1. Habiendo reunido a sus doce.
[ Tercera gira
por Galilea, Luc. 9: 1-6 = Mat. 9: 36 a 11: 1 = Mar 6: 7-13. Comentario
principal: Mateo.] Con referencia a la designación de los doce, ver com. Mar. 3:
13-19.
9. Procuraba verle.
10. Vueltos
los apóstoles.
[ Alimentación de los cinco mil, Luc. 9: 10-17 = Mat. 14:
13-21 = Mar. 6: 30-44 = Juan 6: 1-14. Comentario principal: Marcos.]
18. Mientras Jesús oraba.
[ Retiro
a Cesarea de Filipo, Luc. 9: 18-27 = Mat. 16: 13-28 = Mar. 8: 27 a 9: 1.
Comentario principal: Mateo.] Entre los vers. 17 y 18 está lo que se ha llamado
"la gran omisión" de Lucas. Aquí Lucas omite todo lo que se registra en Mat. 14:
22 a 16: 12; Mar. 6: 45 a 8: 26 y Juan 6: 25 a 7: 1; es decir, los siguientes
relatos: cuando Jesús caminó sobre el mar, el sermón del pan de vida, las
disputas con los fariseos, el viaje a Fenicia, la curación del sordomudo, la
alimentación de los 4.000 y la curación del ciego de Betsaida. Y como para
equilibrar su gran omisión, Lucas incluye lo que a veces se llama "la gran
inserción", la cual abarca desde el cap. 9: 51 hasta el 18: 14, y que se
refiere, casi en su totalidad, a asuntos que no aparecen en ningún otro
Evangelio (ver com. cap. 9: 51).
28. Como ocho días después.
[ La transfiguración, Luc. 9:
28-36 = Mat. 17: 1-13 = Mar. 9: 2-13. Comentario principal: Mateo.] Con
referencia al cómputo de los ocho días, ver pp. 239-241.
37. Al día siguiente.
43. Y maravillándose todos.
[ Un viaje secreto por Galilea, Luc. 9: 43b-45 = Mat. 17: 22-23 = Mar.
9: 30-32 . Comentario principal: Marcos.] La segunda parte del vers. 43, que
comienza con las palabras citadas, debería incluirse en el vers. 44 como parte
de lo que sigue. La división de los versículos en este caso dificulta la
comprensión de la transición que hay en el pasaje.
45. Les estaban veladas.
Para que no las entendiesen.
La palabra griega hína que se traduce "para que", con el sentido de
propósito, puede también traducirse con la idea de resultado, "de modo que".
"Les estaba velado de modo que no lo entendían" (BJ). Un ejemplo del uso de hína
para indicar resultado y no propósito, aparece en 1 Tes. 5: 4 (cf. Rom. 11: 11;
Gál. 5: 17; Luc. 1: 43; Juan 6: 7).
48. Grande.
51. Cuando se cumplió el
tiempo.
[ Comienzo del ministerio en Perea, Luc. 9: 51-56 = Mat. 19: 1-2
= Mar. 10: 1. Comentario principal: Mateo y Lucas.] Ver com. Luc. 2: 49. El ministerio de Cristo estaba por
concluir. Faltaban sólo unos seis meses para su crucifixión.
Esta
sección de Lucas (cap. 9: 51 a cap. 18: 14), que representa casi una tercera
parte del libro, es llamada algunas veces "la gran inserción" o "gran
interpolación", porque registra sucesos que no aparecen en los otros Evangelios.
Los otros evangelistas guardan un silencio casi total acerca de esta fase del
ministerio de Jesús (ver com. cap. 9: 18).
Recibido arriba.
Gr.
analambánÇ , "recibir arriba". Este es el verbo que se emplea comúnmente para
referirse a la ascensión de Cristo (Hech. 1: 2, 11, 22; 1 Tim. 3: 16; etc.; cf.
Luc. 24: 50-51).
Afirmó su rostro.
Cada episodio de la vida y la
misión de Jesús ocurrió, de principio a fin, como cumplimiento de un plan que
había existido antes de que Jesús viniera a la tierra, y cada acontecimiento
tuvo su momento específico (ver com. cap. 2: 49). Jesús había dicho que su hora
no había llegado (Juan 2: 4; 7: 6, 8; etc.). Lo había repetido justamente antes
de la reciente fiesta de los tabernáculos (ver com. Juan 7: 6), cuando habló del
momento cuando debía ir a Jerusalén y ser recibido arriba. En este su último
viaje desde Galilea, Jesús estaba consciente del propósito de llegar hasta la
cruz (ver com. Mar. 10: 32). Un espíritu similar impulsó a Pablo en su último
viaje a Jerusalén (ver Hech. 20: 22-24; cf. 2 Tim. 4: 6-8). Jesús sabía lo que
estaba delante de él, pero no hizo ningún esfuerzo por evitarlo ni postergarlo.
Ver com. Mat. 19: 1.
Para ir a Jerusalén.
