1. En aquellos días.
Es decir, en los días
descritos en el cap. 5: 41-42. Lucas maneja con notable soltura los datos
históricos. Ha mostrado el crecimiento de la iglesia bajo el poder del Espíritu
Santo y la gran afluencia de nuevos creyentes. Ha mostrado cómo la
administración de la iglesia, por lo menos por un tiempo, fue la de una
comunidad fraternal. El cap. 6 muestra algunas de las dificultades que surgieron
de ese modo de vida, pero también sirve como introducción para el caso de
Esteban, episodio estrechamente relacionado con la conversión de Saulo de Tarso
y sus actividades misioneras posteriores. El relato es puramente histórico. La
narración del cap. 6 está muy relacionada con la del cap. 5: 14, pero no se sabe
cuánto tiempo transcurrió entre los dos acontecimientos.
Creciera.
"Al multiplicarse los discípulos" (BJ). Era evidente que un gran
crecimiento traería nuevos problemas. Había sido fácil atender las necesidades
de la familia apostólica con lo que había en la bolsa que llevaba Judas. Fue más
complicado, aunque no imposible, atender al primer grupo de creyentes en
Pentecostés. Pero los miembros de la sociedad cristiana ahora habían aumentado
de tal modo que el cuidado de los necesitados ocupaba todo el tiempo de los
apóstoles, impidiéndoles atender deberes más importantes.
Discípulos.
Primera vez que aparece en los Hechos esta palabra para describir a los
cristianos. Los discípulos de los Evangelios se han convertido en apóstoles, y
el término "discípulo" se emplea para referirse a los creyentes en general.
Murmuración.
No fue una queja suave, sino una protesta
suficientemente fuerte como para merecer seria preocupación. El registro no
culpa de nada a los apóstoles, porque no tenían la menor culpa. El rápido
crecimiento de la feligresía había superado los recursos de la iglesia, y había
creado un problema.
Griegos.
Gr. hell ' nist s , "helenista",
es decir judíos que hablaban griego. En el NT se distingue cuidadosamente entre
el hellínistás y e1 héll ' n , persona de lengua y de raza griega (Juan 12: 20).
Los helenistas eran los judíos de la diáspora odispersión (ver t. V, pp. 61-62;
ver com. Juan 7: 35; Hech. 2: 8), que no sólo hablaban el griego sino que
también habían absorbido, hasta cierto punto, la cultura griega. También podían
ser judíos nacidos en lugares donde comúnmente se hablaba griego, y por lo tanto
no sabían hebreo ni arameo, y que, en vez de participar en los servicios
religiosos celebrados en hebreo en Palestina, tenían sus propias sinagogas en
Jerusalén. Podrían también haber sido prosélitos que hablaban griego. De todos
modos, eran conversos del judaísmo, porque hasta este momento el Evangelio no
había sido predicado a los gentiles. Muchos de los conversos del día de
Pentecostés deben haber pertenecido a este grupo, entre ellos Bernabé (cap. 4:
36) y otros cuyos nombres se mencionan específicamente en el relato (cap. 6: 5).
Estos judíos helenistas leían el AT en la versión griega de los LXX,
versión que con mayor frecuencia se cita en el NT. Por lo general eran más
fervientes que los judíos de Palestina. Con gran sacrificio venían a rendir
culto en los lugares sagrados de Jerusalén, mientras que para los judíos de
Palestina los recintos del templo con demasiada frecuencia eran considerados
comunes (cf. cap. 21: 27-28). La tradición rabínica permitía que se pronunciara
en griego la shema ' o confesión hebrea de fe en Jehová (Deut. 6: 4; ver t. V,
P. 59).
Hebreos.
Eran los judíos que a diferencia de los
helenistas, habían nacido en Palestina, que vivían allí y hablaban arameo,
llamado hebreo en el NT (cf. cap. 22: 2; ver t. I, p. 34).
Las viudas de
aquéllos.
Como los judíos palestinos constituían la mayoría de los
miembros en la naciente iglesia -lo cual no significa que hubiera mala voluntad
hacia los helenistas-, los necesitados que había entre éstos bien podrían haber
quedado desatendidos debido a diferencias de idioma y de costumbres. En las
Escrituras se destaca la importancia de la atención de las viudas (ver com. Exo.
