[ Alimentación de los cinco
mil, Juan 6: 1-14 = Mat. 14: 13-21 = Mar. 6: 30-44 = Luc. 9: 10-17. Comentario
principal: Marcos y Juan. Ver mapa p. 210; diagrama p. 221; en cuanto a los
milagros, pp. 198-203.] En el cuarto Evangelio esta expresión generalmente
indica que había pasado un considerable lapso desde los acontecimientos
previamente narrados, y no significa necesariamente que lo que se va a consignar
ocurrió muy poco después de lo anterior (cf. cap. 5: 1; 7: 1). Los sucesos del
cap. 6 ocurrieron casi un año después de los del cap. 5, si la fiesta anónima
del cap. 5: 1 fue la pascua (ver pp. 135, 238; com. cap. 5: 1). En realidad,
aquí Juan pasa por alto en silencio todo el período del ministerio público de
Jesús en Galilea. De acuerdo con la cronología aceptada por este Comentario , el
cap. 6 se ubica en torno del tiempo de la pascua (vers. 4) del año 30 d. C.
Los acontecimientos de este capítulo son los únicos, dentro del período
del ministerio de Jesús en Galilea, de los cuales toma nota Juan (ver pp.
187-188). Al escribir Juan su relato de hechos aparentemente inconexos de la
vida de Jesús, quizá dé lugar a que surja la pregunta de la razón por la cual
prefirió relatar el milagro de la alimentación de los cinco mil. Podría
observarse, primero, que de las cuatro pascuas del ministerio de Jesús, ésta fue
la única que él no celebró en Jerusalén. Es evidente que Juan anota
cuidadosamente estas fiestas y menciona que Jesús asistió a cada una de las
otras (cap. 2: 13; 5: 1; 12: 1, 12). A lo menos en parte, quizá tenía el
propósito de que el relato del cap. 6 señalara esta ocasión de la pascua y
explicara por qué Jesús no subió a Jerusalén. Lo que es más importante, los
acontecimientos del cap. 6 explican cómo el pueblo de Galilea -una vez tan ávido
de seguir a Jesús (ver com. Mar. 1: 44-45; 3: 7-12; Juan 4: 45)- ahora se volvió
contra él (ver com. Juan 6: 66), así como el año anterior los dirigentes en
Jerusalén se habían vuelto contra él (ver com. cap. 5: 1). Así como aquel
acontecimiento había hecho terminar el ministerio de Jesús en Judea, así también
los sucesos del cap. 6 señalan la terminación de su ministerio público en
Galilea (ver com. Mat. 15: 21).
El Evangelio de Juan presta especial
atención a la evidencia de que Jesús ciertamente era el Mesías (ver p. 870), y
al hecho de que los judíos creyeran o no en esa evidencia (ver com. Juan 1: 12).
Por lo tanto, parecería que Juan consigna los pasos principales mediante los
cuales la nación se volvió contra Cristo, y, finalmente, lo rechazó. Ese
propósito justificaría plenamente la elección de los sucesos del cap. 6. Quizá
Juan también pensó que los Evangelios sinópticos ya habían cubierto el período
del ministerio en Galilea con suficientes detalles.
Al otro lado del
mar.
Es decir, yendo de Capernaúm a las proximidades de Betsaida Julias
(Luc. 9: 10; cf. com. Mar. 6: 33), en el extremo norte del lago. Al terminar el
cap. 5, Jesús todavía estaba en Judea. Ahora se dice que había ido "al otro
lado. . . el de Tiberias", lo que implica que entre los sucesos de los cap. 5 y
6 había regresado a Galilea. En cuanto a las circunstancias y el propósito de
este viaje, ver com. Mar. 6: 30.
Tiberias.
Juan es el único
escritor bíblico que se refiere al lago de Galilea como el mar de Tiberias (ver
también cap. 21: 1). Esto podría deberse a que escribió su Evangelio quizá
varias décadas después que los otros, y el nombre Tiberias, aplicado al lago,
sin duda se usaba entonces más que antes. En los días de Jesús, la ciudad de
Tiberias, de la cual el lago tomó su nombre, había sido edificada por Herodes
Antipas, y, por lo tanto, el lago todavía no se conocía generalmente con ese
nombre.
2. Le seguía.
O, de acuerdo
con el tiempo verbal griego, "estaban siguiendo", es decir, constantemente. Sin
duda, esto se refiere a la popularidad general de Jesús en el apogeo de su
ministerio en Galilea, después de un largo período de viajes, enseñanza y
curaciones entre los pueblos y aldeas de Galilea (ver com. vers. 1).
Veían.
A medida que las multitudes seguían a Jesús, repetidas
veces le veían efectuar milagros.
Señales.
En cuanto a los
milagros, ver las pp. 198-203.
3. A un
monte.
Gr. eis to óros, "al monte" (BJ). Es decir, probablemente a
determinada montaña o colina prominente cerca de la orilla en la proximidad de
Betsaida. Todos los pasajes paralelos de los sinópticos dicen que era "un lugar
desierto", es decir, un paraje deshabitado (Mat. 14: 13; Mar. 6: 32; Luc. 9:
12). Aquí Jesús esperaba estar a solas con sus discípulos después de que ellos
regresaron de predicar por toda Galilea (Mar. 6: 31).
4. Pascua.
Ver com. vers. 1.
Fiesta de los judíos.
Esta frase explicativa habría sido innecesaria para lectores judíos, e
indica que Juan escribió teniendo en cuenta tanto a lectores gentiles como a
judíos.
5. Había venido.
Gr.
"venía" (BJ). La forma verbal en griego implica que Jesús dirigió su pregunta a
Felipe mientras la multitud se estaba congregando. Por otro lado, por la forma
en que todos los sinópticos consignan este milagro, se ve que los discípulos
llevaron el problema a Jesús cuando era tarde en el día. Parece razonable llegar
a la conclusión de que Jesús mismo formuló la pregunta en cuanto al alimento
cuando primero apareció la multitud, y varias horas más tarde, no habiendo
hallado solución, Felipe y los otros discípulos volvieron a su Maestro con el
problema, y sugirieron que Jesús despidiera a la gente sin alimentarla.
Felipe.
Juan es el único escritor evangélico que menciona
específicamente a Felipe en relación con este milagro. Puesto que era de
Betsaida (cap. 1: 44), resulta natural que Jesús se volviera a él pidiéndole
consejo en cuanto a cómo y dónde se podría conseguir alimento. Sin embargo, ver
com. cap. 6: 6, 8.
¿De dónde?
Así dice literalmente en griego.
Pero debe entenderse en forma lógica y no geográfica. La respuesta de Felipe,
que se refiere a los medios para conseguir alimentos y no al lugar en donde se
podría obtenerlos, demuestra que entendía que Jesús preguntaba cómo sería
posible alimentar a una multitud semejante.
6. Para probarle.
Jesús tenía una razón mucho más profunda
para dirigir su pregunta a Felipe que el mero hecho de que éste era oriundo de
la zona (ver com. vers. 5), y por eso podría sugerir una manera de conseguir
alimentos. La pregunta del Señor tenía el propósito de poner a prueba la fe de
Felipe. La respuesta pesimista del discípulo en cuanto a la imposibilidad de
alimentar a los miles de personas presentes sólo hizo que fuera más
impresionante la solución que Jesús dio al problema. Al hacer que primero Felipe
presentara lo que opinaba de la situación, Jesús pudo causar mediante su milagro
un impacto todavía mayor sobre la mente de Felipe que lo que hubiera sido
posible de otra manera.
Sabía lo que había de hacer.
Estas
palabras reflejan la tranquilidad con la que Jesús hizo frente a lo que parecía
ser un problema insoluble. Esa confianza emanaba de su completa fe en el poder
de su Padre para cubrir las necesidades de aquellos por quienes pronto
intercedería. A su vez, esa fe era el resultado de una completa comunión entre
el Padre y el Hijo (ver com. Mar. 3: 13). No había ningún pecado ni ninguna
forma de egoísmo que se interpusiera en el camino para obstruir la efusión plena
del poder del Padre mediante su Hijo encarnado. Sólo de esa manera Jesús podía
actuar entre los hombres con la plena seguridad de ser capaz de hacer frente a
cualquier situación que pudiera suscitarse, y de responder ante cualesquiera
necesidades humanas que pudieran serle presentadas.
7. Doscientos denarios.
Ver com. Mar. 6: 37.
8. Andrés.
Como en el caso de
Felipe (vers. 5), Juan es el único evangelista que registra la parte de Andrés
en la narración. Esas referencias a determinadas personas -no mencionadas de
otra manera en relación con este milagro- son una evidencia de que el Evangelio
de Juan es el relato de un testigo ocular.
Al igual que Felipe, Andrés
provenía del cercano pueblo de Betsaida. En otro caso, Juan presenta a Felipe
acudiendo a Andrés -tal vez en procura de consejo y apoyo para presetar a Jesús
el caso de los griegos que preguntaban por él (cap. 12: 20-22). Parece probable
que ahora también Felipe recurriera a Andrés en busca de ayuda para resolver el
problema que Jesús le presentaba, o Andrés voluntariamente presentó su
observación cuando supo de la pregunta que Jesús había hecho a Felipe, su amigo.
