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CBA LIBRO DE LUCAS CAPÍTULO 9

CBA Libro de Lucas capítulo 9

1. Habiendo reunido a sus doce. 
[ Tercera gira por Galilea, Luc. 9: 1-6 = Mat. 9: 36 a 11: 1 = Mar 6: 7-13. Comentario principal: Mateo.] Con referencia a la designación de los doce, ver com. Mar. 3: 13-19. 

9. Procuraba verle. 
Herodes estaba buscando una oportunidad favorable para entrevistar a Jesús, pero sin comprometer, como él creía, la dignidad de su cargo como rey. Parece que Herodes se había entrevistado algunas veces con Juan el Bautista (DTG 185, 193-195) y da la impresión que no veía razón para no poder entrevistarse con Jesús. Pero como Nicodemo (DTG 141), Herodes creía que sería humillante que una persona tan importante como él buscara públicamente a Jesús. Puede ser que consideraba como serias las afirmaciones de Jesús, y buscaba su consejo. Bien sabía Herodes cómo reaccionaría Herodías ante tal entrevista. Y por fin Herodes tuvo la oportunidad de ver a Jesús cara a cara (cap. 23: 8); pero cuando lo hizo, su orgullo herido hizo que rechazara al Salvador. 

10. Vueltos los apóstoles. 
[ Alimentación de los cinco mil, Luc. 9: 10-17 = Mat. 14: 13-21 = Mar. 6: 30-44 = Juan 6: 1-14. Comentario principal: Marcos.] 

18. Mientras Jesús oraba. 
[ Retiro a Cesarea de Filipo, Luc. 9: 18-27 = Mat. 16: 13-28 = Mar. 8: 27 a 9: 1. Comentario principal: Mateo.] Entre los vers. 17 y 18 está lo que se ha llamado "la gran omisión" de Lucas. Aquí Lucas omite todo lo que se registra en Mat. 14: 22 a 16: 12; Mar. 6: 45 a 8: 26 y Juan 6: 25 a 7: 1; es decir, los siguientes relatos: cuando Jesús caminó sobre el mar, el sermón del pan de vida, las disputas con los fariseos, el viaje a Fenicia, la curación del sordomudo, la alimentación de los 4.000 y la curación del ciego de Betsaida. Y como para equilibrar su gran omisión, Lucas incluye lo que a veces se llama "la gran inserción", la cual abarca desde el cap. 9: 51 hasta el 18: 14, y que se refiere, casi en su totalidad, a asuntos que no aparecen en ningún otro Evangelio (ver com. cap. 9: 51). 

28. Como ocho días después. 
[ La transfiguración, Luc. 9: 28-36 = Mat. 17: 1-13 = Mar. 9: 2-13. Comentario principal: Mateo.] Con referencia al cómputo de los ocho días, ver pp. 239-241. 

37. Al día siguiente. 
[ Jesús sana a un muchacho endemoniado, Luc. 9: 37-43 = Mat. 17: 14-21 = Mar. 9: 14-29. Comentario principal: Marcos.] Sólo Lucas dice específicamente que la curación del muchacho endemoniado ocurrió al día siguiente de la transfiguración. 

43. Y maravillándose todos. 
[ Un viaje secreto por Galilea, Luc. 9: 43b-45 = Mat. 17: 22-23 = Mar. 9: 30-32 . Comentario principal: Marcos.] La segunda parte del vers. 43, que comienza con las palabras citadas, debería incluirse en el vers. 44 como parte de lo que sigue. La división de los versículos en este caso dificulta la comprensión de la transición que hay en el pasaje. 

45. Les estaban veladas. 
No porque Jesús así lo quisiera, pues en repetidas ocasiones había procurado explicar dicho tema. Les estaba velado porque se negaban a entender (ver com. Mar. 9: 32). No deseaban comprender, y, como resultado, no podían captarlo (ver com. Mat. 13: 13). 