22: 22; Deut. 14: 29; Isa. 1: 17; Luc. 18: 3). Es posible que aquí haya una
referencia a la atención que se debía prestar a todos los pobres y necesitados.
Es evidente que la administración de la iglesia como una comunidad fraternal
exigía algún tipo de supervisión organizada del fondo común que se había creado
(Hech. 4: 32). Más tarde la iglesia estableció reglas para el cuidado de sus
viudas (1 Tim. 5: 3-16).
Distribución.
Gr. diakonía , "servicio"
, que se traduce "asistencia" en la BJ, y "socorro" en Hech. 11: 29 (RVR). Esta
palabra deriva de la misma raíz de diákonos , "diácono", "el que sirve". Esta
ayuda se daba diariamente sin duda porque las necesidades eran apremiantes. Es
probable que constantemente estuvieran llegando dádivas y quizá se las
repartiera desde varios puntos de la ciudad. Esta obra debe haber quitado mucho
tiempo a los apóstoles; pero no hay ningún indicio de que ellos fueran culpables
de discriminación o negligencia, ni de que hubiera resentimiento contra ellos.
2. Los doce.
Matías era
evidentemente el duodécimo apóstol (ver com. cap. 1: 24-26).
Convocaron
a la multitud.
Cuando los apóstoles escucharon las quejas y
comprendieron su seriedad, aparentemente no trataron de disculparse; actuaron
con prontitud. Pueden haber recordado el precedente establecido por Moisés (Exo.
18: 25) y, como él, resolvieron compartir su autoridad. La expresión "multitud
de los discípulos" no debe hacer pensar que cada uno de los cristianos de
Jerusalén y de sus alrededores fue llamado a una reunión, sino que más bien se
hizo una convocación especial, a la cual asistieron todos los que pudieron y en
la cual presentaron los apóstoles el problema y el plan que habían trazado para
resolverlo. Muchos habían contribuido para el fondo acerca de cuya distribución
se habían levantado quejas, y por lo tanto era justo que se consultara a muchos.
Este método de consultar a los hermanos, usado en varias oportunidades (Hech. 1:
15, 21-22; 11: 2-18; 15: 2-20), sirvió para desbaratar los esfuerzos de Satanás
por lograr que hubiera disensiones (HAp 78-79).
No es justo.
Mejor " "no es apropiado", "no parece bien" (BJ). Los apóstoles no
debían pasar tanto tiempo atendiendo asuntos materiales y financieros.
Dejemos.
Gr. kataléipÇ- "abandonar". Este verbo es enfático y
sugiere que ya los apóstoles habían dedicado mucho tiempo a atender a los
necesitados.
La palabra.
Los doce reconocían que su primera
responsabilidad era el ministerio de la Palabra de Dios mediante la predicación
y la enseñanza.
Servir a las mesas.
Es decir, atender a las
necesidades materiales de los pobres.
3. Buscad.
Los doce colocaron sobre los creyentes la
responsabilidad de escoger de entre ellos a quienes debían elegir.
Siete
varones.
Era razonable que los apóstoles pensaran en el número siete.
Entre los judíos se respetaba ese número. En tiempos posteriores eran siete los
que estaban encargados de los asuntos públicos de las aldeas judías (Talmud,
Megillah 26a). O simplemente puede haber sido porque en ese momento se
necesitaban siete personas.
En el NT no se llama "diáconos" a estos
siete que fueron elegidos, y cuando se los vuelve a mencionar en el cap. 21: 8
son "los siete", como si constituyeran un grupo especial. Sin embargo, con ellos
se originó la función de los "diáconos" (HAp 73-74), y es claro que los diáconos
descritos por Pablo cumplían con funciones análogas (1 Tim. 3: 8-13). En algunas
iglesias, como en Roma, se fijó más tarde en siete el número de diáconos
(Eusebio, Historia eclesiástica vi. 43. 11). El concilio de NeoCesarea (año 314
d. C.; canon 14) indicó que debía haber siete diáconos en cada lugar. Muchos
comentadores piensan que los siete escogidos aquí corresponden con los
"ancianos" que aparecen en Hech. 11: 30; 14: 23, y en adelante. Ver p. 27; HAp
73-74.