9. Un muchacho.
Gr. paidárion ,
literalmente "un niñito". Sin embargo, la palabra no se limita a ese significado
y puede aplicarse aun a un muchacho bastante crecido, tal como se la usa en la
LXX al referirse a José (Gén. 37: 30) cuando tenía por lo menos 17 años (Gén.
37: 2), y en el libro apócrifo de Tobías, de quien se dice que era un paidárion
cuando ya estaba en edad de casarse (Tobías 6: 2). Como Andrés era de la cercana
Betsaida, puede haber conocido personalmente a este muchacho, lo que explicaría
por qué se sintió libre para sugerir que se emplearan los recursos del jovencito
como alimento.
Panes de cebada.
Ver com. Mar. 6: 38. La cebada
era considerada como un alimento de calidad inferior. Filón enseña que es
adecuada para "animales irracionales y para hombres en tristes circunstancias" (
De Specialibus Legibus iii. 57). Así también un antiguo comentario judío afirma
que "las lentejas son alimento para hombres y el forraje de cebada para
animales" (Midrash Rabbah, com. Rut 2: 9). De esta manera Jesús enseñó una
lección de sencillez (ver com. Mar. 6: 42).
Pececillos.
Gr.
opsárion, diminutivo de ópson, "alimento preparado", "bocadillo", "alimento para
comer con pan". Puesto que se usaban pececillos conservados, secos o
condimentados para comer como "bocadillos" o con pan, opsárion especialmente se
refiere a ellos. Resulta claro que éste es su significado por los pasajes
paralelos de los Evangelios sinópticos, donde en vez de este término se emplea
la palabra habitual para "pez", ijthús . El pan constituía la parte principal de
la comida, y el pescado le daba sabor. Esta costumbre queda ejemplificada por un
papiro egipcio de fines del siglo I d. C., en el cual, al dar las instrucciones
para una fiesta, se indica: "Para la fiesta de cumpleaños de Gemella envíense
algunos manjares [ opsárion ]. . . y una artaba [una medida grande] de pan de
trigo" (Papiro de Fayum 11931, citado en J. H. Moulton y George Milligan, The
Vocabulary of the Greek Testament, p. 470). Ver com. cap. 21: 9.
¿Qué es
esto?
Pareciera que Andrés pronunció la pregunta casi con espíritu de
burla ante el pensamiento de que Jesús aun siquiera se imaginara que fuera
posible alimentar a una multitud tan grande con tan pequeña cantidad de
alimento. Los cinco panes y los pocos pececillos que les daban sabor tan sólo
hacían resaltar más la indudable imposibilidad de la situación. Sin embargo,
Jesús tomó lo que Andrés presentaba como algo imposible y lo convirtió en el
medio para demostrar el poder de Dios para hacer lo que de otra manera sería
imposible.
10. Haced recostar la gente.
"Haced sentar a la gente" (BJ, 1966). La palabra griega para "gente"
viene de ánthrÇpos, "hombre", en un sentido genérico, que, indudablemente,
incluía a todos los presentes. No se piense que sólo se sentaron los hombres y
que las mujeres y los niños quedaron de pie.
Se recostaron. . . varones.
La palabra griega que aquí se traduce "varones" deriva de an'r , que se
usa específicamente para el sexo masculino. Si bien es cierto que todos se
sentaron, sin embargo, de acuerdo con la costumbre de ese lugar y ese tiempo,
sólo se contaron los hombres (ver Mat. 14: 21). Fácilmente podría haber estado
presente en esta ocasión un total de 10.000 personas. En cuanto a las
disposiciones tomadas para que se sentaran, ver com. Mar. 6: 39-40.
La
instrucción específica que Jesús dio a sus discípulos de que hicieran sentar a
la gente antes de que le sirvieran el alimento, hace resaltar la importancia del
orden. Sin duda habría sido imposible que los discípulos distribuyeran
equitativamente el alimento entre una multitud arremolinada, pero estando las
personas sentadas en grupos sobre la hierba, cada uno pudo recibir su porción.
11. Habiendo dado gracias.
Cada uno
de los otros tres Evangelios dice que Jesús bendijo el pan. Juan añade el
pensamiento de que dio gracias a su Padre por el milagro que sabía que
sucedería. Lo que dice Juan es significativo en cuanto a la fuente del poder por
el cual Jesús hacía milagros (DTG 117). Había velado su poder, propio de la
segunda persona de la Deidad, cuando tomó "forma de siervo" (Fil. 2: 7).
Declaró: " "No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al
Padre" " (Juan 5: 19; cf. vers. 30). Ahora dependía completamente del poder de
su Padre ( DTG 302 - 303, 492 - 493), y demostraba esa dependencia ofreciendo
una oración de agradecimiento aun antes de que ocurriera el milagro. "En su vida
revestida de humanidad, el Salvador dependía implícitamente de Dios. Sabía que
el poder de su Padre era suficiente para todas las cosas. . . Cristo pidió la
bendición de su Padre sobre el alimento, y éste vino" (EGW RH 29- 3-1898).
Acerca de los medios por los cuales se realizaban los milagros de Jesús, ver DTG
117.
Discípulos.
La evidencia textual (cf. p. 147) establece la
omisión de las palabras "entre los discípulos, y los discípulos". Desde el punto
de vista del relato, carece de importancia el hecho de que estas palabras
estuvieran originalmente en el texto de Juan, ya que cada uno de los otros
Evangelios consigna que Jesús dio el alimento a sus discípulos y que ellos lo
distribuyeron a la gente.
Cuanto querían.
La forma del verbo
griego que se usa aquí puede entenderse como que la gente repetidas veces pidió
alimento a los discípulos, hasta que todos quedaron completamente satisfechos.
Los sinópticos consignan que "comieron todos, y se saciaron" " (Mat. 14: 20;
Mar. 6: 42; cf. Luc. 9: 17). No sólo la gente fue alimentada; cada uno recibió
todo lo que quería.
12. Recoged.
Cada uno de los sinópticos registra que se recogieron 12 cestas de
alimentos después de que la gente se satisfizo, pero sólo Juan declara que Jesús
de un modo especial pidió que se recogieran los fragmentos de alimento para que
no se perdiera nada. Había satisfecho abundantemente las necesidades de la
gente, todos habían recibido más de lo que podían desear. Pero ahora, para que
nadie pensara que este generoso milagro autorizaba a derrochar, el Señor
cuidadosamente enseñó la lección de frugalidad en el uso de las bendiciones
divinas.
13. Cestas.
Ver com. Mar.
6: 43.
14. Hombres.
Gr. ánthrÇpos;
ver com. vers. 10.
Señal.
"Milagro" (VM). Ver la p. 198.
Dijeron.
Gr. "decían". Es decir, la declaración fue repetida vez
tras vez al irse propagando entre la multitud.
Profeta que había de
venir.
Juan es el único escritor evangélico, repetimos, que registra la
impresión que recibió la gente con este milagro (ver com. Mat. 14: 22).
La prontitud con que la gente común de Galilea estuvo dispuesta a
aceptar a Jesús como el Mesías indica cuán general era la expectativa de un
Salvador y cuán grande la popularidad que Jesús había alcanzado. Ya había
demostrado que era un conductor de hombres; sabían que podría curar a cualquiera
que fuera herido en batalla; habían visto cómo podía proporcionar alimento para
un ejército. Ciertamente, un jefe tal sería invencible en una guerra contra los
romanos opresores. ¡Tenía que ser el Mesías!
Bien se daban cuenta los
judíos que el verdadero don profético no se había manifestado entre ellos desde
hacía varios siglos. No es, pues, sorprendente que esperaran su renovación junto
con la venida del Mesías (en 1 Macabeos 4: 46; 14: 41 se presenta esa
expectativa en el siglo II a. C; cf. Juan 1: 21). Repetidas veces, en el siglo I
d. C. algunos judíos demasiado entusiastas fueron engañados por impostores que
se proclamaban a sí mismos como "profetas" y que prometían liberar a los judíos
del yugo romano, tal como habría sucedido de acuerdo con el concepto popular en
cuanto al Mesías. Josefo ( Antigüedades xx. 5. 1; 8. 6) registra la caída de dos
de esos "profetas": Teudas y un egipcio (cf. Hech. 5: 36; 21: 38). Jesús
advirtió a sus discípulos respecto a la venida de falsos "cristos" o mesías
(Mat. 24: 4-5).
15. Apoderarse de él.
"Tomarle por la fuerza" (BJ). [ Jesús camina sobre el lago, Juan 6:
15-24 = Mat. 14: 22-36 = Mar. 6: 45-56. Comentario principal: Mateo.] Gr.
harpázÇ , "apoderarse rápidamente", quizá sea el origen de la palabra castellana
"harpía" (o "arpía"), ser mitológico que se suponía que arrebataba a sus presas.
Esta palabra describe gráficamente el intento de la gente a quien Jesús acababa
de alimentar y que se había convencido de que él era el Mesías. Su renuencia a
procurar la realeza tan sólo aumentó la avidez de la gente en hacerlo rey, y
evidentemente se hizo general la convicción de que tenían que apoderarse de él
rápidamente para proclamarlo rey. Sin duda, razonaban que una vez que lo
hubieran proclamado como monarca, tendría que defender lo que ellos pretendían
de él. Como se aproximaba la pascua, tal vez intentaban presentarlo ante las
multitudes que pronto se congregarían en Jerusalén.
