los artistas presentan un buey y un asno en los cuadros de la Natividad inspirados en Isa. 1: 3. 

No había lugar. 
Sencillamente por una razón: la posada estaba llena de huéspedes. No se insinúa que el mesonero fuera poco hospitalario. En esta época la gran mayoría de los judíos que vivían en Palestina quizá eran descendientes de Judá, Benjamín o Leví; por esto es fácil entender por qué las posadas de Judea estaban colmadas. 

Mesón. 
Gr. katáluma, "posada"; "lugar donde alojarse" (BJ). Es probable que se tratara de una pequeña posada para caravanas. Estas consistían generalmente en un patio abierto rodeado de un corredor o pórtico al cual daban las habitaciones. Los huéspedes llevaban consigo todo lo que les hacía falta y se instalaban en las habitaciones o en algún rincón del pórtico. Los animales y el equipaje permanecían en el patio. 

8. Había pastores. 
[ Los ángeles y los pastores, Luc.2: 8-20. Ver mapa p. 204.] Estos hombres sencillos y piadosos pasaban las silenciosas horas de la noche hablando del Mesías prometido y rogando por su venida (DTG 31). Parece que eran del pequeño pero fiel grupo que aguardaba la "consolación de Israel" (vers. 25) y esperaba "la redención en Jerusalén" (Luc. 2: 38; ver com. Mat. 1: 18; Luc. 2: 25-26, 38). El cielo siempre imparte luz y verdad a tales personas. 

Sólo los que "tienen hambre y sed de justicia" pueden esperar que serán saciados (Mat. 5: 6). Sólo hallarán luz y verdad quienes las buscan (Mat. 7: 7; Heb. 9: 28). No importa cuán humilde sea nuestra condición en la vida, lo más importante es albergar en el corazón la "esperanza bienaventurada" (Tito 2: 13). 

Los dirigentes de Israel fueron dejados a un lado porque fueron desleales a la tarea que se les había encomendado, y su lugar le fue dado a un grupo de humildes y piadosos pastores. Aun cuando los sacerdotes y los rabinos de Jerusalén oyeron el informe de la visita de los ángeles a los pastores, se negaron a creerlo. A diferencia de los pastores, no quisieron ir a Belén a averiguar lo ocurrido, y tildaron como cuento el informe recibido (DTG 45). 

Si se seguía la costumbre de ese lugar, los pastores permanecían en los campos de día y de noche. Eso sugiere que ya habían pasado las lluvias de abril, y aún no habían llegado las de noviembre (ver t. II, pp. 112-113), pues entre abril y noviembre era cuando las ovejas estaban en los campos. Los inviernos suelen ser fríos y húmedos en las montañas de Judea, y si hubiera sido invierno los pastores habrían buscado sin duda una mayor protección contra la inclemencia del tiempo, tanto para ellos como para sus rebaños. Si se consideran en conjunto todas las evidencias acerca de la fecha del nacimiento de Jesús, parece que lo mejor es ubicarla en el otoño, pues así correspondería mejor con la cronología del contexto. Sin embargo, esto no excluye la posibilidad de que el nacimiento hubiera tenido lugar en otra estación (ver com. cap. 1: 57). 

No fue sino hasta el siglo IV cuando comenzó a observarse el 25 de diciembre como el día del nacimiento de Jesús. Según el calendario juliano, ésta era la fecha del solsticio de invierno, cuando los días comenzaban a alargarse. Este acontecimiento se festejaba entre los paganos con grandes celebraciones conocidas entre los romanos como saturnalias, en honor del renacimiento de diversos dioses solares. En la iglesia occidental fue donde por primera vez se asoció el nacimiento de Cristo con esta fiesta pagana. 

Guardaban las vigilias. 
Es probable que esto indique que se turnaban, como lo sugieren la BJ y la BC: "vigilaban por turno". Estos campos eran los mismos donde David había cuidado los rebaños de su padre (DTG 31). 

9. Se les presentó. 
El ángel quizá permaneció en el aire, sobre los pastores. Posiblemente se les apareció de repente, sin previo aviso. 

Un ángel. 
Esta misión trascendental pudo habérsele confiado muy apropiadamente a Gabriel, el líder de las huestes angélicas (ver DTG 725; com. cap. 1: 19). 

La gloria. 
Gr. dóxa, cuya primera acepción es "esplendor". Quizá pueda compararse con la gloria que más tarde se manifestó en el momento de la transfiguración (cap. 9: 31-32; ver com. Rom. 3: 23). 

Tuvieron gran temor. 
La reacción de los pastores es la que normalmente experimentan aquellos delante de quienes se descorre el velo que separa a los hombres del mundo invisible. En los días del AT, personas que vieron ángeles algunas veces pensaron que éstos eran presagio de muerte (Juec. 6: 22; 13: 21-22). Este ángel vino para anunciar liberación y gozo (Luc. 2: 10). 

10. Os doy nuevas. 
Gr. euaggelízÇ, "proclamar buenas nuevas", "anunciar buenas noticias". Las palabras "Evangelio", "evangelizar" y "evangelismo" derivan de esta raíz. Los que escribieron los relatos de la vida de Jesús fueron, pues, "evangelistas". El cristianismo ha anunciado desde su mismo comienzo las buenas nuevas, el Evangelio del amor redentor, de la salvación. 

Para todo el pueblo. 
De acuerdo con la comisión apostólica, los discípulos debían enseñar "a todas las naciones" el Evangelio de salvación(Mat. 28: 19). 

11. La ciudad de David. 
Ver com. vers. 4. Cristo nació en el momento preanunciado (Gál. 4: 4) y en el lugar preciso (ver com. Miq. 5: 2). 

Salvador. 
Gr. sÇt'r, título que implica la misma idea que el nombre propio "Jesús" (ver com. Mat.1: 1, 21). 

Cristo el Señor. 
Aunque ya no estaba cubierto con la gloria del cielo sino con "pañales" (vers. 7, 12), el hijo de María seguía siendo "Cristo el Señor" (cf. Heb. 1: 6). El uso del título "Señor" identifica a Cristo con el "Señor" de los días del AT (ver PP 381; DTG 35-36; com. Luc. 1: 76), término que equivale a la expresión Mesías Jehová (ver com. Mat. 1: 1; t. I, p. 180-181). 

12. Os servirá de señal. 
El texto griego dice: "Y esto [será] para vosotros la señal". Una señal no es en las Escrituras necesariamente milagrosa (ver com. Isa. 7: 14). La "señal" dada a los pastores fue el medio para identificar al niño. El nacimiento del niño de Belén sería muy diferente de lo que esperaban los pastores de acuerdo a sus elevadas ideas acerca del Mesías. 

13. 
Repentinamente apareció. 
Una innumerable hueste de ángeles se había reunido sobre las colinas de Belén, esperando el anuncio angélico del nacimiento del Salvador. 

Huestes. 
Gr. stratiá, "ejército", "hueste", "banda", término común para referirse a un ejército. Aquí se refiere a las filas de la hueste angélica (ver com. Sal. 24: 10; Jos. 5: 14). 

14. 
Gloria a Dios. 
El plan de Dios se originó con Dios y es apropiado que tanto los ángeles como los hombres le atribuyan gloria y loor. En este cántico de los ángeles hay un equilibrio poético entre "gloria" y "paz", entre "Dios" y "hombres", entre "alturas" y "tierra". El plan de salvación reconcilia a Dios con los hombres dando paz a los hombres y gloria a Dios. Sólo puede haber paz cuando la voluntad de Dios se hace tanto en la tierra como en el cielo (Mat. 6: 10). 

Paz, buena voluntad para con los hombres. 
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "en la tierra paz a los hombres de buena voluntad", es decir, los que tengan buena disposición para con Dios y para con sus prójimos (ver com. Miq. 6: 8; Mat. 22: 36-40). Algunos manuscritos dicen: "buena voluntad para los hombres". Una nota de la BJ sugiere la traducción "paz a los hombres objeto de la benevolencia (divina)". 