Para que no las entendiesen. 
La palabra griega hína que se traduce "para que", con el sentido de propósito, puede también traducirse con la idea de resultado, "de modo que". "Les estaba velado de modo que no lo entendían" (BJ). Un ejemplo del uso de hína para indicar resultado y no propósito, aparece en 1 Tes. 5: 4 (cf. Rom. 11: 11; Gál. 5: 17; Luc. 1: 43; Juan 6: 7). 

48. Grande. 
Es posible que todos sean "grandes" si nos atenemos a la manera como Cristo define la grandeza (ver com. Mat. 5: 5). 

51. Cuando se cumplió el tiempo. 
[ Comienzo del ministerio en Perea, Luc. 9: 51-56 = Mat. 19: 1-2 = Mar. 10: 1. Comentario principal: Mateo y Lucas.] Ver com. Luc. 2: 49. El ministerio de Cristo estaba por concluir. Faltaban sólo unos seis meses para su crucifixión. 

Esta sección de Lucas (cap. 9: 51 a cap. 18: 14), que representa casi una tercera parte del libro, es llamada algunas veces "la gran inserción" o "gran interpolación", porque registra sucesos que no aparecen en los otros Evangelios. Los otros evangelistas guardan un silencio casi total acerca de esta fase del ministerio de Jesús (ver com. cap. 9: 18). 

Recibido arriba. 
Gr. analambánÇ , "recibir arriba". Este es el verbo que se emplea comúnmente para referirse a la ascensión de Cristo (Hech. 1: 2, 11, 22; 1 Tim. 3: 16; etc.; cf. Luc. 24: 50-51). 

Afirmó su rostro. 
Cada episodio de la vida y la misión de Jesús ocurrió, de principio a fin, como cumplimiento de un plan que había existido antes de que Jesús viniera a la tierra, y cada acontecimiento tuvo su momento específico (ver com. cap. 2: 49). Jesús había dicho que su hora no había llegado (Juan 2: 4; 7: 6, 8; etc.). Lo había repetido justamente antes de la reciente fiesta de los tabernáculos (ver com. Juan 7: 6), cuando habló del momento cuando debía ir a Jerusalén y ser recibido arriba. En este su último viaje desde Galilea, Jesús estaba consciente del propósito de llegar hasta la cruz (ver com. Mar. 10: 32). Un espíritu similar impulsó a Pablo en su último viaje a Jerusalén (ver Hech. 20: 22-24; cf. 2 Tim. 4: 6-8). Jesús sabía lo que estaba delante de él, pero no hizo ningún esfuerzo por evitarlo ni postergarlo. Ver com. Mat. 19: 1. 

Para ir a Jerusalén. 
Desde el momento cuando Jesús partió de Galilea por última vez, los evangelistas hablan de que va a Jerusalén para enfrentarse a los acontecimientos que le aguardan allí (cap. 9: 51, 53; 13: 22; 17: 11; 18: 31; 19: 11, 28). Durante este tiempo Jesús estuvo en forma intermitente en Judea, pero pasó poco tiempo en Jerusalén o Judea para que la crisis no se precipitara antes de tiempo. Este último viaje a Jerusalén, lento (DTG 458) y con rodeos (DTG 449), demoró varios meses. 

52. Envió mensajeros. 
Específicamente Jacobo y Juan (vers. 54; DTG 451). En esta ocasión parece que los mensajeros fueron delante de Jesús para hacer los arreglos para el alojamiento. Sin embargo, ésta también puede ser una referencia a la publicidad que Jesús correctamente buscaba en un esfuerzo por atraer la atención de todo Israel, como anticipo de su inminente crucifixión (DTG 449). Este fue el propósito específico de Jesús cuando más tarde envió a los setenta (ver com. cap. 10: 1). 

Una aldea de los samaritanos. 
La ruta más corta entre Galilea y Judea atraviesa las colinas de Samaria. Dos años antes Jesús había tomado esta misma ruta hacia el norte, desde Judea a Galilea (ver com. Juan 4: 3-4). Los judíos procuraban muchas veces tomar la ruta más larga que iba por el valle del Jordán, especialmente durante las fiestas que atraían grandes multitudes a Jerusalén, para evitar el contacto con los samaritanos. Sin embargo, Jesús dedicó parte del resto de su ministerio a la región de Samaria (ver com. Juan 11: 54), y a las ciudades y aldeas de Samaria fue donde primero envió a los setenta (DTG 452). Como debían ir de dos en dos, "a toda ciudad y lugar adonde él había de ir" (Luc. 10: 1), el mismo Señor tuvo que haber visitado muchas partes del territorio samaritano. 