En vista del deseo
demostrado más tarde por los discípulos para el establecimiento inmediato de un
reino terrenal (Mar. 10: 35-40; cf. Luc. 24: 19-21), es razonable concluir de
que ellos animaban a la turba para que forzara a Jesús a hacer valer sus
derechos reales (DTG 340; ver com. Juan 6: 64-65).
Rey.
Ver com.
vers. 14.
Volvió a retirarse.
Gr. anajréÇ , "retirarse",
"regresar otra vez", lo que quizá implica que Jesús había descendido de la
montaña o de la región montañosa donde había buscado reposo con sus discípulos,
y se había encontrado con la multitud a la orilla del mar. Por lo tanto,
regresaba ahora a las montañas para continuar meditando. En lugar de anajÇréÇ ,
un importante manuscrito griego antiguo dice féugÇ , "huir". Esta variante
también se ha conservado en algunas versiones antiguas. Cualquiera que fuera el
texto exacto, es claro que Jesús comprendió que se avecinaba una crisis, y se
retiró discretamente.
Monte.
Ver com. vers. 3.
Solo.
El hecho de que Jesús se retirara solo, cuando antes de que viniera la
multitud había llevado a sus discípulos consigo para meditar y descansar, es una
indicación más de que ellos mismos no entendían el propósito de Cristo al
rehusar la realeza (ver com. Mat. 14: 22). Ese día, que había comenzado como un
día de descanso con sus discípulos después de la gira por Galilea, se había
convertido más bien en un momento crucial del ministerio de Jesús, y su
terminación lo encontró incomprendido y completamente solo (ver com. Mat. 14:
23).
Una vez más Jesús venció la misma tentación con que Satanás lo
había acosado en el desierto: la tentación de vender la naturaleza espiritual de
su reino por la gloria mundana. Una vez más había tratado de mostrar a sus
seguidores, quienes eran lentos para entender, que su reino no era "de este
mundo" (Juan 18: 36), sino un reino de gracia (Mat. 5: 3, 10; 13: 18-52), un
reino espiritual en el que entran los creyentes mediante la experiencia del
nuevo nacimiento (Juan 3: 3). Sólo "a la final trompeta" el reino de la gracia
se transformará en el reino de la gloria (1 Cor. 15: 51-57; ver com. Mat. 4: 17;
5: 2).
16. Al anochecer.
Ver com.
Mat. 14: 23.
Descendieron sus discípulos.
El relato de Mateo y
Marcos indica que Jesús despidió a los discípulos mientras se alejaba de la
multitud, es decir, antes de que se retirara al monte. Por otra parte, Juan
consigna que Jesús se dirigió al monte, y que cuando anocheció los discípulos
comenzaron a cruzar el mar. Esta aparente discrepancia puede reconciliarse
comprendiendo que aunque Jesús ordenó a sus discípulos que se fueran, en
realidad no zarparon durante algún tiempo, es decir, hasta que anocheció (DTG
342-343).
17. Capernaúm.
Marcos
consigna que Jesús dijo a sus discípulos que fueran en una barca en la dirección
de Betsaida, que estaba aproximadamente al noreste del lago (ver Mar. 6: 45;
com. Mat. 14: 22). Tanto Marcos como Mateo declaran que cuando finalmente
desembarcaron, llegaron a la región de Genesaret (Mar. 6: 53; Mat. 14: 34), a
unos 8 km al suroeste de Betsaida. Por otro lado, Juan dice que los discípulos
se dirigieron hacia Capernaúm, el lugar desde donde Jesús dirigía sus
actividades en Galilea, que estaba en la orilla noroeste del lago, entre
Betsaida y Genesaret. El que finalmente llegaran a Genesaret quizá se debió a
que el viento tormentoso desvió su rumbo.
18. Se levantaba.
Las tormentas súbitas y violentas son
frecuentes en el lago de Galilea, ocasionadas por el aire frío procedente de los
cerros circundantes, que sopla con violencia a través de profundas hondonadas
hasta la superficie del lago. Con frecuencia, estas tormentas se presentan con
rapidez y terminan súbitamente. Desde donde zarparon, al este de Betsaida,
normalmente los discípulos nunca hubieran estado lejos de la costa en su viaje a
Capernaúm. Sin embargo, Mateo en esta ocasión habla de ellos como que estaban
"en medio del mar" " (Mat. 14: 24), y la evidencia textual sugiere (cf. p. 147)
el texto: "Estaban a muchos estadios de la tierra". Ya sea que esa variante esté
en el original o no, el hecho parece ser que debido a la tormenta, no llegaron a
su destino, y arribaron en cambio, más al sur, a Genesaret. Por lo tanto, habían
sido arrojados lejos de la orilla (ver com. Mat. 8: 24; 14: 24).
19. Estadios.
Gr. stádioi (ver p.
52), medida de longitud de unos 185 m. Los discípulos habían avanzado como 5 km,
con lo que fácilmente habrían llegado a Capernaúm, si no hubieran sido desviados
por el viento.
Vieron.
Gr. theÇréÇ , "advertir", "prestar
atención". La BJ, siguiendo al texto griego, traduce "ven". Este uso del
presente hace que sea más vívida la aparición de Jesús en una forma tan
inesperada.
Sobre el mar.
Gr. epí t's thaláss's . Esta expresión
aparece otra vez (cap. 21: 1), donde se refiere a que Jesús caminaba por la
orilla del mar. Por eso, se ha argüido que Juan no registra aquí necesariamente
un milagro, y que los discípulos, estando cerca de la costa, vieron a Jesús que
caminaba por la orilla. Si bien es cierto que el relato de Juan, y posiblemente
también el de Marcos, pueden interpretarse en esta forma, la narración paralela
de Mateo, donde se cuenta que Pedro caminó sobre el agua, claramente indica que
Jesús realmente caminó sobre el mar.
Para los discípulos de Jesús, este
milagro fue un testimonio de su divinidad, como lo indica su reacción (ver Mat.
14: 33). Job habla de Dios como el que "anda sobre las olas del mar" " (cap. 9:
9). Un antiguo comentario judío cita Sal. 86: 8 y después pregunta: "¿Por qué
dice, 'oh Señor, ninguno hay como tú entre los dioses'?... Porque no hay nadie
que pueda hacer las obras que tú haces. Por ejemplo, un hombre puede abrirse
paso en un camino, pero no puede hacerlo en el mar, pero Dios abre para sí una
senda en medio del mar" (Midrash Rabbah, com. Exo. 16: 4).
20. Yo soy.
Gr. egÇ eimí , "yo
soy". Estas palabras se encuentran repetidas veces en la LXX como la traducción
del Heb. 'ani hu', "yo [soy] él", una declaración hecha por Jehová de que él es
Dios (cf. Deut. 32: 39; Isa. 43: 10; 46: 4). Juan consigna que Jesús usó esta
declaración repetidas veces en momentos cruciales de su vida. Por eso, al
afirmar su preexistencia divina, declaró: "Antes que Abraham fuese, yo soy"
(Juan 8: 58). Al predecir que iba a ser traicionado, dijo a sus discípulos: "
"Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo
soy" " (cap. 13: 19); y cuando fue acosado por Judas y los soldados en el
huerto, en respuesta a los que decían que buscaban a Jesús de Nazaret, otra vez
afirmó: "Yo soy" (cap. 18: 5). Refiriéndose a este último caso, Juan añade: "
"Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra" " (vers. 6). Si
bien es cierto que en muchos contextos las sencillas palabras "yo soy" quizá no
debieran tomarse con un significado especial (cf. cap. 6: 35; 8: 12), sin
embargo, cuando Jesús las usó en un momento de crisis al declarar su identidad,
parecen tener un significado similar a las del AT, y son una afirmación de su
deidad. En algunos casos, ésta parece ser claramente la verdad (cap. 8: 58; 13:
19; 18: 5). Si bien es cierto que en este contexto una interpretación tal quizá
no esté claramente indicada, con todo, la reacción de los discípulos al
declarar: "Verdaderamente eres Hijo de Dios" " (Mat. 14: 33), implica que las
palabras de Jesús egÇ eimí, "yo soy", aquí también implicaban más que una simple
afirmación de su identidad humana.
21. Con
gusto.
Gr. thélÇ, " "querer", "desear". "Quisieron recogerle en la
barca" " (BJ). Este verbo hace resaltar el cambio de actitud que se produjo en
los discípulos al oír las palabras de Jesús. Antes estaban temerosos. Ahora no
sólo estaban dispuestos a recibirlo, sino que deseaban su presencia.
Llegó en seguida a la tierra.
