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CBA LIBRO DE LUCAS CAPÍTULO 5


CBA Libro de Lucas capítulo 5

1. Aconteció. 
[ La pesca milagrosa, Luc. 5: 1-11 = Mat. 4: 18-22 = Mar. 1: 16-20. Comentario principal: Lucas. Ver mapa p. 208; diagrama p. 221; con referencia a los milagros, pp. 198-203.] Lucas registra fuera de orden cronológico el llamamiento de Pedro, Andrés, Jacobo y Juan a orillas del mar de Galilea. Este relato (vers. 1-11) debería aparecer entre los vers. 32 y 33 del cap. 4 (ver com. Mat. 4: 23). Parece que Lucas distribuye de este modo los relatos para presentar juntos dos episodios relacionados con la predicación en las sinagogas -el primero en Nazaret (Luc. 4: 16-30), y el segundo en Capernaúm (vers. 31-37)- y para unir el llamamiento de los discípulos (cap. 5: 1-11) con su relato del primer viaje de predicación por Galilea (vers. 12-15). 

Lago. 
Gr. límn', "lago", "laguna", "estanque". Lucas había conocido en sus viajes más de cerca el mar Mediterráneo, y por eso nunca llama "mar" (Gr. thálassa ) al mar de Galilea, sino límn' . Los otros evangelistas siempre lo llaman thálassa, "mar". 

Genesaret. 
Cerca de allí estaba la fértil llanura de Genesaret que probablemente dio nombre al lago (Mat. 14: 34; Mar. 6: 53). La llanura, situada entre los cerros y el lago, con Capernaúm al norte y Magdala por el sur, mide unos 5 km de largo y unos 3 de ancho. Por causa de su clima semitropical produce nueces, higos, aceitunas, frutas cítricas y uvas. En tiempos del AT el lago de Genesaret era comúnmente llamado mar de Cineret (Núm. 34: 11; Jos. 12: 3; etc.). En la época de Jesús el mar de Galilea o lago de Genesaret, lindaba con la zona más rica y poblada de toda Palestina. Aunque la mayor parte de la población de Galilea era judía, la zona estaba a bastante distancia de Jerusalén, punto central del judaísmo (ver com. Luc. 2: 42, 44); y estaba, en cierto modo, un poco alejada de los prejuicios y los antagonismos del judaísmo. En muchos sentidos era el lugar ideal para que Cristo realizara su obra. 

Se agolpaba. 
En vista del parecido aparente entre el suceso narrado aquí y el de Juan 21: 1-17, algunos comentadores han llegado a la conclusión de que los dos relatos son diferentes versiones de un mismo acontecimiento; sin embargo, el estudio cuidadoso del contexto muestra que esto no es posible (cf. DTG 749-756). 

Era temprano por la mañana cuando Jesús caminó junto al mar, sin embargo la gente ya se reunía alrededor de él. Esto testifica de su fama o de su popularidad ya antes de los milagrosos acontecimientos en un sábado todavía futuro (cap. 4: 31-41). 

Palabra de Dios. 
Es decir, según la presentaba Jesús en su predicación y enseñanza. Sus palabras eran llenas de gracia (cap. 4: 22), estaban henchidas de poder vivificador (Juan 6: 63, 68), y la gente tenía hambre de escucharlas. ¡Cómo deben haberse emocionado sus corazones al escuchar a Aquel que era la Palabra de Dios encarnada! (ver com. Juan 1: 1-3). 

2. Barcas. 
Una de las barcas mencionadas aquí era la de Pedro y Andrés; la otra era de Jacobo y de Juan. 

Los pescadores. 
Los cuatro pescadores que pronto se convertirían en pescadores de hombres, junto con Zebedeo y dos o más "jornaleros" (Mar. 1: 20), acababan de volver de una noche de pesca (Luc. 5: 5). 

Lavaban sus redes. 
Antes de colgarlas para que se secaran. La expresión "echar la red" (Mat. 4: 18; Mar. 1: 16) podría referirse a cualquier fase del trabajo de la pesca. Sólo significa que eran pescadores. El cuidado de las redes era tan importante como su uso para pescar. Otros del grupo estaban remendando las redes (Mat. 4: 21; Mar. 1: 19), preparándolas para la siguiente salida. Si se considera que los verbos "echar" y "remendar" son más bien actividades generales, no hay discrepancia alguna entre los diversos relatos (ver segunda Nota Adicional de Mat. 3; cf. com. Mar. 5: 2; 10: 46; Luc. 7: 3; Nota Adicional de Luc. 7). 

