CAPÍTULO 13
RESULTADOS DE LA MAYORDOMÍA
Todos en el pueblo conocían y amaban al viejo Enrique. Él todavía vivía en la casa que él y su esposa habían compartido por casi cincuenta años, hasta la muerte de ella. En esos días, él caminaba un poco más lentamente y con una cojera visible, pero la sonrisa de su rostro no había cambiado. Llevaba su envejecida camioneta al pueblo una vez por semana para hacer algunas diligencias y comprar alimentos que, casi siempre, incluían una bolsa para alguna otra persona. Después de que el esposo de la Sra. Quesada falleciera, ella había luchado para alimentar y vestir a sus hijos. Un par de veces por mes, aparecían a su puerta bolsas de comida y, para Navidad, una caja con regalos sencillos para los niños acompañaba a los alimentos. Cuando el Sr. Haroldo cayó con neumonía, el viejo Enrique se ocupó de que el hombre tuviera los medicamentos que necesitaba, pero que no podía pagar.
A los niños les gustaba el viejo Enrique, y él a menudo se detenía para hablar con ellos o invitarlos a unirse con él en la hamaca que tenía en su porche, y ofrecerles un vaso de agua fresca y una charla tipo "abuelito". Y, si ellos le traían un libro, él alegremente se tomaba el tiempo para leerles de él.
La iglesia también recibía grandes bendiciones del viejo Enrique. Aunque él ya no podía ayudar con el techo o palear nieve, nunca dejaba que un llamado para una ofrenda pasara sin una generosa respuesta.
Cuando el viejo Enrique falleció, dejó su casa y sus muebles a su iglesia, a fin de que se usara para ministrar a su vecindario y aun más allá.
Al reunirse los residentes del pueblo para darle el último adiós a su amigo, una mujer mencionó que había oído decir al viejo Enrique que él tenía escondido un tesoro en alguna parte. Cuando la iglesia tomó posesión de los bienes de Enrique, la comisión supervisora obtuvo los registros de la cuenta banca-ria del viejo Enrique. Sus ahorros apenas valían lo necesario para los gastos de un mes. "Tal vez guardaba la mayor parte de su dinero en la casa", sugirió un feligrés. La comisión acordó mantener los ojos abiertos por alguna cosa de valor.
Examinaron cada habitación y tomaron nota de las posesiones del viejo Enrique. En los armarios de la cocina encontraron escasas provisiones. Revisaron el dormitorio, y no encontraron más que una vieja cama y una cómoda con algo de ropa. El altillo tenía solo unas pocas cajas con fotos y ropa vieja. Después de un día de cuidadosa exploración, los miembros de la comisión no habían encontrado nada de valor monetario. "Lo único que el viejo Enrique parecía valorar era la Biblia en su mesita de luz", dijo el dirigente del grupo. "Por su aspecto, la debió haber leído durante años. Está bien gastada y muy subrayada".
Sin percatarse, la comisión había encontrado el tesoro secreto del viejo Enrique. Él había regalado mucho porque vivía siguiendo el ejemplo de Cristo. Estaba feliz y contento porque sabía que podía confiar en su Salvador. Cuando el viejo Enrique había hablado de su tesoro, no se había referido a una caja de monedas de oro o a una gran cuenta bancaria; sino a su fe en Cristo y su deseo de seguir a Jesús en todo aspecto de su vida.
El mundo verá una vida de éxito de mayordomía en la jornada de fe del cristiano. La aplicación de los principios no se puede esconder de la vista. Los resultados son de beneficio para nosotros, así como para los que nos rodean.
La mayordomía bíblica produce una fragancia espiritual en la gente que la vive. Algunos en cada generación pueden contar su historia de mayordomía que refleja "la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efe. 4:13). No hay otra manera en que podamos pasar del caos al contentamiento, sino por los principios de la mayordomía.
¿Cuáles son las características de un mayordomo de éxito?
PIEDAD
Antes del retorno de Jesús, algunas personas parecerán tener integridad, pero realmente estarán presentando una falsa fachada, teniendo "apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella" (2 Tim. 3:5). La piedad proviene de un corazón convertido, una actitud interna de aceptación, una mentalidad centrada "en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Col. 3:2). Su carácter genuino como mayordomo lo verá la gente al sentir la influencia de su conexión con Cristo. Dios está buscando que se lo revele a él de esa manera.