Esto podría interpretarse como un
milagro adicional, que indicaría que, tan pronto como Jesús entró en la barca,
ésta fue transportada sobrenaturalmente a la orilla. Por otro lado, las palabras
de Juan podrían entenderse como si indicaran que la tormenta había arrojado la
barca hasta cerca de la orilla occidental del mar cuando Jesús apareció. En
favor de esta suposición está el hecho de que Mateo y Marcos no dicen que el
viaje hubiera salido de lo normal, una vez que Jesús entró en la barca. La
afirmación de Mateo de que los discípulos estaban "en medio del mar" (Mat. 14:
24) cuando vieron a Jesús, podría entenderse en el sentido no de que estaban en
el centro del mar, sino que el agua los rodeaba (ver com. vers.17).
22. La gente que estaba.
Seguramente la noche anterior muchos de los 5.000 volvieron a sus
hogares en la zona circundante, pero sin duda algunos, con más celo religioso,
habían quedado a la orilla del mar toda la noche, y quizá otros de los que
habían sido alimentados el día anterior volvieron ahora esperando una repetición
del milagro (ver com. vers. 24).
Otro lado del mar.
Es decir, la
costa oriental del lago de Galilea, el lado opuesto de aquel en el que se acaba
de decir que habían desembarcado Jesús y los discípulos (vers. 21).
Vio.
No es fácil especificar el momento exacto al cual se refiere cada uno de
los verbos de este versículo, pero pareciera que, "vio" aquí debe entenderse en
el sentido de "comprendió". Es decir, a la mañana siguiente, la gente que había
quedado en la orilla oriental de Galilea comprendió el significado de lo que
había advertido el día anterior, que los discípulos habían llevado la única
barca disponible, y que Jesús se había ido con ellos.
23. Pero.
Este versículo tiene el propósito de explicar el
origen de las barcas que había usado la gente para cruzar el lago la mañana
después del milagro (vers. 24), pues su indicación cronológica está explicada
por las palabras "el día siguiente" (vers. 22). No se debe entender que fue el
día anterior cuando los discípulos se fueron sin Jesús, y que de ese modo se
deduzca que él podría haber viajado en las barcas que procedían de Tiberias.
Barcas... de Tiberias.
Ver com. vers. 1. Quizá eran barcas de
pesca que habían estado en el lago durante la noche (cap. 21: 3), y el viento de
la tormenta las había impulsado a la orilla.
Después.
La
secuencia cronológica de la frase "después de haber dado gracias el Señor se
refiere al tiempo cuando comió la gente, no a la llegada de las barcas de
Tiberias, lo que no aconteció hasta el día siguiente.
Haber dado
gracias.
Lo que Juan menciona aquí específicamente, que la gente comió
"después de haber dado gracias el Señor", añade énfasis al pensamiento de que el
milagro de Jesús de alimentar a 5.000 fue el resultado directo de su oración, y
de ese modo el milagro fue obra del Padre por la intercesión de Cristo (ver com.
vers. 11).
24. Entraron en las barcas.
Es decir, las barcas que habían llegado esa mañana de Tiberias. Sin
duda, eran embarcaciones pequeñas, por lo que la gente que viajó en ellas para
cruzar el lago podría haber sido tan sólo una fracción de los miles que se
habían congregado el día anterior.
Capernaúm.
El lugar donde se
centraban las actividades de Jesús en Galilea, y donde era natural que la gente
lo buscara (ver com. vers. 17).
Buscando a Jesús.
Ver com. vers.
26.
25. Hallándole.
[ Sermón acerca
del pan de vida; rechazo en Galilea, Juan 6:25 a 7:1. Ver mapa p. 210; diagrama
p. 221.] En el vers. 59 se indica que fue en la sinagoga de Capernaúm donde la
gente del otro lado del mar encontró a Jesús.
Otro lado del mar.
En contraste con el vers. 22, aquí estas palabras se refieren a la
orilla occidental del mar de Galilea. Se explican teniendo en cuenta el contexto
precedente, donde el escenario es la orilla oriental del lago.
Rabí.
Ver com. Mat. 23: 7. La aplicación de este título a Jesús ilustra el
concepto equivocado de la gente respecto a él y a su obra.
26. De cierto, de cierto.
Ver com.
Mat. 5: 18, Juan 1: 51.
Me buscáis.
Jesús no hizo caso de su
pregunta, y comenzó inmediatamente a tratar los motivos que tenían para
buscarle. Al dejar en claro los motivos materiales de ellos, no sólo se refería
a la satisfacción de sus apetitos físicos, sino también a sus ambiciosas
expectativas de que él haría valer sus derechos como vencedor militar y
gobernante político.
Señales.
"Milagros" (VM). Ver la p. 198.
27. Trabajad.
El trabajo que aquí
Jesús reprocha no es el necesario para ganarse la vida. Su reproche más bien se
aplica a los que trabajan hasta el punto de descuidar el alimento del alma. Lo
que Jesús aquí reprocha es el hábito común de trabajar sólo por las cosas
perecederas, e ignorar las cosas eternas.
Vida eterna.
Ver com.
vers. 53-54.
Señaló.
"Ha marcado con su sello" (BJ). En la
antigüedad, era costumbre usar un sello así como se emplea la firma hoy día. Era
un signo de confirmación personal o de propiedad. Esta palabra se usa en el
primero de esos sentidos (cap. 3: 33), y en este caso también parece que se usa
para indicar que el Padre ha testificado que Jesús es su Hijo. Todos los
milagros de Jesús, obrados por el poder del Padre, fueron testimonios tales. Sin
embargo, puesto que el sellamiento está relacionado, particularmente por Pablo,
con la recepción del Espíritu Santo que generalmente acompañaba al bautismo (ver
Efe. 1: 13; 4: 30), no parece fuera de lugar entender que la referencia
específica de Jesús aquí es a su propia recepción del Espíritu acompañada por la
aprobación de su Padre en ocasión de su bautismo (Mat. 3: 16-17).
28. ¿Qué debemos hacer?
La forma
verbal en tiempo presente podría entenderse como una implicación de que los
judíos preguntaban acerca de una forma habitual de vida, y no un acto aislado.
En esto estaban en lo correcto, tal como lo indica la respuesta de Jesús en el
vers. 29. Su pregunta era un reconocimiento tácito de que comprendían que las
palabras de Jesús eran una acusación en contra de su vida religiosa en general.
Obras de Dios.
Estas palabras se hallan también en Jer. 48: 10
(la LXX también usa el plural), donde se refieren a las obras que Dios desea. El
concepto judío de la verdadera religión en gran medida se expresaba en términos
de obras, por lo que era natural que al preguntar cómo podrían agradar a Dios,
inquirieran en cuanto a las obras que podrían hacer.
29. La obra de Dios.
Jesús les hizo frente en su propio
terreno y encuadró su respuesta en términos de la pregunta de ellos. Así procuró
desviar su atención de un concepto equivocado de la religión a una comprensión
de lo que realmente significa agradar a Dios.
Creáis.
La
evidencia textual establece (cf. p.147) la variante pistéu'te, que implica un
943 hábito permanente de creencia, en vez de pistéus'te, que indicaría un acto
específico de creer en determinado momento. La primera forma tiene más
significado en este contexto.
Las palabras de Jesús aquí presentan la
verdad básica de la salvación por la fe. Creer (o confiar; la palabra griega
pistéuÇ puede traducirse en cualquiera de las dos formas) es el acto fundamental
de la vida cristiana. Ningún otro acto puede ser verdaderamente una "obra de
Dios", un hecho deseado por Dios, y, por ende, que le sea agradable, a menos que
lo preceda la fe, porque sólo la fe coloca al hombre en la verdadera relación
con Dios (Heb. 11: 6). Las palabras de Jesús aquí son paralelas con la
admonición de Pablo y Silas al carcelero de Filipos. El carcelero clamó: "¿Qué
debo hacer para ser salvo?" Los siervos de Dios le respondieron: " " Cree en el
Señor Jesucristo" " (Hech. 16: 30-31). Ver 1 Juan 3: 23.
30. Señal.
Gr. s'méion, la misma palabra traducida como
"milagros" en el vers. 26 (VM). Ver pp. 198-200. Los que le preguntaban a Jesús
ya habían visto el milagro de los panes y los peces, y habían llegado a creer
que él era el Mesías; pero debido a que no cumplió sus expectativas en cuanto a
lo que haría el Mesías, se habían chasqueado. Ahora, cuando él comenzó a
examinar a fondo la verdadera condición del corazón de ellos y a demandarles que
creyeran a pesar de su chasco, le pidieron un milagro más. Su actitud al exigir
esto quizá es la misma que está indicada en un antiguo comentario judío sobre
Deut. 18: 19, que dice: "Si un profeta comienza a profetizar y da una señal y
prodigio, escúchesele entonces. Pero si no lo hace, no se le escuche" (Sifré
Deuteronomio 18 y 19, sec. 177 [108a], citado en Strack y Bilierbeck, Kommentar
zum Neuen Testament, t. 1, p. 727).
Para que... te creamos.
Gr.
pisteusÇmen soi . Esta declaración contrasta muchísimo con la admonición de
Jesús del vers. 29, pistéus'te eis hón, "que creáis en el que" Dios ha enviado.
Jesús había declarado que debían creer en él; los judíos replicaron exigiendo un
milagro para que pudieran creerle, es decir, creer lo que él les decía. Una vez
más no habían comprendido que la salvación no radica sencillamente en un
asentimiento intelectual sino, lo que es más importante, en una unión por la fe
con una Persona.