3. De Simón. 
De Simón Pedro (vers. 8). Para más datos acerca de Pedro y su relación con los otros miembros del grupo que aquí aparecen ocupados remendando sus redes, ver com. Mar. 3: 16. 

Sentándose. 
Los maestros acostumbraban sentarse al dirigirse a sus alumnos, tanto en las escuelas rabínicas como cuando los rabinos impartían instrucción pública en los atrios del templo de Jerusalén. Los que enseñaban en las sinagogas también acostumbraban sentarse para hacerlo (ver com. vers. 4: 20). 

4. Echad. 
Del verbo griego jaláÇ, que se usa para referirse a bajar cargas o botes. En Hech. 27: 17 se traduce "arriaron las velas"; en el vers. 30, "echando el esquife". Con este mismo verbo se describe el descenso de Pablo por el muro de Damasco en una canasta (Hech. 9: 25; 2 Cor. 11: 33). 

5. Maestro. 
Gr. epistát's, literalmente "el que está sobre", un superintendente, un capataz. Lucas es el único evangelista sinóptico que emplea esta palabra para aplicarla a Jesús. La palabra más común, usada frecuentemente por Lucas y los otros autores del Evangelio, es didáskalos, "el que enseña" (ver com. Juan 1: 32). En realidad, Pedro era el epistát's o jefe de la empresa pesquera de las dos parejas de hermanos y sus jornaleros (ver com. Mar. 3: 16). 

Toda la noche. 
Los peces podían ver en el día las redes tendidas en las claras aguas del mar de Galilea. El único momento favorable para la pesca era la noche. 

Nada hemos pescado. 
Las aguas del mar de Galilea abundaban en peces, y la pesca era un trabajo común en esa región. Es posible que hubiera sido un caso poco común regresar sin haber pescado nada. Quizá podría suponerse que el poder que unos minutos más tarde proveyó tal abundancia de peces, era el mismo que había hecho infructuosos los constantes esfuerzos de la noche. A veces, la diligencia que desplegamos usando sólo nuestras propias fuerzas no dan ningún fruto, porque los resultados que se anhelan pueden obtenerse sólo mediante la cooperación con un poder superior. Sin embargo, como parece que ocurrió en este caso, Dios puede intervenir en nuestros planes y esfuerzos para que nos sea más evidente y significativa la necesidad de cooperar con él. 

Mas. 
Pedro había sido pescador quizá desde su niñez. Probablemente le había ido bastante bien en su empresa pues disponía de un grupo de colaboradores. Como pescador experimentado, Pedro quizá pensaba que su conocimiento de la pesca era superior al de Cristo, que había sido carpintero. Sin embargo, por amor a su Maestro, y con una confianza basada en lo que ya habíale visto hacer a éste, Pedro y sus compañeros accedieron al pedido de Jesús. De todos modos, no podría irles peor que en la noche pasada. 

Pedro y sus compañeros estaban, sin duda, desanimados, recordando sus esfuerzos infructuosos de la noche anterior. Pedro y quizá también sus compañeros, habían reflexionado durante las largas horas de la noche en el destino de Juan el Bautista, preso ahora por seis largos meses (ver com. cap. 3: 20). Posiblemente también pensaron en que Jesús no había podido ganarse la confianza y el apoyo de los dirigentes judíos durante el año que había transcurrido, cuando había dedicado la mayor parte de sus esfuerzos a Judea. Quizá también recordaron el caso reciente de Nazaret, cuando los propios vecinos de Jesús habían intentado matarle. Cansados por el infructuoso trabajo y con el corazón torturado y tentado por el demonio de la incredulidad, Pedro y sus compañeros, como Jacob siglos antes, sin duda estaban listos para exclamar: "Contra mí son todas estas cosas" (Gén. 42: 36). Sin embargo, el desanimador episodio de la noche estaba a punto de ser seguido por un hecho que sería para Pedro el pescador la evidencia convincente de la divinidad de Cristo. Los desanimadores episodios de Judea y de Nazaret estaban asimismo a punto de ceder ante los gloriosos éxitos de Galilea. Pronto las multitudes se agolparían junto a Jesús hasta el punto de que a veces necesitaría esconderse de la gente para poder comer y dormir. 