Desde el momento
cuando Jesús partió de Galilea por última vez, los evangelistas hablan de que va
a Jerusalén para enfrentarse a los acontecimientos que le aguardan allí (cap. 9:
51, 53; 13: 22; 17: 11; 18: 31; 19: 11, 28). Durante este tiempo Jesús estuvo en
forma intermitente en Judea, pero pasó poco tiempo en Jerusalén o Judea para que
la crisis no se precipitara antes de tiempo. Este último viaje a Jerusalén,
lento (DTG 458) y con rodeos (DTG 449), demoró varios meses.
52. Envió mensajeros.
Específicamente Jacobo y Juan (vers. 54; DTG 451). En esta ocasión
parece que los mensajeros fueron delante de Jesús para hacer los arreglos para
el alojamiento. Sin embargo, ésta también puede ser una referencia a la
publicidad que Jesús correctamente buscaba en un esfuerzo por atraer la atención
de todo Israel, como anticipo de su inminente crucifixión (DTG 449). Este fue el
propósito específico de Jesús cuando más tarde envió a los setenta (ver com.
cap. 10: 1).
Una aldea de los samaritanos.
La ruta más corta
entre Galilea y Judea atraviesa las colinas de Samaria. Dos años antes Jesús
había tomado esta misma ruta hacia el norte, desde Judea a Galilea (ver com.
Juan 4: 3-4). Los judíos procuraban muchas veces tomar la ruta más larga que iba
por el valle del Jordán, especialmente durante las fiestas que atraían grandes
multitudes a Jerusalén, para evitar el contacto con los samaritanos. Sin
embargo, Jesús dedicó parte del resto de su ministerio a la región de Samaria
(ver com. Juan 11: 54), y a las ciudades y aldeas de Samaria fue donde primero
envió a los setenta (DTG 452). Como debían ir de dos en dos, "a toda ciudad y
lugar adonde él había de ir" (Luc. 10: 1), el mismo Señor tuvo que haber
visitado muchas partes del territorio samaritano.
53. No le recibieron.
Le negaron el alojamiento por una
noche (DTG 451). Entre los judíos y los samaritanos existía un odio intenso
(Juan 4: 9). Con referencia al origen de los samaritanos, ver com. 2 Rey. 17:
23-41; y en cuanto a las vicisitudes posteriores entre judíos y samaritanos y el
origen de la enemistad existente entre ellos, ver Neh. 4: 1-8; 6: 1-14.
Como de ir a Jerusalén.
Literalmente "su rostro estaba yendo a
Jerusalén". El hecho de pasar por Samaria rumbo a Judea, como lo hacían muchas
veces los judíos de Galilea, con el propósito de adorar a Dios en Jerusalén,
insinuaba la inferioridad de la religión samaritano, y por lo tanto los
samaritanos lo consideraban como un insulto.
54. Jacobo y Juan.
Ver com. Mar. 3: 17. Estos dos hermanos
fueron los mensajeros enviados con anticipación para hacer los arreglos
necesarios (DTG 451), pero el duro trato que habían recibido de los aldeanos
llenaba su corazón de rencor. Es evidente que Jacobo y Juan eran de genio
iracundo, característica por la cual Cristo los había llamado "hijos del trueno"
(ver com. Mar. 3: 17). Juan se había encargado poco antes de reprender
severamente a uno que él consideraba como enemigo (ver com. Mar. 9: 38-41).
Mandemos que descienda fuego.
Estaban cerca del monte Carmelo
(DTG 451), y los discípulos fácilmente recordaron las severas medidas del
profeta Elías contra los que no se habían arrepentido (1 Rey. 18: 17-46). Quizá
también recordaron la ocasión cuando Elías mandó que descendiera fuego del cielo
para destruir a algunos empedernidos enemigos de Dios (ver com. 2 Rey. 1:
10-13).
Como hizo Elías.
La evidencia textual favorece (cf. p.
147) la omisión de esta frase; sin embargo, hay poca duda de que esta idea no
estuviera en el pensamiento de Jacobo y Juan mientras hablaban.
55. Los reprendió.
El espíritu
manifestado por Jacobo y Juan era completamente ajeno al espíritu de Cristo, y
su resultado sólo podía ser un estorbo para la obra del Evangelio. Jesús había
advertido poco antes a los discípulos que no impidieran la obra de quienes
simpatizaban con él (vers. 49-50); y en esta ocasión les aconseja que no deben
castigar a quienes no muestren simpatía. El espíritu de venganza no es el
espíritu de Cristo. Todo intento de obligar por la fuerza a quienes actúan
contra nuestras ideas, es una demostración del espíritu de Satanás, y no de
Cristo (DTG 451). El espíritu de fanatismo y de intolerancia religiosa es
ofensivo a la vista de Dios, especialmente cuando es manifestado por quienes
afirman que le aman y le sirven.
No sabéis.