De buen testimonio.
Literalmente "de quien se ha dado
testimonio"; "de buena fama" " (BJ) entre sus hermanos (cf. 1Tim. 5: 10). La
situación de la iglesia no mejoraría a menos que se asignara la tarea de
distribuir equitativamente los fondos a hombres de reputación intachable. Debían
ser personas honradas y eficientes, aceptables ante sus hermanos. Con referencia
a la enumeración inspirada de cualidades que debían tener tanto los diáconos
como los ancianos (obispos), ver 1 Tim. 3: 1-14; Tito 1: 5-11.
Llenos
del Espíritu Santo.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto:
"llenos de espíritu". Sin embargo, en el vers. 5 se dice que Esteban, uno de los
siete, era lleno del Espíritu Santo. Por lo tanto, es razonable pensar que el
espíritu de este versículo es el Espíritu Santo. Era importantísimo que en esta
primera expansión de la organización eclesiástica, además de los apóstoles, se
escogiera a personas aptas. Además de tener buena reputación se esperaba que
cada uno estuviera lleno del Espíritu Santo. Es evidente que los apóstoles
entendían que la obra del Espíritu incluía más que el don de profecía y de
lenguas.
Sabiduría.
Los varones elegidos no sólo debían atender
las necesidades espirituales de los pobres, sino manifestar prudencia,
discreción, capacidad administrativa y sabiduría en su obra. Pablo incluye la
sabiduría entre los dones del Espíritu (1 Cor. 12: 8). Santiago dice que es don
de Dios (Sant. 1: 5) que debe ser acompañado de "buena conducta" (Sant. 3: 13).
El único otro personaje del que se dice específicamente en Hechos que tuvo
"sabiduría" es Esteban (Hech. 6: 10), y la palabra sólo aparece en su discurso
(cap. 7: 10, 22). También se dice de Esteban que estaba "lleno de fe" (cap. 6:
5).
A quienes encarguemos.
Los apóstoles estaban dispuestos a
nombrar a los que fueran escogidos por los hermanos. Esta actitud promovía la
confianza mutua entre los dirigentes y los hermanos.
4. Y nosotros.
Se señala la diferencia entre la obra de
los apóstoles y la de los siete.
Persistiremos en.
La misma
palabra se emplea varias veces para describir la conducta llena de piedad de los
primeros cristianos (cap. 1: 14; 2: 42, 46).
La oración.
Estos
hombres piadosos, en cuyo recuerdo era patente la vida de oración de Cristo,
colocaban la oración en primer lugar. Sin embargo, debiera recordarse que la
oración incluye el culto público de la iglesia además del culto privado.
Ministerio.
Gr. diakonía , la misma palabra que aparece en el
vers. 1. Los siete debían ocuparse de la administración de los recursos
materiales, mientras que los doce debían quedar libres para ocuparse del
ministerio de los beneficios espirituales derivados de la Palabra de Dios. Esto
lo tenían que hacer mediante la predicación y diversas formas de enseñanza. Aquí
se explica claramente lo que significa "dejemos la palabra de Dios" " (vers. 2).
5. Agradó.
Es evidente que no había
habido ninguna intención de excluir a nadie ni de descuidar a nadie, y se
produjo entonces un regocijo general porque se hizo frente al problema y se
presentó una solución aceptable.
Eligieron.
Ver com. vers. 3.
Los nombres de los siete que fueron escogidos son griegos, y es posible que
fueran helenistas (ver com. vers. 1); sin embargo, muchos judíos tenían nombres
griegos, entre ellos apóstoles como Andrés y Felipe (ver com. Mar. 3: 18).
Además, no hay evidencia alguna de que los siete hubieran limitado su ministerio
a los creyentes helenistas. Después de esto, sólo se tiene noticias de la obra
de Esteban y de Felipe.
Esteban.
Gr. Stéfanos , "corona de
victoria", se refiere generalmente a la que se hacía con hojas, a veces de
laurel. Este nombre es relativamente común y aparece en inscripciones antiguas.