6. Habiéndolo hecho. 
Puede suponerse que aquí el sujeto tácito es Pedro y Andrés. Es posible que Juan y Jacobo estuvieran en la otra barca o todavía se hallaran arreglando sus redes en la playa (vers. 7). 

Gran cantidad de peces. 
Más temprano no habían podido pescar nada, ahora estaban cooperando con Jesús y el éxito que lograban sobrepasaba sus más acariciadas esperanzas. Así como Cristo no hizo nada por sí mismo (Juan 5: 19, 30; 8: 28) cuando vivió como hombre entre los hombres, así también quienes quieren seguirle para ser pescadores de hombres deben aprender que sin él nada pueden hacer (Juan 15: 5). Los esfuerzos pueden ser efectivos y permanentes, especialmente en la obra de pescar hombres, únicamente cuando el poder divino se combina con el esfuerzo humano. Compárese este incidente con la pesca milagrosa en circunstancias similares aproximadamente un año y medio más tarde (Juan 21: 11). 

Se rompía. 
Pedro y Andrés estaban a punto de perder su gran pesca. El hecho de que la red comenzara a romperse es señal de que esta pesca era algo extraordinario bajo cualquier circunstancia y especialmente de día. Aquí se manifestaba un poder divino que no podía ponerse en duda, poder que impresionaría también a los otros pescadores en la orilla. 

7. Hicieron señas. 
Posiblemente Pedro y Andrés estaban demasiado lejos de sus compañeros para que los oyeran, pero no para que los vieran. 

Compañeros. 
Gr. métojos, "el que comparte". Es probable que los compañeros fueran Santiago y Juan (vers. 10). En Heb. 3: 1, 14; 12: 8, la palabra métojos se traduce como "participante"; en este caso, con referencia a que somos participantes con Cristo. 

8. Viendo esto Simón Pedro. 
Pedro, que era un buen pescador y había pasado quizá la mayor parte de su vida pescando en esas aguas, se dio cuenta inmediatamente que había ocurrido un milagro. Pedro pensaba que conocía los hábitos de los peces de Galilea, pero aun los peces de su propio lago parecían estar sometidos a Jesús. Ahora él también estaba dispuesto a obedecer las órdenes del gran Pescador de hombres. Ver com. vers. 6, 9. 

Cayó de rodillas. 
Esto sucedió mientras las barcas estaban todavía en medio del lago y los otros aún estaban asegurando el contenido de las redes. Probablemente Cristo aún estaba en la barca de Simón (vers. 3). 

Apártate de mí. 
Sobre la conciencia de Pedro pesó sobremanera el reconocimiento de su propia indignidad para estar asociado con Jesús. Sin embargo, se aferró de Cristo, testificando silenciosamente que sus palabras reflejaban un sentimiento de completa indignidad y no el deseo de separarse de Jesús (DTG 213). 

Señor. 
Gr. kúrios, "señor", título aplicado con frecuencia a Jesús, tanto por Lucas como por los otros evangelistas (ver com. cap. 2: 29; cf. com. Juan 13: 13; 20: 28). 

Hombre pecador. 
Un ladrón no puede menos que sentirse inquieto en presencia de un policía, aunque el policía no sepa nada de sus actos criminales. ¡Con cuánta razón no debería el pecador sentirse avergonzado e indigno en la presencia de un Salvador perfecto! Este sentimiento de indignidad es la primera reacción del corazón humano cuando Dios, por medio de su Espíritu, comienza a transformar la vida y el carácter. Así le ocurrió a Isaías cuando, en visión, estuvo en la presencia divina (Isa. 6: 5). Dios no puede hacer nada en favor del que no siente primero su necesidad de salvación. Sólo los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados (ver com. Mat. 5: 3, 6). Pedro comprendió profundamente, quizá por primera vez, su propia necesidad espiritual. 