31. Maná.
Ver com.
Exo. 16: 15. Un antiguo comentario judío sobre Ecl. 1: 9 declara
acerca
del Mesías: "Así como el anterior redentor [Moisés] hizo que descendiera maná...
así también el Redentor posterior [el Mesías] hará descender maná" (Midrash
Rabbah). Si bien esta afirmación, por lo menos en su forma actual, sólo se
remonta al siglo IV d. C., parece reflejar una tradición más antigua que, sin
duda, estaba en la mente de los judíos que disputaban con Jesús en Capernaúm.
Por ejemplo, 2 Baruc 29: 8 afirma: "Y acontecerá en ese mismísimo tiempo [cuando
el Mesías comience a ser revelado] que el tesoro de maná otra vez descenderá de
lo alto, y comerán de él en esos años, porque éstos son los que han venido para
la consumación del tiempo". Jesús acababa de suministrar milagrosamente pan al
pueblo, pero, dudando de su mesianismo, la gente ahora declaraba que Moisés
había hecho un milagro aún mayor al dar pan "del cielo" a sus padres. Además,
sin duda ellos se referían tácitamente a que el milagro de Moisés había de ser
repetido por el verdadero Mesías. Desde el punto de vista de ellos, Jesús no
había traído pan del cielo, sino que sólo había multiplicado unos sencillos
panes de cebada y peces de los que ya se disponía. Tienen que haber razonado que
si Jesús era realmente el Mesías, realizaría por lo menos un milagro tan grande
como el que creían que había hecho Moisés.
Les dio.
Las palabras
aquí citadas no se encuentran exactamente en esta forma ni en el AT hebreo ni en
la LXX. Parecen haber sido tomadas libremente del Sal. 78: 24, teniendo también
en cuenta a Neh. 9: 15. En cada uno de esos pasajes se hace notar que fue Dios
quien dio el maná, y no Moisés.
32. De
cierto, de cierto.
Ver com. Mat. 5: 18; Juan 1: 51.
No os dio
Moisés.
Indudablemente, los judíos creían que la dádiva del maná se
debía a Moisés (ver com. vers. 31). Algunos han entendido que la respuesta que
da aquí Jesús niega esa creencia, y que es una afirmación de la verdad de que el
maná ("el pan del cielo") realmente había venido de Dios. Otros han entendido
que Jesús no se ocupa de la cuestión de si Moisés había hecho descender el maná,
sino que más bien declara que el maná, que materialmente era alimento, en
realidad no era "pan del cielo" en un sentido espiritual, y, por lo tanto, no
era "el verdadero pan del cielo". No parece irrazonable entender que Jesús aquí
proclama ambas verdades: que Dios, y no Moisés, fue el dador del maná material,
y también que el verdadero pan del cielo debe ser reconocido como una dádiva
espiritual y no material.
Da.
El uso aquí del tiempo presente,
tanto en griego como en castellano, hace resaltar que el Don de Dios les estaba
siendo ofrecido precisamente en ese tiempo en la persona de Aquel que estaba
delante de ellos.
33. Descendió.
Mejor, de acuerdo con el texto griego, "el que baja" [ "desciende" ] ""
(BJ). La forma verbal en griego implica un acto continuo. Estas palabras hablan
de la venida de Jesús a este mundo como un hecho eterno. (Por contraste, ver
com. vers. 38, 41.) Hasta este punto, los judíos habían pensado en Jesús como un
dador de pan. Ahora comenzó a presentarse como el pan mismo, aunque en este
punto -en el griego- la declaración podría entenderse como que se aplicara
indistintamente al pan o a Cristo. Por la respuesta de los judíos registrada en
el vers. 34, es claro que entendieron que Jesús se refería al pan como el "que
baja del cielo" (BJ). En ese tiempo, la mentalidad de los judíos de ningún modo
estaba preparada para un concepto más espiritual.
Vida.
Gr. zÇ'
. Ver com. cap. 1: 4; 8: 51; 10: 10. Así como el pan material estimula la vida
física, así también Cristo "el pan de Dios... que baja del cielo" (BJ), es la
fuente de vida espiritual.
34. Danos
siempre.
Con este pedido mostraron los judíos que no habían comprendido
lo que estaba implícito en el vers. 33, que Jesús mismo era el pan del cielo.
Todavía pensaban en él tan sólo como el que da pan. A semejanza de la samaritano
que había pedido agua que para siempre apagara su sed a fin de que no necesitara
sacar agua otra vez (cap. 4: 15), también los judíos ahora pedían una provisión
continua de pan. Tal como lo entendían, Moisés había proporcionado a Israel pan
celestial durante 40 años. Si Jesús era realmente el Mesías, con seguridad
podría realizar un milagro todavía mayor y darles pan para siempre (ver com.
vers. 31-32).
35. Yo soy el pan.
Ahora Jesús claramente declara de sí mismo que es el pan celestial del
cual ha estado hablando. Tres veces en este discurso repite esta declaración
referente a sí mismo (vers. 41, 48, 51).
El que a mí viene.
La
forma verbal griega, literalmente implica no un solo acto de venir a Cristo,
sino un hábito permanente de vida. "El que a mí viene" claramente es paralelo
con "el que en mí cree", pues sólo se puede venir a Cristo por fe (ver com.
vers. 29). Venir y creer, ambos actos son "obra de Dios".
Nunca tendrá
hambre.
Las palabras de Jesús contrastan nítidamente con las que se
encuentran en Eclesiástico (libro familiar a los judíos del tiempo de Cristo),
donde se le hace declarar a la sabiduría: " "Los que me comen quedan aún con
hambre de mí; los que me beben sienten todavía sed" " (cap. 24: 21, BJ).
37. Todo.
Gr. pan , adjetivo en el
género neutro, por lo que debe entenderse en el sentido más amplio posible.
Jesús aquí expresó la verdad de que todas las cosas le fueron dadas por su
Padre: su poder y autoridad, su pan diario, sus seguidores. Declaró: "No puedo
yo hacer nada por mí mismo" (cap. 5: 30; ver com. cap. 6: 1). Este versículo no
debe entenderse como que indica que Dios ha elegido a ciertas personas para la
salvación, y que ellas inevitablemente irán a Cristo y serán salvadas (ver com.
vers. 40). Es más bien una declaración en los términos más amplios de la
relación de Jesús con el Padre, una relación de entrega completa, de plena
dependencia y de entera confianza en que todo lo que Dios quiso para Cristo con
seguridad sería cumplido.
El que a mí viene.
La segunda cláusula
de este versículo es una aplicación específica de la verdad general declarada en
la primera cláusula. Tan sólo en el amor de Dios se proporciona la gracia
mediante la cual el pecador puede venir a Jesús, y mediante él al Padre.
No le echo fuera.
Este es un ejemplo de una figura de retórica
conocida como "litote", con la cual se dice menos que lo que se quiere expresar,
negando lo contrario de lo que se quiere afirmar. De ésa manera, Jesús quiso
decir que cordialmente da la bienvenida a aquel que viene a él.
38. He descendido del cielo.
El
tiempo perfecto, en griego, indica un acto específico en el pasado, junto con
sus resultados que aún perduran. En el vers. 33 se hace referencia a la
encarnación como un hecho eterno. Aquí se la ve desde el ángulo del
acontecimiento específico del nacimiento de Jesús entre los hombres, y también
se abarca el resultado de aquel suceso tal como se ve en su ministerio y
presencia permanente (ver com. vers. 33, 41).
Mi voluntad.
La
completa sumisión de Jesús a su Padre es para los creyentes una seguridad de que
todo lo que Jesús hace para ellos tiene su origen en el amante corazón de Dios.
Las palabras de Cristo demuestran la falsedad de la opinión de que Dios está
airado con el hombre y que la salvación de los pecadores se basa en que Cristo
ha apaciguado la ira del Padre. El ministerio de la vida de Jesús y su muerte
por el hombre fueron más bien expresiones del amor de su Padre.
39. Del Padre.
La evidencia textual
establece (cf. p. 147) la omisión de estas palabras, por lo que se leería: "Y
esta es la voluntad del que me ha enviado" (BJ). Ya sea que las palabras
hubieran estado o no en el texto original, la referencia es, por supuesto, al
Padre.
Todo.
Gr. pan (ver com. vers. 37). Que este versículo no
se debe tomar como una afirmación de que una vez que un hombre ha aceptado a
Cristo es inevitablemente suyo para siempre, se ve con claridad por pasajes
tales como Luc. 9: 62; Juan 15: 9-10; Heb. 6: 4-6. Este versículo tampoco enseña
la predestinación en el sentido de que la elección de un hombre, hecha por Dios
desde la eternidad, es el factor determinante para la salvación de un hombre y
para la condenación de otro (ver com. Juan 6: 40). Es más bien una expresión de
la confianza completa que Jesús tenía en su Padre. Ver com. cap. 3: 17-20.
Lo resucite.