Según la tradición, Esteban y Felipe estuvieron entre los setenta que
fueron enviados a todas las ciudades y aldeas para anunciar que el Mesías había
llegado (Luc. 10: 1-11). Es posible que hubieran desempeñado su ministerio en
Samaria (ver com. Luc. 10: 1), pues es probable que los judíos helenistas fueran
mejor recibidos en Samaria que los judíos de Palestina. Esto podría explicar por
qué se envió a Felipe como evangelista entre los samaritanos (Hech. 8: 5).
Felipe.
Gr. Fílippos , "aficionado a los caballos" (ver com.
Mar. 3: 18). Uno de los doce tenía este nombre, y así también se llamaban dos de
los hijos de Herodes el Grande. Fue un nombre frecuente en la casa real de
Macedonia en siglos anteriores. Nada se sabe acerca de lo que había hecho Felipe
antes; la tradición afirma que fue uno de los setenta (ver com. "Esteban").
Pablo lo visitó en Cesarea (Hech. 21: 8), y es probable que fuera por mucho
tiempo dirigente de la iglesia en esa ciudad. El hecho de que Felipe tuviera
cuatro hijas ya mayores cuando Pablo lo visitó, sugiere que ya estaba casado
cuando fue nombrado como uno de los siete.
A Prócoro, a Nicanor, a
Timón, a Parmenas.
De estos cuatro nada se sabe, ni hay base para hacer
conjeturas.
Nicolás.
Gr. Nikólaos , "vencedor del pueblo". Este
fue el primer cristiano no judío cuyo nombre se registra.
Prosélito.
Sin duda Nicolás era un "prosélito de justicia", es decir uno que había
aceptado plenamente el judaísmo, y como tal conocía bien la religión judía. Ver
t. V, p. 64. Con referencia a la tradición de que este Nicolás fue el fundador
de la secta de los nicolaítas, ver t. VI, pp. 59-60 y com. Apoc. 2: 15.
Antioquía.
Esta ciudad siria (ver mapa, p. 226) tenía estrechas
relaciones con Palestina debido a sus muchos habitantes judíos.
Herodes
el Grande construyó en ella una espléndida columnata a todo lo largo de la calle
principal. Es de especial interés notar que Nicolás era de Antioquía, pues allí
fue donde los cristianos fueron llamados por este nombre (cap. 11: 26). La
ciudad más tarde se convirtió en una sede de la primera obra misionera de la
iglesia (ver com. cap. 11: 19).
6. A los
cuales presentaron.
Quizá los presentaron para que fueran examinados,
instruidos y, sin duda, ordenados.
Orando.
La iglesia primitiva
no daba un solo paso importante sin antes orar (ver com. cap. 1: 14, 24; 2: 42).
Les impusieron las manos.
Esta es la primera vez que se menciona
esta ceremonia en el NT. En el AT se la menciona en relación con el acto de
bendecir (ver com. Gén. 48: 13-14), de consagrar a los sacerdotes (ver com. Núm.
8: 10), y en la dedicación de Josué al liderazgo (ver com. Núm. 27: 18, 23). Por
lo tanto, los fieles judíos no desconocían el significado de este acto. Para los
cristianos estaba el hecho adicional de que Jesús muchas veces sanaba poniendo
las manos sobre los enfermos (Mar. 6: 5; Luc. 4: 40; 13: 13; cf. Mar. 16: 18), y
del mismo modo bendijo a los niños (Mat. 19: 15). Por todo esto, los apóstoles
tenían un buen precedente para pedir una bendición sobre los siete y
consagrarlos mediante la imposición de manos. Siguieron haciendo esto en
situaciones similares, como puede verse en Hech. 8: 17; 13: 3; 19: 6. En la
iglesia apostólica, los que iban a ser ministros, eran ordenados mediante la
imposición de manos (1 Tim. 4: 14; 5: 22; 2 Tim. 1: 6). Según Heb. 6: 2, la
imposición de manos era un procedimiento eclesiástico acostumbrado. Esta
costumbre debía significar una estrecha relación espiritual entre el Señor y el
que era así consagrado (HAp 130-131).
7. Y
crecía.