Cristo es la encarnada "buena voluntad" de Dios, es el "Príncipe de paz" (Isa. 9: 6), Aquel que proclamó: " "La paz os dejo, mi paz os doy... No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" " (Juan 14: 27). Como resultado de la venida de Jesús tenemos el privilegio de tener " "paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" " (Rom. 5: 1). "El es nuestra paz" (Efe. 2: 14). "La paz de Dios" es la que guarda nuestro corazón y nuestros "pensamientos en Cristo Jesús" (Fil. 4: 7). 

15. Pasemos, pues. 
Los pastores ya no dudaban nada en cuanto a la verdad del mensaje de Gabriel. Actuaron inmediatamente. Nótese cómo contrasta esta actitud con la vacilación de Zacarías (ver com. cap. 1: 18, 20). 

16. Apresuradamente. 
Los pastores no podían quedar conformes hasta que pudieran ver ellos mismos la "señal" prometida que confirmara las palabras del ángel. 

17. Dieron a conocer. 
Así como el sol no puede dejar de brillar, los pastores tampoco podían ocultar la luz que había iluminado sus corazones. Las buenas nuevas eran demasiado extraordinarias para que se las ocultara. El informe de la visita de los ángeles a los pastores finalmente llegó a oídos de los sacerdotes, los ancianos y los rabinos de Jerusalén, pero lo recibieron como si no mereciera ser considerado (DTG 44). Estos dirigentes estaban seguros de que Dios no podía haberlos pasado a ellos por alto, pues eran los maestros religiosos de la nación, para dar ese mensaje a un inculto grupo de humildes pastores (ver com. Mat. 2: 4). Pero todos aquellos en cuyo corazón Cristo nazca de nuevo hoy, impartirán como los pastores de Belén, las buenas nuevas a otros. 

19. Guardaba. 
María conservaba vívidamente todos estos hechos en su memoria; pero a diferencia de los pastores, no iba por todas partes contándole a todos los que veía las maravillas que habían ocurrido. 

Meditándolas en su corazón. 
María meditaba en los diversos hechos relacionados con el nacimiento de Cristo. comparándolos unos con otros para entender mejor el significado de todo lo ocurrido. No sólo recordaba claramente las palabras de Gabriel, sino que las comparaba con el informe de los pastores. 

21. Cumplidos los ocho días. 
[ Circuncisión de Jesús, Luc. 2: 21. ] Es decir, al octavo día, el primero de los cuales era el del nacimiento (ver com. cap. 1: 59). 

Circuncidar al niño. 
La circuncisión fue una señal para Abrahán, un "sello de la justicia de la fe" (Rom. 4: 11). La circuncisión significaba que se recibían los privilegios y las responsabilidades de la relación del pacto; era una promesa de obediencia. En esta ocasión Cristo, Autor del pacto y de su señal visible -el rito de la circuncisión (PP 390, 418)-, fue circuncidado, y así quedó sometido a las demandas del pacto representado por él. Nació "bajo la ley" (Gál. 4: 4) y se sometió a sus requerimientos. 

Le pusieron por nombre Jesús. 
Ver com. Mat. 1: 1. A los varones se les ponía nombre en el momento de circuncidarlos (Luc. 1: 59-66). El ángel Gabriel había informado a María ya José que el niño debía llamarse Jesús (Mat.1: 21; Luc. 1: 31). 

22. La purificación de ellos. 
[ Presentación de Jesús en el templo, Luc. 2: 22-38. Ver mapa p. 205.] La evidencia textual se inclina (cf. p.147) por el texto como aparece en la RVR y no por "la purificación de ella" (RVA). La frase "de ellos" gramaticalmente podría referirse a María y a Jesús, o a María y a José. Si se refiere a madre e hijo, probablemente deba entenderse que la dedicación del niño en el templo estaba estrechamente ligada con la purificación de la madre. Si la palabra "ellos" comprende a José y a María, es posible entender que José, como cabeza de familia, era el responsable de que María cumpliera con los requerimientos rituales. La ley levítica estipulaba que la madre debía purificarse después de 40 días si había tenido un varón, y después de 80 días si había tenido una niña (ver com. Lev. 12). Durante ese tiempo debía permanecer en su casa sin participar en los servicios religiosos públicos. La madre debía ser purificada; el niño no. Tanto la madre como su hijo debían presentarse al sacerdote para la purificación de ella y la presentación del niño. Por lo tanto, fue doble el propósito que llevó a María, a José y al niño a Jerusalén, a unos 8 km de Belén. Es evidente que José y María hicieron este viaje antes de la visita de los magos, porque difícilmente se habrían atrevido a ir a Jerusalén después de dicha visita. Además, abandonaron Belén y se encaminaron a Egipto inmediatamente después de la visita de los magos (Mat. 2: 12-15). 

Conforme a la ley. 
Cristo nació "bajo la ley" (Gál. 4: 4), y por lo tanto obedeció las leyes que él mismo había dado a Moisés 1.500 años antes (PP 381, 390; ver com. Luc. 2: 21). Jesús, como sustituto del hombre, tenía que someterse "a la ley en todo detalle" (DTG 34). Es interesante notar que la palabra "ley" aparece cinco veces en este capítulo (vers. 22-24, 27, 39) y sólo cuatro veces en el resto del libro de Lucas. 

Para presentarle. 
Todo primogénito varón debía ser consagrado al Señor. Esto se hacía en reconocimiento de la promesa de Dios de que daría a su Primogénito para redimir al hombre (cf. DTG 34), y para recordar y agradecer la liberación de los primogénitos durante el éxodo (ver com. Exo. 13: 2, 12; Núm. 3: 12-13). El primogénito debía ser redimido o rescatado con dinero; la cantidad era 5 siclos (Núm. 18:15-16). Esto representaba aproximadamente 20 denarios romanos, equivalentes a 20 días de trabajo de un jornalero (ver p. 51). 

24. 
Ofrecer.. un par de tórtolas. 
Esta ofrenda era para la purificación de María (ver com. vers. 22). Si José y María hubieran estado en condición económica más holgada habrían ofrecido un cordero como holocausto (Lev. 12: 6). Por esta razón presentaron la ofrenda de los pobres: una tórtola para holocausto y otra como ofrenda por el pecado (Lev. 12: 8; ver com. Lev. 1: 14; 5: 7). 

25. 
Simeón. 
La tradición que identifica a este piadoso anciano con el rabí Simeón, hijo de Hillel y padre de Gamaliel, no tiene base histórica. El rabí Simeón llegó a ser presidente del sanedrín en el año 13 d. C., unos 17 ó 18 años después del nacimiento de Jesús. El Simeón de Luc. 2 era evidentemente ya anciano (vers. 26, 29) cuando nació Jesús, como lo prueba el hecho de que se le había asegurado que viviría hasta ver al Mesías. 

Justo y piadoso. 
Simeón era "justo" en su conducta para con sus prójimos y "piadoso" de corazón respecto a sus deberes para con Dios (ver com. Miq. 6: 8; Mat. 22: 36-40). 

Esperaba. 
Parece que Simeón pertenecía al grupo de humildes y piadosos investigadores de las Escrituras, tales como Zacarías y Elisabet (cap. 1: 6, 67), José (Mat. 1: 19), María (Luc. 1: 28), los pastores (DTG 31), Ana (Luc. 2: 37), los magos (Mat. 2: 11; DTG 41), José de Arimatea (Mar. 15: 43) y unos pocos más (Luc. 2: 38). El cielo anunció la llegada del Mesías a aquellos fieles que lo esperaban (cf. Heb. 9: 28). Hoy también tenemos el privilegio de aguardar la " "esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" " (Tito 2: 13). 

La consolación de Israel. 
Esta expresión era parte de una oración judía común: "Vea yo la consolación de Israel", lo cual equivalía a "viva yo para ver al Mesías". La expresión "consolación de Israel" refleja diversas profecías mesiánicas del AT en donde se habla del consuelo de la esperanza mesiánica (ver Isa. 12: 1; 40: 1; 49: 13; 51: 3; 61: 2; 66: 13; etc.). 

26. No vería la muerte. 
Los piadosos de todas las épocas han atesorado la esperanza de vivir para ver el cumplimiento de la esperanza mesiánica. Dios ha querido que esta esperanza arda vivamente en el corazón de sus fieles, porque, más que ninguna otra cosa, esta esperanza impulsa a los hombres a santificar su vida (1 Juan 3: 2-3). Sin embargo, los piadosos del tiempo de Simeón tenían en las profecías la seguridad de que su generación vería al Mesías. 