Noé, que fue considerado loco; Daniel, que eligió la posibilidad de la muerte antes que deshonrar a Dios; y Job, que sufrió intensamente sin saber la razón: fueron escogidos por su carácter piadoso (Eze. 14:14). Reflejaron cuatro características de una vida piadosa. Primera, fueron irreprochables (Gén. 6:9; Fil. 2:15; 1 Tim. 3:2). Segunda, sus corazones fueron fieles a los principios morales (Dan. 6:22). Tercera, adoraron a Dios (Job 1:20; Dan. 6:10; Gén. 8:20; Heb. 12:28,29). Cuarta, se apartaron del mal (Gén. 6:9; Job 1:1; Dan. 1:8).
Estos hombres no tuvieron una vida fácil y revelaron que lo que uno es tiene más influencia que lo que uno dice. "La vida tranquila, consecuente y piadosa es una epístola viviente, conocida y leída por todos los hombres. [...] El verdadero carácter no es algo que se forma desde afuera, o con lo que uno se reviste, sino que es algo que irradia desde adentro. Si la verdadera bondad, la pureza, la mansedumbre, la humildad y la equidad moran en el corazón, ese hecho se reflejará en el carácter, y tal carácter estará lleno de poder".1 Lo que realmente está en su corazón, finalmente se mostrará al mundo.
Que alguien se refiera a usted como una persona piadosa es el cumplido más elevado que pueden darle. Para cada uno de nosotros, puede ser un reflejo de nuestro verdadero estado.
El poder de la vida piadosa de un mayordomo maduro, que vive el carácter de Cristo, enseña lecciones espirituales para el servicio activo (i Tim. 4:8). La piedad es mayordomía "en zapatos de cuero de cada día".2 Es la jornada de fe del mayordomo.
CONTENTAMIENTO
Pablo describe a un grupo desagradable de personas "que toman la piedad como fuente de ganancia" (1 Tim. 6:5). Pero la piedad no tiene nada que hacer con la riqueza. "Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento" (vers. 6). Es el resultado de una relación con Cristo, en lo poco o lo mucho, sin importar las circunstancias (Heb. 13:5). El contentamiento en Dios disipa los conceptos equivocados de que el materialismo o sus valores pueden producir la piedad.
El contentamiento es un elemento principal de la arquitectura de la mayordomía, que está puesto en su lugar para vivir en un mundo de caos. Pero el contentamiento puede ser elusivo. Es imposible para nosotros lograrlo por nosotros mismos (Juan 15:5). El principio es una ocupación continua del corazón cristiano, que ha sido educado para vivir una vida de piedad. Nuestra voluntad está combinada con la voluntad de Dios, de manera que son una y la misma.
Debemos comprender tres elementos que identifican el contentamiento. Primero, nuestro contentamiento debe depender de Cristo en cada situación. Somos "guiados por el Espíritu de Dios" (Rom. 8:14). Segundo, debemos comprender y reconocer qué es la piedad con contentamiento (Sal. 16:5, 6; 23:4,5; Hech. 16:24,25). No lo apaguemos ni lo tomemos livianamente. Tercero, siendo que no hemos nacido satisfechos, debemos aprender cómo estar satisfechos o con conténtamiento (Fil. 4:11,12). Jesús dijo: "Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí" (Mat. 11:29). En el contentamiento, entregamos la autoridad sobre nuestra vida a Dios. Es un asunto de la perspectiva correcta (2 Cor. 12:10). Puede no gustarnos el proceso de aprendizaje o las experiencias por las cuales pasamos, pero aceptamos lo que Dios quiere para nosotros mientras él nos dirige.
CONFIANZA
La confianza como un resultado de la mayordomía significa algo más profundo que solo usar la palabra en forma intercambiable con "creer". Es un milagro. El sabio Salomón nos instruye: "Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia" (Prov. 3:5). La confianza se desarrolla con el tiempo, y no toma atajos al corazón de Dios. Él se demuestra digno de confianza cuando dependemos de él. Confiar en Dios con todo nuestro corazón no se reserva nada y no retiene nada de nuestro compromiso total con él. La otra alternativa es confiar en una comprensión finita, y eso es trivial.