Gr. anast'sÇ autó. Como en un caso anterior en este
mismo capítulo, aquí el objeto que recibe la acción del verbo es neutro, lo que
incluye no sólo a los hombres sino a todas las cosas dadas a Cristo por el
Padre. En el vers. 37 Jesús había afirmado que la voluntad del Padre es que
todas las cosas le sean dadas. Ahora lleva más lejos el pensamiento al afirmar
que la voluntad de Dios en este respecto se extiende al "día postrero". Aquí
Jesús vislumbra "el fin, cuando entregue el reino a Dios y Padre" (1 Cor. 15:
24); cuando todo ser creado del universo declarará: " "Al que está sentado en el
trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los
siglos de los siglos" " (Apoc. 5: 13).
40. Del que me ha enviado.
La evidencia textual establece
(cf. p. 147) la variante "esta es la voluntad de mi Padre" (BJ), y no "esta es
la voluntad del que me ha enviado". Aquí Jesús confirma lo que declaró en el
vers. 37, que la voluntad del Padre es salvar. Ahora aclara que el deseo del
Padre no sólo es que los pecadores vayan a Cristo, sino que su propósito también
se extiende hasta la consumación del plan de salvación en el tiempo de la
resurrección.
Todo.
Gr. pas , adjetivo del género masculino que
indica una persona, y contrasta con pan, "todo [neutro, que se refiere a cosa]",
en los vers. 37, 39. Así como en el vers. 37 primero se establece una verdad
general, y después se hace una aplicación específica de esa verdad al caso del
hombre que viene a Cristo, así también en el vers. 39 se establece la misma
verdad general en un sentido aun más amplio, y en el vers. 40 se aplica esa
verdad al caso específico de cada uno que ve a Jesús y cree en él. La seguridad
que da el Padre de que finalmente su Hijo recibirá todas las cosas que le
corresponden, asegura que cada uno que cree en el Hijo será individualmente
resucitado por él cuando finalmente llame a los suyos.
Ve al Hijo.
Por supuesto, esto no significa que sólo los que vieron a Jesús en la
carne participarán de la resurrección. La palabra "ve" implica aquí percepción
espiritual, contemplar con los, ojos de la fe, como lo indica la palabra
acompañante "cree" (cf. cap. 12: 45).
Cree.
Al igual que en el
vers. 35, aquí Jesús otra vez afirma la gran importancia que tiene creer en él.
Este énfasis puesto en la fe muestra claramente, que no es suficiente el
asentimiento intelectual. Los que tendrán parte en la resurrección de los justos
son los que creen, los que tienen una fe que actúa más allá de los límites de
sus sentidos naturales.
Vida eterna.
Ver com. Juan 8: 51; 10:
10; 1 Juan 5: 12; cf. DTG 352.
Le resucitaré.
En contraste con
el pasaje similar del vers. 39, esta afirmación es notable porque quien recibe
la acción "le" (Gr. autón ) es del género masculino, lo que indica una persona,
y no es del género neutro como en el vers. 39 (ver allí el comentario). Aquí
Cristo habla específicamente de los justos que serán resucitados de sus tumbas,
en vista de que todo lo, que es de Cristo finalmente será recuperado por él.
Este pasaje también es significativo por la ubicación enfática del
pronombre "yo". El sentido de la declaración de Jesús es: "Yo, precisamente yo,
lo resucitaré". Así como Cristo es el mediador entre Dios y el hombre y el que
salva al hombre del pecado, así también él es quien resucitará a los hombres en
el día final (cf. cap. 5: 25-27).
41. Que
descendió.
Gr. ho katabás . El descenso de Cristo del cielo a la tierra
se enfoca aquí desde el ángulo de su encarnación (ver com. cap. 3: 13; 6: 33,
38). Al no reconocer con certeza a Jesús como el Hijo de Dios, los judíos se
irritaban ante el solo pensamiento de que prendiera haber descendido del cielo.
42. Hijo de José.
Las palabras de
este versículo parecen reflejar la forma aramea Yeshua' bar Yosef, "Jesús, hijo
de José", el nombre por el cual probablemente Jesús era conocido entre sus
vecinos. Para ellos, la idea de que era hijo de José y de María a quienes
conocían eliminaba por completo la posibilidad de que tuviera un origen
celestial.
43. No murmuréis.
Es
significativo que Jesús no intentara explicar el misterio de su nacimiento y de
su ascendencia divina. Más bien se ocupó inmediatamente del problema espiritual,
que era la razón por la cual los judíos interpretaban mal sus palabras. Las
murmuraciones no podrían darles una solución.
44. Si el Padre... no.
la salvación es esencialmente obra
de Dios y no del hombre. El hombre debe ir a Dios por su propio libre albedrío,
pero el que vaya a Dios sólo es posible en vista de que él lo atrae por medio de
su amor (ver com. Jer. 31: 3).
Le resucitaré.
Ver com. vers. 40.
45. Los profetas.
Evidentemente,
estas palabras se usan en un sentido literal para referirse a la sección
profético de la Biblia hebrea, que ya se designaba así en los días de Jesús (ver
Luc. 24: 44; Hech. 7: 42; 13: 40; t. 1, p. 40; comparar con el prólogo del
Eclesiástico).
Serán todos enseñados.
Esta cita está tomada de
Isa, 54: 13, pero no sigue exactamente ni el texto hebreo (que se refleja en la
RVR) ni a la LXX, que podría traducirse así: "Y todos tus hijos [serán]
enseñados de Dios". En este pasaje, probablemente, la cita fue adaptada para que
concordara con el contexto.
Los antiguos intérpretes judíos entendían
este pasaje de Isaías como una profecía de la obra de Dios en el día cuando
viniera el Mesías. Afirmaban: "Dios dijo a Abrahán: Tú has enseñado a tus hijos
la Ley en este mundo, pero en el mundo futuro yo les enseñaré la Ley de mi
gloria, como dice: Y todos tus hijos serán discípulos de Jehová" (de Tanjuma B,
citado en Strack y Bilierbeck, Kommentar zum Neuen Testament, t. 4, p. 919). Si
esto se entendía así en los días de Jesús, su empleo de este pasaje parecería
haber tenido un significado mesiánico para sus oyentes, y esto hace más clara su
conclusión de que todo aquel que oyó acerca del Padre, viene a él.
Al
Padre.
Literalmente "lo que procede del Padre". Lo que hace que los
hombres vayan a Cristo no es meramente el oír y el aprender acerca del Padre,
sino que uno oye procedente del Padre el mensaje que él quiere que los hombres
conozcan acerca de la salvación que se puede encontrar en Jesús. La misma
expresión aparece en cap. 8: 26, 40 con referencia al mensaje predicado por
Jesús, que había recibido de su Padre, y en cap. 7: 51 del testimonio de un
hombre acerca de sí mismo. Ciertamente, la palabra que Dios ha hablado al mundo
en Jesús es un testimonio de su amor por el hombre. La verdad importante que
también se enseña aquí es que es insuficiente oír lo que procede de Dios si el
hombre no aprende, es decir, si no escucha o presta atención.
46. De Dios.
Literalmente "del lado
de Dios", "de cerca de Dios". Cristo, que es Dios mismo, vino a esta tierra
desde su lugar al lado del Padre. Ver cap. 7: 29; 16: 27; 17: 8; com. cap. 1: 1;
3: 13.
47. De cierto.
Ver com. Mat.
5: 18; Juan 1: 51.
El que cree.
Es decir, el que tiene fe o
confianza.
En mí.
La evidencia textual tiende a confirmar (cf.
p. 147) la omisión de estas palabras (ver com. cap. 1: 12).
Tiene vida
eterna.
Mediante la fe en Cristo, el cristiano participa de la vida de
Dios. Al tener fe ahora, también recibe de esa vida eterna ahora (ver com. 3
Juan 8: 51; 10: 10; 1 Juan 5: 21; cf. DTG 352).
48. Yo soy.
Ver com. vers. 35.
49. Murieron.
Jactanciosamente, los judíos pretendían que
Moisés había dado a sus padres maná del cielo para que comieran (vers. 30-31), y
habían desafiado a Jesús para que demostrara su mesianismo realizando un milagro
todavía mayor. Pero él no hizo frente a su demanda con un milagro, sino más bien
destacó ante ellos el significado espiritual del mesianismo, el hecho de que él
les ofrecía alimento para vida eterna. Ahora, con toda razón, les recordó que
sus padres -de quienes estaban tan orgullosos- no obstante haber comido el maná,
estaban muertos. Como una prueba de su afirmación de que era más grande que
Moisés, Jesús declaró -que él que era el pan que descendió del cielo- podía dar
vida eterna (ver com. vers. 50).
50. Que
desciende.
Jesús no había aquí específicamente de su nacimiento, sino
del hecho 947 o de que, desde la eternidad, es el Mediador entre Dios y el
hombre, Aquel mediante el cual Dios se comunica con el mundo y por cuyo medio
salva al mundo (1 Cor. 8: 6).
No muera.
El maná que los judíos
pretendían que Moisés había dado a sus padres (vers. 31), no había impedido que
murieran, pero Jesús les ofrece un alimento celestial que asegura vida eterna.
51. Yo soy.
Ver com. vers. 35.
Que descendió del cielo.