Ungido del Señor. 
O sea, el "Mesías de Jehová". La frase "Ungido del Señor" (ver com. Mat. 1: 1) era un título judío precristiano referente al Mesías. 

27. Movido por el Espíritu, vino. 
Como Simeón era "justo y piadoso" (vers. 25), había andado en la luz con la cual el cielo había iluminado su camino hasta ese momento, y sus ojos estaban abiertos a la posibilidad de recibir mayor luz. Cuán diferente fue la situación del sacerdote que por un momento tuvo en sus brazos al niño Jesús (DTG 36). Como muchos de sus colegas sacerdotes, había estudiado en vano las Escrituras (DTG 22), debido, en primer lugar, a que no estaba dispuesto a vivir según los principios allí revelados (ver Ose. 4: 6). El resultado fue que sus ojos espirituales estaban completamente ciegos cuando se encontró cara a cara con la luz de la vida (Juan 1: 7-11). Como no aprovechó la luz que ya había sido revelada, no estuvo preparado para recibir mayor luz. 

28. Bendijo a Dios. 
En este verbo está implícita la idea de alabar (cf. cap. 1: 64). Con referencia al significado en el AT de la expresión "bendecir a Dios", ver com. Sal. 63: 4. 

29. Señor. 
Gr. despót's, "señor", "amo", "dueño". Para nosotros la palabra "déspota" tiene una connotación negativa, pero en el original griego sólo indicaba que tal personaje era dueño o amo de una cosa o de una situación. Debido a la tendencia de la naturaleza humana, es común e indudable que quien tenga poder absoluto abuse de este poder y se convierta en un tirano; de aquí el actual significado de la palabra "déspota". Pero en relación con Dios, despót's no puede nunca tener el sentido que le da el contexto pecaminoso y humano. Dios, como despót's del universo, es soberano, dueño de todo y absolutamente perfecto. Despót's aparece diez veces en el NT, y seis veces se refiere a Dios (Luc. 2: 29; Hech. 4: 24; 2 Tim. 2: 21; 2 Ped. 2: 1; Jud. 4; Apoc. 6: 10); las otras cuatro veces se refiere al dueño o amo de esclavos (1 Tim. 6: 1-2; Tito 2: 9; 1 Ped. 2: 18). Por otra parte, es apropiado señalar que la palabra que comúnmente se emplea en el NT para referirse al Señor es kúrios , vocablo que sencillamente denota a un superior, sin precisar el grado de superioridad. Muchas veces la palabra kúrios sólo aparece como título respetuoso, así como usamos hoy el título "señor" para dirigirnos a alguien. En cuanto al uso de kúrios en relación con Cristo, ver com. Juan 13: 13; 20: 28. 

En los vers. 29-30, Simeón habla de lo que significa para él el Mesías; en los vers. 31-32, de lo que significa para la humanidad. 

Despides a tu siervo. 
"Puedes... dejar que tu siervo se vaya" (BJ). Simeón ha logrado su propósito: vivir hasta ver a Aquel a quien había esperado. No desea ni pide nada más; está listo para que la muerte lo libere del servicio. Ver com. vers. 26. 

En paz. 
El deseo del corazón de Simeón se cumplió cuando, por la fe, vio en el niño Jesús el cumplimiento de las promesas mesiánicas del AT. En el corazón de todos los hombres hay un vacío que no puede llenarse, un anhelo que no puede satisfacerse, excepto con Jesús. No debiéramos descansar hasta que, como Simeón, también hayamos visto por la fe al "Ungido del Señor". 

30. Salvación. 
Gr. sÇt'rion, "salvación" (ver com. vers. 11). En la LXX se emplea la palabra sÇt'rion para traducir la palabra hebrea shélem , "sacrificio de paz" (ver t. 1, p. 712). 

31. Todos los pueblos. 
Lucas de nuevo hace referencia a la universalidad de la invitación evangélica (ver t. IV, pp. 30- 31). 

32. 
Los gentiles. 
El pueblo hebreo fue instruido desde sus mismos comienzos en cuanto al papel que les había sido asignado como representantes del verdadero Dios ante las naciones de la tierra. Este hecho fundamental fue claramente enunciado en la primera promesa hecha a Abrahán (Gén. 12: 3), y más tarde repetido a Isaac (Gén. 26: 4) y a Jacob (Gén. 28: 14). Esta misma verdad fue anunciada con mayor claridad a Israel cuando el pueblo salió de Egipto y se preparaba para entrar en la tierra prometida (Deut. 4: 6- 8; 28: 10; etc.). Los profetas siempre mostraron al pueblo, de generación en generación, el alcance mundial de su sagrado cometido (Sal. 98: 3; Isa. 42: 6; 49: 6; 53: 10; 56: 6- 7; 60: 1- 3; 61: 9; 62: 2; Zac. 2: 11; 8: 22; etc.). Cristo destacó repetidas veces que su ministerio incluía tanto a los gentiles como a los judíos (Mat. 12: 18, 21; Juan 12: 32, etc.). Ver t. IV, pp. 28-32. 

Gloria. 
A los judíos les fueron concedidos privilegios mucho mayores que los que recibieron otros pueblos, para que pudieran ser representantes capaces del verdadero Dios ante las naciones de la tierra (t. IV, pp. 30-31). El ciclo no los escogió porque fueran más sabios o mejores que los otros pueblos, sino porque Dios vio conveniente hacer de ellos sus embajadores especiales de luz y de verdad (Deut. 7: 7- 8). Su progenitor, Abrahán, fue un ferviente investigador de la verdad y, como tal, se sometió a la dirección de Dios. El Señor está siempre dispuesto a trabajar con los que estén dispuestos a dejarse guiar por él. La ventaja especial que tuvieron los judíos como nación consistió mayormente en que se los escogió como recipientes, custodios y heraldos de la verdad (Rom. 3: 1-2; 9: 4-5). 

Pueblo. 
Gr. laós, "pueblo", término que los autores del NT aplican generalmente a los judíos o a la comunidad de creyentes cristianos. La palabra "gentiles" se traduce del griego éthnos, "una multitud que vive junta", o sea "nación". En el NT éthnos suele emplearse en relación con los pueblos no judíos. 

33. José y su madre. 
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "Su padre y su madre" (BJ), lo cual no necesariamente implica una negación del nacimiento virginal, que Lucas afirma clara y categóricamente (Luc. 1: 26-35; cf. Mat. 1: 18-25). Lucas habla aquí de José desde el punto de vista legal y popular, pero de ningún modo en el sentido literal o biológico (ver com. Mat. 1: 21, 24). Como esposo de María, José fue, para los efectos prácticos, el padre de Jesús desde el momento en que éste nació; y de allí en adelante, o por lo menos desde la presentación en el templo, José fue considerado como padre de Jesús según el lenguaje de esa época (Luc. 3: 23; 4: 22; Juan 6: 42). El primero de los deberes legales de José como padre de Jesús fue el de ponerle nombre (Mat. 1: 21). Más tarde, y por instrucción divina, José hizo las veces de padre del niño (Mat. 2: 13, 19-22). Siendo que María misma emplea el término "padre" para referirse a la relación de José con Jesús (Luc. 2: 48), es evidente que es apropiado llamarlo "padre" de Jesús. En el vers. 27 Lucas incluye también a José al referirse a los "padres" de Jesús; pero es evidente que no lo hace en el sentido literal, sino de acuerdo con una forma popular de expresarse enteramente apropiada (DTG 61-62). 

Estaban maravillados. 
No sorprendidos, porque el ángel se le había aparecido ya a José (Mat. 1: 20) y a María (Luc. 1: 26-27) para darles un mensaje similar. Además, Elisabet se había dirigido a María usando frases evidentemente inspiradas (vers. 41-45). José y María también habían escuchado el relato de los pastores (cap. 2: 20). Su admiración aumentaba con cada nueva evidencia de que el niño Jesús era el Mesías, a medida que el Espíritu les hacía comprender cada vez más claramente cuál era la tarea que su Padre celestial les había asignado. Es también posible que se hubieran sorprendido de que un extraño reconociera el gran secreto. 