Hay quienes creen, pero no confían. Judas creyó en Cristo, pero no confió en él. Abraham confió en Dios sin reservas cuando le dijo a Isaac que Dios proveería (Gén. 22:8,14), aunque en otra ocasión no lo hizo tan bien. Noé creyó a Dios y predicó de un diluvio venidero, y confió en Dios al construir el arca y entrar en ella. "Noé lo hizo así; todo lo hizo conforme a lo que Dios había mandado" (Gén. 6:22). El ladrón crucificado junto a Cristo (Luc. 23:42,43) hizo una mayordomía de la cruz al pedir un lugar y confiar en la respuesta de Cristo.
El sello privado de Juan Wesley contenía las palabras Cree-ama-obedece. Únelas, y tienes un significado más profundo de confiar. "El amor es el lado del corazón del creer, el lado interior. Obedecer es el lado viviente del creer, el lado exterior, de la acción [...]. La obediencia es la música de dos voluntades que actúan juntas. Créeme, ámame, obedéceme".3
La raíz hebrea para confiar puede significar "refugiarse en el Señor" (Sal. 118:8). No es una función mental que anda en evacío. Tal decisión es osada, pero puede perderse en segundos (Éxo. 17:6). Debemos encontrar refugio en Dios al depender de la sabiduría de Otro. Confiamos cuando llevamos "cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Cor. 10:5).
"BIEN HECHO"
Los mayordomos no han oído todavía esta felicitación de Cristo. Pero algún día Dios reconocerá delante del universo la relación que su pueblo tiene con él y su fidelidad en un mundo de pecado, cuando diga: "Bien hecho". Hasta entonces, somos extranjeros y peregrinos sobre la Tierra, con el cielo -un lugar perfecto, hermoso y pacífico- como nuestro destino final (Heb. 11:13,14).
Cuando Cristo regrese con la felicitación "Bien hecho" (Mat. 25:21) para algunos, otros escucharán la denuncia: "¡Apartaos de mí!" (Mat. 7:23). Un dicho trae felicidad eterna; y el otro, tristeza total. No pensaremos que algún esfuerzo en esta vida fue un sacrificio demasiado grande, si escuchamos las palabras bien hecho. Pero los que oigan apartaos de mí tratarán de justificar sus acciones (Mat. 7:22).
Las palabras de Cristo bien hecho son las más agradables y satisfactorias que un mayordomo alguna vez oirá. Tener la aprobación divina sin restricciones, expresada acerca de nuestros intentos de administrar sus posesiones, trae gozo inefable, después de que hayamos hecho lo mejor posible de acuerdo con nuestras capacidades (2 Cor. 8:12).
"Cuando los discípulos de Cristo devuelven lo suyo al Señor, acumulan tesoros que se les darán cuando oigan las palabras: 'Bien, buen siervo fiel [...] entra en el gozo de tu Señor' ".4 Esta será una sorpresa para nosotros. Nos uniremos a los ángeles que cantan, como si hubiéramos ya sabido el canto. Y Jesús "verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho" (Isa. 53:11).