53. No le recibieron. 
Le negaron el alojamiento por una noche (DTG 451). Entre los judíos y los samaritanos existía un odio intenso (Juan 4: 9). Con referencia al origen de los samaritanos, ver com. 2 Rey. 17: 23-41; y en cuanto a las vicisitudes posteriores entre judíos y samaritanos y el origen de la enemistad existente entre ellos, ver Neh. 4: 1-8; 6: 1-14. 

Como de ir a Jerusalén. 
Literalmente "su rostro estaba yendo a Jerusalén". El hecho de pasar por Samaria rumbo a Judea, como lo hacían muchas veces los judíos de Galilea, con el propósito de adorar a Dios en Jerusalén, insinuaba la inferioridad de la religión samaritano, y por lo tanto los samaritanos lo consideraban como un insulto. 

54. Jacobo y Juan. 
Ver com. Mar. 3: 17. Estos dos hermanos fueron los mensajeros enviados con anticipación para hacer los arreglos necesarios (DTG 451), pero el duro trato que habían recibido de los aldeanos llenaba su corazón de rencor. Es evidente que Jacobo y Juan eran de genio iracundo, característica por la cual Cristo los había llamado "hijos del trueno" (ver com. Mar. 3: 17). Juan se había encargado poco antes de reprender severamente a uno que él consideraba como enemigo (ver com. Mar. 9: 38-41). 

Mandemos que descienda fuego. 
Estaban cerca del monte Carmelo (DTG 451), y los discípulos fácilmente recordaron las severas medidas del profeta Elías contra los que no se habían arrepentido (1 Rey. 18: 17-46). Quizá también recordaron la ocasión cuando Elías mandó que descendiera fuego del cielo para destruir a algunos empedernidos enemigos de Dios (ver com. 2 Rey. 1: 10-13). 

Como hizo Elías. 
La evidencia textual favorece (cf. p. 147) la omisión de esta frase; sin embargo, hay poca duda de que esta idea no estuviera en el pensamiento de Jacobo y Juan mientras hablaban. 

55. Los reprendió. 
El espíritu manifestado por Jacobo y Juan era completamente ajeno al espíritu de Cristo, y su resultado sólo podía ser un estorbo para la obra del Evangelio. Jesús había advertido poco antes a los discípulos que no impidieran la obra de quienes simpatizaban con él (vers. 49-50); y en esta ocasión les aconseja que no deben castigar a quienes no muestren simpatía. El espíritu de venganza no es el espíritu de Cristo. Todo intento de obligar por la fuerza a quienes actúan contra nuestras ideas, es una demostración del espíritu de Satanás, y no de Cristo (DTG 451). El espíritu de fanatismo y de intolerancia religiosa es ofensivo a la vista de Dios, especialmente cuando es manifestado por quienes afirman que le aman y le sirven. 

No sabéis. 
La evidencia textual se inclina por (cf. p. 147) la omisión de la segunda parte del vers. 55 y la primera parte del vers. 56. De este modo se entiende que el texto original habría dicho: "Volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo" (BJ). Sin embargo, la idea que se expresa en estas declaraciones está plenamente en armonía con otras afirmaciones de los Evangelios (Luc. 19: 10; etc.; cf. Mat. 5: 17). 

56. Otra aldea. 
Tal vez otra aldea samaritana que les demostrara mas simpatía. Cristo dio aquí un ejemplo de la instrucción que anteriormente había dado a los discípulos (Mat. 10: 22-24). Algunos han sugerido que esta otra aldea pudo haber sido la de Sicar o alguna ladea cercana, cuyos habitantes habían oído a Cristo en otra ocasión y eran amigables con él (Juan 4: 39-42). 