En contraste con el versículo anterior,
aquí el griego simplemente presenta el hecho de que Cristo vino del cielo a la
tierra en el tiempo de la encarnación. En esto basaba Jesús su derecho de tener
vida eterna para el mundo.
Comiere de este pan.
Cf. vers. 53;
ver DTG 354-355.
Yo daré.
Al hablar de la dádiva de Cristo para
el mundo en los vers. 32-33 se usa el tiempo presente, con lo que resalta que
Cristo es una dádiva continua, eterna. Pero aquí, como en el vers. 27, se usa el
futuro, lo que enfoca el acontecimiento específico de la cruz, cuando Cristo dio
su "carne", en un acto culminante, "por la vida del mundo'.
La evidencia
textual establece (cf. p. 147) una variante más sencilla en este punto, pero esa
variante de ninguna manera cambia el sentido de la sentencia: "Y el pan que yo
daré es mi carne, por la vida del mundo".
Carne.
Gr. sarx,
palabra que Juan ya ha usado refiriéndose a la encarnación de Cristo (ver com.
cap. 1: 14; comparar con su uso en cap. 17: 2). En este pasaje, "carne" parece
referirse claramente a la humanidad de Cristo, sin que haya el pensamiento de la
imperfección implícita en la palabra (ver cap. 3: 6; 6: 63). Al tomar sobre sí
la humanidad, el Hijo de Dios pudo dar su "carne", es decir, morir y de esa
manera hacer que su perfecta humanidad estuviera al alcance de los que
participan de él por fe.
52. Contendían.
Gr. májomai , "luchar", y, por lo tanto, cuando se usa como aquí para
una discusión verbal, "disputar", "querellar". Cuando Jesús afirmó ser el pan
del cielo, los judíos comenzaron a murmurar (vers. 41). Ahora, cuando los invitó
a comer de su carne, sus emociones fueron más violentas. Sin duda, algunos
vieron un significado más profundo en sus palabras que otros, pero todos ellos
parecen haber estado confundidos al dar un significado demasiado literal a sus
expresiones. Ver com. vers. 53,
53. Bebéis
su sangre.
Esta declaración debe haber escandalizado aún más a los
oyentes de Jesús, que interpretaban todo en forma literal (vers. 52), pues la
ley prohibía específicamente que se usara sangre como alimento (Gén. 9: 4; Deut.
12: 16). Si los judíos hubieran recordado la razón de esa prohibición, podrían
haber entendido mejor el significado de las palabras de Jesús. La razón dada
para la prohibición es que la sangre es la vida (Gén. 9: 4). Así podrían haber
comprendido que comer la carne de Cristo y beber su sangre significaba
apropiarse de su vida por fe. "Comer la carne y beber la sangre de Cristo es
recibirlo como Salvador personal, creyendo que perdona nuestros pecados, y que
somos completos en él" (DTG 353; cf. SC 108; 8T 170; EGW RH 23-11-1897). Tan
sólo porque Cristo dio su vida humana por nosotros, podemos participar de su
vida eterna, divina.
54. El que come.
Gr. ho trÇgÇn , un participio activo que implica comer continuamente,
una alimentación constante. No es suficiente participar una vez de Cristo. Sus
seguidores deben nutrir continuamente su ser espiritual alimentándose de Aquel
que es el pan de vida. Jesús acababa de declarar "el que cree en mí, tiene vida
eterna" (vers. 47). Ahora añadió: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene
vida eterna". Por eso es claro que comer su carne y beber su sangre significa
creer, tener fe en él (ver com. vers. 53).
Le resucitaré.
Ver
com. vers. 40.
55. Mi carne es verdadera
comida.
Ver com. vers. 53.
56. En
mí permanece.
En otro pasaje, Juan declara que el que guarda los
mandamientos de Dios mora en él (1 Juan 3: 24), lo que, comparado con este
pasaje, hace resaltar la naturaleza práctica de comer la carne y beber la sangre
de Cristo.
57. Padre viviente.
Repetidas veces se habla de la Deidad como del "Dios viviente" (Deut. 5:
26; Mat. 16: 16; Hech. 14: 15; 2 Cor. 6: 16). El es Aquel que vive por sí mismo,
sin depender de ningún otro para su vida. Por lo tanto, también es la fuente de
la vida de todos los otros seres del universo. Lo que es cierto en este respecto
acerca del Padre lo es también en cuanto al Hijo, pues "en Cristo hay vida
original, que no proviene ni deriva de otra" (DTG 489; ver Nota Adicional com.
Juan 1).
Por el Padre.
Literalmente "mediante el Padre". Aunque
es Dios, sin embargo, mientras 948 estuvo en la tierra en carne humana, Jesús
dependía completamente de su Padre (ver com. vers. 11). Vivía "mediante el
Padre". Así el cristiano ha de depender de Cristo y recibir de él la vida divina
y la naturaleza divina (ver DTG 98). Es de esta vida eterna de la que el
cristiano puede participar ahora, y es también esta vida la que se manifestará
en él en la resurrección (cap. 5: 26-29; cf. DTG 352).
58. Maná.
La evidencia textual tiende a confirmar (cf. p.
147) la omisión de esta palabra. No importa la variante que se use, es claro que
la referencia es al maná.
59. Enseñando en
Capernaúm.
Si bien algunos MSS añaden la frase "en el sábado", la
evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto como aparece en la RVR. Al
paso que es virtualmente seguro que el texto original de este pasaje no contenía
esas palabras, algunos manuscritos preservan la interesante tradición de que el
sermón de Jesús en cuanto al pan de vida fue presentado en el día sábado. Los
discípulos no hubieran caminado de regreso a Capernaúm después de la puesta del
sol, el viernes de noche (ver p. 52; com. Mat. 14: 22-36).
Que Jesús
repetidas veces enseñaba en las sinagogas, es claro por una cantidad de
referencias (Mat. 4: 23; 9: 35; 12: 9; 13: 54; Mar. 1: 39; 3: 1; Juan 18: 20).
La sinagoga era el centro de la vida de la comunidad judía, por lo tanto, era un
lugar lógico para que allí Jesús se relacionara con la gente y la estimulara a
pensar en cosas religiosas (ver p. 57).
Quizá esta sinagoga de Capernaúm
era la misma que el centurión donó a los judíos (Luc. 7: 5). Antes se pensaba
que las ruinas que todavía existen en Teil Hum (por lo general reconocidas como
la antigua Capernaúm) eran las de aquella sinagoga. Sin embargo, ahora es claro
que las ruinas en cuestión quizá no vayan más allá del siglo III d. C. Con todo,
sin duda están encima de los restos de un edificio más antiguo, que podría haber
sido la sinagoga donde enseño Jesús. Si es así, sería razonable pensar que las
ruinas que se ven hoy día, en general, reproducen la apariencia de la sinagoga
de los días de Jesús.
Las ruinas actuales, de unos 15 m de ancho por 21
m de largo, son de piedra caliza blanca, y están orientadas de tal manera que la
congregación miraba al sur, es decir hacia el templo de Jerusalén. En tres de
los lados del recinto principal había una galería para las mujeres y los niños,
que estaba sostenida por columnas, y a la que se llegaba por unas gradas desde
el exterior. El piso principal parece haber sido reservado para los hombres. Al
lado del edificio hay un atrio.
60. Sus
discípulos.
Los vers. 66-77 muestran claramente que éstos no eran
principalmente los doce, sino otros de entre las grandes multitudes que habían
estado siguiendo a Jesús. A partir de su chasco, en ocasión de la alimentación
de los 5.000, cuando Jesús rehusó que lo hicieran rey, esa gente lo había
criticado cada vez más. Lo habían seguido a Capernaúm con la esperanza de
continuar recibiendo alimento milagrosamente proporcionado, pero cuando Jesús
reprochó a la gente por esto y declaró que más bien debían esperar alimento
espiritual y debían participar de Jesús, la crítica de la gente se transformó en
un claro rechazo.
La puede oír.
El verbo griego que aquí se
emplea, akóuÇ , puede significar "escuchar a" u "obedecer" (en una forma muy
parecida a la del Heb. shama'; ver com. Mat. 7: 24). El pronombre también puede
traducirse como "la", con referencia a la declaración que Jesús acababa de hacer
o como "lo" que se referiría a Jesús mismo. Por eso la pregunta que los
discípulos hicieron con disgusto, podría entenderse como: ¿Quién puede oírlo a
él (u oír lo que dice)? ¿Quién puede obedecerle (u obedecer lo que dice)?
Rehusando comprender la verdad espiritual de las palabras de Jesús, e
insistiendo sólo en su significado literal, protestaron por la completa
imposibilidad de comer la carne de Jesús o beber su sangre. Para sus mentes mal
dispuestas, las palabras de Jesús eran, ciertamente, "dura... palabra".
61. Sabiendo Jesús en sí mismo.
Cf.
cap. 2: 25.
Discípulos murmuraban.
Hasta este momento sólo se
había dicho que los judíos habían murmurado contra Jesús (vers. 41). Ahora, los
que habían sido abiertamente sus seguidores, se apartaron de él y se unieron a
sus compatriotas que se habían opuesto a Jesús. Parece que hubo tres grupos en
la sinagoga durante este discurso: los doce, que habían cruzado el lago durante
la tormenta; los seguidores de Jesús, que habían cruzado a Capernaúm al día
siguiente; y aquellos de quienes Juan había como "los judíos", que,
evidentemente, en su mayor parte criticaron a Jesús desde el comienzo.