FELICIDAD
La felicidad precede a la mayordomía. Como resultado de la en psicología positiva describen la felicidad como "la experiencia de gozo, contentamiento o bienestar positivo, combinado con un sentido de que la vida es buena, llena de significado y digna de vivirse".5 Esta es una cualidad que salva el abismo entre la teoría y la práctica, basada en principios divinos vividos a partir de la vida de Jesús. "A fin de que nosotros seamos felices, debemos vivir para hacer felices a otros. Será para nuestro beneficio ceder nuestras posesiones, nuestros talentos y nuestros afectos en devoción agradecida a Cristo, y encontrar así felicidad aquí y en la gloria inmortal del más allá".6
La felicidad sigue una secuencia circular. Primero, aparece en la relación del mayordomo con Cristo (Prov. 16:20). La logramos siguiendo una ley espiritual de la mente, llegando a ser lo que más tenemos en el foco (2 Cor. 3:18). Por la contemplación somos transformados.7 Cristo establece nuevas conexiones en nuestro cerebro para el cielo. Segundo, la felicidad conduce al éxito. Nuestra felicidad en Cristo surge de la satisfacción de tener éxito en la mayordomía de las actividades diarias en el trabajo, la familia, la salud y el dinero. Tercero, el éxito fortalece la capacidad. La repetición de una buena administración nos ayuda a desarrollar más hábitos de mayordomía. Y cuarto, una mayordomía de éxito aumenta nuestra felicidad al hacernos comprender quiénes somos y a quién pertenecemos. La verdadera felicidad solo es posible para los mayordomos que no desean otra cosa que a Cristo, que no buscan nada sino agradarle, y lo exhiben en la administración exitosa de sus acciones.
Estos resultados de la mayordomía tienen más que ver con el carácter interior de la persona que con las emociones externas, aunque también involucran nuestros sentimientos. Centrados en Cristo, cada rasgo positivo del carácter influye en los otros y los complementa, produciendo contentamiento sin tomar en cuenta la situación. Estas características interrelacio-nadas provienen de los principios divinos que los mayordomos viven en un mundo fracturado y pecaminoso. Esta es una vida bien equilibrada que se encuentra solo en Cristo.
RESULTADOS DE LA MAYORDOMÍA
Todos en el pueblo conocían y amaban al viejo Enrique. Él todavía vivía en la casa que él y su esposa habían compartido por casi cincuenta años, hasta la muerte de ella. En esos días, él caminaba un poco más lentamente y con una cojera visible, pero la sonrisa de su rostro no había cambiado. Llevaba su envejecida camioneta al pueblo una vez por semana para hacer algunas diligencias y comprar alimentos que, casi siempre, incluían una bolsa para alguna otra persona. Después de que el esposo de la Sra. Quesada falleciera, ella había luchado para alimentar y vestir a sus hijos. Un par de veces por mes, aparecían a su puerta bolsas de comida y, para Navidad, una caja con regalos sencillos para los niños acompañaba a los alimentos. Cuando el Sr. Haroldo cayó con neumonía, el viejo Enrique se ocupó de que el hombre tuviera los medicamentos que necesitaba, pero que no podía pagar.
A los niños les gustaba el viejo Enrique, y él a menudo se detenía para hablar con ellos o invitarlos a unirse con él en la hamaca que tenía en su porche, y ofrecerles un vaso de agua fresca y una charla tipo "abuelito". Y, si ellos le traían un libro, él alegremente se tomaba el tiempo para leerles de él.
La iglesia también recibía grandes bendiciones del viejo Enrique. Aunque él ya no podía ayudar con el techo o palear nieve, nunca dejaba que un llamado para una ofrenda pasara sin una generosa respuesta.
Cuando el viejo Enrique falleció, dejó su casa y sus muebles a su iglesia, a fin de que se usara para ministrar a su vecindario y aun más allá.
Al reunirse los residentes del pueblo para darle el último adiós a su amigo, una mujer mencionó que había oído decir al viejo Enrique que él tenía escondido un tesoro en alguna parte. Cuando la iglesia tomó posesión de los bienes de Enrique, la comisión supervisora obtuvo los registros de la cuenta banca-ria del viejo Enrique. Sus ahorros apenas valían lo necesario para los gastos de un mes. "Tal vez guardaba la mayor parte de su dinero en la casa", sugirió un feligrés. La comisión acordó mantener los ojos abiertos por alguna cosa de valor.
Examinaron cada habitación y tomaron nota de las posesiones del viejo Enrique. En los armarios de la cocina encontraron escasas provisiones. Revisaron el dormitorio, y no encontraron más que una vieja cama y una cómoda con algo de ropa. El altillo tenía solo unas pocas cajas con fotos y ropa vieja. Después de un día de cuidadosa exploración, los miembros de la comisión no habían encontrado nada de valor monetario. "Lo único que el viejo Enrique parecía valorar era la Biblia en su mesita de luz", dijo el dirigente del grupo. "Por su aspecto, la debió haber leído durante años. Está bien gastada y muy subrayada".