9. El temor se había apoderado de él. 
"El asombro se había apoderado de él" (BJ). La alegría por la gran pesca se desvanecía a medida que Pedro y sus compañeros pudieron, con una visión más clara, ver más allá de la evidencia material del poder divino, la verdad invisible de la cual el milagro daba un mudo testimonio. 

10. Y asimismo de Jacobo y Juan. 
Se nombran específicamente a dos de los compañeros de Pedro, y es de suponerse que Andrés, su hermano, también estaba allí. En el vers. 9 aparecen como "todos los que estaban con él". Lucas destaca que los cuatro respondieron del mismo modo ante el milagro y apreciaron su importancia. El hecho de que aquí, como también en otros pasajes, se nombre primero a Jacobo, podría sugerir que él era el mayor de los dos (DTG 259). 

A Simón. 
Cf. Mat. 4: 18-22; ver com. Mar. 3: 16. Aunque Jesús se había dirigido principalmente a Simón, quien había sido el primero en captar el significado del milagro y también en responder al mismo, los otros sabían que ellos también estaban incluidos (Luc. 5: 11). 

Pescador. 
Gr. zÇgréÇ, de zÇós, "vivo" y agreúÇ, "tomar": "tomar vivo", "apresar". En ese mismo momento el gran Pescador estaba "pescando" a Pedro, Andrés, Jacobo y Juan. El milagro radicaba en su "red". Su propósito al "pescar" vivos a estos cuatro era que ellos, a su vez, "pescaran" a otros aún vivos. La figura no era tan enteramente nueva, porque mucho antes el profeta Jeremías había empleado un lenguaje similar (Jer. 16: 16). Pedro, Andrés, Jacobo y Juan habían sido prendidos en la red del Evangelio. No podían escapar; en verdad, no tenían ningún deseo de escapar (ver com. Luc. 5: 8-9). 

¡Qué contraste! Los peces que ellos habían pescado durante toda su vida, morían al ser sacados del agua. Pero desde ahora en adelante serían pescadores de hombres "para que" tuvieran "vida, y para que la" tuvieran "en abundancia" (Juan 10: 10; cf. Luc. 19: 10). 

11. Dejándolo todo. 
Aquí estaban los cuatro socios, dueños de la pesca más abundante que jamás hubieran traído a tierra; pero en el momento de su mayor éxito material, abandonaron la empresa (DTG 239). A pesar del alto significado del milagro, debe haberles demandado una verdadera medida de fe el dejar su ocupación para llevar una vida incierta como seguidores de un maestro itinerante, que hasta ese momento no parecía haber logrado mucho éxito (DTG 211- 212). Pero Jesús, al proporcionarles abundantes pescados, demostró su poder para hacer frente a las necesidades de sus seguidores, y creyeron con humilde fe. 

Los discípulos no vacilaron en lo más mínimo. La decisión de disolver su exitosa sociedad pesquera para participar de una sociedad mucho más elevada con Jesús como pescadores de hombres, fue hecha en forma instantánea y sabiendo bien lo que hacían. No necesitaron tiempo para cavilar ni para hacer provisión para las necesidades de sus familias (cf. Mat. 8: 19-22). Habían lanzado sus barcas a la mar como simples pescadores; pero cuando regresaron a tierra se lanzaron por fe "mar adentro", tal como Cristo los llamaba, para pescar hombres. Toda la noche habían buscado en vano lo que necesitaban para sustentar su vida; ahora, por amor a Cristo, estuvieron dispuestos a perder todo lo que la vida tenía para ofrecerles, y al hacerlo comenzaron una vida más rica, más abundante (cf. Mat. 10: 39). Tomaron la cruz del servicio, y siguieron en las pisadas de Jesús (ver com. Mar. 3: 14). 

Como Pablo algunos años más tarde, estuvieron listos a considerar como pérdida todas sus posesiones terrenales, porque consideraron que "la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús" era de un valor infinitamente mayor. Las cosas que antes les habían parecido valiosas, ahora les parecían despreciables. Desde ahora en adelante su suerte sería aprender de Jesús, tener comunión con él en sus sufrimientos y compartir con todos los hombres el conocimiento del poder de la resurrección del Salvador (Fil. 3: 8-10). Hallaron la perla de gran precio; se deshicieron de todos sus intereses y posesiones terrenales, e invirtieron todo su capital material e intelectual en la causa del reino de los cielos (Mat. 13: 45-46). 