Mejor "iba creciendo" (BJ), o seguía creciendo, lo cual indica
un crecimiento gradual, pero continuo. Esta declaración implica más que el
aumento numérico que se menciona en la frase siguiente. Era la palabra de Dios
lo que aumentaba. La "palabra del Señor" se refiere aquí a las enseñanzas de
Cristo tal como eran expuestas por los apóstoles. Los versículos siguientes
muestran que los siete estaban muy activos en la obra del Señor. La obra de los
diáconos, y especialmente la de Esteban, señala una clara expansión, un evidente
desarrollo de la proclamación del mensaje cristiano (cf. cap. 6: 8; 8: 5).
El número de los discípulos.
El crecimiento de la iglesia había
sido extraordinario: "Se añadieron aquel día como tres mil personas" (Hech. 2:
41); "el Señor añadía cada día a la iglesia" (vers. 47); " "muchos... creyeron;
y el número de los varones era como cinco mil" " (cap. 4: 4); " "los que creían
en el Señor aumentaban más, gran número" " (cap. 5: 14). La cantidad de miembros
de iglesia "se multiplicaba grandemente en Jerusalén".
Muchos de los
sacerdotes.
Esta declaración es muy significativa. Hasta donde se sepa,
ninguno de los seguidores íntimos de Cristo era sacerdote, ni tampoco se nombra
a ningún sacerdote entre los primeros conversos. Era de esperarse que algunas de
las claras enseñanzas de los apóstoles y de los diáconos hubieran producido la
profunda enemistad de todos los sacerdotes. Muchos de éstos sin duda eran
hostiles, pero el poder del Espíritu Santo atrajo a "muchos" de ellos a Cristo
por medio de la predicación.
Obedecían.
El tiempo del verbo
griego sugiere continuidad: las conversiones de sacerdotes seguían
produciéndose. Con referencia a la necesidad de obedecer, ver com. cap. 5: 32.
Fe.
Hay opiniones divergentes en cuanto a la correcta
interpretación de "obedecían a la fe". La posición literal sostiene que la "fe"
se refiere al conjunto de doctrinas cristianas al cual los sacerdotes asentían y
por las cuales regían sus vidas (cf. Hech. 13: 8; 14: 22; 16: 5; Gál. 1: 23).
Sin embargo, muchos comentadores piensan que aquí se emplea la palabra "fe" en
un sentido subjetivo, y que Lucas dice que los sacerdotes manifestaban fe en
Jesús. Esto armoniza con una forma común de expresarse en el NT (cf. Hech. 24:
24; Rom. 1: 5; 16: 26; Gál. 3: 2). Una fe tal comprende la doctrina cristiana,
porque ésta es la que permite que los hombres tengan una fe inteligente en
Jesús. Cf. com. Rom. 1: 5.
8. De gracia y
poder.
Esta "gracia" no sólo era el atributo divino (cf. com. Juan 1:
14, 16), sino la gracia y la hermosura de espíritu con las cuales presentaba el
mensaje evangélico (cf. Luc. 4: 22). El "poder" era la virtud de hacer milagros.
Parece que Esteban tenía tantos dones del Espíritu como los doce.
Prodigios y señales.
Ver com. cap. 2: 19. Estos milagros
demostraban el poder del cual estaba investido Esteban. No se sabe cuánto tiempo
transcurrió entre la ordenación de Esteban como diácono y su martirio; pero es
probable que no hubiera sido un lapso prolongado.
9. Se levantaron.
Ver com. cap. 5: 17.
Sinagoga.
Ver. t. V, pp. 57-59. Una sinagoga podía ser establecida por diez
adultos. En tiempos posteriores hubo 12 sinagogas en Tiberias, y la tradición,
quizá exagerando mucho, dice que en Jerusalén había 480. Aunque esta última
cifra no es digna de confianza, muestra que en la capital había gran número de
sinagogas.
Libertos.
Palabra de origen latino que se usaba para
referirse a los esclavos que adquirían su libertad. Se cree que estos "libertos"
eran judíos que habían sido esclavos en el Imperio Romano, quizá descendientes
de judíos llevados cautivos a Roma por Pompeyo en el 63 a. C., y que después
fueron puestos en libertad por los romanos.