34. Dijo a su madre. 
Parece que Simeón, iluminado por el Espíritu Santo, comprendió el hecho del nacimiento virginal de Jesús. No consta aquí que le haya prestado atención alguna a José. 

Para caída y para levantamiento. 
Cristo dijo que él era "la piedra que desecharon los edificadores" (Mat. 21: 42; ver com. Sal. 118: 22). "Debemos caer sobre la Roca y ser quebrantados antes que podamos ser levantados en Cristo" (DTG 39). 

Cristo es el gran Imán de todas las edades: atrae hacia él a los que son humildes y contritos de corazón. Algunos, como Mateo, Zaqueo y María Magdalena -generalmente considerados como "publicanos y pecadores"- se sintieron poderosamente atraídos por el Médico que podía restaurar su vida quebrantada. Otros, como los fariseos y escribas -que creían no tener necesidad del Médico celestial-, fueron alejados del Salvador por la perversidad de su propio espíritu. 

Señal. 
Gr. s'méion, "señal", "prenda". Cristo es, como representante del cielo, el símbolo de la salvación; es la prenda viviente o testigo del amor del Padre, cuya misión en la tierra proporciona una evidencia irrefutable (Juan 3: 16; DTG 11). 

35. Espada. 
Gr. romfáia, palabra que se emplea para designar una espada grande como la típica espada de Tracia. Debe distinguirse entre romfáia, la espada larga, y májaira, la espada corta romana, que aparece comúnmente en el NT. La espada de Goliat se describe como romfáia en la LXX. Se supone que la romfáia era un arma más formidable que la májaira, y se emplea aquí en forma figurada para describir el dolor que traspasó el corazón de María al pie de la cruz (Juan 19: 25; DTG 693, 700). Esta es en el NT la primera vislumbre de la pasión de Cristo reflejada en las profecías de Isa. 52: 14; 53: 12. Estas misteriosas palabras de Simeón tuvieron que haber penetrado en la mente de María como un sombrío y estremecedor presagio de lo que sucedería. Además, el hecho de que Simeón se dirigiera sólo a María parece indicar que José no sería testigo ocular de la escena del Calvario. 

Tu misma alma. 
María sin duda esperaba, como todos los otros judíos, que Jesús reinaría en gloria sobre el trono terrenal de David (cf. cap. 1: 32). Esta esperanza, que compartían aun los discípulos de Cristo, sólo serviría para que la frustración por el desenlace en la cruz fuera más amarga. Pero Dios en su misericordia le dio este indicio de lo que debía esperar. 

Revelados. 
Literalmente "descubiertos", "quitado el velo". 

36. Ana. 
Gr. Hánna, del Heb. Jannah (ver com. 1 Sam. 1: 2). Esta venerable anciana llevaba el mismo nombre de Ana, madre de Samuel, fundador de las escuelas de los profetas. Según una tradición que aparece en un evangelio apócrifo ( Protoevangelio de Santiago, cap. 1-10), María fue criada en el templo por Ana quien, según la tradición, era su madre. Esta es simplemente una ficción. No se puede comprobar esta tradición y en el relato evangélico no hay nada que insinúe que las dos mujeres mencionadas ya se conocían. La continua presencia de Ana en el templo habla elocuentemente del amor con que servía al Señor. El hecho de que Lucas mencione por nombre a una persona tan desconocida en el relato bíblico como lo fue Ana, es otro detalle que testifica en favor de la calidad de su registro evangélico. 

Profetisa. 
El don de la profecía fue concedido de vez en cuando a mujeres piadosas, así como a los hombres. Entre las profetisas estuvieron María (Exo. 15: 20), Débora (Juec. 4: 4), la esposa de Isaías (Isa. 8: 3), Hulda (2 Rey. 22: 14) y también las cuatro hijas vírgenes de Felipe (Hech. 21: 9). 

De edad muy avanzada. 
Literalmente "avanzada en muchos días". Ana tenía por lo menos 84 años (ver com. vers. 37), y es probable que ya pasara de los 100 años. 


37. 
Ochenta y cuatro años. 
El original griego no permite saber con certeza si Ana era una viuda de 84 años de edad, o si era viuda desde hacía 84 años, y los comentadores tampoco concuerdan en cuanto a esto. La BJ da a entender que tenía 84 años de edad, y la RVR, que había sido viuda durante 84 años. Sin embargo, los detalles que se dan y las palabras que se emplean parecen indicar que los 84 años se refieren al tiempo durante el cual Ana había estado viuda. Si Ana se hubiera casado muy joven, a los 15 años, y estado casada por 7 años, y luego hubiera permanecido viuda durante 84 años, entonces habría tenido 106 años de edad, lo cual no sería imposible. Pero si hubiera tenido 84 años, también se la podría haber considerado como "de edad muy avanzada". 

No se apartaba. 
Algunos han entendido por esto, que Ana, como pensionista jubilada del templo, tenía una habitación dentro del recinto del templo, quizá junto con otras viudas, y que en pago de su alojamiento se dedicaba a la enseñanza de las jóvenes que venían al templo para recibir instrucción religiosa. No se sabe si en los tiempos de Jesús existía una disposición tal. Otros piensan que la afirmación "no se apartaba del templo" debe entenderse en el mismo sentido en que los discípulos, después de la ascensión, " "estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios" " (Luc. 24: 53; Hech. 2: 46). Es evidente que en este caso no se afirma que los discípulos residían en el templo, sino que asistían allí regularmente a los servicios religiosos y daban testimonio delante de la gente que allí se reunía (Hech. 3: 1; 5:12, 20-21, 25, 42, etc.). 

De noche y de día. 
Probablemente se aluda a los servicios de culto matutinos y vespertinos. No importa dónde hubiera vivido Ana (ver com. "No se apartaba"), es evidente que asistía fielmente a los cultos de mañana y de tarde. Su vida estaba consagrada al servicio de Dios. No tenía otros intereses que distrajeran su atención. Pablo elogia una vida tal como muy apropiada para la que "en verdad es viuda" (1 Tim. 5: 5). 

38. En la misma hora. 
Es decir, cuando Simeón hablaba. Al oír el testimonio inspirado de Simeón acerca de Jesús, el corazón de Ana fue tocado por una percepción inspirada para que pudiera ver en el niño Jesús al Mesías prometido (DTG 37; cf. Mat. 16: 17). Dos testigos inspirados confirmaron de este modo, en la dedicación de Jesús, lo que María y José ya sabían acerca del niño. 

Daba gracias. 
El verbo griego que se emplea aquí connota la gratitud o alabanza que se da en aprecio de una dádiva o un favor recibido. Es, pues, evidente que Lucas se refiere a la alabanza de Ana sencillamente como una expresión de gozo al ver al Mesías. 

Hablaba. 
De acuerdo a la fuerza que expresa el tiempo del verbo griego, Ana "hablaba continuamente". Antes había hablado de las profecías que anticipaban la venida del Mesías, pero ahora podía hablar por experiencia personal que el Mesías ya había venido. 

Los que esperaban. 
Esta expresión revela que había un pequeño y ferviente grupo de personas que estudiaban las profecías y sabían que había llegado "el cumplimiento del tiempo" (Gal. 4: 4; cf. Dan. 9: 24-27; DTG 25-26; ver com. Luc. 2: 25). 

En Jerusalén. 
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) la omisión de la preposición "en"; por lo tanto también podría leerse "de Jerusalén", como lo traduce la BJ. Se ha sugerido que "la redendción de Jerusalén" sería entonces paralela con la "consolación de Israel" (vers. 25). 

39. Después de haber cumplido con todo. 
[El regreso a Nazaret, Luc. 2: 39-40 = Mat. 2: 19-23 . Comentario principal: Mateo y Lucas. Ver mapa p. 205.] Jesús, como judío que era, nació "bajo la ley" (Gál. 4: 4) y, por lo tanto, cumplió todos los requerimientos de "la ley del Señor", como Lucas llama aquí a las leyes levíticas relacionadas con la purificación y la presentación (Luc. 2: 22-24). Esas leyes habían sido dadas al pueblo de Israel por mano de Moisés, pero su Autor era Dios (Deut. 5: 31-33). Los Diez Mandamientos fueron los únicos que Dios dio directamente al pueblo (Deut. 5: 22), en el sentido de que los escribió él mismo y no por medio de Moisés. 