Le siguieron. 
Hasta este momento, por lo menos tres de los cuatro -Pedro, Andrés y Juan- habían acompañado a Jesús en forma intermitente. El llamamiento que habían recibido dos otoños atrás en el Jordán era una invitación a reconocer a Jesús como el Mesías, el Cordero de Dios que había venido a quitar el pecado del mundo (ver com. Juan 1: 35-50). Ahora se los llamaba a unir su vida y su fortuna con la de él, no sólo como creyentes sino también como aprendices y obreros. Antes de esto, ninguno del grupo se había unido a Jesús plena y permanentemente (DTG 213). No habían sido discípulos permanentes, pues su interés estaba dividido entre esta vida y la celestial. Pero a partir de ahora su tiempo y sus talentos serían consagrados a un servicio de dedicación exclusiva. Los cuatro siguieron a Jesús, no porque fueran demasiado haraganes para trabajar con las manos para ganarse la vida, ni porque sus trabajos físicos no hubieran tenido éxito, sino debido a sus profundas convicciones. Como los otros a quienes Cristo llamó, fueron activos en su oficio hasta que se les pidió que dejaran todo y siguieran a Jesús. 

Ninguno de los cuatro habría sido considerado por los sabios de la nación poseedor de suficientes cualidades como para ser maestro. Eran humildes y les faltaba conocimiento, pero esas características eran los requisitos previos para ser discípulos de Jesús. El hecho de que no habían sido educados en los falsos conceptos de los rabinos, les facilitaría más aprender las lecciones necesarias para convertirlos en hábiles obreros en el establecimiento del reino de los cielos (ver com. Mar. 3: 15). Aunque a veces eran lentos en aprender las lecciones que Jesús procuraba enseñarles, estaban enteramente consagrados a él. El amor de Jesús gradualmente transformó su corazón y su mente en proporción a la entrega que cada uno hizo de sí mismo. Cuando terminaron el período de instrucción, ya no eran incultos ni faltos de preparación, sino que eran hombres de discernimiento penetrante y sano juicio. Se parecían tanto a Jesús, que otros se daban cuenta de que habían estado con él (Hech. 4: 13). 

La utilidad del obrero en la causa de Dios no depende tanto de un intelecto brillante, como de la consagración a Cristo y a la tarea que le corresponde efectuar. La influencia de una persona de grandes capacidades e inteligencia superior generalmente se hará sentir, sin duda alguna, en un círculo más amplio, siempre que esas capacidades estén consagradas a Dios (PVGM 268). Sin embargo, Dios puede prescindir de esas capacidades con más facilidad que de un corazón amante, una mente sumisa y manos bien dispuestas. Lo más importante de todo en el servicio de Dios, es que el yo sea puesto de lado y se dé lugar a la acción del Espíritu Santo sobre el corazón (DTG 215). 

12. Sucedió que estando él. 
[ Jesús sana a un leproso, Luc. 5: 12-16 = Mat. 8: 2-4 = Mar. 1: 40-45. Comentario principal: Marcos.] 

Lleno de lepra. 
Lucas, como médico, es el único evangelista que muestra el avanzado estado de la enfermedad. Esta condición hizo que la curación fuera aún más notable. 

17. Aconteció un día. 
[ Jesús sana a un paralítico, Luc. 5: 17-26 = Mat. 9: 2-8 = Mar. 2: 1-12. Comentario principal: Marcos.] Literalmente "en uno de los días". 

Fariseos. 
Lucas menciona ahora por primera vez en su Evangelio esta secta religiosa. Con referencia a los fariseos, ver pp. 53-54. 

Doctores de la ley. 
Mejor "maestros de la ley" (ver pp. 53-54; com. Mar. 1: 22). Cabe recordar que una de las acepciones de la palabra "doctor" es "el que enseña públicamente", y que esta palabra está relacionada con la palabra "doctrina", que significa "enseñanza". Deriva del latín doctor, "el que enseña", "maestro". Los "doctores de la ley" son, en los Evangelios, generalmente llamados "escribas" (ver pp. 53, 57). Esos maestros se ocupaban especialmente de la exposición de las leyes escritas y orales de la nación, y de la aplicación de esas leyes a la vida. La mayoría de ellos eran fariseos, porque éstos eran los que se interesaban especialmente en los detalles de la ley. 