Ofende.
Gr. skandalízÇ (ver com. Mat. 5: 29).
62. ¿Pues qué, si?
Jesús presenta
su pregunta sin una conclusión. Podría entenderse como que significa que si
veían al Hijo del Hombre ascender al cielo, entonces, en su obstinación, se iban
a ofender aún más. O podría entenderse que implicaba que si lo veían ascender,
eso les iba a ser una prueba de que ciertamente había venido del cielo e iban a
comprender el verdadero significado espiritual de sus palabras. El hecho de que,
evidentemente, Jesús no presentó la conclusión de su pregunta, es significativo
en sí mismo, pues cualquiera de esas conclusiones podría haber sido correcta.
Habría dependido del corazón del hombre que hubiera visto su ascensión.
Adonde estaba primero.
Cf. cap. 3: 13.
63. El que da vida.
Jesús había estado exhortando a sus
oyentes para que participaran del alimento celestial que les daría vida. Ahora
destacó aún más claramente que un alimento tal es espiritual. Sus oyentes no
habían comprendido hasta entonces este hecho.
Carne.
Esta no es
la carne a la que se hace referencia en los vers. 51-56. Allí se presentan
juntas la carne y la sangre de Cristo al hablarle del alimento espiritual que
reciben los que son participantes de la vida de su Señor. Aquí la palabra
"carne" se usa en un contexto diferente; se la hace contrastar con "espíritu y
así, claramente se refiere a las cosas materiales de esta vida, en particular al
alimento material que no puede nutrir la vida eterna y espiritual.
He
hablado.
Es una referencia directa a las palabras de este discurso. Las
palabras que Jesús acababa de hablar y que seguramente todavía estaba hablando.
Son espíritu.
Las verdades que Cristo enunció atañen a cosas
espirituales, y recibirlas por fe en el corazón es recibir vida espiritual (ver
com. cap. 3: 16; cf. cap. 17: 3).
64. Que
no creen.
Nuevamente Jesús hace resaltar la importancia de creer, o sea,
de la fe. Sus palabras eran espíritu y vida sólo para los que creían. Ver com.
vers. 29, 40.
Sabía desde el principio.
Cf. cap. 2: 25.
Quién le había de entregar.
Indudablemente, la afirmación: "Hay
algunos de vosotros que no creen", incluía tanto a Judas como a los judíos
descreídos. La dificultad de Judas estribaba en que rehusaba aceptar la verdad
de que el reino de Jesús había de ser espiritual. En cambio, él esperaba un
reino material y terrenal, en el que ansiaba ocupar un lugar prominente (DTG
665-669). Si hubiese aceptado las palabras de Cristo en esta ocasión, se hubiera
corregido su error en un concepto básico.
65. Si no le fuere dado.
"Si no se le concede" (BJ). Este
versículo es una secuela lógica de la afirmación de Jesús: "Hay algunos de
vosotros que no creen" (ver com. vers. 64). Estas palabras debieran haber tenido
un significado especial para Judas (ver com. vers. 64). Pero éste, en su orgullo
y confianza propia, estaba tratando de manejar los acontecimientos de tal manera
que Jesús fuera proclamado rey de los judíos (ver com. vers. 15). Con su propia
habilidad, estaba tratando de que se constituyera el reino venidero, tal como él
lo concebía. Pero en todo to no reconocía que el hombre no es el autor del plan
de salvación y no puede salvarse a sí mismo; y que aunque el hombre puede
cooperar con Dios para apresurar el triunfo de la causa divina en el mundo, la
dádiva de la salvación y la venida del reino son obra de Dios (ver com. vers.
27, 39).
66. Volvieron atrás.
Esto
señala el momento decisivo de la obra de Jesús en Galilea, y, ciertamente, de
todo su ministerio. Hasta entonces, había sido ampliamente aceptado como un
maestro y profeta popular. Ahora, muchos de sus seguidores lo abandonaron y
desde ese momento en adelante estuvo más y más en la sombra de la cruz.
67. Los doce.
Esta es la única vez
en que Juan se refiere a los doce discípulos como a "los doce", y lo hace así
sin indicar previamente cómo eligió Jesús a ese grupo. Así también presenta a
Pilato (cap. 18: 29) y a María Magdalena (cap. 19: 25) en su relato, sin
explicar quiénes eran. Esto parece indicar muy claramente que Juan -escribiendo
varias décadas después de que los otros Evangelios estaban en circulación- se
daba cuenta de que, mediante los Evangelios sinópticos y otros informes, los que
leían su relato ya estarían familiarizados con los principales personajes
implicados en la vida de Jesús. Teniendo en cuenta este hecho, es más fácil
comprender por qué en el cuarto Evangelio no se procura presentar el relato
sistemático que se encuentra en los sinópticos, sino más bien una interpretación
teológico de ciertos acontecimientos significativos del ministerio de Cristo.
¿Queréis acaso iros también?
La construcción de esta pregunta en
griego implica una respuesta negativa, de modo que la fuerza de la sentencia es:
"Vosotros no queréis iros también, ¿no es cierto?" Como Juan acababa de
declarar, Jesús sabía quiénes de sus seguidores le eran leales y quiénes no
(vers. 64). Por ende, esta pregunta no fue formulada para la información de
Jesús sino más bien para probar a los doce en cuanto a los motivos que tenían
para seguirlo.
68. ¿A quién iremos?
Contrástense estas palabras con la afirmación de Pedro en otra ocasión,
Luc. 5: 8.
Palabras de vida eterna.
Aunque, sin duda, Pedro no
comprendía todavía plenamente la naturaleza espiritual del reino de Cristo, sin
embargo su declaración aquí muestra que había comenzado a percibir que las
palabras que Jesús había hablado eran ciertamente la clave para la vida eterna
espiritual.
Un antiguo comentario judío describe las palabras que Dios
habló desde el Sinaí como "palabras de vida" (Midrash Rabbah, com. Exo. 20: 2).
El hecho de que Pedro usara aquí un término similar para referirse a lo que
Jesús acababa de decir, junto con su reconocimiento de Jesús como el Mesías
inmediatamente después, revela que comprendía el origen divino de las palabras
de Jesús.
69. Conocemos.
"Sabemos"
(BJ). El verbo griego puede traducirse "hemos descubierto", lo que implica que
ya habían aprendido la verdad, y todavía creían que era verdad, a pesar de los
muchos que ahora rechazaban a Jesús. Pedro, hablando en nombre de los doce,
declaró que no sólo tenían fe en que Jesús era el Mesías, sino que también,
debido a los milagros que habían visto y las palabras que habían oído, ahora
podían decir que sabían que él era el Hijo de Dios. Los judíos descreídos habían
visto los mismos milagros y habían oído las mismas palabras. Pero les faltaba
fe, y, como resultado, se habían ido sin creer. Los discípulos, aceptando las
palabras y las obras de Jesús por fe, habían llegado a la conclusión opuesta, y
ahora estaban convencidos de que Jesús era el Mesías. En los asuntos del
espíritu, la fe precede al conocimiento.
Que tú eres el Cristo.
La evidencia textual tiende a confirmar (cf. p. 147) el texto "que tú
eres el Santo de Dios". Sin embargo, el texto de Tertuliano dice simplemente "el
Cristo", mientras que en otros dice: "el Cristo, el Santo de Dios", "el Hijo de
Dios" y "el Cristo el Hijo de Dios".
El título "el Santo" aparece
repetidas veces en la literatura judía escrita en el período intertestamentario
como un título para Dios (ver Eclesiástico 4: 14; 23: 9; 43: 10; Baruc 4: 22,
37; 5: 5). Probablemente, en este sentido era familiar para los discípulos, y
por eso el empleo que Pedro hace de ese título para Jesús, aquí parecería
constituir un reconocimiento de su divinidad.
70. Les respondió.
Juan reconoce que Pedro habla en nombre
de los doce.
Diablo.
Es decir, inspirado por el diablo (cf. cap.
13: 2). Las palabras de Jesús podrían ser comparadas con su afirmación similar
dirigida a Pedro en otra ocasión (Mar. 8: 33). Aquí Jesús reconoció que, aunque
Pedro se consideraba como el portavoz de los doce, Judas no compartía la
consagración de Pedro (ver com. vers. 64-65).
71. Judas Iscariote.
Ver com. Mar. 3: 19. La evidencia
textual se inclina (cf. p. 147) por la variante "Judas, hijo de Simón Iscariote"
(BJ). Como es probable, si el nombre Iscariote se refiere al lugar del origen de
Judas, razonablemente ése sería su apellido y el de su padre.
Le iba a
entregar.
El texto griego en ninguna manera indica que Judas estaba
inevitablemente predestinado a entregar (o traicionar) a Jesús. Juan escribió su
Evangelio muchos años después. Retrocede mentalmente, mira el futuro, y, desde
su punto de vista, cuando escribe, exclama: "Pues éste, ¡uno de los doce!, iba a
traicionar a Jesús".
CBA T5
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