Volvieron. 
Lucas no menciona la visita de los magos ni la huida a Egipto, acontecimientos que sucedieron antes del regreso a Galilea (Mat. 2: 1-23). Una omisión similar de una parte de la narración aparece en Hech. 9: 26, donde Lucas insinúa que Saulo fue inmediatamente de Damasco a Jerusalén; sin embargo, es evidente por Gál. 1: 17-18 que hubo un intervalo de tres años antes de que Pablo regresara a Jerusalén; y es también evidente que la visita de los magos siguió a la dedicación en el templo, porque hubiera sido increíble que José llevara a María y a Jesús a Jerusalén después de haberle advertido un ángel que debía huir a Egipto para escapar de Herodes (Mat. 2: 13). Cuando la familia regresó a Nazaret, Herodes ya había muerto y su hijo Arquelao reinaba en su lugar (Mat. 2: 19-23). Arquelao reinó desde el año 4 a. C. hasta el año 6 d. C. Por lo tanto, el regreso a Nazaret tuvo que haber ocurrido en este período, quizá poco después de haberse iniciado el reinado de Arquelao. 

40. 
El niño crecía. 
Este pasaje describe la niñez de Jesús, hasta que tuvo 12 años (vers. 42), así como los vers. 51-52 describen su adolescencia y juventud. El desarrollo de la naturaleza humana y de la personalidad de Jesucristo siguió en forma normal, salvo que nunca cedió al pecado. Vivió dentro á el círculo familiar como lo haría cualquier niño y como cualquier joven normal. Pasó a través de los años que atañen al desarrollo físico, mental, espiritual y social como lo hace todo ser humano (ver com. vers. 52), con la salvedad de que ninguna falla estropeó el proceso de su crecimiento integral. Este desarrollo es un testimonio de la verdadera humanidad de Jesús, así como su perfección atestigua de su divinidad. 

Se fortalecía. 
Se emplean las mismas expresiones con referencia al desarrollo de Juan el Bautista (cap. 1: 80): "crecer" y "fortalecerse". Tanto Juan como Jesús fueron sanos y vigorosos. 

Se llenaba de sabiduría. 
El proceso del crecimiento mental corría paralelo con el crecimiento físico. Esta expresión sintetiza el crecimiento intelectual, moral y espiritual del niño Jesús (ver com. vers. 52). 

La gracia. 
O "favor", es decir la aprobación de Dios (ver com. vers. 52). Compárese con el testimonio directo del Padre cuando Jesús fue bautizado (cap. 3: 22). 

41. Sus padres. 
[El niño Jesús en el templo, Luc. 2: 41-50 . Ver mapa, p. 205; diagrama, p. 217.] La referencia que aquí se hace a José como uno de los "padres" de Jesús, no contradice en nada su nacimiento virginal, registrado explícitamente por Lucas (cap. 1: 31-35). Jesús aceptó durante su niñez el cuidado y la protección paternal de José (ver com. Mat.1: 24), se benefició con ese cuidado, y siendo ya joven estaba "sujeto" a José, así como todo joven debe someterse a su padre (Luc. 2: 51). Cuando María se dirige a Jesús (vers. 48) llama a José, "tu padre". 

Iban... a Jerusalén. 
El tiempo del verbo indica una acción repetida, lo cual muestra que José y María acostumbraban ir a Jerusalén para asistir a las fiestas religiosas anuales que allí se celebraban (ver com. Lev. 23: 2). En el caso de José, su asistencia a las tres grandes fiestas era requerida por la ley (ver com. Exo. 23: 14-17; Deut. 16: 16), y el hecho de que María acostumbrara acompañarle da testimonio de su dedicación a las cosas espirituales, porque la participación de las mujeres en las fiestas, a pesar de ser recomendada, no era obligatoria. 

La pascua. 
Esta es la primera de las tres grandes fiestas anuales, las otras eran Pentecostés y la fiesta de los tabernáculos (ver com. Exo, 23: 14-17; Lev. 23: 2). La pascua conmemoraba la liberación de los hebreos de la opresión de Egipto, y por lo tanto era un impresionante recordativo de la serie de dramáticos episodios mediante los cuales Dios había convertido a Israel en una nación independiente. La importancia que tenía la pascua para los judíos era tan grande, que siempre asistían a ella aunque les resultara imposible ir a Jerusalén para las otras fiestas. Era el punto culminante del año religioso, porque sin los acontecimientos que en esta fiesta se conmemoraban habrían permanecido como esclavos de los egipcios. Y no sólo esto, sino que, además, la pascua simbolizaba al Mesías (1 Cor. 5: 7), la esperanza de cuya venida mantenía unida a la nación y la sostenía de una a otra generación. 

42. Doce años. 
Entonces, como ahora, cuando el niño judío cumplía doce años de vida, era confirmado como "hijo de la ley" y quedaba obligado a observar personalmente las diversas ceremonias religiosas. El 12.º año señalaba la transición de la niñez a la juventud. A los tres años de edad, se daba a los niños judíos la vestimenta con flecos prescrita por la ley de Moisés (ver com. Núm. 15: 38-41; Deut. 22: 12), y a la edad de cinco años debían aprender de memoria partes de la ley. Cuando cumplían el 12.º año debían llevar las filacterias o tefillin (ver com. Exo. 13: 9) en las horas de la oración, como lo exigía la tradición rabínica pero no la ley de Moisés (Mat. 23: 5). Jesús nunca aceptó como de origen divino las exigencias de estas tradiciones humanas (DTG 64). Según la Mishnah ( Aboth 5. 21), los varones hebreos eran responsables de la observancia de los mandamientos al comenzar su 13er año, es decir, al cumplir su 12.º año. Si Jesús nació en el otoño (septiembre-noviembre) del año 5 a. C., lo que parece probable (ver p. 231), entonces cumplió 12 años en el otoño del año 8 d. C., y la primera pascua de la que pudo haber participado habría sido la del año 9 d. C., en la primavera. 

Subieron. 
Ver com. vers. 41. Los judíos que viajaban de Galilea a Judá en los días de Jesús, evitaban, si les era posible, tomar la ruta más corta que pasaba por Samaria, debido a la hostilidad entre judíos y samaritanos (DTG 451); por lo tanto, es probable que Jesús y sus padres hubieran hecho el viaje por otra ruta, quizá por el camino del valle del Jordán. Jesús ya había cumplido 12 años, y asistió a la fiesta de la pascua por primera vez; y es probable que esta fuera su primera visita a Jerusalén desde su dedicación, y que, por lo tanto, viera ahora por primera vez el templo (DTG 57-58). 

Conforme a la costumbre. 
El cumplimiento fiel de todos los requerimientos de la ley era algo característico en José y María (ver com. Mat. 1: 19; Luc. 2: 21-24). 

43. Acabada la fiesta. 
Era costumbre degollar el cordero pascual a última hora en la tarde del día 14 de Nisán, y se lo comían esa misma noche después de la puesta del sol, en el día 15 (ver la primera Nota Adicional de Mat. 26). El día 15 de Nisán era también el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, la cual continuaba hasta el 21. Estas fechas, del 15 al 21, se celebraban como reposo, sin importar el día de la semana en que cayeran (ver com. Exo. 12: 16; Lev. 23: 67). El día 16 se presentaba la ofrenda mecida delante del Señor. Se consideraba que las ceremonias 691 de los días 14 al 16 eran las más importantes; y el día 17, quienes habían visitado a Jerusalén para asistir a la Fiesta, podían regresar a su casa si así preferían. Una circunstancia señalada por Lucas (ver com. vers. 46) ha inducido a muchos comentadores a pensar que María y José partieron en este momento; sin embargo, la devoción con que observaban los requisitos de la ley ritual (ver com. vers. 41-42) bien podría haberlos inducido a permanecer en Jerusalén durante toda la fiesta y no únicamente durante el menor tiempo permitido por los rabinos. Ver diagramas p. 223. 