Todas las aldeas. 
Según Josefo había más de 200 ciudades y aldeas en Galilea ( Vida, 45). Por lo tanto, es probable que Lucas esté utilizando una hipérbole que se refiere específicamente a las aldeas visitadas por Cristo en su reciente gira por Galilea. No hay duda de que estos supuestos maestros de la ley procuraban estorbar a Jesús por dondequiera iba, pues su exposición de la ley se oponía a la de ellos. Parece que se reunieron en Capernaúm para consultar con los dirigentes que habían venido de Judea y de Jerusalén, para decidir el curso de acción que debían seguir respecto al sentimiento popular en favor de Cristo. Habían venido con el propósito de encontrar errores en él para poder acusarlo (ver com. Mar. 2: 6). 

Jerusalén. 
El hecho de que Lucas mencione específicamente a Jerusalén además de Judea, demuestra que conocía la práctica judía de considerar a Jerusalén como un distrito separado de Judea (cf. Hech. 1: 8; 10: 39). La ciudad era un área metropolitana, y no estaba bajo la jurisdicción política de Judea. Cf. com. Luc. 4: 44. 

Estaba con él para sanar. 
La mención específica de la presencia del Espíritu Santo en esta ocasión no significa que Cristo sólo tenía poder para sanar en forma intermitente. Lucas sencillamente indica esto como una introducción al milagro que está a punto de relatar. 

26. Maravillas. 
Gr. parádoxa, de pará, en este caso, "contrario a" y dóxa, "opinión". Es decir, lo que es contrario a lo que se cree o se espera. "Paradoja" tiene un idéntico significado: "lo que va en contra de la opinión común". De los tres autores de los sinópticos, sólo Lucas registra los tres aspectos de la reacción de la gente a este milagro: asombro, temor y gratitud a Dios. Ver p. 198. 

28. Dejándolo todo. 
Sólo Lucas registra este detalle de la narración. Mateo no volvió a su negocio, pues no podía hacerlo ni siquiera transitoriamente como lo habían hecho Pedro, Andrés y Juan durante el primer año y medio después de conocer a Cristo en el Jordán (ver com. Juan 1: 35-45). 

29. Gran banquete. 
[ El banquete de Mateo, Luc. 5: 29-32 = Mat. 9: 10-13 = Mar. 2: 15-17. Comentario Principal: Marcos.] O "gran recepción". Lucas usa la misma palabra griega en el cap. 14: 13. Este vocablo sólo aparece estas dos veces en el NT. 

30. Murmuraban. 
Gr. goggúzÇ, palabra onomatopéyica que, según algunos, imita el sonido de las palomas que parecen estar continuamente murmurando o discutiendo por alguna cosa. 

Publicanos y pecadores. 
En griego se emplea un solo artículo definido para estos dos sustantivos, colocando así a los dos en una misma categoría. Según los fariseos, entre estos dos grupos no había ninguna diferencia. El "publicano" era automáticamente "pecador", sencillamente por ser recaudador de impuestos (ver com. cap. 3: 12). 

36. No armoniza. 
Sólo Lucas explica que el parche es de una tela diferente a la del vestido viejo, y que el aspecto del vestido con parche es poco estético. Toda esta labor no resulta, pues el vestido nuevo queda arruinado por habérsele sacado un pedazo, y el viejo no queda mejor a pesar del remiendo. 

39. Ninguno. 
Sólo Lucas añade este comentario adicional de Cristo. Aunque el versículo no aparece en algunos manuscritos antiguos, la evidencia textual favorece su inclusión. 

Es mejor. 
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "el viejo es bueno", es decir agradable. El que está acostumbrado al vino viejo lo encuentra bueno en comparación con el nuevo, y por lo tanto más agradable. Cristo dice que el que está acostumbrado al vino viejo lo encuentra agradable, le cae bien, y eso le basta. No quiere modificar sus hábitos. Esta parábola ilustra los arraigados prejuicios de los fariseos. 

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