Sin percatarse, la comisión había encontrado el tesoro secreto del viejo Enrique. Él había regalado mucho porque vivía siguiendo el ejemplo de Cristo. Estaba feliz y contento porque sabía que podía confiar en su Salvador. Cuando el viejo Enrique había hablado de su tesoro, no se había referido a una caja de monedas de oro o a una gran cuenta bancaria; sino a su fe en Cristo y su deseo de seguir a Jesús en todo aspecto de su vida.
El mundo verá una vida de éxito de mayordomía en la jornada de fe del cristiano. La aplicación de los principios no se puede esconder de la vista. Los resultados son de beneficio para nosotros, así como para los que nos rodean.
La mayordomía bíblica produce una fragancia espiritual en la gente que la vive. Algunos en cada generación pueden contar su historia de mayordomía que refleja "la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efe. 4:13). No hay otra manera en que podamos pasar del caos al contentamiento, sino por los principios de la mayordomía.
¿Cuáles son las características de un mayordomo de éxito?
PIEDAD
Antes del retorno de Jesús, algunas personas parecerán tener integridad, pero realmente estarán presentando una falsa fachada, teniendo "apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella" (2 Tim. 3:5). La piedad proviene de un corazón convertido, una actitud interna de aceptación, una mentalidad centrada "en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Col. 3:2). Su carácter genuino como mayordomo lo verá la gente al sentir la influencia de su conexión con Cristo. Dios está buscando que se lo revele a él de esa manera.
Noé, que fue considerado loco; Daniel, que eligió la posibilidad de la muerte antes que deshonrar a Dios; y Job, que sufrió intensamente sin saber la razón: fueron escogidos por su carácter piadoso (Eze. 14:14). Reflejaron cuatro características de una vida piadosa. Primera, fueron irreprochables (Gén. 6:9; Fil. 2:15; 1 Tim. 3:2). Segunda, sus corazones fueron fieles a los principios morales (Dan. 6:22). Tercera, adoraron a Dios (Job 1:20; Dan. 6:10; Gén. 8:20; Heb. 12:28,29). Cuarta, se apartaron del mal (Gén. 6:9; Job 1:1; Dan. 1:8).
Estos hombres no tuvieron una vida fácil y revelaron que lo que uno es tiene más influencia que lo que uno dice. "La vida tranquila, consecuente y piadosa es una epístola viviente, conocida y leída por todos los hombres. [...] El verdadero carácter no es algo que se forma desde afuera, o con lo que uno se reviste, sino que es algo que irradia desde adentro. Si la verdadera bondad, la pureza, la mansedumbre, la humildad y la equidad moran en el corazón, ese hecho se reflejará en el carácter, y tal carácter estará lleno de poder".1 Lo que realmente está en su corazón, finalmente se mostrará al mundo.
Que alguien se refiera a usted como una persona piadosa es el cumplido más elevado que pueden darle. Para cada uno de nosotros, puede ser un reflejo de nuestro verdadero estado.
El poder de la vida piadosa de un mayordomo maduro, que vive el carácter de Cristo, enseña lecciones espirituales para el servicio activo (i Tim. 4:8). La piedad es mayordomía "en zapatos de cuero de cada día".2 Es la jornada de fe del mayordomo.
CONTENTAMIENTO
Pablo describe a un grupo desagradable de personas "que toman la piedad como fuente de ganancia" (1 Tim. 6:5). Pero la piedad no tiene nada que hacer con la riqueza. "Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento" (vers. 6). Es el resultado de una relación con Cristo, en lo poco o lo mucho, sin importar las circunstancias (Heb. 13:5). El contentamiento en Dios disipa los conceptos equivocados de que el materialismo o sus valores pueden producir la piedad.
El contentamiento es un elemento principal de la arquitectura de la mayordomía, que está puesto en su lugar para vivir en un mundo de caos. Pero el contentamiento puede ser elusivo. Es imposible para nosotros lograrlo por nosotros mismos (Juan 15:5). El principio es una ocupación continua del corazón cristiano, que ha sido educado para vivir una vida de piedad. Nuestra voluntad está combinada con la voluntad de Dios, de manera que son una y la misma.