Es difícil saber exactamente
si había una o más sinagogas de libertos. El griego permite entender que había
una, y que sus miembros provenían de diferentes países. También permite
interpretar que eran dos: una de cireneos y alejandrinos (cabe señalar que en
esos lugares había grandes colonias de judíos), y otra de los de Cilicia y de
Asia. Algunos interpretan que había cinco sinagogas: de libertos, de cireneos,
de alejandrinos, de los de Asia y de los de Cilicia; sin embargo, es difícil
sostener esta última posición.
Los descubrimientos arqueológicos
muestran que antes del año 70 d. C. había en Jerusalén por lo menos una sinagoga
dedicada específicamente para que se congregaran los judíos helenistas. En
Jerusalén se descubrió una inscripción en griego que relata la construcción de
una sinagoga hecha por un tal Teodoto, la cual era especialmente para el uso de
los judíos de la dispersión. La inscripción dice:
"Teodoto, [hijo de]
Veteno, sacerdote y dirigente de la sinagoga, hijo del jefe de la sinagoga,
nieto de un jefe de la sinagoga, construyó la sinagoga para la lectura de la ley
y para la enseñanza de los mandamientos; y la cámara de visitas, y las
habitaciones, y la provisión de agua, para alojar allí a los extranjeros que la
necesitan, la cual [sinagoga] los padres de él y los ancianos y Simónides
fundaron" (Citado en Seventh-day Adventist Bible Dictionary , bajo "Freedmen").
Aunque no puede probarse, es posible que ésta fuera la sinagoga de los
libertos que se menciona en este pasaje. Sea como fuere, esta inscripción es un
testimonio de la existencia de una sinagoga helenista en Jerusalén, similar a
aquella con cuyos miembros Esteban entró en conflicto.
Los de Cirene.
Había gran número de judíos en Cirene, en la costa norte de Africa,
entre Egipto y Cartago. Josefo ( Antigüedades xiv. 7. 2) cita a Estrabón,
geógrafo clásico, quien dice que en Cirene había cuatro clases de habitantes, de
las cuales una era de judíos. Los judíos de Cirene se habían destacado por las
generosas ofrendas que enviaron al templo de Jerusalén, y habían buscado la
ayuda de César Augusto para que los protegiera de las irregularidades en los
impuestos que les exigían los gobernadores de la provincia, quienes habían
procurado apoderarse de sus dádivas ( Id . xvi. 6. 5). Simón cireneo, quien
llevó la cruz de Cristo, parece haber sido uno de esos judíos (ver com. Mat. 27:
32). Hubo judíos de Cirene que estuvieron presentes en Pentecostés (Hech. 2:
10), y en Hech. 11: 20 aparecen varones de Cirene predicando el Evangelio a los
gentiles en Antioquía.
De Alejandría.
Probablemente en ninguna
ciudad del imperio, excepto Jerusalén, hubiera una comunidad judía más numerosa
e influyente que en Alejandría (ver t. V, p. 61). Se calcula que en ese tiempo
había unos 100.000 judíos en Alejandría. Tenían su propia sección, que formaba
uno de los cinco distritos en que se dividía la ciudad de Alejandría. Eran
gobernados por su propio etnarca (Josefo, Antigüedades xiv 7. 2), como si
hubieran formado una república autónoma. Los gobernantes romanos los reconocían
como ciudadanos (Id. xiv. 10. 1). En Alejandría se había traducido el AT al
griego (ver t. I, p. 43); Filón, filósofo y escritor judío, vivió allí durante
el primer siglo de la era cristiana, y en Alejandría fue donde nació Apolos
(cap. 18: 24).
De Cilicia.
En el extremo sudeste de Asia Menor.
Una de las principales ciudades de Cilicia era Tarso, donde nació Pablo. Allí
vivían muchos judíos descendientes de 2.000 familias que Antíoco el Grande había
llevado a Asia Menor (Josefo, Antigüedades xii. 3. 4), para asegurarse la
lealtad de la provincia y quizá para ayudar a defenderla. Por lo que se dice en
otro pasaje (cap. 7: 58-60) es evidente que Saulo de Tarso estaba en Jerusalén
en este tiempo, y parece que fue uno de los que disputaba con Esteban. Los
irrefutables argumentos de Esteban sin duda produjeron en Saulo una intensa
oposición, aunque se sugiere que inconscientemente sintió una inquietante
convicción (HAp 83).
De Asia.