Se quedó. 
El espíritu obediente de Jesús, siendo aún niño, le daba a José y a María toda la razón para confiar en él. Su mentalidad "viva y aguda" caracterizada por "una reflexión y una sabiduría que superaban a sus años" (DIG 49), hacía que su obediencia no fuera ciega sino inteligente. Jesús, aun cuando era un niño, siempre estaba atento a los deseos (le sus padres y se anticipaba a satisfacerlos (DTG 60). Siempre parecía saber lo que tenía que hacer, y era fiel en hacerlo. En esta ocasión María y José dieron por sentado que se comportaría como lo había hecho en el pasado. 

En esta visita a Jerusalén, Jesús comprendió por primera vez, en un sentido especial, que era el Hijo de Dios (DTG 57-58), y comenzó a percibir lo que significaba su misión terrenal. Anhelaba sinceramente comprender en forma más clara la naturaleza de la misión que le había sido encomendada y se quedó en el templo, la casa terreno] de su Padre celestial (Juan 2: 16), para disfrutar de una mayor comunión con él. 

Los primeros años de la vida han sido ordenados por Dios como el tiempo cuando los niños deben aprender a pensar y a actuar por sí mismos y aceptar la responsabilidad de sus elecciones. Cuando son pequeños es necesario que dependan en buena medida de sus padres en estos asuntos, pero cuando concluye la adolescencia, se espera que hayan asumido el papel de personas maduras. Desde el mismo comienzo, los padres deberían procurar que sus hijos desarrollen la capacidad de elegir con inteligencia y de percibir su responsabilidad personal; pero cuando la niñez se transforma en adolescencia, el propósito de los padres debería ser fomentar el progreso en este sentido tan rápidamente como el niño pueda aceptar las responsabilidades de la madurez. Debe permitirse a los niños que hagan sus propias elecciones y actúen con independencia de sus padres tan pronto como demuestren la capacidad de hacerlo en forma inteligente. Hay pocos espectáculos que sean más tristes que ver a un joven que ya entra en la madurez y que, sin embargo, aún está atado a sus padres por sus limitaciones, propias de la niñez, de elegir y actuar. Nadie está menos preparado que tal joven para asumir las responsabilidades propias de la madurez. A los, jóvenes se les debe enseñar al mismo tiempo a apreciar y a considerar seriamente el consejo y la amonestación de sus padres y, a través de la vida, a procurar beneficiarse con la sabiduría y la experiencia de otros (ver com. vers. 51). 

Niño. 
Gr. páis, "niño" o "muchacho". En el vers. 40 la palabra traducida como "niño" es paidíon , diminutivo de páis. 

José y sumadre. 
La evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto "sus padres". Así lo traducen la BJ, BC y NC. (Ver com. vers. 41.) 

44. Pensando. 
Jesús nunca había dado a sus padres cita razón válida para que se inquietaran. Pensaron que él conocía los planes de ellos de regresar con "la compañía" y que sabía cuándo debían partir. 

Compañía. 
Gr. sunodía , "grupo de viajeros" o "caravana", de sun, "juntamente con", y hodós , "camino". Los que asistían a las diferentes fiestas anuales en Jerusalén, solían viajar era grandes grupos para acompañarse y protegerse mutuamente. Todos los que iban de una aldea o pueblo, con frecuencia hacían planes para viajar, juntos en caravana. El bullicio de la partida de un grupo grande le habría dificultado a José y a María comprobar con todos los parientes y amigos dónde estaba Jesús. Si, como algunos suponen, las mujeres iban juntas delante de los hombres, no sería difícil que José y María se separaran poco después de emprender la marcha y que cada uno de ellos pensaba que, Jesús estaba con el otro. 

Camino de un día. 
El viaje de regreso a Nazaret llevaría varios días, si todo marchaba bien (ver com. vers. 42). Si regresaron por la ruta del Jordán, en el primer día de viaje probablemente habrían llegado sólo hasta Jericó, a unos 27 km de Jerusalén. 

Le buscaban. 
Buscaron persistente y minuciosamente. Ya podemos imaginarnos cuál no sería la creciente preocupación de José y de María mientras buscaban, ya tarde 692 ese día, después del "camino de un día", y siguieron buscando de pariente en pariente y de amigo en amigo por todo el lugar donde había acampado su caravana. Esta búsqueda debieron haberla hecho hasta bien entrada la noche; pero sus esfuerzos fueron en vano. Jesús no se encontraba en ninguna parte. 

46. Tres días después. 
Es decir, tres días después del momento cuando por primera vez se dieron cuenta de que Jesús no estaba en el grupo. Sin duda José y María se levantaron temprano a la mañana siguiente para regresar a Jerusalén. Su corazón estaba lleno de terribles presentimientos, pues recordaban bien los desesperados intentos de Herodes para matar al niño. Si habían llegado hasta Jericó (ver com. vers. 44), ahora tenían que ascender más de 900 m por el escarpado camino hacia Jerusalén. Llegaron a la ciudad, y pasaron las pocas horas que les quedaban en este segundo día buscando a su hijo; pero todo fue en vano. La búsqueda de este día fue tan inútil como la de las últimas horas del día anterior. Al tercer día continuaron buscando. Su tristeza y angustia se convirtieron en gozo y alegría cuando en este día escucharon la voz de Jesús entre los que adoraban en el templo. Este tercer día fue, según el cómputo judío, el día cuando hallaron a Jesús en el templo (DTG 60). Según este sistema de cómputo inclusivo, el primer día y también el último día de un determinado período se incluyen aunque no hayan transcurrido completos al computar el número de días transcurridos (ver pp. 239-242). 

El templo. 
Gr. hierón, palabra que se refiere a todo el templo, incluyendo los atrios y los aposentos del sagrado recinto que rodeaban el templo. El edificio propiamente del templo solía llamarse naós. En uno de los patios o de los aposentos dentro del predio del templo funcionaba una escuela rabínica, especialmente en épocas de fiesta. 

Sentado. 
La posición característica del que aprende (cf. Hech. 22: 3). 

Doctores. 
Literalmente "maestros", es decir los rabinos o escribas versados en las Sagradas Escrituras y en la tradición oral (ver p. 57). Uno de los que más se había destacado en la anterior generación de maestros había sido Hillel el mayor, fundador de una influyente escuela del pensamiento judío. Shammai, maestro de la ley judía y más conservador, se distinguió un poco menos. Los "doctores" destacados en tiempos de Cristo eran Gamaliel, maestro de Saulo (Hech. 22: 3); Simeón, hijo y sucesor de Hillel; Nicodemo (ver com. Juan 3: 1,10), y posiblemente José de Arimatea (ver com. Mat. 27:57). Quizá uno o más de éstos estuvieron presentes en esta ocasión, pues se sabe que eran maestros activos en esa época. Era común encontrar a estos rabinos sentados entre sus alumnos en alguno de los salones o patios del templo, especialmente en día sábado o de fiesta. Algunos comentadores han sugerido que la mención de los "doctores" indica aquí que la fiesta de los panes sin levadura no había concluido, Y que José y María se habían retirado antes, como lo permitía la costumbre (ver com. Luc. 2: 43). Otros estudiosos suponen que era habitual que los maestros de la ley enseñaran a los que llegaban al templo en cualquier momento u ocasión. 

Oyéndoles. 
Es decir, escuchaba la exposición que hacían de las Escrituras y de la tradición, sus preguntas y sus respuestas a las preguntas que les hacían. El método habitual de instrucción rabínica era el de preguntas, respuestas y debate. 

Preguntándoles. 
Es decir, como un estudiante sincero y respetuoso. María y José habían esperado que Jesús se relacionara en esta visita a Jerusalén con los rabinos, respetados y sabios, y que los llegaría a respetar prestando mayor atención a sus enseñanzas (DTG 58). Sin embargo, pronto se hizo evidente que la comprensión que tenía, Jesús de las profecías era más clara que la de los rabinos. Sus penetrantes preguntas les abrían los ojos a verdades que ellos habían pasado por alto acerca de la misión del Mesías y del cumplimiento en ese tiempo de profecías que indicaban que el Mesías estaba por aparecer (DTG 58-59; cf. 22, 37, 182-183, 201, 222). 