Debemos comprender tres elementos que identifican el contentamiento. Primero, nuestro contentamiento debe depender de Cristo en cada situación. Somos "guiados por el Espíritu de Dios" (Rom. 8:14). Segundo, debemos comprender y reconocer qué es la piedad con contentamiento (Sal. 16:5, 6; 23:4,5; Hech. 16:24,25). No lo apaguemos ni lo tomemos livianamente. Tercero, siendo que no hemos nacido satisfechos, debemos aprender cómo estar satisfechos o con conténtamiento (Fil. 4:11,12). Jesús dijo: "Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí" (Mat. 11:29). En el contentamiento, entregamos la autoridad sobre nuestra vida a Dios. Es un asunto de la perspectiva correcta (2 Cor. 12:10). Puede no gustarnos el proceso de aprendizaje o las experiencias por las cuales pasamos, pero aceptamos lo que Dios quiere para nosotros mientras él nos dirige.
CONFIANZA
La confianza como un resultado de la mayordomía significa algo más profundo que solo usar la palabra en forma intercambiable con "creer". Es un milagro. El sabio Salomón nos instruye: "Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia" (Prov. 3:5). La confianza se desarrolla con el tiempo, y no toma atajos al corazón de Dios. Él se demuestra digno de confianza cuando dependemos de él. Confiar en Dios con todo nuestro corazón no se reserva nada y no retiene nada de nuestro compromiso total con él. La otra alternativa es confiar en una comprensión finita, y eso es trivial.
Hay quienes creen, pero no confían. Judas creyó en Cristo, pero no confió en él. Abraham confió en Dios sin reservas cuando le dijo a Isaac que Dios proveería (Gén. 22:8,14), aunque en otra ocasión no lo hizo tan bien. Noé creyó a Dios y predicó de un diluvio venidero, y confió en Dios al construir el arca y entrar en ella. "Noé lo hizo así; todo lo hizo conforme a lo que Dios había mandado" (Gén. 6:22). El ladrón crucificado junto a Cristo (Luc. 23:42,43) hizo una mayordomía de la cruz al pedir un lugar y confiar en la respuesta de Cristo.
El sello privado de Juan Wesley contenía las palabras Cree-ama-obedece. Únelas, y tienes un significado más profundo de confiar. "El amor es el lado del corazón del creer, el lado interior. Obedecer es el lado viviente del creer, el lado exterior, de la acción [...]. La obediencia es la música de dos voluntades que actúan juntas. Créeme, ámame, obedéceme".3
La raíz hebrea para confiar puede significar "refugiarse en el Señor" (Sal. 118:8). No es una función mental que anda en evacío. Tal decisión es osada, pero puede perderse en segundos (Éxo. 17:6). Debemos encontrar refugio en Dios al depender de la sabiduría de Otro. Confiamos cuando llevamos "cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Cor. 10:5).
"BIEN HECHO"
Los mayordomos no han oído todavía esta felicitación de Cristo. Pero algún día Dios reconocerá delante del universo la relación que su pueblo tiene con él y su fidelidad en un mundo de pecado, cuando diga: "Bien hecho". Hasta entonces, somos extranjeros y peregrinos sobre la Tierra, con el cielo -un lugar perfecto, hermoso y pacífico- como nuestro destino final (Heb. 11:13,14).
Cuando Cristo regrese con la felicitación "Bien hecho" (Mat. 25:21) para algunos, otros escucharán la denuncia: "¡Apartaos de mí!" (Mat. 7:23). Un dicho trae felicidad eterna; y el otro, tristeza total. No pensaremos que algún esfuerzo en esta vida fue un sacrificio demasiado grande, si escuchamos las palabras bien hecho. Pero los que oigan apartaos de mí tratarán de justificar sus acciones (Mat. 7:22).
Las palabras de Cristo bien hecho son las más agradables y satisfactorias que un mayordomo alguna vez oirá. Tener la aprobación divina sin restricciones, expresada acerca de nuestros intentos de administrar sus posesiones, trae gozo inefable, después de que hayamos hecho lo mejor posible de acuerdo con nuestras capacidades (2 Cor. 8:12).