En los tiempos del NT Asia era la
provincia romana situada en lo que ahora se conoce como Asia Menor. Comprendía
las regiones que antes se llamaban Lidia y Jonia. Efeso era su ciudad principal.
En Pentecostés habían estado presentes judíos de Asia (cap. 2: 9). Algunos
judíos provenientes de Asia demostraron más tarde su celo por la defensa de la
santidad del templo (cap. 21: 27).
Disputando.
Literalmente
"buscando juntos", o sea "discutiendo" o "disputando". La disputa la iniciaron
judíos de la dispersión. Eran hombres piadosos que habían venido a Jerusalén con
profundo espíritu de consagración, porque cuanto más lejos están las personas
del centro de su devoción tanto más celosas suelen ser. Tuvo que haber algo en
la enseñanza de Esteban que los hacía pensar que estaba disminuyendo, o quizá
tratando de quitarle la singular importancia espiritual del templo de Jerusalén
(ver com. cap. 6: 13; 7: 1). Los que disputaban en la sinagoga deben haber
estado bien preparados para discutir temas teológicos con los cristianos.
10. No podían resistir.
En este
episodio se cumplió la promesa de Cristo hecha a sus seguidores (Luc. 21: 15).
Sabiduría.
Cf. com. vers. 3. En los Evangelios se le atribuye
sabiduría a Cristo (Mat. 13: 54; Luc. 2: 40, 52), y en Mat. 12: 42 se habla de
"La sabiduría de Salomón" . Pero Esteban fue el primer maestro de la nueva
sociedad a quien se le atribuyó específicamente sabiduría. Si se tiene en cuenta
la precisión con que describe Lucas, esta palabra debe tener un significado
específico; sugiere que Esteban poseía una visión singularmente clara de la
verdad y la capacidad para destacar verdades que antes no se percibían.
Espíritu.
En primer lugar, se hace referencia a la energía
inspirada con la cual hablaba 195 Esteban. Compárese este caso con el de Juan el
Bautista, quien obraba "con el espíritu y el poder de Elías" (Luc. 1: 17).
11. Sobornaron.
Gr. hupobáll Ç-
literalmente "echar debajo", con el sentido de "sobornar", "instigar
secretamente". Este término se usa a veces para referirse a la acción de
emplear, instigar o instruir a un agente secreto.
Palabras blasfemas.
Ver com. Mat. 12: 31. La acusación es más clara en Hech. 6: 13. Esta se
basaba en una distorsión de la verdad, así como había ocurrido en el caso de
Jesús. Cristo fue acusado de blasfemar (ver com. Mat. 26: 65) porque se había
llamado a sí mismo Hijo de Dios, "haciéndose igual a Dios" (Mat. 26: 63-64; Juan
5: 18), y, según se afirmaba, haba amenazado con "derribar el templo" (Mat. 26:
61). Cada una de estas acusaciones se basaba en declaraciones hechas por Jesús.
Esteban bien pudo haber dicho lo que aparentaba dar fundamento a las
acusaciones. Pudo haber enseñado que ya no había necesidad de que existiera el
templo (Cf. Hech. 7: 48), así como lo había insinuado Jesús al hablar con la
mujer samaritana (Juan 4: 21). Esto habría significado atacar las raíces mismas
del judaísmo y, naturalmente, despertó una fuerte oposición. Frente a tal
enseñanza, los saduceos y los fariseos se unieron para oponerse a ella. La
blasfemia era castigada con pena de muerte mediante apedreamiento (Lev. 24: 16).
Moisés.
Es decir, contra los sistemas que Moisés había
instituido y que se registraron en el Pentateuco. Nótese que se menciona a
Moisés junto con Dios; esto señala la gran importancia que se le daba al
caudillo de los hebreos, y sugiere que lo que se decía contra Moisés se decía
contra Cristo.
12. Soliviantaron.
"Amotinaron" (BJ), "pusieron en movimiento" . Por medio de estas falsas
acusaciones encolerizaron a la gente entre la cual Esteban había hecho milagros
(vers. 8).
Ancianos.
Estos ya habían estado disgustados contra
los apóstoles (cap. 4: 5-7) y no necesitaban que se los incitara mucho para
atacar a Esteban.
Arremetiendo.