La evidencia textual
se inclina por (cf. p. 147) la omisión de la segunda parte del vers. 55 y la
primera parte del vers. 56. De este modo se entiende que el texto original
habría dicho: "Volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo" (BJ). Sin
embargo, la idea que se expresa en estas declaraciones está plenamente en
armonía con otras afirmaciones de los Evangelios (Luc. 19: 10; etc.; cf. Mat. 5:
17).
56. Otra aldea.
Tal vez otra
aldea samaritana que les demostrara mas simpatía. Cristo dio aquí un ejemplo de
la instrucción que anteriormente había dado a los discípulos (Mat. 10: 22-24).
Algunos han sugerido que esta otra aldea pudo haber sido la de Sicar o alguna
ladea cercana, cuyos habitantes habían oído a Cristo en otra ocasión y eran
amigables con él (Juan 4: 39-42).
57. Yendo
ellos.
[ Demandas de la vocación apostólica, Luc. 9: 57-62. Cf. com.
Mat. 8: 19-22; 16: 24-25; Luc. 14: 25-33.] Suele explicarse que los vers. 57-62
se refieren al mismo episodio que se registra en Mat. 8: 19-22, y se da esta
explicación diciendo sencillamente que Mateo y Lucas ubicaron la narración en
diferentes puntos de sus respectivos relatos. Sin embargo, esta explicación no
es convincente. En cuanto a las razones para considerar que los relatos de Mat.
8: 19-22 y Luc. 9: 57- 62 son registros de episodios separados y diferentes, ver
com. Mat. 8: 19. Cada relato es apropiado dentro de su propio ambiente y
contexto.
En el camino.
En Mat. 8: 19-22 Jesús y sus discípulos
estaban a punto de embarcarse para cruzar el lago; aquí iban "en el camino", es
decir, iban viajando por tierra. En realidad, iban rumbo a Jerusalén (ver com.
Mat. 19: 1; cf. Luc. 9: 51).
59. Dijo a
otro.
En el pasaje similar de Mateo, el hombre, a quien Jesús dirigió el
consejo que sigue, se había ofrecido para seguir a Jesús. Aquí Jesús ordena al
hombre a que lo siga.
60. Tú ve, y anuncia.
El énfasis parece ser este: Si no estás espiritualmente muerto, tu deber
es ir a predicar el reino de Dios. Deja el entierro de los que están físicamente
muertos a aquellos que están espiritualmente muertos.
61. Pero déjame.
Esta excusa indica vacilación, indecisión,
quizá incluso falta de voluntad para hacer el sacrificio que se exige a los
discípulos de Cristo.
Que me despida.
Esta despedida equivalía a
algo más que un breve regreso a la casa. Según la costumbre del Cercano Oriente,
podía llevar meses o aun años arreglar los asuntos domésticos. Ya no quedaban
más que unos seis meses del ministerio de Jesús, y si este posible discípulo
tenía el plan de alguna vez seguir a Jesús, debía hacerlo sin demora. El que
quería ser discípulo se proponía dejar a Jesús para despedirse de todos sus
viejos amigos, y éstos podrían convencerlo de que no se uniera con Jesús. Los
requerimientos de Dios son mas importantes que los de los hombres, aunque se
trate de los parientes cercanos (Mat. 12: 48-49; 19: 29). Este hombre quizá
quería gozar por última vez de los placeres de la vida antes de dejarlo todo
para seguir a Jesús. Estos sentimientos eran muy diferentes a los de Eliseo
cuando fue llamado a seguir a Elías. La respuesta de Eliseo fue inmediata; su
demora para despedirse de sus padres fue sólo momentánea (ver com. 1 Rey. 19:
20).
Los que están en mi casa.
Sus parientes podrían intentar
convencerlo, así como la madre y los hermanos de Jesús habían procurado
apartarlo de la senda del deber (ver com. Mat. 12: 46).
62. Mira hacia atrás.
El que "mira hacia atrás" no se está
concentrando en la tarea que tiene a mano. En el mejor de los casos no es más
que obrero tibio (ver com. Mat. 6: 24; Luc. 14: 26-28). Jesús había afirmado "su
rostro para ir a Jerusalén" (Luc. 9: 51), y cualquiera que pensara seguirle,
indispensablemente debía ser firme en su decisión (cf. Juan 11: 16). A pesar de
todo, cuando llegó el momento de la prueba de los doce, todos ellos "dejándole,
huyeron" (Mat. 26: 56). Pero todos -menos Judas- volvieron con el tiempo. Para
ser discípulo de Cristo es esencial que haya una dedicación absoluta e indivisa.
El que quiere abrir un surco recto en cualquier rama del servicio de Dios, debe
dedicarle a la tarea su atención constante y de todo corazón.
El
proverbio del vers. 62 se había conocido durante siglos en el Cercano Oriente.
Hesíodo, poeta griego del siglo VII a. C., escribió: "El que quiere arar surcos
rectos no debe mirar a su alrededor" ( Los trabajos y los días, ii. 60).
CBA T5
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