"Cuando los discípulos de Cristo devuelven lo suyo al Señor, acumulan tesoros que se les darán cuando oigan las palabras: 'Bien, buen siervo fiel [...] entra en el gozo de tu Señor' ".4 Esta será una sorpresa para nosotros. Nos uniremos a los ángeles que cantan, como si hubiéramos ya sabido el canto. Y Jesús "verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho" (Isa. 53:11).
FELICIDAD
La felicidad precede a la mayordomía. Como resultado de la en psicología positiva describen la felicidad como "la experiencia de gozo, contentamiento o bienestar positivo, combinado con un sentido de que la vida es buena, llena de significado y digna de vivirse".5 Esta es una cualidad que salva el abismo entre la teoría y la práctica, basada en principios divinos vividos a partir de la vida de Jesús. "A fin de que nosotros seamos felices, debemos vivir para hacer felices a otros. Será para nuestro beneficio ceder nuestras posesiones, nuestros talentos y nuestros afectos en devoción agradecida a Cristo, y encontrar así felicidad aquí y en la gloria inmortal del más allá".6
La felicidad sigue una secuencia circular. Primero, aparece en la relación del mayordomo con Cristo (Prov. 16:20). La logramos siguiendo una ley espiritual de la mente, llegando a ser lo que más tenemos en el foco (2 Cor. 3:18). Por la contemplación somos transformados.7 Cristo establece nuevas conexiones en nuestro cerebro para el cielo. Segundo, la felicidad conduce al éxito. Nuestra felicidad en Cristo surge de la satisfacción de tener éxito en la mayordomía de las actividades diarias en el trabajo, la familia, la salud y el dinero. Tercero, el éxito fortalece la capacidad. La repetición de una buena administración nos ayuda a desarrollar más hábitos de mayordomía. Y cuarto, una mayordomía de éxito aumenta nuestra felicidad al hacernos comprender quiénes somos y a quién pertenecemos. La verdadera felicidad solo es posible para los mayordomos que no desean otra cosa que a Cristo, que no buscan nada sino agradarle, y lo exhiben en la administración exitosa de sus acciones.
Estos resultados de la mayordomía tienen más que ver con el carácter interior de la persona que con las emociones externas, aunque también involucran nuestros sentimientos. Centrados en Cristo, cada rasgo positivo del carácter influye en los otros y los complementa, produciendo contentamiento sin tomar en cuenta la situación. Estas características interrelacio-nadas provienen de los principios divinos que los mayordomos viven en un mundo fracturado y pecaminoso. Esta es una vida bien equilibrada que se encuentra solo en Cristo.
Este ha sido siempre el plan de acción de Dios para nosotros. "Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes -afirma el Señor-, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza" (Jer. 29:11, NVI). Su plan de mayordomía para nosotros ha sido un éxito. En los últimos días de la historia de la Tierra, ¿puedes oír a Dios que dice: "¿Han visto a mis seguidores, mis mayordomos, y cómo administran cada aspecto de la vida? Yo soy su Guerrero victorioso, y me deleito grandemente en ellos. Me regocijo por sus éxitos con cantos (ver Sof. 3:17). No hay otros como ellos en el universo, el pueblo que ama a Dios y se aparta del mal (Job 1:8). Han soportado el caos, y dolores de corazón y tristeza, pero el Salvador tiene una corona de paz que los espera y será para siempre su amigo".1 Elena de White, Cada día con Dios (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1979), p. 144.
2 Loren Warkenton, "Godliness in Everyday Shoe Leather", Northwest Baptist Seminary (18 de junio de 2007. https://www.nbseminary.ca/godli-ness-in-everyday-shoe leather).
3S. D. Gordon, Quiet Talks orí John's Gospel (Nueva York: Fleming H. Revell Company, 1915), p. 96.
4 White, El Deseado de todas las gentes, p. 481.
5Sonja Lyubomirsky, The Howof Happiness:A NewApproach to Getting the Life You Want (Nueva York: Penguin Books, 2007), Kindle edition, location 595.
6White, Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 277.
'White, El conflicto de los siglos, p. 611.
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