"Vinieron de improviso" " (BJ),
así como lo habían hecho los escribas y los fariseos con Jesús en el templo
(Luc. 20: 1).
Concilio.
Este juicio delante del concilio, así
como había ocurrido con Jesús, fue el preludio de un fin violento (cap. 7: 57).
Nótese cuán parecido es el paralelismo entre el martirio de Esteban y el de su
Maestro.
13. Testigos falsos.
Ver
com. vers. 11.
Este hombre.
Estas palabras fueron pronunciadas
en forma despectiva y sarcástica.
Palabras blasfemas.
La
evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto: "palabras" . Se omite el
adjetivo.
Contra este lugar santo.
Es decir, contra el templo y
sus inmediatos alrededores (ver com. cap. 3: 1).
La ley.
Esteban
tuvo que haber insistido, como lo había hecho Jesús (Mat. 5: 17-19) y
posteriormente lo hizo Pablo (Hech. 24: 14-16; 25: 8), que el cristianismo no
estaba introduciendo ningún cambio en los principios morales básicos de la ley
que los judíos tanto amaban. Sin embargo, era claro que la proclamación
concerniente al Cordero de Dios equivalía al fin del sistema de sacrificios que
se explicaba en la ley. Tal predicación se interpretaba como destructora de casi
todo lo que los judíos valoraban.
14. Le
hemos oído decir.
La enseñanza pudo haber sido mal entendida por los
sinceros de corazón, y evidentemente fue mal aplicada por los deshonestos. Esto
ocurre con relativa frecuencia en los asuntos que encienden disputas religiosas.
Ese Jesús.
Otra referencia despectiva, aunque en los labios de
un cristiano este nombre debe haber sido hermoso (cf. cap. 2: 22). Nótese cómo
los testigos falsos le atribuyen a Esteban la continuación de la predicación de
Cristo.
Destruirá este lugar.
Cf. com. Mat. 24: 2; 26: 61; 27:
40. Las palabras de Cristo, posiblemente repetidas por Esteban, evidentemente
habían hecho una profunda y duradera impresión en la mente de los acusadores.
Aunque creían que Cristo había muerto, estaban preocupados porque destruiría el
templo y cambiaría sus costumbres en algún momento futuro.
Cambiará las
costumbres.
Es posible que esta acusación pudiera haber sido hecha por
los fariseos, ya que tiene que ver con "costumbres" (ver t. V, pp. 53-54).
Aunque era hecha contra Esteban, aún está unida a Jesús de Nazaret y sus
enseñanzas. Ya habían acusado a Esteban en cuanto al templo y la ley (vers. 13);
ahora lo acusaban en relación con las "costumbres" que habían surgido en cuanto
al templo y la ley. Afirmaban que Moisés les había dado estas leyes, pero tal
aseveración no era válida. Se habían impuesto restricciones difíciles, la mayor
parte de ellas después del retorno del exilio en el año 536 a. C., casi mil años
después de los días de Moisés (ver com. Mar. 7: 1-23, especialmente el vers. 3).
Jesús había condenado fuertemente estas tradiciones (Mat. 15: 1-13).
15. Al fijar los ojos. Este verbo es emplea
con frecuencia por Lucas (ver com. Hech. 1: 10). Era natural que los acusadores
de Esteban lo miraran fijamente, preguntándose lo que diría para defenderse. Los
miembros del concilio se asombraron por lo que vieron y oyeron.
El
rostro de un ángel.
No basta decir que la mirada de Esteban se debía a
una natural dignidad de expresión, o que Esteban estaba admirablemente tranquilo
y sereno frente a los graves peligros que lo amenazaban. Sin duda su rostro se
iluminó con un brillo divino. El resplandor de los mensajeros angélicos se
describe vez tras vez en las Escrituras. Por ejemplo, en el caso del "joven" de
Mar. 16: 5. El rostro de Moisés brilló cuando descendió del monte Sinaí donde
había estado en la misma presencia de Dios (Exo. 34: 28-35). El rostro de
Esteban también estaba iluminado porque estaba muy cerca de Cristo, y por la luz
de la visión que estaba por recibir de Jesús, que está a la diestra de Dios
(Hech. 7: 56).
CBA T6
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