Entre esos acontecimientos estaba, sin duda, el del año 6 d. C., cuando el gobernante local, Arquelao, fue depuesto, y Judea fue organizada por primera vez como una provincia gobernada directamente por un procurador romano dependiente del gobernador de Siria. Judea se había considerado como un Estado vasallo bajo sucesivos imperios extranjeros; pero siempre había tenido un gobierno local administrado por príncipes o sacerdotes judíos (Zorobabel, Esdras, Nehemías y posteriormente los sumos sacerdotes), por sacerdotes-reyes macabeos, y aun en tiempo de Roma con el rey Herodes, natural de la región. Este nuevo acto tuvo que haber hecho que muchos creyeran, debido a la segara palabra profético, que el Mesías debía aparecer pronto. Años antes el profeta había escrito: "No será quitado el cetro de Juda, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh" (ver com. Gén. 49: 10; DTG 25, 78-79). 

47. Se maravillaban. 
Estos dirigentes religiosos no podían explicarse cómo un niño que, bien lo sabían, no había aprendido en las escuelas de los rabinos (DTG 59; ver com. Juan 7: 15), tuviera la profunda comprensión de las profecías que Jesús evidentemente tenía. Dios había sido su maestro por medio de los preceptos de María, mediante el estudio que Jesús mismo había hecho de los rollos de los profetas y, ahora, por las impresiones directas de verdad, mientras meditaba en los atrios del templo (DTG 51, 58). La enseñanza de los rabinos tendía, como contraste, a oscurecer antes que a aclarar la verdad; fomentaba la ignorancia en vez de impartir conocimiento (DTG 49). 

Su inteligencia. 
Se maravillaban de su comprensión de las Escrituras, especialmente de las profecías que señalaban la venida del Mesías, la misión de Israel entre las naciones y el establecimiento del reino mesiánico. Su comprensión de la Palabra de Dios no estaba opacada por las explicaciones torcidas y engañosas que solían dar los rabinos y los ancianos. Jesús no sólo conocía la letra de las Escrituras sino también el espíritu de ellas. No hacía caso de la interpretación rabínica. Su pensamiento no estaba confundido por los errores. 

Sus respuestas. 
Estos venerables maestros hicieron un sinnúmero de preguntas a Jesús tratando de sondear la profundidad de su conocimiento de las Escrituras, y quedaron maravillados por sus respuestas claras y lógicas, todas basadas en las Escrituras. Esos maestros de Israel pensaban: Si Jesús, un niño sin instrucción, posee una comprensión tan profunda de la ley y de los profetas, cuál no sería su capacidad si ellos pudieran proveerle de una educación completa. Así como un profesor de canto se da cuenta del potencial latente en una voz naturalmente hermosa, pero que no ha sido educada, ellos, sin duda, vislumbraban en Jesús el mayor maestro que Israel jamás hubiera tenido. 

48. Cuando le vieron. 
María y José estaban maravillados de lo que habían podido oír de la conversación de Jesús con los doctores de la ley. Pero más que eso, quedaron atónitos por la apariencia de Jesús: "En su rostro había tina luz que los admiraba. La divinidad fulguraba a través de la humanidad" (DTG 60) por primera vez, como testimonio de la verdad de que el Hijo del hombre no era otro que el Hijo de Dios (ver com. Mat. 1: 11, Nota Adicional de Juan 1). 

Tu padre y yo. 
José aparece por última vez en todo el relato evangélico como "padre" de Jesús. Como Jesús había comprendido su relación con su Padre celestial, era apropiado que su "padre" terrenal desapareciera del cuadro evangélico (ver com. vers . 51). El silencio de las Escrituras acerca de, José desde este momento indica que no vivió para el comienzo del ministerio público de Cristo (DTG 119). Con referencia a José como "padre" de Jesús, ver com. vers. 33. 

49. ¿Por qué? 
Las palabras de Jesús no reflejan resentimiento porque sus padres estuvieran afligidos por él, sino una inocente sorpresa de que hubieran experimentado dificultades y preocupación hasta encontrarlo. ¿Por qué les había resultado tan difícil hallar a su Hijo? ¿En qué otra parte de Jerusalén podían esperar encontrarlo sino en el templo? Ellos conocían su interés y dedicación a las cosas religiosas. ¿Por qué lo habían "buscado con angustia? ¿Acaso alguna vez les había dado motivo de preocupación? Sencillamente, se había quedado en el templo cuando ellos partieron. Allí lo habían dejado (DTG 58) y allí podían esperar encontrarlo de nuevo. Además, no se les había escapado; se habían ido dejándolo atrás. La culpa era de sus padres y no debían haberlo censurado. Sin embargo, el hecho de que, Jesús comprendiera cuál era la relación con su Padre celestial no disminuía el sentido de su deber para con sus padres terrenales (cf. vers. 51). 

En los negocios de mi Padre. 
Literalmente "en lo de mi Padre". María acababa de referirse a José como "padre" de Jesús (vers. 48). Jesús no negó directamente esa relación, pero afirmó claramente que el Dios del cielo era su Padre. Jesús comprendió y proclamó por primera vez en su vida que era el divino Hijo de Dios. Es digno de notar que Jesús afirmó su deidad con estas palabras suyas, que son las primeras que se registran de él en el Evangelio. La comprensión del misterio de la obra que debía cumplir en la tierra nació en su propio corazón (DTG 61); pero sus padres "no entendieron las palabras que les habló" (vers. 50). 

El plan de la vida de Cristo "estuvo delante de él, perfecto en todos sus detalles" (DTG 121), antes de que viniera a esta tierra. Así como hubo un momento preestablecido para la encarnación (Gál. 4: 4; DTG 23), "cada acontecimiento de su obra tenía su hora señalada" (DTG 415). Sin embargo, cuando Jesús vicio a la tierra y mientras andaba entre los hombres, fue guiado paso a paso por la voluntad de su Padre, que le era manifestada día tras día (DTG 120-121). Con referencia a la vida de oración de Jesús, el medio por el cual la conducción divina se, hacía realidad en su vida, ver com. Mar. 1: 35; 3: 13. 

Jesús expresó vez tras vez la idea de que su "tiempo aún" no había "llegado" (Juan 7: 6, 8), pero durante la última pascua dijo: "mi tiempo está cerca" (Mat. 26: 18). Tenemos el privilegio de vivir una vida consagrada diariamente al Padre así como lo hizo Cristo, y de ser guiados en el cumplimiento de la parte que nos ha asignado en su gran plan (DTG 179; Juan 15: 10). 

El Señor Jesús había sido igual al Padre durante toda la eternidad (ver com. Juan 1: 1-3), pero en el momento de la encarnación aceptó un papel subordinado al Padre (ver Nota Adicional de Juan 1; com. Luc. 1: 31, 35; Juan 1: 14). Jesús comprendió por primera vez en este momento -a los 12 años de edad- que era el Hijo del Padre celestial, y se dio cuenta de su papel de hombre entre los hombres. 

Me es necesario estar. 
Jesús siempre había sido leal al deber, siempre había cumplido fielmente todas las tareas que se le habían asignado. Aún siendo niño, Jesús ya comprendía que no debía hacer su propia voluntad, sino la voluntad de su Padre celestial (Mat. 7: 21; 26: 39; Juan 4: 34). 

50. No entendieron. 
Jesús había preguntado a sus padres: "¿No sabíais ... ?"; pero ellos "no entendieron" que les quería decir que su padre no era José, sino Dios. María sabía que Jesús "había negado que fuera hijo de José y se había declarado Hijo de Dios" (DTG 61), pero no captó el significado pleno de sus palabras, especialmente en su aplicación a la obra de la vida de Cristo. Desde este momento la conducta de, Jesús fue un ministerio para sus padres (DTG 69). El pronombre "ellos" sin duda se refiere a María y a José. Si aun "ellos" no pudieron entender, lo mismo tuvo seguramente que haberle ocurrido a los doctores de la ley y a las otras personas presentes. 