57. Yendo ellos. 
[ Demandas de la vocación apostólica, Luc. 9: 57-62. Cf. com. Mat. 8: 19-22; 16: 24-25; Luc. 14: 25-33.] Suele explicarse que los vers. 57-62 se refieren al mismo episodio que se registra en Mat. 8: 19-22, y se da esta explicación diciendo sencillamente que Mateo y Lucas ubicaron la narración en diferentes puntos de sus respectivos relatos. Sin embargo, esta explicación no es convincente. En cuanto a las razones para considerar que los relatos de Mat. 8: 19-22 y Luc. 9: 57- 62 son registros de episodios separados y diferentes, ver com. Mat. 8: 19. Cada relato es apropiado dentro de su propio ambiente y contexto. 

En el camino. 
En Mat. 8: 19-22 Jesús y sus discípulos estaban a punto de embarcarse para cruzar el lago; aquí iban "en el camino", es decir, iban viajando por tierra. En realidad, iban rumbo a Jerusalén (ver com. Mat. 19: 1; cf. Luc. 9: 51). 

59. Dijo a otro. 
En el pasaje similar de Mateo, el hombre, a quien Jesús dirigió el consejo que sigue, se había ofrecido para seguir a Jesús. Aquí Jesús ordena al hombre a que lo siga. 

60. Tú ve, y anuncia. 
El énfasis parece ser este: Si no estás espiritualmente muerto, tu deber es ir a predicar el reino de Dios. Deja el entierro de los que están físicamente muertos a aquellos que están espiritualmente muertos. 

61. Pero déjame. 
Esta excusa indica vacilación, indecisión, quizá incluso falta de voluntad para hacer el sacrificio que se exige a los discípulos de Cristo. 

Que me despida. 
Esta despedida equivalía a algo más que un breve regreso a la casa. Según la costumbre del Cercano Oriente, podía llevar meses o aun años arreglar los asuntos domésticos. Ya no quedaban más que unos seis meses del ministerio de Jesús, y si este posible discípulo tenía el plan de alguna vez seguir a Jesús, debía hacerlo sin demora. El que quería ser discípulo se proponía dejar a Jesús para despedirse de todos sus viejos amigos, y éstos podrían convencerlo de que no se uniera con Jesús. Los requerimientos de Dios son mas importantes que los de los hombres, aunque se trate de los parientes cercanos (Mat. 12: 48-49; 19: 29). Este hombre quizá quería gozar por última vez de los placeres de la vida antes de dejarlo todo para seguir a Jesús. Estos sentimientos eran muy diferentes a los de Eliseo cuando fue llamado a seguir a Elías. La respuesta de Eliseo fue inmediata; su demora para despedirse de sus padres fue sólo momentánea (ver com. 1 Rey. 19: 20). 

Los que están en mi casa. 
Sus parientes podrían intentar convencerlo, así como la madre y los hermanos de Jesús habían procurado apartarlo de la senda del deber (ver com. Mat. 12: 46). 

62. Mira hacia atrás. 
El que "mira hacia atrás" no se está concentrando en la tarea que tiene a mano. En el mejor de los casos no es más que obrero tibio (ver com. Mat. 6: 24; Luc. 14: 26-28). Jesús había afirmado "su rostro para ir a Jerusalén" (Luc. 9: 51), y cualquiera que pensara seguirle, indispensablemente debía ser firme en su decisión (cf. Juan 11: 16). A pesar de todo, cuando llegó el momento de la prueba de los doce, todos ellos "dejándole, huyeron" (Mat. 26: 56). Pero todos -menos Judas- volvieron con el tiempo. Para ser discípulo de Cristo es esencial que haya una dedicación absoluta e indivisa. El que quiere abrir un surco recto en cualquier rama del servicio de Dios, debe dedicarle a la tarea su atención constante y de todo corazón. 

El proverbio del vers. 62 se había conocido durante siglos en el Cercano Oriente. Hesíodo, poeta griego del siglo VII a. C., escribió: "El que quiere arar surcos rectos no debe mirar a su alrededor" ( Los trabajos y los días, ii. 60). 

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