51. Estaba sujeto. 
[Adolescencia y juventud de Cristo, Luc. 2: 51-52. Ver mapa, p. 205: diagrama p. 217.] Es decir, les obedecía. Aunque Jesús claramente afirmaba que no era hijo de José, se sometió respetuosamente a él, como se espera que un hijo se someta a su padre mientras permanezca bajo el techo paterno. Durante 18 años antes de irse de su hogar, Jesús comprendió que era Hijo de Dios; sin embargo, durante esos 18 años obedeció siempre a quienes eran sus tutores terrenales. Como Hijo de Dios podría haber considerado que no estaba sujeto a la jurisdicción paterna, pero como ejemplo para todos los, jóvenes, fue obediente a sus padres humanos. Por eso es evidente que la respuesta de Jesús (vers. 49) de ningún modo significa que repudiara la autoridad de José y de María. 

Durante aquellos 18 años Jesús fue conocido por los vecinos como "el carpintero" de Nazaret (Mar. 6: 3) y el "hijo del carpintero" (Mat. 13: 55). José murió en algún momento de los 18 años mencionados, pues al terminar ese tiempo se habla de la "carpintería que había sido de José" (DTG 84; cf. 118-119). La última referencia bíblica indirecta a José en el relato de la vida de Cristo, se halla en Luc. 2: 51 (ver com. vers. 48). 

Guardaba. 
Gr. diat ' réo, "guardar cuidadosamente". María se aferraba a estas "cosas" y las atesoraba fielmente en su recuerdo (ver com. vers. 19). 

52. Jesús crecía. 
Los años de la niñez, adolescencia y juventud de Cristo fueron años de un desarrollo armonioso de sus facultades físicas, mentales y espirituales (Ed 11). La meta a la cual aspiraba era la de reflejar perfectamente el carácter de su Padre celestial. En él estaba ahora la humanidad perfecta, restaurada a la imagen de Dios. El breve ministerio de tres años y medio fue precedido por treinta años de constante preparación. La declaración del vers. 40 se refiere en primer lugar a la niñez de Jesús, mientras que la del vers. 52 se refiere particularmente a su adolescencia y juventud. Se hacen afirmaciones similares acerca de la juventud de Samuel (1 Sam. 2: 26) y de Juan el Bautista (Luc. 1: 80). 

Las leyendas acerca de la niñez y de la juventud de Jesús que aparecen en los evangelios apócrifos, escritos en los primeros siglos de la era cristiana, son diametralmente opuestos a la sencilla dignidad, la hermosura y la fuerza del relato bíblico. Algunas de estas 695 leyendas aparecen en la obra apócrifa, 1 Infancia 7: 1-35; 13: 1-13; 15: 1-7; 16: 1-16; 18: 1-19. Parece que Jesús no hizo ningún milagro antes de comenzar su ministerio público (cf. DTG 53, 55, 71). 

Sabiduría. 
Gr. sofía, "sabiduría", "entendimiento", "prudencia"; en esta palabra están comprendidas las capacidades mentales más elevadas. Aquí se habla de la excelencia mental en su sentido más elevado y más amplio (ver com. cap. 1: 17). Sofía no sólo comprende el conocimiento sino también la capacidad y el juicio para implicar ese conocimiento a las circunstancias y a las situaciones de la vida. Para entender debidamente como Cristo hizo frente a los problemas de la vida, es importante reconocer que no nació con conocimiento, entendimiento y sabiduría, ni fue dotado de esas cualidades en forma sobrenatural, sino que aumentó o creció en sabiduría. "Todo niño puede aprender como Jesús" (DTG 51). 

Estatura. 
Jesús participó del mejor tipo de ejercicio, el ejercicio útil, que tiene la virtud de impartir verdadera fuerza física y desarrollar plenamente las facultades. Estas actividades en la carpintería lo prepararon para llevar su porción de las cargas de la vida; así se benefició Y fue una bendición para otros (DTG 52-53). 

Gracia para con Dios. 
Desde que comenzó a razonar, Jesús creció constantemente en gracia espiritual y en conocimiento de la verdad. Crecía en fuerza moral y entendimiento por las horas que pasó solo en medio de la naturaleza -especialmente durante las primeras horas del día- meditando, escudriñando las Escrituras y buscando a su Padre en oración (DTG 69). En Nazaret, conocida por su maldad aun en esa generación perversa, Jesús estuvo siempre expuesto a la tentación y estaba constantemente en guardia para conservar la pureza de su carácter (DTG 52, 90). 

Al terminar sus años de preparación para el servicio, el Padre dio testimonio de él: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia" (cap. 3: 22). Era un ejemplo viviente de lo que significa ser perfecto, como nuestro "Padre que está en los cielos es perfecto" (Mat. 5:48; DTG 52-53). 

En cuanto a la manera en que Jesús hizo frente a las tentaciones y las venció, ver com. Mat. 4: 1-11; 26: 38-41; Luc. 2: 40; Heb. 2: 17; Material Suplementario de EGW sobre Luc. 2: 40. 

Los hombres. 
En lo concerniente a su personalidad, Jesús se distinguía por su carácter especialmente amable (DTG 49, 219), una paciencia imperturbable (DTG 49-50), la gracia de la cortesía desinteresada (DTG 49), la alegría y el tacto (DTG 54, 66), la simpatía y la ternura (DTG 54-55) y la gracia y modestia juveniles (DTG 59). Desde la niñez el único propósito de su vida fue bendecir a otros (DTG 51, 69, 71), y sus manos voluntarias siempre estuvieron dispuestas a servirlos (DTG 65). Cumplía fielmente los deberes de hijo, hermano, amigo y ciudadano (DTG 52, 61 ). 

El perfecto desarrollo del carácter sin pecado de Jesús, desde la niñez hasta la juventud, es quizá el hecho más admirable de toda su vida. Asombra a la imaginación. Y como se afirma que Jesús no tuvo oportunidades que Dios no esté dispuesto a proporcionar a nuestros hijos (DTG 50), bien podríamos preguntarnos: "¿Cómo puede hacerse esto" (Juan 3: 9). 

En primer lugar, "Jesús aceptó la humanidad cuando la especie [humana] se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia" (DTG 32). Se le permitió "arrostrar los peligros de la vida en común con toda alma humana, pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a riesgo de sufrir la derrota v la pérdida eterna" (DTG 33). En segundo lugar, el niño Jesús no fue dotado en forma sobrenatural con sabiduría superior a la de otros niños normales. Pensaba, hablaba y actuaba con la sabiduría de un niño (DTG 50-52; PVGM 61). "Pero en cada etapa de su desarrollo era perfecto, con la sencilla y natural gracia de una vida exenta de pecado" (PVGM 61). En tercer lugar, el ambiente en el cual se crió Jesús -la proverbial maldad de Nazaret- lo sometió a "todos los conflictos que nosotros tenemos que arrostrar" (DTG 52; cf. 91), y sin embargo, en su niñez y en su juventud su vida no fue mancillada ni aun por un solo mal pensamiento ni una mala acción (DTG 67). 

El carácter de los hijos es determinado en gran medida por el precepto y el ejemplo de los padres. Cuando los niños tienen el privilegio de ver en la vida de sus padres el reflejo de la ternura, la justicia y la paciencia de Dios, llegan a conocerle como él es (PP 316). El cultivo del amor a los padres terrenales, la confianza en ellos y el obedecerles, prepara los hijos para amar a su Padre celestial, confiar en él y obedecerle (ver PR 184-185; 4T 337; com. Mat. 1: 16). Si los padres se acercan humildemente al Salvador, dispuestos a dejarse guiar por él en la educación de sus hijos, se les promete que recibirán suficiente gracia para modelar el carácter de sus hijos, así como lo hizo María con el del niño Jesús (DTG 49; cf. 473). 

Los padres que quieren ver el carácter de Jesús reflejado en sus hijos, deberán valerse del caudal de consejos inspirados que existen sobre este importante tema y aplicarlos con diligencia y paciencia dentro del círculo familiar (ver PVGM 58-67, 261-300; DTG 49-55, 64-71; MC 269-306). A semejanza de Abrahán, mandarán "a sus hijos y a su casa después de sí" (ver com. Gén. 18: 19) con bondad, paciencia y comprensión (Efe. 6: 4: Col. 3: 21), pero siempre con firmeza (ver com. Prov. 13: 24; 19: 18). 

CBA T5

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